domingo, 30 de octubre de 2022

IMPASIBLE EL ADEMÁN

 


Lina (“Cuca”) Ollero, con sus hijos Ana y Carlos, el pasado jueves, concluida ya la presentación del libro “Señoritos, viajeros y periodistas” en Barcelona. Revolotea el recuerdo de Javier Aristu. La foto es de Carmen Martorell. (Advertencia: la imagen no tiene nada que ver con el argumento del post.)

 

«Con la sedición no puedo seguir», ha declarado Alberto Núñez Feijoo. No hay que tomarlo al pie de la letra, se refiere a que no puede seguir llegando con el gobierno a unos acuerdos a los que nunca llegó; se refiere a su horror primigenio hacia la sedición europea, plasmada en leyes europeas de esas que él dice admirar, aunque lo desmiente a cada rato.

Sedición es, en todo caso, exactamente lo que está haciendo en realidad Alberto. No puede ¡pero es que no puede, oigan!, obedecer sencillamente las leyes del Estado promulgadas por los poderes legítimos reconocidos formal y secularmente al Estado.

Hay una circunstancia curiosa en este último quiebro de cintura del jefe nominal de nuestra leal oposición, que ocupa el rellano y simula que se mueve a pesar de que ni está subiendo la escalera ni la está bajando, y lleva meses así. Una circunstancia que, por lo demás, figura en el capítulo de recursos socorridos de todos los manuales populistas al uso. Me refiero a la invocación a la Patria para negar el Estado.

Ustedes saben lo que es el Estado: un artefacto complejo, atiborrado de mecanismos y de contrapesos, construido en base a leyes que sopesan, gradúan y fijan derechos y deberes mutuos de las personas, a partir de los cuales se establece un equilibrio más o menos estable y previsible en la convivencia. El Estado no esconde sorpresas; es algo indiscutiblemente sólido e incluso marmóreo, y por esa razón es visto con horror por Alberto y por otros/as saltimbanquis de vocación que no gustan de los equilibrios sino de los desequilibrios. Todos esos artistas del alambre, desde los mitológicos Trump y Bolsonaro hasta los domésticos Puchi y Laura, han renunciado al título de estadistas para merecer el de patriotas. Todos ellos torpedean el Estado en todas sus facetas, de preferencia el Estado de Derecho; y se apuntan con los ojos vendados a la adoración a la Patria, que es una cosa etérea y bastante gelatinosa, que sirve tanto para un barrido como para un fregado; o, puestos a utilizar el vocabulario de la cocina “masterchef”, vale así para una deconstrucción como para una esferificación, según se prefiera la presentación del plato.  

Resulta entonces que el horror a la sedición fuerza al pobre Alberto a “sedecirse”, desdiciéndose. En definitiva, a recaer en su posición de descanso inmóvil, característicamente inmóvil, montando guardia frente a los luceros.

Impasible el ademán.

 

viernes, 28 de octubre de 2022

DIATRIBA CONTRA LAS ESENCIAS

 


Instantánea del acto de presentación del libro de Javier Aristu, ayer tarde en el Espai Assemblea de CCOO de Barcelona. Se ve en la “mesa” a Jordi Amat a la izquierda, Javier Pacheco y José Luis López Bulla. Quedan ocultos Nuria López, entre Amat y Pacheco, y Dolors Llobet, a la derecha. Entre el público, de espaldas, Carmen y yo, inconfundible con mis tirantes. Fuente: Xavier Navarro.

 

La primera frase de la Introducción del libro de Javier Aristu es un aviso a navegantes, escueto y drástico: «Este ensayo no trata de identidades». Luego empieza la arremetida contra los “señoritos” que fabricaron la “identidad andaluza”, algo que nunca existió pero que se ha hecho remontar hasta Argantonio.

Conviene leer el libro tomando buena nota de la prevención de Aristu. Esta viene a ser una historia de muchos andaluces diversos, con sus identidades propias, de los siglos XX y XXI, tal como se desarrolló en la realidad. Es decir: sin claves inmemoriales ni sentimentales ficticias. La historia de un territorio marcado por la castellanización (la aristocracia castellana y las órdenes militares lo habían “reconquistado” y se hicieron con los títulos de propiedad de las tierras) y la subalternidad (Andalucía vino a ser el “patio trasero” de la España industrial del Norte, su almacén y su repositorio en mano de obra barata). Andalucía misma fue un gran solar apto para una agricultura y una ganadería extensivas: para el latifundio, no tanto como sistema productivo sino como estructura social, según un apunte del ingeniero catalán Juan Martínez-Alier, al que Aristu cita en extenso.

Había que ajustar cuentas con los “señoritos” que fabricaron la síntesis andaluza y la consagraron en el Altar y el Trono de la Patria inmarcesible: Pemán, Laín, Halcón y tutti quanti. El jefe de filas de todos ellos fue un señorito no andaluz, José Ortega y Gasset, autor infame de una “Teoría de Andalucía” (1927), en la que, en apretada síntesis, describe de este modo la actitud vital del andaluz: «En vez de aumentar el haber, disminuye el debe; en vez de esforzarse para vivir, vive para no esforzarse, hace de la evitación del esfuerzo principio de su existencia.»

Ahí está servido, ya completo y funcional, el cliché. ¿No les suena, dicho sea de paso, la filípica de Ayuso a los jóvenes como un eco lejano de la “teoría” orteguiana? Es casi imposible que IDA haya leído a Ortega, y del todo increíble que, caso de leerlo, lo haya entendido; pero para esos menesteres tiene en nómina a sus palmeros escribidores.

El músculo central del libro de Aristu no se encuentra, sin embargo, en la diatriba contra los señoritos ni en ningún memorial de agravios. Sino en la oportunidad actualísima de recuperar para los andaluces la consideración que merecen por sí mismos y por su protagonismo, en una España del esfuerzo y de la centralidad del trabajo. Y eso se refiere tanto a los andaluces que viven y trabajan en Andalucía, como a los que se han buscado la vida asentándose en otros lugares, en particular cuando la “migración bíblica” de los años sesenta, pero también antes y después.

Desde aquel Éxodo prodigioso ocurrido en la España de Franco al hilo de los Planes de Desarrollo, que acabó con la mano de obra infinita e infinitamente barata que alimentaba a los señoritos latifundistas y obligó a nuevos modos extractivos de rentas por parte del capitalismo regional, los andaluces se vieron enfrentados a una alternativa crucial: ser tradicionales o modernos. Lo que sucedió a partir de los ochenta, con la transición a la democracia, lo apunta de forma certera Aristu en un libro anterior, que debe ser leído inexcusablemente antes o después de este último: “El oficio de resistir” (Comares 2017). Con ese bagaje podremos acercarnos después, caminando sobre nuestros propios pies, a la actual situación, en la que una vez más un número muy mayoritario de andaluces han vuelto a inclinarse por la tradición y a rehuir la modernidad. La razón podría parecer incomprensible, pero Aristu la encontró teorizada por un filósofo neoyorquino, Marshall Berman (“Todo lo sólido se desvanece en el aire”), citado en el capítulo 5 del libro: la modernidad posible incluye en sí misma la certeza de que, quien la busca, desaparecerá con ella porque todo será ya diferente.

Es seguramente por esta razón última, por lo que la tradición va sobreviviéndose fatigosamente a sí misma en un escenario marcado por las líneas de sombra.

Termino mi diatriba con un gran abrazo a Cuca Ollero, “la madre de todas las rebeldías, afortunadamente” (estoy citando a Javier, en la Dedicatoria de “El oficio de resistir”); a Ana Aristu Ollero, sin cuya eficaz aportación el libro que ayer se presentó en Barcelona no habría podido quedar concluido, y a su hermano Carlos Aristu Ollero, venido para la ocasión de sus trabajos al frente de las CCOO de Sevilla. Fue un privilegio verles juntos y escucharles contar con sencillez las circunstancias únicas de los últimos años de Javier entre nosotros.

 

jueves, 27 de octubre de 2022

LOS MÚSICOS DE BREMEN


 Monumento a los músicos de Bremen, obra de Gerhard Marks (1953).


A Javier Aristu Mondragón, in memoriam

Visto desde cierta perspectiva, el Estado de las autonomías se asemeja al burro, el perro, el gato y el gallo que huyeron de una granja de la Baja Sajonia y se encaminaron a la gran ciudad de Bremen dispuestos a prosperar dando conciertos al selecto público. Cada animal estaba orgulloso de su propia voz, de modo que en el primer ensayo –los cuatro optaron para la ocasión por subirse uno encima de otro para que su canto coral tuviera mayor amplitud y resonancia–, cada cual se arrancó a su aire, sin partitura, y todos chillaron a cual más para que su tesitura particular no se perdiera en la algarabía.

El éxito sorprendió a la propia empresa, según el cuento de los Hermanos Grimm. Los músicos ahuyentaron de la casa vecina a unos ladrones que cenaban juntos con intención de repartirse el botín de sus rapiñas, y los coristas consumieron los manjares y se apropiaron de los dineros considerándolos un tributo de la admiración sin límites que había provocado su despliegue artístico.

El cuento no indica qué ocurrió después; cabe imaginar, sin embargo, que la iniciativa del burro, el perro, el gato y el gallo, no tendría demasiado recorrido después de aquel estreno tan inesperadamente fructífero.

El constitucionalista Pedro Cruz Villalón advirtió en 1981 que el Estado español de las autonomías no tiene ninguna estructura jurídica determinada. Las intenciones de los padres de la Ley Suprema fueron loables sin duda, pero no han tenido traducción adecuada en el lenguaje jurídico, de modo que lo que ocurre en realidad es una disfunción organizativa, una “desconstitucionalización”. Javier Aristu lo expresa así: «Tenemos formalmente un Estado de las Autonomías, pero materialmente podemos estar en un verdadero desorden organizativo del Estado.»

Este comentario de Javier está incluido en el Epílogo de su libro póstumo “Señoritos, viajeros y periodistas. Miradas sobre la Andalucía del siglo XX” (Comares, Granada 2022), que se va a presentar esta tarde en la sede de CCOO de Barcelona. El comentario de Aristu sobre nuestra Constitución no es anecdótico, ni adyacente a la cuidadosa investigación que realizó sobre los andaluces y su transcurrir en el duro tránsito de la tradición a la modernidad; es decir, más o menos entre el ahora mismo, cuando la modernidad se ha visto rechazada una vez más en las urnas, y los años sesenta, época en la que, lo dice él mismo, “cambiaron muchas cosas”, pero se mantuvo una resistencia férrea al cambio posible de los parámetros que venían siendo considerados componentes insustituibles de la “esencia” tradicional de Andalucía, en “apretada síntesis” por decirlo con un cliché omnipresente entre nuestros tertulianos más aplomados.

Volviendo a la Constitución incompleta, lo que empezó como un problema grave pero restringido al País Vasco y Cataluña, se ha amplificado y agravado con la sublevación de Madrid y el apoyo de otros territorios. Un signo cierto de la enfermedad es que varios presidentes de autonomías se han puesto a sí mismos unos emolumentos superiores a los del jefe del Gobierno central. Aquí se detecta una cuestión de jerarquía, porque todo el mundo sabe que la jerarquía reposa en la nómina. La ocurrencia desfachatada de Moreno Bonilla, que anunció al mismo tiempo la bajada de impuestos en Andalucía y la reclamación de cien millones al Gobierno de Pedro Sánchez para cumplir con los objetivos de desarrollo propios del territorio, es otra muestra significativa del extremo al que hemos llegado. El carro delante de los bueyes; o un concierto desafinado, lo que los catalanes llamamos un “orgue de gats”, un órgano de gatos.

Les cuento en días próximos algo más sobre la presentación de campanillas de un libro que contiene apuntes sumamente importantes desde los que avizorar nuestro futuro posible. No el de Andalucía solo; también el de una España estructuralmente fallida incorporada a una Unión Europea desfalleciente.

 

sábado, 22 de octubre de 2022

TINTA AGUADA, PERGAMINO MALO, TEXTO DIFÍCIL


Pintura sobre tabla (?) del Museo de la Colegiata de Covarrubias. Fuente: Jordi Pedret Grenzner. 

 

No tengo la referencia completa de la imagen que campea sobre estas líneas. Por la aureola se trata de un santo; por la mitra, de un obispo. Está escribiendo –y no copiando– en lo que parece un scriptorium de algún monasterio grande. En los orificios practicados en la parte derecha del atril, hay colocados dos cuernos con tinta. Tiene en una mano la pluma, y en la otra una regla para escribir con líneas derechas.

En los siglos oscuros, cuando toda la cultura acumulada antes estuvo a punto de perecer, la regla de la orden benedictina salvó la sabiduría de la Antigüedad para el futuro de la humanidad. Los monjes no debían estar en ningún caso mano sobre mano, porque acechaba el demonio meridiano. «El que no vuelva la tierra con el arado, tendrá que emplear los dedos en escribir en los pergaminos», dejó dispuesto San Férreol (530-581).

Puede parecer un trabajo más cómodo que la labranza, pero no lo era. La lectura era obligatoria según la regla, los libros (rollos de pergamino o, con más frecuencia, códices) escaseaban, y peor aún, se deterioraban con rapidez. Fue una lucha contra el tiempo y contra la precariedad de los materiales. Los viejos textos desaparecían, roídos por la humedad y comidos por los insectos. Era necesario recopiarlos una y otra vez, para que pudieran subsistir. Un trabajo repetitivo, rutinario, fastidioso, que exigía una concentración muy alta durante un tiempo muy largo. En el margen de la última página de un manuscrito, un amanuense escribió: «Ya he acabado de copiarlo todo. ¡Por Dios, dadme un trago!» Otro apunte al margen se rebela contra la ordalía que le ha tocado en suerte: «La tinta está aguada, el pergamino es malo, el texto difícil.»

Los amanuenses solían estar eximidos de la oración en común, para aprovechar al máximo las horas de luz diurna. Por la noche no se trabajaba: eran necesarias velas, y el pergamino es un material altamente inflamable. Como ocurre en “El nombre de la rosa”, de Umberto Eco, muchas bibliotecas perecieron en incendios, fortuitos o no.

El copista trabajaba con varias plumas, cortaplumas para afilarlas, tinta, regla, una lezna para agujerear el pergamino y mantenerlo tenso en el atril, y piedra pómez para suavizar la superficie o hacer desaparecer manchas y borrones. Para los manuscritos “miniados” (ilustrados), se necesitaban más instrumentos especiales.

He seguido en toda la descripción anterior el ensayo de Stephen Greenblatt “El giro” (The swerve), Crítica 2012, traducción de Juan Rabaseda y Teófilo de Lozoya. Termino con un párrafo de dicha obra (p. 41), significativo del aprecio de que gozaban los buenos copistas: «En los códigos de “wergeld”, en los que en los países germánicos e Irlanda se especificaba la indemnización que había que pagar por un caso de asesinato –doscientos chelines por matar a un aldeano, trescientos por un clérigo de rango inferior, cuatrocientos si el clérigo estaba diciendo misa en el momento de la agresión, etc.–, la muerte violenta de un amanuense era equiparada a la de un obispo o un abad.»

  

jueves, 20 de octubre de 2022

CUARENTA Y CUATRO DÍAS

 


Lilli Palmer como Madame Fourneau, en “La Residencia”, película de Narciso Ibáñez Serrador (1967).

 

Hartos de las extravagancias de Boris Johnson, los tories británicos – mayoritarios pese a todo –hicieron un esfuerzo de sensatez hace cuarenta y cuatro días, y votaron ortodoxia de la buena para sustituir al histrión. Así, con el aval de unas primarias ganadas con holgura, llegó a la jefatura del gabinete la señora Liz Truss, una liberal de viejo cuño a la que no se conocen más vicios que el muy probable de la disciplina inglesa.

Liz es como la Madame Fourneau de La Residencia, película de Chicho Ibáñez Serrador que casi nadie recordará ya porque en aquella ocasión confundimos el mensaje. Creímos que el inventor de las Historias para no dormir nos quería asustar con el franquismo, y que podíamos reír después de haber temblado, porque habíamos ganado. No sospechábamos que otro monstruo seguía agazapado en el closet a la espera del momento oportuno para hacer su aparición en escena.

No se trataba del fascismo, en efecto, sino de algo que el fascismo envolvía entre sus pliegues y solo dejaba entrever en flashes cuidadosamente disimulados con la aplicación oportuna del fotoshop.

La señora Truss ha tenido la habilidad de presentar en público a la Criatura en sus justos términos, sin adornos ni efectos especiales. Lo que nos ha puesto delante de los ojos es la Ortodoxia Neoliberal, el invento definitivo sin afeites ni disimulos, rechacen las imitaciones. Bajar los impuestos directos, jibarizar el Estado social, premiar a las multinacionales y a la banca, recortar una y otra vez los restos del naufragio keynesiano del bienestar. A la porra los pobres, el trabajo no debe ser un medio de vida sino una condena perpetua; los salarios deben caer de forma continuada, y las tarifas, eléctricas u otras, subir y subir sin medidas correctoras que desmentirían la bondad implícita de la resultante de los movimientos de vaivén de los mercados financieros.

Liz Truss vino para salvar el mundo de las finanzas primero; y todas las demás promesas del mundo virtual neoliberal habían de sernos dadas por añadidura.

Se va por el foro cuarenta y cuatro días después. Sic transit, etcétera. Ni siquiera las élites financieras más contumaces han sido capaces de sostener a su paladina. Era la Bolsa o la Vida, después de que la nutrida audiencia se viera enfrentada en 3D y con sensurround al monstruo jurásico, que se abalanzaba sobre ella con las fauces babeantes.

Queda pendiente la cuestión de los amigos de Liz. Me refiero en particular a Isabel y Alberto, que han puesto sus mejores esperanzas en los mismos principios de la pionera. De momento no está pasando nada con ellos, porque no manejan los mandos del aparato real, sino tan solo juguetean con un simulador de vuelo mientras predican venturas celestiales.

¿Se imaginan lo que ocurriría si llegaran a hacerse con la dirección de la economía en crudo? Ustedes los conocen bien, les han visto y oído en toda la porfía que hemos vivido a lo largo del último curso de Antipolítica que han dictado a pachas entre el Senado y la Asamblea de Madrid.

Cuarenta y cuatro días al mando de todo serían una eternidad, para ellos y para nosotros. Seguro que no aguantaríamos entre todos tanto tiempo, ni siquiera aunque Tezanos dimitiera de su puesto en el CIS.

 


Liz Truss ha anunciado su dimisión. Farewell, My Lovely!

 

miércoles, 19 de octubre de 2022

LOS TRES PICOS DE LA CATEDRAL

 


Vista lejana a contraluz de la catedral de Luxemburgo, en el skyline de la ciudad.


(Recuerdos de viaje) 

La catedral de Luxemburgo está clasificada como gótica, por más que en su origen no fuera ni gótica ni catedral. Los jesuitas levantaron la iglesia en el siglo XVII, en el estilo propio de la Compañía. Su transición hacia cimas más altas de la religión empezó con la colocación en su interior de una imagen “milagrosa” o con fama de ello, la de María Consolatrix Afflictorum, avanzado ya el siglo XVIII. Se promovieron entonces reformas para dar un empaque renovado a la estructura eclesial, la más importante del archiducado de Luxemburgo, y se utilizaron para ello las convenciones del estilo neogótico. En 1870 fue consagrada catedral por el papa Pío Nono, no tan conocido por su pontificado como por un avatar que lleva su nombre, creado venturosamente en la “Confitería Isla” de Santa Fe de la Vega1. Ya en los años treinta del siglo pasado, el templo fue objeto de una ampliación importante.

Debió de ser, calculo, en las obras de transición del barroco al neogótico, cuando se definió el tricornio característico que remata la silueta aérea de la catedral. La entrada principal de esta se sitúa en un extremo de la nave del crucero, y las puntiagudas torres gemelas de la fachada primitiva han dejado de ser iguales, como suelen serlo las que llevan en Europa y América el sello constructor de la Compañía de Jesús. A la pequeña extravagancia de estilizarlas y hacerlas distintas, se suma la altura inusual de la linterna que emerge, como un tercer pico agudo, de un cimborrio también atípico. La impresión que da el conjunto es la de un insecto gigante, una especie de saltamontes, posado en el suelo en una postura no del todo estable. El paseo alrededor del complejo catedralicio permite, de otro lado, enriquecer la panorámica con perspectivas cambiantes: los tres picos de la catedral permutan sus posiciones a lo largo del recorrido, como en un baile solemne trenzado en beneficio del espectador.


Los tres picos de la catedral, desde el lado opuesto a la entrada principal.

 

1 Para más información sobre los piononos, acudir en Facebook a José Luis López Bulla y/o Rafael Rodríguez Alconchel.

 

sábado, 15 de octubre de 2022

LO IMPORTANTE

 


La fotografía tiene, desde ayer, cuarenta y tres años: fue tomada el 14 de octubre de 1979, en la Casa de Campo de Madrid. Las Comisiones Obreras convocaban una concentración por el mantenimiento del poder adquisitivo de los salarios. Yo estuve allí; no en el estrado, claro, sino abajo, entre los concentrados, empuñando una bandera en la mano algunos ratos; nos la turnábamos entre varios compañeros, para poder aplaudir de vez en cuando, o gritar, o echar mano al bocata.

Había mujeres con nosotros; no muchas. En mayor proporción, en cualquier caso, que la que se percibe en la foto de la tribuna. Aquellos eran días de transición democrática, era un peligro cierto el significarse demasiado, y los varones “protectores” ocupábamos por lo general el primer plano de los escenarios.

No era machismo. Bueno, no era “solo” machismo, no era ese el elemento más determinante. Muy pocas mujeres eran conocidas por su nombre y su apellido, en la masa obrera en movimiento que ocupó el puesto principal en la línea del frente para aventar los restos de la dictadura. De los varones, algunos nombres fueron muy conocidos, repetidos, coreados. Represaliados también, en su gran mayoría.

Ahora las cosas fluyen de manera natural, y las mujeres van ocupando el lugar y la proporción que les corresponde en los estrados y en las tribunas, en las ejecutivas y en los equipos de negociación. Entonces, los dirigentes no anónimos se veían obligados a pasar con demasiada frecuencia por las comisarías, por los tribunales, por los calabozos y por los “hábiles” interrogatorios dirigidos por especialistas en la tortura.

Ahí tenéis a algunos de esos varones. Yo recuerdo el nombre de media docena tal vez, de los de la foto. No más, mi memoria tampoco da ya para mucho. Aquella fue una historia colectiva, heroica en buena medida; pero en un colectivo de grandes dimensiones, los nombres propios tienden a quedar en un segundo plano. No fueron Zutanito y Menganito los reunidos aquel día lluvioso; sino las Comisiones Obreras.

Eso fue lo importante.

 

miércoles, 12 de octubre de 2022

LOS CELOS DE MONTALBANO

 


 

… Mais sans technique un don n’est rien qu’une sale manie…

G. BRASSENS, “Le mauvais sujet repenti”

 

Vi anoche por TVE el “último” Montalbano con una punzada de decepción. Los elementos de la larga trama estaban ahí, ahí comparecían los actores y elaboraban sus enredos los guionistas (menos uno, el propio Andrea Camilleri, ya fallecido cuando se rodó la historia). Pero la ausencia del Autor revelaba que la técnica no puede sustituir al don, al contrario de lo que declaraba Brassens en una de sus canciones emblemáticas.

Fue sin duda un esfuerzo plausible por alargar el éxito crematístico de una saga televisiva que se había quedado sin combustible. También, en su momento, se quiso continuar la historia de Pepe Carvalho obviando que Carvalho era Manolo, y se prolongaron las peripecias de Mikael Blomkvist y Lisbeth Salander a pesar de que Stieg Larsson había desaparecido. Son ejercicios de estilo no carentes de interés, pero efímeros por naturaleza. La dialéctica que une al personaje con su autor no es algo que se pueda transportar mecánicamente.

Por eso tiene un interés particular, en estos momentos de desconcierto, la lectura de Riccardino, la auténtica última aparición del personaje Salvo Montalbano. Ojo, estoy hablando del personaje literario, no del televisivo. Ojo de nuevo, de esa diferencia habla precisamente la novela a la que me refiero.

“Riccardino” presenta un juego pirandelliano, es decir, un Personaje que se rebela contra su Autor. Hay matices importantes, sin embargo. El personaje Montalbano se sentía razonablemente satisfecho del autor Camilleri, que ponía por escrito historias basadas en casos suyos que él le iba contando. La asociación aportaba beneficios a las dos partes.

Pero ahí se entrometió un tercer elemento, el Montalbano televisivo, que consiguió las cuotas más altas de audiencia en el país – e incluso en otros países – y se sintió con poder suficiente para dictar sus condiciones a la pareja autor/personaje. El Montalbano TV es más guapo que el “real”, más joven, más enérgico, más sexy. Cuando Riccardino es asesinado en la plaza de Vigata, delante de los tres sospechosos de haber deseado su muerte y de una colección completa de mirones, y comparece Montalbano para solucionar el caso, recibe tan solo una atención relativa: no es “el” Montalbano que la gente ama; la gente prefiere la pantalla a la “realidad”.

Lo cual provoca los celos del Montalbano “real”, que se lanza a investigaciones extravagantes e incluso peligrosas para darse postín en un asunto que muy posiblemente sea tan solo un tema de cuernos. Hasta que recibe una llamada telefónica del Autor, alarmado: «Salvo, me estás haciendo escribir una historia de mierda.»

Este y no otro es el verdadero final de la saga. Todo el equipo técnico habitual, incluido el mediático actor protagonista, pueden seguir confeccionando historias y más historias sobre el legendario personaje al que tanto hemos amado y amamos. Pero serán, sin equívoco posible, historias de mierda.

 

domingo, 9 de octubre de 2022

EL "DAY AFTER" DE JUNTS PER CAT

 


La “Porta Nigra” de Tréveris. Por ella desfilaban las legiones romanas al volver de la guerra. En triunfo, en el mejor de los casos; o doloridas y cabizbajas, si los bárbaros teutones se habían excedido en sus finezas.

 

La nueva y repentina situación política de Cataluña está acarreando una recomposición forzosa de las fuerzas en presencia. Desde este punto de vista, la convocatoria de nuevas elecciones solo favorecería a Junts. Es más, sería la justificación perfecta de su “No es No” perpetuo. Sumando los plazos de convocatoria, disolución del Parlament, campaña electoral, celebración de comicios, reparto de escaños y consultas para formar gobierno, nos encontraríamos en marzo o abril de 2023 con los brazos cruzados, la casa sin barrer, y encerrados con el solo juguete de la in-indé-independencia. Demasié para el body, como decían nuestros ancestros.

Aragonès descarta esa convocatoria que solo a él correspondería activar (veo en La Vanguardia que Marta Rovira abunda en su misma opinión), y lo fía todo al apoyo de Comuns, mientras mantiene el veto al PSC. No creo que Comuns entre en ese juego, con la vana esperanza de pillar cacho; y no es momento de vetos a la opción que más consenso acumula en el país. Sería bueno que ERC reseteara su posición y avanzara hacia un final de mandato abierto a alianzas siquiera tácticas, basadas en el objetivo mínimo de salvar los muebles. Hay muchos muebles por salvar, de cierto.

Encuentro correctísima y muy sensata la posición expresada por Salvador Illa. El governet está debilitado, pero no es cuestión de apuntillarlo, sino de pensar en los catalanes, más allá incluso de los políticos catalanes. En esta temporada de otoño-invierno se van a decidir demasiadas cosas, para que andemos todos de cabeza, pendientes nada más de sondeos de opinión y de precampañas electorales.

No voy a referirme a las posiciones que mantienen la CUP de un lado, y del otro PP, Cs y Vox, porque por esa parte no hay novedad, señora baronesa, ni se la espera. Son formaciones que viven en el anhelo urgente de una gran catástrofe que lo sumerja todo, porque así podrían echarle la culpa a Pedro Sánchez.

El tema de Junts x Cat es distinto. He leído en torno a él, en Facebook, dos apuntes de comentaristas amigos, de una gran enjundia. Por un lado, Guillem Martínez señala cómo el grupúsculo Puigdemont-Borràs, mayoritario en la consulta y con toda probabilidad minoritario en la organización, corre a alinearse con la moderna ultraderecha 2.0, antes de que se le anticipe la ANC. De ahí la renuncia a la participación en el gobierno y el ultimátum a ERC sobre elecciones o voto de confianza. Contra menos bultos, más claridad.

Por otro lado, Gabriel Jaraba señala similitudes (dentro de las enormes diferencias) con la implosión del PSUC, en su día, debida a incompatibilidades demasiado graves entre sus partes constituyentes. En el caso que nos ocupa ahora, el viejo espíritu de la ganancia regada con sudor de la frente, y de la negociación esforzada sin romper jamás la baraja, choca en exceso con el surfeo de la realidad y la utilización del relato maravilloso como medios para superar todos los obstáculos que puedan aparecer en un medio puramente virtual.

¿Hacia dónde van, entonces, las partes rotas de la nave “Junts”? Creo inevitable una nueva escisión a partir de la cual cada parte buscará su propio nicho ecológico en el que subsistir. La presencia de un número muy considerable de cargos públicos con remuneraciones altas favorecerá una desobediencia amplia a la decisión de romper, pese a haber sido tomada previa consulta a las bases. Habrá quienes prefieran devolver el carné y mantenerse en el cargo, jurando nueva fidelidad a los “traidores”. A cortísimo plazo, los números en el Parlament no serán tan ajustados como resultaría si el bloque Junts pasara entero a la oposición. Puede que haya incluso un Grupo Mixto formado por disidentes a la espera de nuevas certificaciones visadas por las oficinas institucionales.

El panorama se presenta abigarrado y sin duda apasionante. Tengan en cuenta que solo estamos en el día después, the day after, del estallido.

  

sábado, 8 de octubre de 2022

DEL "PEIX AL COVE" AL TIRO EN EL PIE

 


No ha desaparecido del todo el papel puntero de Cataluña en la política peninsular, pero sí ha cambiado de signo.

Fue positivo en coyunturas muy delimitadas del último cuarto del siglo pasado. La voluntad unánime de cooperar para superar los traumas del franquismo, unida a la bonanza relativa de los negocios, permitió que se abrieran ventanas de oportunidad antes impensables, y por esa vía se generó – hasta cierto punto, desde luego – en las élites del país la idea de que era posible, mediante una negociación sabiamente calculada, dirigir sin brusquedades (con seny) las políticas económicas, así de los tirios como de los troyanos, de modo que unos y otros trabajaran en último término en beneficio de los intereses de las clases emprendedoras catalanas.

La pretensión tenía su lógica interna, porque Euskadi daba por entonces el tono más negativo y sombrío de los nacionalismos irredentos, y en comparación el “oasis catalán” ofrecía un refugio de sensatez a una España cosida con pespuntes, que se esforzaba en mantener y consolidar equilibrios internos inestables.

Fue entonces cuando el Molt Honorable Jordi diseñó la estrategia del peix al cove, la renuncia a un proyecto común a largo plazo, para centrarse en la ganancia inmediata de una concesión cualquiera, pequeña o grande pero aprovechable a corto término. Pareció el colmo de la astucia. Cataluña ganaba en todas las variantes.

Ahora se da la situación inversa. Cataluña ya no es garantía de estabilidad sino de desestabilización, y la brújula que guiaba en los meandros de la política a Pujol, desaparecidas sus cualidades magnéticas, no señala a ninguna parte. Los herederos de los herederos de los herederos del prohombre acaban de sustituir el principio del peix al cove por el tiro en el pie. Renuncian a gobernar, renuncian a negociar, renuncian a implicarse en la política de las cosas. Se han quedado a solas con su sueño de independencia degenerado en pesadilla.

No han desaparecido, cierto; aún innovan en el terreno de la política. Pero con el signo cambiado. Todo lo que pueden ofrecernos está en negativo.

El govern debe seguir su camino, con un repuesto urgente en las conselleries afectadas. Hay presupuestos importantes pendientes de aprobación, grandes políticas de infraestructuras en el horizonte, medidas para promover energías limpias y luchar contra el cambio climático. Cosas para hacer juntos, si bien ya no con Junts.

A estos, coloquémoslos con cuidado de no torcerles una pata en su nicho ideológico correspondiente, al lado de la CUP, y cuidemos de pasarles el plumero de cuando en cuando para quitarles el polvo.

Son una rareza, una anomalía curiosa, tal vez la subespecie más singular de la biodiversidad histórica catalana.

 

jueves, 6 de octubre de 2022

EMERGIENDO DE LA GALAXIA DE GUTENBERG

 


Gutenberg y yo, en Estrasburgo. Hoy nadie levantaría un monumento al inventor de la imprenta; fue un radical empedernido que con su tozudería retrasó varios siglos la dorada posmodernidad posmoderada en la que medra nuestra afortunada oposición.

 

Mis dos nietos, ambos en la adolescencia, prefieren una peli de dibujos animados a otra con actores “de verdad” y provista de los correspondientes diálogos. Cosas como “Doce hombres sin piedad” les parecen un tostón; el problema es que para enterarse de lo que ocurre deben estar atentos a todas las réplicas, sin desfallecer. Y mantener una atención sostenida les cuesta.

No es que sean cortos de mollera, muy al contrario. A la tercera réplica del jurado número 4, ya te pueden dar el desenlace con un margen de error de más menos cero cinco. Entonces, el resto de la película les sobra por todos lados, como las mangas de los jerséis que nos tricotaba mi tía Magdalena.

En mi propia adolescencia, yo iba sin falta una vez a la semana a un cine de arte y ensayo, para reseguir toda esa serie de matices en las controversias larguísimas sobre la condición humana que nos colocaban Bergman, Losey o Antonioni. ¿Se han dado cuenta de que ninguno de los tres, ni otros de la misma escuela, aparecen ni por casualidad en la programación de ninguna cadena actual de televisión?

Mi teoría es que nos estamos saliendo de la Galaxia de Gutenberg. Estamos en el umbral de otra cosa. La gente ya no dialoga, si no hay una necesidad estricta. Tomemos, por ejemplo, la cuestión crucial del color del caballo blanco de Santiago. Si hay debate, no es para perderse en matices sutiles: “¡Es blanco con un par, jódete cabrón!”

Mi teoría, si mediante nuevos estudios consigo hacerla más firme y comprensiva, podría extenderse a los comportamientos electorales. Veo dos posibles vías de investigación. La primera, el hecho de que nos gustan los candidatos – de modo parecido a como les ocurre a mis nietos con el cine – en formato dibujos animados, con preferencia a las personas de bulto redondo. La segunda, la circunstancia de que aparezca en este tema el mismo aborrecimiento de los matices en favor de una simplificación llevada al extremo: buenos son solo los buenos; malos, los malos a rabiar. Los “radicales” se dedican a subir los impuestos para llenar traicioneramente la hucha de las pensiones, y los “moderados” hacen exactamente lo contrario. No acabamos nunca de saber quiénes lo hacen bien y quiénes mal, porque todo ocurre demasiado deprisa. En algún momento alguien, Liz Truss por poner un ejemplo, se da cuenta de que va al precipicio y da un viraje brusco. Los “moderados” se escandalizan de estas inconsecuencias: “¿Vamos a Rolex o vamos a precipicios, señora Truss?”

Estamos emergiendo de una galaxia, y nos hemos encallado en un rincón del espacio sin acabar de entrar en la galaxia siguiente. Disculpen las molestias, como advierten los letreros en las obras públicas callejeras.

 

martes, 4 de octubre de 2022

SAN PACO DE ASÍS

 


No soy persona piadosa, pero me siento moderadamente satisfecho del santo cuyo nombre llevo.

Posible que no se llamara así, para empezar. Si en la familia siguieron la tradición de llamarlo como su padre, su nombre habría sido Pietro Bernardone II. Francesco significa “afrancesado”, y le dieron ese apodo porque era un entusiasta de las composiciones de los trovadores franceses. En eso al menos me parezco a él: Yves Montand, Jacques Brel, Charles Aznavour, Léo Ferré, Jean Ferrat, Gilbert Bécaud…, y por encima de todos Tonton Georges Brassens.

También fue al parecer un chico desprendido, casi un manirroto. Mis tías le habrían criticado, como a todos nosotros los Rodríguez, “que a los duros les damos patadas”.

Cuando Don Pietro, patrono del ramo del Textil de la tendencia dura, se hartó de las calaveradas de su hijo, tomó la sabia precaución de desheredarlo, y además le exigió que le devolviera todas sus cosas. Dicho y hecho. El encuentro tuvo lugar en la plaza de Asís, en presencia del obispo. Francesco lo devolvió todo, incluso la ropa que llevaba, hasta quedarse en pelota delante del gentío. Siempre exagerado, amigo de dar la nota. El obispo le cubrió las partes con su manto, como queda reflejado en el fresco de Giotto di Bondone que aparece sobre estas líneas desastradas. Don Pietro, de amarillo, recibe los vestidos en actitud beligerante. Las arquitecturas que enmarcan la escena, obra de la imaginación de Giotto, son irreales pero bellísimas.

Luego Francesco se dedicó a reclutar gente para una nueva orden religiosa. La Iglesia, siempre vigilante, estuvo en un tris de declararlo hereje, pero el santo papa, cuando la bula de excomunión ya estaba preparada para la firma en su escritorio, tuvo un sueño en el que el grandioso edificio de la Religión vacilaba, a punto de caer al suelo con estruendo, y era Francesco quien lo sostenía en pie. Entonces cambió el papa de idea (hay una larga tradición de sueños de inspiración divina, y no es cosa de desoír presagios y profecías), y legalizó la nueva asociación con todos los Nihil Obstat precisos. En ese punto concreto mi modesta opinión, desde la perspectiva que da el tiempo transcurrido, es que el papa más bien la cagó. Virtus in medio, no convienen unos bandazos tan exagerados de un extremo al otro.

En apretada síntesis, concluyo: cierto que Francisco o Paco de Asís es un santo y por consiguiente persona de poco fiar. Pero los hay peores.

 

lunes, 3 de octubre de 2022

ESOS TITULARES DE PRENSA

 


Fotograma de ‘The Front Page’ (Primera plana), Billy Wilder 1974. El reportero Hildy Johnson (Jack Lemmon) escribe, y su director Walter Burns (Walter Matthau) supervisa su trabajo leyéndole por encima del hombro.

 

Hildy Johnson teclea frenético en su máquina de escribir. Acaba la cuartilla y se la pasa a su director Walter Burns, al tiempo que coloca en el rodillo la cuartilla siguiente.

– Esto no sirve. No has puesto… [no recuerdo qué] – le advierte Burns.

– Está en el segundo párrafo – responde Hildy.

– ¿Quién lee el segundo párrafo? – le grita Burns.

Un diálogo que es una lección de periodismo. Seleccionar el contenido de un primer párrafo es una tarea delicada en el momento de escribir una crónica. Con mayor razón, seleccionar el contenido del titular. Lo que quieres expresar en la noticia está ya de alguna forma resumido en el titular.

Y de eso me quejo. Es decir, me quejaría si sirviera de algo. Veamos la forma de presentar el resultado de la primera vuelta de las presidenciales de Brasil en El País digital de hoy, ejemplo por antonomasia de periodismo serio en nuestro país: «Lula se impone y disputará la segunda vuelta a un Bolsonaro reforzado».

Léanlo despacio. Lula ha ganado. ¿Por qué es Bolsonaro el “reforzado”, y no Lula? ¿Por qué es Lula quien ha de disputar la segunda vuelta a Bolsonaro, y no al revés? ¿Cuál de los dos se sugiere que ha salido airoso del envite? Se afirma que “Lula se impone”, cierto, pero solo en una semifinal. En el otro rincón del ring, le espera ahora alguien “reforzado”. Reforzado, ¿en qué?, ¿por qué?

Díganme que soy un tiquismiquis. Walter Burns me lo habría dicho. En la primera plana de El País digital coincide la noticia de Brasil con la de una encuesta de opinión en España. Es sabido que las encuestas de opinión son material volátil, incluso cuando están hechas con seriedad (las que daban a Lula veinte puntos de ventaja sobre su rival demostraron serlo, sin que eso signifique de ninguna manera que Bolsonaro haya “remontado” nada en la votación: son amores distintos, simplemente).

El País presenta la encuesta con el siguiente titular: «El PP amplía su ventaja frente a un PSOE estancado y un Vox a la baja.»

No me parece casual que las dos noticias políticas aparezcan juntas en primera plana. Las matizaciones, todas las innumerables matizaciones que son del caso, vienen en los dos artículos en el segundo párrafo, seguro. Oigan, ¿quién lee el segundo párrafo?

De modo que el lector apresurado, el lector típico, se queda con la sensación de que Bolsonaro está más fuerte en Brasil, y que el PP amplía en España su ventaja sobre un PSOE “estancado”. En la Facultad de Periodismo enseñan que hay maneras distintas e incluso contrapuestas de presentar y de aderezar una noticia. Cuál sea la elegida no es una cuestión intrascendente.

 

domingo, 2 de octubre de 2022

ESCENAS DE LA VIDA A BORDO

 


En la cubierta superior, con Teo García Martín y Jordi Ribó, durante la pausa obligada para el paso de una esclusa. Adoptamos, entre los tres, decisiones valientes y drásticas para la seguridad del pasaje: “las mujeres y los niños primero”, por ejemplo. Felizmente, no había niños.



 Cena de gala, en el comedor. Preside el comité central en la sombra: de izquierda a derecha, Teo, Pedro López Provencio, Miquel Bonilla, PRL y Carmen Martorell. Detrás, el equipo médico habitual.



Bailongo en el salón. Mercè Claramunt de Bonilla y Ramon Pla de Martínez Mallorquín, rodando por la pendiente del desenfreno.



 
Hay cientos de miles de fotos de este tema, y todas son mejores que la mía; pero esta es la que yo hice con mi móvil de 90 euros. Castillo de Pfalzgrafenstein, en el islote de Falkenau. Al fondo, la villa de Kaub y la torre del castillo de Gutenfels. El “Pfalz”, como se le llama para abreviar, es una construcción original, con torre pentagonal rematada en cúpula, y muro exterior hexagonal. Su función era modesta: ejercía de estación de peaje. Se tendía una cadena de orilla a orilla del río, se apuntaban los cañones de las torretas, y ni Dios pasaba sin antes apoquinar. Poca broma.


 


Todo el mundo en cubierta.