martes, 31 de julio de 2018

SERVICIOS PÚBLICOS, BENEFICIOS PRIVADOS


Simpatizo con la huelga de los taxistas. (Ya está dicho, ea.) No conozco todos los recovecos del asunto, y por lo tanto no puedo decir hasta qué punto están justificadas las medidas que han tomado, decididamente molestas para la ciudadanía aunque, imagino, beneficiosas para el medio ambiente de la ciudad. Tanto combustible que deja de quemarse, ahora que dicen que llega la ola de calor “de verdad”, es un alivio no de despreciar.
Me parece una barbaridad el proyecto anunciado off the record de cerrar el puerto y las fronteras si no se atienden sus peticiones. Si es una mera amenaza tendente a mejorar las condiciones de la negociación, pase. El oficio del taxi es duro, son horas y más horas al albur de las calles, las pejigueras de la licencia, del coche con su mantenimiento, de las restricciones de días y horas de circulación, de los clientes bordes y los borrachos, de los atracos.
El taxi es un servicio público. Necesario. Reglamentado. Los reglamentos pueden necesitar retoques en función de circunstancias nuevas, no lo sé. Pero los reglamentos, en un servicio público, no pueden ser torpedeados alegremente por la iniciativa privada de plataformas que operan con un número ilimitado de “socios” que aportan sus propios vehículos para un remedo de economía “colaborativa” en la que no existen ni reglamentos, ni garantías, ni relación laboral, ni seguridad social, ni nada de nada de nada.
Estoy en contra de Uber, Cabify y los demás VTC (vehículos de transporte con conductor). Se trata de plataformas no sostenibles, que obtienen su lucro precisamente de ignorar la existencia de reglamentos, de cuotas, de licencias y de horarios establecidos. Si se suprimiera toda esa reglamentación embarazosa y restrictiva, desaparecerían de inmediato también los VTC, porque desaparecería su oportunidad de negocio. Las plataformas se sitúan en los intersticios de la reglamentación, en una situación de ilegalidad tolerada, gracias a su versatilidad para llegar al cliente en menos tiempo y con tarifas más bajas. Sus conductores se ven sometidos a una doble explotación: han de responder cuando son llamados, no tienen horarios ni condiciones de trabajo establecidas, no cobran de la plataforma sino del cliente, y sobre ese cobro han de entregar una parte al “gran hermano”, al “patrón” que no lo es porque se denomina “socio”.
Que el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña ampare ese tipo de actuación decididamente pirática en nombre de la libertad de comercio, tiene bemoles. Que rompa y descalifique la pauta convenida entre el Ayuntamiento de Barcelona y el sector del taxi, con el argumento de que el tema debe ser decidido por una autoridad de orden territorial superior, sería demencial de no deberse en última instancia a la repugnancia profunda que sienten sus señorías por el nivel social y el cariz político de las personas que cortan el bacalao, metafórica y literalmente (Ada Colau fue calificada de “pescatera” por un académico de la Lengua), en la Casa Gran.
La huelga del taxi me genera incomodidades, como a todo el mundo, pero estoy bastante bien dispuesto a soportarlas. Espero que tenga un desarrollo cívico y pacífico, y que llegue a buen fin. Lo que ustedes y yo entendemos, sin necesidad de mayores puntualizaciones, por un “buen fin”.
 

lunes, 30 de julio de 2018

LA NECESIDAD DE LA TRADUCCIÓN


En la viñeta de El Roto en elpais, la mujer va vestida de una forma tradicional: falda ancha hasta el suelo, delantal amplio, pañoleta al cuello. También el peinado es tópico: moño en la nuca. El paisaje, apenas esbozado con cuatro trazos, parece rural. La mujer hace sonar con la palma de la mano un gran pandero, y canturrea: «Tantas lenguas cooficiales, y ninguna pa’ entendernos.»
(En la viñeta pone “para”, y no “pa”. El Roto me permitirá la ligerísima corrección, que convierte la salmodia de la aldeana en dos octosílabos perfectos. Desde siempre, en la península nos expresamos habitualmente en octosílabos, con algún verso de pie quebrado para romper la monotonía. Hagamos la prueba con un ejemplo de don Jorge Manrique: Nuestras vidas son los ríos / que van a dar a lo eterno. / Tantas lenguas cooficiales / y ninguna pa’ entendernos, / que es el morir. ¿Lo ven claro ahora?)
De la viñeta de El Roto se deduce, a sensu contrario, la utilidad que tendría para todos hacer valer la riqueza de lenguas cooficiales de que disfrutamos para entendernos mutua y recíprocamente.
Para eso sería necesaria una traducción. No una traducción hecha de forma apresurada, a salto de mata, ni obtenida por medio de máquinas digitales, que solo proporcionan equivalencias de término medio y se meriendan los matices. Los matices son importantes, a veces. Cuando se puso en marcha la edición en catalán de El Periódico, se omitió en la edición experimental el escalón de la corrección de estilo, y Ana Botella quedó traducida como Anna Ampolla. Peor fue el caso de un ruso, Evguenii Voroshilov o algo semejante, que pasó a constar como el senyor Vagines Voraginoses.
Estaríamos hablando de una traducción calificada, en la expresión que utilizó Antonio Gramsci en una carta desde la prisión dirigida a su mujer, Giulia o Julca Schucht, a la que animaba a emplear sus amplios conocimientos sobre Rusia e Italia. Esto es lo que le decía Gramsci (la carta tiene fecha 5.9.1932; la versión española es de Manuel Sacristán, y se encuentra en la página 327 de su Antología):
«Un traductor calificado tendría que ser capaz no solo de traducir literalmente, sino también de traducir los términos conceptuales de una determinada cultura nacional a los términos de otra cultura nacional; o sea: un traductor así tendría que conocer críticamente dos civilizaciones y ser capaz de dar a conocer la una a la otra utilizando el lenguaje históricamente determinado de la civilización a la que suministra el material informativo. No sé si me he explicado con claridad suficiente. Pero creo que ese trabajo merece el intento, y hasta la dedicación de todas las fuerzas.»
Puesto a ser puntilloso, también corregiría a don Antonio eso de “cultura nacional”. No porque esté mal lo que él dice, sino por las polémicas que vienen del término “nación” y de las posibilidades de naciones sin Estado y viceversa. Podríamos dejarlo en civilizaciones, entendiendo por tales los surcos de diferentes anchuras y profundidades que la historia va dejando en las sociedades sobre las que transita.
Se necesitan entonces traductores calificados capaces de trasladar de forma fiel y completa, sin errores ni equívocos, todo el aparato conceptual de una civilización secular como (por ejemplo) la andaluza a la lengua catalana, y viceversa. Las lenguas son estructuras que reflejan el poso social, institucional, técnico, cultural, de las sociedades que se comunican a través de ellas. Un diálogo o interlocución, para dar algún tipo de fruto, necesita de la mediación de traductores especializados que conozcan en profundidad las dos lenguas ─las dos civilizaciones─ en cuestión.
 

domingo, 29 de julio de 2018

TINTARELLA DI LUNA


Tuvimos la noche pasada el privilegio, el grandísimo lujo, de ver desde la terraza de Sant Pol, frente al mar en silencio y durante más de una hora, el espectáculo inédito y enteramente gratuito de la Luna despojada de su vestido de lentejuelas, mostrando sin pudor sus carnes morenas. Fue literalmente una “tintarella di luna”, un bronceado de luna como el que cantó inolvidablemente Mina desde uno de aquellos vinilos pequeños y de agujero central grande que funcionaban a cuarenta y cinco revoluciones a caballo de los últimos años cincuenta y los primeros sesenta del siglo pasado, cuando los muy jóvenes recurríamos a la Luna para soñar; años antes de que aquel brutote americano de pelo cortado a cepillo dejara en la superficie limpia del satélite la huella sucia de su bota.
¿Luna de sangre? Ca, hombre, esa sangre nunca llegará al río; al río, por cierto, donde el torito se enamora diariamente de su reflejo y embiste desolado cuando la ilustre señora concluye su baño y se vuelve al cielo ataviada con el polisón de nardos con el que había bajado a la fragua.
Tuvimos la noche pasada, en la terraza, el grandísimo privilegio de regresar a los territorios del mito y del ensueño, sin la necesidad agobiante de pasar antes por taquilla. Fuimos testigos del largo striptease de la diosa Diana sin aditamentos eróticos, con sencillez, sin aparato, sin músicas subliminales y sin ser perseguidos después, como el cazador Acteón, por la jauría desatada.
Tintarella di Luna. Casi sesenta años después de que la cantara Mina, por fin la hemos visto.
 

sábado, 28 de julio de 2018

ECOLOGÍA Y CATÁSTROFE


Un número increíble de conocidos/as nos han llamado o mensajeado estos días pasados, por si la tragedia de Mati nos había afectado de alguna manera a nosotros o a nuestra familia griega. Estábamos ya en Barcelona cuando ocurrió, y la familia griega está sana y salva al completo. Conocíamos el lugar, sin embargo. Después de nuestras repetidas visitas a Vravrona (la antigua Brauron, con el templo dedicado a Ártemis y la tumba presunta de Ifigenia), solíamos desembocar en el litoral por Rafina, y en Mati o en Nea Macri buscábamos un restaurante popular donde comer pescado junto al mar. Es un segmento de costa muy concurrido durante todo el año. Nosotros hemos estado allí siempre fuera de temporada, es de imaginar su abarrotamiento en pleno verano y con las temperaturas en máximos por encima de los cuarenta grados.
Por casualidad estaba leyendo yo estos días un libro sobre otra catástrofe imprevista y previsible, “Los tres días de Pompeya”, del arqueólogo Alberto Angela. Hay algunos rasgos llamativos comunes a los dos acontecimientos. Por ejemplo, los pompeyanos vivieron sin aprensión los temblores fuertes y repetidos de los días anteriores a la erupción del Vesubio: “Esto es la Campania, aquí la tierra tiembla”, dejaron escrito algunos. Se produjo un fuerte terremoto apenas una quincena antes de la gran explosión, y en muchas mansiones estaban desde entonces reparando los desperfectos: puertas que no cerraban bien, fuentes secas en los jardines, grietas en las paredes, pinturas murales estropeadas. Pequeños inconvenientes de una vida que seguía apaciblemente su rutina sin que nadie pensara en algo potencialmente peligroso situado más allá, susceptible de modificar los planteamientos consabidos por todos.
En el Ática, el planteamiento asumido por todos era la libertad de edificar, sin plan, sin medidas elementales de seguridad, tomando a manos llenas lo que la naturaleza proporcionaba y modificándolo sin ninguna clase de previsión. Se edificó en pleno bosque, en zonas que nunca fueron oficialmente señaladas como edificables; se trazaron a capricho, sin la intervención de ingenieros y técnicos responsables, carreteras vecinales entre los distintos grupos de viviendas, por toda clase de vericuetos susceptibles de convertirse en trampas mortales. Se funcionó, en Pompeya como en Mati, a partir de un “negacionismo” de simple sentido común: si no ha pasado nada hasta ahora, no va a pasar ya nunca.
El segundo rasgo común aparece con la certificación de la amenaza: la erupción del volcán o el auge amenazador del incendio. Un gran porcentaje de personas decide entonces que en ninguna parte van a estar mejor protegidos que en sus casas. Obedecen a un sentimiento arraigado de que solo lo conocido ofrece protección adecuada, en tanto que la intemperie es peligrosa en sí misma. En casa se guardan además los tesoros patrimoniales, muchos o pocos; algo difícil de abandonar porque, durante una ausencia precipitada (y tal vez prematura) de la propiedad, alguien puede saquear esta en la confusión. No se contempla sin embargo, o se omite sin analizarla, la posibilidad de que la catástrofe que llega al galope acabe en un santiamén con las riquezas acumuladas y con la vida de quienes las guardan. Como en efecto sucede.
El tercer rasgo, en fin, es la fuerte empatía que lleva a las personas, cuando no hay remedio y el final es una certeza inmediata, a morir juntos. Abrazados, como los veintitantos muertos de Mati que nunca llegaron a la playa donde buscaban una última esperanza; y como tantos sepultados por las avalanchas de lapilli y cenizas y barro ardiente en Pompeya o en Herculano.
Los incendios del Ática fueron probablemente intencionados; el viento que los enconó y los extendió hasta convertirlos en una trampa mortal, no. Pero no son crímenes menores los que derivan de la imprevisión, de la rutina, de la pereza, del descuido culpable de las vulnerabilidades ajenas por parte de quien ostenta la responsabilidad sobre las mismas.
De eso sabemos mucho en este rincón del ancho mundo. Tenemos una mentalidad ampliamente liberal que predica que todo vale, unida al sentimiento fatalista de que lo que sea, sonará. Cuando sobrevenga la próxima catástrofe caída literalmente del cielo, tal vez nuestros legisladores se apresurarán a colocar un añadido o una disposición transitoria a la última edición del código penal para implementar las medidas destinadas a prevenir que tales horrores no vuelvan a suceder nunca más.
Pero los códigos van siempre detrás de la realidad, y los tribunales van a su vez detrás, y a remolque, de los códigos. Del mismo modo que, en algún momento, las violaciones en grupo dejarán de ser consideradas una calamidad imprevisible como el granizo, o peor, un castigo certero de la divinidad a la falta de compostura y pudor de las víctimas, así también las reiteradas y graves infracciones a la sostenibilidad del ambiente natural serán algún día sancionadas como crímenes contra las personas, sin atenuantes.
Entonces seguirá habiendo liberales negacionistas que protestarán contra el rigor de unas leyes opresivas. Son los listillos que, una vez hecha la ley, buscan de inmediato la trampa, una escapatoria no prevista en el articulado y capaz de asegurarles ─a ellos y solo a ellos─ el privilegio impune de la insolidaridad.
 

viernes, 27 de julio de 2018

CAMBIO DE MODELO PRODUCTIVO


El profesor Josep Oliver analiza en lavanguardia (1) los datos macroeconómicos del empleo en España, muy favorables en el segundo trimestre. “No es oro todo lo que reluce”, advierte desde el título mismo. Hay avances en casi todos los parámetros, incluido de forma muy significativa el de la feminización del empleo. El modelo de crecimiento, sin embargo, no ha variado, y sigue siendo inadecuado en cuatro grandes aspectos: 1, peso reducido del empleo industrial, estancado en un 14% del total; 2, envejecimiento de la ocupación; 3, dependencia de la hostelería y de los servicios públicos, que se llevan la parte del león del empleo nuevo; y 4, aumento nulo de la productividad.
El final de la temporada turística traerá consigo, como todos los años, un bajón brusco de la ocupación en la hostelería. El invierno será largo y crudo. Los presupuestos de Pedro Sánchez, caso de que superen el obstáculo de las maniobras agresivas de PP-C’s, tendrán efectos limitados, al incidir en las políticas sociales pero no en la economía productiva. La curva del empleo volverá a descender. La ruptura con el actual modelo de crecimiento solo llegará a partir de una apuesta firme por la “nueva” economía productiva, que tiene poco o nada que ver con la industria pesada clásica, la del acero y el carbón, y que, muy deficientemente implantada en nuestras latitudes, precisa  de fuentes de energía limpias, de instalaciones desperdigadas en la geografía y trabajando en red (lo que vendrá a sustituir a los clásicos “centros de trabajo”), y de una planificación compleja y descentralizada de los procesos y de los objetivos, a fin de permitir el máximo de eficiencia con el mínimo despilfarro de las materias primas y el mínimo deterioro (o dicho en positivo, la máxima optimización) del medio ambiente y de la calidad de vida.
En estos procesos no serán las elites financieras las que tengan el poder exclusivo de decisión. Las administraciones públicas en los niveles local, autonómico y estatal, habrán de intervenir para incentivar, y para obligar en su caso, a las empresas a cumplir con los objetivos de desarrollo sostenible, los parámetros medioambientales y la aspiración común a una mayor igualdad.
Las administraciones públicas no crecen en el páramo, la actividad organizada de la ciudadanía deberá darles impulso y vuelo en esa tarea de dirección y control. Pero existe aún otro factor importante, la fuerza de trabajo subalterno. Los trabajadores heterodirigidos tienen acumulada y almacenada una sabiduría importante en el designio de mejorar la productividad y dirigirla hacia objetivos colectivos y comunitarios. En este terreno, hay dos condiciones de cumplimiento urgente para que las cosas puedan salir medianamente bien: una es la extensión de los poderes de decisión sobre los procesos industriales, desde el escalón “de mando” hacia abajo, de modo que la experiencia concreta, el know-how, de los estamentos técnicos intermedios, de los especialistas y de los obreros no cualificados, tenga canales para ser atendida en los ámbitos de la “dirección”. La segunda condición es la urgencia de una formación más comprensiva y adecuada para los jóvenes, que ahora ven obstaculizado su acceso al trabajo, a cualquier trabajo, pero que además pueden ser las víctimas de un recorte drástico de sus oportunidades de futuro si no se les proporciona el aprendizaje necesario para la utilización "inteligente" de las nuevas tecnologías. No solo a los “listos”, ojo; el conocimiento de lo nuevo debe llegar a todos, desde la escuela, igual que el de las letras y los palotes trazados a plumilla en otro tiempo.
 


 

miércoles, 25 de julio de 2018

A LA UNIDAD POR ELIMINACIÓN


Desde tres observatorios situados en puntos bastante distintos de la geografía política catalana se comenta hoy críticamente la deriva alarmante de un soberanismo profundamente dividido, así ideal como organizativamente, en busca de una “unidad” no basada en el consenso sino en la eliminación pura y simple del disenso.
Francesc de Carreras se refiere en elpais a la sentencia judicial que anula la decisión de la UAB de prohibir una asociación estudiantil conectada a Sociedad Civil Catalana. No había ninguna justificación democrática para vetar algo que está en la calle legítimamente; solo un autoritarismo rancio, que en estas latitudes se vendía como especie extinguida entre los “nuestros”. Quienes denuncian una opresión centralista sobre las ansias de independencia de un pueblo, deberían examinar con algún rigor este tipo de sucesos, si es que no quieren  defender la libertad y la democracia solo para los hunos, y de ninguna manera para los hotros.  
Antón Costas en lavanguardia recuerda la jornada parlamentaria del 7 de septiembre de 2017, cuando se votaron, en contra de toda legalidad instituida, las llamadas “leyes de desconexión”, lo que dio origen a la retirada del hemiciclo de la oposición, y a un discurso memorable de Joan Coscubiela, que advirtió en términos muy crudos a la exigua mayoría de la animalada que estaba haciendo. Los oídos sordos de entonces no han dejado de generar en el tiempo nuevos y más malolientes lodos.
José Luis López Bulla, finalmente, en el blog vecino y amigo de esta casa, señala la alcaldada tremebunda que supone cerrar el Parlament por reformas de la mayoría, y a conveniencia exclusiva de esta. Mejor dicho, de una parte de esta. Se trata en definitiva de, colocados enteramente de espaldas al país, solventar en un OK Corral privado las diferencias entre la nueva Crida de Puchi, vencedor por incomparecencia del pulso en la Asamblea del PDeCAT, y una ERC que cuenta con mayores expectativas de voto popular en los sondeos y se resiste a ser fagocitada por los modernos teóricos del arrebato.
Estamos de ese modo en el final del camino que ha llevado del “entre tots ho farem tot” a un caudillismo mesiánico de viejo estilo. Han sido muchos los colaboradores de este nuevo despotismo ilustrado, y también han quedado en las cunetas los cadáveres de muchos y muy diversos "traidores". El camino en cuestión ha sido tan largo y tortuoso, y tan fatigoso, que son muchos los convencidos de no haber estado nunca “tan cerca” del objetivo propuesto. Esa apreciación es falsa también. Como los israelitas en la travesía del desierto, se ha andado en círculo, y la única diferencia en relación con el que fue punto de partida de la movida, hace ya siete años, es que en España ha cambiado el gobierno y existen perspectivas de diálogo acerca de las cosas de la vida: la financiación, la autonomía, las competencias.
Para algunos profesionales de los juegos de guerra, por ejemplo Jordi Sánchez, que así lo ha manifestado hace muy poco, avanzar en la financiación, la autonomía y las competencias supone retroceder. Retroceder, sin embargo, no en relación con ninguna realidad comprobable, sino en relación con las expectativas grandiosas del movimiento independentista en su conjunto.
La realidad es tozuda, Jordi Sánchez. Lo dijo hace bastantes años un pensador al que tú no frecuentas porque desdichadamente no era catalanista, solo internacionalista.
 

martes, 24 de julio de 2018

JUEGOS DE GUERRA


Resulta que a fin de cuentas fueron Marta Pascal, Carles Campuzano y Jordi Xuclà, actuando como “patrulla nipona” al margen de las consignas de la superioridad, quienes desde Cataluña hicieron posible el éxito de la moción de censura de Pedro Sánchez que acabó inesperadamente con el gobierno de Mariano Rajoy. Carles Puigdemont no quería ese escenario. Sigue sin quererlo. Ha fulminado a Pascal de la dirección de su nuevo arrebato, la llamada Crida Nacional per la República, e impartido consignas tajantes al grupo parlamentario del PDeCAT en las Cortes madrileñas con la finalidad de endurecer la oposición al nuevo gobierno socialista. Su posición coincide al ciento por ciento con la del PP: esos presupuestos expansivos en el gasto social no deben ser aprobados bajo ningún concepto. Unas medidas de ese corte tenderían a mejorar de forma palpable la situación de la ciudadanía, y las dos ultraderechas en pinza, la madrileña y la catalana, ven esa eventualidad como el mayor peligro para su propia supervivencia.
“No dejes que la realidad te arruine un buen guion”, es una consigna de Hollywood adoptada a conciencia por el actual tsunami de la antipolítica, tanto en nuestro país como a lo largo y ancho del mundo. Puigdemont quiere demostrar que España es irreformable, y pone toda la carne en el asador a fin de torpedear las potenciales reformas desde la raíz misma. Casado, siguiendo la sugerencia de Santamaría cuando, viéndose ganadora del pulso, recetó a los socialistas paracetamol a espuertas, se empeñará en demostrar que nada se puede hacer en este país sin el PP (y con el PP tampoco). El fin proclamado de la política es el bien común; el de la antipolítica, los juegos de guerra.
Guerra por el poder, evidentemente. Por un poder descarnado, desnudo de todo tapujo. No un poder para hacer cosas, sino un poder para amedrentar. Para “desempoderar”, si se me permite el neo-neo-logismo.
Puigdemont ofrece como coartada para sus pretensiones una patraña, la independencia de algunos contra todos. Casado, otra patraña simétrica: los pretendidos valores en peligro de una patria inmemorial y ficticia, una patria que duerme el sueño eterno bajo la cruz de Cuelgamuros.
Los vientos de fronda preanuncian adelantos electorales. No hay mejor modo ─no hay otro modo─ de luchar contra la antipolítica que hacerlo con el voto. Este otoño va a traernos el momento idóneo para pasar de una vez la página de un ciclo político de pesadilla. Frente al dragón de una derecha tóxica que se afila y se revuelve enseñando garras y dientes, necesitaremos todos contar con una pizca de “polvo de hada”; es decir, con el poso de un programa de mínimos o con unos mínimos de programa que unifiquen los propósitos de unas izquierdas que son plurales y que no por coincidir en lo sustancial dejarán de serlo.
 

domingo, 22 de julio de 2018

CONTRA EL ARREBATO


Tampoco Marta Pascal ha dado con la tecla. Como en el caso de Santamaría, se trataba de aceptar en un setenta o un ochenta por ciento el “relato” urdido por sus formaciones respectivas, y gestionar aplicadamente el estrecho margen de realidad restante con el aderezo de una pizca de sentido común. No vale. Las derechas “razonables” están en desbandada, y se augura para ellas una larga invernada en sus cuarteles.
La asamblea del PDeCAT ha decidido que, si estás haciendo volar una cometa, cuanto más arriba mejor. La cometa no tiene pasado ni futuro, es un arrebato a favor del viento. Las derechas de este país apuestan por el arrebato aun a sabiendas de que se trata de una opción no sostenible. No hay forma de implementar una república nacida del 1-O, cuando el 1-O no tuvo lugar ningún parto de los montes. No hay forma de ignorar las estructuras del Estado realmente existente, ni la arquitectura de las relaciones internacionales en la coyuntura precisa en la que se encuentran, ni el rebote previsible de la judicatura ante una segunda intentona de secesión, por mucho que los presos hayan sido trasladados desde Estremera hasta Sant Joan de Vilatorrada, y en Schleswig-Holstein se haya encendido un semáforo en rojo.
No son síntomas significativos de nada, y mucho menos de grandes movimientos que alteren la perspectiva del conjunto. La perspectiva sigue siendo que el aparato represivo del Estado tratará con mano más dura cualquier begin the beguine del independentismo, y que los tribunales internacionales de justicia seguirán considerando una cuestión “interna” las condenas judiciales derivadas de las relaciones bilaterales asimétricas entre el independentismo catalán y la madre (o madrastra) patria.
¿Qué puede hacer la izquierda en todo este maldito embrollo? Lo primero, tener los pies bien firmes en el suelo. No discutir sobre arrebatos, sobre castillos en el aire ni sobre pasos por las nubes. Las cuestiones de orden material, las cosas de comer, la fijeza de los puestos de trabajo, las condiciones y las dimensiones poliédricas de la vida; ese es nuestro campo de batalla. No más utopías que la utopía cotidiana. No más futuros etéreos, sino un futuro sólido y sostenible, básico, con equipamiento mínimo de serie. Si luego es posible tunearlo con ringorrangos federales o confederales, se hará. Todo es posible, pero no sirve de nada discutir sobre los ringorrangos cuando todavía no tenemos reparado el motor que necesitamos para que nos impulse hacia donde deseamos ir como colectivo.
 

sábado, 21 de julio de 2018

EL FACTOR TRUMP


Soraya Sáenz de Santamaría ha sido derrotada en el uno contra uno definitivo por un: a) varón; b) facha; c) mitómano; d) mentiroso compulsivo. Ella, por su parte, adolecía de una propensión natural a decirle a todo el mundo lo que debía hacer, y a presumir de doña Perfecciones. ¿No les suena el guion? Yo diría que se trata de una reedición, en tono sostenido menor, de la elección Trump versus Clinton: el tronera redomado contra la sieteciencias. En ambos casos ha ganado de calle el tronera.
Así son las cosas. La gente de la calle atiende de preferencia a mensajes simples, facilones, optimistas a ultranza. Está predispuesta a ser engañada, un estafador de mujeres acaba de ser absuelto en el juicio porque las historias que contaba a sus víctimas eran inverosímiles, y sin embargo ellas le entregaban sus ahorros. Trump y Casado se comportan así. La sueltan bien gorda y esperan a que cuele.
Y cuela. De cuando en cuando, claro. No es un método infalible, pero cuenta con bastantes posibilidades a favor.
Una constatación complementaria: la divisoria de aguas entre los votantes respectivos no está en el género, no es que los machistas hayan votado Pablo y las feministas Soraya. En el microcosmos de los compromisarios del PP no hay seguramente feministas, y la propia Santamaría no lo es ni por alusiones. Hay que buscar en otro lado, en las simpatías o complicidades que despierta en mucha gente la “zona de sombra” de la política, y las antipatías instintivas hacia quien señala con demasiada insistencia la senda estrecha de la virtud. El dato que conviene retener es que en el macrocosmos (las elecciones presidenciales de EEUU, sin compromisarios, voto universal) el mismo mecanismo funcionó de la misma manera que en el conclave cerrado del PP. Una feminista militante como Susan Sarandon declaró antes del día D que prefería el riesgo cierto de que ganara Trump antes que votar por lo que representaba Clinton. (No votó Trump, por supuesto; votó a otro candidato, a sabiendas de que su voto sería irrelevante.)
Ganó Trump.
Casado ha ganado el Congreso del Partido Popular.
Los Estados Unidos entonces, el PP ahora, han sido muy conscientes de por quién apostaban. No han votado a ciegas, todos los datos pertinentes acerca de los candidatos estaban sobre la mesa.
Sea lo que sea que ocurra a partir de ahora, las reclamaciones que surjan en el interior del partido habrán de ser enviadas al maestro armero.
 

SIMETRÍAS


Simetrías, reflejos de espejos confrontados, muñecas rusas que asoman sucesivamente la una dentro de la otra. Las dos grandes derechas españolas, la centralista madrileña y la soberanista catalana, andan buscándose a sí mismas en congresos o congresillos que vienen a ser laberintos por donde ánimas en pena avanzan arrastrando cadenas judiciales en busca de una salida.
Los parecidos entre una y otra derecha son muchos. Populares y convergentes fueron referentes de sus respectivos campos de fuerzas, y ven crecer los enanos a su alrededor (ERC desde hace ya tiempo, C’s en época muy reciente). Los líderes factuales de las dos formaciones, Rajoy y Puigdemont, han quedado de pronto en situación de fuera de juego, uno por un movimiento político, el otro por un interdicto judicial. Se precisa un recambio, y ahí aparecen en el seno de ambas organizaciones dos opciones diferenciadas: de un lado la reafirmación de los principios ideales, y del otro el pragmatismo del trantrán técnico-administrativo. Los líderes históricos, José María Aznar y Artur Mas, actúan desde segunda línea, tal vez con la esperanza remota de un regreso triunfal en algún momento imprevisible. Las opciones están divididas, los partidos están partidos y ya no tienen la posibilidad de utilizar la argamasa del poder, de los intercambios de favores y del cultivo de las clientelas, para forzar lealtades duraderas en torno a líderes sólidos.
Todo está en el aire. Cualquiera que sea el final de los actuales congresos o congresillos, estos tendrán solo el carácter de unas primarias. Servirán para que los estados mayores revisen y pongan al día una vez más el estadillo de los peones fiables, los dudosos, los caragirados y los iscariotes; no para que uno de los bandos en presencia se alce sobre los demás como primus inter pares.
El fuel para todas las alternativas posibles lo suministra la banca. La banca prefiere seguramente el pragmatismo en el término medio-largo, pero no descarta ninguna opción a corto plazo, todas son susceptibles de proporcionar réditos sustanciales y es bien sabido que nunca es conveniente colocar todos los huevos en el mismo cesto.
El otro poder fáctico que alienta detrás de estas recomposiciones, la iglesia, no se juega nada en el envite. Hay un sector eclesiástico ultramontano en España y un sector eclesiástico soberanista en Cataluña, muy activos y combatientes. La jerarquía no querrá dar pábulo a ninguno de los dos; su posición irá más bien en el sentido de templar gaitas, desde la virtud tradicional de la prudencia. Luego, con los mimbres que resulten elegidos en las diferentes eliminatorias, será cuestión de hacer el cesto.
El mismo cesto de siempre. No esperen novedades en este aspecto.

viernes, 20 de julio de 2018

TRABAJO INTELIGENTE


No es un oxímoron. Admito que lo parece, en un contexto en el que se habla sin pestañear de edificios inteligentes, de vehículos o ciudades ídem, e incluso de armas inteligentes, porque basta con dispararlas y ellas mismas se buscan su blanco.
En una sociedad global obsesionada por la inteligencia artificial y por el big data, constatamos por paradoja que el valor de la inteligencia natural decae sin remedio incluso en aquellos territorios que le son particularmente propicios. Se exaltan la investigación, el desarrollo y la innovación, pero los investigadores están en precario, los desarrolladores mal pagados, y para los innovadores el elemento realmente definitorio no es su equipamiento mental sino las características más o menos completas y exclusivas del copyright correspondiente inscrito en el registro. Un buen copyright vale millonadas, y en cambio la mente que concibió el aparato, o el proceso comercializable registrado, puede adquirirse en el mercado global por cuatro cuartos mal contados.
Si pasamos del trabajo de ideación al mero trabajo físico, en todo el inmenso abanico de aspectos y de circunstancias en las que este se despliega, el adjetivo “inteligente” parece estar de más. El ingeniero F.W. Taylor prefería un gorila amaestrado a cualquier humano para la realización de los largos esfuerzos sincronizados de las cadenas de montaje que monitorizaba. La superioridad del simio sobre el humano residía para Taylor precisamente en que este último piensa por su cuenta, en lugar de aplicarse a su tarea con la mente en blanco. Es la apoteosis final de aquella advertencia escrita para la posteridad en documento oficial dirigido a la Corona española por la Universidad borbónica de Cervera: «Lejos de nosotros la funesta manía de pensar.»
El lenguaje reivindicativo respalda este modo de ver la realidad del trabajo subordinado. Se pide un trabajo “decente” o “digno”. En ninguna parte he visto que se reclamara un trabajo inteligente. “Yo soy un mandao”, podría ser el lema universal del currante.
Y sin embargo, el encabezamiento de este post no contiene un oxímoron. La búsqueda desenfrenada de ganancia por parte de los capitales multinacionales genera un despilfarro inadmisible de recursos limitados, provoca destrucción allá donde la destrucción rinde dividendos, acarrea imprevisión en la medida en que prevenir va en contra del lucro fácil y rápido.
Los gerentes o gestores de este estado de cosas no recurren para tomar decisiones a su propia inteligencia, sino a la de los algoritmos. Según mediciones establecidas en función de parámetros objetivos, la inteligencia de los algoritmos es infinitamente superior a la humana en algunos aspectos; en otros, sin embargo, no alcanza la de una cucaracha común.
En consecuencia es importante, en esta sociedad global íntimamente interrelacionada y en el actual y vertiginoso escalón tecnológico, capaz de elevarnos sin esfuerzo por encima del común estado de necesidad, pero también de arruinarnos para siempre en menos de cinco segundos; es importante, digo, reivindicar de todas las formas posibles ─también, y muy especialmente, en todos los escalones de los convenios colectivos─ la participación regulada de la fuerza de trabajo asalariada y subordinada en la toma de decisiones de las empresas.
La forma y el alcance de esa participación se irán concretando en la práctica. El principio importante es que, como se decía antes, “todos estamos en el mismo barco”, y la economía debe ser una ciencia establecida en el interés de todos, y no únicamente de los accionistas. La inteligencia no es un atributo exclusivo de los sabios y de las máquinas; existe un general intellect, como lo llamó Carlos Marx, una inteligencia general accesible a todos y compartida por todos, que define las formas idóneas de relación social y de producción en cada momento de la historia.
¿Cómo hemos llegado, después de siglos de democracia, al extremo de tener que democratizar de urgencia, no ya el trabajo, enterrado como está en el bolsillo privado de las clases propietarias, sino además la inteligencia, ese atributo común que nos define a todos/as como personas iguales con derechos iguales?
 

jueves, 19 de julio de 2018

LA NECESIDAD DE PREOCUPARNOS


Ayer de anochecida Carmen y yo volvimos de Atenas a Barcelona, acompañados por nuestra hija y nuestros dos nietos.
El viaje en expectativa, en “futuro imperfecto”, es un momento delicado siempre. En los espacios de espera de los aeropuertos se acumulan, durante largos tiempos muertos, millones de ilusiones y de temores, de historias inacabadas, de futuros pendientes de verse completos y sistematizados. Todo queda suspendido por unas horas, colgado del hilo de una “fuerza mayor” provisional que aplaza las respuestas que esperamos como consustanciales a nuestros proyectos, a nuestra vida. Cada cual visualiza durante ese no-tiempo el destino previsto, las circunstancias anejas, las estrategias ideadas para sacar el máximo provecho de la iniciativa emprendida. Uno/una se sienta rodeado de maletas pequeñas, bolsas, carteras y mochilas, pendiente de la llamada exterior que marcará el final de la espera y el reinicio de la acción interrumpida. (Ya no se anuncia el embarque por los altavoces, sino en la magia telúrica de unas pizarras luminosas en las que se acumulan y se categorizan todos los viajes de todas las compañías, a todas las horas y hacia todos los destinos posibles.)
Mi nieto Mihail es un viajero cauteloso y reflexivo. Tiene visualizado ya su verano en Poldemarx. La playa está bien pero echará de menos a sus amigos de Egaleo. Cree que por las tardes se va a aburrir. No está seguro de querer venir, habría preferido quizá (solo quizá, tampoco eso lo sabe de cierto) que nos quedáramos todos en Grecia, para ir juntos en barco a una isla bonita. Con papá.
Mihail comparte la convicción de mi yerno Nikos de que el avión es un invento diabólico. Un armatoste más pesado que el aire solo puede mantenerse en el aire en abierto desafío a las leyes naturales. Las leyes naturales, en consecuencia, se vengarán siempre que se les dé una posibilidad de hacerlo.
Es lo que dice Mihail de pronto, mientras seguimos, sentados y desmadejados, a la espera de la señal luminosa del embarque:
─Los aviones se caen a veces.
─El nuestro, no ─le contesta su madre.
─Hay muchos muertos en accidentes de avión ─insiste Mihail.
─Sí, y muchos coches que se estrellan, y muchos barcos que naufragan ─le explica Carmen─. Pero a los que son buenos de verdad, nunca les pasa nada. Ningún avión de Aegean se cae. Otros sí, pero los de Aegean, no. No se han caído nunca, nunca se van a caer.
─Pero volaremos de noche, y podemos perdernos ─dice aún Mihail, atenazado por la angustia de la espera.
Le explicamos que hay radares, emisoras de radio, gepeeses, toda clase de instrumentos técnicos para seguir el rumbo. Un avión no se puede perder, ni siquiera de noche, ni siquiera si el piloto tiene los ojos cerrados.
Todo eso Mihail ya lo sabe, sin embargo. No es más que un prolegómeno a lo único que de verdad le interesa, la cuestión moral, la actitud correcta que se espera de él. Lo que quiere es que le digamos lo que debe sentir, de forma muy clara, negro sobre blanco. Pregunta:
─Entonces, ¿debo preocuparme, o no?
 

miércoles, 18 de julio de 2018

I LOVE BOTIJO


Plantea elpais semanal (1) una cuestión de enjundia, como es la pervivencia del botijo en el siglo XXI, y su aceptación creciente por parte del turista sediento, como alternativa placentera a sistemas de enfriamiento del agua dulce más drásticos y brutalistas, como el “on the rocks” tan ajeno a nuestra particular idiosincrasia nacional.

Albricias sean dadas, pero se podía haber amanecido bastante más temprano en esta delicada cuestión del botijo. Yo mismo había dado el queo hace ya ocho años, desde la simple observación de la sociedad circundante, durante un verano que pasé en Rodas con mi hija, mis nietos y la familia política afincada allí.

A las pruebas me remito. Esta es la e-misiva que envié a JL López Bulla el día 25 de julio de 2010. Eran visibles ya en aquel verano las amenazas de la crisis financiera global, y el Constitucional había puesto la proa al Estatut refrendado de Cataluña; pero también estaban recentísimos los fastos del “otro” Mundial de fútbol, el de Sudáfrica, y la isla vibraba de amor por Ispanía.

 

Querido maestro,
a mi tita política rodia Paraskeví, que a sus setenta y cuatro años se levanta todos los días a las cinco de la madrugada para atender con su marido Yannis unas huertas que tienen cerca del pueblo de Soroní, se le metió en la cabeza vender un pedazo de tierra que les coge un poco a trasmano y no cultivan, y así contar con un dinerillo sobrante con el que bandear más desahogadamente el impacto de choque de la crisis. Sus hijas Katerina y Elení y su hijo Panayotis se echaron las manos a la cabeza: "Mamá, ¿no sabes que nos van a echar de la moneda común, que tus evros no valdrán nada, que los bancos cerrarán, que no habrá más dinero de ninguna clase y el único valor seguro será la tierra? No vendas, hagamos un esfuerzo más y plantemos habichuelas en ese trozo, que ese será nuestro alimento el día de mañana."
En una situación tan apremiante y desesperada, cada atardecer a la vuelta de la huerta o del mercado de Rodas, Yannis para su camioneta y nos deja en la puerta de casa un regalo: los primeros higos de la temporada, una sandía, un par de kilos de tomates, unas flores de calabacín (que Albertina rellena de queso, reboza en harina y fríe en la sartén; son exquisitas). Yannis y Paraskeví soñaban con ponerse aire acondicionado en el salón para poder ver la tele al fresco, pero debido a la escasez de cash-flow han renunciado al invento y mantienen la tele apagada porque en el salón se asan. Prefieren recogerse en un rinconcito a la sombra de su terraza y dar unos sorbos a una agüita fresca en la que han exprimido unas gotas de limón. El (podrido) sociólogo que hay en mi interior ha bautizado esa actitud como "neorrobinsonismo desestructurante".
Esa es una parte de la realidad observable en la isla de Rodas. La otra salta a la vista cuando uno pasea por los tenderetes del núcleo antiguo de la capital (el que visitan las oleadas de guiris que todos los días descienden por las escalerillas de los cruceros). Las camisetas que más abundan son las blaugranas con los números "8 A. Iniesta" y "10 Messi", y las rojas con el "7 David Villa". Ispanía está de moda. Llamaremos a esta tendencia "vivaespañolismo coyuntural".
¿Cómo conjugar las dos tendencias observadas en una contundente acción sinérgica capaz de redundar en beneficios de todo orden para la humanidad sedienta y, más allá incluso, para el nuevo orden económico? La respuesta es el botijo. Fabriquemos botijos, vendamos botijos, exportemos botijos. El mundo los está esperando. "Give Peace A Chance", cantó Lennon, y yo parafraseo: "Give Botijo A Chance."
Hay que aprovechar a fondo la coyuntura vivaespañolista: botijos con la World Cup pintada y el Made in Spain bien visible; botijos anunciados por Villa, por Iniesta y por el señor Del Bosque provisto de una boina para mayor tipismo, que digan "I Love Botijo". Botijos publicitados por Rafa Nadal junto a su silla de pista, colgados del sillín de Contador, amarrados al alerón del Ferrari de Fernando Alonso, y así con los demás ases. Mi tita Paraskeví y su marido Yannis necesitan un botijo para sus atardeceres recoletos, y no saben que tal prodigio existe: hay que mostrárselo. Y eso está pasando aquí, en Rodas, en la microeconomía como quien dice. Piensa en China: existe un mercado potencial de unos 800 a 1000 millones de botijos, más otros 100 millones, calculando por lo bajo, destinados a reponer el porcentaje de estrellados o descantillados en un plazo medio de tres años.
El impacto del botijo ayudará a empresas afines, como las alcoholeras. El sabor del agua del botijo no es el fetén si no se echa un chorrito de anisado para eliminar el regusto de barro en un botijo nuevo. Imagínate la expansión potencial del anís Machaquito, aunque la planta que instalen en China deba cambiar el nombre del logo por el de Mao Chakitung, por ejemplo.
Y eso sin contar los beneficios del reciclaje, y los puestos de trabajo que crearía. El ladrillo está en crisis, pero el ladrillo se puede reconvertir en botijo con la ayuda de una tecnología sencilla. El ladrillo acumulado en las urbanizaciones de Seseña bastaría para cubrir la demanda potencial de una ciudad como Hanchow en un plazo de diez años. ¿Vamos a esperar que alguien robe la idea y un buen día el mercado se nos inunde de pronto de botijos made in Taiwan? Yo digo no, procedamos en consecuencia, actuemos a la ofensiva.
Queda un punto delicado por resolver, y es la adecuación de la legislación española al caso del càntir catalán, que acaba de ser declarado inconstitucional por sentencia del altísimo tribunal. El problema es peliagudo; pero convendría sondear la viabilidad y aprontar los apoyos parlamentarios decisivos para aprobar una Ley Orgánica del indisoluble Estado-nación que extienda al càntir los beneficios, exenciones fiscales y ayudas financieras suplementarias previstas para el botijo. Cosas más difíciles se han hecho.
También es verdad que cosas más fáciles se han dejado de hacer.
 


 

martes, 17 de julio de 2018

"MEJOR NO TOCARLO"


Pablo Casado no pagaría ni un euro por desenterrar a Franco. Yo, sí. Si las arcas del Estado están exhaustas y se hace necesario recurrir a una derrama o, como lo llaman ahora, un crowdfunding, estoy dispuesto a participar en la medida de mis posibilidades hasta una cantidad razonable. No me asustan los fantasmas, pero prefiero que la momia en cuestión ocupe un espacio privado y recoleto, que sus descendientes no farden de duquesas, que el franquismo residual no monte pollos televisados en Cuelgamuros ni ande agrediendo a fotoperiodistas por la calle. La libertad de expresión es un bien sagrado, pero hay un libertinaje de expresión que atropella las libertades de los demás, y eso sigue teniendo tufo a dictadura. Desterrar/desenterrar al dictador vale, en mi estimación, un euro por cápita de la ciudadanía, e incluso más.
Bien es cierto que podría pagarse la operación con las subvenciones que año tras año se vienen otorgando diz que graciosamente (en realidad no tienen ninguna gracia) a la Fundación Francisco Franco, una anomalía en la administración de los dineros públicos en toda Europa, un hito más y posiblemente el más espectacular de la marca “España y yo somos así, señora”.
Tantos años pasados de mayorías absolutas del PSOE no alcanzaron para eliminar estos resabios de franquismo político, y no estrictamente sociológico. Se creyó, e incluso se razonó, que era preferible mirar a otra parte, disimular hasta que muriese por sí misma la cizaña, falta de alimento, y el ameno pensil regresase por sí mismo al esplendor en la hierba y la gloria de las flores. «Mejor no tocarlo», fue la consigna entonces.
Observen las imágenes de la concentración en Cuelgamuros. Tomen nota del careto de ese otro borbón dispuesto a encaramarse a un trono potencial de una monarquía franquista. No miren a otra parte; todo este revuelo no es gratuito ni es anecdótico, está subvencionado con dineros públicos que no solo “no huelen”, como dejó sentado con desenfado en su día el emperador romano Vespasiano, sino que además han conseguido la rara propiedad de resultar invisibles en un entorno en el que nada pasa inadvertido para el omnímodo poder de las computadoras.
Igual que se han rastreado los dineros utilizados desde la Generalitat para financiar la puesta de urnas del 1-O sin que se notara apenas, igual son objetivamente localizables las fuentes de este tipo de eventos consuetudinarios reincidentes. Y no se trata de eventos meramente folklóricos; no mientras Franco siga enterrado bajo un monumento nacional y Queipo de Llano en una basílica. Cuando las dos momias ocupen el lugar que les corresponde, sí habremos entrado en el mundo variopinto del folklore. Viva el folklore.
Para conseguir ese modesto objetivo, estoy yo por mi parte dispuesto a rascarme el bolsillo. Pablo Casado no, pero yo sí pongo un euro por el desentierro.
 

lunes, 16 de julio de 2018

ECOS DEL MUNDIAL DE FÚTBOL


La gran final entre Francia y Croacia nos trajo algunas sorpresas, como las repetidas performances de Macron en plan “éxtasis de santa teresa”, después de cada gol de su equipo. Los consabidos dragones de la virtud afirman que el presidente francés rompió el protocolo; los expertos en la nueva disciplina del populismo electoralométrico, en cambio, están encantados y dicen que por ahí. Mariano, que tantas ilusiones había puesto en ganar el Mundial, difícilmente habría estado a la altura en la gesticulación; y mucho me temo que el estafermo que tenemos sentado en el trono, menos aún. Quizá Letizia y Soraya habrían sido capaces de algún desborde en el palco, de haberse dado las circunstancias correctas (un gol de Diego Costa, un paradón de De Gea, ¿se imaginan?)
Otra lección importante, extraída tanto de las semifinales como de las finales, es que el nivel del espectáculo crece cuando son dos los equipos dedicados a jugar en el campo. Hasta ahora la regla habitual era la expresada para el amor por un pesimista francés. Parafraseo: “Cuando dos equipos de fútbol compiten, siempre hay uno que juega y otro que no deja jugar. Por lo general el primero sale perdedor.”
Después de tantos y tan fatigosos prolegómenos, llegó por fin el momento tan deseado por la razón social Florentino & Infantino, el del desfile de modelos luciendo las primicias de la moda para la temporada 18-19.
El premio al mejor jugador del torneo habría debido recaer, siguiendo la lógica, en uno de los dos franceses más determinantes: Griezmann o Mbappé.
El primero había dado un paso en la buena dirección al renunciar, vídeo mediante, al Satanás blaugrana, a sus obras y a sus pompas. Su elección, sin embargo, no daba una señal suficientemente clara acerca de cuál es el exigente camino de la virtud que conduce al éxito deportivo.
La bolita de la ruleta MVP se dirigió entonces a la casilla de Mbappé, a condición de que aceptara fichar por el Real Madrid. El Real Madrid, para quienes aún no lo sepan, es el metro de platino iridiado del sistema de pesas y medidas del fútbol mundial. Mbappé no quiso cambiar de equipo y se quedó sin premio.
A falta de los dos franceses, y de Benzema ─agraciado por la doble circunstancia de ser francés y madridista, pero con el inconveniente prácticamente insalvable de no haber sido seleccionado para el Mundial─, el premio pudo recaer en el brasileño Neymar, si fichaba por el Madrid, o en el portugués Cristiano, si no se iba a la Juventus. Pero el primero se abstuvo y el segundo insistió en el error, víctima de un berrinche tonto que va a lamentar el resto de su carrera. Fue designado entonces mejor jugador del Mundial el croata Modric, que no ganó la final (ni siquiera la jugó bien), pero que hizo un torneo muy apañado, y es del Madrid, y lo bastante tímido para no subírsele ahora a la parra a Florentino con exigencias de un aumento sustancial de ficha.
Mbappé recibió el premio al mejor jugador joven (una forma indirecta de decirle: crece un poco más y sabrás mejor lo que te conviene). El belga Courtois fue designado mejor guardameta (casualmente, el Madrid se interesa por él; a Florentino se le ha pasado por completo aquella perra que tuvo por fichar a De Gea, lo que vendría a certificar que el “hombre superior” no es del todo inasequible al desaliento). Putin ha recibido plácemes unánimes por la organización, y la presidenta croata ha dado el toque humano, vestida de bandera. Las dos aficiones modélicas en comportamiento cívico han sido las de Senegal y Japón.
Y Luis Enrique será presentado a los medios como nuevo seleccionador español, en un acto contraprogramado por Florentino, que reserva el mismo día y la misma hora para presentar a su nuevo jugador Vinicius.
Al enemigo, ni agua.
 

sábado, 14 de julio de 2018

LA BATALLA DE LAS IDEAS DE LA CAVERNA


Según Natalia Junquera, articulista de elpais, el candidato a la presidencia del PP Pablo Casado ha dado “un giro a la derecha” en sus planteamientos. ¿Desde dónde ha girado entonces, por dios? Casado propone una “refundación” de su partido a partir de algunas claves explícitas: liberalismo “sin complejos” (¿los ha tenido alguna vez?), ilegalización de las formaciones independentistas, antiabortismo, complacencia fiscal con los ricos y leña al mono para quienes no lo son. Falta decir algo sobre la fiesta de los toros, las feminazis, las concertinas, “Franco ese hombre”, y la práctica internacionalista del españoleo; pero está casi todo. ¿Para qué refundar el partido con las mismas ideas de la caverna? No es renovación, es rearme moral. A Esperanza Aguirre, que lleva en el invento más años que el canalillo, le ha dado un subidón: «Acabo de votarle con mucha ilusión», ha dicho con ocasión de las primarias.
Volvemos a la Contrarreforma. La España eterna cabalga de nuevo, unánime, en esta ocasión no contra los judaizantes clandestinos sino en contra de Soraya Sáenz de Santamaría, la “otra” en la contienda, que solo ofrece para el envite más experiencia, más eficiencia y más de lo mismo. «Quien pide un debate de ideas no tiene ni idea», ha retrucado Santamaría, con mucha razón que no va a impedir que probablemente sea barrida en esa convención sobre “principios y valores” propuesta por Pablo (el “otro” Pablo, el de la derecha). ¡Discutir sobre valores en el PP, lo último que nos faltaba por ver!
Dice Natalia Junquera que el PP “se ha partido en dos”. Nada nuevo, tampoco. Siempre ha habido dos PP, “el que muere y el que bosteza” según descripción gráfica de Antonio Machado. Los varios pedazos del partido (nombre que ya lo dice todo, de entrada) han ido funcionando un poco al albur, mal ensamblados por los artículos no escritos del código del honor de Monipodio y por el principio jurídico riguroso del do ut des, materializado en la norma habitual e inveterada del tres por ciento.
Entonces, podemos dar por descontado que la “batalla de las ideas” que propone Pablo Casado no dará para mucho. No llegará al séptimo cielo, se quedará más verosímilmente en la guardilla. No percutirá en el campus de la Universidad de Harvard, es más probable que se quede en Aravaca.
 

viernes, 13 de julio de 2018

MUCHO ULTIMÁTUM Y POCA SUSTANCIA


La Real Academia Española tendrá que elegir entre el lenguaje inclusivo para la Constitución, y la presencia en sus filas de Arturo Pérez Reverte. O lo uno, o lo otro, así lo ha hecho saber el escritor en un tuit. Luego, in continente, ha hecho (se supone) lo que el valentón de Cervantes: «Caló el chapeo, requirió la espada, / miró al soslayo, fuese… y no hubo nada.»
Quizás Reverte tiene una parte de razón, no lo sé. Es posible que la Docta esté en vías de legalizar el uso de la expresión “miembras” de un colectivo cualquiera para designar a las de género femenino, en contraposición a los “miembros” masculinos. Yo en ese caso también me iría. Bueno, a decir verdad yo me iría en cualquier caso; andar decidiendo sobre el uso correcto de las palabras y de las expresiones me parece un trabajón de mucha fatiga y muy poco provecho. La cuestión de la inclusividad, en concreto, me parece que depende más del contexto que del texto mismo. En un congreso de mi sindicato, y siendo portavoz de Estatutos, me opuse a una enmienda que sustituía la afirmación «Combatiremos toda explotación del hombre por el hombre», por la formulación «Combatiremos toda explotación del hombre y la mujer por el hombre y la mujer.» Argumenté que la primera redacción era más concisa y, lo principal, sobreentendía sin problema lo que decía la segunda redacción. Tuve unos pocos votos más a favor que en contra; pero no se trata de una cuestión que se decida a los votos. Desde entonces, las mujeres han seguido siendo más explotadas que sus compañeros. Quizás hacía falta llamar más la atención sobre el problema.
Bastante más absurdo es, en cualquier caso, el ultimátum de Esteban González Pons, portavoz del grupo popular en la Unión Europea. Propone anular Schengen (para entendernos, el libre acceso de las personas a través de las fronteras intracomunitarias) mientras la justicia alemana no se pliegue a la petición del juez Llarena sobre Puigdemont. A eso se le llama vulgarmente romper la baraja. Dice Pons que es necesario un gesto así por dignidad y por orgullo. Siguiendo la misma lógica, nuestra dignidad y nuestro orgullo heridos deberían llevarnos a proponer la supresión de los Mundiales de fútbol de los que hemos sido eliminados en los penaltis, en octavos de final. Si no vamos a ser nosotros los campeones, que no lo sea nadie.
Que aprendan los “hotros” de una vez. Hay ofensas intolerables. Lo dijo el primero (como en tantas ocasiones) Groucho Marx: «Jamás me rebajaré a ser socio de un club que esté dispuesto a aceptar como socio a una persona como yo.»
Es más o menos la posición en la que coinciden también Arturo Pérez Reverte y Esteban González Pons.
 

jueves, 12 de julio de 2018

EL EVANGELIO INDEPENDENTISTA "SECUNDUM" BERLINGUER

«¿Eurocomunismo soberanista?», titula Francesc-Marc Álvaro en lavanguardia un mejunje (1) sorprendente por el atrevimiento con el que teoriza a partir de una ignorancia confesa de lo que está hablando (eso del eurocomunismo, aclara, ocurrió cuando él era muy pequeño). Y sin embargo, su “relato” resulta entretenido.
He aquí el núcleo de la cuestión, en las palabras mismas del articulista: « ¿Es posible una –digamos– vía eurocomunista del soberanismo catalán? Hay que en­tender aquí la palabra eurocomunista no en sentido ideológico sino como sinónimo de pragmatismo, gradualismo y rechazo de planteamientos unilaterales y rupturistas. »
Él mismo da cinco razones que argumentan lo complicada que sería la operación. Hay más, pero una sobre todo que basta para desmontar los palos del sombrajo: y es que con pragmatismo, gradualismo y rechazo de la unilateralidad y el rupturismo, ya no habría soberanismo catalán, sino otra cosa distinta.
No es difícil de entender. La estrategia diseñada por Enrico Berlinguer apuntaba a explorar vías de largo recorrido en las que era posible una acumulación progresiva de fuerzas democráticas para alcanzar transformaciones profundas en las condiciones materiales de las personas, en los mecanismos de poder, en las relaciones sociales desiguales y dependientes. El final del proceso no estaba previsto, y no respondía a ninguna formulación jurídica de orden constitucional.
La situación del soberanismo es absolutamente distinta porque parte del deseo de arrancar de las instancias estatales (superestructura) la concesión graciosa de un referéndum decisorio capaz de transformar la condición jurídica internacional de Cataluña sin afectar, en principio, a ninguna de las condiciones materiales y de la vida social de las personas.
En el llamado eurocomunismo, al tender la estrategia a la remoción de estructuras opresivas, en el final teórico del trayecto estas se habrían removido en su totalidad, y la vida florecería con una pujanza nueva. En el caso del soberanismo catalán, al final de toda la estrategia gradualista y de toda la pedagogía, tendríamos un Estado “propio” (propio ¿de quién?) pero seguiríamos en el principio mismo de todo el proceso: las mismas relaciones sociales y materiales de producción, la misma jerarquización social, la misma distribución desigual de la riqueza.
Es inverosímil una acumulación mayor de fuerzas dirigida a añadir gradualmente consenso a la idea de la independencia, si no se trabaja en otra dirección. Por eso el soberanismo quiere la independencia ahora, incluso de forma unilateral, y deja para luego la discusión de todo lo demás.
Invertir los términos, cosa a la que muchos/as catalanes/as estaríamos dispuestos/as, significaría ocuparse primero de las cosas de comer (no solo cómo repartirlas; también cómo producirlas de una forma más racional, democrática  y sostenible), y dejar para lo último el fatigoso tema de las banderas. La independencia tardaría en llegar, o no llegaría nunca, quién sabe, pero en Cataluña se respiraría literalmente otro aire, y nos habríamos librado, no ya de la "España opresora", pero sí de los “estaquirots” cuya presencia infaltable al frente del cotarro nos garantiza que, mientras sigan ahí brujuleando los presupuestos de todos, no hay ninguna esperanza consistente de cambio.