domingo, 31 de mayo de 2020

CUANDO EL GÉNERO NO IMPORTA TANTO



Maléfica (imagen, Disney Wiki)

Le Temps ne fait rien à l’affaire,
quand on est con, on est con.

Georges Brassens



La edad no tiene importancia, decía Brassens en una canción. Se puede ser igual de gilipollas (“con”; hay una equivalencia semántica entre las dos expresiones, ya que no anatómica) a los veinte años o peinando canas.

Tampoco el género es relevante en esta cuestión. Lo ha demostrado ayer Laura Borràs, portavoz de JxCat en el Congreso, al afear a ERC su pacto con el gobierno para alargar un poco más el estado de alarma, con el argumento de que “es dar algo a cambio de nada”. La protección de la población contra una pandemia masacrante no sería nada. Si el gobierno de España quiere alguna cosa, la que sea, de Cataluña, solo es admisible dársela a cambio de concesiones en lo que sigue siendo el monotema de la política “nostrada”, el prusesismo.

El candor en la expresión y la simplicidad en el mecanismo mental separa a Borràs de otras heroínas actuales de nuestras derechas inmortales e insomnes: pongamos que hablo de Cayetana Álvarez de Toledo, Rocío Monasterio, la jueza Carmen Rodríguez-Medel o, más lejana en lo geográfico pero más próxima en lo sentimental a nuestra madonna Laura, Clara Ponsatí, experta en destilar veneno por el colmillo retorcido.

Las citadas, a las que podría añadirse alguna más, componen un catálogo surtido de Hadas Maléficas modelo Disney. La Borràs, la Budó, la Artadi, la Vergés, y en otras latitudes Isabel Díaz Ayuso, no pasan, en comparación, de la categoría de las acelgas mustias, las bledes assolellades. Repiten como cacatúas (la comparación es muy actual, y afortunada) las consignas que les llegan a través de argumentarios en los que todo está escrito en un cuerpo de letra extra grande, para que no se equivoquen. Que no les pase como a la anterior generación de “rubias”, Cospedal, Aguirre y Cifuentes, que presumían de estudios pero se trabucaban ya en el primer renglón de la parrafada.

Me dirán que mi comentario está sesgado, que no cito a ninguna babosa en el campo de la izquierda, y haberlas, haylas. Puede, no digo que no. Búsquenlas como lo hacía Diógenes, enarbolando un farol encendido y a mediodía. No pondré la mano en el fuego de que no encuentren nada que criticar; pero lo que constato, y valga esto de homenaje a todas ellas, es que nuestras protagonistas femeninas de la izquierda se lo han currado ampliamente.


sábado, 30 de mayo de 2020

OTRA VUELTA DE TUERCA A BALZAC



Delphine preparándose para el baile, ilustración del ‘Père Goriot’ de Honoré de Balzac (WordPress.com)


Delphine de Nucingen, née Goriot, está finalizando su toilette para acudir del brazo de su nuevo amante al baile de la vicomtesse de Beauséant. Es un gran día para ella, la ocasión para una parvenue de la burguesía de las finanzas de la Chaussée d’Antin de acceder al gratin aristocrático del faubourg Saint-Germain. Cuando su acompañante, el joven Eugène de Rastignac, aparece por fin, es para anunciarle que Goriot, el padre de Delphine, se está muriendo. Rastignac imagina que aquella será una razón suficiente para que ella corra a su lado y se pierda el baile, pero esta es la respuesta que recibe:

«¡Mi padre, mi padre! No serás tú quien me enseñe lo que debo a mi padre. Lo conozco desde hace mucho tiempo. Ni una palabra, Eugène, no pienso escucharte hasta que te hayas vestido para salir. Hablaremos de mi padre de camino al hotel de Mme de Beauséant. Tenemos que ir temprano, porque si nos quedamos bloqueados por la fila de coches, no podremos entrar hasta pasadas las once.»

«¡Señora!», se sorprende él, mientras Delphine corre a su boudoir a por un collar. Thérèse, la criada, le advierte: «Dese prisa, Monsieur Eugène, o la señora se va a enfadar.»

*   *   *

Casi un siglo después, los duques de Guermantes se disponen a asistir a la cena de Mme Saint-Euverte. Mientras el coche les espera a la puerta, la duquesa pregunta insistentemente a Charles Swann por qué razón le va a ser imposible acompañarles a Italia, en un viaje proyectado para dentro de diez meses. Él se resiste a contestar. El duque les mete prisa: se están entreteniendo mucho, Mme Saint-Euverte quiere a todo el mundo a las ocho en punto a la mesa. Swann acaba por explicar que dentro de diez meses él estará muerto, ha ido a visitarse esta mañana, su enfermedad es muy seria y los médicos le dan como máximo tres meses de vida.

La duquesa opta por no creerle. «¡Es una broma, por supuesto!» «Sería una broma de muy mal gusto», replica él. Y el duque riñe a su mujer: «¡Oriane, deja de charlar y sube al coche de una vez!»

Oriane, confusa, le obedece. Y aquí, aparece la vuelta de tuerca de Proust respecto de Balzac. Al subir al estribo, deja entrever un zapato negro. «¿Qué es eso? ¡Zapatos negros con un vestido rojo! ¡Sube de inmediato a cambiarte, Oriane!», grita el duque. Pero es tarde, Mme Saint-Euverte exige puntualidad, qué más da a fin de cuentas, argumenta ella. Pero el duque es inflexible: que la Saint-Euverte espere, después de todo los Sassenage nunca llegan antes de las nueve menos veinte.

La duquesa sube a cambiarse, vuelve, el coche se pone en marcha y el duque se despide a voces de Swann, que espera en la acera: «¡No se deje embaucar por las tonterías de los médicos, qué diablos! Son unos burros. Está usted más sano que el Pont-Neuf. ¡Nos enterrará a todos!»

*   *   *

Proust tenía en gran estima a Balzac. Los dos hicieron en su obra algo parecido, pero a partir de un método inverso. Después de escribir un montón de novelas que describen las distintas clases sociales de la Francia de la Restauración, Balzac comprendió un día que había una unidad de fondo en el conjunto de sus historias, y las bautizó como “La comedia humana”, dándoles así un toque a lo Dante Alighieri, que había escrito una comedia “divina”.

En sucesivas ediciones fue modificando pasajes de sus obras ya publicadas y espesando la red de sus personajes: si había un usurero, pasaba a ser Gobseck; si un médico, Bianchon. Etc.

Proust partió del extremo opuesto. Concibió un ciclo indeterminado de novelas a partir de un inicio, la rememoración de su niñez en Combray, y de un final, que tiene lugar también en una fiesta mundana en la que todas las viejas relaciones sociales están trastocadas. Entre ese principio y ese final escritos desde el primer día e inamovibles, toda invención era posible, toda ocurrencia nueva podía encontrar su lugar adecuado. Se trataba de un ciclo abierto, de una work in progress, como afirmó en un pasaje de La prisonnière en el que, a propósito de la Tetralogía de Wagner, el narrador nos explica por elevación algo de la obra misma en la que está inmerso.

Una concepción característicamente moderna, por tanto, en relación con el método de Balzac, su maestro y predecesor en tantas cosas.

Otra vuelta de tuerca.

viernes, 29 de mayo de 2020

ROMPER LA ESPIRAL



Una imagen ideal de lo que no deseamos para este país (‘Sandokan al rescate’, carátula de la banda sonora de la película)



Para quienes estamos decididamente a favor (excusen que no diga “a muerte”, es una expresión por la que siento cierta repugnancia) del programa de reformas de este gobierno progresista, el modelo a seguir por parte de nuestros dirigentes debería ser el que marcan, además del presidente Sánchez, ministros como Salvador Illa y Yolanda Díaz, o portavoces como Fernando Simón. Mantienen la serenidad frente a las provocaciones de la oposición y de unos medios cada vez menos ecuánimes (1), dan datos y opiniones argumentadas, y se manifiestan con respeto a todos, independientemente de que esos todos merezcan o no el respeto que se les dedica.

Caso diferente es el de nuestro vicepresidente segundo, que está recayendo de nuevo en su vieja tendencia a personificar a Sandokan, el Tigre de la Malasia. Quizás su actitud belicosa responda a una sugerencia de sus asesores de imagen, pero sospecho que los asesores de imagen siguen al pie de la letra la norma evangélica de errar, no siete veces al día, sino hasta setenta veces siete. A Pablo Iglesias le convendría evitar el fango de las polémicas y dar un perfil más bajo, con un discurso más centrado en los problemas reales, que no faltan. Lo agradeceríamos todos y en particular los electores, creo, porque el barullo y el intercambio de proyectiles de grueso calibre estorban la práctica política y favorecen la antipolítica.

El esfuerzo principal de las fuerzas de progreso que sostenemos a este gobierno no debe ponerse en ningún caso en una política de ojo por ojo, ni en denunciar en el juzgado de guardia a todo el que se propase, sino en romper la espiral rampante que se ha generado de degradación de las instituciones en las que se fundamenta el Estado de Derecho: el Parlamento y las comisiones parlamentarias, los gobiernos autonómicos, la judicatura, la guardia civil…, y ahora también la libertad de prensa.


(1) Lean sobre esta cuestión el oportuno alegato de un periodista de raza como Luis Mari González, en “Nueva Tribuna”: https://www.nuevatribuna.es/opinion/luis-maria-gonzalez/periodistas-alma-medio-selva/20200528133529175424.html
  

jueves, 28 de mayo de 2020

VEINTITRÉS MIL PUESTOS DE TRABAJO



Factoría Nissan de Barcelona. Foto, la Vanguardia


No es la gota de agua que desborda el vaso, porque el vaso estaba ya ampliamente desbordado y el agua manaba a chorros. Pero hoy la dirección de Nissan anuncia el cierre para diciembre de la factoría de Zona Franca, y eso supone la pérdida de tres mil puestos de trabajo directos, más unos veinte mil indirectos en empresas auxiliares, comercializadoras y otras, que habrán de buscarse la vida por otro lado, en un contexto económico pavoroso.

El gobierno ofreció a la firma japonesa toda clase de apoyos y de facilidades, según se informa. Cerrar le saldrá a Nissan más caro que mantener abierta la factoría, se ha informado también. Son dos datos irrelevantes cuando se trata de un grupo empresarial puntero en un sector tan decisivo como el del automóvil, en crisis de reconversión y en el que las tecnologías innovadoras se suceden unas a otras a velocidades supersónicas.

Habida cuenta además de que los grandes grupos multinacionales, las corporated, son en esencia aves migratorias, que nidifican un poco aquí y allá, al azar de las estaciones climáticas y de circunstancias favorables cambiantes. (Cuando no hacen lo que decía el gaucho Martín Fierro de los teros, aves pampinas que «en un lao pegan los gritos, y en otro ponen los güevos».)

Con esta crónica de una muerte anunciada marco una pausa en la serie de comentarios ociosos que he venido publicando en este mismo lugar a lo largo del último mes. Cosas relacionadas con la ventana de oportunidad que puede representar un virus con una capacidad expansiva suficiente para paralizar los procesos productivos en toda la superficie del planeta, si la pandemia permite que se abra paso una nueva racionalidad y se propicie un cambio de marcha, pero sobre todo un cambio de rumbo, de una economía global basada hasta ahora en la rapiña, el despilfarro, la volatilidad, la precariedad, la desigualdad creciente y el cortoplacismo.

El cierre de Nissan será un simple episodio en esta crisis de civilización; pero el coronavirus también lo es. Las grandes fechorías vienen de mucho tiempo atrás, el Perú ya estaba jodido de antes, Zavalita. Una estructura inadecuada del Estado; una concepción despectiva de lo público; las polémicas superficiales y ruidosas de un debate político degenerado en show business; la idea peregrina, en fin, de que habíamos llegado al final del trabajo humano, al final de los conflictos de las clases sociales, al advenimiento de una era de prosperidad universal y al final de la Historia. Como señala la lógica implacable de la Ley de Murphy, todo lo que era susceptible de empeorar, ha empeorado.

Ha empeorado no en una progresión aritmética, sino geométrica. De forma vertiginosa, como los contagios del Covid a partir de la circulación de un salero en un establecimiento de comidas.

Para el sindicalismo democrático, marginado hasta ayer del centro de la escena y maltratado desde todos los ángulos, se abre asimismo una ventana de oportunidad. Su posición en la sociedad y su función aglutinante lo convierten en un factor insustituible para una eventual superación innovadora de la crisis (¡Por favor, nada de una “reconstrucción” de lo que teníamos hasta ahora!)

Para esta nueva travesía, el sindicato deberá aparejar con un velamen distinto del que estaba acostumbrado a utilizar. Y habrá de tener en cuenta que la independencia política, que siempre ha enarbolado como uno de sus grandes valores, es algo muy distinto de la indiferencia por la política.


miércoles, 27 de mayo de 2020

EL TERRITORIO EN LA ORGANIZACIÓN DEL SINDICATO. IDEAS PARA DESPUÉS DEL COVID



Acto de presentación de ‘Perspectiva violeta, la fuerza de las invisibles'. Foto, FSC-CCOO.


Los pasados días 12 y 13 de mayo iban a celebrarse en Valencia las III Jornadas de ‘Perspectiva’, revista teórica de la FSC de CCOO. El Covid obligó a aplazar la cita a una fecha pos-confinamiento, aún por concretar. Para esas Jornadas había preparado yo, ayudado por un pequeño grupo de amigas/os, una comunicación sobre las razones que abonan un mayor despliegue sindical en el territorio. Recojo en este post una parte de dicha comunicación; los habituales de este sitio reconocerán muchas de las ideas que se han venido desgranando en posts recientes. El documento completo que se presentaba a las Jornadas es accesible en el siguiente link:




Julián Sánchez-Vizcaíno expuso así, hace ya algunos años (Nueva Tribuna, 10.5.2012), el núcleo “duro” de esta cuestión pendiente para el sindicato:  

«En este periodo histórico la defensa de los intereses sociolaborales del conjunto de las clases subalternas hace necesario movilizar y poner en valor los recursos del Sindicato para intentar ofrecer soluciones a los trabajadores y trabajadoras no solo en el centro de trabajo, o en el ámbito institucional de la concertación social, sino también de forma prioritaria para abordar las consecuencias derivadas de la precariedad y la deslaboralización, desplegando acciones solidarias de proximidad, poniendo en marcha experiencias de apoyo sociolaboral y a la auto-organización, la formación y el cooperativismo en los núcleos urbanos en los que se concentra la población más vulnerable al paro o la inseguridad, y que encuentra su identidad y sus tiempos de vida en el lugar de residencia, más que en el lugar de trabajo, tan precario como su relación laboral.»

Hay más. Si desgranamos uno a uno los problemas diferentes, sin ánimo de ser exhaustivos, esto es lo que nos encontramos:

a. Las deslocalizaciones y externalizaciones de todo tipo que ocultan las cadenas de valor, y las nuevas formas de organizarse las empresas (singularmente, las llamadas “plataformas”).

b. El desempleo: trabajadores/as sin trabajo. En algunos casos, de larga duración.

c. Los cuidados: trabajadores/as con un trabajo no remunerado.

d. El mundo flotante de los falsos autónomos, de los falsos emprendedores y de los falsos socios de cooperativas. En una palabra, los trabajadores que se explotan a sí mismos hasta agotarse en la ambición de un ascenso social que nunca llega porque no hay currículos ni méritos que consten en ninguna parte, y cada día es necesario volver a empezar desde cero.

e. Las nuevas formas de la prestación laboral “a demanda”, que conducen a un estar a disposición del empleador en horarios exhaustivos 7x24, todas las horas de todos los días de la semana.

f. La necesidad de conciliar trabajo y vida, producción y reproducción. Con incidencia muy especial para las mujeres, implicadas en primera línea en esa contradicción.

g. El problema de la representación y la tutela jurídica de quienes no están representados ni tutelados, o lo están de forma manifiestamente insuficiente.

h. Los socorros mutuos, bella tradición del movimiento obrero desde sus inicios en la época de la primera revolución industrial. En una comunicación reciente, Gabriel Abascal ha difundido una experiencia ejemplar al respecto.

i. Las nuevas formas de cualificación y recualificación que puedan evitar la exclusión social o la dualización ante los desafíos de la digitalización, la automatización y las nuevas tecnologías en la producción o los servicios (1).

j. Y una última razón, no menor, para la acción sindical en el territorio:

En su último libro publicado en vida, Inequality, What Can Be Done? (2014), el economista Anthony B. Atkinson enumeró una serie de “propuestas más radicales” (more radical proposals) para combatir la desigualdad creciente.

Después de señalar a modo de provocación que «se habla de la tecnología como si viniese de otro planeta y acabara apenas de aterrizar en la Tierra», incluyó entre dichas propuestas la siguiente: «La dirección del cambio tecnológico debería ser una preocupación explícita de los políticos, y estos deberían estimular la innovación tendente a aumentar la empleabilidad de los trabajadores y enfatizar la dimensión humana en la oferta de servicios.» 

En su argumentación de la medida, Atkinson mencionó la insuficiencia, cuando no la falacia, de medidas tales como la bajada de impuestos, la promoción de la libre competencia, la flexibilización del trabajo o las privatizaciones.

Señaló asimismo que dejar la innovación en manos de intereses oligopólicos tan poderosos como los que representan Google, Amazon o Uber, es dejar libre el campo para una tecnología concebida como el instrumento de dominación más sofisticado e irresistible que haya conocido el género humano. La tecnología no es neutral en sí misma: debe ser dirigida políticamente, desde los poderes públicos, los cuerpos intermedios y la acción colectiva de la ciudadanía.

Entre esos “cuerpos intermedios” mencionados por el prestigioso economista, sin duda ha de estar presente el sindicato. Desde su autonomía, el sindicato puede y debe implicarse en participar en una “dirección” consciente de la innovación, hacia objetivos de mayor ocupación y bienestar social, y no como promoción de la ganancia privada.

En relación con el territorio, eso representa rescatar una idea renovada de “comunidad”, de lo “común” a personas diferentes que viven en un mismo entorno geográfico. Pero no el tipo de comunidad cerrada, alimentada por el rencor, que desconfía de todo lo que es distinto y de lo que supone una novedad; sino una comunidad inclusiva de la diversidad y favorecedora de la igualdad y de la representación adecuada de esa diversidad.

Desde ese tipo de comunidad concebida como proyecto común, es posible abordar una transformación de largo alcance y sostenible del modelo de desarrollo, del cuidado escrupuloso del medio ambiente, del arrumbamiento de los estereotipos de género y de nuevos modelos de formación profesional, de aprendizaje a lo largo de la vida, que promuevan una ciudadanía activa sin exclusiones.

Hoy estamos situados frente a grandes desafíos: la llamada “revolución verde” representa un objetivo global para el planeta, pero también oportunidades de recuperación económica de la llamada “España vacía”, mediante la instalación estratégica de nuevas plantas tecnológicamente avanzadas productoras de energías limpias: solar, eólica, hídrica, geotérmica. Esa nueva industria energética tendrá capacidad para revitalizar regiones atrasadas y atraer a ellas población joven y nuevo empleo.

La puesta en valor del inmenso patrimonio cultural de nuestro país, y su inserción en una oferta turística más valiosa y consistente que el consabido “sol y playa”, es otra ventana de oportunidad que no se debe desaprovechar. Nuevas iniciativas sostenibles protagonizadas por nuevos actores económicos pueden generar nuevo empleo y una puesta en valor de poblaciones y comarcas afectadas por una larga decadencia. Eso significa planificar estratégicamente las políticas activas de empleo y en particular una formación profesional equitativa y de calidad.

Otras oportunidades nacerán de un estudio atento de las posibilidades particulares de cada lugar, de cada entorno, para convertir una economía rutinaria y caciquil basada en la mera extracción de rentas, en otra innovadora y centrada en la mejora del horizonte vital de personas, comunidades y territorios.

En Italia, esa iniciativa amplia ha dado lugar a un plan sindical ambicioso, el llamado Piano del Lavoro. Algo parecido podría y debería hacerse también en nuestro país.


 (1) Méda, Dominique: Los efectos de la automatización en el trabajo y en el empleo; Acosta, Estella: Digitalización y cualificaciones: el empleo y la clasificación profesional, en Pasos a la izquierda no 10; Una digitalización justa y equitativa, en la misma revista no 9, y en el blog de ISEGORÍA.


martes, 26 de mayo de 2020

POR UNA ECONOMÍA SOCIAL Y SOLIDARIA



La ministra de Economía Nadia Calviño. Foto, Expansión.


Es una buena noticia la reunión de CEPES, es decir la Confederación Empresarial Española de la Economía Social, con la ministra de Economía Nadia Calviño, y la sintonía constatada en dicha reunión en cuanto a la importancia del llamado “tercer sector” para una salida de la crisis económica, no en el sentido de una “reconstrucción” de lo que había antes, sino de innovación en una dirección distinta.

No todos los entresijos de la reconstrucción/innovación de la economía van a poder resolverse desde la atalaya de las distintas confederalidades concurrentes: la empresarial stricto sensu, la sindical ídem de ídem, y la gubernamental que de algún modo engloba y resume a las otras dos. (No entro aquí en la conveniencia o no de la presencia de los partidos políticos parlamentarios, ya que algunos solo desearían sentarse a esa mesa para reventar los consensos.)

Quedarán, en el mejor de los casos, flecos por resolver. Uno de ellos está ejemplificado en el problema Nissan, y es el caso de un comportamiento frecuente en el capital “peregrino” cuando llega a la posada nacional: entra dando voces, pasa por delante del resto de comensales, exige manteles nuevos, cubertería de plata, servicio impecable, manjares escogidos, vinos de añada; y después de repartir sonrisas a la concurrencia y de prometer propinas generosas, se larga de pronto dejando la cuenta sin pagar.

Otro fleco puede estar ejemplificado en la economía de los cuidados, que es una economía tan absolutamente sumergida que no se le supone ningún valor en términos de PIB, ningún coste más allá de un nebuloso voluntariado social, y en consecuencia ninguna remuneración debida.

El ingreso mínimo vital, que se aprobará al parecer este viernes, será un alivio a esa situación insostenible; pero un alivio no es un reconocimiento. Los cuidados deben entrar con paso firme en la economía emergida, desde el momento en que responden a una necesidad en gran medida nueva y creciente, ligada al crecimiento de la esperanza de vida  y a la calidad de la vida en sus etapas postreras.

Y finalmente, un tercer fleco de visibilidad difícil puede ser el del funcionamiento de la economía social y solidaria, las cooperativas y las sociedades anónimas laborales. El sector debe crecer y fortalecerse en el contexto más amplio de imprimir una nueva dirección a las actividades económicas, para sustraerlas del objetivo exclusivo del beneficio para el accionista (con esa crudeza lo planteó Milton Friedman) y atender de preferencia a la utilidad social del trabajo. 

La ministra Calviño escuchó a la CEPES y coincidió en la importancia de encontrar vías de financiación, de protección legal y de expansión de las cooperativas ligadas a un territorio y a una comunidad de personas. Será una forma de recuperar riqueza, biodiversidad, sinergias y empleo fijo, en geografías hoy abandonadas de nuestro territorio.

Urge enhebrar el hilo adecuado en esa aguja.


lunes, 25 de mayo de 2020

ESTE GOBIERNO NO APOYA EL TOREO



El Cholo Simeone conduciendo el diálogo social (Foto, Marca).



Roca Rey, que al parecer es un diestro peruano, reclama ayudas del gobierno y se queja de que «no apoya el toreo». La frase puede tener varios niveles semánticos. En cualquier caso, no, este gobierno no va por ahí, no va a apoyar toreos de ninguna clase.

Cierro capítulo, y me centro en el diálogo social, tema de moda desde que la CEOE lo ha interrumpido con base en la presuposición ─no fundamentada─ de que el gobierno la está toreando.

La CEOE, alegan algunos amigos, no se quejó cuando Mariano Rajoy decretó una reforma laboral sin consultar a los agentes sociales. ¿Por qué entonces se queja ahora?

Tuvo sus razones entonces, y las tiene también ahora. Rajoy dinamitó el diálogo social. Dijo alto y claro que era innecesario. Y al mismo tiempo quitó al gobierno de en medio. En el esquema planteado en 2012, cuando ya los bancos habían sido rescatados y el país había añadido a la Constitución una nueva cláusula según la cual las cuentas públicas no podían presentar déficit de ninguna clase, los empresarios recibieron gratis un paquete de facultades discrecionales que se suponía que les ayudarían a generar empleo; y los trabajadores vieron cómo se iban por el desagüe derechos adquiridos, a cambio de la promesa de un maná de abundancia de empleo-sin-derechos que supuestamente iba a caer del cielo.

Fue un pase de magia propio de un aprendiz de brujo, y sin embargo estuvo avalado por las troikas que dirigen los destinos de la aldea global sin que nadie les haya mandatado para ello. Fue el prólogo al desastre más descomunal en la historia de la humanidad desde que Hitler invadió Polonia. Quienes siguen empeñados en que los males actuales provienen de un miserable virus, deberían incluir en su ecuación la gran dejación de sus responsabilidades por parte de los gobiernos, y los terribles resultados de una política darwinista consistente en dejar manos libres a los empresarios y atarlas a los sindicatos.

Ahora nos enfrentamos a toda clase de alarmas y emergencias en relación con un virus cuyas características letales están muy por debajo del nivel alcanzado por la ciencia médica y por la tecnología farmacéutica. Ocurre simplemente que esa alta eficiencia médico-sanitaria fue reservada cuidadosamente para quienes podían pagarla. La sanidad en su conjunto se precarizó, desde la suposición de que la salud de los ricos contaba con un nivel suficiente de protección por más que los mindundis se vieran abocados a toda clase de dolencias y plagas.

Sin tener en cuenta que, en el mundo de hoy, todo se interrelaciona; que nos salvamos y nos hundimos en bloque, y no hay paraísos privados libres de contagio para las personas, por mucho que los haya para los capitales financieros.

El Estado deudor dimitió de sus responsabilidades en relación con sus ciudadanos; el mismo concepto de “ciudadano” fue puesto en cuestión, en su acepción de sujeto de derechos y de obligaciones respecto de la cosa pública, del común. Porque lo público y lo común fueron valores que se arrumbó y se depreció a la categoría de entelequias obsoletas.

En la actual situación de balance y cuenta nueva, el diálogo social vuelve a ponerse en marcha, con reticencias importantes pero con un nuevo impulso por parte del gobierno.

El gobierno está ofreciendo a las patronales apoyo concreto, no para el "toreo" sino para la “reconstrucción” (si la tarea que tenemos por delante se quiere definir así) de la economía, o más exactamente para su reconducción desde criterios más sostenibles, más colectivos, más solidarios. Las patronales son sensibles a ese planteamiento, en principio. Con excelentes razones para ello: de pronto se han dado cuenta de que la fuerza de trabajo no es abstracta, está hecha de personas de carne y hueso; y no es fungible, sustituible e intercambiable a voluntad.

Ha habido por en medio experiencias límite: la fuerza de trabajo sencillamente se contagiaba y se moría, y la producción no podía continuar al ritmo previsto. Aunque pudiera, tampoco lo haría porque también los consumidores, del mismo modo que los productores, se contagiaban y se morían. Lo han tenido que asumir Boris Johnson, Donald Trump y Jair Bolsonaro. No lo ha asumido aún Isabel Díaz Ayuso, pero sus fantasías húmedas no le servirán de nada como haya un repunte. En los valles bergamascos, la orden de mantener a toda costa las fábricas abiertas desembocó en una extraña procesión nocturna de setenta camiones que se llevaban a otros lugares los cadáveres que ya no cabían en los cementerios y los crematorios abarrotados de la región.

Hay que ir al diálogo social, entonces, con presencia de los llamados agentes sociales y del gobierno, porque si el gobierno no está, o se limita a hacer de guardián del tráfico, será imposible avanzar. Menos mal que tenemos ahí a Pedro Sánchez y a Pablo Iglesias, a Yolanda Díaz y a María Jesús Montero, y no sigo enumerando; imagínense en su lugar a Casado y Abascal, a Rajoy y Fátima Báñez. No hace falta mucha imaginación; ya han estado ahí.

Hay que ir al diálogo social sin telarañas en la cabeza, sin postureo, sin toreo ni de salón ni del otro, con la clara conciencia de que solo si todos ganamos algo, y todos evitamos perder lo esencial, podremos escapar de esta trampa puesta por una naturaleza maltratada, y estaremos en mejores condiciones para no vernos atrapados en la siguiente trampa que sin duda aparecerá.

En el horizonte se dibuja ─tal vez─ un nuevo Estatuto de los Trabajadores. Deberíamos avanzar hacia él procurando no poner el carro delante de los bueyes. Teniendo muy presente el librillo del Cholo Simeone: partido a partido es como se ganan los campeonatos.


domingo, 24 de mayo de 2020

CONTAR EL PASO DEL TIEMPO



Afrodita jugando con Eros, estatuilla del 300/275 a. de JC.


No cambia el escenario, es siempre una mansión junto a la playa, en las Hébridas, delante de una isla en la que se levanta un faro. En la primera parte, la casa está ocupada por una familia amplia que veranea en ella, los Ramsay. La madre ─figura central─ es una mujer hermosa, imperiosa de una manera dulce, previsora, práctica; el padre, un sabio, resulta patético por su continua exigencia de muestras de afecto como vía de autoafirmación; les acompañan ocho hijos, en edades críticas entre la post adolescencia y la niñez. Hay además varios invitados de nota (literatos, artistas, un parlamentario), y, por supuesto, el servicio. Se planea una excursión al faro para el día siguiente, pero los pronósticos meteorológicos son pesimistas. Mrs Ramsay dirige la preparación de una cena historiada, boeuf en daube, y espera que esa misma noche su hijo dé la noticia de su compromiso matrimonial con una muchacha que le conviene.

La excursión al faro se realiza por fin, en la tercera parte del libro. Han transcurrido por en medio, no una noche, sino diez años. Ha habido una guerra, varias muertes en la familia, cambios sísmicos en las vivencias y en las expectativas de los personajes retratados. Lily Briscoe, la artista aficionada, había empezado diez años atrás una pintura en la que se veían el jardín, el seto, un árbol, el mar, el faro al fondo. Fue un intento fallido, y durante la cena estuvo pensando que debía correr el árbol hacia el centro de la composición, para equilibrar las masas y hacer desaparecer un incómodo espacio desprovisto de interés pictórico, a un lado. Recuerda por la mañana aquella idea antigua y toma asiento delante del caballete con un lienzo en blanco. Contempla el faro y medita durante un momento incierto sobre su trabajo: por dónde empezará, cómo expresará lo que desea transmitir. «La gran revelación no había llegado. La gran revelación tal vez no iba a llegar nunca. En su lugar había pequeños milagros cotidianos, iluminaciones, centelleos que penetraban de forma inesperada en la oscuridad; este era uno de ellos.»

Entre las dos partes del libro, los diez años transcurridos se resumen en una sección de pocas páginas, bajo el título «Time passes», el tiempo pasa. No hay personajes, salvo en algunas brevísimas acotaciones entre corchetes. La casa está vacía, el jardín descuidado, hay hormigas, una plaga de ratas, la naturaleza ocupa el espacio antes habitado con su característica insensibilidad hacia los humanos. Las bombas estallan muy lejos, en el frente de batalla. Aquí los rayos de luz del faro siguen penetrando a un ritmo isócrono por las ventanas de la casa deshabitada, y barren con sus ráfagas los muebles polvorientos que se desvencijan poco a poco.

Estoy hablando de “Al faro” (To the Lighthouse), la quinta novela en orden cronológico de Virginia Woolf, mi preferida. La estoy releyendo estos días de confinamiento, con tanto tiempo a mi disposición. Contiene lecciones que escapan de las páginas del libro, de la anécdota mínima en la que se apoyan. El tiempo, el paso imperceptible del tiempo, es el gran protagonista oculto de la narración, ese criminal improbable que los sabuesos de Scotland Yard buscan sin descanso desde el primer capítulo de las novelas policíacas.

La misma idea de los efectos del paso del tiempo se ha desarrollado en literatura mil veces, con mayor o menor fortuna. Todo empezó, seguramente, con la Odisea. Pero se trata de una historia que nunca se acaba de contar. Vemos, por ejemplo, la figura que encabeza estas líneas, y nos recorre un escalofrío: si una imagen es siempre idéntica a sí misma, el tiempo que transcurre y los ojos que la contemplan en cada momento la modifican de forma imperceptible pero continua, crean para cada ocasión una nueva imagen dotada de un aura propia.

De estas cosas hablábamos ayer tres amigos, en un chat de facebook. Heráclito dijo que no podemos bañarnos dos veces en el mismo río. Tampoco podemos ver dos veces la misma imagen: el sustrato será idéntico, pero la percepción habrá cambiado sutilmente los significados.


sábado, 23 de mayo de 2020

JUNTAR LAS LÍNEAS



El equipo de gobierno (imagen tomada de el diario.es)


Lo que me dispongo a escribir difícilmente va a ser bien entendido, y posiblemente me valga algún capón por parte de quienes son aficionados a propinarlos.

Es ello que en la recentísima minicrisis sobre una cuestión filosófica casi metafísica y de corte nominalista ─la derogación in toto y con fecha de caducidad de la reforma laboral del año 12─, se ha dado un abanico de reacciones críticas que han acentuado uno u otro aspecto en función de los argumentarios de las casas madre. Prevalece la sensatez, pero es una sensatez cuajada de matices diferenciados. Se ha señalado con el dedo a varios culpables, no los mismos en todos los casos.

Supongo que todo eso tiene que ver con nuestra educación sentimental. Hace unos cuantos años, las cosas eran abiertamente así y nadie se escandalizaba. Adelanto una anécdota y luego esbozo una hipótesis de explicación.

La anécdota: me encontré hará un par de años a la puerta de la sede de Comisiones de Cataluña con un viejo compañero al que no veía desde tiempos casi inmemoriales. Nos saludamos, nos abrazamos, nos palmeamos la espalda, intercambiamos los consabidos «cómo te va». Entonces él se puso serio: «Lo que está ocurriendo ahí dentro [señalando la puerta] es una vergüenza. Supongo que sabes a qué me refiero.» «Ni idea, le dije. Cuéntame.» Casi empezó a hacerlo, pero se interrumpió de pronto, me miró a los ojos y me preguntó: «Oye, ¿tú con quién te juntas?»

Le dije que con nadie y con todos; pero esa no era la respuesta correcta. Me dio largas y se despidió.

Vamos ahora a la hipótesis de explicación. En el funcionamiento, sin duda plenamente democrático, del sindicato en las épocas en las que mi amigo y yo militábamos a tiempo completo, tenía una importancia esencial con quién te juntabas. Sin duda, la dirección colectiva del sindicato elaboraba su línea con plena independencia respecto de los partidos políticos, pero las personas que formábamos parte de esa dirección militábamos por lo general en unos partidos que, casi sin excepción,  funcionaban según la norma del "centralismo democrático".

Entonces, nuestras intervenciones y nuestras tomas de posición estaban condicionadas desde su origen. Cuando votabas una línea de acción concreta en una casa, tenías conciencia de que el sentido de tu voto podía acarrearte una acusación de desviacionismo en otra casa que era también tuya.

Quizás en esa esquizofrenia cabe encontrar la clave de tantas ocasiones históricamente malbaratadas. Debo decir en honor de mi generación que ese asunto nos preocupó mucho y que buscamos resolverlo de distintas maneras. Luchamos contra dogmas difícilmente comprensibles, misterios de la santísima trinidad que nadie entendía en realidad, pero que todos repetían a cosica hecha. Intentamos infundir en los comiteles centrales algo que entre nosotros llamábamos “cultura de fábrica”, la sensatez peculiar de quien se enfrenta todos los días a la contradicción principal y ha aprendido a escuchar, a dialogar y a negociar soluciones viables que no obedecen a ningún “instinto de clase” adquirido por ciencia infusa, y menos aún a ningún catecismo infalible bajado a nosotros desde las alturas.

Ahora las cosas son de otro modo, pero apostaría a que en los comiteles centrales sigue faltando cultura de fábrica, y a que de ahí provienen determinados resbalones.

Pero no es esa la cuestión que me aflige. Y tampoco la de los liderazgos. ¿Por qué no va a resistir Pedro Sánchez la comparación con sir Winston Churchill, aquella sabandija que solo acertó una vez en su lamentable carrera política, y se vio premiado además de rebote con un infumable Nobel de literatura?

No importan tanto los liderazgos. Rommel era cien veces mejor táctico que el viejo Monty, del que se reía todo el mundo, pero Monty ganó la batalla de El Alamein por el sencillo procedimiento de taponar todas las vías por las que podía ser flanqueada y tomada del revés su posición. Y a partir de ese giro copernicano de la ciencia militar, su adversario aprendió que la táctica es una sucia manía, un regate en corto, si no va acompañada por una logística adecuada.

Yo pediría respetuosamente que se deje de poner nota a los miembros del gobierno. Importa el resultado y no el jogo bonito, como expresaba en mi post de ayer. En el equipo titular hay ciertamente virtuosos y tuercebotas, pero todos ellos están ahí, y quien gana o pierde la competición no son ni las individualidades ni las distintas partes componentes. Gana o pierde el equipo, el bloque, y la primera condición para la victoria es la de juntar las líneas.

O eso dicen los entrenadores.
    

viernes, 22 de mayo de 2020

EL ARTE COMO ARTEFACTO


‘Fontaine’, ready-made de Marcel Duchamp.


Leo en elpais el siguiente titular: «El indescifrable origen de la primera obra de arte». Se refiere a unas pinturas rupestres antiquísimas descubiertas ahora en una cueva del Timor Oriental. Da lo mismo. Hasta bien entrado el siglo XIX el arte no era arte, era una representación motivada por diferentes objetivos, todos ellos utilitarios: podía tratarse de propiciar la caza, de conmemorar una conquista, de ensalzar la gloria de una divinidad, o de abrir una ventana a un paisaje soñado en una sala de recibir visitas más bien oscura. No existía el arte como concepto, solo artefactos.

Los orígenes de esos artefactos eran diversos, si bien todos ellos descifrables. Cada artefacto era un sinsentido si se lo separaba de su contexto, y su contexto era un mundo muy real, muy opaco, muy conflictivo. Cuando la representación que luego se llamaría artística se despegó (muy a regañadientes) de la magia, la religión y los fastos de la monarquía, se impuso a sí misma un nuevo objetivo de orden pedagógico: proceder al ordenamiento y la explicación adecuada de un mundo real problemático. La poesía y sobre todo la música, que tenían una configuración más abstracta, podían por esa razón llevar más a confusión. Sin embargo, también ellas estaban obligadas ética y estéticamente a evocar emociones concretas, movimientos del ánimo dirigidos a reforzar elementos de estructura subyacentes tales como el orden, la armonía, la simetría, la transparencia, la inteligibilidad.

El arte por el arte apareció como filosofía cuando el mercado separó artificialmente el valor material de la obra (el trabajo, el tiempo, la invención) de su encaje absoluto, metafísico, en un universo separado del mundo. El artista se erigía de esa forma en sacerdote de un nuevo culto reservado a una cofradía de iniciados. La “primera obra de arte” consciente de sí misma pudo ser uno de aquellos ready-made que Marcel Duchamp presentaba a la Exposición de los Rechazados de la Academia. 

Es decir, poca cosa más que redundancia, solipsismo, ensimismamiento. En un arte de masas serio como es el fútbol, el jogo bonito deviene en una pasión inútil si no es capaz de sumar los puntos de campeonato de tres en tres.