miércoles, 29 de septiembre de 2021

EL PAÍS DE LAS MARAVILLAS

 


Alicia tomando el té con el Sombrerero Loco, la Liebre de Marzo y el Lirón. Ilustración de John Tenniel del libro de Lewis Carroll.

 

Para los/las mitómanos/as, el marco es el mensaje. Dicho con un poco más de claridad, la expresión de su deseo es siempre igual a sí misma, pero no les parece lo mismo si el escenario, en lugar de ser el Madrid o el Waterloo de costumbre, pasa a ser Washington o el Alghero, depende del caso. La patria está allí donde se dirigen los anhelos; los de Puigdemont viajan hacia una Gran Catalunya de ensueño, retrocedida varios siglos en relación con una realidad prosaica en la que los Tercios antaño invencibles se estrellan 3-0 en un estadio de Lisboa; los anhelos de Alicia Díaz Ayuso vuelan en cambio hacia el País de las Maravillas, una utopía donde le es posible en sueños perseguir al escurridizo Conejo Blanco, tomar el té con el Sombrerero Loco y dejarse sonreír por el Gato de Cheshire. Washington, en una palabra.

En el País de las Maravillas, por cierto, no despertó una gran expectación la visita precipitada de Alicia Ayuso, una niña que crecía y menguaba según el lado del hongo que mordisqueaba. Vista por Telemadrid era grande y poderosa; en la CNN, tan diminuta que pasó enteramente inadvertida.

Del otro lado del espejo, Carles el Carlí era un objeto del deseo del juez Llarena, su amigo/enemigo íntimo, y en cambio un fulano enteramente intrascendente para la judicatura sarda, que se limitó a devolverlo a los corrales de un plumazo, por falta de trapío seguramente.

Los dos, Alicia y Carles, se habían desplazado de sus domicilios habituales respectivos para repetir los mismos cantos de sirena de todos los días en un marco concebido para revestirlos de un prestigio nuevo. Pero todo el prestigio que han podido conseguir es el que llevaban ya bien plegado en su equipaje; nadie salvo ellos mismos y su entorno directo les ha hecho el menor caso.

 

EL CASO FIDALGO

 


GIOTTO di Bondone, “El beso de Judas” (detalle). Pintura al fresco de la Capilla Scrovegni, Padua.

 

Noticias de prensa señalan que el ex secretario general de CCOO José María Fidalgo respaldará a Pablo Casado en una Convención del PP en la que se quiere “visualizar el ensanchamiento” del partido ante una nueva etapa en la que los medios internacionales, según afirman fuentes del PP por su cuenta y riesgo, “nos ven como una formación de gobierno”.

Junto a Fidalgo, y en la misma función de mostrar ese “ensanchamiento” de la base ideológica de la formación conservadora, estarán Juan Carlos Girauta, ex de Ciudadanos, y Alejo Vidal-Quadras, ex de Vox. Alberto Rivera ha declinado, al parecer, la invitación, pero la ordalía sí podrá contar con la presencia de algunos figurones latinoamericanos, entre ellos Mario Vargas Llosa, inevitable en todos los vernissages de la derechona rancia; y el acontecimiento será sazonado con parlamentos de don Josemari y de don Mariano Punto, que intervendrán, pero no al alimón, de modo que nadie les saque una foto juntos a pesar de todo lo que esa imagen vendría a significar en la visualización de un “ensanchamiento” ideológico.

Nadie tiene intención de apartar a Fidalgo de su querencia. Siempre hemos sabido que una porción (no grande) de afiliados al sindicato vota habitual u ocasionalmente al Partido Popular. Es lo que tiene una formación de masas, a la que cada cual se afilia por razones propias, a veces nada ideológicas y sí enmarañadas de contradicciones personales.

A todos los que nos sentimos próximos a CCOO ─más o menos─, nos parece criticable la postura de Fidalgo. Utilizar el plus de representación que recae sobre su nombre para hacer de su capa un sayo, es una actitud, por lo menos, desvergonzada.

Pero no es un hecho nuevo. Lo que le pasa a Fidalgo desde que perdió unas elecciones a la secretaría general desde el dominio del aparato que se le supone a un secretario general, es, como reza un dicho popular, más conocido que la ruda. Por eso mismo, su derecho al pataleo viene a resultar bastante inofensivo.

Me asombra en cambio que algunos integrantes de una izquierda que acoge a los “muy pocos pero muy buenos”, a los anónimos guardadores de las esencias de no se sabe muy bien qué, utilicen la noticia para criticar, no a Fidalgo como hacemos todos, sino a CCOO. Sería la organización, y no la persona, la traidora a esas esencias que ellos guardan en celoso secreto. La presencia de Fidalgo en el show business de Casado sería la prueba última de una disposición congénita de CCOO al contubernio.

En lógica aristotélica, hay que tener cuidado de manejar correctamente los silogismos para no confundir lo universal y lo particular. No funciona, por ejemplo, el enunciado de que, como yo tengo un gato griego y Aristóteles era asimismo griego, en conclusión Aristóteles fue un gato. La traición de un Apóstol, Judas Iscariote, a Jesús, no implica necesariamente la idea de que Judas estaba actuando en representación de toda la dirección colegiada de la asamblea religiosa. Aviados estaríamos con esa interpretación de la Historia.

 

martes, 28 de septiembre de 2021

BELLEZA MELANCÓLICA



Monumentos de la Vía de las Tumbas, en la necrópolis del Keramikós de Atenas.

 

En una mañana otoñal perfecta, hemos vuelto a visitar el yacimiento arqueológico de la necrópolis de Keramikós, y su pequeño museo, en el centro de Atenas. Es posiblemente el cementerio más bello del mundo; o por lo menos, la muerte de los antiguos griegos era incomparablemente más hermosa que la nuestra actual, tan funcional y aséptica.

Recorre el lugar de lado a lado la Vía Sacra (Iera Odos), que va desde la Acrópolis hasta los templos de Eleusis, donde se celebraba el misterio de la renovación anual de la naturaleza. Por cierto, la Vía pasa en su recorrido muy cerca de nuestra casa en Egaleo, un tramo quedó al descubierto cuando se construyó la estación de metro.

De la Iera Odos brota por la izquierda, como un ramal particular al que dan sombra muchos árboles clásicos (olivos, laureles, cipreses, encinas), la Vía de las Tumbas, en la que se alineaban las losas y las piedras tumbales, agrupadas hoy después de rescatadas del desorden en que las dejó el paso de los siglos. En muchos monumentos con figuras en relieve se plasma el tema de la “presentación”: el recién llegado al otro mundo, que casi siempre aparece sentado, aprieta la mano de otro difunto conocido, que tendrá la misión de acompañarle por su nuevo hábitat, como hizo Virgilio con Dante en la Commedia.

 


El relieve funerario de Demetria y Pánfila (hacia ─320) se ajusta a esa convención. La recién llegada, sentada, es acogida por su hermana antemuerta. La escena respira una gravedad serena.



Carácter algo distinto, y muy conmovedor, tiene el relieve de Ampharete (hacia ─420), que incluye el nombre de la abuela muerta y unos versos: «Tengo aquí al niño amado de mi hija, que sostuve en mi regazo cuando estábamos vivos y veíamos la luz del sol. Ahora, muerta, lo sostengo muerto.»

En el monumento funerario que encabeza este texto, la imagen es muy diferente. Se glorifica a un joven muerto en la batalla, y este aparece, no como vencido, sino como vencedor, en la culminación de su gloria, alanceando a un enemigo.

El paseo demorado por el encantador museo y la necrópolis nos ha resultado fatigoso. Carmen se ha tomado un respiro a la sombra del muro de Temístocles, una fortificación que el estratego ateniense ordenó construir cuando la ciudad fue reconstruida después de la expedición de Jerjes; para entonces el rey persa estaba de nuevo en Sardes, y sus ejércitos habían sido desbaratados por tierra, en la llanura de Platea, y por mar, junto al cabo de Micala.


 

lunes, 27 de septiembre de 2021

RECUERDOS DE JAVIER ARISTU

 


Aristu en los años ochenta, su etapa de dirigente político, en un acto de Izquierda Unida en Sevilla, junto a Marcelino Camacho y Nicolás Sartorius.

 

Durante la primavera de 2020, en los meses críticos del confinamiento por la pandemia, Javier Aristu fue publicando en el blog En Campo Abierto (ECA) una serie de reflexiones numeradas, de carácter tanto político como personal, a modo de recuento y balance íntimo. Un poco al azar, he seleccionado tres de esos artículos muy cortos, muy sentidos, desnudos de retórica, en los que deja asomar recovecos de su alma en forma de memoria crítica. Creo que el mejor homenaje a su persona es dejar que hable él de sí mismo y de su circunstancia; y por fortuna, no nos falta material disponible de una gran calidad, en esa tarea.

PRL

 

Confinamiento/20. Aquel PCE

Publicado en ECA, 9 abril 2020

 

Un día como hoy, hace más de cuarenta años, se legalizaba al PCE. Era un viernes santo, día del máximo dolor para los cristianos, cuando Suárez anunció el hecho que decidía definitivamente las cartas para la partida que se cerraría, momentáneamente, el 15 de junio, dos meses después. Hoy se coincide en el día cronológico y casi en el día santo. Es jueves santo y aquello se celebró el sábado santo, que algunos llamaron después «sábado santo rojo». Un calendario religioso para un partido hijo del diablo. Una persona querida me dice que hable de esto, del PCE. Para mí es ya hablar de pura antropología, pero necesaria en estos tiempos. Vayamos a ello.

Ni la melancolía ni la nostalgia pueden enturbiar una visión crítica de aquellos años. Hubo de todo, traiciones, errores, cambios de camisa, cambios de piel…pero tras aquel año y medio tempestuoso y que ya es Historia con mayúscula hay un relato ejemplar, el relato de unos protagonistas que fueron capaces de trasponer su interés particular por uno general. Los primeros de todos, los trabajadores que se movilizaron más que nadie en aquellos cortos y frenéticos años por la defensa de sus condiciones de trabajo y, especialmente y también, por la democracia. Hay que decirlo alto y claro: sin la movilización consciente, seria y responsable de unos pocos cientos de miles de trabajadores organizados –no fue la mayoría del pueblo español, como se dice en crónicas retóricas y flatulentas– habría habido Transición de la dictadura a un sistema democrático, sí, pero no sabemos a qué tipo de modelo democrático, o con qué hipotecas y cargas. ¡Y mira que la Transición real llevó las suyas! Sin la lucha de los trabajadores de Comisiones, especialmente, y sin el papel activo y responsable del PCE la Transición que vivimos no hubiera sido. ¡Hay que decirlo alto y claro!

Lo mismo se puede decir de su papel en los Pactos de La Moncloa. Fuerza política ya no decisiva, más bien modesta tras su 9 por ciento en las elecciones de junio de 1977, el PCE comprendió en aquel otoño decisivo que o se acordaba un plan de reestructuración económica o aquella democracia de dos meses corría peligro de bancarrota. No fue una jugada ladina y oscura del PCE para adquirir un protagonismo que no le habían dado las urnas; fue eso que a veces se usa de forma desmedida: tener sentido de Estado.

Hoy ya no existe el PCE, al menos aquel PCE. Queda un residuo simbólico con más ganga que mena. El PCE de 1977, el de 1956 y el de los años 60 y 70 se fue como un suspiro por el desembarcadero de la historia. Pero antes hizo su trabajo, el más duro y sufrido sin duda, de colaborar para traer la democracia para todos los españoles. Dio todo lo que tenía y desapareció de la vida diaria de este país llevándose con él entre otras cosas un sentido y una concepción de la actividad política que hoy se echa de menos.

La izquierda actual, la que está gobernando de forma razonable esta crisis, parece que ha entendido la gravedad de la situación y la urgencia de dar una respuesta ambiciosa, con sentido de Estado. No parece que así lo esté entendiendo el principal partido de la oposición. Sin embargo, no tiraría con artillería pesada contra esta derecha desubicada sino que trataría de transmitir ese discurso pedagógico de que hoy la sociedad española y europea está posiblemente ante un momento que denominamos de Historia con mayúscula y, por tanto, hacen falta respuestas y actitudes con mayúscula. Como se actuó en aquel inolvidable 1977.

 

 

Confinamiento/26. Patriotas de cartón

Publicado en ECA, 26 abril 2020

 

Pocas veces, por no decir ninguna, hablo de nación, patria o pueblo como identidades a las que me sienta unido. Quizás porque mi vida ha ido trascurriendo por diversos lugares y mis arraigos siempre han sido los de la familia, la amistad y el trabajo. Ni siquiera la sangre me ha llevado a confundir la verdad y la mentira. Soy en el buen sentido de la palabra, como diría Machado, apátrida de las banderas.

Por eso me repugna la actitud de cierta derecha española que basa toda su estrategia política sobre esta crisis en una hueca simbología de la corbata negra, la bandera y la necrológica. Escuché ayer parte del debate parlamentario y algo de bochorno sentí cuando vi cómo la representación de la España conservadora trata la pandemia y trata al gobierno que intenta superar la crisis de su país. Ante la incapacidad o inexistencia de sostener un programa alternativo, con propuestas concretas, con proyectos de soluciones, con adendas o enmiendas al gubernamental, se recurre al insulto (mentiroso) y a la descalificación (capitán Sánchez). Es una escenificación, seguro, ante las cámaras de televisión que proyectan una determinada imagen ante la clientela social que observa esos gestos en las pantallas. Pero, desgraciadamente, es la imagen de una formación política que vuelve a manifestar su sentido patrimonial del poder, su creencia de que cuando la izquierda está al frente de las tareas del Estado es como un intruso al que hay que echar por las buenas o por las malas. Es, en definitiva, una mala digestión de los principios de la democracia. La derecha que lidera hoy Pablo Casado es la continuidad de una vieja estirpe condenada a la extinción y que no termina de asumir que el tiempo en el que todavía sobrevive es ya diferente al de sus padres y abuelos.

No son actitudes propias solo de los españoles. Lo vemos en otros países y alcanza un límite insuperable en los Estados Unidos de Trump. Viejas banderas confederadas del Sur son las que enarbolan los escasos grupos de manifestantes que piden que se abran los negocios aunque eso suponga la muerte por la pandemia de muchos miles más de compatriotas. Son esas derechas evangélicas que siguen y replican los tuits de su Presidente acusando a China de ser la inventora de ese virus con el fin de atacar a los Estados Unidos. Son esos difusores de los engaños de curanderos y que descalifican el valor de la ciencia como guía en estas situaciones de pandemia.

Frente a ese patriotismo del odio habrá que sacar a la luz el auténtico patriotismo de la solidaridad. Frente a la sociedad del aislamiento y el rechazo al extranjero habrá que potenciar la sociedad de las ayudas y apoyos mutuos, del sanitario que aumenta su jornada de trabajo por salvar vidas, del empresario que sigue abonando el salario a su trabajador y los descuenta de su cuota de beneficio mensual, del trabajador que arriesga su salud por mantener funcionando una empresa vital para el resto de ciudadanos, de tantos y tantas anónimas personas que cada día construyen eso que algunos llaman patria y yo prefiero llamar sociedad de iguales.

 

 

Confinamiento/30. Julio Anguita

Publicado en ECA, 17 mayo 2020

 

La emotividad y el sentimiento surgen espontáneamente cuando una persona cercana se marcha de este mundo. La partida de Julio Anguita desencadenará, sin duda, oleadas de emoción entre aquellos que formaron parte de su proyecto, de una manera u otra, e incluso entre personas de buena fe que nunca le votaron. La naturaleza humana es así: te añoran cuando te vas y te desconocen mientras vives. No es, sin duda, este el caso de Anguita, persona que siempre ha dejado estela entre los que le conocieron.

Dejé de tener relación con él allá por principios de los años noventa del pasado siglo. Nuestros caminos, vitales y políticos, se separaron a partir de la III Asamblea de Izquierda Unida, cuando él asumió el liderazgo de aquella nueva formación que pretendía ser unitaria, y lo hizo desde un PCE cada vez más reducido a un grupo de jóvenes airados. A partir de 1988, cuando es elegido máximo dirigente del PCE, se inicia el periodo Anguita de la izquierda alternativa española, un periodo que será examinado en el futuro desde la mirada del historiador pero que ya podemos decir que marca una ruptura paradigmática con el partido creado en la clandestinidad de los centros de trabajo y las universidades durante el periodo de los años sesenta y setenta, en pleno franquismo. Entre el partido formado en torno al proyecto de pacto por la libertad, comisiones obreras y alianza de las fuerzas del trabajo y de la cultura, y el otro nucleado en torno a las dos orillas o la identidad de la izquierda, hay un abismo. Son dos modelos políticos y dos proyectos nacionales muy diferentes. Y en medio de ambos está la profunda sima que se abrió entre dos maneras de entender la situación y la aspiración de una izquierda europea en medio de una crisis de ideas, de proyecto y de militancia. Unos entendimos la caída del muro de 1989 como la constatación del derrumbe del proyecto emancipador de 1917 (ya nos lo había advertido Berlinguer en 1981) y otros nunca dejaron de pensar en un hilo rojo que, de forma continua, seguía alimentando de igual manera las ilusiones de cambio. Anguita, incansable y persona de fidelidades, siguió apostando por dar oxígeno a la utopía comunista, aunque ello supusiera romper con quien hubiera que romper y seguir convirtiendo al proyecto socialdemócrata en adversario, no en compañero de viaje.

Los momentos más intensos de mi conexión con Anguita se sitúan entre 1984 y 1987. En ese corto periodo pude observar muy de cerca cómo era el personaje público –creo que nunca llegué a conocer exactamente a la persona– y cómo proyectaba su figura. Fueron los años de gestación y formación de aquello que vino en llamarse Convocatoria por Andalucía y luego Izquierda Unida de Andalucía, experiencia en la que algo tuvimos que ver. Trabajamos juntos en aquel proyecto que significaba un intento de renovar la izquierda andaluza de la Transición hacia otro modelo de actividad política. Convocatoria no fue el gran elixir que algunos pensaron ni la revolución ideológica de la izquierda andaluza. Fue un adecuado camino de salida de la crisis que la victoria aplastante del PSOE en 1982 había provocado en el área del PCE. Luego derivó en lo que derivó, aunque no es momento ahora de analizarlo. Que algunos dirigentes de este nuevo proyecto de izquierda, que deambula entre Podemos, la vieja IU y las nuevas redes, trate de recuperar aquella Convocatoria como un modelo de acción política en esta segunda década del siglo XXI, indica el nivel de reflexión de esta izquierda algo esquizofrénica entre el gobierno y la lucha.

Con Anguita desaparece el aliento inspirador de esta izquierda alternativa que se aglutinó en torno a Podemos a partir de 2014. No es extraño, dado que el remanente equipo de dirección de esa formación, reunido alrededor de Pablo Iglesias, procede de aquellos jóvenes del PCE que comenzaron a llegar a ese partido en la década de los años 90 y a los que Anguita dio cobijo y alimento. No nos deben causar sorpresa, por tanto, las muestras de condolencia y dolor de estas personas tan ligadas al proyecto político de Julio Anguita. Con la muerte de Julio se va seguramente el último mohicano de un proyecto que seguramente no tenía futuro. Pero como siempre ha sido en nuestras lindes, la partida del último de la tribu provoca en los que quedamos de otras tribus una sensación de tristeza y duelo que nos hace solidarios, a pesar de ser diferentes.

 

domingo, 26 de septiembre de 2021

PLAN DE VIDA

 

Hopkins, March y Cooper consensúan un pacto de convivencia con un apretón de manos, en un taxi, en la escena final de “Una mujer para dos” (Ernst Lubitsch 1933). Pido excusas por la escasa visibilidad de la escena nocturna.

 

De todas partes nos llegan malas noticias: el volcán de La Palma se enfurece más aún, los jueces juegan a los Keystone Cops en la persecución de Charlie Chaplimont, Santa Ángela milagrosa se marcha a su casa dejándonos con estos pelos, los talibanes piden ayudas al hombre que les abrió la puerta, Iñaki Gabilondo no seguirá comentando las noticias por la radio, y su hermano más listo anuncia que es muy capaz de ser malo, pero ha decidido no serlo. No cabe más desolación.

La declaración de Ángel Gabilondo, en particular, me ha sumido en una melancolía profunda. Todos sabíamos que este hombre era de los que, cuando reciben una bofetada, ponen la otra mejilla. Un hombre admirable. Sí, bueno, pero es que ha recibido una bofetada también en “la otra” mejilla. Las instrucciones de los Evangelios se detienen ahí, y don Ángel se ha visto forzado a improvisar. Un apuro, para un hombre tan calmado. Al final, de sus palabras se deduce que se ha decidido por más de lo mismo. Con un jefe de la oposición así, don Fernando VII no habría fallado ninguna carambola.

El asunto me ha recordado ─permítanme que me disperse─ una película en blanco y negro que goza de mis preferencias absolutas. Es de Lubitsch, y no es "To be or not to be”. Se llama en original “Design for living” (Plan de vida) y la estrenaron en España como “Una mujer para dos”, lo cual es doblemente falso porque la mujer (Miriam Hopkins, en la película “Gilda”) no es para nadie sino para sí misma, y no se reparte entre dos (Fredrich March y Gary Cooper) sino entre tres (Edward Everett Horton, “Max Plunkett”, su jefe y el único con el que se casa).

El guion es de Ben Hecht, y eso ya significa algo. Menos importancia tiene el hecho de que se tratara de una adaptación de una comedia de Noël Coward. El dramaturgo se quejó de que solo habían conservado tres frases de sus diálogos, y la más importante de las tres era: «Pásame la mostaza.»

La película es de 1933, el año antes de que entrara en vigor el Código Hays. Justo a tiempo. El código de la censura habría laminado ese canto al deseo y a la felicidad plural, y nos habría privado de una delicia.

La bonachonería pacífica de Ángel Gabilondo me ha recordado intensamente a Max Plunkett (Everett Horton), el jefe solterón que en la película arde en deseos de casarse con su empleada estrella, entre otras razones porque así se ahorrará un salario. Y cuando se entera de que ella está conviviendo platónicamente (más o menos) con dos artistas, uno pintor y el otro comediógrafo, corre a casa de ellos decidido a salvar los muebles.

Encuentra solo al comediógrafo (Fredrich March), en un ambiente desastrado de bohemia parisiense. Y lo apostrofa dejando caer esta sentencia: «La inmoralidad puede ser divertida, pero nunca valdrá lo que una vida ordenada y tres comidas calientes al día.» «¿Cómo, cómo? Repita eso, por favor», suplica Fredrich corriendo a por su bloc de notas y un lápiz. E incluye la frase en el diálogo chispeante de su siguiente comedia. El público se troncha, la pieza tiene un éxito fulgurante y el ex bohemio sin un real se instala en una posición decididamente acomodada. Pero todo eso es película.

Gabilondo está proporcionando munición a Ayuso con sus tres comidas calientes al día frente a la propuesta de la birra en la terraza.

 

sábado, 25 de septiembre de 2021

EL LUMPEN VOTA VOX

 


El Proletario, la Muerte y el Lumpen (atrás, el del cuerno), en un aguafuerte de Alberto Durero justamente famoso.

 

El crecimiento del lumpen proletariado en España se cuantifica por el crecimiento del voto a Vox. Hablo de tendencias, no de correspondencias precisas; aquí no hay un trasvase cuantificable de votos de una plataforma ideológica a otra, sino la realidad del desclasamiento progresivo de una porción significativa del proletariado clásico, más otra porción, cuantitativamente bastante mayor, de las que venían considerándose a sí mismas como clases medias y columna vertebral de la sociedad.

No es cuestión entonces del voto que pueda perder Ciudadanos en un trasvase hacia una opción de su mismo campo pero más radical. Es el desamparo que empuja al proletario, que ocupa un día más su lugar en la cola del desempleo, a querer reventarlo todo; y alternativamente, la sensación de encontrarse en la cubierta del Titanic inermes frente al iceberg, de muchas personas que apenas hace minutos se creían a sí mismas cómodamente instaladas al resguardo de la intemperie, y de pronto no avizoran ninguna alternativa que les permita luchar por su supervivencia.

Las últimas elecciones en Madrid-región ejemplifican esta situación (aparte de algunos errores garrafales de apreciación, por parte de una izquierda anormalmente enceguecida). Me dirán que el electorado madrileño no se ha volcado con Vox sino con el PP. Cierto, pero ha sido así por la buena razón de que Ayuso supo ser más Vox que Vox  mismo. El lumpen sabe reconocer a los suyos, por muy disfrazados que vayan.

Veamos los números. Tomo como base los que da Nicolás Sartorius en un artículo que he alabado y linkado en estas páginas ayer mismo: «¿Qué le pasa a la derecha española?». Algo menos del 9% de la población activa madrileña está empleada en la industria; un 7% en la construcción, y un 84% largo en los servicios. Entre el comercio, la hostelería y el transporte suman 1.071.704 empleados, de los 2.840.000 que ocupan los servicios, según señala Sartorius. Comercio, hostelería y transporte son tres sectores críticos en los que florece el lumpen, debido a la desregulación laboral y al despeñamiento de los salarios, ambas tendencias jaleadas por nuestra máxima autoridad bancaria, Pablo Hernández de Cos, como también se ha recordado en fecha reciente en este blog.

No cabe desdeñar, con todo, esos 2,84 millones de trabajadores de los servicios en otros sectores, porque corresponden muy mayoritariamente a la administración (administración central, local, canónica y militar), y tanto las covachuelas, como las sacristías y las cantinas de suboficiales, son caldo de cultivo propicio a la ojeriza, la desidia, la mala voluntad y la mala fe, los cuatro jinetes del Apocalipsis que arrasan el páramo intelectual e ideológico del lumpen de modo que en él no vuelva a crecer la hierba.

Una determinada derecha se ha dado cuenta de que la descohesión social y la pauperización incrementan sus expectativas de éxito electoral, por la doble vía del voto directo y de la abstención. A este sector de su electorado le prometen libertad sin tasa, represión del comunismo, y vigilancia estricta de las fronteras. No importa que las tres consignas sean contradictorias entre sí, el lumpen ama el caos en el que medra.

Al otro sector, el predilecto, del electorado de la derecha, el que viene conociéndose desde siempre como “los pudientes”, los líderes les prometen más bajadas de impuestos, despido más fácil, niveles salariales más mínimos, y ayudas institucionales para sus negocios, a cambio de módicas comisiones con las que mantener enhiestos los palos del sombrajo.

Nada que ver con el lumpen. El lumpen es la carne de cañón.

  

jueves, 23 de septiembre de 2021

LIBERTAD DE EXPRESIÓN DEL ODIO

 


Baile callejero de máscaras en el año 2008

 

Nicolás Sartorius ha utilizado la expresión “liberalismo tóxico” en un artículo publicado en Diario.es bajo el título «¿Qué le pasa a la derecha española?» (1). Lo recomiendo a quienes deseen una opinión con fundamento acerca de la situación anómala que vivimos cuando desde los medios informativos se pide al gobierno consenso con una oposición abonada a un tremendismo montaraz.

Por las calles del barrio madrileño de Chueca han desfilado los energúmenos ejerciendo su libertad irrestricta de pedir a voces la expulsión de los maricones. En el Congreso de los Diputados, otro energúmeno “padre de la patria” llamó bruja a una colega de la bancada socialista, después de lo cual, chulapamente, se negó a rectificar, y no quiso abandonar el hemiciclo cuando la presidencia le expulsó de la convivencia.

No son anécdotas, sino categorías; y no implican solo a Vox (que es mucho más que un virus patógeno enquistado en un cuerpo por lo demás sano), sino que infectan todo el modo de razonar y de exhibirse de nuestras derechas de ahora mismo. El alcalde de Madrid ha borrado unos versos de Miguel Hernández en el cementerio municipal, ha cambiado el nombre de una calle dedicada a una maestra por el de Millán Astray, ha permitido impasible la vandalización de un mural dedicado a las mujeres. El alcalde es del PP, no de Vox; es abogado del Estado, no terrateniente ni licenciado según un máster de Aravaca.

Y la judicatura, concebida como el fiel de la balanza destinado a ejercer de contrapeso para equilibrar todo el sistema político, da amparo a estas actitudes bajo su manto y fustiga por el contrario cualquier salida fuera de tono sobrevenida desde el otro lado de una barricada simbólica. La prevaricación parece estar incluida en el orden del día de nuestros jueces.

Todas estas barbaridades se parapetan detrás de la invocación suprema a la libertad. Ya hace años, el jurista y pensador italiano Norberto Bobbio nos dejó una reflexión ejemplar acerca de lo que significó el primer liberalismo en la historia de las ideas, y la caricatura sesgada del mismo representada con el prefijo “neo” en los ultimísimos tiempos (2). “Neoliberalismo” es nada más un eufemismo para disimular una realidad más oscura; Sartorius nos lo aclara, dicho en román paladino se trata de un liberalismo tóxico. No hay un átomo de libertad en ese falso liberalismo, porque predica la libertad de unos contra otros, y eso no es más que un juego de palabras malicioso y peligroso. La libertad es social por naturaleza, implica a todos y el respeto de todos hacia todos. A la “libertad” puramente individual ejercida contra los derechos de otras personas (los maricones, las brujas, los perroflautas, por ejemplo), se le ha dado siempre un nombre distinto, y se ha hecho bien porque se trata de otra cosa.  

Detrás de la máscara de la “libertad” ensordecedora que nos predican, se esconde la mueca burlona del fascismo.  

 

(1)  https://www.eldiario.es/opinion/tribuna-abierta/le-pasa-derecha-espanola_129_8304288.html

(2)  Ver https://pasosalaizquierda.com/viejo-y-nuevo-liberalismo/

 

miércoles, 22 de septiembre de 2021

DOS PLANOS DE LA REALIDAD

 


Imagen de la erupción en la isla de La Palma (fuente, RTVE)

 

El gobernador del Banco de España, Don Pablo Hernández de Cos, ha desaconsejado la subida del salario mínimo interprofesional (SMI) porque, según dice, un SMI más alto perjudicaría la empleabilidad de los jóvenes. Tiene razón, claro, desde su punto de vista. Don Pablo supone que el salario global es un gran pastel a repartir. Si se reparte en cachos grandes, toca a menos gente; si los cachos son chiquitines, toca menos dinero, pero a más gente. Cuando yo era niño, si había un bautizo en el pueblo, el padrino tiraba al aire calderilla para los chiquillos que rondaban la iglesia por ver qué podían pescar. Muy pocos años después, lo que llovía ya no eran monedas sino caramelos. Ahora, yo diría que no se reparte nada. Seguramente eso es lo que en el fondo desea Don Pablo para los salarios, en la etapa actual. Más voluntariado y más autónomos que corran con los riesgos. La ecuación “menos beneficios = más salarios” no le cuadra; sería abiertamente perjudicial para la “economía”.

Economía entre comillas. ¿Por qué? ¿Es que no se produciría más, y con más alegría, si los salarios fuesen más altos? (Los salarios en general, oigan; es que la pirámide salarial, por encima del suelo raso de lo mínimo, está espantosamente achatada.)

Me parece extraño que Don Pablo, tan preocupado por nosotros, no haya dicho nada del cierre de sucursales bancarias en los pueblos. Le parece mal subir el salario mínimo, pero al parecer no le molesta que el dinero sea menos accesible. Antes este tema se solucionaba mediante la Caja Postal, ubicada en la sede de Correos en cada población, a veces en el mismo mostrador donde se despachaba la correspondencia. Aquello pareció un cutrerío, y se pasó a un esquema moderno de sucursales iluminadas con neón y cajeros automáticos de luces parpadeantes. Ahora, cajeros y sucursales desaparecen del horizonte de los pueblos, y tampoco hay ya Caja Postal, se fusionó con Argentaria en 1991. Más que de “España vacía”, habrá que hablar, en la posmodernidad hacia la que nos dirigimos, de “España vaciada”. O saqueada.

Don Antonio Garamendi, presidente de la CEOE, ha refrendado la opinión de Don Pablo sobre el SMI. Una subida provocaría más economía sumergida, dice. Lo explico porque no es fácil de entender: si por ley se sube el salario mínimo, lo que hará el empresario será contratar personal fuera de la ley. Y bajo mínimos, se entiende. Una práctica tan poco ética subleva a Don Antonio y a Don Pablo, por lo que ambos consideran preferible mantener bajo el SMI, e incluso, en la medida en que se pueda, rebajarlo incluso un poco más con el fin de tranquilizar sus conciencias. (Es lo que dice Don Pablo Casado que se propone hacer cuando llegue por fin al gobierno de la nación: lo primero, bajar los impuestos; lo siguiente, bajar el SMI. Están ustedes avisados.)

Quizás, puestas las cosas en esa tesitura, les sorprenda a ustedes la noticia de que el Congreso se apresta a votar una subida del 2% del sueldo de los diputados para 2022. Ustedes se dirán (tal vez) que, o todos moros, o todos cristianos. Nada más lejos de la realidad. La gracia del asunto es que existan moros y existan también cristianos, y se trate a unos y a otros de manera no ya diferente, sino opuesta.

Porque el trabajo, estamos hartos de oírlo, es un bien escaso. No hay trabajo, y con muchas dificultades se consigue repartir lo poco que hay en empleos temporales y minúsculos en cada uno de los cuales se deja caer una dosis homeopática de salario. ¿Lo han entendido ya?

Vamos entonces, si gustan, a trasladarnos a un plano diferente de la realidad. Nos estábamos moviendo en el cielo de la macroeconomía, el paraíso del Big Data y de los tantos por ciento por término medio; bajemos ahora a considerar la microeconomía, que es como decir la tierra humilde que nos sustenta y nos da sustento.

En el año 2021 se ha acelerado el cambio climático, una variable despreciada en las oficinas de las grandes corporaciones. El clima no tiene traducción en el PIB, por lo que su valor financiero es indetectable. Para decirlo con crudeza, el valor del clima es igual a cero patatero. Llueva o luzca el sol, haga frío o calor, la ley del beneficio empresarial se mantiene impertérrita.

Estamos capeando, sin embargo, el temporal de una pandemia. Solo en España, el “exceso total” de muertes por covid (es decir, la mortalidad añadida a los parámetros normales de defunciones en años anteriores) está siendo de 100.619 personas. Los contagios decrecen, pero ahora afectan a personas más jóvenes. Los niños, dicen los medios informativos, ocupan ya el primer lugar en contagios, por grupos estadísticos de edad.

Ha habido una necesidad ingente de trabajadores de la sanidad en los momentos más duros del contagio. También de otras categorías de trabajo estrictamente indispensables en una emergencia de este tipo, como la limpieza. La labor de esas personas empleadas ha sido heroica. Les aplaudíamos desde el balcón a las ocho de la tarde. Ahora que la curva de ingresados en centros hospitalarios desciende, están siendo despedidas, sin indemnización en la mayoría de los casos. Aunque no es difícil pronosticar que volveremos a necesitarlas pronto, y aunque la salud y la higiene no son derechos de quita y pon para la ciudadanía.

No tengo cuantificación de los daños por inundaciones, derrumbes y retrocesos en la línea costera, más otros destrozos debidos a una meteorología anómala que sin embargo se está haciendo habitual. Sí tengo datos precisos sobre incendios en 2021: han sido, desde el inicio del año, 7.244, y han consumido 75.548 hectáreas de terreno, desde el Cap de Creus hasta Sierra Bermeja. Comentaba El País que se trata de “uno de los peores años del último lustro”.

Sin comentarios. No pongan ustedes en la cuenta del año los efectos de la erupción de Cumbre Vieja en la isla de La Palma, dado que ha sido efecto, no del cambio climático, sino de la geología de siempre, la que hemos estudiado todos en la escuela pero que los negacionistas se resisten de todos modos a aceptar. Para los negacionistas, viviríamos en el mejor de los mundos si no se empeñaran en estropearlo, con todas estas erupciones y pandemias “ful”, el presidente Sánchez, los comunistas y las mesnadas de Podemos.

Negacionistas aparte, remediar tantos contratiempos sobrevenidos en la sanidad, en el medio ambiente y, más en general, en la calidad de vida; dar sostenibilidad a nuestros recursos naturales, y asegurarnos un futuro mejor, parecen tareas necesitadas de una gran cantidad y calidad de trabajo real, socialmente útil, inteligente en ese sentido que hace torcer el gesto a Don Cos, Don Garamendi y Don Casado, los cuales estiman la inteligencia como un don innato de las élites jurídicas, económicas y financieras, y la niegan por principio a una ciudadanía capaz de votar al presidente Sánchez, a los comunistas y a las mesnadas de Podemos.  

Habría un gran fondo de empleo disponible en la perspectiva, entonces. Nuestros universitarios lo han celebrado en este inicio de curso con un botellón que ha reunido a 8.000 participantes en Barcelona, y a 25.000 en Madrid, que por algo es la punta de lanza de nuestra modernidad.

No pretendo ser agorero pero, o rectificamos deprisa, o vamos arreglados.

  

sábado, 18 de septiembre de 2021

NOS HA DEJADO JAVIER ARISTU

 


Javier y Cuca Aristu saliendo de tomarse un café, en el lungomare de alguna ciudad de la Puglia, probablemente Trani. Fotografía de septiembre de 2019.

 

Es mucho lo que se puede decir de Javier Aristu, de su inteligencia, su talante, su cercanía, su labor infatigable de muchos años para apuntalar una izquierda política moderna y para modelar una Andalucía moderna y equilibrada, rica y sostenible. Su último trabajo en este terreno está aún pendiente de publicación; puede decirse que Javier ha apurado la vida hasta el último segundo.

Nos ha dejado un amigo, en toda la extensión de la palabra “amigo”. Es una noticia triste, que nos deja un poco más desamparados, en particular a los que tenemos más años de los que él tenía, y sentimos su desaparición como un contrasentido hiriente.

Es la noticia rigurosamente de hoy, y solo cumple enviar un abrazo sentido a Lina (Cuca), su mujer; a sus hijos Carlos y Ana; y a sus cinco nietos. Todo lo demás que puede y debe ser dicho de Javier, y será dicho, no es en el día de hoy sino añadidura.

Hoy no tengo palabras para más, ni consuelo.

 

viernes, 17 de septiembre de 2021

DECÁLOGO DEONTOLÓGICO DE LA CORPORACIÓN ESPAÑOLA DE JUECES CORPORATIVOS

 


Visión idealizada del juez español corporativo, debida al pincel de un estómago agradecido (ver punto 7) llamado Miguel Ángel. Por coba, que no quede.

 

Este decálogo quizá, o quizá no, lo encontré casualmente en un puestecillo de libros de viejo de la Cuesta de Moyano, debajo de un ejemplar de los Protocolos de los Sabios de Sion. Como me ha parecido de algún interés, lo comparto sin comentarios.

 

Uno. En el Derecho fetén / nada es verdad ni es mentira; / todo es según parecer / del juez que lo dictamina.

Dos. Los jueces españoles son un estamento enteramente separado de la sociedad, elegible únicamente por los jueces y por sus buenos amigos (ver al respecto punto 7).

Tres. Los jueces españoles dictan justicia, no para la sociedad, que no la merece, sino para vanagloria de los propios jueces, mediante el hábil ejercicio del arte de birlibirloque.

Cuatro. Los únicos contactos con estamentos sociales inferiores que resultan permisibles para el juez español son el recurso al servicio doméstico o al ramo de la hostelería para los menesteres de la vida, la asistencia puntual a la peluquería, y la expansión higiénica del sábado sabadete mediante justiprecio.

Cinco. Todos los jueces y tribunales de la Unión Europea son unos piernas que no saben de la misa la media y precisan lecciones urgentes de desasnamiento. Por fortuna, los jueces españoles tienen de su lado a Don Carlos Lesmes, que mantiene a Europa a raya, y a Don Pablo Casado, que ayuda en lo que puede desde el exterior de la ciudadela fortificada.

Seis. La Constitución española es, quede dicho entre jueces, una birria, pero resulta útil como argumento de autoridad si se seleccionan bien artículo y parágrafo, y se elige la interpretación adecuada entre las varias posibles.

Siete. El juez español cabal tratará en su profesión, como amigos propios, a todos los amigos de sus amigos. A los excluidos de ese círculo virtuoso, que les den.

Ocho. No es obligatorio para las instancias superiores de la judicatura meter el dedo en el ojo al gobierno español de turno, en el caso (siempre lamentable) de que no sea amigo propio ni amigo de otros amigos (ver punto 7). Pero prevaricar un poco en este terreno y tocar con insistencia lo que no suena es un derecho natural de los jueces españoles, según opinión respaldada por la autoridad del Padre Luis de Molina, que la sostuvo ya en el siglo XVI con base en una nota a pie de página de la Summa del Aquinate.

Nueve. Y mientras las cireras / sigamos remenando, / ca nos vengan detrás / con el flabiol sonando; tal como expresó con concisión admirable un poeta excelso de allende nuestras fronteras ideológicas, refiriéndose ─por supuesto─ a otra cosa.

Diez. Como síntesis ontológica de todo lo que queda dicho, vale el siguiente apotegma: “el juez español es la medida de todas las cosas”. Como debería haber dicho Protágoras de Abdera, en lugar de la sinsustancia que soltó.

 

jueves, 16 de septiembre de 2021

SECUENCIA DE UN SOPLIDO

 


Cuatro instantáneas consecutivas, con motivo de una celebración modesta. Fase 1: enfrentándome a la llama altiva y prepotente.

 

Los festejos de mi cumpleaños han quedado aplazados al sábado, porque hoy jueves los nietos tienen colegio y nuestro yerno está atrapado en su consulta médica. Pero algo había que hacer el día 16, que es el fetén de mi aniversario, de modo que Carmen y yo hemos improvisado.

Para empezar hemos invertido media mañana en la enésima visita al Museo Benaki, planta 0 en particular. Siempre sale algo nuevo que no habíamos visto antes o que no recordábamos.

Teníamos el plan inicial de almorzar en Plaka, tal vez un gyros de pollo con rodajas de tomate y salsa tzatziki; pero el calor tiraba para abajo, y Plaka quedaba lejos. Nos hemos vuelto a casa en metro. Carmen ha improvisado un almuerzo para dos con lo que tenía en la nevera, y le ha salido rico.

Llegado el momento solemne del soplido, hemos rebuscado por todos los rincones en busca de 77 velas, que son las que canónicamente corresponden al evento (uno está in mezzo del camin’, que diría Dante, pero más p’allá que p’acá). Solo hemos encontrado una. Estar a dos velas sería todo un lujo para nosotros, vaya.



Fase 2. Ante mi soplido estratégico insistente por ambos flancos, la vela practica el achique de espacios.

 

Como la tarta de pistachos programada no verá la luz hasta el sábado, recurrimos como base de sostén de la vela a unas nectarinas colocadas en un cuenco metálico. Las nectarinas no sostienen bien la vela, y Carmen arregla el desajuste con una servilleta plegada. Yo soplo. Cuidado, me dice Carmen, suave para no desequilibrar la vela. Fácil, en peores nos vimos cuando la transición, la alecciono en plan abuelo Cebolleta.


Fase 3. Mi soplido se hace progresivamente más recio y la llama es ya solo un puntito ínfimo. A la vela no le queda más que el recurso a la heroica.

 

Mi fortaleza pulmonar sobria y envolvente resulta efectiva; mi estrategia, perfecta. La llamita se extingue después de un último parpadeo. Todo ha terminado. No ha hecho falta ir a la prórroga y a los penaltis.


 Fase 4. Objetivo cumplido. “No pudo ser”, titularán mañana los medios de información. La caverna mediática, como de costumbre, calificará de robo escandaloso lo sucedido, y echará la culpa al arbitraje.


Postdata.- Imposible responder a todos los que nos habéis escrito, sois ya más de 140 a estas horas (cuatro menos veinte de la tarde). Un abrazo a todas/os. Sentirnos tan acompañados es más que un placer, es un privilegio.

 


miércoles, 15 de septiembre de 2021

DANTE NO ERA ÚNICAMENTE INCORRECTO

 


Mausoleo de Dante Alighieri en Ravenna. El poeta decidió quedarse en este lugar de forma permanente. En Florencia, las “gentes nuevas de rápidas ganancias” todavía lo están esperando, con la intención de hacerse ellas mismas un homenaje inolvidable a su costa.

 

Hoy hace setecientos años y un día que murió Dante en Ravenna. Dante había escrito la Commedia, además de algunas otras cosillas no desdeñables. En Florencia, su ciudad natal, le tenían ganas sobre todo por la Commedia, un largo poema en el que no se mordía la lengua y daba un juicio severo sobre bastantes de sus contemporáneos.

Había además de por medio algunos encontronazos en la política municipal. En sustancia, los conspicuos representantes de la clase social de las “gentes nuevas” codiciosas de ganancias rápidas, lo hicieron condenar a muerte. Dante vivió buena parte de su vida como fugitivo, pasando de la protección de uno a otro señor, no siempre de su mismo bando político. Mientras, en Florencia sus enemigos jurados se entretenían despellejándose también entre ellos.

Desde un punto de vista civilizatorio hemos avanzado poco al respecto, en setecientos años. En el siglo XIV no existía cultura de coalición, y por ahora sigue sin aparecer. Se quemaban los libros en hogueras de vanidades plantadas a la mayor gloria de Dios, y ahora se hace lo mismo para preservar a los/las jóvenes de la incorrección política en materia de etnia y de género (en materia de opinión, no; ahí reina la consigna de que a quien dios se la dé, san pedro se la bendiga.)

Se han quemado públicamente los álbumes de Tintín, el sagaz reportero belga, con otros de Lucky Luke, Astérix y varios héroes de Walt Disney. Lo ha hecho el Consejo Escolar Católico de Providence, Ontario (Canadá), con una finalidad loable: se trataba, mediante esa purificación por el fuego, de hacer «un gesto de reconciliación con las Primeras Naciones, y un gesto de apertura hacia las otras comunidades presentes en la escuela y en nuestra sociedad.»

Es lo que ha dicho Lyne Cossette, portavoz del Consejo en cuestión; y quizá sería prudente que alguien calmara los ímpetus de doña Lyne y le asegurara que tanta reconciliación y apertura no eran estrictamente necesarias. A saber lo que se le ocurrirá quemar después.

En este mundo cruel donde nada es verdad ni mentira, tales “gestos” están de más. A Dante le quemaron sus obras hace setecientos años, hoy se las queman a Hergé. Oigan, déjenme tirarme un pegote monumental: estoy seguro de que al Alighieri redivivo le habrían encantado las historietas de Tintín, Milú, el capitán Haddock y el profesor Tornasol.

 

martes, 14 de septiembre de 2021

MONOLITHOS

 


La luz desparramada del sol de la atardecida sobre Monolithos, Rodas. Las cuatro fotos de esta entrada son de Antonia Carreras, recuperadas en la galería de mi móvil a los cinco años exactos de la excursión que hicimos allí.

 

Cerca de la punta occidental de Rodas (Prasonisi, isla en invierno y promontorio accesible por tierra en verano), algo al norte, dominando una bahía más perfecta aún por el islote verde que la acompaña como una peca en una mejilla femenina bien dibujada, se alza el espolón rocoso de Monolithos, que significa lo que el nombre indica. Los caballeros hospitalarios lo fortificaron, pero apenas sobrevive de aquella época la escalera de acceso, restos de los baluartes y la minúscula capilla abovedada de Ayios Panteleimon, un ejemplo más del cuidado acucioso de la religión por santificar cualquier monumento antiguo susceptible de traer memoria histórica del paganismo en cualquiera de sus formas.


 

Vista de la fortaleza, la bahía y el islote desde el ramal de la carretera que sale del pueblo de Monolithos.

 

Carmen y yo estábamos allí en septiembre de 2016, con Antonia Carreras y Karl Gehendges. Fuimos por la tarde, para ver la puesta del sol tiñendo el mar de plata. Este es el testimonio fehaciente:




Por la mañana habíamos paseado por el interior de la ciudad amurallada de Rodas, entre la calle Sokratous, el hammam de la plaza Arionos y la sombra intensa de la plaza Doriaeos. La imagen de abajo corresponde a un tramo de la calle de Ayios Fanurios, hacia el final de la cual está la pequeña iglesia semienterrada del santo patrón de la isla.