martes, 4 de septiembre de 2012

LAS COSAS IMPOSIBLES DE PIETRO INGRAO

Querido José Luis:

en la autobiografía oral de  Pietro Ingrao (Le cose impossibili, Editori Riuniti, 1990) que me proporcionaste como provechosa lectura para este verano, encuentro un párrafo que me parece un broche de oro a la larga conversación que hemos venido manteniendo sobre ”LA CIUDAD DEL TRABAJO  de Bruno Trentin. 

El entrevistador, Nicola Tranfaglia, pregunta a Ingrao cuáles fueron las razones de que se opusiera a la propuesta del nuevo secretario del Pci, Occhetto, de una “svolta” que había de conducir al cambio de nombre del partido, al ingreso en la Internacional socialista y a la formulación de un nuevo programa fundamental. Al fin y al cabo, comenta Tranfaglia, tú llevabas ya años criticando el modelo soviético y llamando a la necesidad de una reforma del partido.

La respuesta de Ingrao es larga y jugosa; selecciono el párrafo que incide con más claridad en las preocupaciones que hemos ido expresando. Para la versión castellana he recurrido a la competente Escuela de Traductores de Parapanda, digna sucesora de la que creó en Toledo en épocas antañonas el rey castellano don Alfonso llamado el Sabio, que fue un gran zascandil en muchos aspectos, pero en este la clavó. 

Tiene la palabra Pietro Ingrao: 

¿Por qué crees que la «crítica al modelo soviético» ha de implicar el abandono de lo que yo mismo he llamado el horizonte del comunismo? Sigo convencido de que la sociedad soviética no era ni comunismo, ni socialismo. Mi discrepancia al respecto se ha basado –entre otros– en ese motivo esencial. Y otros han emitido ese juicio antes que yo: desde la Luxemburg hasta Korsch, y el mismo Gramsci. Es posible, por tanto, extraer conclusiones distintas de una misma crítica áspera del modelo soviético. Y ya es hora de reconocer laicamente ese hecho. Y aun más: mi crítica del modelo soviético y del estalinismo se basa (como puede leerse en las cosas que he escrito) en el hecho de que en esos regímenes no sólo se quebrantaban libertades políticas esenciales, sino que se reforzaba una condición alienada de los trabajadores que yo, por mi parte, sigo considerando decisivo combatir y superar. ¿Es un deseo abstracto por mi parte? En esta entrevista hemos hablado de luchas por el control obrero llevadas a cabo por millones de trabajadores, del poder de incidir en las decisiones de las grandes empresas, e incluso –¿lo recuerdas?– de la calidad general del desarrollo, y en un plano distinto de la gran cuestión planteada por el movimiento estudiantil acerca del porvenir que aguarda al mayor recurso de nuestra época: los saberes. Yo no creo que estas reivindicaciones agoten el horizonte del comunismo. Pero sé que basan su fuerza en una crítica a la alienación del trabajo y en el trabajo, y en una lucha contra la penetración de las grandes concentraciones capitalistas más allá de la esfera misma del trabajo, hasta mercantilizar esferas delicadísimas de la vida de las personas. Sé también que esta es una visión que parte de un horizonte teórico, que desarrolla una crítica de una forma específica de la sociedad mercantil: el modo de producción capitalista. Sé que desde ese punto de vista puedo comprender mejor la gran cuestión de la diferencia sexual, y las culturas y los movimientos que han surgido a partir de dicha cuestión. 

¿Son ideas, puntos de vista, objetivos de lucha, erróneos? Confrontémonos. Confrontaos. Pero no a partir del prejuicio de que se trata de temas que en la actualidad no pueden tener ya vigencia. 


Hasta aquí, Ingrao. Recibe un fuerte abrazo, Paco Rodríguez