sábado, 30 de junio de 2018

LEJOS DEL MUNDANAL RUIDO


Las cinco monjas supervivientes de la comunidad de Valdeflores, en Viveiro (Lugo), han arrojado simbólicamente la toalla, clausurado el monasterio y depositado la llave de la entrada en las oficinas del obispado de Mondoñedo-Ferrol. No se abre ahora para ellas una nueva etapa de su vida monástica; o por lo menos, no se abre mucho. Se van a Cangas de Narcea, Asturias, más lejos aún del mundanal ruido que la instalación que ocupaban hasta ahora, un edificio antañón del siglo XV declarado monumento histórico y bien de interés cultural, cosa que induce a sospechar que la calefacción central brillaba por su ausencia, que para disponer de agua caliente no bastaba con abrir el grifo correspondiente, y que las noticias del mundo no llegaban a través de las telenoticias sino, en el mejor de los casos, filtradas a través de la Hoja pastoral confeccionada en el obispado de Mondoñedo-Ferrol y repartida con el correo ordinario a las instituciones monásticas de la extensa diócesis.
Las reverendas, todas ellas por encima de los ochenta tacos, ocupaban su vida ─en teoría─ en la oración, el estudio y la confección de golosinas diversas. En la práctica se añadía a estas actividades lo que la cronista Cristina Huete describe como un «hervidero de rencillas».
Normal. Como en todas partes. No han trascendido los motivos de las tales rencillas, solo que había dos bandos enfrentados. No es probable que unas fueran indepes y otras unionistas, unas de Messi y otras de Cristiano, unas de Feijoo y otras de Cospedal, unas de Pedrerol y otras de la Morena, unas de Belén Esteban y otras de Risto Mejide. Los motivos de roce podían ser muy otros, qué sé yo, la proporción mayor o menor de canela a incluir en la receta de los almendrados. Siempre hay alguna excusa para andar a la greña.
Las dominicas dimitidas en bloque alegan que se les hacía imposible «encontrar nuevas hermanas más jóvenes que revitalizaran la vida comunitaria.» Las candidatas a revitalizar la vida conventual seguramente salían disparadas en busca de otros horizontes cuando tropezaban con aquellos frentes rígidos de hermanas menos jóvenes dispuestas a imponer por todos los medios sus propios criterios sobre cómo han de hacerse las cosas. En las casas bien de Barcelona las señoras de toda la vida encuentran el mismo problema con las chicas de servir. «El servicio se está poniendo imposible» es frase que vengo oyendo generación tras generación desde mi más remota infancia.
Es dudoso que el traslado a Cangas de Narcea represente un alivio al espinoso problema de las cinco religiosas. Si hemos de recurrir a argumentos de autoridad en este asunto, Horacio ya dejó escrito que al viajero no le basta con cambiar de cielo, sino que es necesario que cambie también de alma. Y Jean-Paul Sartre, aquel gran bronquista, sacó como conclusión de sus numerosos rifirrafes con su entorno inmediato (incluida la grande en todos los sentidos Simone de Beauvoir) que el infierno son los demás. Así en café Flore de la Rive Gauche, como en el convento dominico de Valdeflores, en Viveiro.
 

viernes, 29 de junio de 2018

VIDA PRECARIA


(A una amiga)

No es tu casa la que está hipotecada; es tu persona. Lo precario no es tu trabajo; es tu vida. No te sobra mes al final de tu sueldo; te sobra mes también mientras el sueldo aún te alcanza.
Vives una vida demediada; te ves forzada a recortar tus horizontes y tus espacios de libertad, para ajustarlos a unos ingresos insuficientes por un trabajo indecente con una exigencia de dedicación desmesurada.
Valoras por encima de todo tu libertad, pero es también una libertad demediada, menos que demediada puesto que no depende de ti. Un telefonazo de la ETT determina tus expectativas para mañana, para el próximo fin de semana, para la semana entrante, apenas para nada situado más allá: será echar horas como un reló para disponer de algo de tela con lo que hacer planes, o bien dedicarte durante una temporada a equilibrios para vivir del aire.
Tu ámbito de libertad, muy reducido, está situado además enteramente al margen de tu vida laboral. Tu vida laboral, para expresarlo con claridad, no es vida; tu libertad en el entorno laboral no llega ni siquiera a la libertad interior del prisionero que organiza su tiempo vacío de reclusión con un mínimo de autonomía. Tu tiempo de reclusión no es tuyo, tampoco; viene marcado por los plazos establecidos y sobrecargado por exigencias imperiosas de productividad abstracta, venidas de fuera.
Mantienes intacta la rebeldía, conservas tus derechos inalienables de ciudadanía y tu libertad ─de la que haces un uso libérrimo─ de expresión. Magnífico. Pero eso ocurre fuera del lugar de trabajo, claro. En tu exigente horario laboral no son concebibles ni rebeldía, ni derechos, ni expresión libre, a menos que quieras verte en la puta calle en un santiamén.
¿Es este un mundo libre? Rosa Luxemburgo dijo que la única libertad de expresión que importa es la de quien no piensa como nosotros.
De forma análoga, es plausible (ya ha sido dicho) afirmar que la libertad “de” trabajo y “en” el trabajo es la piedra de toque de toda la libertad que se predica de las personas humanas.
La determinante. La única que importa en último término.
 

jueves, 28 de junio de 2018

EL PASO HONROSO DE QUIM TORRA


El rifirrafe protagonizado por el president catalán Quim Torra y el embajador Pedro Morenés, en el curso de una conferencia celebrada en una institución privada de Washington DC, revive la antigua práctica de los “pasos honrosos”, en la que destacó literariamente Don Quijote cuando sostenía frente al mundo entero que Dulcinea del Toboso, su dama, era superior en belleza y virtudes a cualquiera otra realmente existente o bien ficticia, encumbrada a la fama por el coro de alabanzas unánimes de los artistas más reputados. Además de las andanzas del hidalgo manchego, que tuvo una fortuna desigual en su intento, es muy conocido el paso honroso que sostuvo don Suero de Quiñones en el puente sobre el río Órbigo, contra decenas de caballeros de todo pelaje, en el año 1434. Eran tiempos en los que aún no se habían inventado los mundiales de fútbol para dirimir en el campo (estadio) del honor los pujos de supremacismo de los diferentes pueblos, naciones y tribus desperdigados por la redondez de la tierra.
Torra planteó en su parlamento la opresión histórica de Catalunya por parte del Estado, y el encarcelamiento o el exilio arbitrario actual de los principales adalides de la cosa patria. Se alzó entonces Morenés para negar las acusaciones, añadiendo la tacha de mentiroso a quien dijere lo contrario. Se enfadó Torra, que abandonó la sala cantando El Segadors y seguido por sus secuaces, que componían más de la mitad de la audiencia de la reunión. Quiso luego regresar a la liza Torra, para mayor rebomborio de las agencias de prensa, pero fue detenido por el personal de seguridad, que le informó que en tanto que provocador de un disturbio tenía negado el acceso a la sala. Se encrespó el president al replicar que no había sido él el provocador, antes bien el fementido embajador. Oyéronle los seguratas como quien escucha el caer de la lluvia, y finalizó así, en anticlímax, el prodigioso desafío.
Tempestad en un vaso de agua y nada entre dos platos, me dirán ustedes. De acuerdo, pero no sé qué ganamos con la imagen de descerebrado que se va ganando a pulso un president traído al centro de la escena política más o menos como Poncio Pilatos al Credo, y al que muchos veíamos como una pieza humilde en sí misma, pero potencialmente útil en definitiva, para enfriar la temperatura y rebajar el volumen de un “suflé catalán” colocado en un horno a temperaturas muy altas.  
No está todo perdido aún, pero nos tiemblan las carnes, igual que nos ocurre en el caso de la Roja, al comprobar que hasta la fecha ninguno de los mecanismos previstos para garantizar el buen orden del equipo funciona, que la afición eleva de día en día el diapasón de su fervor tocando el bombo cada vez con más fuerza, y que solo estamos aún en los octavos de final de la larga y empinada cuesta.
 

miércoles, 27 de junio de 2018

LA LLAMADA DE LA MANADA


Convocada por el “efecto llamada” de los posicionamientos públicos de representantes conspicuos del alto clero y la alta judicatura, la violación en grupo despunta como el nuevo deporte de moda para el verano. Un obispo sostiene que las muchachas en flor están poseídas por el diablo; un juez discrepante asegura que las víctimas gozan al ser violadas. Del cruce de ambas afirmaciones resulta que la acción de violar colectiva y desinteresadamente no es solo socialmente admisible, sino incluso loable. En el caso reciente de Molins, la muchacha fue primero drogada, asaltada luego en el maletero de un coche, y finalmente abandonada a su suerte con catorce heridas y desgarros que hubieron de ser tratados en el hospital, para no hablar de la ropa hecha jirones. A pesar de tales indicios, los mastuerzos autores de la fechoría, que fue ritualmente grabada en sus móviles para posterior envío a las redes sociales, aseguran que hubo consentimiento expreso de principio a fin por parte de la víctima. En la Gran Canaria, otros cuatro energúmenos protagonistas de una hazaña similar se han dado a sí mismos el título nobiliario de “Nueva Manada”.
La pregunta que se hacen al respecto muchas personas de bien, con una conciencia sensible, es por qué las jóvenes de hoy se exponen tanto; por qué frecuentan las discotecas hasta altas horas; por qué confraternizan con varones poco fiables a los que no conocen apenas; por qué se animan a consumir el tercer cubata por más que sea de invitación. La respuesta, simplificando mucho, es que las chicas quieren ser iguales a los chicos. Tener su misma libertad, su desenvoltura, su atrevimiento, sus mismos códigos sociales de aceptación y de pertenencia.
Digo “simplificando mucho” porque las chicas no son género sino personas, con todas sus potencias y sus sentidos. Con todos los derechos individuales y colectivos vigentes en una sociedad moderna, como es la nuestra mientras no se demuestre lo contrario. No están poseídas por el diablo, o en todo caso (para quienes acepten la existencia del diablo y su presencia activa en el Mundo como uno de los enemigos del alma inmortal ─Mundo, Demonio y Carne, según el viejo catecismo─), no están “más” poseídas por el Maligno que los varones, cuya conducta desenfadada no inspira el mismo horror a los obispos ni a los jueces discrepantes. Tampoco disfrutan ellas, salvo posibles excepciones de orden patológico, con los golpes, el maltrato y los forzamientos. Buscan otra cosa, y lo que encuentran es eso. La violación en grupo de víctimas propiciatorias no es más “normal” ni más aceptable que la conducta del violador solitario y compulsivo que acecha a su víctima en un portal oscuro y esgrime una navaja como primer y único argumento.
Conviene detenerse a pensar estas cosas. Dejar de considerar la sumisión como una cualidad que realza la personalidad femenina; descartar la prudencia y el recato como prendas reconocibles de la virtud, y la virtud misma como una exigencia únicamente para una parte de la sociedad porque la otra, ya se sabe…
Este podría ser un mundo espléndido si entre todas/todos conseguimos acabar de una vez con la infección social que representan todas las pequeñas esclavitudes, los prejuicios y las servidumbres, incluidas en el paquete las servidumbres voluntarias.
 

martes, 26 de junio de 2018

DAR UNA DIRECCIÓN AL CRECIMIENTO


Recorté el artículo de Mariana Mazzucato en El País de papel del domingo (1) para leerlo despacio en el AVE, en el viaje de regreso a Barcelona.
Lo leí tres veces.
No pretendo explicarlo ce por be. Es muy directo y conciso, muy claro. La idea de partida es la siguiente contradicción, planteada por Dick Nelson. ¿Por qué la ciencia y la tecnología nos han llevado hasta la Luna, y sin embargo no han sido capaces de hacer desaparecer los guetos?
La respuesta es evidente: la ciencia y la tecnología tienen una capacidad prodigiosa para contribuir a una existencia mejor y más satisfactoria, el único requisito para ello es utilizarlas bien.
Aprovechar bien las enormes posibilidades de la ciencia y la tecnología implica una forma particular de trabajar (me remito al respecto a tantos posts anteriores sobre el tema) y asimismo una forma particular de gobernar; y este último es el punto en el que quiero insistir ahora. Los retos globales imponen respuestas globales, los retos concretos imponen una capacidad de respuesta concreta. A eso es a lo que Mazzucato denomina “misiones”.
Una “misión”, dice la autora, es un reto más complejo y más “perverso” que el de llegar a la Luna. La perversión consiste en que los efectos reales se vuelven en contra de las intenciones ideales. Algo emprendido para mejorar la vida de las personas suele acabar por empeorarla (en los grandes números; algunos pasan a acumular más poder y más recursos, en el proceso fallido de mejorar la vida de los otros); la desigualdad se acentúa, el entorno se degrada.
El gobierno de la innovación no puede ser rutinario, ni abandonarse al criterio de los egoísmos privados, ni ser cauteloso, ni delegar la gestión concreta de los procesos en las indicaciones abstractas de los algoritmos. El crecimiento necesita una dirección adecuada y unos criterios. Señala Mazzucato que las misiones deben ser audaces, tener valor social, ser concretas, ser evaluables en términos cuantitativos al final del plazo marcado. También, y la cuestión me parece de la máxima importancia, fomentar (cito textualmente) «colaboraciones entre sectores, entre participantes y entre disciplinas, y que permitan múltiples soluciones distintas y desde la base.»
Un dogma ridículo de la política de campanario exige al político “cumplir el mandato de los electores”. Es ridículo porque implica una confusión inaceptable entre el “proyecto” (el mandato inicial) y el “trayecto” (su realización práctica en el terreno de lo concreto), como si los mandantes, una vez cumplido el trámite de la votación solemne, se retiraran a sus cuarteles de invierno dejando a la clase política mandatada el cuidado del cumplimiento estricto de lo demandado, en los términos escrupulosamente estipulados.
Una “misión”, en los términos definidos por Mazzucato, exige un compromiso mucho más amplio, y una concepción del Estado que no se limita al leviatán informe y sobrehumano, sino que abarca a los segmentos más vivos y movilizados de la sociedad civil. El compromiso llama a una participación que pone en común energías individuales y colectivas (sinergias) de distintos potenciales, pero confluyentes todas ellas. El compromiso nace de una ilusión colectiva, de naturaleza social. El hecho de que las dificultades principales y los posibles efectos “perversos” aparezcan de forma imprevista en el curso de la realización de la misión, solo puede remediarse con un carácter abierto de las propuestas: desde el momento en que todos estamos llamados a participar en la misión, la realización de esta no requiere una solución rígida, única y unívoca, sino que en cada momento crucial se plantean varias soluciones posibles, y estas pueden ser evaluadas y rectificadas «desde la base».
Actuar así supone una revolución, cuando menos en la actitud y en la praxis política. Lo digo de nuevo con las palabras de Mazzucato: «Se trata de conducir el crecimiento económico en una dirección con más sentido.» La expresión “conducir” me gusta en particular: es como seguir las revueltas de una carretera que por momentos parecerá alejarnos de nuestro objetivo final, pero que a la larga nos asegura un acceso más cómodo y práctico a lo que pretendíamos.
"Conducir" con GPS, desde luego. Pero con las manos al volante y con los reflejos suficientes para cambiar de dirección si un obstáculo imprevisto y no detectado por los radares se interpone en nuestra ruta.


 

jueves, 21 de junio de 2018

FÚTBOL EN DECONSTRUCCIÓN, O LA CAÍDA DE VIEJAS CERTEZAS


Manuel Queiroz, míster portugués de la escuela resultadista de Mourinho, que entrena a la selección de Irán, estimó ayer noche que el resultado más justo en el partido contra España habría sido un empate. La razón principal para tal afirmación es, calculo, que su equipo estuvo a punto de conseguirlo después de un lanzamiento de falta en el que el delantero que acabó rematando a la red se había colocado en fuera de juego. El VAR lo denunció, y Queiroz entonó una elegía con estrambote a los tiempos de antaño, cuando no existía el VAR.
El gol de España que decidió el resultado no fue mucho más allá en limpieza de ejecución, si bien tuvo la indudable cualidad de ser legítimo. Un defensa iraní quiso despejar el balón muy cerca de su portería, y el balón rebotó en el tobillo del delantero que le achuchaba y se coló entre los tres palos.
El resto del tiempo se consumió en un ataque parsimonioso de los españoles y una defensa a empujones de los iraníes. La posesión estuvo en un 80-20. Hubo una voltereta de un iraní al sacar de banda que fue largamente ovacionada por su público. Isco hizo mal todo lo que era posible hacer mal en el primer tiempo, y se corrigió en el segundo, según un cronista por algún consejo que le dio Iniesta tapándose la boca para no ser “leído” desde las cámaras.
No lo sé de cierto. Sé que me maldije a mí mismo por estar viendo aquello en el comedor de casa, en lugar de aprovechar el tiempo en algo útil. El fútbol es hoy por hoy un espectáculo ajeno al deporte, un happening. El cortoplacismo, el resultadismo, el sacrificio del plan de juego a los “pequeños detalles” de los que nos hablan los místeres como lo haría la Sibila desde su antro, han desfigurado la competición. El equipo que se asume inferior dedica tres minutos a jugar al fútbol y los 87 restantes a no dejar jugar al contrario. Una chispa en un océano de tedio resuelve la papeleta, a favor o en contra, y a otra cosa. Así el campeón del mundo puede ser cualquiera, incluso Senegal, incluso España. Todo dependerá de los árbitros, del VAR, de un rebote afortunado, de un penalti riguroso, de los despachos de la FIFA. Nada dependerá del talento, del buen juego ni de la lógica.
Estamos en la era del fútbol globalizado. Disculpen, pero se parece a una mierda pinchada en un palo como dos gotas de agua.
 

miércoles, 20 de junio de 2018

DOS CHULAPAS EN LA VERBENA


Un Partido Popular de capa caída encamina su vía crucis judicial hacia un congreso de renovación, y fía por primera vez el liderazgo de la organización a unas primarias abiertas a los afiliados. El candidato Feijoo aparecía en los prolegómenos como el favorito in pectore de consenso, pero faltará a la cita por razones no explicadas aunque le provocaron algunas lagrimillas discretas ante las cámaras de los telediarios. Quedan entonces frente a frente y prácticamente en solitario la Lola y la Zoraida, las dos chulapas aupadas al primer plano de la política por Don Hilarión Rajoy. (Esto será una verbena genuina. Les recuerdo el subtítulo que colocó don Ricardo de la Vega a su zarzuela en un acto y tres cuadros La verbena de la Paloma, con música de Tomás Bretón: El boticario y las chulapas, y celos mal reprimidos.)
Pues eso. «No tengo nada que transmitir a los candidatos. La vida continúa», ha dicho el señor registrador de la propiedad cuando se dirigía a ocupar su puesto de trabajo, muchos años después y tras cubrir el trámite del pelotón de fusilamiento. No se le ve contento, ni en paz. Algún resquemor oculto le corroe, tal vez el mismo que al ex candidato Feijoo, gallego como él.
En ausencia de ambos próceres, los pronósticos auguran que la primacía inter pares se decidirá entre la morena y la rubia, hijas adoptivas ambas del pueblo de Madrid. Cospedal apela a la Legión y reivindica “victoria, victoria, victoria”. Sus huestes son las del posfranquismo más rancio. Puede que venza, pero no convencerá. Santamaría capitanea el grupo liberal, y está más familiarizada con la gestión de las cosas y con el arte de comerse marrones sin descomponer el gesto. Puede que convenza más, pero difícilmente vencerá. Las dos, a coro, reivindican la buena, la vieja, la inconfundible política de campanario, cocinada a fuego lento en horno de leña y evitando por todos los medios legítimos e ilegítimos dar dos cuartos al pregonero.
Con cualquiera de las dos como vencedora, al partido alfa le costará centrar de nuevo la atención de un país que está ya mirando en otras direcciones.
 

martes, 19 de junio de 2018

"A LOS NUESTROS, POR DESGRACIA, NOS LOS TENEMOS QUE QUEDAR"


La coletilla de Matteo Salvini después de anunciar su intención de expulsar de Italia a todos los gitanos en situación irregular, forma parte por méritos propios de la historia universal de la infamia que empezó a escribir tiempo atrás Jorge Luis Borges. Proclama, con alarde, la condición no humana ─la deshumanización─ de un colectivo determinado de personas; su marginación drástica de los derechos mínimos, establecidos por el concierto de las naciones, comunes a todas y todos.
A tal señor tal honor, fue Jesús de Galilea quien defendió en primer lugar la premisa de que todo el género humano formaba parte de aquel “pueblo elegido” que la vieja ley mosaica reducía a privilegio de los miembros de una raza determinada que cumplían de modo escrupuloso unos rituales de limpieza y de diferenciación. Ni raza ni ritual, a partir de la “nueva ley” todos los humanos quedaron señalados (¿”empoderados”, podríamos decir haciendo uso del terminacho posmoderno?) como libres, iguales y destinados a la salvación así individual como colectiva.
Caracalla, un par de siglos después de la vida de Jesús, vino a sancionar administrativamente la idea, al declarar ciudadanos del Imperio a todos los habitantes de sus territorios, sin excepción. Bien es cierto que seguía negándose la común condición humana a quienes habitaban fuera de las fronteras, los “bárbaros”, y a los esclavos, una institución de lo más cómodo que anticipaba resabios tayloristas al negar de forma tajante a la fuerza de trabajo "infrahumana" los derechos de ciudadanía.
En los siglos intermedios, la misma palabra latina, "hostes", designaba al extraño y al enemigo. La lengua da la medida de la hostilidad activa y operante entre las distintas comunidades humanas en aquellas épocas oscuras.
El siguiente avance no llegó hasta la época de la extensión del comercio, la internacionalización de los mercados y la aparición de los Estados modernos. Se formuló un “derecho de gentes” que regularizaba la condición de los extranjeros y establecía garantías para ellos. El nuevo interfaz amistoso en las relaciones entre países quedó limitado, de todos modos, al “ecúmene”, y todo lo que quedaba fuera de ese ámbito (en América, Asia y África) era considerado presa legítima para la voracidad de los imperios centrales. Dejando a salvo el esfuerzo evangelizador de los misioneros que acompañaban a los ejércitos y bautizaban celosamente a los indígenas antes de que estos fueran ahorcados por el delito de rebelión.
La Declaración Universal de los Derechos Humanos no llegó hasta 1948, hace cuatro días como quien dice. Matteo Salvini acaba de pasársela por la entrepierna, al negar derechos de simple humanidad a los gitanos sin papeles, y lamentar de paso tener las manos atadas por la propia Constitución italiana para “limpiar” de forma definitiva su territorio de esa otra “plaga”: los gitanos con papeles.
Italia retrocede a pasos acelerados hacia las “leyes raciales” dictadas por Benito Mussolini. Es de desear que la ascensión al poder de un nuevo Duce no sea irresistible.
 

lunes, 18 de junio de 2018

EL MILAGRO DEL TIEMPO DETENIDO


Signifique lo que signifique la cultura, es un fardo que cada persona lleva a cuestas. Más o menos voluminoso, más o menos precioso en sus contenidos; pero tanto si visitamos el palacio del Ermitage como un palenque de gallos de pelea en Tijuana, ese fardo nos acompaña de forma puntual e invariable. Solo en ocasiones excepcionales encontramos un lugar en el que los términos se invierten y la cultura ─la historia de las civilizaciones, para expresarlo de un modo más preciso─ ya no nos acompaña como un vademécum sino que se despliega ante nosotros como una entidad propia, separada, exenta de las servidumbres y limitaciones de la temporalidad.
Mi lista de alephs en el sentido borgiano del término incluye tres nombres nada más, tres lugares fuera del tiempo, o inmersos simultáneamente en dos secuencias temporales diferentes. Son ellos, por orden de aparición en mi existencia, la Alhambra de Granada, el Gran Canal de Venecia y las ruinas de Pompeya.
Hablo del momento en que los conocí. He vuelto a la Alhambra varias veces, pero he tenido que someterme a un recorrido rígidamente establecido y con limitaciones horarias, que impiden al visitante perderse en los recovecos del tiempo como me ocurrió a mí en mi primera visita, en 1970. En cuanto a Venecia, se ha convertido en un gran parque temático, y la superabundancia de turistas ambulantes inhibe cualquier excursión libre de la imaginación. Las piedras, el agua alta, las góndolas y los postes de amarre, los mosaicos y los frescos de los muros de los palacios, siguen impertérritos en su lugar, pero la atmósfera de otras épocas ya no se deja atrapar del mismo modo.
Es posible que Pompeya, sin embargo, aún conserve intacto su milagro de tiempo detenido. Se está excavando de nuevo, después de años en los que las obras eran únicamente de mantenimiento y consolidación. Durante esos años la Camorra napolitana ha estado moviendo toda clase de hilos institucionales para que el patrimonio mundial de la Unesco se redujera al perímetro del foro, las termas, algunas villas singulares y el estadio. El resto del terreno, fuera lo que fuere lo que se encontrara debajo de la capa de lava, ceniza y barro que sepultó la ciudad romana, debía ser destinado a provechosas transacciones inmobiliarias, en un lugar en el que las viviendas de alto standing con vistas directas a la bahía eran susceptibles de venderse como rosquillas.
Me encantaría ver, dentro de no mucho tiempo (mi propia fecha de caducidad está ya peligrosamente próxima), la Regio V, el sector pompeyano que ahora se pone al descubierto (1). Mis anteriores vagabundeos por las viejas calles empedradas y alcantarilladas, extraídas de su tumba volcánica y recuperadas para una vida abismalmente diferente de la de quienes la habitaron en tiempos, me provocaron en su momento una emoción singular, una sensación indefinida de déjà vu, como si en otra edad y otra existencia yo hubiera paseado ya por aquellos lugares.
Un escritor decimonónico de tercera fila, Wilhelm Hermann Jensen, acertó a describir esa sensación imprecisa en una novela, Gradiva, cuyo protagonista se obsesiona con una mujer entrevista fugazmente cuando doblaba una esquina de una calle pompeyana. Es apenas el talón atisbado en el acto de girar, y la gracia juvenil, casi danzarina, con la que acompaña el paso de su propietaria, lo que enamora al mirón. Corre a la esquina, pero la mujer ha desaparecido. La busca en todo el perímetro de la ciudad, y no la encuentra. Llega a la conclusión de que una grieta imperceptible en la muralla del tiempo le ha permitido presenciar el paso de una muchacha pompeyana que en realidad transitó por aquel preciso lugar muchos siglos atrás.
No he leído la Gradiva, sino el delicioso ensayo de Freud sobre ella. El mismo Freud advierte que no se trata de una buena novela, según los cánones con los que se evalúa la literatura. Tampoco se desliza don Segismundo hacia teorías de la transmigración de las almas ni a la hipótesis de los arquetipos, que con tanto empeño defendió Jung sin convencer ni al maestro vienés ni a mí.
De lo que hablo, más sencillamente, es de que en algunos lugares el visitante se siente inmerso en un tiempo ya pasado y devuelto repentinamente a la actualidad en su forma anterior: un tiempo detenido.
Sí, ya sé que esa investigación sobre la sustancia del tiempo ya la llevó a cabo Marcel Proust, pero él se mantuvo en la acepción de cultura que he explicado al principio. La magdalena le evocaba otro tiempo, pero otro tiempo vivido (y perdido) al fin y al cabo por él mismo. Proust es mucho más realista y prosaico que la fama que le han dado otros plumíferos.
 

(1) Para una noticia de las nuevas excavaciones de Pompeya, ver https://elpais.com/cultura/2018/06/16/actualidad/1529158669_443661.html

 

domingo, 17 de junio de 2018

GORRONES


Me llaman la atención dos editoriales sucesivos de elpais dirigidos a contener los ímpetus reformadores del nuevo gobierno en cuestiones relacionadas con el gasto público. Jesús Mota es el firmante del primero, que alerta sobre la supresión del “impuesto al sol” anunciada por la ministra Ribera. El segundo, sin firma, previene contra los peligros que acechan a la implantación de la renta básica universal (RBU). Ambos señalan que es preferible hacer las cosas bien a hacerlas mal, cuestión sobre la que todos estamos pacíficamente de acuerdo. Queda, no obstante, pendiente la cuestión no expresada de si algunos prefieren no tocar nada para no correr el riesgo de hacerlo mal. Ahí puede haber debate. Tanto la supresión del impuesto al sol como la puesta en marcha de la renta básica parecen medidas necesarias y urgentes en la actual situación de la economía (basura), de la producción de energía (insostenible y contaminante) y de las políticas sociales (desigualdad rampante, marginación progresiva). No obstante, los dos editorialistas previenen contra los “gorrones” (Mota les llama también free riders) que podrían aprovechar las novedades legislativas para acomodarse en el momio de la renta gratuita sin buscar trabajo, de un lado, y para no pagar el recibo de la luz en el otro.
Mi desaparecido y llorado compañero y amigo Paco Puerto habría dicho que los dos editorialistas se queman las pestañas contando la calderilla mientras les pasan por delante de las narices los billetes de cinco mil (Paco contaba aún en pesetas cuando nos aleccionaba sobre estas cosas). Si vamos a localizar a los gorrones, pero gorrones de verdad, a lo grande, y someterles a la horma de Hacienda, todo el mundo sabe por dónde se debería empezar. Las multinacionales tecnológicas se sirven profusamente de nuestra energía y no la pagan, porque declaran sus ingresos en lugares remotos y paradisiacos desde el punto de vista fiscal. Su defección viene en consecuencia a acrecer el recibo de nosotros los pequeños consumidores, que así pagamos a Google o a Amazon dos veces: por sus servicios y por la energía que consumen a costa nuestra y no pagan. Es una situación que se intenta revertir de un lado con normas legales internacionales más estrictas, y consolidar de otro con grandes instrumentos contractuales como el TTIP en los que los asuntos de la tributación pormenorizada se dejan al arbitrio ponderado de comisiones paritarias de “hombres buenos” no vinculados a ningún Estado acreedor sino a la libre esfera de los negocios globales.
Tampoco está de más recordar el fraude prolongado al Tesoro perpetrado desde las cajas B del partido que precisamente ha ocupado el gobierno de la nación en la etapa anterior. Y, sin ánimo de remover el hierro en las heridas pero sí como recordatorio de lo que hay, el hecho de que Cristiano Ronaldo (antes tuvimos los casos de Messi y de Xabi Alonso, entre otros) acepte de buen grado dos años de cárcel, que no cumplirá, y 18,8 millones de euros de multa, por irregularidades en el cumplimiento de sus deberes con el Estado en el que ocupa un destacado puesto de trabajo.
Gorrones, como las meigas, haberlos haylos. Se trata de promover políticas públicas que pongan coto a todos ellos y redistribuyan el dinero del común entre quienes más lo necesitan. Ahora falta por ver dónde se ponen las prioridades, si en los billetes de cinco mil o en la calderilla.
 

sábado, 16 de junio de 2018

LA CABEZA PERDIDA DE FLORENTINO PÉREZ


(Ensayo de psicoanálisis)
La intención de esta bitácora no es desarrollar grandes teorizaciones, sino sugerir puntos de vista alternativos a cuestiones tratadas de forma bastante unilateral por los medios (a ese propósito responde el título general de “Punto y contrapunto”), y en último término a rescatar del olvido o del menosprecio asuntos aparentemente insignificantes (de ahí el leitmotiv que preside los afanes aquí recogidos: “Vamos a pollas”).
Eso no quiere decir que no seamos capaces de teorizar con tanto cuajo como el más pintado. (Un inciso: habrá notado el lector que en este párrafo me refiero a mí mismo con la primera persona del plural: indicio claro de que la bitácora se ha situado en “modo teorización”.) Nos disponemos a hacerlo, a fin de despejar de forma definitiva las incógnitas que pueden haber quedado irresueltas después de los dos posts casi consecutivos (1) en los que mencionábamos el fichaje de Julen Lopetegui por el Real Madrid como un “acto fallido” del presidente Pérez, debido a “fantasmas” que han asaltado de forma urgente y obsesiva su subconsciente.
Debemos a nuestros lectores una explicación, y esa explicación va a ser puntualmente dada en tiempo y forma.
Avive pues el seso el alma dormida y despierte recordando el planteamiento de partida que sostiene estas elucubraciones, el cual no es otro que la existencia de homologías profundas, es decir subliminales, entre la política y el fútbol; tesis por lo demás recientemente defendida en un trabajo final de máster de la URJC por Herr Proffessor Honoris Causa Franz Rodderitz von Letzen, más conocido entre nosotros como el profesor Franz de Copenhague.
En base a tales asociaciones ocultas de ideas, y con razón o sin ella, el anterior presidente del gobierno Mariano Rajoy concibió la idea de apuntalar las premisas de su reelección para un nuevo mandato con un gran éxito de la selección española (“la Roja”) en el Mundial de Rusia 2018. Los brotes verdes de la economía no daban para más, y los elogios que le dispensaban tanto la señora Merkel como la señora Lagarde estaban cada vez más sazonados por un tonillo de sorna o, expresado de otra forma, de malafollá granaína (“Piel de Elefante Rajoy” lo llamaban en las cancillerías). Era necesario, por consiguiente, revitalizar la Marca España por otros medios.
Ahí entró en juego el fútbol. La temporada estaba yendo fatal, y los independentistas habían robado no solo la Liga sino la emblemática Copa del Rey, con abucheo incluido al titular de la Corona. Pero en el último instante surgió de las sombras Florentino, siempre eficaz y patriota, y se alzó con el Doce Más Uno Trofeo de la Champions para el Real Madrid, que es, como se sabe, el componente esencial de la Marca España en el terreno deportivo (Rafa Nadal siempre está ahí, es cierto, pero no basta; y Mireia Belmonte y Marc Márquez, que tampoco fallan nunca, tienen el inconveniente de proceder de la orilla equivocada del Ebro).
Un espectacular tándem de victorias, del Madrid en la Champions y de la Roja en el Mundial, elevaría al máximo, entonces, las expectativas de Mariano de conseguir la mayoría absoluta frente a la Antiespaña en unas elecciones anticipadas que serían rápidamente convocadas para aprovechar el rebufo del éxito deportivo.
Como en el cuento de la lechera, sin embargo, el cántaro se rompió a mitad de camino debido a un tropiezo inesperado con una moción de censura mal evaluada (¡los vascos, otra vez los vascos, ese factor que siempre tuerce los cálculos mejor fundados de la España eterna!)
Y henos aquí ante un panorama desolador. Rajoy siempre envidió a Zapatero “su” Mundial de Fútbol de Sudáfrica 2010. Rusia, que estaba destinada en principio a ser la revancha, ahora corría el riesgo de convertirse en el “Mundial de Sánchez”. Peor aún, por el mismo mecanismo de vasos comunicantes entre política y fútbol teorizado por Rodderitz, un éxito español en el Mundial vendría a apuntalar las precarias expectativas electorales de los socialistas, pasando de largo ante la sede de los populares.
De mal en peor, el vórtice del maelström que amenazaba hundir para siempre la suerte del PP se llevó de golpe y sin avisar a Zinedine Zidane del banquillo del Real Madrid. La conjunción fatal de los astros apuntaba a una catástrofe de dimensiones homéricas.
Los tres sustitutos preferidos de Florentino para Zidane (tenía previsto dar la patada a su entrenador en caso de que no ganara la Champions), Löw, Klopp y Pochettino, respondieron unánimes a sus solicitaciones con un escueto “No es no”. Mientras tanto, Sánchez impresionaba al exhibir ante los medios lo que Rafael Hernando, siempre elegante, ha llamado “su harén particular” y “aquelarre de sabihondas”. Contemporáneamente, el duque de Palma debía entrar en prisión (descrédito para la Corona), y los tribunales confirmaban la caja B de los populares valencianos (nuevo baldón para el partido alfa).
Algo había que hacer ante tal cúmulo de calamidades, y la chequera de Florentino acudió al rescate. La maniobra de fichar al seleccionador nacional para el banquillo del Real se inscribía en una óptica de torpedeo a la Roja (este no puede ser, y no va a ser ni por lo civil ni por lo criminal, el Mundial de Sánchez) y de reivindicación de las esencias de la Marca España para el club que mejor ha representado desde los años del franquismo a la España inmemorial. Apuntaba a un traslado simbólico de la legitimidad político-futbolera, desde la selección hacia el club. Contaba con el carisma de invicto de Lopetegui y con el excelente estado de forma de Cristiano Ronaldo, para torpedear con un solo movimiento salvífico al gabinete Sánchez y a la selección espuria.
Fue un acto fallido, sin embargo, porque ni Lopetegui tiene el menor carisma ante las masas, ni su trabajo en la selección ha sido tan determinante, ni dará (es solo un vaticinio por el momento, el tiempo lo dirá) días de gloria al Real Madrid.
La peor confirmación de la gaffe de Florentino habría sido que España ganase, a pesar de todo, a Portugal. Cristiano lo evitó casi al humo de las velas. La España eterna ha salvado el primer match-ball. Y lo que es más importante, lo ha hecho gracias a un jugador patrimonio espiritual de Florentino. También desde ese ángulo se puede leer el tuit viral de Jordi Évole que está dando la vuelta a las redes: «Cuando quiere, Cristiano no defrauda.»
Estén atentos a las novedades, la coyuntura se ha puesto apasionante.
 

 

viernes, 15 de junio de 2018

FÚTBOL Y POLÍTICA: UNA INVESTIGACIÓN SUBLIMINAL

En otra ocasión he apuntado que entre el fútbol y la política se dan homologías profundas. Cuando digo “profundas”, me refiero a que no son las evidentes: labor de equipo, táctica, llenar los espacios, desbordar por los flancos, afán de victoria, y todo eso. “Profundo” vale aquí por subliminal, como en la psicología profunda de Freud.
Me explicaré mejor recurriendo a dos casos recientes. Primero, el presidente de la Federación Española de Fútbol, Luis Rubiales, ha emulado al Congreso de los Diputados al derribar con una moción de censura fulminante a su jefe del gobierno, el seleccionador Julen Lopetegui, en el momento en que este, siguiendo los usos inveterados de la política y sin sospechar nada, se ejercitaba en el paso de una clásica puerta giratoria, para arreglarse a sí mismo una cómoda sinecura en el after hours del Campeonato del Mundo, suceda en este último lo que suceda.
Los voceros de las altas jerarquías del club que ha facilitado tal salida de pie de banco al hombre que en teoría se estaba jugando su futuro en el banquillo de la selección, se han apresurado a señalar a Rubiales como el traidor del drama. El presidente de la Casa Blanca (así es conocida, lo siento, no me lo he inventado yo), Florentino Pérez, ha explicado que Rubiales ha sido víctima de un ataque de “orgullo mal entendido”. Sin embargo, no se ha diagnosticado a sí mismo. Para eso habría hecho falta la sagacidad legendaria del vienés doctor Freud. Sospecho que este habría considerado la contratación de Lopetegui como un típico acto fallido, un lapsus debido a la invasión del subconsciente florentiniano por parte de ciertos fantasmas. Tales fantasmas, como he intentado explicar en otro lugar (1), estarían relacionados con la particular situación política en el país, y con la falta repentina de asideros sólidos que aqueja a una porción importante de la clase política. Justamente la porción más identificada con el palco de honor del estadio Santiago Bernabeu.
Me dirán ustedes que estoy elucubrando sin aportar ninguna prueba, y tendrán razón. Suele sucedernos a los amateurs del psicoanálisis que hipotizamos en el vacío, y así nos va. Propongo, sin embargo, a su consideración un segundo caso reciente de lapsus freudiano, que no sin cierto esfuerzo podríamos relacionar con el anterior. Es así que el portavoz del PP, Fernando Martínez-Maíllo, envalentonado después de la rápida dimisión y sustitución del ministro de Cultura Màxim Huerta por un fraude a Hacienda, reclamó ahora en rueda de prensa la dimisión del ministro de Agricultura, o en su defecto la del jefe del gobierno, por un tema judicial antiguo ya solventado sin ninguna imputación. La sorpresa del auditorio fue considerable. Alguien preguntó entonces al portavoz cómo valoraba el caso de la ex ministra popular Ana Mato, condenada en firme como beneficiaria de un desvío ilegal de dinero público, y sin embargo colocada en un puesto europeo de asesora del PP por el que recibe emolumentos sustanciosos con cargo a los presupuestos.
Fue en ese momento cuando Martínez-Maíllo sufrió el lapsus al que me he referido. En lugar de responder sobre Mato, como se le preguntaba, señaló que Pedro Sánchez debería haber pedido disculpas, no en privado sino públicamente, al guardamenta de la selección De Gea, por una cuestión que no hace al caso en este lugar.
Es decir, saltó de la política al fútbol como si todo fuera lo mismo. Y en efecto para él, en ese raro momento de obcecación y quién sabe en cuántos otros aun, subliminalmente fútbol y política eran realidades de la vida reducibles a un denominador común.
Lo cual podría contribuir a explicar el trasfondo último de un tercer hecho de ayer mismo, que les ofrezco, no como prueba adicional (no prueba nada), sino como redondeo de mi hipótesis. El capitán de la selección española, Sergio Ramos, madridista, recibió a los comentaristas deportivos en una rueda de prensa post factum con la siguiente petición: «¡Una sonrisa, señores, que esto parece un tanatorio!»


 

jueves, 14 de junio de 2018

RETÓRICA FARISEA


«Pocas veces como en este caso he visto como la cursilería y la afectación han anegado el lenguaje político, ya de por sí afectado.» Es el sobrio comentario de Javier Aristu (1) al manifiesto “Adelante Andalucía”, difundido por Podemos e IU-Andalucía, con la intención de situar sus próximas candidaturas conjuntas a las elecciones municipales.
La retórica es un instrumento imprescindible para la eficacia del mensaje, eso es algo que no tiene duda. Para que una idea cale, ha de estar bien expresada, preferentemente con los adornos justos y sin ninguna clase de exceso. No es el bien decir lo importante, sin embargo, sino el binomio “retórica eficaz”, según la vieja norma que reza: «Lo que bien se concibe, bien se expresa, / con palabras que acuden con presteza.»
Falla, en cambio, el gusto de la retórica por ella misma, sin correspondencia con la idea de fondo que se quiere exponer. El manifiesto “Adelante Andalucía” empieza con una afirmación peligrosamente vacía («Adelante se escribe con A de Andalucía»), avanza con una prosa de folleto turístico de agencia de viajes («Vivimos en una de las tierras más ricas y bonitas del mundo»), y remata con una visión de la realidad tan angelical y edulcorada que provoca la incredulidad del lector («La solidaridad y vivir la vida en colectivo son valores comunes a los andaluces y las andaluzas que nos empoderan como pueblo para salir de la situación en la que nos encontramos»).
Lo que hay detrás de este ejercicio autocomplaciente de redacción, lo explica Aristu mejor de lo que yo sabría hacerlo. No es una cuestión exclusivamente andaluza, por cierto. El mismo Aristu alerta en relación con el “cofoísmo” o chovinismo de la visión que de sí mismo tiene el independentismo catalán, por no hablar de otras variantes geográficas de la misma receta culinaria, basada siempre en la inmensa satisfacción por haberse conocido uno mismo, y en el ensalzamiento de lo propio frente a la invariable mediocridad de lo ajeno. El síndrome del fariseo frente al coro multitudinario de publicanos, como se explica pormenorizadamente en los evangelios. Sintetizado en una palabra, el supremacismo.
Ni España está señalada por el dedo de dios en el concierto de las naciones, ni Andalucía o Cataluña brillan con luz propia frente a otras nacionalidades y regiones. Al pan, pan, y al vino, vino. Tal es la realidad de las cosas como son, aunque queramos llamar al pan “mies transmutada en oro”, y al vino “luminoso rubí de la otoñada”. La sustancia no cambiará con ello, y es probable que el mensaje que habíamos querido dar con tales metáforas se pierda por el camino.
 


 

miércoles, 13 de junio de 2018

LA CHEQUERA DE FLORENTINO ENTRA EN PÁNICO


Sigue aumentando la lista de damnificados por una moción de censura que se pronosticó anodina pero está teniendo unos efectos casi siderales.
Echemos la cuenta. El ciudadano Eme Punto Rajoy fue seguramente el primero de la lista. Estaba acostumbrado a la molicie del poder, y convencido de que sus posverdades no le pasarían factura en ningún caso; pero el cielo se desplomó de pronto sobre su cabeza de jefe de la aldea gala. Su desaparición repentina sin haber hecho testamento político ha provocado la confusión en las filas de su banda del empastre, donde todos quieren y no quieren alzarse con la sucesión, anhelantes por una parte del poder perseguido tantos años, pero temerosos, por otra, del marrón de aparecer como jefes de fila de una conspiración para delinquir, ante la misma judicatura a la que tanto han querido y que tanto les quiere.
Víctima colateral de tales forcejeos, el duque de Palma habrá de ingresar en prisión ─probablemente, y si el Constitucional no pone remedio a sus cuitas─. Iñaki ha mostrado sus preferencias por la prisión de Menorca, un alojamiento de cuatro estrellas con el aliciente de la sobrasada, el queso curado o semicurado de Mahón y el acreditado gin menorquín (no confundir con la ginebra británica u holandesa, mucho más bastas) para acompañar las largas veladas a la sombra debajo de un almendro.
Carles Puigdemont, en su lejanía berlinesa, ha sido otra víctima de las circunstancias, al perder bruscamente la centralidad de la escena política. De pronto, no le importa a nadie, fuera del círculo progresivamente reducido de sus fieles a ultranza (Clara Ponsatí acaba de dejarle en la cuneta con estrépito y furia desde su refugio escocés), y observa con aprensión los movimientos ambiguos de su sucesor en el mando secular de la Cataluña eterna, Quim Torra. El hecho de que este sea un nacionalista del morro fuerte, un “dogmático de hierro” como escribió él mismo de otros salvapatrias de los años treinta, no supone ninguna garantía añadida para el “president legítimo”. También el cabronazo de Churchill sucedió a Chamberlain a contrapelo en momentos de fuerte tribulación para el país, y quién se acuerda hoy de Chamberlain.
Si Puchi ha quedado fuera de foco en un santiamén, imagínense Albert Rivera, que jugaba a hacer saltar la banca y se nos va del casino con una mano delante y otra detrás. Maldecirá durante mucho tiempo la oportunidad perdida para encabezar, al alimón con Sánchez, la iniciativa de una regeneración de la política que él mismo predicaba de boquilla, pero en la que nunca creyó.
Todas estas polvaredas no afectaban en principio al presidente del Real Madrid, Florentino Pérez; pero entre el fútbol y la política se dan homologías misteriosas. No seguramente el mismo Florentino sino su chequera, desconcertada por la remoción repentina de tantos puntos cardinales en los que se asentaba su posición acreditada de hacedora de milagros, ha emprendido la desbandada en busca de nuevas certezas y se ha arrojado presa del pánico en los brazos de Julen Lopetegui, seleccionador nacional de fútbol, sin consideración al hecho de que este tiene una cita muy comprometida en la cumbre con otras selecciones de elite ahora mismísimo, a partir de este fin de semana.
Dicen que de lo sublime a lo ridículo va tan solo un paso. La chequera de Floren ha cubierto ayer como mínimo la mitad de ese corto espacio.


Posdata urgente.- El presidente de la Federación española de Fútbol ha destituido de manera fulminante a Lopetegui como seleccionador, apenas una hora después de colgado este post, y sin ninguna relación (que se sepa) entre los dos acontecimientos. Se constata que el medio paso que faltaba entre lo sublime y lo ridículo ha sido dado.







 

martes, 12 de junio de 2018

LA MALA REPUTACIÓN


En relación con el vidrioso tema del Aquarius, teoriza Enric Juliana en lavanguardia que Sánchez apuesta por mejorar la reputación de España en el mundo, algo que define como “línea Trudeau”; en tanto que Salvini se apunta a la “línea Trump”, consistente en la indiferencia hacia la mala reputación.
No me parece que la distinción tenga mucho recorrido. Se adscribe a esa tendencia reciente a valorar el “relato” por encima de la praxis política, y la “imagen” como referencia última de los contenidos de gobierno. Parece como si la política se redujera a un guion inmutable que cada dirigente/actor recita con inflexiones propias dirigidas a conseguir el aplauso del público, no por lo que dice, sino por su particular forma de interpretar. Uno vierte lágrimas en un pasaje donde otro esboza un mohín de desdén; el texto, sin embargo, es el mismo en los dos casos.
Se trata de una elaboración establecida desde los medios de comunicación, que es tanto como decir la “crítica” de la representación teatral de la política. Es sabido desde siempre que una mala crítica es capaz de arruinar un estreno. Y hay ocasiones en que la buena o la mala reputación la establecen los poncios, y no los espectadores de la función. “Bonito”, dice por ejemplo la audiencia, y el crítico tuerce el gesto: “Postureo”. A la inversa: “Admirable”, define el crítico, mientras el público bosteza.
Pongo un ejemplo sacado de la misma edición de lavanguardia. Un titular en letras de cuerpo grande afirma: «Susana Díaz se opondrá a cualquier concesión de Sánchez a Catalunya.» “Cualquier” concesión, qué fuerte. Pero en el cuerpo de la noticia tal declaración no aparece en esa forma, sino en esta otra considerablemente distinta: «[Díaz] advirtió que estará vigilante para “levantar la voz” si llega a producirse [una decisión que quiebre la unidad de España y de los españoles], lo que en su lenguaje viene a significar que vigilará que no se hagan concesiones a Catalunya
Subrayo: “en su lenguaje viene a significar…” Es lo que se conoce desde siempre como un juicio de intenciones, que se desautoriza a sí mismo. La única verdad tangible es que al periodista que firma el artículo, Adolfo S. Ruiz, no le cae bien Susana Díaz.
Sería más sensato juzgar ante todo lo sustantivo de las políticas: las tomas de posición ante los problemas, los “trayectos” emprendidos, los efectos constatables de las medidas tomadas (“implementadas”, que se dice ahora). Y dejar en segundo plano la coreografía. A fin de cuentas, buscar a toda costa la buena reputación es con seguridad una política de calidad muy baja, y la indiferencia a las críticas resulta necesaria en un tiempo en el que los “trolls” invaden todos los recovecos de las redes sociales.
Ya anticipó Georges Brassens lo que le ocurría cuando se quedaba durmiendo en lugar de presenciar los desfiles militares el 14 de julio, fiesta nacional francesa. La canción se llama precisamente “La mala reputación”: «Tout le monde me montre au doigt, sauf les manchots, ça va de soi» (Todo el mundo me señala con el dedo, salvo los mancos, se entiende).
 

lunes, 11 de junio de 2018

UN PEQUEÑO MAESTRO DEL MISTERIO


No tengo excusa para no hablar hoy de Donald Trump y de su enésima burrada gratuita, o del barco Aquarius, sin puertos donde descargar una remesa indeseada de inmigrantes africanos. Sobre los dos asuntos les podría contar lo que ya saben ustedes de sobra. Economizo esfuerzos, por consiguiente, y ataco la diaria página en blanco con un tema ligado a la devoción ociosa, no a la obligación cívica.
Por casualidad acabo de enterarme de que Siruela publica una novela, inédita en español hasta la fecha a pesar de datar de 1937, titulada “Misterio en blanco”. Su autor es Joseph Jefferson Farjeon, nombre que muy probablemente no les dirá nada, pero a mí sí.
En mi formación literaria, profusa y caótica donde las haya, ocupa un lugar especial mi tía Pili, Pilar Lecea. Como los viajes de ida y vuelta en tranvía a su trabajo de maestra de escuela pública eran largos y aburridos, compraba en los quioscos novelas baratas de crímenes, porque no hay nada más entretenido que un crimen para el lector sin asiento que circula paciente en un transporte público abarrotado.
En el territorio de la lectura, mi tía y yo éramos almas gemelas. Más que leer devorábamos, y devorábamos casi cualquier cosa, pero también teníamos preferencias, y en lo que a mí se refiere ella trazaba unas líneas rojas rigurosas. Puso a mi disposición una biblioteca de varios centenares de novelas encuadernadas en tapa blanda y a veces sin tapa (Novelas y Cuentos), que se descosían y fragmentaban al menor descuido en el trato, y que guardaba en grandes cajas de madera colocadas en un altillo. Yo podía elegir la que me apeteciera, pero ella debía dar su aprobación explícita a mi elección. Algunas historias no eran adecuadas porque tenían “cositas”. Cuando crecí más y mi madurez formativa supuesta se fortaleció lo bastante para poder, a juicio de ella, leer las “cositas” sin descarriarme, estas resultaron ser relaciones fuera del sacramento, hijos ilegítimos y otros avatares por el estilo. Tengo un serio déficit de lectura en lo referente a Hadley Chase, Spillane y otros hard-boiled americanos, porque mi tía Pili no los aprobaba. En cambio, en los apacibles misterios criminales británicos de la época postvictoriana comandados por Agatha Christie, soy una autoridad. Eran sus favoritos.
De Jefferson Farjeon leí un título, publicado por Canguro en su Serie policíaca, que me gustó mucho. Heredé el pequeño volumen barato cuando mi tía falleció, y es uno de los pocos que todavía conservo de aquel origen. Como se deshojaba sin remedio, Carmen me lo encuadernó con una tapa dura e hizo un recosido de las páginas. Lo he sacado del estante y me he puesto a releerlo, cincuenta años después. Se llama “El misterio del molino de viento”.
Dos excursionistas, chico y chica, son sorprendidos por la lluvia en pleno campo. Juntos (no se conocían de antes, lo ignoran todo de sus vidas respectivas), buscan un lugar donde refugiarse. Lo encuentran en un molino de viento aislado en medio del páramo. El molino está habitado al parecer, pero su dueño no aparece. Es un espacio misterioso, con una puerta cerrada de la habitación del piso alto, y en ese espacio van apareciendo como al azar otros personajes, que no se toman la molestia de explicar sus propósitos pero que advierten reiteradamente a los dos excursionistas que algo siniestro ha ocurrido o puede ocurrir en el piso de arriba. La trama hace avanzar a la vez las claves del misterio y el romance entre los dos jóvenes reunidos por la casualidad y el mal tiempo.
Por la reseña leída en Google de “Misterio en blanco”, la apuesta del autor es muy parecida. Un tren averiado en medio de la noche, un grupo de pasajeros que deciden buscar fuera un lugar donde cenar, una casa de campo aparentemente desierta pero con la mesa servida, un misterio que se espesa en torno a un espacio cerrado y opaco, varios crímenes. Jefferson Farjeon publicó más de sesenta obras de misterio, fue elogiado por Dorothy Sayers, una de sus tramas fue llevada a la pantalla por Alfred Hitchcock. Al rescatarlo en este tiempo desencantado, Siruela recupera también sin saberlo mi primera inocencia lectora.
 

domingo, 10 de junio de 2018

MÁS ACÁ DE UNA CONCEPCIÓN DEL MUNDO


Doña Carmen Iglesias, presidenta de la Real Academia de la Historia, afirma en una entrevista aparecida en el confidencial que movimientos como el cambio de gobierno que acaba de producirse son relativamente frecuentes en la historia, y se caracterizan por ser imprevisibles y efímeros por naturaleza. (Evitaré en este post referirme a otras afirmaciones estupendas de la académica, tales como que la inmersión lingüística ha sido una forma de abaratar la mano de obra en Cataluña.) 
No es enteramente obligatorio creer la primera afirmación citada de Doña Carmen (la segunda tampoco, por descontado). Ella es una experta en el siglo XVIII español, quizá demasiado acostumbrada a contemplar los acontecimientos políticos provista de catalejo. Estoy en condiciones de contrarrestar su opinión con otra de Strindberg: lo efímero puede hacerse muy largo mientras dura.
En cualquier caso, no queda claro en el razonamiento de la ilustre historiadora cuál es la corriente de fondo, la duradera, y cuáles las interrupciones episódicas que vienen a alterarla de forma circunstancial. Podría resultar a fin de cuentas, visto con la perspectiva de dos siglos y medio que es como acostumbra doña Carmen a ver los movimientos colectivos, que la furiosa oleada neoliberal que nos viene empujando desde los años setenta del siglo pasado sea tan solo una interrupción momentánea de la gran saga europea que arrancó con la derrota de los fascismos en los campos de batalla y conformó un tipo de democracia social (de socialdemocracia) que ofreció a los países avanzados los treinta años más pacíficos, prósperos y felices de la historia universal. Desde esa perspectiva, tan plausible como la contraria, Rajoy habría sido en nuestro país un accidente imprevisible, una mota en el ojo; y con Sánchez habríamos regresado a la lógica del mainstream instaurado con la derrota (incruenta) del fascismo español y la aprobación de una Constitución democrática de signo avanzado.
Todo depende, calculo, del color del cristal con que se mire. Don Ramón de Campoamor ahí la clavó. Creo que doña Carmen Iglesias no tanto, pero es mi opinión. El tiempo dictará sentencia, como siempre.
Mientras tanto, conviene con toda seguridad que no nos instalemos en esencialismos, ni en ideologías, ni en concepciones del mundo bien acabadas y perfiladas, sino que nos quedemos en todo momento un par de pasos más acá, en el terreno de la praxis política, y nos esforcemos por imprimir a la coyuntura tal como se presenta todo el optimismo de nuestra voluntad.
Puede que este vaya a ser un gobierno efímero, pero tal circunstancia no lo excusa de utilizar el largo plazo como plantilla para sus decisiones. No el muy largo plazo, sin embargo, no el “programa máximo”. Eso sería inviable. Pero tampoco, de ningún modo, debe quedarse en la mera cosmética.
Y a propósito de cosmética, nuestras “feministras” obrarán santamente si hacen caso omiso de los consejos de estilismo que les ofrece de forma gratuita el diario ABC. Lo que menos nos apetece a los españoles varones en este momento es alegrar la visual con unas ministrillas pizpiretas que repartan besos y ramos de flores como hacía el equipo de animadoras en los finales de etapa de las grandes vueltas ciclistas, hasta el mismísimo año pasado.
 

sábado, 9 de junio de 2018

MÁS ENERGÍA Y MÁS LIMPIA, MÁS Y MEJOR TRABAJO


Teresa Ribera, flamante ministra de Transición Ecológica, ha anunciado el final del “impuesto al sol”, instaurado por el gobierno del PP sobre las instalaciones solares de más de 10 kW de potencia (1), y ha señalado lo “llamativo” de la medida para los analistas internacionales, que la encontraban absurda. La ministra ha sido bondadosa en la elección de los términos: el impuesto no era en realidad ni llamativo ni absurdo, en la medida en que representaba simplemente una reverencia obsequiosa de los gobiernos del PP a los intereses económicos de las grandes empresas eléctricas cuasimonopolistas ─Endesa, Gas Natural, Iberdrola…─ íntimamente ligadas, mediante el funcionamiento bien engrasado de puertas giratorias, al propio grupo político dirigente. El “impuesto al sol”, al cerrar el paso a la competencia de las renovables, permitía alargar más allá de todo margen de prudencia la vida de centrales nucleares obsolescentes, y seguir recurriendo al carbón para alimentar térmicas ocupadas en paliar el déficit de producción de las hidroeléctricas en cuanto no llovía a gusto de todos (nunca, en la práctica); incrementando de paso la contaminación medioambiental hasta límites insostenibles.
Los grandes ejes de la política energética que se propone desarrollar el nuevo gobierno consisten, según Ribera, en generar un impulso fuerte a las energías renovables (“sol, viento y algo de geotermia”, en sus palabras), y no conceder más prórrogas de funcionamiento a las centrales nucleares que tienen su vida útil ya más que cumplida; al tiempo que se empieza a programar el final escalonado de las térmicas que utilizan carbón. Este último objetivo es el más delicado, porque va ligado a una diversificación capaz de inyectar nueva vida a comarcas actualmente en régimen de “monocultivo económico” de la minería del carbón y de las centrales energéticas ligadas a él.
El desafío va bastante más allá del caso concreto de esas comarcas particularmente vulnerables: el impulso a las energías renovables está ligado de un lado a una transformación de “todas” las infraestructuras económicas, pero también, y simultáneamente, a la necesidad de reciclaje formativo y laboral de los grupos humanos más afectados por el final del ciclo útil de sistemas y estructuras que siguen funcionando por inercia y por dejadez de las autoridades competentes. El Estado tiene la obligación de impedir que esos grupos caigan en una situación de marginación y de pobreza por la precariedad y atonía de la oferta de empleo, y por la falta de alternativas actual. No tiene perdón el gobierno, en cambio, si, como lo ha hecho, permite alargar casi indefinidamente una producción energética crepuscular y contaminante con el fin de garantizar el máximo de tiempo posible dividendos altos a los accionistas de las grandes empresas propietarias de las actuales instalaciones.
Una nueva infraestructura energética, basada en fuentes limpias, renovables y en consecuencia prácticamente inagotables, es además una puerta abierta a un crecimiento de empleo de calidad, y no solo en la industria; también en la construcción (nuevos edificios “inteligentes”, reciclaje y mantenimiento de viviendas y de instalaciones dirigida a alcanzar una autosuficiencia energética total o parcial, etc.) y, evidentemente, en los servicios (2). Toda la vida económica quedará tocada de una u otra forma a partir del clarinazo que anuncia el final del ominoso “impuesto al sol”.

(2) Este panorama global es lo que Dominique Méda  ha denominado la opción de la “conversión ecológica" en «Tres escenarios para el futuro del trabajo», documento oficial de la OIT accesible en español en el número 11 de pasosalaizquierda.com.