miércoles, 12 de junio de 2013

CRÓNICAS ATENIENSES


Querido José Luis,
            
Si prescindimos de las temperaturas (34 grados de máxima) no hay grandes diferencias entre la Atenas del invierno pasado y la de este verano. Han cerrado comercios que en diciembre aún funcionaban, y se ven vacíos algunos edificios más: hablo de edificios de empresas grandes, de muchos pisos, situados en el centro. Las puertas están clausuradas con tablones clavados, las ventanas sin luz y a veces sin cristales, por las fachadas asoman los cables seccionados de la luz y el aire acondicionado. En las calles, los baches de la calzada han crecido y la basura de las aceras también; pero no mucho. Los jardines están sólo un poco más abandonados. Y la gente. En un pasaje cubierto junto a la estación de metro de Monastiraki hemos contado esta noche siete indigentes acostados sobre sus mantas extendidas en el suelo junto a la pared, bien alineados para no entorpecer el paso de los transeúntes. Digo indigentes y preciso: no eran mendigos, dormían de espaldas a los paseantes, no pedían. Los siete eran varones y los siete relativamente jóvenes, menos de cuarenta años. Lo cual es comprensible: las mujeres y los viejos sin techo buscarán refugios igual de precarios, pero más resguardados de la intemperie y de la vista ajena. Las estadísticas oficiales dicen que el índice de suicidios ha subido un 7% desde el mes de enero; podríamos tomar ese dato como un baremo aproximadamente fiable para medir la degradación general, y concluir que todo está más o menos un 7% peor, este año.
            
Mientras una sociedad civil muy despierta, escéptica e ingeniosa exprime todos sus recursos y busca con afán nuevas alternativas de negocio o al menos de subsistencia, legales o no --“por lo civil o por lo criminal”--, se diría que el Estado ha dimitido: la loca carrera de los recortes está llegando a la meta. Las cajas fuertes de los bancos están vacías, no hay capitales ni créditos ni subvenciones, el paro sigue creciendo, los salarios se han recortado, las pensiones se han reducido. Da lo mismo, porque la Troika exige más sacrificios y amenaza de nuevo (ocurre cada dos o tres meses) con suprimir el próximo tramo de ayudas financieras, pactado para el mes de julio. En ciertos periódicos alemanes vuelve a discutirse la posibilidad de expulsar a Grecia de la zona euro; nada nuevo, también es un dato que se repite cíclicamente y que ya no provoca alarma aquí, porque la alarma ha llegado a límites de saturación. Ahora no hay ni siquiera televisión pública en Grecia, pero da lo mismo, porque en la práctica no hay gobierno, así que tampoco hay noticias que dar. Una comisión de empresarios de la restauración y de la cultura fue a pedir una rebaja del altísimo IVA para abaratar los precios en los restaurantes, los teatros y los conciertos y tratar de aprovechar el tirón que en los meses de verano supone la avalancha turística. El primer ministro Andonis Samarás se encogió de hombros: “No podemos hacer eso. No tenemos permiso.”

En una situación tan asfixiante o tan asfixiada, el pequeño grupo de Izquierda Democrática de Fotis Koubelis ha optado por renunciar a formar parte de la coalición de gobierno y se ha aproximado de ese modo (muy a regañadientes) a las posiciones de la opción más votada de la izquierda, Syriza, que critica la política de austeridad y propone exigir a Europa y al FMI una renegociación general de la deuda y de los plazos y las condiciones impuestos para merecer el rescate. La coalición gobernante, represiva en política interior y sumisa a la Troika en la exterior, ha quedado reducida a las dos grandes formaciones de siempre: Nueva Democracia y el PASOK. Sólo que si hace unos años entre las dos acaparaban más del 90% del voto, ahora apenas arañan un 40%.


Mi consuegro, el kir Mihalis, no lamenta tanto el tajo de cerca del cuarenta por ciento que ha sufrido su pensión, como la falta de pulso político en el país. Entiendo mal su retórica algo cargada de efectismo, pero esta es la sustancia del discurso vehemente que me ha dirigido, según versión proporcionada por mi hija: “En esta tierra nació la democracia, y ahora no tenemos democracia aquí. No gobiernan en Grecia los representantes del pueblo, gobiernan los banqueros alemanes. Los griegos ganamos la guerra de Troya hace muchos siglos, pero la actual guerra de Troika la estamos perdiendo.” Tópico, pero claro.