miércoles, 31 de diciembre de 2014

MENTIRAS INTRASCENDENTES


Ha empezado la campaña para las elecciones anticipadas en Grecia. Alexis Tsipras, líder de Syriza, la formación de izquierda favorita en los sondeos de opinión, ha pronosticado en el primer mitin de su partido, celebrado en un cine céntrico de Atenas, que esta va a ser una campaña plagada de mentiras terribles en la que la derecha buscará el voto del miedo.
Seguro que acierta. ¿Por qué había de ser una excepción esta campaña? Las mentiras son consustanciales a los procesos electorales; son el perejil de todas las salsas. Mentiras horrendas, calumnias monumentales, insultos retorcidos hasta la náusea: todo vale en nuestras democracias. Lo que en otro momento conduciría directamente al juzgado, si se dice en los idus señalados por las urnas tiene bula. De modo que habrá mentiras en la campaña griega. Muchas. Terribles. Y voto del miedo, faltaría más.
Otra cosa distinta es que esa parafernalia inevitable en las grandes fechas del calendario político tenga alguna utilidad o trascendencia. En el caso griego es muy dudoso, porque las cartas para la partida están repartidas boca arriba desde buen principio. Los comisarios de la troika (la UE, el Banco Central Europeo y el Fondo Monetario Internacional) se han apresurado, todos a una y nada más fracasar la votación parlamentaria para la presidencia de la república, a conminar al nuevo gobierno griego, sea este el que sea, a asumir religiosamente el pago puntual de la deuda, ahondar en las “reformas” y prestar acatamiento diligente a las directrices que en cada momento señale el capital internacional homologado.
Ocurre que ni siquiera el voluntarioso Andonis Samarás puede ser tan dócil como se exige desde los puentes de mando de la tecnocracia global. Grecia está exangüe, y nuevos recortes en plantillas, salarios y pensiones la hundirán más aún en la postración en la que se encuentra. Con un futuro de tintes tan sombríos, si a los “rescatadores” las condiciones impuestas hasta ahora les parecen insuficientes, si por ese lado se mantienen con plena rigidez las exigencias y no se deja ningún resquicio a la esperanza, el miedo a lo desconocido desaparece. El cambio, cualquier cambio, ya no puede ser para peor.
Para un electorado que ha apurado hasta las heces las limitaciones de maniobra de la gobernante Nueva Democracia y de su aliado el Pasok, las dos opciones de cambio disponibles de forma inmediata son Syriza y Amanecer Dorado. De las dos, Syriza es a pesar de su radicalidad la opción “centrada”, porque Amanecer Dorado representa la demencia sin más.
Algunos politólogos señalan que, en estas condiciones, los ataques a Syriza desde dentro y desde fuera del país posiblemente incrementarán la propensión ciudadana a votarles. Es un efecto bien conocido y estudiado cuando se recurre a una polarización estrecha y extrema en unos comicios. La “apelación a la heroica” futbolera de la que hablaba yo hace pocos días referida a otro contexto, tiene ese peligro: si acumulas hombres en el área contraria ganarás algunas posibilidades de gol, pero el contrario dispondrá también de muchas más opciones para un contraataque fulminante.
Conclusión: las mentiras pueden resultar útiles, pero solo a condición de no rebasar un límite determinado. Si se exagera la nota, resultan contraproducentes. Y exagerar la nota es justamente lo que ha hecho de entrada el partido de Samarás. Su lema para la campaña es «Nosotros no jugamos con Grecia». La ciudadanía es que se troncha de risa.
 

lunes, 29 de diciembre de 2014

CONFUNDIR LA ESTABILIDAD CON LA INMOVILIDAD


Muy en su papel de gran muñidor del statu quo en Europa en general y en nuestro país en particular, El País previene hoy en un editorial especialmente patoso (“Pulso de populismos”) contra las “aventuras” de signo “radical y populista” que ponen en riesgo tanto la “recuperación económica” como la “seguridad” y la “estabilidad” institucional, así en Grecia como en España.
Utilizar las palabras como mantras, y no como vehículos de ideas plausibles, tiene sus consecuencias. Así, una característica universal de la política actual, el populismo descarnado, se adjudica en el editorial citado a unas posiciones determinadas del abanico político, y no a otras. Analícense con imparcialidad declaraciones recientes de Susana Díaz o de Pedro Sánchez. O bien la estupenda declaración de Rajoy de que «la crisis ya es historia». Serán menos creíbles que otros eslóganes situados del lado de los movimientos sociales y sus aledaños, pero no son menos populistas.
Otro tanto ocurre con los nacionalismos. Todos son considerados desastrosos excepto el más dañino, el nacionalismo español ortodoxo según el dogma aceptado, para el cual España es una, eterna e indivisible, católica y apostólica, martillo de herejes y luz de Trento. Todo ejercicio de laicismo o de escepticismo en este tan discutible terreno es considerado ipso facto por los poncios materia nefanda. Lo cual impide a la legión de quienes abominan de las “ideologías” consentir en discutir siquiera cualquier tipo de solución que ofrezca el más mínimo resquicio no acorde con las esencias acendradas.
El statu quo presente brinda a los ciudadanos, secundum El País, “seguridad y estabilidad” frente a las propuestas “radicales”. No sé qué calificativo dará, entonces, un observador imparcial a los últimos capítulos del serial “reforma laboral”, o a las propuestas rampantes de los dos patronos de patronos que acaban de competir por un lugar en la cumbre de la CEOE. ¿Paños calientes, reformas cosméticas? Si no se trata de medidas y de propuestas “radicales”, se me escapa por completo el significado del término. Tampoco alcanzo a ver qué estabilidad y qué seguridad se garantiza a nadie con ese tipo de medidas. Tomemos como ejemplo la recuperación económica; son ya demasiadas las voces concordes en que, cuando se produzca – que esa es otra –, dejará un saldo neto de precariedad y desigualdad social acrecentada.
Desigualdad creciente de las partes, inestabilidad y precariedad creciente en el empleo, inseguridad permanente, esa parece ser la marca de fábrica del futuro que se está fraguando en los pasillos de los diversos poderes constituidos y avalados por el statu quo. El sociólogo alemán Ulrich Beck, en un artículo ya añejo pero plenamente vigente (1), señala cómo las políticas inspiradas en el capitalismo global están rompiendo con todos los equilibrios consensuados en la etapa anterior y abocan a la sociedad de los países avanzados a un panorama de incertidumbre y de riesgo generalizado. La estabilidad en el trabajo, afirma con énfasis Beck, es “la” condición primordial de la estabilidad social; y por esa razón define la «utopía neoliberal» como «una especie de analfabetismo democrático» que atenta contra los propios intereses del capital. Demonizar a Syriza o a Podemos por movilizarse contra ese peligro palpable viene a ser una actitud tan incoherente como denunciar la paja en el ojo ajeno y regodearse en la viga del propio.
 


 

domingo, 28 de diciembre de 2014

CABALLO DE TROYA


Josep Rull, coordinador general de Convergència Democràtica de Catalunya, ha calificado a Podemos de «caballo de Troya» del soberanismo catalán. Es difícil ver la relación entre uno y otro fenómeno a primera vista, pero al parecer el dirigente nacionalista entiende que Podemos ha sido concebido por el gobierno central como un artefacto político ad hoc, dirigido a frenar las aspiraciones independentistas de una parte de la sociedad catalana.
Es, hasta el momento, la definición más rara que he leído de Podemos. Y mira que las hay raras. Solo puedo entenderla como una apelación a la heroica. Saben ustedes, supongo, en qué consiste apelar a la heroica. Cuando un partido de fútbol se atasca y aparecen cerrados todos los caminos normales de aproximación al gol, la heroica consiste en amontonar hombres en el área contraria y bombear balones para ver si, en la melée, algún remate de cabeza o algún rebote afortunado aciertan con la diana.
La “heroica” es un recurso último para equipos en apuros. Se fundamenta en la necesidad de puntuar y en el apremio del tiempo, y a veces da resultado. Carezco de estadísticas fiables, pero a ojo de buen cubero diría que da resultado un 6-8% de las veces, tirando largo. De modo que no es imposible que el arabesco dibujado por el señor Rull anime a Esquerra, y tal vez incluso a algún otro grupo, a participar en una candidatura conjunta para unas elecciones autonómicas más o menos inmediatas y de carácter plebiscitario. Cosas más difíciles se han visto.
El razonamiento del líder convergente acerca de la eventualidad mencionada merece también un óscar al mejor guión original: la lista conjunta y el planteamiento plebiscitario son necesarios, ha dicho, porque «cuanto más normales sean las elecciones catalanas, tanto peores serán las expectativas para el soberanismo.»
De nuevo el cornetín llamando a la carga, el expediente manido de la heroica. Las elecciones autonómicas, reducidas al sí o sí al independentismo. El forzamiento de la voluntad colectiva para encajarla en un molde estrecho y delimitado, cuando lo normal es que la voluntad popular se exprese a través de un abanico de opciones, todas ellas legítimas y válidas, que en su conjunto dibujan una pluralidad amplia de perspectivas políticas. ¿No es ese el sentido último de la democracia? Cuando preconizamos el derecho a decidir de la ciudadanía, ¿a qué demonios nos estamos refiriendo, sino a eso?
Pues la heroica es lo que se nos propone, y se nos describe a Podemos como la sombra alargada de un Lerroux puesto al día. ¡Dios mío, y yo que suspiro por vivir en un país normal!
 

viernes, 26 de diciembre de 2014

LA COCINA DE LA POLÍTICA



Los últimos días han sido particularmente ricos en análisis acerca de las líneas de tendencia y los nuevos modos de la práctica política en un contexto de crisis generalizada como es el nuestro. Destaco los siguientes, con precisión de sus fuentes y con mi recomendación entusiasta de que el lector interesado los visite, porque todos ellos valen el tiempo invertido en leerlos.
En el blog En Campo Abierto, Javier Aristu ha titulado “Un artefacto para la política” una serie de reflexiones en torno a los “méritos” profesionales de los políticos surgidos de nuestra primera democracia, y la inflexión, tanto en saberes como en procesos de selección, que ahora apunta para las nuevas generaciones que se incorporan al quehacer público. Desde un ángulo bastante diferente Valentí Puig en El País señala en  “Hay otra vida para los partidos” la necesidad, para la supervivencia de las formaciones políticas actuales, de desembarazarse del lastre de la endogamia e ir con decisión en busca de los mejores candidatos, allá donde puedan encontrarlos.
Centrándose en un caso muy particular, Enric Company, en El País Cataluña, comenta en “La perplejidad de ICV” la ingrata situación en que dejan a la formación poscomunista catalana los sondeos de opinión, a pesar de los meritorios esfuerzos de activismo y de coherencia desarrollados tanto por Joan Herrera en calidad de líder de la formación, como por Joan Coscubiela en su papel de portavoz parlamentario. Por alusiones, este último ha contestado en El Bloc del Coscu con un artículo cuyo título es suficientemente expresivo: “Ni perplejo ni frustrado”.
Finalmente, hoy mismo se han añadido a la colección “Sobre las izquierdas” de Josep Ramoneda en El País, y la entrada “Los programas electorales” en el blog Metiendo Bulla, firmada por su titular.
Anoto una sensación general de que el previsible favor de los votantes en los próximos comicios tendrá poco que ver con la bondad intrínseca de las propuestas ni con los méritos personales que adornan a los candidatos. Resulta injusto, pero así han sido las cosas desde los tiempos del que asó la manteca, o para ser más precisos desde que Sócrates fue invitado por la mayoría de la polis a beber la cicuta. No caben ilusiones al respecto, ya que también ha llovido cantidad desde que otro filósofo rancio apuntara: «Fabio, las esperanzas cortesanas prisiones son.»
Eso no quita para que en la cocina de la política deban seguir trabajando, tal vez con una capacidad acrecentada de empatía y de sentido de la oportunidad, profesionales concienzudos, capaces de elaborar con amor e imaginación manjares apetitosos para una clientela que tal vez desprecie la oferta y prefiera consumir comida rápida e indigesta: negativismo, simplificación, voto de castigo, maximalismo, “contrismo”. Y también una nueva transversalidad propiciada por una política venenosa que ha situado la indignación como elemento emergente y como denominador común de capas diferenciadas de la población que tenían a priori expectativas y aspiraciones muy distintas entre ellas.
La indignación no atiende a razones. Se está apelando hoy a los nuevos “bárbaros” para romper el “recinto” cerrado a cal y canto de una política iniciática y esotérica, en la imagen propuesta por Fausto Bertinotti. La operación producirá sin duda víctimas colaterales, y cada una de ellas habrá de meditar largamente sobre los errores propios o las insuficiencias que han redundado en la fuga del voto popular hacia otros horizontes. Pero ello no debe ser razón para clausurar la cocina de la gran política rectamente entendida, que es (también desde siempre) el arte de lo posible, una praxis que parte de los datos suministrados por la realidad fáctica y aspira a cambiarla para mejor.
Es el bien común lo único que importa a la gran, a la auténtica política. Ello impone la aceptación, ni perpleja ni frustrada, del deseo explícito de la mayoría, incluso en los casos en que la mayoría se equivoca. Puede parecer un magro consuelo, pero es cierto que la posteridad ha conservado con veneración el nombre de Sócrates, y en cambio nadie recuerda el de quienes lo condenaron.
 

miércoles, 24 de diciembre de 2014

FAUNA IBÉRICA


(Homenaje a Félix Rodríguez de la Fuente y a Ramón del Valle-Inclán)
 
Esmeralda empezó a tocar el pandero en un rincón del patio de Monipodio, interrumpiendo la sacrosanta siesta del Augusto.
– Dile que deje de tocar el puto pandero – pidió el Augusto a uno de sus tiralevitas.
Se lo dijo, y Esmeralda aporreó con más fuerza.
– Que dice que si necesita usía a alguien para alcaldesa, aquí la tiene a ella para lo que mande – informó el tiralevitas a la superioridad.
El Augusto refunfuñó por lo bajini. Lenguas de doble filo le habían contado que Esmeralda se probaba a hurtadillas trajes de lentejuelas, se enharinaba la cara para ver qué tal se veía en el espejo, y se pintaba con rimmel un gran acento circunflejo en el lugar de la ceja izquierda. En eso se diferenciaba del Augusto, que se pintaba la ceja al carboncillo.
– Es una hideputa de su puta madre, pero no se puede negar que tiene clase – había comentado con admiración renuente la gitana María de la O al saber lo del rimmel.
– ¿Clase? ¿A eso le llamas tú clase, hija mía? Ja, ja y ja – rio sin ganas la Lola de las Coplas, que tenía pujos de sangre azul y rebuscaba en los libros de heráldica títulos de nobleza que le cuadraran siquiera remotamente.
– Preguntadle qué se le ha perdido en una alcaldía que tiene más trampas que la sacristía de una parroquia del extrarradio – se animó el Augusto. Se había levantado del sofá y empezado a bracear un simulacro de tabla de ejercicios gimnásticos. Total, la siesta ya estaba echada a perder y Esmeralda tocaba el pandero cada vez con más ganas.
El lance estaba claro como el agua, para él. La Esmeralda buscaba un trampolín desde el que asaltar la mismísima poltrona del Augusto, obtenida con tanto esfuerzo, y le daría la lata sin parar hasta conseguirlo. Al Augusto no le gustaba la libre competencia, un invento importado de la Ingalaterra por don Adán Smith junto a los ferrocarriles, las máquinas de tejer, las encuestas de opinión y otros inventos diabólicos. La Esmeralda, en cambio, era una moderna que se pirraba por todas las novedades. Y ahora ella veía una ocasión de medrar, porque los negocios del Augusto llevaban un trantrán menos que mediano desde que más de dos y de tres cortabolsas de los que le rendían su parte de los beneficios andaban sometidos a curas de reposo forzosas en balnearios públicos tales como los del Puerto, Ocaña o Can Brians.
El pandero sonaba y sonaba sin parar. Al Augusto le subió la mostaza a la nariz y gritó destemplado:
– ¡Decidle alguien a esa zorra que entre y discutimos lo de la alcaldía de una vez, pero que nos alivie ya la serenata!
Corrían malos vientos por el patio de Monipodio.
 

martes, 23 de diciembre de 2014

LA PUTA Y LA RAMONETA


Francesc Homs, portavoz del gobierno catalán, ha lamentado la decisión del Tribunal Superior de Justicia de Catalunya de admitir a trámite la querella contra el presidente Artur Mas, la vicepresidenta Joana Ortega y la consejera Irene Rigau, por desobediencia al mandato del Tribunal Constitucional en la jornada del pasado 9-N; y, considerando al gobierno español el instigador real de esa decisión, lo ha acusado de “miopía” y de tener “una cultura democrática escasa”.
Se puede discutir si le asiste más o menos razón en sus argumentaciones, pero no cabe duda es de que estas incluyen un doblez que viene siendo ya típico en otras actuaciones próximas o lejanas de la Generalitat. No se concibe de otro modo el hecho de que, de forma simultánea al lamento sobre las restricciones impuestas al anhelo de un pueblo de expresarse libremente sobre su futuro, se utilice el mismo mecanismo criticado para impedir que el president Mas comparezca ante la comisión parlamentaria que investiga los posibles desvíos de caudales públicos hacia las cuentas corrientes del ex president Pujol y su numerosa familia.
¿Acaso el pueblo catalán no está deseando saber todas las circunstancias de algo que tiene todo el aspecto, más allá del fraude a la hacienda pública, de un robo alevoso a la comunidad? Si perseguir a Mas por el 9-N es signo de una cultura democrática escasa, exonerarlo de sus posibles responsabilidades por acción o por omisión en el caso Pujol, también lo es. Si, por el contrario, lo que importa en cada caso es la letra de la ley y el peso mayor de la mayoría establecida frente a la minoría discrepante, las dos respuestas, la del Estado y la de la Generalitat, han de ser consideradas igualmente intachables. O todos moros, o todos cristianos. No vale lo de puerta de Elvira en Granada y en Sevilla doña Elvira. O, como decimos en Cataluña, no vale «hacer la puta y la Ramoneta», ofrecer dos caras distintas en dilemas similares, según hacia donde se incline el interés propio en el pleito.
En todo el largo proceso de la marcha de la «sociedad civil» catalana hacia la independencia, las autoridades autonómicas han mantenido ese tipo enojoso de doble discurso. Artur Mas lo llama astucia. Puede, pero se trata en todo caso de una astucia ya tradicional en su formación política; de un clásico de los años del gobierno Pujol, cuando Convergència mantenía una posición en Madrid y otra distinta, en ocasiones diametralmente opuesta, en Cataluña. El doble discurso de la “gobernabilidad” allá y del “Madrid nos roba” aquí.
Pero no es sobre astucias, ni sobre medias verdades, ni sobre acomodos de conveniencia, como se puede edificar un Estado propio. Ni siquiera un Estado federado.
 

lunes, 22 de diciembre de 2014

LA SARTÉN Y EL CAZO


Entró Don Trapazas a la sala de la reunión, y los circunstantes lo saludaron apartando por unos instantes los pañuelos perfumados con los que se cubrían delicadamente las narices. Venía el hombre de humor tempestuoso.
– Ahí fuera huele a caca – dio un vozarrón para que todos lo oyeran.
– Lo hemos notado – respondió un tiralevitas con voz nasal.
– ¿Seguro que no es cosa tuya? ¿No has pisado una catalina? ¿Te has mirado bien el fondillo de los calzones? – se insolentó irónico un tertuliano de la tendencia del apoyo crítico.
– No y no. No hablo de mí. De mi caca no se puede hablar porque está sub judice y es secreto de sumario. Además, mi caca a mí no me molesta. Ya lo dice el refrán: «A nadie le jié su peo.» Me vengo a referir a que hay alguien que va de Don Limpio y también jié.
Cruzaron miradas de entendimiento los presentes, sin dejar de pinzarse la nariz. El Augusto, cara enharinada y vestido de lentejuelas, abandonó su habitual aire ausente y se decidió a jalear a Don Trapazas:
– Bien dicho, Rafael. ¡Envidia es lo que hay!
– Y muchas ganas de chingar la marrana – puntualizó enfática la gitana Santa María de la O.
Doña Coplas Das no quiso ser menos y sentenció puesta en jarras, desafiante, los nardos apoyaos a la cadera:
– La “corrución” de la clase política es la misma que hay en la “sociedá”. Aquí naide ha inventao ná.
Hubo un murmullo general de asentimiento, pero también de incomodidad porque el tufo insidioso se acentuaba. Por fortuna aparecieron varios sirvientes y circularon por entre los grupos ofreciendo abanicos, cortesía de Bankia.
Dijo la sartén al cazo: quita allá, que tiznas.
 

domingo, 21 de diciembre de 2014

MOBBING


El fiscal general del Estado ha dimitido, víctima, según todos los indicios, del mobbing gubernamental. El desencuentro venía de lejos, y Torres-Dulce había hecho varios intentos, desatendidos, de canjear su renuncia voluntaria por otra plaza profesional apetecible y menos expuesta a un desgaste veloz ante la opinión, desgaste susceptible de producirse tanto por exceso como por defecto de obediencia debida a las indicaciones del poder ejecutivo. Al final el fiscal general se ha ido sin compensación, por lo menos aparente. Son los efectos clásicos del mobbing en quien lo padece: una pérdida vertiginosa de autoestima, un deseo compulsivo de poner fin a la pesadilla a cualquier precio.
El mobbing o acoso laboral es una realidad floreciente en nuestra sociedad. En el Informe sobre el postfordismo confeccionado por Giorgio Cremaschi a partir de una macroencuesta realizada desde la FIOM en 2007 y comentado para nosotros por Javier Aristu, Máximo Blanco y Bruno Estrada (1), el 17% de los casi 100.000 encuestados afirmaba haber sufrido intimidaciones en el puesto de trabajo; en las empresas localizadas en las regiones del sur, el porcentaje se elevaba hasta el 20%.
El asunto parece tener relación con la exigencia de una devoción ilimitada de cada trabajador en particular a los postulados de producción o de calidad establecidos por la dirección de las empresas. El candidato perdedor a las elecciones recientes de la CEOE incluía en su programa un aumento de la parte variable del salario, en función de la productividad no global, sino considerada individualmente. Es decir, rebaja del salario base y complemento del mismo con una retribución variable en función no ya de resultados, sino de actitud individual del trabajador. No hay mejor definición posible de lo que significa y del alcance que puede llegar a tener la «intimidación en el puesto de trabajo».
Un muy buen amigo mío pasó por dos tentativas de suicidio antes de comprender que no era su trabajo ineficiente lo que saboteaba los programas productivos de la empresa en la que trabajaba, sino que la dirección quería por todos los medios quitarle la silla de debajo de las posaderas para ahorrarse un salario alto y una antigüedad considerable. Una baja por larga enfermedad solucionó el asunto a satisfacción de ambas partes.
El acoso laboral no tiene ninguna relación con el nuevo paradigma de la producción; deriva más bien de ese neoautoritarismo rampante que se regodea en el abuso de poder, en la humillación al inferior, en la falta de respeto sistemática a la profesionalidad y a la dignidad de las personas. Un ejemplo clásico de mobbing fue el sufrido por Íker Casillas a manos de José Mourinho. También, como en el caso de mi amigo, se alegó un descenso acusado del nivel deportivo del guardameta, escasa aplicación en los entrenamientos, esfuerzo insuficiente. Lo que había en realidad era una gestión de la plantilla en la que el ascendiente del capitán sobre sus compañeros y su negativa a exacerbar el odio a los rivales deportivos no encajaban con los planes del entrenador.
En los departamentos de personal de las empresas hay muchos Mourinhos. Ellos contribuyen a esa «corrosión del carácter» que afecta a las sociedades modernas, socavadas en aquello que es el fundamento primero de la dignidad del ser humano: su relación con el trabajo, su esfera de autonomía, su capacidad de invención y de innovación.
Ahora la misma fórmula desintegradora se está utilizando con los distintos estamentos de la administración de Justicia de nuestro país, una parcela en teoría independiente de la acción del Ejecutivo. Garzón fue condenado, Torres-Dulce ha dimitido y a Ruz se le está colocando por procedimientos administrativos en la rampa de salida.
Pero a la vista está, el problema no son nunca los Casillas, son los Mourinhos.
 


 

viernes, 19 de diciembre de 2014

HUMOR GRIEGO


Ya están colocadas las decoraciones navideñas en el centro de Atenas, y las familias acuden en masa para verlas. En el centro de la plaza Sintagma (pronunciar Síndagma) refulge un barco de vela transparente y cuajado de pequeñas bombillas. Aquí Papá Noel no viene en trineo, sino en un barco cargado de regalos. Tampoco se llama Papá Noel sino San Nicolás, nombre que antecede en varios siglos y se corresponde con el Santa Claus americano. Los nicolases con barbas blancas postizas y vestidos de rojo con botas negras y capuchón puntiagudo recorren la plaza para recoger las cartas que les traen los niños. Sigue habiendo policía aparcada en las cercanías, pero es mucho menos visible. El ambiente es de fiesta, de fiesta consumista, como en cualquier otra capital europea.
El candidato a presidente Stavros Dimas solo obtuvo 160 votos favorables en la primera de las votaciones previstas en la Vuli (el parlamento). Cuarenta menos de los que necesitaba en primera instancia para ser elegido; veinte menos de los que necesitará el próximo día 29, cuando la mayoría cualificada se rebaje de los dos tercios a los tres quintos para la votación decisiva.
Ganar veinte votos a una oposición hostil se antoja un mundo. En un programa televisivo de sátira el showman de turno vestido de nicolás leía las cartas de los niños: «Como me he portado bien y he sido bueno todo el año, te pido como regalo de Navidad veinte votos de diputados de la oposición. Firmado, Andonis Samarás.» Removía entonces el fondo del saco, entre muñecas, patinetes, camiones y barras de caramelo, cada vez más preocupado. Por fin, se dirigía al público con una gran sonrisa: «No quedan votos disponibles de diputados, pero traeremos al pequeño Andonakis ¡¡unas preciosas elecciones anticipadas!!»
Las opiniones sobre lo que ocurrirá el día 29 están divididas. Los eternos pesimistas sospechan que Samarás guarda una carta de triunfo escondida en la manga. Se habla de un nuevo candidato de consenso, un “tapado”. Se apunta para ello a los diputados de Izquierda Democrática, pero solo son diez. Convencer a Amanecer Dorado (una parte del grupo parlamentario fue a votar el otro día directamente desde prisión, con un permiso especial. Votaron en contra) parece misión imposible: ellos están violentamente en contra de una mayoría de izquierdas, pero también están violentamente en contra de la Unión Europea. Así pues, no se sabe bien de dónde pueden salir los números, pero muchos siguen convencidos de que los números cuadrarán.
La opinión contraria la sostienen, no los optimistas (no quedan ya optimistas en Grecia) sino los tremendistas. Según ellos, Samarás quiere perder la elección presidencial. La razón es que aspira a seguir con vida. Cuando después de las fiestas vuelva a presentarse la troika para discutir la última partida del rescate, de seguir en su puesto no tendría más opción que asumir la nueva tanda de “reformas”… y morir a continuación, cualquier atardecer invernal, entre dos luces, linchado por una multitud airada. La alternativa que manejan los tremendistas es que se echará elegantemente a un lado y dejará a Alexis Tsipras, con las arcas del tesoro vacías y sin amigos en el establishment financiero, a los pies de los caballos.
 

jueves, 18 de diciembre de 2014

POSTFORDISMO SIN IDEOLOGÍA


La Fundación 1 de Mayo publica un informe dedicado al postfordismo, que consta de dos partes diferenciadas: la primera es la introducción de Giorgio Cremaschi (traducción de Javier Aristu) a la gran encuesta realizada por la FIOM, la Federación metalúrgica de la CGIL, en 2007 a cerca de 100.000 metalúrgicos italianos; la segunda, primera en la exposición, es una reflexión en clave española a los comentarios de Cremaschi, redactada por el propio Aristu, Máximo Blanco y Bruno Estrada. Se trata, visto el informe en conjunto, de palabras mayores, aunque solo se publica la introducción a la encuesta y no los resultados completos de la encuesta misma.
Convendría, desde luego, como señalan Aristu, Blanco y Estrada, cruzar esa muestra con las que quinquenalmente realiza Eurofound en un entorno más amplio, y llevar a cabo calas parecidas, aunque no sean tan ambiciosas, en nuestro país, para tener una idea más exacta de la situación real del trabajo asalariado después de la gran oleada de innovación tecnológica que lo ha sacudido hasta sus cimientos. Por el contrario, resultaría temerario desoír la conclusión global que nos presenta Cremaschi de la experiencia de la FIOM: «… el asunto central de esta encuesta es, nos parece, que, a través de la profunda reestructuración ocurrida en estos veinte últimos años en el sistema industrial y en la organización del trabajo, se ha consolidado un modelo que se está extendiendo a toda la sociedad y en el cual la dependencia de las personas, la reducción de su autonomía real, van acompañadas por la exigencia de una cada vez más convencida adhesión del trabajador a los procesos cualitativos de la empresa. La suma de lo viejo y lo nuevo, su contaminación, produce de esta forma un modo de trabajar infinitamente más estresante y cansado que en el pasado.»
Es «la suma de lo viejo y lo nuevo», de lo viejo que se resiste a desaparecer y lo nuevo que pugna por despuntar, lo que está deteriorando hasta extremos gravísimos la prestación del trabajo heterodirigido, dice Cremaschi. No sólo la suma, sino su «contaminación». La rutina del modo viejo de hacer las cosas mantiene al fordismo, obsoleto como sistema de producción, inamovible en sus posiciones de mando, de modo que las nuevas necesidades suscitadas por la innovación tecnológica se ven obligadas a deformarse, reducirse y acomodarse como pueden a una jerarquía inútil y sin sentido, pero que se sobrevive a sí misma como un zombi, y que es más dañina que un zombi.
El gran problema en este conflicto estructural, un problema que se extiende ya a lo largo de demasiado tiempo sin visos de encontrar un desenlace, es, como bien señalan Aristu, Blanco y Estrada, la invisibilidad de las condiciones reales de trabajo para una izquierda política excesivamente pendiente de las instituciones. Ese es precisamente el foso que se ha ido ensanchando y profundizando en estos años entre la esfera política y el universo del trabajo. El deterioro progresivo de éste ha ido acompañado por una levitación cada vez más pronunciada de aquélla, que ha insistido con reiteración en atisbar horizontes lejanos desde la torre del homenaje para no tomar nota de lo que estaba ocurriendo en el foso de los cocodrilos.
El sindicato, por su parte, se ha cerrado en la defensa de lo viejo sin entrar – sin comprender a fondo, tal vez – las potencialidades de lo nuevo. No es malo defender las viejas tutelas, Cremaschi lo apunta, porque siguen siendo necesarias en la situación enredada y conflictiva que se vive de puertas adentro de los ecocentros de trabajo (utilizo un término habitual en los escritos de JL López Bulla, y que me parece útil y expresivo). Las culpas del sindicato se sitúan en otro frente: en la excesiva pasividad ante el nuevo modo de conformarse la organización de los sistemas de la producción y los servicios. Se ha dejado la iniciativa durante demasiado tiempo a las instancias empresariales, dejando que estas hagan “su agosto”; cuando en el terreno de la organización del trabajo, los trabajadores y sus sindicatos tienen mucho que decir, mucho que defender, mucho que combatir.
Una mala rutina ha orientado tradicionalmente las reivindicaciones de los sindicatos de forma casi exclusiva hacia las cuestiones relacionadas con la redistribución de la riqueza. El terreno privilegiado de confrontación ha sido la compensación dineraria o en servicios sociales por las penalidades sufridas en el puesto de trabajo. Eso ahora no basta. No ha bastado nunca en puridad, como lo puso de relieve Bruno Trentin a lo largo de toda su trayectoria como sindicalista, como jurista y como pensador político; pero ahora menos que nunca, porque nos encontramos en un nuevo paradigma, y ese paradigma, manipulado y deformado hasta quedar convertido en una caricatura de relación laboral, se está haciendo pesar sobre las espaldas de los trabajadores con alevosía e impunidad, desde unas posiciones de partida desiguales e injustas.
Una vez puesto en claro que la condición concreta de los trabajadores puertas adentro de las empresas no van a resolverla las próximas elecciones, la palabra en este terreno corresponde a los sindicatos. A la autoridad, a la autonomía, a la combatividad de los sindicatos democráticos.
 

miércoles, 17 de diciembre de 2014

AVERSIÓN AL FUTURO


El profesor Josep Fontana nos ha enseñado que el futuro es un país extraño. Extraño e inquietante, por añadidura. Los más jóvenes, que viven hoy un presente escaso y precario, encaran un futuro problemático que solo alcanzan a percibir a través de unas simbólicas, o muy reales en algunos casos, vallas de alambre de espino adornadas con un letrero muy visible: NO TRESPASSING.
Una parte sustancial del problema reside en la falta total de compromiso con el futuro por parte de las generaciones situadas en los puentes de mando y en las salas de máquinas. Nos encontramos en el reino de la tirada de dados del negocio financiero especulativo, y en el cortoplacismo descarnado en los programas productivos de una economía volátil de tan flexible. Hablar de futuro, de largo plazo, de previsión, en ese contexto, carece de sentido sin remedio posible. No es un dato que deba tenerse en cuenta. Para la sociedad en general, lo que sea sonará. Para los privilegiados, la “clase ociosa” que rememoraba José Luis López Bulla hace poco en un artículo esencial (1), el futuro es en cambio un artículo de lujo, exótico y exclusivo, que se guarda rodeado de mil precauciones y sistemas de seguridad en la cámara acorazada de los subterráneos blindados de los bancos. Gran paradoja: en la aldea global, el futuro se concibe únicamente en términos estrictamente individuales.
Esa mentalidad individualista de las clases altas ha ido calando poco a poco en el subsuelo social, y tiene consecuencias. Lo diré sin alharacas ni grandes énfasis: desde que el futuro ha dejado de ser una gran apuesta colectiva y solidaria, la humanidad se encamina hacia su destrucción. No intento hacer de jeremías, solo establezco una simple previsión, un output verificable a partir de los datos conocidos del problema. Cualquiera puede percibir lo verosímil de esa previsión, con solo abrir los ojos al mundo que nos rodea. Basta la referencia a dos piedras de toque contrastadas: el trato que reciben en nuestras sociedades de hoy mismo la naturaleza de un lado, y los/las adolescentes, de otro.
Acaba de concluir en Lima una cumbre mundial más, sobre los peligros del cambio climático. Han acudido a ella 196 países pero a duras penas se ha conseguido un acuerdo final de mínimos, no vinculante, después de catorce días de parálisis en las negociaciones. Se trataba de preservar nuestras reservas biológicas, nuestras esperanzas de supervivencia. Tendrán que esperar otra ocasión, otra cumbre, otro acuerdo de mínimos.
Si esa despreocupación por el patrimonio común entra más o menos en los parámetros de lo que consideramos normal, en cambio tiene tintes patológicos la aversión al futuro que determina la tendencia morbosa de ciertos sujetos a tomar a escolares o estudiantes como objetivo preferente de sus atentados o asesinatos ideológicos. Tres casos recientes: Boko Haram en Nigeria, los narcos en Ayotzinapa, los talibanes en Peshawar.
Los meandros de la lógica perversa de un asesino siguen a veces pautas parecidas en marcos psicopatológicos diferentes, pero que presentan algún aspecto concomitante. Así, ocurre que el argumento latente en los tres casos citados viene a ser en sustancia el mismo móvil que aflora en tantos casos de violencia de género contra mujeres que se rebelan contra una dominación machista abusiva. Un móvil que puede expresarse de este modo atroz: “Ya que no aceptas el futuro que yo pretendo imponerte, no vas a tener ningún otro futuro en absoluto.”
 

lunes, 15 de diciembre de 2014

PROGRAMA ELECTORAL PARA UN PAÍS DE TODOS LOS DEMONIOS


La llamada Ley Mordaza ha inaugurado la precampaña electoral del Partido Popular. Ha sido el rayo, el rayo que no cesa. Detrás ha venido el trueno, en forma de glosas o escolios al texto crudo y abstracto de la norma.
Ha causado cierta sorpresa, por venir de quien viene, el fuego de artificio retórico que ha acompañado las explicaciones del presidente del gobierno en el acto de La Granja de San Ildefonso. Rajoy suele ser persona timorata, y también algo sibilina, en la forma de expresarse (“se hará lo que haya que hacer, lo que Dios manda, lo que dicta el sentido común”), pero en esta ocasión, aun sin salirse por completo de la pauta habitual, ha tronado, ha quemado pólvora en salvas como en pocas ocasiones anteriores. Queda meridianamente claro y sin circunloquios el No del PP a cambiar la Constitución, que «no es un juguete que admite bromas ni frivolidades» y tampoco «ocurrencias ni eslóganes». Tampoco admite la ley suprema «encajes ni acomodos» caprichosos, porque tales cosas son «ensoñaciones» de quienes siguen  «mirándose el ombligo de lo autóctono».
Lo que ofrece en cambio el PP a la ciudadanía es un muro firme de contención contra el caos interno (¿quizás una alusión a los Podemos y los Ganemos?), además de una colaboración estrecha con las autoridades europeas (Angela Merkel, el BCE, se supone) para seguir en la senda de la recuperación económica (global, por supuesto). Y claro, no hace falta insistir mucho en ello, severas penas de cárcel y multas impagables para los insensatos que protesten en ámbitos no estrictamente privados por «frivolidades» tales como despidos, desahucios, hambres y miserias.
Hizo también el presidente una mención, muy de pasada y sin concretar, a futuras normas para luchar contra la corrupción. ¿Por qué, por qué, cielos? Los catones severos hemos de afearle a Mariano esa concesión a los gustos bajos de la plebe. Sin duda no ha sido cosa suya sino de sus asesores, posiblemente de ese Arriola que tiene tanta mano en la política de comunicación. Pero es una pena que después de tanta artillería concentrada en las frivolidades ajenas, se despache la cuestión con una “frivolité” propia. Y ni siquiera hacía falta, ya ha proveído el Poder Judicial medidas prudentes, sugeridas por el mandato divino y el sentido común, para colocar la horma oportuna a las ensoñaciones del juez Ruz.
En apretada síntesis, lo que nos ofrece sin tapujos el programa electoral del PP es más de lo mismo. Ajo y agua, pobreza y mal gobierno. Todo ello en la senda inmarcesible de una larga tradición heroica y mística que resumió como nadie el poeta catalán Jaime Gil de Biedma: «… este país de todos los demonios en donde el mal gobierno, la pobreza, no son, sin más, pobreza y mal gobierno, sino un estado místico del hombre, la absolución final de nuestra historia.»
Pues como dicen los castizos, que venga Dios y lo vea.
 

sábado, 13 de diciembre de 2014

GRIEGOS EN UN LABERINTO


El ambiente político se ha espesado en Atenas, a partir del fracaso de la cumbre con la troika para la entrega de la parte pendiente del rescate. Proliferan los furgones policiales aparcados en las calles, incluso en sitios inesperados y a horas inocentes. Las manifestaciones son más agresivas; en muchas se juega con fuego, en el sentido literal de la palabra, y se busca el contacto directo con los antidisturbios. También en más de una ocasión piquetes aguerridos de Amanecer Dorado en uniformes paramilitares han ejercido de fuerza represiva directa contra los manifestantes de izquierda, mientras los soldados se limitaban a observar.
Andonis Samarás, el primer ministro, culpa de la espiral de violencia a Syriza. No solo de la espiral de violencia. Enfatiza que no va a consentir que la izquierda radical y populista lleve al país al caos y la ruina, por más que el caos y la ruina están ya ahí desde antes de que llegue Syriza al gobierno.
Un consejo sibilino que fuentes relacionadas con Nueva Democracia están dando a la ciudadanía – siempre a través de insinuaciones indirectas, porque una cosa así no es posible plantearla en términos crudos, siquiera sea por decoro –, es que se apresuren a sacar sus ahorros del banco antes de la fecha de las próximas elecciones, porque después tal vez ya no podrán hacerlo.
La advertencia cae por el momento en saco roto. El objetivo, muy claro, del runrún es frenar mediante el voto del miedo al partido de Tsipras, pero quienes tienen cantidades importantes de dinero en los bancos de Grecia no iban a votar a Tsipras de todos modos. Es más, ya hace años que la mayor parte de los capitales privados griegos está colocada, o bien en bancos extranjeros, o bien directamente en el extranjero. No por miedo al radicalismo de Syriza, sino por la consabida disyuntiva entre patriotismo y patrimonio, sobre la cual no hacen falta mayores explicaciones. En la situación actual la mayoría de los habitantes censados en el país, para los cuales tener dinero ahorrado es tan irreal como un cuento de hadas, no vería mal una intervención de la banca, por si de ese modo es posible hacer aflorar unos capitales que se han revelado sumamente volátiles desde que se inició la prolija operación del rescate financiero.
La senda constitucional que debe seguirse a partir de este momento es clara. Samarás intentará de aquí a febrero aprontar los votos que le faltan para asegurar la elección presidencial, bien en la persona de su propio candidato o bien en la de una persona capaz de generar consenso. Si no se consigue esa mayoría, el jefe del gobierno habrá de disolver el parlamento y convocar elecciones generales de forma inmediata. No son del todo descartables fugas hacia adelante ni tiradas por calles de en medio, pero estas serían penalizadas con un aumento de la inestabilidad interna y del aislamiento internacional. Algo que resultaría gravoso en exceso incluso para los estamentos más antieuropeos y más insolidarios de un país en bancarrota, enfeudado sin remedio a sus acreedores y dependiente de forma absoluta de un turismo que a día de hoy es la única fuente de ingresos que presenta un comportamiento positivo.
 

viernes, 12 de diciembre de 2014

EL PRESIDENTE NO TIENE QUIEN LE CREA


«La crisis ya es historia», ha dicho Mariano Rajoy muy ufano, en la clausura de un encuentro empresarial. La estupenda declaración ha sido acogida por el auditorio no ya con indiferencia, sino con un asomo de rechifla. «Otra vez en las mismas», ha exclamado un asistente abrumado, y enseguida ha pedido a los periodistas que cubrían el acto un respeto para su anonimato. Aquí todos se acuerdan de cuando el boss regresó de Brisbane con muy parecidas albricias: «En el G-20 están encantados todos con nuestras reformas.» Pocos días más tarde llegaba el enésimo capón de Bruselas sobre nuestras reformas.
Llueve sobre mojado. A algunos, la simple mención de los brotes verdes y la luz al final del túnel les provoca una taquicardia. Cada dos meses estamos saliendo de la crisis de boquilla, y luego tienen que personarse ante los micrófonos de los medios De Guindos o Sáenz de Santamaría para recoger velas. Esta vez las cosas han ido un poco más lejos de lo habitual, y Jesús Posada, interrogado al respecto, ha admitido que tal vez la apreciación del presidente es un poco exagerada.
Tal vez, en efecto. La Bolsa se ha dejado un 7% esta semana, la deuda pública ha dado un nuevo salto adelante hasta el 96,8% del PIB, el IPC desciende hasta un 0,4% en cómputo anual, y Bruselas alerta sobre la fragilidad de nuestra banca sobradamente rescatada. Cabe concluir que ese hombre no se entera, o bien que está recitando un mantra por recomendación de su siquiatra, y tanto daría que recitase el «Jesusito de mi vida».
Mariano se ha sentido defraudado al darse cuenta de que la estupenda noticia que traía para todos los españoles era recibida con la misma frialdad que un chorro de güisqui al verterse en un vaso ancho cargado de hielo. «Soraya, di algo, apóyame», telefoneó a su favorita por el teléfono rojo. La vicepresidenta acudió con un suspiro de hartazgo a la rueda de prensa correspondiente, y puntualizó la información de su jefe de filas por medio de dos declaraciones que podríamos calificar de templadas, como mínimo. La primera de ellas: «La economía ha cambiado de ciclo.» Sin precisar en qué sentido. Dejando en el aire la sugerencia de una posible continuación machadiana: «Nadie sabe cómo ha sido.»
La segunda declaración de Santamaría, sin embargo, ha sido menos etérea y mucho más consistente, aunque también cargada de ambigüedad: «Hace tres años, muchos no pensaban que estaríamos donde estamos.» En efecto, la afirmación no tiene vuelta de hoja. Hace tres años el Partido Popular consiguió la confianza de una mayoría absoluta de los votantes en las elecciones generales.
 

THESSALONIKI


No hemos tenido muchísima suerte con el tiempo Carmen y yo en nuestra excursión de cuatro días a Tesalónica. Llovió sin fuerza pero sin parar los dos primeros días, paró el tercero aunque con nieblas y mucha humedad, y volvió a llover en la despedida. Nos lo temíamos, y por eso no elegimos como objetivo alguna de las islas griegas grandes provistas de aeropuerto, sino una ciudad que ya conocíamos de un viaje anterior. Tesalónica tiene, al fin y al cabo, muchos atractivos, y no son los menores los que se encuentran bajo techado. Al margen de su condición de ciudad universitaria, con una vida científica y artística muy intensa, cuenta con museos remarcables, iglesias bizantinas de larga tradición y riqueza, y también con buenos restaurantes populares o con el gran mercado “a la turca”, que no están inscritos en el patrimonio de la humanidad de la UNESCO como otras joyas locales, pero son en cambio los lugares donde con mayor facilidad se siente uno ciudadano del mundo. ¿Apo pú ines?, “¿de dónde eres?”, preguntan los vendedores o los camareros en cuanto se dan cuenta de lo precario de nuestra conversación griega, y oída la respuesta, se extasían: ¡Ah, Barkeloni!
Para empezar, ¿Salónica o Tesalónica? La primera sílaba desaparece en una variante del topónimo, tanto en español como en griego. El nombre oficial en español ha sido, no sé si lo sigue siendo, Salónica. Pero al parecer fue Thessaloniki, “victoriosa sobre los tesalios”, el nombre propio de la reina macedonia, hija de Filipo, que lo cedió a la ciudad.
Tesalónica nació de la conjunción de dos caminos: el del mar, que recala en el puerto abrigado en el fondo de un amplio seno marino, y el de tierra, la Via Egnatia, una calzada que unía en la antigüedad Dirraquio (actual Dürres, en Albania) con Bizancio. Próxima al puerto se abre al mar la espléndida plaza de Aristóteles, con suelos de mármol blanco. Desde el mismo lungomare, la plaza se prolonga en dirección sur-norte en una avenida amplia que conecta con la odos Egnatia. Las ruinas del antiguo foro grecorromano se encuentran en esa intersección. Más arriba, siempre siguiendo la calle de Aristóteles por un terreno que se eleva en anfiteatro, se llega a la gran basílica bizantina de San Demetrio, que tiene unos mosaicos muy hermosos, antiguos y modernos, y unas curiosas catacumbas. Coronando la misma cuesta, bien en alto y con la protección de unos muros hoy bastante derruidos, está la iglesia del Profeta Elías; y hacia el este, abajo, cerca de la odos Egnatia, se alza la otra gran basílica de la ciudad, la de Santa Sofía.
Junto a la antigua Via Egnatia y próxima a la puerta oriental de la ciudad se hizo construir su palacio el césar Galerio, a finales del siglo III. En el límite oriental del mismo levantó un arco triunfal en conmemoración de su victoria sobre los persas. Hoy solo sigue en pie una parte del mismo, consolidada con tramos de ladrillo. Es un monumento que produce una gran impresión. Los relieves de piedra están desgastados, «de la carrera de la edad cansados» en la expresión de Quevedo, pero esa misma pátina, al diluir las aristas y suavizar las sombras, ayuda al visitante a sentir mejor, casi físicamente, el paso y el peso del tiempo.
Galerio pasó a ser uno de los cuatro emperadores, los tetrarcas, que sucedieron a Diocleciano cuando este decidió dividir el imperio romano. Ordenó entonces edificar para sí mismo un mausoleo singular, de planta circular como el Panteón de Roma. Ese edificio, conocido hoy como la Rotonda o Rotunda, se alza a un centenar largo de metros del Arco de Galerio, en dirección norte, unido a él por una avenida que en tiempos estuvo flanqueada por pórticos sostenidos por columnas. Luego Galerio murió en campaña, lejos de Tesalónica, y lejos de ella fue enterrado. El emperador Constantino, cuando declaró el cristianismo religión oficial del imperio, dispuso que la Rotonda fuese convertida en templo: el primerísimo de la nueva religión imperial, puesto que su construcción se remontaba a una época anterior incluso. Con los siglos, la Rotonda fue iglesia ortodoxa y mezquita (con la añadidura de un minarete) y sobrevivió con entereza a varios temblores de tierra, el último en el año 1978. Hoy es un monumento no accesible, pendiente de trabajos de reconstrucción y consolidación largos y costosos.
Atenas y Estambul son las primadonnas del turismo cultural en el área geográfica del sudeste europeo. Pero si planean ustedes un viaje de estas características, vale la pena que tengan en cuenta a la bella, antigua y maltratada ciudad de Tesalónica.
 

miércoles, 10 de diciembre de 2014

¡LIBERTAD PARA LOS EMPRESARIOS!


En apenas siete días van a tener lugar las elecciones a la presidencia de la CEOE. Los dos aspirantes al cargo, Juan Rosell y Antonio Garamendi, han expuesto en público sus respectivos programas, en cuya comparación, por cierto, no se perciben grandes diferencias. No se aprecia en este caso que uno de ellos proponga un tipo de medidas más conservadoras, y el otro apunte un talante más progresista o innovador. Lo que se lleva esta temporada es el pensamiento único, de modo que ambos programas exhiben ese sesgo inconfundible que marca la línea predominante no solo en nuestras organizaciones patronales sino por extensión en nuestros estamentos políticos acomodados y en los institutos internacionales más renombrados relacionados con la economía y las finanzas.
El empresario, se argumenta, tiene una función social esencial puesto que es él quien crea puestos de trabajo. En compensación a tanta beneficencia, debe dársele «más libertad» en cuanto a la organización concreta de ese trabajo que crea y de su retribución. Es imprescindible desregular la negociación colectiva. Las reivindicaciones de los trabajadores asalariados y sus sindicatos, y en general la situación en la que quedan aquellos dentro de la empresa, importan poco a estos efectos, y lo que puedan alegar es irrelevante puesto que ellos no crean los puestos de trabajo sino que los ocupan, son los “beneficiarios”. Desde su atalaya el empresario no percibe que sea preciso poner puertas al campo de «su» propia libertad porque esta pueda chocar con las libertades de otros. Ni que existan unas líneas rojas imposibles de traspasar sin perjuicios gravísimos para la contraparte. ¿No queremos puestos de trabajo? Pues ahí van puestos de trabajo: con más flexibilidad de jornada, más movilidad funcional, más horas extra, y un peso mayor de la parte variable de la retribución, en función de objetivos. Lo que quiere decir ligar los salarios a la productividad. Pero atención al matiz que introduce Garamendi: a una productividad no solo de la compañía en su conjunto sino particularmente de cada puesto de trabajo. (Explíquenme ahora cómo se cuantifica en los resultados de una empresa la productividad personal y particular de cada uno de sus trabajadores asalariados. Dicho de forma cruda, lo que está proponiendo el aspirante a Gran Patrón es institucionalizar el mobbing.) Ambos a una piden, además, más (¿más?) contratos temporales y a tiempo parcial, más (¿más?) facilidades para el despido, y más rebajas de impuestos y de cotizaciones. Garamendi de nuevo no quiere quedarse a medias y pide que se rebajen los costes «laborales, fiscales, energéticos, sociales o de cualquier otro tipo.»
Uno puede preguntarse en dónde queda la pretendida función social del empresariado si se aceptan todas esas exigencias. O yendo un poco más lejos, qué entiende la cúpula de los empresarios por «sociedad». La estamental del Antiguo Régimen, posiblemente. La de antes de las revoluciones burguesas y de la puesta en circulación como moneda corriente de conceptos tales como los de ciudadanía, democracia, igualdad y constitución.
En esa orgía desreguladora se diría que aflora un nuevo adanismo: que tanto Rosell como Garamendi conciben al empresario como un hombre de espíritu pionero, en lucha con la naturaleza salvaje, abriendo senderos en la jungla virgen, solos él y su estrella errante en medio de peligros y asechanzas.
No es así. Ninguno de los dos candidatos se olvida de pedir a papá Estado la regulación concreta y severa de un peligroso elemento destructor de la convivencia que consideran deplorablemente extendido: el derecho de huelga.
 

lunes, 8 de diciembre de 2014

EL LABERINTO GRIEGO


(Con mis disculpas a MVM por copiarle el título)

 

Ni a la troika le han gustado los presupuestos para 2015 preparados por el gobierno griego, ni el primer ministro Andonis Samarás acepta de momento la “reforma” sugerida por las altas autoridades económicas del mundo mundial, consistente, faltaba más, en nuevas rebajas salariales y despidos de funcionarios. El impasse va a desembocar por el instante en una “prórroga técnica” de la situación anterior, para la que se había previsto como plazo final el límite del 31 de diciembre. El comisario europeo Moscovici no ha desvelado aún si la prórroga se extenderá durante un período corto, de uno o dos meses, o si se prolongará hasta seis meses. El detalle tiene más enjundia de lo que puede parecer a primera vista.
Samarás es, como algunos otros primeros ministros del área euro, un político esencialmente gris, un hombre de la periferia (viene de Pilos, en la punta del Peloponeso) que ha hecho su carrera política a la sombra de Mitsotakis hasta la retirada del patrón. En la pugna subsiguiente por el poder en el seno de la conservadora Nueva Democracia, Samarás hizo valer su dominio del aparato y sus amplias connivencias con las alcantarillas del poder. Pero desde entonces sus defectos se han hecho más y más visibles cada día: es un hombre sin carisma y sin ideas, incapaz de trazar un plan de acción creíble ni de hacer un discurso más allá de las vaciedades de rigor. Sus reacciones son característicamente lentas, de modo que los hechos, la realidad fáctica, parecen siempre ir un par de pasos por lo menos por delante de él.
A falta de la última entrega del “rescate” de la deuda griega, por valor de 1.800 millones de euros, Samarás vendió antes de la entrevista en la cumbre de este mes la noticia de que lo peor de la crisis había pasado ya, Grecia estaba en condiciones de recuperar el timón de su economía sin necesidad de tutelas comunitarias, y los brotes verdes crecían pujantes por doquier. Era en cualquier caso la última bala que le quedaba en la recámara, porque el próximo mes de febrero necesitará en la Vuli (el parlamento) una mayoría de votos cualificada – que no tiene – para ser reelegido jefe del gobierno; o bien habrá de ir a unas elecciones generales a las que teme como a un nublado, porque en el horizonte se delinea la amenaza de Syriza.
Ante la troika utilizó una doble estrategia: unos presupuestos asépticos para no aumentar la irritación muy considerable de la ciudadanía, y el socorrido argumento del miedo a lo que vendrá para convencer a los amos de la caja fuerte. “Decidme que sí a mí, aunque no os guste, porque siempre será mejor que lo que os planteará el próximo jefe de gobierno, si Syriza gana las elecciones.”
La troika se ha puesto chula: «Nos da igual quien gobierne, lo que queremos es que se pongan en marcha las reformas.» Aún intentó Samarás una finta. ¿Se han entrevistado con Tsipras, el líder de Syriza? ¿Saben bien lo que está proponiendo la izquierda radical y desestabilizadora? Y la respuesta: «Nosotros sólo hablamos con gobiernos, no con partidos.»
De modo que no es indiferente que la prórroga de la actual etapa del rescate griego se limite a uno o dos meses, o se alargue hasta seis. Porque en febrero podría haber disolución de la Vuli, y en marzo unas elecciones en las que todo será posible. Lo que ocurra luego con la deuda y con esos 1.800 millones no está aún escrito, pero son cuestiones que, por más que quizás a algunos les suenen a coros angélicos perdidos en la lejanía, nos implican a todos. Esta va a ser una batalla global. Rectifico: va a ser la primera escaramuza de la gran batalla global que se anuncia ya en distintos foros.
 

domingo, 7 de diciembre de 2014

IR MÁS LEJOS AÚN


El periodista Enric Juliana comenta en La Vanguardia que recientemente Carme Forcadell, la dirigente de Assemblea Nacional Catalana, primero, y días después también la presidenta del Parlament catalán Núria de Gispert, han pronunciado la frase «Venimos de lejos y vamos más lejos aún», en un sentido bastante distinto del utilizado por la persona que acuñó la frase, a saber Palmiro Togliatti, en la llamada svolta de Salerno, en 1944, cuando decidió que las fuerzas comunistas, obreras y guerrilleras predominantes en el norte del país colaboraran en la consolidación del régimen posfascista, pacifista, terrateniente y promonárquico que se formaba en el sur bajo la dirección del mariscal Badoglio. Se trataba ante todo de evitar a Italia, cuando aún seguía su curso la guerra mundial, la posibilidad trágica de entrar a continuación en una nueva guerra civil similar a la vivida en España pocos años antes, en primera línea, por el propio ‘Ercoli’, nombre de guerra de Togliatti.
Cada cual es libre de utilizar una frase por lo que vale. Las metáforas, como argumentaba el cartero de Pablo Neruda, no pertenecen a su autor sino a quien las necesita. Y la aventura del soberanismo necesita de mucha poesía para endulzar los sinsabores de un trayecto muy áspero y muy aleatorio. Los defensores del proceso piden «más fe» a los creyentes, y aseguran que hay luz al final del túnel, pero nadie ha visto aún esa luz, solo la oscuridad del túnel. En todo caso, la luz eventual estaría muy lejos. «Más lejos aún», més lluny encara, de una sociedad muy maltratada a la que vemos progresivamente escindida en dos partes enfrentadas entre ellas, y más allá también de un Estat propi en el que nadie desmiente que los servicios sociales esenciales se seguirán privatizando según la práctica habitual de los políticos convergentes (el conseller de Sanidad Boi Ruiz acaba de declarar que “no imagina” una sanidad basada en presupuestos distintos de los actuales).
Hay, en la manera desenfadada de dirigir el largo trayecto de la Catalunya eterna hacia una improbable Ítaca, un abuso grave de la actitud que Antonio Gramsci llamó «cadornismo». Para quien no conozca el significado de la expresión ni quién fue el personaje al que va referida, remito a una entrada anterior de este mismo blog: http://vamosapollas.blogspot.com.es/2014/11/cadornismo.HTML