miércoles, 30 de noviembre de 2016

CONTORNOS DE UN PACTO POR LA INDUSTRIA


A vueltas con el difícil – pero no imposible – Pacto de Estado por la Industria, José Luis López Bulla señala unas “variables” (1) dirigidas a concretar y acollar (en el sentido agronómico de la palabra, a saber, según la Docta: “cobijar con tierra el pie de los árboles, y principalmente el tronco de las vides y otras plantas”) los términos plausibles de dicho pacto.
Totalmente de acuerdo con José Luis, y también con el escrito anterior de Quim González Muntadas, en el que señalaba la necesidad y la urgencia de la iniciativa, tal como es percibida en este momento desde los dos lados de la barricada social (valga la metáfora); es decir, tanto desde las patronales como desde los sindicatos.
Como el tema es de por sí morrocotudo, entiendo que no está de más husmear en los alrededores o contornos del pacto en sí, en busca de otros prerrequisitos o precondicionantes que habría que tener en cuenta para que el susodicho Pacto resulte viable y funcional a todos los efectos.
Seré breve. Una precondición para que el Pacto – cualquier Pacto – no quede cojo, es el tema de la educación. Estamos en una desigualdad insuperable de partida, y las recetas neoliberales al uso tienden a ahondar más esta circunstancia con la propuesta de una educación dual que tendrá como consecuencia el refuerzo de la dualidad del mercado de trabajo: educación integral para las elites, y educación “ad hoc” para las clases subalternas que facilite su integración en la subalternidad condicionada prevista para los procesos productivos.
Owen Jones citaba en un artículo reciente (18 agosto) en The Guardian la diferencia visible entre la educación elitista de las private schools británicas y la escuela pública. Según datos proporcionados por el “Sutton Report”, el 7% de alumnos de las escuelas privadas representan cerca de las tres cuartas partes de los puestos de la judicatura, más de dos tercios de ganadores de premios de interpretación, seis de cada diez médicos destacados, más de la mitad de los periodistas influyentes, y casi la tercera parte de los miembros del parlamento.  
No se trata entonces de adaptar la educación a las necesidades del mercado de trabajo, tanto más cuanto que el cortísimo plazo es lo que manda en un mercado sujeto a contracciones y dilataciones espasmódicas, en tanto que el proceso educativo es una carrera de fondo. Se trata de educar, no para el mercado, sino para la ciudadanía; me ahorro entrar a fondo en el tema porque lo ha hecho ya, mejor de como podría hacerlo yo, Estella Acosta en un artículo resplandeciente de tan luminoso (2).
El otro “contorno” al que me quiero referir es global: estamos en un momento, no solo de reestructuración de los aparatos productivos, sino de reestructuración del capitalismo en su conjunto; de sus formas de actuación, y de sus modalidades de extracción de las plusvalías. De poco servirá reformar la industria mientras sigamos inmersos en los meandros de una economía financiarizada. El beneficio no se obtiene ya a través de la utilización eficaz de la tecnología para conseguir un producto más útil y accesible a todos (economía productiva), sino mediante marramiaus continuados en las bolsas de valores para exprimir al máximo las debilidades o discontinuidades detectadas en un punto del sistema global (finanzas especulativas). Una operación de bolsa puede dar al traste (ya lo ha hecho) con una empresa bien organizada y dotada de tecnología y capital humano adecuados. Y sucede así porque lo importante hoy no es la riqueza creada y la utilidad social de la producción, sino la voluntad libérrima de los propietarios de las acciones, y su mayor o menor paciencia para aguardar la siempre lenta generación de valor añadido.
Entonces, el reto de una industria más eficaz y más racional, con un trabajo colectivo más sabio y autoconsciente y más justamente retribuido, pasa también por el cruce obligado de este tipo de desfiladeros. Adelante con el Pacto de Estado por la Industria, pero con la ambición añadida de un programa de cambios estructurales que apunte de forma decidida a un mundo distinto del actual, mejor regulado por un derecho “duro” (hard law) que ponga coto a los piratas del neoliberalismo, y más justo en una igualdad de oportunidades que solo es posible conseguir con un plan educativo trascendentalmente diferente del que padecemos.
 


 

martes, 29 de noviembre de 2016

LEONARD COHEN DESDE SU MAUSOLEO


La Torre de la Canción, “Tower of Song”, es el mausoleo imaginado para sí mismo por Leonard Cohen en una de sus canciones más hipnóticas. Esa torre «a la que dicen que nos mudamos mañana, camino abajo», y en la que Hank Williams tiene su habitación cien pisos más arriba que la destinada a Cohen.
El arranque es una confesión descarnada de vejez y de decadencia que hace daño escuchar: «Mis amigos se han ido, mi pelo está gris, me duele en los sitios con los que solía jugar, y aunque estoy loco por amar, no avanzo.» El cantante imagina la soledad futura, la impotencia, la renuncia a escapar a un destino inevitable: «Todos los puentes que podríamos haber cruzado están ardiendo.» Señala también, a una mujer vengativa a la que no pone nombre, lo inútil de la práctica del vudú, porque el privilegio de «una voz dorada» le hace inmune a esas agujas clavadas en un muñeco que «lo siento, nena, no se me parece.» (No es ocioso tal vez recordar que una de sus amantes dijo de Cohen que tenía "algo de ángel y algo de lobo".)
Cada estrofa se cierra con las mismas cuatro notas graves y subrayadas con énfasis, to-wer-of-song, que remachan con contundencia el clavo penetrante del mensaje.
Y la despedida/salutación final: «Me seguirás oyendo mucho después de que me haya ido; te susurraré con dulzura desde una ventana de la Torre de la Canción.»
Podéis escucharla clicando aquí: https://www.youtube.com/watch?v=oiAuXRK3Ogk

 

lunes, 28 de noviembre de 2016

VIAJE A LAS PROFUNDIDADES SALARIALES


La señora ministra de Empleo debería tomar “lecciones de abismo”, según cuenta Julio Verne que recomendaba el profesor Arne Saknussem a los intrépidos viajeros empeñados en llegar al centro de la Tierra. A doña Fátima se le da mal ese ejercicio, como se desprende del hecho de que haya afirmado que nadie que trabaje ocho horas diarias en España puede cobrar menos del salario mínimo, “porque no es legal”.
Según las cuentas del Ministerio de Hacienda para 2015, un total de 5,9 millones de asalariados sobre una cifra global de 17,3 millones de activos (el 34,3%, más de uno de cada tres, y no estamos contando los parados) no ha alcanzado la retribución marcada por el salario mínimo interprofesional. Desde 2008, este colectivo ha pasado de 5,3 a 5,9 millones, en un contexto en el que el número de asalariados activos ha descendido en dos millones redondos (eran 19,3 millones en 2008, y 17,3 en 2015). Para el Ministerio, ese es el mundo acotado de la temporalidad, del trabajo parcial, a horas. Cierto, pero solo en parte. Y es que, con ser malos, los números del Ministerio tan solo cartografían la realidad “oficial” (esa según la cual todo lo que no se refleja en la estadística, no existe) en dos dimensiones, en tanto que la realidad cruda, perceptible a simple vista (a ojo desnudo, como dicen los franceses), consta de tres dimensiones, ninguna de las cuales es desdeñable.
En este sentido, Industria 4.0 sería el Himalaya, mientras los 5,9 millones de personas cuyos ingresos se sitúan por debajo del SMI se estarían moviendo en los fondos de las fosas oceánicas abisales. La remuneración de los salarios más bajos ha descendido en un 28% en estos años, y la temporalidad media de los contratos se ha ido acortando progresivamente hasta situarse en unos cincuenta días. A doña Fátima le parece imposible que una persona contratada para cuatro horas al día sea obligada a trabajar diez y a cobrar solo cuatro. “No es legal, luego no existe.” Y sin embargo, la experiencia a ras de tierra indica otra cosa: Eppur si muove.
Una de las falacias de partida del enfoque gubernamental sobre el mercado de trabajo consiste en desdeñar la dimensión cualitativa (la tercera dimensión). Trabajo es, desde su óptica, solo trabajo abstracto, fuerza mecánica de trabajo siempre igual a sí misma. Basta cuantificar personas implicadas, horas trabajadas y retribuciones percibidas, para tener el cuadro completo de la salud de la economía.
Pero de un lado, no puede ignorarse el dato de la cualidad en el trabajo profesional, que implica en prácticamente todos sus escalones la puesta a contribución de unos saberes técnicos previamente adquiridos. De otro lado, del mismo modo que las estadísticas no han contemplado nunca el submundo de las cajas b, los sobres en negro y las tarjetas black, tampoco toman nota de las personas que aceptan trabajar diez horas cobrando solo cuatro porque el salario “mínimo mínimo” que reciben les es indispensable para una supervivencia arañada día a día.
No se trata solo de trabajos “basura”, sin cualificación; el mismo chantaje empresarial se está practicando con licenciados, con arquitectos, con técnicos superiores y medios. Estos estratos, directamente relacionados con unos avances tecnológicos profundos y veloces, están obligados a reciclarse de forma constante para mantener sus expectativas virtuales de “empleabilidad” y no caer pura y simplemente en la marginación. Esas horas sobreañadidas de trabajo intenso de formación permanente no son remuneradas de ninguna forma. En las estadísticas se les clasifica como “autónomos” o “emprendedores”, obligados a cotizar a la Seguridad Social, y empleados de forma esporádica por empresas que se lucran de una calidad profesional cuyo mantenimiento no pagan ni de forma directa ni por vías indirectas.  
Así, la odisea abisal de la busca de un trabajo mal pagado por las profundidades del subempleo se ha extendido como mancha de aceite por una sociedad en la que las bienaventuranzas prometidas por los políticos se diluyen en el vacío, como resuenan los ecos del viento en un desierto. La fractura social está servida.
 

domingo, 27 de noviembre de 2016

EN ESTAS SE FUE FIDEL


El fallecimiento de Fidel Castro, a los noventa años de edad y después de diez de haber abandonado el timón de la política de su país, es un acontecimiento de orden biológico, pero desde los medios se le da – con razón o sin ella, no entraré en esa polémica – un tratamiento particular, como si se tratara de un “signo”: el final de una anomalía geopolítica, el retorno al redil de aquella oveja descarriada que andaba buscando por trochas y veredas el evangélico Buen Pastor de la neo gobernanza alfanumérica.
En Miami se prolonga la conga de Jalisco, hay barra libre de alcoholes y se toca sin rebozo a degüello. Quienes votaron a Trump para acabar con Castro, claman ahora milagro porque Fidel, de pronto, ya no está, y Cuba aparece en el horizonte como una presa fácil predestinada a saciar todas las codicias. Hay un escalofrío de presentimiento: podría estar de vuelta la era añorada de los grandes negocios, la orgía del expolio.  
Sí, el liderazgo mundial de un personaje como Donald Trump, cuyas cualidades más pregonadas ofrecen un llamativo parecido con las del Capitán Garfio, puede allanar el camino a un retorno de situaciones de ese tipo; pero las cosas son bastante más complejas. Cierto que nos encontramos en un momento de reflujo generalizado hacia los santuarios tradicionales de la raza, la religión y la cruzada de exterminio contra toda clase de infieles. Pero esas viejas pulsiones presentan efectos colaterales contraproducentes de todo tipo; y además, su recorrido potencial se revela demasiado corto para ofrecer un sostén duradero a los pueblos y los gobiernos en trance de sobrevivir a las catástrofes naturales y financieras que nos amenazan en el siglo XXI debido al prolongado expolio, descerebrado e insostenible, tanto de la naturaleza como de porciones siempre más amplias de humanidad.
Lo diré con las palabras de Josep Fontana, en El futuro es un país extraño (Pasado & Presente, Barcelona 2013, p. 153):
«Quienes se benefician de esta situación, han podido endurecer las reglas de la explotación como consecuencia de que no ven en la actualidad un enemigo global que pueda oponérseles. […] Pero tal vez no han calculado que los grandes movimientos revolucionarios de la historia se han producido en general cuando nadie los esperaba, y con frecuencia, donde nadie los esperaba. […] La capacidad de tolerar el sufrimiento no es ilimitada y las asíntotas del poder capitalista pueden estar efectivamente llegando al límite. […] La tarea más necesaria a que debemos enfrentarnos es la de inventar un mundo nuevo que pueda ir reemplazando al actual, que tiene sus horas contadas.»
 

sábado, 26 de noviembre de 2016

MARCAR PAQUETE


El breve paso de los dirigentes de los sindicatos mayoritarios por Moncloa nos ha dejado una perla cultivada de la ministra Báñez. Ha dicho que nadie en España cobra un salario por debajo del salario mínimo interprofesional, “porque eso sería ilegal”. Según ella, por consiguiente, basta con publicar una ley en el BOE para que se cumpla de forma automática. Para nada son precisas, por ejemplo, las inspecciones de trabajo.
Ignacio Fernández Toxo ha comentado que el gobierno vive “en una realidad paralela”. Es una forma bondadosa de expresarlo. En la cómoda realidad paralela en la que el gobierno se viene arrellanando, la corrupción no existe porque no es legal, y la finada Rita Barberá fue una persona generosa y altruista que se desvivió por España y murió despedazada por las hienas. La pobreza energética tampoco existe, por la misma razón; y quienes se empeñen en morir de frío y de desnutrición en este país de las maravillas pueden encontrarse con una sentencia en contra muy dura del Tribunal Constitucional.
Volvamos al principio. Los sindicatos acudieron a Moncloa en busca de diálogo social para afrontar unas urgencias que para el gobierno no existen, porque el gobierno no se reconoce en esa realidad. El Delenda está dispuesto a charlar con ellos de cualquier tema, siempre que no se toquen dos cosas: una, el dinero de los presupuestos, comprometido ya con las troikas al cien por cien más 5.500 millones de deuda (ampliables) que habrán de ser enjugados; la otra, la reforma laboral puesta en marcha por el propio gobierno y que tan prometedores resultados está teniendo.
Es decir, siempre que no se toquen los dos asuntos que precisamente quieren tocar los sindicatos.
Mi modestia acrisolada me impide colgarme medallas, y con mayor motivo medallas que pueden colgarse unos cuarenta millones de españoles; pero esto yo ya lo había escrito en un post titulado “Hacia un diálogo de sordos”. El párrafo concreto, disculpen la repetición, es el siguiente:
Ahora mismo los sindicatos CCOO y UGT se están dirigiendo al gobierno con un listado no muy largo pero sí jugoso de reivindicaciones pendientes. Piden un alza salarial después de años de pérdida del poder adquisitivo, pero también una renta mínima de inserción, un impulso a la negociación colectiva y a la concertación, más derechos para los trabajadores, y la vuelta atrás de las reformas laborales. La respuesta que les dará el gobierno es totalmente previsible desde ahora: «Estamos abiertos al diálogo pero no nos moveremos un ápice de nuestra posición, que es la única sensata.» Están abiertos al diálogo de sordos, entonces.
¿Cuál es el objetivo del Delenda, así pues, en relación con el diálogo social? ¿Marcar paquete, simplemente? Los dos sindicatos han propuesto en consecuencia una jornada de movilización el próximo 15D delante de las delegaciones del gobierno de todas las comunidades autónomas, y una gran manifestación central en Madrid el 18D.
La importancia del asunto salta a la vista. Otra cuestión me intriga, a saber si las formaciones políticas que se reclaman de la izquierda apoyan con talante y sin fisuras la iniciativa de los sindicatos, o bien si cada cual intenta recabar protagonismo en esta cuestión y pretende imponer sus recetas particulares sin sumarse, o sumándose a regañadientes, al impulso común. Dicho de otra forma, si el sindicalismo unitario va a comparecer en escena en esta crisis como sujeto político per se aunque también sui generis, puesto que no aspira a gobernar sino a que se gobierne en favor de los sectores más desfavorecidos de la sociedad. O si por el contrario, los cuarteles generales de los partidos van a seguir empeñados en considerar a los sindicatos como mero instrumento auxiliar, útil en unas ocasiones y en otras engorroso.
 

viernes, 25 de noviembre de 2016

LO NORMAL


El Roto abre el fuego, el día contra la violencia de género. En su viñeta de elpais, un varón iracundo exclama: «Dar palizas es una tradición local. ¡Respeten nuestras costumbres!»
Cierto. Los toros a media tarde, el rosario de las tabernas de anochecida por no hacer el feo a ningún establecimiento, y la paliza a la santa de vuelta al hogar, están en lo más profundo (en todos los sentidos del término) de nuestro ADN.
La paliza es en buen número de casos un tratamiento preventivo y cautelar. De muy joven leí un cuentecillo de Steinbeck en el que un inmigrante desoye los consejos paternos, “Pega a tu mujer todas las noches, si tú no sabes por qué, ella sí lo sabe.” La mujer, inmigrante también en California, le hace toda clase de trastadas, hasta que el hombre, inclinándose ante la superior sabiduría de los ancestros balcánicos, procede todas las noches a los correazos de rigor, y desde entonces todo va como una seda en el hogar. Algo parecido le ocurre al “hombre tranquilo” de John Ford, donde Maureen O’Hara solo aquieta sus ímpetus belicosos contra John Wayne cuando puede lucir unos cuantos verdugones en la piel. Son monumentos al machismo en su vertiente calificable de “estancamiento secular”; reliquias de una forma tradicional de moverse el mundo. No es tanto el money, que también, como la violencia de género, lo que makes the world go round, según la filosofía de cabaret. «¿Su marido la pega?», preguntaba el facultativo de urgencias a la señora que “se había golpeado con una puerta”; y ella contestaba: «Lo normal.»
Pero no es normal, y las numerosísimas víctimas de género no son “bajas colaterales por fuego amigo”. Las relaciones hombre-mujer pueden degenerar en un infierno compartido por los dos, pero ese desenlace no es obligatorio, no obedece a una pauta universal. Tampoco es cierto que todas las parejas sean felices y coman perdices. Cada cual se construye día a día su destino en este mundo, y mi experiencia me dice que es preferible intentarlo en compañía, que en soledad.
Pero no desde posiciones desiguales; no desde un rol dominante y otro sometido. Para ese tipo de viaje no hacen falta alforjas, y siempre habrá mujeres sensibles que, en atención a normas prácticas de confortabilidad y no estrictamente por obediencia a la ley del deseo, considerarán más apetecible una compañía homo que hétero. Lo cual me trae el recuerdo de una película antigua de Woody Allen en la que su ex esposa, después de dejarlo por una mujer, escribía un libro contando su experiencia, y él especulaba con la posibilidad de comprar toda la edición antes de que se distribuyera a las librerías, y prenderle fuego. Sin saber qué había escrito exactamente su mujer, solo por miedo culpable a lo que podía haber puesto.
 

jueves, 24 de noviembre de 2016

DE LA CRIMINALIZACIÓN POR ACOSO MEDIÁTICO INTERPUESTO


De los muertos no se debe hablar mal, y no encuentro nada bueno que decir de Rita Barberá, de modo que la única opción en este caso para mí es callar. Solo añadiré que morir en soledad en una habitación de hotel no es, en ningún caso y para nadie, un destino final envidiable.
En todo caso, el incienso quemado en su honor no es de recibo. Ese minuto de silencio puestos en pie en las cortes solo sería aceptable si fuese una norma universal, independiente del color y las circunstancias personales de los padres y las madres de la patria fallecidos/as. No se entiende que el homenaje a los unos sea de cumplimiento obligado para todo el hemiciclo, mientras otros son ignorados porque militaban en formaciones consideradas menos respetables por el hecho de ser más contreras. O todos moros o todos cristianos, es el caso de decir una vez más, y son muchas, porque la ley del embudo es la de mayor rango y la más seguida en el país, con el Tribunal Constitucional dando ejemplo en primera fila.
Y lo que roza la paranoia es santificar a posteriori la larga trayectoria pública de Barberá, que ya no será juzgada por ella, y culpabilizar de su muerte a quienes criticaron comportamientos como el suyo, y exigieron transparencia en la gestión y rendición de cuentas minuciosa a quienes ostentan cargos públicos. Ha sido Cospedal, como de costumbre, quien ha lanzado la primera piedra: “Es que no hay derecho al acoso insufrible de la prensa canallesca (un sector absolutamente residual en el negocio) y de las redes sociales (que si esparcen mierda, es en todas direcciones y sin discriminar) a una persona honesta que lo dio todo por España.”
Sor Angélica de Cospedal no debería desconocer que desde su trinchera se están lanzando campañas venenosas en la prensa y las redes sociales, además de un algo de carácter nebuloso e insidioso que se podría definir como acoso institucional y judicial, en contra de Manuela Carmena, Pablo Iglesias, Íñigo Errejón, Ada Colau, Guillermo Zapata, Rita Maestre, y otros muchos, con mención especial para el sector catalán, en el que se incluyen desde Artur Mas y Xavier Trías, calumniados en sus cuentas corrientes desde las cloacas del Estado, hasta Gerard Piqué y Neymar Jr., culpables ante los medios de desafección a los colores rojo, en el primer caso, y blanco en el segundo.
Tanteando en dirección a los escalones más bajos de la pirámide social, la política de las cúpulas nacional y autonómicas del PP incluye la venta de viviendas protegidas a fondos buitre, el saqueo del fondo de las pensiones, la recogida de numerario para paliar los varios déficit a través de incrementos espectaculares en la factura de la luz – un impuesto indirecto que se resiste a confesar su nombre –, y otras medidas que más sugieren el desgarro de una Andrea Fabra (“¡que se jodan!”) que la moralina de sor Cospedal ante la falta de humanidad del mundo para con Rita. No solo es que haya muchas personas propensas a los infartos debido a esas políticas concretas: es que estadísticamente está comprobado que crece el número de víctimas de fallos cardíacos, y el de suicidios, y el de accidentes caseros directamente relacionados con la precariedad y la indigencia. Si vamos a poner remedio a una cosa, pongámoslo también a todas las demás.
 

miércoles, 23 de noviembre de 2016

DÉFICIT DE REPRESENTACIÓN


El próximo 4 de diciembre se celebrará en Italia el referéndum por la reforma constitucional, y las campanas están doblando ya por Matteo Renzi. Su propuesta va en el sentido de ampliar los poderes del ejecutivo frente al parlamento, o con más exactitud, en conformar un parlamento más dócil a la acción del ejecutivo para que las iniciativas políticas puedan avanzar sin trabas engorrosas. Es más o menos lo mismo que desea Mariano Rajoy en la situación en la que se encuentra en España, salvo que Mariano – hagámosle honor por una vez – jamás aceptaría meterse en el jardín de pedir un voto plebiscitario, sabiéndose como se sabe de forma fehaciente que se trata de una escopeta cargada por el diablo y que apunta directamente al pie del convocante. (Una joya refulgente de la corona intelectual de Mariano nos la cuenta el economista también gallego Antón Costas: «A veces lo más urgente es no hacer nada», cuenta que le dijo. No hacer nada, pero “no hacerlo” con urgencia. He aquí el secreto último y definitivo del Augusto.)
Volviendo a Renzi, encuentra para sus propósitos una oposición formidable, alineada desde posiciones constitucionalistas consecuentes, así de izquierda como de centro, hasta el desorden desorganizado de los 5stelle y el proyecto ultra y separador de la Liga Norte. Demasiados enemigos reunidos, y más teniendo en cuenta que las calendas de la celebración se sitúan todavía en el ámbito de influencia de la cifra mágica 2016, el año en el que se perdieron todos los referéndums.
Creíamos estar en un cambio de ciclo en el que el bipartidismo iba a ser sustituido de forma más o menos controlada por un sistema abierto a una mayor pluralidad de opciones. La realidad es sensiblemente diferente: los gobiernos constituidos se disponen a dar otra vuelta de tuerca autoritaria para asentarse en un contexto movedizo, el consenso social disminuye hasta cifras bajísimas, y las expectativas económicas apuntan a nuevos sacrificios de los mismos de antes, para favorecer la acumulación de capital en manos de los mismos de antes, necesaria para proceder una vez más al mismo relanzamiento económico a ciegas de antes, sin prioridades ni planificaciones, que dará el mismo resultado previsible que los relanzamientos económicos que fueron proyectados y presupuestados para el año pasado, y el otro, y el otro.
La política, como un casino de juego exclusivo para iniciados; el parlamento, como caja de resonancia de las propuestas del ejecutivo en lugar de piedra de toque del valor de las mismas; la soberanía nacional, perdida por los rastrojos, y la mayoría social a la intemperie, viviendo peligrosamente. Estos son los datos reales del problema. Sectores siempre crecientes de la ciudadanía nos encontramos ante un déficit muy sensible de representación. El «no nos representan» del 15M de 2011 tiene cinco años después un eco magnificado. Los indignados somos más, y estamos más indignados. Sucede en España, sí, pero las señales que llegan de todos los acimuts apuntan a que también está ocurriendo, cada vez con más virulencia, en más lugares.
Nuestras élites se asombran una y otra vez de lo mal que votamos. Es porque estamos dispuestos a votar cualquier cosa, siempre que sea en contra de ellas. No solo porque no tienen credibilidad; sino porque no nos dejan ni la esperanza, que según opinión unánime de los expertos es lo último que se pierde.
Posiblemente nos encontramos en una de esas situaciones en las que, según la receta de #delendaestmariano, “lo más urgente es no hacer nada”.
 

martes, 22 de noviembre de 2016

SOROLLA Y LA FAMA


Por lo que voy leyendo, ya no hará falta en adelante defender la pintura de Joaquín Sorolla. Me alegro. Una amiga muy culta – era directora de un museo – se refería a él como “ese que te gusta a ti”. Sorolla había cometido dos pecados capitales: el primero, despreciar el movimiento impresionista (les llamó “holgazanes” por no terminar los cuadros adecuadamente), y el segundo, tener éxito en las exposiciones internacionales, en años en los que iban de rechazadas y de malditas las corrientes pictóricas más conscientes del futuro, las que unos decenios más tarde han sido consideradas canónicas en la evolución del arte occidental y acaparado los parabienes de la crítica enterada.
Pero su pintura se sostiene al paso del tiempo. Sus virtudes renacen después de pasar por el purgatorio del descrédito oficial. Un caso parecido puede ser el de Mariano Fortuny y de Madrazo, después de un eclipse menos explicable que el de su contemporáneo Sorolla porque sus vestidos inspirados en Grecia, en el oriente y en los lujos renacentistas, habían seducido a una clientela rica y culta, predominantemente femenina (Christine Bucci-Glucksman se refería anoche, en un documental televisado, a la austeridad "machista" de las vanguardias desde Cézanne a Pollock, pasando por Picasso); y sus escenografías lo situaron en la punta de lanza de la vanguardia teatral.
En la Gran Enciclopedia Salvat, el Fortuny de Venecia no tiene entrada propia; en la Larousse-Planeta, un apéndice de tres líneas en la entrada dedicada a su padre. En cambio, en la Britannica, Fortuny tiene artículo con ilustración (su vestido “Delphos”); y Sorolla no tiene entrada, aunque sí algunas menciones en artículos más generales. (Las entradas de las viejas enciclopedias son muy expresivas de los cánones culturales vigentes en el momento en el que se publicaron: número de líneas, ilustraciones, artículo firmado o no…)
La casa-museo de Sorolla en Madrid, en la calle Martínez Campos, estaba a cinco minutos a pie de la casa de mis padres, en General Sanjurjo, luego Abascal. Siempre que yo estaba en Madrid y tenía un rato libre, me acercaba para una visita sin protocolo. Los grandes murales para la Hispanic Society me dejaban indiferente, y en cambio pasaba cuartos de hora muertos delante de las escenas de playa pintadas al aire libre, y me dejaba enamorar sin falta por tres de los varios retratos de su esposa Clotilde García del Castillo: el archifamoso del vestido gris, y los dos en que aparece sentada, en una ocasión de blanco, en la otra con un vestido de fiesta negro delante de un sillón de raso color fucsia. Veía en ellos huellas de Manet y de Whistler, cosa en la que al parecer no ando del todo descaminado porque los estudió en sus estancias en París, y similaridades llamativas con algunos retratos de Ramón Casas Carbó, otro pintor contemporáneo digno de ser recibido en el Hall de la Fama de la pintura de entre siglos.
 

lunes, 21 de noviembre de 2016

LICHTMAN, EL ADIVINO


Allan Lichtman, profesor de Historia política americana en la Universidad de Washington, ha creado un sistema estadístico basado en ciertos aspectos de la predicción de los terremotos, que le ha llevado a adivinar con pleno de aciertos los presidentes de los Estados Unidos electos en los seis últimos comicios. Lo llama “las 13 claves de la Casa Blanca”, y estipula que el candidato que tenga en contra más de seis de dichas claves histórico-sociológicas, perderá las elecciones.
Era el caso de Hillary Clinton, de modo que más que predecir la victoria de Donald Trump, lo que hizo Lichtman fue pronosticar una derrota demócrata. Buen método. Todos nos fijábamos en la impresentabilidad patente del candidato republicano y apostábamos por Clinton como mal menor. Pero la percepción del mal menor es una cuestión bastante aleatoria cuando se examina a priori. Cada elector emite su voto en función de expectativas muy particulares, unas realistas y otras decididamente irreales. Eso no significa que la gente vote “mal”: sí significa, en cambio, que los criterios de evaluación utilizados por los electores no suelen coincidir con los de los voceros oficiales del sistema. Es bueno que sea así, en un sentido: es democrático, y la democracia es buena, sensiblemente mejor que un sistema de gobernanza a través de expertos, sean estos humanos o cibernéticos, falibles o infalibles.
El mal menor, en cambio, sí es claramente perceptible a posteriori, cuando los efectos del voto empiezan a hacerse visibles. Lichtman cree que Trump será destituido antes de concluir su mandato; no se basa para ello en modelos estadísticos, sino en su intuición. Trump, dice, es demasiado incontrolable e impredecible. El mal menor se encarnará a corto plazo, incluso para los republicanos ganadores, en el vicepresidente Mike Pence, un hombre muy cristiano, muy conservador y enteramente predecible.
¡Suena tan bien, y Lichtman se ha equivocado tan pocas veces! Que se sepa, solo una. Se presentó para el Senado por Maryland en 2005, como candidato progresista, opuesto a la guerra de Iraq. Su campaña fue innovativa en muchos aspectos, por su forma de llegar a los votantes a través de las redes sociales y por gestos propagandísticos espectaculares tales como chapuzarse en un lago en un acto público. En las primarias obtuvo un total de 6.919 votos, el 1,2% del total, y quedó clasificado sexto sobre un total de 18 candidatos. Según una información del Washington Post, en 2012, seis años después de su aventura política, seguía pagando la hipoteca contraída para obtener fondos para su campaña.
Pongamos entonces nuestras esperanzas en que su vaticinio sobre la destitución de Trump sea certero, pero hagámoslo desde un distanciamiento cauteloso. Nadie se deje llevar por una euforia prematura. Por altas que sean las tasas de acierto de las predicciones de adivinos, sonámbulos y pulpos Paul, muy pocos les confiaríamos nuestra quiniela, caso de poder rellenar tan solo una apuesta, en la busca de un pleno al quince.
Delenda est Mariano.
 

domingo, 20 de noviembre de 2016

NO ES LA PIEL SOLO, ÁNGELA


«Mariano, en Alemania diríamos que tienes piel de elefante.» Son palabras de Ángela Merkel a Mariano Rajoy, ayer, en Berlín. Fueron dichas en tono de broma, pero nadie se atreve a afirmar que la broma fuera cariñosa.
En España diríamos que Merkel ha estado sembrá, pero que tal vez se ha quedado pelín corta en la comparación. Es que no es la piel solo, Ángela, xD, es que hay bastantes más atributos de elefante en la figura olímpica del Augusto. La trompa, por ejemplo. Mariano tiene a cosa hecha una personalidad proboscídeamente prominente. Y también la senda, esa senda de los elefantes que Mariano recorre invariablemente a paso ligero todos los días para llegar a su bebedero favorito, sin desviarse un milímetro, mientras mastica brotes verdes y arrasa sin contemplaciones pero también sin saña, de forma mastodónticamente rutinaria, cualquier obstáculo grande o pequeño que encuentra a su paso.
Ahora lo que se le ha puesto delante es una votación contraria en el Congreso, sobre la paralización de la LOMCE. Se había anunciado a bombo y platillo apertura y diálogo, incluso un gran pacto nacional sobre la educación; pero a las primeras de cambio el nuevo portavoz del gobierno y ministro de Educación, entre dos chascarrillos para demostrar su carácter bonachón, ha advertido de que el Parlamento no tiene capacidad para modificar decisiones del ejecutivo en el caso de que tal cosa suponga alterar los presupuestos, porque los presupuestos son constitucionalmente intocables (1). La advertencia no solo se dirige al futuro de la LOMCE, sino a la intención anunciada de la oposición de reformar en sentido contrario el reformado Estatuto de los Trabajadores. Dos leyes de primer orden para la configuración de la convivencia.
Desde el gobierno, Méndez de Vigo conmina al parlamento a rectificar y plegarse en adelante a las disposiciones tomadas por el ejecutivo, porque de lo contrario el gobierno se verá obligado a plantear recurso de competencias ante el Tribunal Constitucional.
El TC, como todos recordamos, ha dictado hace pocos días una sentencia adjudicándose a sí mismo la potestad para sancionar a los políticos que desobedezcan los interdictos del Augusto. Joan Coscubiela escribió ese día que la altísima instancia judicial del país se había suicidado. La sentencia inauguraba un marasmo en el que no solo la política se judicializa, como venía siendo habitual bajo la égida clamorosa del césar Mariano, sino que además la justicia se politiza. No excluyan ustedes la posibilidad, yo diría la certeza, de que ahora los jueces vuelvan por mayoría a suicidarse con fruición, jubilosamente, y empiecen a sacar tarjetas amarillas y rojas a los diputados en pleno hemiciclo. Y como estamos viviendo un bucle melancólico, pasado mañana este tribunal rompedor y entusiasta que no nos merecemos será capaz de consumar un tercer suicidio consecutivo, y rizar el rizo declarando inconstitucional la misma constitución.
Lo de Mariano es mucho más que piel de elefante. Son huevos de dinosaurio, como esos que encuentran entre la hierba los héroes de Spielberg. Y cuando la gestora del PSOE acabe de entretenerse en castigar cara a la pared con orejas de burro a los díscolos que se negaron a abstenerse por patriotismo y responsabilidad en la votación de investidura; cuando la gestora del PSOE despierte por fin de su sueño pueril, comprobará que el cuento de Monterroso llevaba la razón, y el dinosaurio sigue allí.
Delenda est Mariano.
 


 

sábado, 19 de noviembre de 2016

EL PRECIO DEL TRABAJO


El Instituto Nacional de Estadística ha estrenado un nuevo indicador macroeconómico, el IPT, similar al IPC pero aplicado al trabajo, en lugar del consumo.
De ninguna manera sostendré que la medición del precio de la hora media de trabajo sea pura filfa. Solo deseo señalar que vale para lo que vale, y no para otra cosa.
Los “inputs” son, en este caso, considerablemente abstractos. Se trata de «comparar el salario bruto tipo de un empleo concreto en el año 2008 con otros años posteriores, pero sin tener en cuenta factores como los trienios, los cambios en la estructura de la empresa u otros factores que entran dentro del denominado “efecto composición”. Salario bruto para un puesto de trabajo tipo, sin adornos» (la cursiva es mía).
Si se toma un sector de trabajo homogéneo, como es el de los funcionarios, que gozan de fijeza y estabilidad en el empleo, resulta que su salario bruto por hora desde 2008 ha descendido en un 7,1% por término medio, lo que, añadido al 8,5% de la inflación acumulada supone una pérdida de poder adquisitivo del 15,6%. Es un dato fiable. En cambio, no es posible tomar en serio el hecho de que los salarios se han incrementado en el mismo periodo en un 6,9% en la hostelería, el reino de la precariedad absoluta. Es obvio, por más que el dato forme parte de ese llamado “efecto composición”, que si contrato a una persona por tan solo una hora, su hora de trabajo estará mejor pagada que si lo contrato por un mes, o tres meses, o un año; pero no por esa razón será más afortunado. Con ese 6,9% de más por trabajar una noche de domingo de verbena veraniega, el camarero de un chiringuito playero habrá de tirar toda la semana siguiente y a saber cuánto tiempo más, hasta conseguir otro curro del mismo tipo excelentemente pagado en relación con los precios de 2008.
No me opongo a que se mida el precio del trabajo de esa forma concreta. Me opondría, y doy por sentado que no es el caso, a que el indicador se tomara en términos absolutos, sin ponerlo en relación, por ejemplo, con los resultados de la EPA, que señalan la precarización progresiva del mercado de trabajo y el preocupante acortamiento medio, año a año, de los contratos temporales. No es lo mismo medir el precio/hora del trabajo en abstracto, “sin adornos” como se afirma, que medir además, y en relación con lo anterior, la calidad de la oferta de trabajo. En algunos sectores del consumo se da gran importancia a la relación, o ratio, calidad/precio. Sería deseable un indicador que nos proporcionase datos más reales de cómo está configurada esa relación en el mercado de trabajo.
 

viernes, 18 de noviembre de 2016

LA PIRÁMIDE DE KUKULCÁN


Una noticia de prensa trae el descubrimiento de una pirámide debajo de la pirámide de Kukulcán, en Chichén Itzá. En elpais viene clasificada con el número 1 del ranking de artículos más visitados, quizá porque habla explícitamente de misterios ocultos bajo la pirámide, y el tema de lo oculto siempre ha tenido mucho tirón.
Yo visité Chichén Itzá en el año 1990, subí a lo alto de la pirámide (ahora no se puede, una señora perdió pie y se mató en la caída, y desde 2006 se considera oficialmente peligroso lo que antes era peligroso a secas) y, cosa más sorprendente vista la “novedad” de la noticia actual, me introduje en compañía de un guía experto por una de las esquinas de la gran estructura cuadrangular, para ver los restos de la pirámide enterrada debajo. Era una visita que se hacía en grupos reducidos por la posibilidad de que faltara el aire siempre enrarecido en aquellas estrecheces subterráneas. El caso es que la superposición de templos era perfectamente conocida desde los años treinta, y también el hecho de que toda la estructura había sido construida encima de un cenote, un tipo de poza característica, con el acuífero subterráneo abierto a la superficie por hundimiento del terreno cárstico que lo cubría.
Lo que se ha descubierto ahora, según he constatado por medio de una sencilla consulta a google, es una tercera estructura, una pirámide situada debajo de la pirámide ya descubierta que estaba debajo de la pirámide conocida desde tiempo inmemorial como el “Castillo”. Por eso se habla de cajas chinas o de muñecas rusas, pero no hay tal, porque la superposición no estaba prevista en un proyecto conjunto. No solo los mayas, todos los pueblos de todas las civilizaciones del mundo han levantado sus templos encima de otros templos precedentes. Misterios los hay en este meollo, pero están en otro lado.
El artículo se refiere en un par de ocasiones a la pirámide como el Kukulcán; pero Kukulcán era el dios, no el adoratorio del dios. Y ese dios era la serpiente emplumada, es decir el Quetzalcóatl de los teotihuacanos del Altiplano, situado a muchos kilómetros de distancia del Yucatán, y a una altitud superior en más de tres mil metros. Se llaman distinto solo porque eran distintas las lenguas: los dos nombres se traducen por “serpiente con plumas”.
Hay documentados numerosos intercambios culturales entre la cultura maya y las de los diferentes pueblos del Altiplano que habían de desembocar en el imperio azteca. El cuadro general, sin embargo, no acaba de quedar claro, seguramente debido a la destrucción generalizada de testimonios de un valor incalculable, bien por la fiebre del oro de los conquistadores, o bien por el exceso de celo de los misioneros llevados por Cortés, dispuestos a destruir todo lo que les pareciera idolatría.
Un nexo común evidente entre mayas y mexicas fueron los toltecas, pero no se sabe mucho sobre este pueblo – tal vez solo una casta guerrera – aparte de las huellas arqueológicas que ha dejado. Hay presencia tolteca en el Altiplano, por ejemplo en Tula, y Chichén Itzá fue una ciudad “mixta”, tolteca y maya. El llamado Templo de los Guerreros, cuyas columnas se alzan junto al Castillo, es una estructura típicamente tolteca; y el culto a la serpiente emplumada, con sus mesas de sacrificio antropomorfas, los chac-mool, fue sin la menor duda una aportación tolteca, porque no aparecen en otras ciudades mayas exploradas.
Quizás otro misterio, favorito de lo esoteristas, es el de la construcción de lugares de culto en zonas de un intenso magnetismo telúrico. Carmen, que nunca ha sufrido de vértigos, sintió en lo alto del Castillo el poder de esa atracción (yo, confieso que no), y hube de ayudarla a retornar al suelo. Peor fue lo que le ocurrió a la reina Sofía en la gran pirámide de Tikal, Guatemala, de donde hubieron de bajarla entre varios guardaespaldas porque se sentía paralizada por completo. Los mayas detectaron a la perfección ese tipo de lugares propicios a la pérdida del sentido de la orientación y del equilibrio; la experiencia de lo sagrado era de ese modo lo más intensa posible. Cierto que aquella cultura también poseyó un sistema sofisticado de numeración, que incluía el número cero, y un calendario solar muy complejo.
Cuando llegaron los españoles, los mayas se encontraban en plena decadencia después de una serie de guerras intestinas, y sus grandes centros ceremoniales estaban abandonados y enterrados bajo la vegetación exuberante del trópico. Quizás ese hecho, sumado al providencial retraso de don Alfredo Nobel en inventar la dinamita, ha permitido su conservación frente al instinto destructivo y depredador de los talibanes llegados de Europa gracias a la utilización de tecnologías punta de la época en materia de navegación.
 

jueves, 17 de noviembre de 2016

ARROGANCIA Y PROSECCO


La escena tiene lugar en un encuentro entre Boris Johnson, el hooligan defensor del Brexit y ministro de Exteriores actual de Gran Bretaña, y Carlo Calenda, ministro italiano de Economía.
– Pretendemos seguir en el mercado único europeo, pero manteniendo el veto a la libertad de movimientos en el espacio común – explica Johnson a su interlocutor –. E Italia va a apoyar nuestra posición.
– ¿Por qué haríamos nosotros una cosa así? – pregunta Calenda, levemente sorprendido.
– Muy sencillo. Porque ustedes querrán mantener sus exportaciones de prosecco al Reino Unido.
El prosecco es un vino espumoso, similar al cava catalán y al champaña francés. La cifra de las exportaciones a las Islas ascendió el año pasado a 339 millones de libras. Johnson juega fuerte.
Demasiado fuerte, sin embargo. Calenda le responde que Gran Bretaña también querrá exportar sus fish & chips. Si no se llega a acuerdos, Italia perderá un mercado para el prosecco, y Gran Bretaña 27 mercados para los fish & chips.
Luego Calenda cuenta lo sucedido por televisión. Afirma que la propuesta de Johnson es un insulto a los italianos. Desde el Foreign Office, un portavoz oficial responde que no se trata de ningún insulto, sino de una propuesta “constructiva”.
El cálculo implícito de los británicos defensores del Brexit es que pueden conseguir mejores condiciones desde fuera, que dentro de la Comunidad. Es la misma lógica que ha presidido la larga odisea de la desregulación en el mundo: si desde una posición de fuerza se torpedea a los ordenamientos que establecen derechos y obligaciones recíprocos para las partes, es teóricamente posible imponer a la contraparte los derechos propios, y dejar sin efecto las obligaciones concomitantes. Lo están intentando, en tratos tan complejos como el TTIP, las majors, las mayores compañías transnacionales. Todo el secreto consiste en dejar claras las cosas de modo que las pequeñas naciones de Europa se den cuenta de quién tiene la sartén por el mango. Las negociaciones se llevan adelante con una mezcla característica de brutalidad y arrogancia.
Las autoridades de la Unión Europea han ridiculizado la oferta británica de negociación. En una entrevista en la mismísima BBC, el presidente del Eurogrupo Jeroen Dijsselbloem señaló: «Es intelectualmente imposible y políticamente inviable. Creo que no se está ofreciendo al pueblo británico una visión honesta de cuáles son los resultados accesibles en las presentes negociaciones.»
La advertencia es extensible a otros ámbitos, y a otras personas o grupos que insisten en jugar de farol en temas que, como mínimo, resultan delicados para el bienestar de la ciudadanía. Están de moda los asaltos a los cielos sin red, una variedad posmoderna del balconing llevado al terreno de la política; los eventuales batacazos posteriores son particularmente sensibles para los sectores más desfavorecidos de la población, pero nadie piensa en ellos en el momento de lanzar sus órdagos a la chica. Lo único que preocupa a los políticos azarosos es a quién echar las culpas si la operación fracasa.
 

miércoles, 16 de noviembre de 2016

EL TRUMPISMO Y LA IZQUIERDA


Dedicado a Luis Perdiguero, que sabe de qué hablo

El paradigma de la producción ha cambiado para todos, no solo para los sindicatos. Ya no estamos en el tiempo del fordismo, la hegemonía de la socialdemocracia se ha disipado como el humo después de la batalla, y es palabrería vana invocar la fuerza de las “masas”, de los “partidos de masas”, como medio para reconstruir una iniciativa real de las izquierdas plurales. Porque las masas estaban antes agrupadas y encuadradas en fábricas que la piqueta del progreso ha reducido a escombros, y hoy aparecen fragmentadas en unidades aisladas e inermes tanto frente al estado recaudador, que sigue exigiendo su libra de carne igual que en las épocas de prosperidad compartida, como frente a las sacudidas sísmicas de los mercados financieros.
La llegada de Donald Trump a la Casa Blanca es especialmente significativa porque se produce en el centro mismo del imperio de los mercados. El fenómeno Trump responde a un malestar intrínseco a la misma superpotencia que imprime la dinámica actual de los intercambios en el mundo globalizado y que ostenta el cetro imperial indiscutido. Lo que asusta no es que vayamos a ser gobernados en adelante de modo distinto, sino que es el modo preciso como éramos gobernados lo que ha llevado a esto.
Entonces, disquisiciones aparentemente tan sesudas como la condena de los populismos así de derecha como de izquierda, o como la reivindicación del socialismo y de la socialdemocracia en tanto que modelos que fueron capaces de aglutinar voluntades y generar resultados positivos en Europa en otra fase histórica (repito: “en otra fase histórica”), resultan vacías mientras no incluyan una autocrítica seria desde la izquierda. Qué culpa hemos tenido las izquierdas en la situación a la que hemos llegado juntos y revueltos los izquierdos y los derechos. Qué podemos hacer para remediar la desestructuración profunda del actual modelo de producción y de convivencia. Y todo ello, desde una premisa concreta que no se quiere asumir: la de que lo que funcionó antes en unas condiciones dadas, no funciona ya porque las condiciones no son las mismas. Las viejas recetas no tienen cabida en las nuevas dimensiones de lo real.
El estupor que se está exhibiendo ante lo mal que han votado los americanos, es peor que hipócrita. En España hemos votado igual de mal. En Cataluña, ídem de lienzo, fiados además en que la independencia nos iba a llevar al regazo de instituciones europeas y mundiales más sólidas y fiables que las que emanan de Madrid. Pura imaginería virtual. Puros placebos para no enfrentarnos a enfermedades de una gravedad extrema que insistimos en no querer reconocer, pero que pueden acabar con el mundo viejo y entrañable – además de grande y terrible – en el que hemos vivido todos.
Una política de izquierda no se puede construir sobre medias verdades, ni sobre ensueños de tiempos pasados más felices, ni sobre principios y valores que ya han periclitado. No es solo ni principalmente el sindicato; hay muchas más cosas que es forzoso “repensar”. Repensarlas a calzón quitado, partiendo de cero en cada una de las premisas.
Y a propósito de partir de cero: Delenda est Mariano.
 

martes, 15 de noviembre de 2016

EN LOS MÁRGENES DE LA REALIDAD


Hay toda una cadena de causas y de consecuencias. La mujer de 81 años vivía sola en su casa de alquiler. Una nieta la visitaba diariamente para llevarle de comer. Le cortaron el agua por falta de pago y pidió ayuda a los servicios sociales del Ayuntamiento. Le fue concedida. Tampoco podía pagar el recibo de la luz, y en este caso no pidió ayuda, quizá porque temió abusar. El recibo de la luz ha subido un 20% el año pasado, según informan los periódicos. No se sabe muy bien por qué, dado que las eléctricas no lo están pasando mal, por lo menos no tanto como la anciana de Reus de 81 años.
A falta de luz eléctrica, la mujer se iluminaba con velas. Una de ellas prendió en el colchón en el que dormía. El conato de incendio pudo ser sofocado, pero la mujer murió a pesar de los intentos de reanimación cardiorrespiratoria practicados por los bomberos que acudieron alertados por los vecinos. La casa sufrió algunos daños menores. La mujer tampoco pagaba el alquiler desde hacía diez meses, y el propietario había interpuesto ya una demanda judicial de desahucio. Estaba en su derecho, desde luego; cuando las cosas van mal, van mal para todos.
Aparecen como figuras borrosas en los márgenes de la realidad, pero son personas, tan personas como los consejeros delegados que anuncian, vestidos de Armani y finchando el pecho, a sus accionistas los beneficios cuantiosos obtenidos por la empresa en el último ejercicio. A pesar de la crisis que nos afecta aún a todos, dicen.
 

lunes, 14 de noviembre de 2016

HACERSE EL SUECO


Leo en la prensa acerca de un documental de Erik Gandini, La teoría sueca del amor, que explica cómo el ideal de independencia germinado en la sociedad de uno de los países más avanzados del mundo en términos de logros materiales y de libertad individual, deriva en un espantoso aburrimiento generalizado.
Puede que no sea eso exactamente lo que dice el documental, sino una elaboración propia del periodista. En cualquier caso, el aburrimiento interior de los suecos, su falta de empatía y su desinterés por la calidez de la socialización en las relaciones humanas son una característica que viene de lejos en el tiempo, sin ninguna identificación comprobada con las virtudes o los defectos de la política socialdemócrata.
Es, en todo caso, la política socialdemócrata la que ha sido contaminada por esa dificultad de los suecos en poseer un “alma”, sea lo que fuere lo que entendamos por tal cosa. Los ejemplos abundan. Astrid Lindgren, la famosa autora de libros infantiles que creó a Pippi Calzaslargas, tuvo tanto éxito monetario que un año saltó la banca del escalado fiscal progresivo y se vio asignada una cuota tributaria del 102% de sus ingresos totales. El ministro de Finanzas no consiguió entender sus protestas, puesto que todo se había hecho correctamente según la ley. Pero su cerrazón no era debida, en mi opinión, al hecho de ser socialdemócrata, sino al hecho de ser sueco. En las calles de Estocolmo, cuando yo la visité, era un pecado inconcebible cruzar con el semáforo en rojo. Por más que ningún vehículo asomara en el horizonte. No había ningún tipo de evaluación autónoma de lo adecuado o inadecuado de la norma en relación con la situación concreta, sino un mandato heterónomo concebido en la forma de un imperativo categórico, que habían sido enseñados a cumplir a rajatabla.
En el metro, un borracho echó la zarpa a la atractiva delantera de una amiga uruguaya, y recibió a cambio una bofetada. El incidente sacó al pasaje de su ensimismamiento habitual: todos los suecos afearon a aquella “latina” su conducta. El magreo del beodo era feo pero comprensible; era un enfermo. En cambio, la violencia física de la agraviada era inaceptable e indisculpable.
De modo que, en mi opinión, la “teoría sueca del amor” tiene como elemento principal el hecho de ser eso, una teoría; algo en lo cual los suecos son fuertes. En el amor, en cambio, son bastante más deficientes. El amor, sin duda, es para ellos un ítem propio de los países donde florece el limonero. Pueden entender bien el incentivo último, el deseo sexual, al que es lícito entregarse si se siguen las prescripciones correctas dictadas por la higiene. No conciben en cambio la pasión, en el sentido de algo que se padece, que conmueve el alma hasta sus cimientos. En ese sentido son iguales que el señor cura que escribía una carta de amor por encargo de una muchacha en un poema de don Ramón de Campoamor: no entienden ni la primera letra del fondo del asunto.
Las tasas de suicidio en Suecia son altísimas, en comparación con las de países mucho menos “felices”. La vida no tiene allí grandes alicientes, sobre todo cuando se coaligan contra ella una naturaleza hostil y una conciencia moral puntillosa. La caída de un sueco en las garras del mal resulta particularmente abismal, un infierno sadomasoquista poblado de torturas excesivas, físicas y mentales; lo pueden comprobar leyendo novelas policiacas característicamente suecas como las de Henning Mankell, algunas de Sjöwall y Walöö, o la primera parte de la trilogía Millenium de Stieg Larsson. En el libro La partida de los músicos, de Per Olov Enquist, del que les he hablado en otra ocasión (1), se describe la situación de un esquirol, un hombre que no ha creído hacer nada malo contándole a la dirección del aserradero lo que se cocía en las asambleas de los trabajadores en huelga. Respaldado por sus creencias religiosas y por el respeto íntimo debido a las autoridades, no concibe que sus compañeros estén indignados con él por una conducta tan noble. Por fin, aislado de todos e infeliz, decide quitarse de en medio, y no le resulta nada fácil porque quiere hacerlo causando las molestias mínimas a todo el mundo. En pleno invierno carga de piedras una mochila y se dirige al estuario para hacer un agujero en el hielo y sumergirse en la nada. Pero el agujero es demasiado estrecho para que pase la mochila, y el acto final se convierte en un forcejeo sobrehumano para conseguir hundirse antes de que la muerte por congelación lo atrape medio arriba y medio abajo, con el agua por la cintura.
El problema de los suecos, entonces, no es político, sino de carácter. En mi opinión.
 

 

domingo, 13 de noviembre de 2016

¿QUE NO HABÍA ALTERNATIVA?


Los portavoces oficiosos del establishment establecido están dispuestos a reconocer que les han metido un gol, pero nada más. Todo sigue bajo control. Ese tal Trump es un intruso que se ha colado de rondón en la Casa Blanca, pero no pasa nada. La fortaleza de las instituciones, las realidades insoslayables de la política exterior, el pragmatismo de los mercados financieros, bla, bla, bla.
Algunos comentarios a toro pasado incluso tienen gracia. Clinton echa la culpa de su derrota al jefe del FBI, y un artículo en lavanguardia describe los “trucos” mediáticos mediante los cuales Trump “le robó la cartera” a Clinton. De tan poco fue, según ellos, que la virtud escarnecida no recibiera su premio, y el patoso Donald un correctivo ejemplar.
Me recuerdan a aquel que dijo (fue Pascal) que de haber sido más corta la nariz de Cleopatra, la faz del mundo habría cambiado. O esa otra tesis sobre las repercusiones mundiales del aleteo de una mariposa en la selva amazónica. Se sigue considerando que la victoria de Trump ha sido un sorpresón a contrapelo de todas las probabilidades razonables. Según la TINA (recuerden, There Is No Alternative) Clinton era la única ganadora posible. Lo hizo todo para ganar: fue modesta, encantadora, demostró que sabía cocinar galletas en el horno de su casa, se impuso de forma contundente en los debates televisados (en los que su oponente hizo un papel de estraza) y encabezó sin problemas los sondeos. Trump estaba dispuesto a recurrir por pucherazo en las votaciones y a alegar la injusticia manifiesta de la ley electoral. No le ha hecho falta. Se ha demostrado por pasiva que TINA no llevaba la razón: sí había alternativas.
Ahora dicen que Trump va a estar atado de pies y manos por la fuerza de la inercia de las instituciones, incluidos los mercados financieros y las leyes no escritas que rigen el comercio mundial. El oro de Fort Knox tampoco corre peligro, solo intentan robarlo los villanos de las películas de Bruce Willis. Pero ya Richard Nixon y George W. Bush, cada cual en su día, mostraron las catástrofes que pueden conjurarse desde la Sala Oval. La penúltima, la guerra de Iraq, todavía sigue recorriendo el mundo en forma de estampidas trágicas de refugiados, incontroladas e indeseadas por todos los establishments homologados.
Pongámoslo de esta forma: Trump puede provocar muchas muertes de inocentes, mucha injusticia y desigualdad añadida, mucho sufrimiento inútil, y no solo en su país (lo que habría sido una razón suficiente para no elegirlo) sino en el mundo entero. Si llega a suceder así, será en primer lugar responsabilidad del propio Trump, pero también de quienes han preferido no darse por enterados mientras él, que no era ningún desconocido pero consiguió no ser tomado nunca en serio, iba alzándose escalón a escalón, con sus bravatas y sus chuscadas de patio de colegio, desde las primarias del aparato electoral republicano hasta el martes de todos los martes. El partido del elefante renegó de él en la hora undécima; el complejo militar industrial recomendó a toda prisa el voto a Clinton cuando los nubarrones se espesaron; los demócratas cerraron filas en torno a su candidata, después de dejar en la cuneta de la gran carrera al “peligroso” Bernie Sanders, ¡un socialista! Inútil, porque todos ellos estaban defendiendo lo que el electorado rechazaba más aún que los alardes de mal gusto de Trump.
Mariano Rajoy le ha mandado un sentido telegrama de felicitación. Me preguntarán qué importancia tiene eso, pero es que yo soy de la escuela de Catón el Viejo, y tengo la intención de concluir todos mis discursetes en esta bitácora con un “Delenda est Mariano”.
O como se diga.