martes, 28 de febrero de 2017

EL ARTE DE LO POSIBLE


Quienes aún no hayan leído el recentísimo trabajo de Miquel Falguera “¿Derogar la reforma laboral… o algo más?” (1), apresúrense a clicar al pie de este comentario de circunstancias.
No avanzaremos nada si nos limitamos a retroceder hacia situaciones laborales anteriores, porque la realidad se ha movido desde entonces. No basta la anulación formal, en el Boletín Oficial del Estado, de la fechoría perpetrada; no hay atajos cómodos en este envite. Ni teníamos una situación ideal cuando regía el Estatuto de los Trabajadores, ni las soluciones que entonces se arbitraron serían hoy suficientes para sostener un mercado de trabajo que se hunde empujado por las desigualdades rampantes.
Las soluciones están en otro lado. El punto de partida podría ser el rearme moral y la conquista de nuevos espacios de negociación por parte de los sindicatos; pero esa resituación de problemas y de prioridades deberá llegar además, tarde o mejor temprano, de un lado al conjunto de los partidos políticos, algunos de los cuales parecen adormecidos en la creencia irracional de que todo puede resolverse, o bien en sede parlamentaria, o bien mediante negociaciones fuera de foco; y de otro lado, al mismísimo Estado de derecho, maltrecho en estos momentos por los torpedos bajo la línea de flotación que le están enviando desde todos los ángulos las huestes nutridas de los modernos caballeros de fortuna, disfrazados los unos de armadas Brancaleone que ondean diversas banderas, y los otros de brigadas Aranzadi.
Y el problema tiene aún otra dimensión, la internacional, en un mundo globalizado en el que las interdependencias se acentúan, y tanto las normas aplicables como los sujetos que las aplican distan mucho de estar definidos de forma satisfactoria, negro sobre blanco.
La solución a este enorme pasticcio no vendrá de seguro por la vía de querer hacerlo todo a la vez, y hacerlo ya. Dicho con otras palabras, de pretender asaltar los cielos.
Antonio Gramsci propuso una concepción de la política distinta, un “arte de lo posible”. Ese arte incluye tres ejercicios diferenciados: el primero, aferrarse a las posiciones conquistadas para evitar por todos los medios ser desalojado de ellas; el segundo, avizorar el terreno más propicio para el avance en la dirección general deseada (el proyecto, en otras palabras); y el tercero, el avance efectivo, que será probablemente limitado pero llegará hasta allí donde alcancen las fuerzas concertadas (el trayecto). La política bien pensada y bien ejecutada se resume entonces en el movimiento de un punto inicial a otro punto más o menos próximo al primero, pero más cercano también al objetivo último que se pretende.
Hay quien concibe la política como una mano de póquer, y quien la ve más bien como una larga partida de ajedrez. Los caballeros de fortuna se colocan sin vacilaciones a sí mismos en el primer grupo; las fuerzas de izquierda deberían obligatoriamente alinearse en el segundo. Los populismos de cualquier tipo se compaginan mal con una praxis transformadora que apunta a la remoción de unas estructuras muy resistentes, establecidas por el entrecruzamiento de los distintos planos de fuerza que operan en la realidad.
 


 

lunes, 27 de febrero de 2017

CONDUCTAS DEMOCRÁTICAS Y CÓDIGO PENAL


El diputado Francesc (Quico) Homs tendrá hoy el cuarto de hora de gloria que todos merecemos en este mundo, al abrírsele juicio en el Tribunal Supremo por “desobediencia y prevaricación” en la puesta de urnas del 9N en Catalunya. “Quico” lo ha celebrado por todo lo alto, con dos declaraciones espectaculares, si bien escasamente – o nada – rigurosas. Ha dicho en primer lugar que si hay condenas por el 9N, ese será “el fin del Estado español”. A continuación, y preguntado por los recientes hallazgos en casa del ex tesorero de CiU Andreu Viloca que implicarían de forma directa a Artur Mas en la “trama del 3%”, las ha calficado de “mentiras artificiosas” urdidas en Madrid, y ha dado como ejemplo otras actuaciones azarosas, bien conocidas, del Ministerio del Interior y de la policía política.
Homs, abogado hábil, tiene una parte de razón cuando afirma que no es condenable aquella puesta de urnas. Las acusaciones de desobediencia y prevaricación son inconsistentes con la actitud adoptada entonces por el gobierno del PP, al dejar hacer sin intervenir, y declarar que la votación no significaba nada ni tenía ningún efecto. Ahora, en cambio, la califica de “golpe de Estado” y de atentado contra la convivencia. El poder central es incoherente al desmentir sus propias declaraciones públicas, recogidas en los medios y esgrimibles por tanto en su contra: si aquello no fue nada, y no significaba nada, y se dejó hacer sin oposición de las instancias a las que correspondía intervenir, no cabe ahora condenarlo judicialmente. La función del ejecutivo no consiste en ir poniendo demandas a los tribunales.
Pero de ahí a sostener, como hace Homs, que una condena significará el fin del Estado español, va un trecho muy largo. Me temo que el dirigente del PDECat está expresando nada más un desiderátum personal. Sin embargo, más que pronosticar un derrumbe de las instituciones, lo que convendría desde una óptica democrática genuina sería reforzarlas. Incluso desde el punto de vista de quienes quieren marcharse del convento, el desiderátum debe ser que España se comporte en todo de forma justa y democrática con quienes son (en el peor de los casos) todavía sus súbditos. La coletilla añadida por Homs de que “la democracia no puede castigarse con el código penal” contiene una implicación aun menos cierta: la de que la democracia está en este pleito volcada enteramente de un lado, y ausente del otro. El forzamiento evidente de las convocatorias electorales catalanas, de su significado y sus implicaciones; y los números que se han utilizado para sostener que el “pueblo” catalán en bloque quiere la independencia, han sido una maniobra turbia, cargada tanto de medias verdades como de posverdades, y contraria a un espíritu rectamente democrático. Democracia no es solo poner las urnas; aviados estaríamos si de eso se tratara.
Por parte tanto del PP como de JxSí, esto es lo más cierto, se ha preferido romper la baraja antes que dar entrada a jugar todos. Cuando digo “todos”, me refiero a todos, no todos los de un determinado signo. Todos, y con las garantías debidas a la posición de cada cual. Eso es lo que algunos llamamos derecho a decidir, y eso sería democracia auténtica, sin trucos de trilero.
En cuanto a los nuevos hallazgos policiales en casa del señor Viloca, ignoro por completo su contenido y su trascendencia. Pero la pretensión de Artur Mas de elevarse por encima de la corrupción – firmemente documentada judicialmente – de las mordidas de su partido a cambio de concesiones de obras públicas, es paralela a la de Mariano Rajoy, cuyo manto de armiño sigue aún levitando sin mácula sobre el cenagal en el que han chapoteado sus adláteres más próximos, las personas a las que él mismo eligió, alabó y jaleó en toda circunstancia, y sobre las que aún reclama la “presunción de inocencia” al tiempo que imparte su bendición sobre los fiscales fieles y envía a sus arcángeles Rafael Catalá y José Manuel Maza con espadas de fuego para expulsar del paraíso terrenal a los fiscales díscolos.
 

domingo, 26 de febrero de 2017

EL HOMBRE QUE FUE VERMEER

Debo la información sobre el falsario de Vermeer a Juan Ruiz (RuiValdivia en el universo bloguero), que me la pasó a raíz de mi post “El mito del genio solitario”. En sustancia, el relato que aparece a continuación sigue fielmente a Piero Bianconi, en su Apéndice a "La obra pictórica de Vermeer", publicado en España por Noguer-Rizzoli (1968).


Hubo, en particular en los años treinta del siglo pasado, una “fiebre Vermeer” similar a la fiebre del oro en California y en Alaska, el siglo anterior. La firma del pintor de Delft se cotizaba cara, y cualquiera podía hacerse rico de repente si descubría en un desván o un altillo un óleo polvoriento en el que estuviera estampada la firma de un artista que durante dos siglos no había significado nada para nadie.
El paso siguiente a la búsqueda de tesoros ocultos fue fabricarlos directamente y ponerlos en circulación. En 1930, por ejemplo, produjo sensación la exposición en la Gemäldegalerie de Munich de una “Vista de Delft” parecida a la canónica, aunque enfocada desde un ángulo algo diferente. El revuelo duró dos años, hasta que un experto comprobó que se había utilizado un cuadro antiguo con unas casas rústicas junto a un estuario, y se le habían añadido mucho después otras arquitecturas urbanas, en particular la muy reconocible silueta de la Iglesia Nueva de Delft.
Muy distinto fue el caso de una escena íntima de carácter religioso, “Encuentro en Emaús”, descubierta en 1937 y con la firma de Vermeer estampada. Después de pasar airosa los habituales controles de los expertos (resistencia de los colores a los disolventes, análisis del albayalde, examen microespectroscópico de sustancias colorantes), fue adquirida por la Asociación Rembrandt para el Boymans Museum de Rotterdam, por la suma de 550.000 florines. Había sido descubierta en Niza por un artista holandés, Jan Anthonius van Meegeren; el cuadro pertenecía a una familia italiana que deseaba guardar el anonimato, y podía proceder, vía repartos hereditarios, de una colección fabulosa guardada en tiempos en el castillo de Westland, Países Bajos. Los críticos se extasiaron ante las calidades de la pintura, que venía además a certificar la sospecha, apuntada ya antes de su aparición, de parámetros comunes entre la pintura religiosa de Vermeer y la de Caravaggio.
Lo que ocurrió después fue que al final de la segunda gran guerra, en 1945, entre unas obras de arte escondidas por los jerarcas nazis en unas minas de sal para resguardarlas de los bombardeos aliados, se encontró un Vermeer desconocido y directamente relacionado con el anterior: “Cristo y la adúltera”. En la documentación hallada en el mismo lugar, figuraba un contrato de compraventa realizado en Amsterdam en 1942, con el mariscal Goering como comprador y Van Meegeren como vendedor, por un precio de 1.650.000 florines.
Van Meegeren fue arrestado, y protestó sobre la autenticidad de la obra y la validez del contrato hasta que se dio cuenta de que su insistencia iba a costarle ser ejecutado por el delito de vender el patrimonio nacional al enemigo. Entonces confesó ser él mismo el autor del cuadro, así como del “Emaús” y de otras piezas tenidas por auténticos Vermeer; entre ellas, “El lavatorio de pies”, adquirido por el Rijksmuseum en 1943, y “La bendición de Jacob”, comprada el mismo año por el coleccionista W. van der Vorm.
Van Meegeren no fue creído al principio. Holanda prefería con mucho tener media docena de obras maestras de Vermeer auténticas y a un colaboracionista ahorcado. El juicio fue resonante. Van Meegeren se ofreció a pintar en directo un “vermeer” ante sus acusadores. Lo hizo así. Fue filmado mientras pintaba un “Jesús entre los doctores” y daba las explicaciones pertinentes sobre el uso de pigmentos antiguos (lapislázuli en lugar de cobalto para los azules), los pinceles de piel de comadreja, el trabajo a partir de un cuadro de la época en el que se hacían coincidir partes antiguas con zonas de la nueva composición, o bien la forma de tratar las grietas de la pintura antigua a fin de hacerlas aparecer también en las partes repintadas. También enseñó la jarra del siglo XVII y los mapas antiguos que había adquirido y pintado en algunas de sus falsificaciones a modo de plus de autenticidad.

Fue condenado en 1947 por falsificación, ya no por traición, y murió en el mismo año de su condena. Sus herederos subastaron los falsos Vermeer en 1950, y solo reunieron 226.599 florines en lugar de los millones que esperaban. Con cierto fundamento; el crítico A.B. de Vries, en una monografía sobre Vermeer aparecida en 1945, había calificado el “Encuentro en Emaús” de «milagro de la pintura».
 

sábado, 25 de febrero de 2017

CUANDO YA NO HAY CLASE OBRERA


Se pregunta el dómine Cebra en el blog hermano “Metiendo bulla” si la pobreza, en sí misma y como tal, no es suficiente como argumento sociológico, y si de verdad necesita de calificativos tales como “energética” y “salarial”. Quien es pobre de solemnidad, está claro que no puede pagar para enchufar la estufa a la línea de Endesa, y entonces recibe el calificativo de pobre “energético”; lo dudoso, así pues, es que ser pobre energético signifique cosa diferente en algo de ser pobre a secas. Lo uno trae obligadamente lo otro.
En tiempos, las hermanitas de los pobres acudían diligentes en ayuda de los/las menesterosos/as. Las menesterosas tenían a gala ser pobres pero honradas; ellos eran pobres pero devotos del Cristo de las llagas. El Auxilio Social les proveía de manduca, a precios irrisorios pero crecientes al compás del alza del coste de la vida, como se explica de forma elocuente en la siguiente habanera moderadamente bilingüe: «Antes por una peseta comías chuleta en un restaurán, / y ahora por cuatro pesetas ni et dona munchetas l’Auxili Sosial.»
Hoy en día las cosas están mucho más mezcladas. No existen pobres, salvo alguna cosa. Tampoco parece tener una existencia fehaciente la clase obrera. Fue Tony Blair quien lanzó la buena nueva, en su larga época de premier de su país: «Aquí todos somos clase media.» Las clases altas le corearon de inmediato: «¡Eso, todos clases medias!» Y reclamaron bajadas de impuestos, que les fueron concedidas porque – según se argumentó – “bajar los impuestos es de izquierdas”. Previamente las clases industriosas habían sido destruidas en sus reductos; las fábricas, otrora orgullosamente humeantes, desmanteladas; las máquinas, vendidas a precio de saldo a los chatarreros.
Toda la cuestión social se arregló de pronto, a golpe de decreto. Todos pasamos a ser clases medias, en sociedades abiertas donde se premiaba el mérito y cualquier chiquilicuatre podía ser democráticamente elegido para representarnos en Eurovisión. José Luis Rodríguez Zapatero, otro líder conectado a aquellas terceras vías entrañables que tanto bien nos procuraron, lo dijo muy claro: “Aquí quien no se enriquece es porque no quiere”.
Donde hubo obreros, ahora solo había vagos irredentos. El Estado acabó de un plumazo con la pobreza, y con la dignidad de la pobreza; con la clase obrera, y con el orgullo de clase. La “clase ociosa” perdió sus connotaciones originales y pasó a designar al resto de capas marginales que vivían aún de gorronear la generosa providencia del Estado llamado del bienestar.
Salvo alguna cosa. Ha habido que rescatar a toda prisa los viejos conceptos añadiéndoles calificativos nuevos. Ha resurgido vergonzante la pobreza, y ahora es (redundantemente) aquello que queda por debajo del umbral estadístico de la pobreza. El resultado se adorna con calificativos como “energética” o “salarial”. Por debajo del umbral de la pobreza subyace la “privación severa y/o riesgo de exclusión”, una categoría estadística que asciende de forma alarmante. Muchos de sus componentes no son parados, son “pobres salariales”. ¿Importa algo? En la Vega del Genil los llaman desde siempre “jambríos”.
Y el proletariado ha regresado también, ahora clasificado en nuevos constructos funcionariales: “precariado”, “nueva clase obrera de los servicios”.
Cambia el casillero utilizado en los impresos, pero la sustancia se mantiene. La vieja clase obrera no se ha ido. Sigue ahí, en peores condiciones salariales y laborales que las que había conquistado secularmente con su esfuerzo.
Vean, hoy mismo, el caso de los puertos. El Gobierno ha decidido arreglar la situación anómala del trabajo de estiba, y lo va a liberalizar, término que implica “abaratar”. Un sinfín de bendiciones va a recaer en consecuencia sobre el colectivo de los estibadores, como ha sido el caso de otros sectores económicos cuando han sido inteligentemente desregulados. Para tratar de evitar tales bendiciones prometidas por la administración, los estibadores resisten, sin romper aún la baraja; han convocado huelgas parciales  durante nueve días repartidos en tres semanas, y en horas impares. En un cálculo aproximativo, las pérdidas para las empresas afectadas se estiman en 500 millones de euros. Una huelga total supondría pérdidas muy superiores, en un sector que mueve 190 mil millones al año.
El Parlamento podría anular el Real Decreto Ley de liberalización del trabajo en los puertos. No es probable que lo haga, sin embargo. Debido sin duda a la correlación de fuerzas, pero tal vez debido también a la convicción generalizada de que la clase obrera es, hoy por hoy, algo inexistente.
 

viernes, 24 de febrero de 2017

ÉRAMOS POCOS


Steven Forti, historiador y periodista fiable, ha trazado en el diario digital "bez" un resumen plausible de lo que está sucediendo en la Italia política ahora mismo (1). En sustancia, Matteo Renzi vuelve a la carga, con la autoestima intacta después del descalabro referendal y con las mismas prisas de siempre. Recordaremos que en su currículum figura haber descolocado a Bersani primero, arrollado a Letta después, ninguneado a los sindicatos, promovido la Jobs Act en la misma línea de las reformas poslaborales neoliberales de otros lugares de Europa (incluido, cómo no, ese país en el que están ustedes pensando), y, finalmente, embestido a la Constitución.
En esta última cuestión salió zarandeado, porque la Constitución italiana es un punto de encuentro emocional para un amplísimo abanico de personas, grupos e intereses democráticos. Lo cual no ha obstado para que Renzi vuelva a las andadas después de un breve respiro, y empiece a quemar etapas preelectorales para sucederse a sí mismo después del entremés del minigobierno Gentiloni, su chevalier servant.
Los continuos empujones de Renzi en todas direcciones están provocando un esbozo de escisión en el PD hacia la izquierda, capitaneado por Bersani y D’Alema, dos ex en la nomenclatura del partido, movidos por la irritación que les producen las maneras prepotentes de su jefe, más que por temáticas de fondo. Poco recorrido se puede augurar a un movimiento de esas características.
Sin relación con lo anterior, ha nacido otro partido de izquierda, Sinistra Italiana. El Congreso fundacional ha tenido lugar en Rímini hace pocos días. Algunos de sus valedores destacados han sido Sergio Cofferati, ex secretario de la CGIL y ex alcalde de Bolonia; Stefano Fassina, economista y político, escindido previamente del PD; Maurizio Landini, sindicalista de la FIOM, y Nichi Vendola, fundador del SEL (Sinistra, Ecologia, Libertà) y presidente de la región de Apulia. El presidente del nuevo partido, elegido en el Congreso, es Nicola Frattoiani, procedente del SEL. La idea de aglutinar fuerzas en torno al trabajo como eje central de la política puede ser acertada, pero lo que hasta el momento ha prevalecido en la gestación del nuevo partido han sido las desconfianzas recíprocas entre los grupos concurrentes. Poco más puede decirse, dada la maraña de maniobras, tanto de fondo como puramente electoralistas, que se están produciendo en Italia, en una situación confusa como pocas.
La izquierda europea, lo planteo como mera hipótesis de trabajo, sigue desmigajándose. Mala noticia, si es así.
 

 

jueves, 23 de febrero de 2017

RENGLONES DERECHOS, RENGLONES TORCIDOS


El presidente de la Comunidad de Murcia Pedro Antonio Sánchez sigue en su puesto, aun después de ser investigado (nuevo vocablo de la jerga judicial que sustituye al término “imputado”, mucho más cacofónico) por un caso de corrupción. En cambio, quien ha sido relevado en menos de lo que tarda en santiguarse un cura loco, ha sido el fiscal que lo imputó. Estamos hoy a 23F, y el ministro de Justicia, Rafael Catalá, y el fiscal general del Estado, José Manuel Maza, no han necesitado pistolones ni tricornios para darle un meneo “tejeringo” a nuestro baqueteado estado de derecho: han conculcado todas las leyes, desde la Constitución intocable hasta los estatutos del Ministerio Fiscal, para imponer en su lugar unos reglamentos sui generis que estipulan la sujeción dócil del poder judicial al poder político, siempre y cuando el poder político sea el que debe ser por derecho natural y por sentido común.
El fiscal superior de Murcia que va a ser relevado, Manuel López Bernal, ha denunciado ante los medios presiones y coacciones sufridas por el fiscal anticorrupción Juan Pablo Lozano en relación con el caso del Auditorio de Puerto Lumbreras. Catalá le ha contestado, impertérrito, que si sufrió coacciones su deber era comunicarlas a la superioridad. ¿Qué ocurre entonces cuando es la superioridad la que coacciona? Hemos dado la vuelta a la tortilla: rige la presunción de inocencia para el imputado por corrupción, y la presunción de culpabilidad para el fiscal díscolo que le investiga. Ambas presunciones mantenidas a rajatabla y a machamartillo, sin que sean admisibles al respecto pruebas, aun flagrantes, en contrario.
¿Para qué tomarse la molestia de opositar a un puesto de fiscal, entonces? ¿Para qué estudiar Derecho, en último término? Oposítese al novedoso cargo de “azote de titiriteros y defensor del establishment”, y en lugar de Derecho estúdiese la carrera de Torcido. Dicen algunos místicos que Dios escribe derecho con renglones torcidos. No me alcanzan las luces para saber de cierto si es así, pero en cambio soy testigo de que el ministro Catalá ha conseguido la hazaña inversa: escribe torcido con renglones derechos.
Se merece como mínimo una mención en el Libro Guinness de los Récords.
 

miércoles, 22 de febrero de 2017

EL MITO DEL GENIO SOLITARIO


Coinciden en elpais de hoy dos epifanías en torno al arte: un dibujo del Roto y una información firmada por Álex Vicente sobre una próxima exposición en el Louvre de París centrada en Vermeer y su época.
El Roto lanza el siguiente mensaje tautológico: «El dinero mueve el arte que mueve dinero.» Es un recordatorio oportuno de que nunca o casi nunca se fabrica arte por amor al arte. Lo sabíamos todos, pero no está de más que se diga una vez más. Álex Vicente titula así su comentario: «Vermeer no fue un genio solitario.» Es verdad, pero una verdad adocenada. Da a entender el articulista que está descubriendo algo nuevo, o contradiciendo un sentir común que es, de hecho, inexistente.
Lo cierto es que el rastro de Jan Vermeer o Jan Van der Meer se perdió durante un par de siglos. Algunas pinturas suyas se atribuían a otros pintores, en particular a Pieter de Hooch, que es el que presenta mayores parecidos estilísticos. A finales del siglo XIX, emergieron de pronto en el mundo de los marchantes y los connaisseurs el nombre y la obra de un maestro holandés del que se desconocía casi todo, y que de inmediato pasó a cotizarse entre los “top” del periodo, a la altura de Rembrandt o de Hals.
Con razón, desde luego; se trata de una pintura magnífica, de primerísima calidad. Pero a nadie se le ha ocurrido aún que Vermeer fuera un espíritu huraño y atormentado que buscó el anonimato, rehuyó las modas y sacrificó la popularidad inmediata en favor de una obra destinada a durar eternamente. Es decir, un artista "maldito" al modo como lo concebía el romanticismo dos siglos después.
Vicente describe como un “experimento inédito” la exposición del Louvre en la que se confrontan obras suyas con otras similares de sus contemporáneos, dentro del ecosistema común de la “pequeña” pintura de género que floreció en los Países Bajos en el XVII. No tan inédito, he tenido la suerte de ver hace años una muy parecida en el Metropolitan Museum de Nueva York. Había una cola espeluznante en la parte del museo dedicada a las exposiciones temporales, pero lo que querían casi todos los visitantes era extasiarse delante del vestuario de Jackie Kennedy, de manera que pude ver a mi sabor y sin apreturas las obras maestras allí expuestas, entre ellas “El pintor y su modelo” o “Alegoría de los sentidos”, tan hermosa que es capaz de activar el síndrome de Stendhal y provocar el desmayo de un espectador sensible.
La pintura de género holandesa nació de la existencia de un mercado artístico muy concreto. Se trató de un caso particular del principio de que el dinero mueve el arte que mueve dinero. Los monasterios y las abadías encargaban cuadros de gran formato y temática religiosa; las monarquías y la alta nobleza, alegorías, retratos de aparato y escenas de batallas; pero a los prósperos mercaderes de la burguesía urbana lo que les apetecía era decorar la sala de recibir con escenas de otro tipo, ni heroicas ni religiosas: interiores con damas elegantes reconocibles, y con instrumentos musicales, toquillas de seda, vestidos de raso, joyas, arreglos florales, tapetes, cortinajes, espejos, mapamundis, pergaminos, aparatos científicos. Hubo un comercio activísimo de cuadros al óleo de pequeño formato con esas características. Pintores renombrados se especializaron en crear ese género de cosas; también se copiaban unos a otros, no necesariamente por instinto de emulación o por rivalidad (“yo puedo hacerlo mejor que tú”), sino porque así se especificaba en los encargos: “un cuadro con espineta y perrito y la hija mayor luciendo el vestido de baile nuevo, como el del maestro Metsu que tienen colgado en el salón de su casa los Van Gaal”.
Ese era el ecosistema. Algunos pintores introdujeron artificios muy vistosos para ensanchar el espacio ideal acotado por la pintura: escenas entrevistas a través de una puerta, ventanas abiertas a una calle o un jardín, niños jugando en segundo plano y ajenos a la escena principal. Unos artistas lo hicieron muy bien, otros quizás no tan bien. Vicente finaliza así su artículo: «El veredicto es que Vermeer se inspiró en sus contemporáneos, pero también los dejó a años luz.» Eso no es cierto. Hubo mucha competencia y muy buena. Tampoco en este sentido, en el de la “pincelada sublime”, fue Vermeer un genio solitario, un salto cualitativo o una excepción.
 

martes, 21 de febrero de 2017

PRESUNTOS IMPUTADOS


Enmarcada en la implacable campaña contra la corrupción que está dirigiendo en solitario el Partido Popular, y que algún día la ciudadanía de este país reconocerá y premiará como se merece, ha aparecido la cuestión colateral del presidente de la Comunidad Murciana, Pedro Antonio Sánchez, imputado por la justicia debido a indicios sustanciales de favores intercambiados con la llamada trama Púnica. Ahí se están traspasando, a juicio de la alta dirigencia del PP, determinadas líneas rojas, de modo que ha salido con contundencia al paso desde el viejo principio jurídico latino del “ubi dixi dico”, que algunos autores traducen libremente por “donde dije digo, digo Diego”.
Sánchez no debe dimitir, sostiene Mariano Rajoy, porque en este asunto como en todos rige ante todo la presunción de inocencia.
Respetamos todos, cómo no, la presunción de inocencia. Nada impide, sin embargo, la dimisión de sus cargos de un presunto inocente que se ha visto colocado en una situación equívoca en relación con las funciones públicas que desempeña. Yo sostendría incluso que la dimisión neta y transparente tiende a favorecer la presunción de inocencia, en el sentido de que el implicado atiende sobre todo a la concepción del cargo como un servicio público que no debe quedar manchado por la sospecha; y no, en cambio, como una prebenda personal que costó al interesado dios y ayuda alcanzar, y a la que no piensa renunciar salvo en la eventualidad de un desalojo a cañonazos.
Por medio anda además el pacto anticorrupción firmado por el PP con Ciudadanos, que apoyó la investidura de Mariano "en aras a la gobernabilidad". Allí se especifica que el imputado por corrupción debe dimitir de inmediato de su puesto. Hay, sin embargo, diferencias en la interpretación de la letra del pacto. Noelia Arroyo, portavoz del gobierno murciano, nos ha ilustrado esta mañana en la cadena SER con el desglose de algunos de los desacuerdos perceptibles en la doble versión.
En primer lugar, dice Noelia que no se debe confundir imputación con encausamiento. La imputación ha desaparecido además del nomenclátor judicial, de modo que mientras no haya encausamiento formal, nada de nada. En segundo lugar, también discute el término corrupción. En el caso de Pedro Antonio Sánchez, no habría tanto corrupción como prevaricación. La diferencia entre los dos términos parece sustantiva: tal vez Noelia Arroyo considera que prevaricar es una conducta social normal y aceptable, que no causa alarma social y no obliga a ningún dirigente municipal, autonómico o estatal, a cesar en el ejercicio de sus altas funciones, por muchos pactos que así lo abonen. Es de suponer que, incluso en el caso de que alguien – por ejemplo Pedro Antonio Sánchez – fuera a parar a la trena por un asuntillo de prevaricación más o menos, seguiría ejerciendo sus funciones “desde mi celda”, a la que cada mañana se presentaría puntual su secretaria para pasarle a la firma los papeles en curso de tramitación.
En tercer lugar, y este es un argumento aportado por otro portavoz popular cuya identidad no he conseguido precisar, la corrupción debe ir ligada al cargo, no a la persona. Lo que hizo mal el alcalde de Puerto Lumbreras no puede ser achacado al presidente de Murcia, por más que ambas funciones hayan recaído sucesivamente en la misma persona, a saber Pedro Antonio Sánchez. Se puede ser un alcalde corrupto y un presidente autonómico irreprochable. Dado que el alcalde ya dimitió en su momento, por las razones que fuese (en este caso, para seguir su carrera política desde una posición más alta), no procede que vuelva a dimitir de otro cargo distinto en el que no ha hecho nada malo, que se sepa.
Hay un cuarto argumento definitivo, el que podríamos denominar “doctrina Noelia” sobre los presuntos imputados. La expresión “se entenderá”, que figura en el pacto anticorrupción PP-C’s, significa para la portavoz murciana que quien “entenderá” si hay o no hay corrupción será el propio interesado, contra cuya resolución unipersonal no cabe recurso posible. Esta última presunción, me temo, invalida todo lo dicho anteriormente como cháchara insustancial.
En conclusión. Hemos hecho un pacto como unas hostias. Como España no podía de ninguna forma seguir sin gobierno, este es en consecuencia el gobierno corrupto hasta la médula que nos hemos dado. Hemos clavado en la dura peña, como hizo el paladín Roldán con su espada Durandarte, la presunción de inocencia, mantenida a viento y marea incluso pese a toda clase de pruebas en contrario. A ver ahora quién la desatasca. Como en la vieja leyenda, en la roca granítica luce una inscripción: «Nadie la mueva, que estar no pueda con Rajoy a prueba.»
 

lunes, 20 de febrero de 2017

ESTAMOS HARTOS DE PAGAR LOS MUROS QUE ELLOS CONSTRUYEN


Pocos gentíos tan hermosos y tan necesarios como el que se reunió el sábado en Barcelona. Los barceloneses queremos acoger a refugiados, a tantos como nos toquen, no importa cuál sea su raza, su género, su color, su religión. Que se sepa. Que lo sepa Trump, que lo sepa Wilders, que lo sepa Le Pen. Que lo sepa Rajoy también, Rajoy que se disfraza de infanta y juega al despiste cuando le aseguran que hay financiación irregular en su partido, que hay un jaguar en el garaje de Ana Mato, que ha habido ahogados en Tarajal. “Qué me dice usted, yo no sabía nada.”
No solo han recuperado las barreras, los muros, los cerrojos, las alambradas de espinos, las aduanas, sino que nos están haciendo pagar por ellas. Vaya morro.
En Barcelona se reunió el sábado un gentío para gritar alto y claro que la humanidad no lo es si pierde la conciencia solidaria. Que estamos hartos de pagar nosotros por la codicia inhumana de otros.
 

domingo, 19 de febrero de 2017

OKUPA Y BOTIFLERA


Aún no se han apagado los ecos de la sentencia absolutoria de la infanta Hipsipila imputada por haber dejado la crisálida, cuando otras novedades se agolpan para ocupar la atención de la audiencia en esta España de las maravillas. Lean en elpais el caso de los cerca de 3000 empleos aparecidos milagrosamente en el pueblo madrileño de Galapagar, empleos que no corresponden a nada, que no benefician a nadie y de los que nadie se hace responsable, porque las altas que se inscriben en las listas de la Seguridad social son anónimas y nadie está obligado a justificarlas a través de ningún mecanismo de control reglamentario.
Un espejismo inducido, en favor de no se sabe quién. Misterios de la administración. Carácter diferente tiene otro caso que tomo también de elpais. Se trata en este caso de una tormenta mediática perfecta desarrollada en las redes sociales en contra de la alcaldesa de Barcelona Ada Colau. Colau no tenía prácticamente nada que ver con una instalación artística al aire libre montada en el Fossar de les Moreres de Barcelona bajo el patrocinio de la concejalía de Cultura. Durante dos días, desde el jueves día 9 de febrero, la ciudadanía convivió con la instalación sin problema. Ningún mensaje en Twitter, tampoco. Luego, el sábado 11 a las 12.32 Mark Serra, un exponente significado de las posiciones más derechistas del PDECat, tuiteó en gran estilo (observen la conjunción insólita de los dos calificativos insultantes): «Y la Colau sigue haciendo montajes artísticos que degradan los santuarios del independentismo. ¿Cuándo echamos a esta okupa botiflera?»
Lo que sucedió entonces ha sido investigado por una empresa especializada en el tráfico de las redes sociales. A las 12.50 replicó Joan Maria Piqué, responsable de la comunicación con medios internacionales de la Generalitat, con otro mensaje que clamaba: “¡Vergüenza!” Tres minutos después entraba en el cotillón Francesc Abad: “¡Ni olvido ni perdón!” Y a partir de ese momento una decena de cuentas anónimas (trolls) se lanzaron a extender la “polémica”: 19.000 mensajes en la red, 32 millones de impactos potenciales. Las instancias políticas entraron en el asunto a las 13.32. La periodista Pilar Rahola se distinguió especialmente en la extensión de la protesta. Ni siquiera fue original; acusó a Colau de “obsesión enfermiza por degradar los símbolos nacionales”, ¿les suena?
El Ayuntamiento optó por retirar la instalación aquella misma tarde. Había sido proyectada por alumnos de la Facultad de Bellas Artes, algunos de los cuales, por esas cosas de la vida que tanto la asemejan a un tango, militan en el independentismo.
La historia trae un relente de otras épocas de penoso recuerdo. La libertad de expresión se invoca ahora para justificar insultos, siempre desde una posición muy determinada y frente a otras posiciones que no acaban de ajustarse miméticamente a la línea marcada. Pero lo sucedido con la censura anónima de las dos exposiciones que no recibieron el “vist i plau” de determinadas instancias, primero la del Born y ahora la del Fossar, no es una buena noticia en relación con lo que podría llegar a ser una Catalunya independiente en manos de algunos de sus más enfervorizados valedores.
 

sábado, 18 de febrero de 2017

OH VISIÓN ADORADA DE ORO, ROSA Y MARFIL


Me parece sustancialmente justa la sentencia dictada por el tribunal de Palma. Justa, pero cruel. Dura lex sed lex, decían los romanos. Aquí no había más remedio que condenar a la infanta Cristina, o declararla oficialmente tonta. Se ha optado por la segunda opción. Como acabo de señalar, me parece en sustancia una solución más justa que la otra alternativa, pero también más cruel.
La infanta, por su parte y de motu propio, se ha apresurado a dar toda la razón al juez. Está conforme con su propia absolución, pero mantiene que su marido, el apuesto Iñaki, también tenía que haber sido absuelto porque “no ha hecho nada malo”. Da la sensación de que la señora no alcanza a comprender que la monarquía, una institución colocada por encima del común de los súbditos del estado de derecho y costeada económicamente por el erario, no puede permitirse plebeyeces tales como conchabarse con la trama Gürtel. En la situación imposible creada por ese consorte “más brillante que el alba, más hermoso que abril”, al que ella alentó y jaleó cuando menos en sus enjuagues, para la monarquía como institución era mala la opción de condenar a la pareja; peor la de absolver a los dos, y pésima la finalmente escogida que distingue entre ambos, no por el género, sino por la circunstancia de la sangre azul. Porque ahora queda patente el peligro de que ocupe el lugar más alto del escalafón de gobierno de la nación una persona incapaz de responsabilizarse de sus propios actos, dado que no le alcanzan las entendederas para ello. Esto, no otra cosa, es lo que se deriva de la letra de la sentencia del tribunal de Palma.
Ahora la infanta estará triste en el jardín que puebla el triunfo de los pavos reales. Ruben Darío describió la situación en versos bien medidos según la métrica, pero tan desmesurados en el énfasis que revelan bien a las claras su inclinación excesiva hacia el vino de albondón:
«¡Oh quién fuera hipsipila que dejó la crisálida! / (La princesa está triste, la princesa está pálida) / ¡Oh visión adorada de oro, rosa y marfil!)»
Mi hermano pequeño, José María, presa de un furor explicable con Rubén, me desafió un día a descubrirle algún sentido al verso de la hipsipila. Mi solución particular, que no le dejó satisfecho, es que no significa absolutamente nada. Como tampoco la monarquía, esa “visión adorada” etcétera. A modo de demostración, o de consuelo, le propuse la siguiente redacción alternativa: “Esta noche me marcho de excursión a la Atlántida. / (Mi cuñada está triste, mi cuñada está pálida).” La música del poema es la misma.
 

viernes, 17 de febrero de 2017

ALERTA TEMPRANA Y CONTROL REMOTO


Ayer se disparó el número de visitas a este blog. Es un hecho insólito porque mis visitantes suelen ser habituales, gente que se siente unida a mis ejercicios de redacción por una sintonía común. Ni cobro por lo que escribo permitiendo a cambio la inclusión de cookies, ni siento mucho interés por el público que pueda clicar “me gusta” o “no me gusta” en facebook u otras plataformas; lo que busco en mis lectores es complicidad.
Ocurre de vez en cuando, y de forma bastante casual, que lo que escribo interesa a un público más amplio y heterogéneo. Durante un mes, el top hit en visitas de mis páginas ha sido “El triangulillo”, un divertimento escrito el día 6 de enero casi sin querer, al hilo de una indiscreción pícara de la prensa nacional y con el humor efervescente derivado de la visión de mis nietos trasteando los juguetes que les habían traído los magos.
No fue el caso del aluvión de ayer: tuve 291 visitas procedentes de Rusia. El contador de visitas no cuenta la procedencia diariamente, sino por semanas; ahora bien, en la semana anterior las visitas rusas habían sido cero, y ayer aparecieron de golpe 291.
Como no soy propicio a las ilusiones vanas, busqué una causa objetiva para la anomalía. La hipótesis más verosímil a la que llegué es que el día anterior había traído a colación, por alusiones, el nombre del presidente de Corea del Norte, Kim Jong-Un. Imagino entonces que ese nombre consta en los buscadores de los servicios de inteligencia. Alguien allá lejos está peinando continuamente la blogosfera en busca de pistas para posibles amenazas, o disidencias, o insurgencias.
Lo cual es congruente con otra característica de mi audiencia que ya ha dejado de ser sorpresiva para convertirse en habitual: el mayor número de visitas a mis escritos no viene de España, sino de Estados Unidos. Con mucha diferencia. Es algo que empezó a ocurrir durante la última campaña a la presidencia, y que desde entonces se ha estabilizado en torno a las mil visitas semanales.
No tengo un club de fans allí, que yo sepa; y si lo tengo, es inverosímil que tenga ese volumen y consistencia. Imagino (quizás es solo imaginación mía) a equipos de analistas descodificando diariamente cientos de miles de mensajes en apariencia inocentes en busca de tramas ¿islamistas? ¿radicales? ¿subversivas?, como hacía Robert Redford en Los tres días del cóndor.
El concepto de alerta temprana (early warning) figura en todos los manuales de defensa estratégica de la OTAN y otras organizaciones militares. Es equiparable al de control remoto, que se utiliza más bien para calificar a los mandos del televisor o de algunos juguetes electrónicos. Uno y otro concepto configuran las coordenadas en las que nos movemos los ciudadanos del mundo a día de hoy. Un mundo libre no significa necesariamente un mundo libre de vigilancia.
 

jueves, 16 de febrero de 2017

LA REPRESENTACIÓN NUMÉRICA DEL MUNDO


En una alocución histórica, Winston Churchill ofreció a la Gran Bretaña en guerra “sangre, sudor y lágrimas” como remedio para salir del atolladero. Churchill era un antiguo. Los gurús de hoy prescinden en absoluto en sus recetas de tales líquidos corporales, y de otros aún. Ejemplo, Luis María Linde, director del Banco de España y sin la menor duda uno de esos 126 bancarios españoles que cobran por encima del millón de euros al año; muy probablemente dobla o triplica la cantidad, y mira por encima del hombro a la tropa del quilo justito.
Linde ha encontrado el remedio infalible para el problema de las pensiones: retrasar la edad legal de la jubilación. Que la gente alargue su vida laboral y acorte la etapa de pensionista. Puede parecer una solución sencilla, pero tiene su mérito: hacía falta caer en la cuenta.
– Es que no hay trabajo suficiente, señor Linde.
Vamos por partes. Ese es otro problema y se abordará en su momento. Los problemas, de uno en uno y sin amontonarse.
Algo parecido le ocurrió hace algunos años a George Bush Jr. Ante una plaga de incendios forestales en el Oeste de los Estados Unidos, sugirió como remedio talar los bosques.
– El remedio es peor que la enfermedad, señor presidente.
Todo son quejas. La ciudadanía es insaciable.
En un libro memorable, El espíritu de Filadelfia, el profesor francés Alain Supiot ha calificado de autista la actitud de los tecnócratas que enmascaran la realidad cruda de las cosas y sustituyen el mundo como es por una representación numérica que tiene para ellos la ventaja, precisamente, de obviar la sangre, el sudor y las lágrimas con las que se amasa todos los días el pan de los pobres. La ciencia de la estadística ofrece a sus cultivadores soluciones redondas y abstractas, que son susceptibles además de pequeñas manipulaciones de conveniencia. Supiot describe así el método: «… inventan las categorías que describen, recurriendo a convenciones de equivalencia que reducen a una misma cantidad situaciones diferentes. La acción se orienta entonces a la mejora de puntuaciones estadísticas o contables, cada vez más desconectadas de las realidades.»
Así se concreta la paradoja anticipada por Simone Weil en La condición obrera: «Las cosas desempeñan el papel de los hombres, y los hombres el papel de las cosas.» Hombres cosificados, alienados de su sangre, su sudor y sus lágrimas, reducidos a simples unidades aritméticas dócilmente alineadas en largas series nacidas del entrecruzamiento de toda clase de bases de datos.
Los tecnócratas como Linde van a tener que hacer serios esfuerzos suplementarios, sin embargo. La realidad vuelve una y otra vez, tozuda, e invade incluso el terreno aséptico de la estadística. El sociólogo Pere Jódar, en un artículo demoledor publicado en eldiario.es (1), reseña datos del indicador AROPE sobre la pobreza y/o el riesgo de exclusión en España:
Un 13,2% de los trabajadores empleados (no se cuentan los parados ni los jóvenes que no han accedido aún al mercado de trabajo) estaban en 2015 por debajo del umbral de la pobreza. Uno de cada cuatro adultos en España se encontraba en riesgo cierto de pobreza y/o exclusión; peor aún, uno de cada tres niños. Tres colectivos particularmente afectados por esa situación: los parados, los inmigrantes, las mujeres. Sangre, sudor y lágrimas.   
Por debajo del de la pobreza se sitúa otro umbral, el de la privación material severa: un 6,4% de españoles la sufre. Los jóvenes están sobrerrepresentados en este grupo social. El 11% de los hogares (5,1 millones de personas) se ven afectados por la pobreza energética; es decir, carecen de medios adecuados de calefacción en los meses de frío.
Alargar la vida laboral de las personas que padecen estas u otras condiciones tan solo un poco menos dramáticas, y recortarles no solo la cuantía de su pensión sino el derecho mismo a percibirla retrasando y endureciendo las condiciones de acceso a la misma, es, para emplear una metáfora lo más suave posible, apagar el incendio con gasolina. Pero está visto que nuestros prohombres de las finanzas no perciben la realidad que les rodea, solo atienden a los números febriles que bailotean en los terminales de sus ordenadores. El Big Data alimenta el bienestar satisfecho que ya anticipaban al percibir la turgencia sensual de sus cuentas corrientes y de sus fondos de inversión: “Albricias, otra buena añada para la economía.”
 

(1) Recomiendo la lectura atenta de todo el artículo de Pere Jódar. Ver http://www.eldiario.es/catalunyaplural/opinions/Desigualtats_6_611798823.html

 

miércoles, 15 de febrero de 2017

JUGAR AL DESPISTE


No hace falta ni siquiera parecer creíble; basta con parecer que lo pareces.
Varios ex altos cargos del Banco de España, encabezados por Miguel Ángel Fernández Ordóñez, han sido “investigados” (antes se decía imputados) por un descuido gravísimo en el ejercicio de sus altas funciones de gobernanza y de control financiero; permitieron la salida a bolsa de Bankia, dando por bueno un balance que estipulaba unas ganancias de 300 millones allí donde había un agujero de 3000 millones. Los damnificados por la grandiosa estafa se contaron por decenas de miles, y muchos de ellos aún es la hora en que no han visto un duro de sus ahorros desaparecidos por el escotillón. Destapado que fue el pastel, los nuevos Poncios Pilatos se lavaron las manos y se declararon a sí mismos inocentes de toda culpa.
Pues bien, ahora se andan recogiendo firmas entre los trabajadores del banco, en solidaridad con los investigados/imputados. No es un movimiento espontáneo que haya surgido de abajo, es una maniobra desde arriba que implica riesgos sutiles para aquel que se niegue a firmar. Sin embargo, la cúpula de la entidad comandada por Luis María Linde se ha desmarcado de la iniciativa. Se ha desmarcado, ojo, mostrando al mismo tiempo su “comprensión”. Es decir, jugando al despiste. "No hemos sido nosotros, pero entendemos que alguien lo haga."
Por supuesto, la maniobra no implica ninguna presión sobre la judicatura; tampoco fue ese el caso – ¡de ninguna manera! – del cortejo repleto de estelades que acompañó a Artur Mas, Joana Ortega y Elena Rigau desde el Palau de la Generalitat hasta la sede del Tribunal de Justicia de Catalunya, pasando por el Arco de Triunfo. Por si acaso a alguien se le había ocurrido una idea tan peregrina, los interesados lo desmintieron de forma categórica. Luego, en sus declaraciones ante el juez, dijeron que ellos no sabían que era ilegal poner las urnas para el 9N, y que “nadie les avisó”.
Michael Laudrup, que en sus mejores años de fútbol militó primero en el Barcelona y luego en el Real Madrid, era un maestro en el truco de mirar hacia un lado y soltar el pase mortal del lado contrario. Era un arte legítimo; yo me cuidaría mucho de decir lo mismo del juego al despiste que practican las cúpulas del Banco de España y de la Generalitat de Catalunya. En la concentración ante el Palau de Justicia una fiscal fue saludada por el respetable con insultos y amenazas bastante serias, por más que el Govern las haya calificado, después de desmarcarse de los autores de las mismas, de "muestras de libertad de expresión". Idéntico a la retórica de Linde.
Banco y Govern no están solos en ese tipo de fingimiento consistente en parecer que parecen inocentes de lo mismo que están haciendo. Más siniestro es el caso del líder de Corea del Norte Kim Jong-Un, cuyo hermano exiliado ha muerto envenenado por dos mujeres que lo abordaron en los pasillos de un aeropuerto y le clavaron una jeringuilla. No hay ninguna conexión entre las sicarias y el remitente; por lo menos, no parece que parezca haberla. Tampoco hubo relación entre Ana Mato y el Jaguar que apareció de forma misteriosa en su garaje: ella nunca recibió regalos.
Y los ejemplos se multiplican. El despiste interesado es el juego de moda. El PP acaba de firmar con el PSOE un compromiso de Estado para no conceder indultos a reos por delitos de corrupción, y el ministro Catalá lo ha celebrado indultando a la ex alcaldesa de su partido y seis funcionarios más del ayuntamiento de Rota, condenados por el Supremo en un caso de contrataciones irregulares.
El ministro ha destacado que había un pliego de 42.000 firmas pidiendo el indulto. Seguro que también se tendrán en cuenta las firmas muy numerosas que se recogerán en las oficinas del Banco de España. Renuncio a explicarles a ustedes por dónde se pasan los ministros las firmas, sea cual sea su número, cuando se trata de despidos masivos de trabajadores, de desahucios de vecinos, o de acogida a refugiados; este es un blog que pone muy alto el listón de la limpieza y buen tono del lenguaje.
 

martes, 14 de febrero de 2017

ESPLÉNDIDO MUNDO NUEVO


Los tres pilares del mundo nuevo que se está constituyendo delante de nuestros ojos son la innovación tecnológica, la mundialización de la economía y la sostenibilidad como límite último e imprescindible del desarrollo. Entre los tres conforman un marco que debe presidir tanto las decisiones como las relaciones entre los distintos sujetos económicos que concurren en un “libre” mercado que de libre tiene cada vez menos, en la medida en que las interdependencias van ocupando espacios cada vez mayores y más decisivos.
Pero estos nuevos puntos cardinales de un mundo en rápida evolución no tienen un carácter regresivo ni coartador de libertades antes bien establecidas y asentadas. Quien recorta no es el marco, sino el designio de quien detenta el poder legal o fáctico. En sí mismos, los tres pilares ofrecen espléndidas oportunidades a la humanidad para avanzar en el proceso secular de liberación del “reino de la necesidad” y de humanización, para emplear el razonamiento dialéctico de Carlos Marx, que sostuvo la idea audaz de que la humanidad no nace sino que se hace, a través de una práctica exigente y lúcida.
Por esa razón encabezo este ejercicio de redacción con las palabras de Miranda, en el quinto acto de La tempestad, de William Shakespeare.
La bella Miranda y su enamorado Fernando, náufrago en la isla que ella habita, se han refugiado en una cueva y juegan al ajedrez: un planteamiento bien extraño de la escena, seguramente simbólico, por parte del dramaturgo. Ella insinúa que él le está haciendo trampas, Fernando jura “por lo que vale el mundo” que jamás la engañaría, y Miranda retruca que por su parte ella no solo le permitiría hacer trampas sino que juraría ante una veintena de reinados que ha sido juego limpio.
En ese momento entran en la cueva guiados por Próspero, el deus ex machina de la trama, Alonso, rey de Nápoles y padre de Fernando, que lo creía ahogado en el naufragio, y otros miembros de su séquito. Miranda se asombra al ver sus ricos vestidos y porte majestuoso: «¡Oh prodigio! ¡Qué arrogantes criaturas son estas! ¡Bella humanidad! ¡Oh espléndido mundo nuevo, que tales gentes produce!»
He utilizado la traducción canónica de don Luis Astrana Marín, en la edición de las Obras completas de Aguilar. Fin de la cita, y vuelvo al inicio de mi razonamiento. Nuestro mundo nuevo también es espléndido, por más que peligroso y propicio a los naufragios. «No tengáis miedo de lo nuevo», recomendó el sindicalista italiano Luciano Lama, y otro sindicalista, José Luis López Bulla, ha recogido la cita y la ha colocado en el frontispicio de un libro, de aparición inminente, que bien podría ser incluido en el género – casi inédito – de la autoayuda sindical.
El consejo es perentorio. Negar el mundo nuevo es renunciar a luchar por las oportunidades espléndidas que ofrece. Refugiarse en las viejas certezas no sirve de nada, desde el momento en que tales certezas ya no funcionan. El único camino para avanzar es, con prisa pero con pausa, ir concretando un proyecto sindical y político sólido y novedoso, capaz de afrontar los desafíos del mundo nuevo ajustándose al marco inamovible delimitado por los tres pilares que he citado al principio: innovación tecnológica, mundialización y desarrollo sostenible. Ahí está el quid.
 

lunes, 13 de febrero de 2017

MANDATOS CONGRESUALES


Hay congresos que marcan la continuidad de una política ya en marcha; otros que significan un cambio de rumbo, a veces profundo; otros aún, que escenifican un desacuerdo interno grave o una ruptura en germen; alguno hay, en fin, tan prescindible que no sirve para nada de particular, salvo para justificar una cuenta de gastos abultada.
Prácticamente nunca es posible deducir de cuál de los tres primeros géneros ha sido un congreso a través de la lectura de los documentos congresuales. Si atendemos al tenor literal de los documentos, todos los congresos acaban bien, todos son fructíferos y prometedores. Y es que los escritos son propicios al enmascaramiento, y la sustancia de los congresos no está en ellos, sino en el reconocimiento mutuo de sus protagonistas y en la voluntad colectiva de aceptar – o no – un destino común. Por decirlo con una sola palabra, es el “clima”, incluso cuando la tensión sube hasta temperaturas peligrosas, lo determinante para la deriva poscongresual de una organización. Dos personas pueden pelearse con ganas de coincidir; otras dos, votar pacíficamente el mismo paripé con intención de hacer relucir las navajas al doblar la próxima esquina. Incluso las mayorías y las minorías de las listas de candidaturas son, en ambos casos, pormenores de una importancia secundaria.
De los dos congresos celebrados el pasado fin de semana, uno, el del PP, ha sido descrito como una balsa de aceite, pero eso difícilmente será cierto más allá de las dos o tres próximas semanas porque, en línea con las preferencias más hondas de su conducator, se han aplazado todas las decisiones pendientes. Se ha escenificado la hermandad y la buena compaña con tantos grandes amigos enviados cruelmente a prisión, y a lo más atrevido que se ha llegado es a ratificar el cargo de Cospedal retirándole al mismo tiempo las (in)competencias correspondientes. Su sueldo sigue intacto, sin embargo, añadido a otros tres como ministra, parlamentaria y secretaria de Castilla-la Mancha. Dicen que los duelos con pan son menos, y los ingresos netos de Cospedal dan para mucho pan.
El otro congreso, el de Podemos, se anunciaba como una apuesta de alto riesgo por parte de Pablo Iglesias. Más parece propaganda que realidad; en todo caso, cabe preguntarse cuál era, en el fondo, la auténtica “apuesta”, y mucho en el futuro de la organización depende de una respuesta veraz a esta pregunta.
Los resultados numéricos, en todo caso, han sido nítidos en lo que se refiere a nominaciones y porcentajes. Faltan aún noticias concretas respecto de los resultados prácticos para la marcha del colectivo. Las buenas o malas nuevas solo llegarán, como en el otro congreso, dentro de un par o tres de semanas, cuando se haya disipado la polvareda mediática.
 

domingo, 12 de febrero de 2017

LOS MARIANOSAURIOS CABALGAN DE NUEVO


No me cuento entre los admiradores incondicionales de Mariano Rajoy, y a las pruebas me remito. Pero eso no me impide valorar como se merece su reelección a la búlgara como presidente del PP: 95,6% de los votos, se dice pronto.
La gran virtud de Mariano Rajoy es que está decidido a perdurar a toda costa. Pertenece a una casta de políticos que nunca se distinguieron por su oratoria ni por el flujo brillante de sus propuestas, sino por la prontitud y rapidez de reflejos con la que impidieron en todo momento que alguien, cualquiera, intentara moverles la silla de debajo de las asentaderas. Le sucedió a Franco, que dio (a Foster Dulles, si no recuerdo mal) como receta de su longevidad política el hecho de que él nunca se metía en política. Le sucedió a Jordi Pujol, que marchitó bajo su sombra alargada a algunas de las especies florales más prometedoras del catalanismo: los Trías, los Roca, los Molins. Mariano no ha sido menos: ha situado en el rincón de los perdedores a pesos pesados como Gallardón y Aguirre, y esa cifra mágica del 95,6 habrá impactado sin duda por debajo de la línea de flotación en las expectativas de otro monstruo de la derecha, Josemari Aznar, que ve desbaratados con ese manotazo sus minuciosos preparativos para un revival con visos de acontecimiento que seguramente ya nunca se producirá.
Mariano es el auténtico macho alfa de nuestra manada política. Lo ha demostrado el año pasado midiéndose con tres aspirantes al trono mucho más jóvenes y metrosexuales que él mismo. Derrotó a Sánchez, a Iglesias y a Rivera de una tacada y sin mover un meñique; si bien delegó en algún momento el mando de su escuadra en la menos torpe de sus dos almirantas, la menina Santamaría, a la que envió a luchar contra los elementos de un plató televisivo en el que él no acaba de encontrarse a gusto. Pero el éxito (minoritario, no se puede tener todo) en ese desafío global tiene mérito, joer, y así lo reconocieron cientos de miles de memes y de tuits cuando se rieron de Mariano sin piedad, aunque con envidia. Yo mismo no puedo negar haberle llamado Marianosaurio y clasificado como una especie a extinguir.
Acepto lealmente que me equivoqué de medio a medio. Nos ocurre de vez en cuando a los que ejercemos de profetas sin título. No es grave. También ha anunciado el mundo científico en todos los tonos que los dinosaurios están extinguidos, y en estas que han fotografiado a uno vivo, en el Mato Grosso o por ahí.
Disfrutemos todos, así pues, de Mariano mientras nos dure, en buena paz y compaña, y brindemos alegremente por su próxima y deseable extinción definitiva. Con cava catalán a ser posible, no la liemos de nuevo con boicoteos, el país necesita estar muy unido en este trance espantoso e imprevisto, cuando los marianosaurios se han puesto a cabalgar de nuevo.
 

sábado, 11 de febrero de 2017

LAS EVASIVAS DEL ARZOBISPO OMELLA


El Parlament de Catalunya ha dirigido una carta al arzobispo de Barcelona, Juan José Omella, para trasladarle la petición de que no ceda locales de la Iglesia para una charla en la que un escritor homosexual francés predicará sobre los beneficios de la castidad de las parejas gais. El obispo ha respondido “No” a la petición de los parlamentarios; pero ha adornado su negativa con consideraciones del más alto interés.
En concreto, ha declarado que “respetamos a todas las personas”, y “estamos abiertos al diálogo y a la comprensión”, con cita incluida del papa Francisco. Ha afirmado que la charla “no va en contra de nadie”, y ya enrabietado, ha añadido un alegato inflamado y literal por «la democracia, la libertad de expresión, la justicia y los derechos humanos».
Mi humilde opinión es que se ha pasado tres pueblos. Al fin y al cabo estaba defendiendo la oportunidad de una charla “en sagrado” de una persona que, por las razones que sean (y en eso el arzobispo se cuida muy mucho de meterse en contrapuntos “que se suelen quebrar de sotiles”), defiende la castidad de los gais; es decir, que en los grandes movimientos rema en favor de las mismas posiciones que defiende la santa madre. Entonces, la piedra de toque de la apertura al diálogo y la comprensión de las que alardea monseñor sería, sin salirnos del tema estricto de la charla, invitar a otro/otra ponente a razonar en favor de que los gais ejerzan libremente su sexualidad sin restricciones ni anatemas, cuestión que se enmarca precisamente en los temas de la libertad de expresión y los derechos humanos sacados a relucir tan a destiempo por su eminencia.
Y si de lo que se trata, en cambio, es de defender enérgicamente la virtud de la castidad, si monseñor cree en lo que predica haría bien en lanzar una campaña ambiciosa de concienciación de su propia tropa. La pederastia religiosa es un fenómeno repetido, perfectamente documentado y que no lleva trazas de remitir. Lejos de ser inocuo, se sabe que provoca serios hándicap sociales a sus víctimas inocentes. No son de recibo la tolerancia y el secretismo de que goza en los ambientes y en los locales que administra el alto clero, desde el criterio ya demasiado trillado de que aquí no ha pasado nada salvo alguna cosa. He aquí, pues, una cuestión excelente para un debate abierto en sede eclesial, que promueva la democracia, la libertad de expresión, la justicia y los derechos humanos.
Pero no estamos próximos aún a esa epifanía. Si se pregunta al respecto a monseñor Omella, lo más probable es que imite a don Florentino Pérez y sostenga que todos los locales disponibles en el arzobispado están en este momento en obras. Lástima.
Lo que el Parlament pedía era, en último término, un desmarque del mundo católico respecto a determinadas posiciones maximalistas en relación con el acoso desde determinados sectores sociales al colectivo LGTB; un punto final por parte de la jerarquía a la satanización habitual de determinadas conductas. La respuesta del arzobispo ha sido negativa; los floreos retóricos que la acompañan con un retruque mofeta, añaden el escarnio a una postura que, pese al recurso a evasivas, no deja de oponer al problema de fondo un muro granítico de incomprensión.