jueves, 30 de noviembre de 2017

LA ANGUILA POR LA COLA


Se ha constituido la comisión parlamentaria para la reforma constitucional que exigió el PSOE a cambio de apoyar la aplicación del artículo 155 en Cataluña. Pero la iniciativa no parece que vaya a tener un gran recorrido. Eme Punto Rajoy ya ha declarado que él cumple con crear la comisión, pero que no tiene intención de reformar nada. Más aún, que es absolutamente contrario a cualquier reforma del tarro de las esencias, por mínima que sea y venga de donde venga.
Eme Punto es el puto amo.
No se adormilen ustedes en los laureles, que la cosa va más allá. Se pactó entre el gobierno de su majestad y la leal oposición un 155 limitado en el tiempo y en las formas: justito justito hasta el día de las elecciones, y sin estropicios por medio. Sin embargo, ahora se habla de alargar el plazo hasta la formación de Govern (puede darnos la intemerata, tal y como están las cosas) e incluso más allá, si el Govern que finalmente se constituya es sospechoso de querer volver a las andadas. Tampoco se marcharán tan deprisa las fuerzas policiales desplazadas a territorio catalán para garantizar el orden. Piolín se ha ido del puerto, pero parte de sus moradores siguen en tierra a verlas venir.
Al mismo tiempo el gobierno de la nación, visto el gran resultado de la cientocincuentaycinquización en la provincia catalana, otea en otras direcciones con la intención de aplicar el mismo bálsamo a diferentes realidades territoriales y/o institucionales que no acaban de funcionar a su gusto.
Que Eme Punto es el puto amo, nadie lo puede negar.
Quizá la idea que se hace la primera fuerza opositora del país sobre los compromisos de Estado no es la mejor ni la más afinada posible, estando Eme Punto por medio. Pedro Sánchez hará bien si se lo piensa dos veces y luego cuenta hasta cien antes de suscribir más pactos de Estado a la babalá. A Eme Punto no le tiembla el pulso por una firma más o menos, pero en el momento de cumplir lo prometido no considera que dicha firma le suponga ninguna atadura. Se trataría, para expresarlo con una metáfora adecuada, de una atadura en B para un gobierno en A; algo no consignado en ningún registro oficial pertinente, y susceptible además, caso de que sí constara en algún disco duro perdido y hallado en el templo, de ser borrado treinta y dos veces sucesivas y machacado luego a martillazos.
Cosa muy dentro del alcance de las capacidades del puto amo, como es de sobras conocido.
Haría bien Pedro Sánchez en refrescar su catalán y prestar atención a lo que (más o menos) escribía Joan de Timoneda hace cinco siglos y medio, y cantaba Raimon hasta hace apenas unos meses, cuando decidió dar por finalizada su admirable carrera: Qui té anguila per la cua / i en Mariano per la fe / bé pot dir que res no té (“Quien tiene una anguila por la cola, y a Mariano por la fe, bien puede decir que no tiene nada.”)
 

miércoles, 29 de noviembre de 2017

DESIGUALDAD ANTE LA LEY


La víctima de una violación en grupo durante los Sanfermines podría no tener derecho a protección jurídica, según viene a sugerir el abogado defensor de varios componentes de la Manada. No dio pruebas suficientes, si se examinan con atención los vídeos grabados por sus violadores, de asco y de rechazo. Sostiene el rábula que aquel episodio al resguardo de un portal no fue para ella otra cosa que un rato “placentero”, por más que no hubiera consentido explícitamente las diferentes maniobras que se ejercitaron en su cuerpo después de desnudarla. Lo que la encrespó fue únicamente que se le llevaran el móvil.
Hay otras pruebas de la falta de méritos de la muchacha para obtener el amparo de la ley: ha sido fotografiada posteriormente llevando una camiseta con una leyenda provocativa. Por el contrario, los cinco acusados, “la Manada” para calificarlos con el nombre que ellos mismos se dan, son buenos hijos, sin ser sin embargo modelo de nada. Y se les está dando caza sin piedad.
¿Sugiere esta argumentación que debería darse caza a las violadas, en vez de a los violadores? ¿Que debería dejarse vía libre a un violador de buena conducta, cuando interactuara con una víctima de moral no inequívoca? Un paso más allá, solo uno, por ese camino, llevaría a proclamar de forma explícita la desigualdad de los ciudadanos ante la ley.
Nuestros abuelos pintaban a la Justicia como una dama severa, con los ojos vendados, sosteniendo en una mano el código y alzando con la otra una balanza perfectamente equilibrada.
Eran unos antiguos.
El primer artículo del nuevo código sería, en cambio: «No todos somos iguales ante la ley.» Y es que las circunstancias personales influyen muchísimo. No es razonable exigir del olmo que dé peras, según frase reciente de un encausado ilustre. De otro lado, el juez que obligó a Eme Punto Rajoy a declarar por el asunto de la caja B de su partido, ya ha sido removido de su sitial. Una prueba de por dónde van las cosas de la justicia. Otra, si alguno todavía dudare, es que el ministro de Hacienda permite al alcalde de Jaén lo que ha vetado a la alcaldesa de Madrid. Otra más, que la incitación al odio es concebida como un delito unidireccional, solo procesable cuando se ejerce en contra de determinadas instituciones, y nunca cuando va en el sentido contrario. Los exabruptos de unos policías madrileños contra Manuela Carmena, que rebasan ampliamente la línea roja de lo espantoso, están siendo analizados con calma (tal vez desde la sospecha de que podrían ser epítetos merecidos; ¿se han examinado suficientemente las inscripciones que luce Manuela en sus camisetas?), en tanto que el delegado sindical que denunció la existencia del chat policial debe ser protegido del odio desbordado de sus colegas por voluntarios de la sociedad civil, porque desde el punto de vista de las autoridades competentes ha pasado a ser un apestado.
Este es el mundo en que vivimos. Si no les gusta a ustedes, les ruego un esfuerzo para mejorarlo entre todos: no tenemos otro.
 

martes, 28 de noviembre de 2017

EL PERRO DE CAMPO QUE MEA EN LA CIUDAD


En un mundo cuajado de “posverdades”, que es la forma posmoderna de llamar a las mentiras, quizá sea necesario puntualizar la verdad rotunda, la verdad verídica y verdadera si se quiere, del «aviso a sindicalistas» que lanzó ayer en su bitácora José Luis López Bulla (1). A saber, que Javier Aristu y un servidor estamos terminando al alimón la traducción de una muestra significativa de los Diari 1988-1994, de Bruno Trentin, editados en Italia por Ediesse a cargo de Iginio Ariemma. Nuestro esfuerzo, bien arropado en otros textos explicativos y aclaratorios de la originalidad radical y el sentido innovador de la propuesta de Trentin, se publicará bajo el sello ya consolidado de “Pasos a la Izquierda”, y José Luis lo sabe de buena tinta porque está en el ajo de este proyecto desde el inicio mismo. No en balde es el primer promotor y el más importante divulgador de la obra de Trentin en nuestro país y en nuestra lengua común, lo que le convierte en el principal difusor, también en amplios espacios de América latina, de un sindicalismo terriblemente actual, es decir consciente de su lugar, de sus problemas y de sus potencialidades en el nuevo paradigma de la producción basada en las tecnologías digitales y las herramientas sofisticadas que estas proporcionan; pero también en la permanencia del modelo liberador del trabajo como medio de autorrealización de un inmenso colectivo de personas, diversas entre ellas pero unificadas en los libros de sociología bajo la etiqueta común de “clases subalternas”. Sindicalismo, en consecuencia, “de clase”, sin tapujos que lo adulteren. Desconfíe de las imitaciones.
Una anécdota puede ser significativa de la actitud de Trentin en la encrucijada decisiva entre un sindicalismo “tal como venía siendo” y la práctica sindical necesaria en las nuevas condiciones. Jamás habría mencionado él esta anécdota en el contexto severo de sus libros, sus informes a la dirección o sus conferencias públicas; pero en el repliegue íntimo de unos diarios de trabajo que nunca destinó a la publicación, la imagen a la que se refiere le impacta tanto que la trae a colación hasta tres veces. Es la anécdota de su perro de caza Matteo, criado en el campo, que trasplantado a la ciudad mea sobre el cemento o el asfalto, pero enseguida busca con afán un parterre o un alcorque y escarba con la intención fallida de tapar con tierra la orina que ha derramado a varios metros de distancia.
El perro Matteo da la imagen de la disociación entre un contexto original, en el que el hábito estaba perfectamente coordinado y justificado, y un contexto nuevo y mal asimilado en el que el esquema de conducta pasa a ser absurdo e inútil. El mismo tipo de comportamiento esquizofrénico de una izquierda tanto sindical como política que, perdida la orientación, insiste en seguir comportándose como si los viejos puntos cardinales no hubieran sido desplazados por nuevas realidades que exigen un repensamiento general, por no decir una refundación, de los principios y los objetivos del sindicalismo y de la política económica en un mundo cambiado.
 


 

lunes, 27 de noviembre de 2017

EL BUEN CATÓLICO DE MI BISABUELA


Dice el cardenal Cañizares que no se puede ser a la vez buen católico e independentista. No estoy en condiciones de discutirlo; personalmente no entro en ninguna de las dos categorías, y quizá por esa razón no percibo bien la contradicción. De otra parte, no me atrevo a llevar la contraria a un experto reconocido en la materia.
Podría objetar, quizá, que según la doctrina buen católico es el que cumple los mandamientos, y en ninguno de los diez se dice ─hasta la fecha─ nada sobre la independencia. Pero gracias a mi bisabuela sé que las cosas no son ni mucho menos tan sencillas como parecen. Para decirlo con mayor precisión, hay muchos más mandamientos en el cielo y en la tierra que los escritos en las tablas de la ley.
De haberse conocido el cardenal Cañizares y mi bisabuela, habrían simpatizado. Los dos coincidirían en el punto de vista de que en el cielo tienen reservado el derecho de admisión solo los españoles de bien; nada de extranjeros, ni forasteros, ni otras especies de personas dudosas.
Mi abuela, como es natural, nunca tuvo pujos de independentismo, pero para ella dicha condición negativa podía ser como mucho necesaria, no suficiente en sí misma para calificar al buen católico. El buen católico había de ser, además, necesariamente monárquico y de derechas. Una de sus opiniones favoritas en política, puede que ideada de su propia cosecha aunque sospecho más bien que leída en algún opúsculo, tal vez de jesuitas porque para ella eran lo más, venía a decir que Largo Caballero de largo tenía poco, y de caballero todavía menos.
Al buen católico de mi bisabuela le gustaban los toros; lo contrario sería sencillamente inconcebible. En este aspecto, sin embargo, había distinciones ulteriores a tener en cuenta. Para ella estaban muy bien Lalanda, y Gitanillo de Triana, y ese chico de tan buena planta que acababa de coger los trastos como novillero, Antoñito Bienvenida, el hijo del Papa Negro. En cambio, dudaba muy seriamente que un manoletista confeso pudiera llegar algún día al cielo. En relación con Manolete y sus adeptos, seguramente habría pensado que el cardenal Cañizares, como tantos otros clérigos de su predilección por otra parte, tenía la manga demasiado ancha. En cuestiones de fe y costumbres, es necesaria una sana inflexibilidad para impedir que se cuele ningún desaprensivo en el selecto aprisco del Buen Pastor.
Ya de edad avanzada, mi bisabuela se encrespó con su médico de cabecera (hombre por lo demás irreprochable, de comunión diaria y padre de familia numerosa) porque le prohibió seguir con la rutina habitual para sus cenas: un huevo frito (¡solo uno! ¿qué daño podía hacer?) sazonado con sal y espolvoreado de pimienta. ¡Eso no es caridad cristiana!, tronó mi bisabuela, mujer enérgica y de buen diente que, por más que seguía activa en las labores caseras, había adquirido tal ruedo a la altura del popó que obligó a sus hijas Amparo, Concha y Cristina a retirar dos consolas del pasillo, bastante estrecho, para permitirla desplazarse sin impedimento de la salita al baño.
Pues en la cuestión del huevo, mi bisabuela se sintió como si el buen samaritano (diplomado en medicina en su caso) hubiese pasado silboteando de largo del lugar en el que ella, desprevenida viajera de la vida, yacía postrada a la hora de cenar, asaltada, malherida y dada por muerta por ladrones facinerosos, probablemente socialistas.
Por consiguiente, no puedo sino elogiar la postura de monseñor Cañizares en relación con el independentismo. Yo no llegué a conocer en persona a mi bisabuela, pero absorbí su leyenda. Y no me cabe duda de que habría dado su altísima aprobación a la santa intransigencia del cardenal.
 

domingo, 26 de noviembre de 2017

PUIGDEMONT HENCHIDO DE SÍ MISMO


De nuevo estoy en Atenas, lo que me supone un cierto alivio espiritual porque Grecia, a semejanza de España, es un país cargado de problemas; pero, a diferencia de España, sus ciudadanos saben bien a qué atenerse en relación con ellos.
Tropiezo esta mañana en lavanguardia digital con unas declaraciones de Carles Puigdemont a Henrique Cymerman, del Canal 1 israelí. Son declaraciones en las que el legítimo/depuesto president de la Generalitat opina con extensión infrecuente, por lo generosa, acerca de sí mismo. Ignoraba yo hasta el momento esta faceta de su personalidad; mi impresión, probablemente errónea, era que había llegado al puesto que ocupó y quién sabe si sigue ocupando, más o menos como Poncio Pilato llegó al Credo; es decir, por atajos imprevisibles y aleatorios.
Pero en todo caso, es indudable que se lo tiene creído. Según una expresión con la que el sindicalista y filósofo italiano Riccardo Terzi (des)calificó hace algunos años a Matteo Renzi, Puigdemont está «henchido de sí mismo, es decir de nada.»
En los resquicios que se abren en ocasiones en su charla monotemática con el periodista israelí, Puigdemont expresa también opiniones desinhibidas y chocantes sobre otros asuntos. Por poner un ejemplo, califica a la Unión Europea de «club de países decadentes, obsolescentes, en el que mandan unos pocos», y considera que habrá que consultar al pueblo de Cataluña (país que, se supone, tiene la doble condición de pujante e instalado en la modernidad) si desea o no seguir perteneciendo a ese club trasnochado, que por otra parte se niega a admitirlo como socio.
Si Cataluña, llegado el caso, dijera No a Europa, se produciría un repudio recíproco y simétrico. En tal caso los catalanes no habríamos pintado un color más en el mapa de Europa, como deseaba la malograda Muriel Casals, sino que dejaríamos un espacio en blanco, un hiato de siete millones de ciudadanos, considerablemente mayor que los de Albania y de Kosovo, que son los otros ejemplos que se me ocurren; si bien los nacionales de ambos países nunca han tenido la oportunidad de opinar sobre la cuestión.
Todas estas cosas me llevan a sospechar que Puigdemont, en los escasos momentos en que no es exclusivamente de Puigdemont, es de Trump.
No hay nada intrínsecamente malo en ello, mucha gente es de Trump, a veces incluso sin saberlo. Viktor Orban, por ejemplo, el premier de Hungría; o Jaroslaw Kaczinski, el líder polaco. Gente con cierta tendencia a considerar decadentes las ideas que han conformado y dado cohesión al espacio común europeo a partir de la primacía de los derechos de las personas sobre los de las mercancías.
Será bueno que el pueblo catalán sea consultado acerca de si quiere pertenecer a un club tan démodé, obviamente después de esa otra consulta aún pendiente sobre si quiere o no formar parte de España, ese otro club. Luego, ante la eventualidad de una doble respuesta negativa, es decir ni España ni Europa, ya veríamos la forma de apañarnos en el vacío absoluto. Quizá no se esté tan mal, allí.
Es un futuro esplendente el que delinea para nosotros el ya no president pero potencialmente futuro mandatario si, siguiendo un ejemplo ya clásico, consigue resucitar de entre los muertos en las elecciones ilegítimas inminentes, después de pasar tres días a pan y manteles en el sepulcro belga como consecuencia de la pasión sufrida en la cruz del artículo 155.
Así pues, los catalanes podríamos vernos convocados a decidir si queremos irnos simultánea o sucesivamente de España y de Europa. Por fortuna, antes de hacerlo dispondremos de un clavo ardiendo al que agarrarnos: habremos de votar si queremos o no a Carles Puigdemont como president de la Generalitat.
 

viernes, 24 de noviembre de 2017

DESIGUALDADES Y DISCRIMINACIONES


El reciente informe sobre el empleo de la Comisión Europea apunta a una situación “crítica” de España en los temas de la desigualdad de rentas y la formación, con unos índices muy altos de abandono escolar, que es otra forma de desigualdad. En otros indicadores sociales, la valoración de la situación española no es tan mala, pero se mantiene “bajo vigilancia” (solo un escalón por debajo de lo “crítico”). En conjunto, el juego cruzado de desigualdades y discriminaciones nos sitúa como parte de un pelotón de los torpes compuesto además por Grecia, Bulgaria y Lituania.
Hay diferencias excesivas en las tasas de empleo entre los trabajadores más y los menos cualificados; en la distribución de las mejoras en empleo entre los distintos grupos de población; en las oportunidades de acceso a la educación, la formación y la protección social. La Comisión recrimina al Gobierno español el mal comportamiento de los mercados de trabajo y el impacto escaso de sus políticas sociales. Deberían mejorarse el diseño de los impuestos, los sistemas de prestaciones sociales y el impulso a la igualdad de oportunidades en la educación y la formación.
Desigualdades y discriminaciones graves, y en algunos casos aún en crecimiento, cuestionan el mantra gubernamental de que “estamos en el buen camino” de la salida de la crisis. Al respecto, en las filas del ejecutivo se hace uso de una combinación letal que consiste por una parte en cerrar los ojos, y por otra en mirar aplicadamente a otro lado.
Recientemente, ese otro lado a donde se mira es de preferencia el problema catalán. Cataluña es una de olla de grillos que contrasta con la serenidad de las aguas límpidas en el resto de la geografía patria. Eme Punto Rajoy, el hombre que combate las desigualdades con sobresueldos a sus leales, se felicita ahora a sí mismo por el éxito de su terapia especial ciento cincuenta y cinco para el problema catalán. La morosa atención prestada a la lucha contra el separatismo y el populismo le permite insistir en el “buen camino” del “sentido común” emprendido hace cinco años, por más que la cosecha en bienestar sea magra para el conjunto de la ciudadanía, si exceptuamos a los paniaguados del partido alfa.
La Comisión Europea urge al gobierno español a emprender rectificaciones de fondo, que ni siquiera son percibidas en la lontananza por nuestro ejecutivo. Están en riesgo, dice el informe de la Comisión, «la equidad, la inclusión social y el crecimiento sostenible».
Ni flores.
Los árboles no dejan ver el bosque. Las banderas que proliferan en las grandes avenidas no nos permiten ver con claridad que este gobierno es, en sí mismo y en sus formas de ejercer, un peligro cierto para todos.
 

miércoles, 22 de noviembre de 2017

RETOZANDO CON LA LENGUA


Dedicado a Pepe López, doctorado como yo mismo en lenguas romances por la universidad de la vida, y defensor a ultranza de la santaferinidad frente a los pescozones de la Puta Docta.

 

Advierto de entrada que este post no tiene nada que ver con caricias linguales ni con jugueteos sensuales de ningún tipo. Tanto “lengua” como “retozar” tienen varias acepciones distintas en castellano, y yo me refiero a la lengua codificada en los diccionarios y al retozar como travesear con cosas de enjundia que merecerían (o no) más respeto. 
He tenido una larga etapa de amancebamiento forzoso con el Diccionario de la RAE, debido a razones profesionales. No fuimos felices juntos, ni yo ni él. Desde mi jubilación, procuro someterme a una orden de alejamiento que, en verdad, nunca ha sido dictada por ningún juez, pero que no por ello es menos saludable para mi coleto.
Así estaban las cosas cuando he sido interpelado por dos veces, y en un lapso muy corto de tiempo, por dos amigos a los que respeto y estimo. Sepan si me leen (cosa que harán en todo caso a su costa y por su cuenta y riesgo) que lo que sigue no va contra ellos, sino contra una institución que ni limpia, ni fija ni da esplendor que se sepa, pero en cambio sí está exageradamente finchada de su propia prosopopeya.
En el primer caso al que me refiero, me llegó un aviso urgente: “cambia rápido esa automación que colocas en el título de tu traducción, por automatización, que es la palabra correcta.”
Lo hice sin rechistar, pero me dejó una herida en el alma. Traducía del inglés, donde emplean el término automation. Los franceses hacen lo mismo. Los italianos tienen la automazione. ¿Es un disparate utilizar “automación” en el mismo sentido que todos ellos? Y puestos a cortar un cabello en cuatro, operación que me encanta: ¿cómo debo referirme a la actividad que ejerzo al corregirme a mí mismo una expresión dudosa? Porque, según la Puta Docta, no me es permitido afirmar que he procedido a una automatización. Esa acepción, oh casualidad, no consta en su piojoso diccionario, a pesar de que son correctos la voz matización y el prefijo auto-.
La segunda advertencia, de otra persona amiga, me señala que debo decir subordinación en lugar de subalternidad. Sorpresa por mi parte. Voy a la comprobación y descubro que existen en el castellano académico fetén las voces subalterno, na, subalternar y subalternante, pero no en cambio subalternidad, como condición del o de lo subalterno. Pregunto: el error, ¿es mío o es de la Academia? Si resulta que Antonio Gramsci hizo entrar la subalternidad por la puerta grande en el campo de las ciencias sociales con un rango científico y una propiedad en la caracterización del vocablo muy superiores a las definiciones aguachinadas que leo en el Réprobo de la RAE, ¿debo yo, por obediencia a un ucase emitido por personas que jamás han leído a Gramsci – ni lo leerán, bien sea por pereza o por toma ideológica de partido –, utilizar subordinación en lugar del término que define y resume con mayor precisión lo que pretendo comunicar?
Los felices habitantes de Santa Fe de la Vega se llaman a sí mismos santaferinos, pero la Academia les niega el derecho colectivo al nombre con el argumento especioso de que “ferino” viene de “fiera” y no de “fe”.
¿Y qué? ¿No fue acaso lo bastante ferina la reina fundadora de Santa Fe, que renunció a cambiarse de bragas durante todo el asedio a Granada, y encima hizo ofrenda de tal cutrerío al Altísimo? La peste ferina de la reina Isabel precipitó en el abismo de la locura a su hija Juana, obligó a su Gran Capitán a refugiarse en Ceriñola, y envió a Colón en busca de un Nuevo Mundo para obviar el terrible olor. De su esposo el rey Fernando, se sabe que jamás compartía el tálamo con su legítima, sino que andaba enamoriscado de tres preciosas moriscas de Jaén, Aixa, Fátima y Marién. ¿Por qué no permite la Puta Docta que los santaferinos, orgullosos de su origen, se llamen como prefieren hacerlo?
 

martes, 21 de noviembre de 2017

NUEVOS DERECHOS SOCIALES


Apenas es aún otra cosa que una llamada de atención frente a la desigualdad rampante. En Gotemburgo, Suecia, los gobernantes europeos han definido un “pilar” de nuevos derechos sociales, con el vago compromiso de impulsarlos en todos los países, así de la Unión Europea como de más allá del espacio institucional y jurídico de la misma.
Todos los inicios son pequeños, por mucho que se solemnicen. He leído en alguna parte que el instrumento creado por la UE es un esfuerzo para poner coto al populismo. Me parece un argumento de una lógica viciada. Sugiere que el mal original que se trata de atajar no es la desigualdad en sí misma, sino el hecho de que la indignación que provoca dé alas a los “populismos”, extraño cajón de sastre, cada vez más utilizado para designar cada vez más realidades distintas.
Pero el origen de esa desigualdad patológica no está en el populismo, sino en el comportamiento salvaje de un capitalismo neoliberal, financiarizado y más rapaz que nunca.
El nuevo pilar de derechos definidos por la UE no es aún más que un incentivo, un aliciente institucional a dar forma terrenal a las vaguedades etéreas que se describen, y plasmarlas en realidades concretas, país por país. El primer derecho que se trae a cuento es el de una educación “de calidad”. Siguen otros, caracterizados de la misma forma imprecisa: a la “igualdad de oportunidades”, a la “inclusión social”, a un salario “justo, que permita condiciones de vida decentes”. Son desiderátums, no aún derechos efectivos reivindicables: en cada uno de ellos se puede recorrer una escala variable de situaciones entre el cero y el infinito.
Sin embargo es importante, de momento, lo que se niega con una declaración de ese tipo. Se niega una educación “sin” calidad, se niega la desigualdad de oportunidades, la exclusión social, los salarios indecentes.
En el ámbito de los derechos sociales y de ciudadanía, ningún concepto es unívoco, nada es decididamente bueno o malo. Se hace necesario, entonces, que las partes sociales e institucionales implicadas discutan los contenidos y evalúen los efectos de cada norma, que se experimente colectivamente para ver a qué situaciones conduce, y que se rectifique de común acuerdo en caso de advertirse un desvío entre la norma y el objetivo pretendido. Determinadas iniciativas contienen una gran carga de ambivalencia. La renta básica, por ejemplo, puede favorecer, según las condiciones que se establezcan, la inclusión social, pero también lo contrario, si su función real es la de compensar a los damnificados por una exclusión social reconocida y ratificada. Sería el caso si se sustituye el derecho inalienable de toda persona a un trabajo digno o decente, por el derecho vicario a una renta vitalicia de subsistencia. De esta forma, la república de trabajadores definida en los artículos primeros de algunas constituciones, degeneraría en un mero consorcio de consumidores.
Lo decisivo de la nueva definición ambigua de los derechos sociales va a ser la fuerza reivindicativa con la que sean asumidos. Los gobiernos, incluido el español, han dado el primer paso al reconocerlos “en la perspectiva” – no en el derecho positivo –, pero sus efectos en la vida de las personas no existirán si no son incluidos, no de forma genérica sino en lo concreto y en el detalle, en las plataformas reivindicativas que preparen los partidos en sus programas electorales, y los sindicatos en la concertación centralizada más la negociación en cascada en sectores y en empresas.
Otro principio, bien establecido en su formulación teórica pero desmentido luego en el trantrán de lo cotidiano, debe entrar también a informar las plataformas políticas y sindicales con la mayor urgencia: me refiero al desarrollo sostenible, a la lucha por la conservación del planeta, contra el cambio climático, por las energías renovables y contra la rapiña de las materias primas. La vieja disyuntiva entre progreso y conservación ya no tiene sentido, cuando el “progreso” se traduce por beneficio rápido para el accionista, y la conservación ha ascendido en la escala de valores de la humanidad hasta situarse en primerísimo plano, como una cuestión de vida o muerte (literalmente).
La ventana de oportunidad en la que se encuentran al respecto tanto partidos políticos como sindicatos, es que el trabajo ha mutado: la fábrica fordista, que tanta contaminación generó paralelamente a tanta riqueza, es hoy chatarra obsoleta, y el despliegue de las nuevas tecnologías en el ámbito de la producción y de los servicios dibuja nuevas posibilidades de cooperación y de codeterminación en los objetivos de una economía mucho menos centrada en la cantidad que en la calidad del trabajo, y mucho más pendiente del cuidado exquisito en las formas de producir, como premisa indispensable para que la humanidad tenga, en primer lugar y ante todo, un futuro (porque incluso esto está cuestionado); y en segundo, inmediato e imprescindible lugar, un futuro mejor para todos.
 

domingo, 19 de noviembre de 2017

EL FORAJIDO Y EL SHERIFF


Veo en elpais una fotografía descubierta en fecha reciente en la que aparecen juntos Billy the Kid y el hombre que lo mató, Pat Garrett. Aparecen ambos formando parte de un grupo de hombres jactanciosos y malcarados, pero no parecen conscientes el uno de la presencia del otro. Uno había empezado ya, y seguiría por breve tiempo, una carrera criminal: robos con violencia, la vida y la muerte prendidas en la rapidez para presionar el gatillo. El otro elegiría el lado de la ley.
No hay gran diferencia entre los dos, en la imagen. Esta remite a un Oeste salvaje, aún no sometido a los códigos de Hollywood, que lo convertiría en espectáculo dominical de masas. En la Britannica aparecen biografías sucintas de los dos personajes. Garrett nació en Alabama, y a los 17 años se despidió de su familia y marchó a Texas, a buscarse la vida como cazador de búfalos. Billy nació en el East Side de Nueva York, y acompañó a sus padres en la emigración ritual al oeste. Los dos hombres coincidieron hacia 1878 en Lincoln, Nuevo México, donde posiblemente se hizo la fotografía, en el interior de alguna cantina.
Poco después, en 1880, el Kid mató a dos hombres en la calle mayor, y se dio a la fuga. Garrett, que había sido elegido sheriff del condado, lo persiguió y apresó. Billy volvió a escapar, después de matar a los dos agentes que lo custodiaban. Finalmente Pat pudo localizarlo en Fort Sumner, Nuevo México, en el rancho de un hombre llamado Peter Maxwell. Le tendió una emboscada, y lo abatió a tiro limpio el 14 de julio de 1881, entre dos luces.
No lo desafió, no hubo un duelo al sol poniente entre dos pistoleros rápidos y mortíferos. Sencillamente, Garrett disparó aprovechando el descuido del otro. Había una recompensa por la persona de Billy, vivo o muerto, dead or alive. Billy Bonney (o Henry McCarthy, nombre verdadero o inventado con el que asistió a la escuela en su Nueva York natal) tenía al morir 21 años y había matado a 27 hombres.
Su matador no escapó al mismo destino. Patrick Floyd Garrett, propietario de un rancho en Las Cruces, siempre en Nuevo México, fue baleado el 29 de febrero de 1908, en un camino solitario, por un vecino con el que tenía un pleito de lindes, Wayne Brazel. En el juicio, Brazel alegó legítima defensa y salió absuelto. Siempre hubo la sospecha de que en este caso hubo también una emboscada, y el matador no estaba solo cuando se deshizo de su rival. Pat Garrett tenía muchos enemigos y una reputación de hombre peligroso.
 

viernes, 17 de noviembre de 2017

REESCRIBIR EL RELATO


Quienes nos aseguraban alegremente que la independencia estaba a tocar, que no iba a pasar ninguna desgracia y no había que tener ningún miedo, nos aseguran ahora exactamente lo contrario. Marta Rovira, número dos de Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) y candidata in pectore de Oriol Junqueras para la presidencia de la Generalitat después de las próximas elecciones ilegítimas, cuenta a quien la quiera oír (en RAC1) que desde “Madrit” se amenazó al Govern legítimo con muertos en las calles si se tiraba adelante con la DUI.
No fue esa la sensación que tuvimos en su momento. Como pruebas en contrario, se pueden señalar por lo menos dos: 1) que sí se tiró adelante con la DUI; 2) que no hubo – afortunadamente – víctimas personales como consecuencia de aquel poco memorable “acto simbólico”, para darle la calificación elegida por Carme Forcadell, presidenta del extinto Parlament y que ya ha anunciado su intención de reincidir en el intento, en las filas precisamente de ERC.
Nos encontramos así ante un relato perfectamente duplicado: no habíamos de tener miedo, y por ello se tiró la independencia para adelante, pero sí habíamos de tener miedo, y por esa razón se recurrió al simbolismo, no fuera que alguien prenguès mal. En consecuencia, no disponemos aún de una independencia de la buena, pero todo se apañará en una próxima legislatura si mantenemos la fe, y ampliamos en lo posible el voto masivo al mismo circo que nos ha colocado en una situación insoportablemente desairada. Después del sí pero no, ahora es llegado el momento del no pero sí. Adelante una vez más con los faroles. Del simbolismo del que nunca fuimos informados vamos a pasar ahora a la realidad real, sin ser informados tampoco de cuáles son las circunstancias que han cambiado. El paso se hará sin necesidad de rendir cuentas a nadie por el estropicio causado, y sin aclarar quién ni cómo habrá de pagar la cuantiosa factura.
Eso sí, se nos aclara que la nueva independencia llegará esta vez sin DUI, para evitar que llegue la sangre al río. Ahora el proceso incluirá la búsqueda de un consenso pacífico y relajado con un gobierno central dispuesto a freírnos a todos a tiros, a la más mínima.
Lo decididamente insoportable de Marta Rovira no es que sea mentirosa, que Deu n'hi do, sino que además es redicha. Me trae recuerdos ominosos de una “seño” que tuve en el parvulario: ella siempre lo sabía todo, y nosotros/as, la liga de los con bata, no solo no sabíamos nada sino que tampoco merecíamos saberlo.
No se puede humillar así la dignidad innata de un/una párvulo/la. Si Marta Rovira sabe más que nosotros, que nos lo cuente. Pero sin trampas. No a través de dos relatos contradictorios que estamos obligados a creer a pies juntillas, los dos a la vez.
 

jueves, 16 de noviembre de 2017

SALVATOR MUNDI


Un cuadro atribuido a Leonardo da Vinci ha sido vendido en Nueva York por una cantidad equivalente a 382 millones de euros. Es la pintura más cara de la historia comercial del arte. No es, sin embargo, ni de lejos, la mejor pintura de Leonardo, que difícilmente podría competir a su vez por el título de mejor pintor de la historia.
Se impone la conclusión de que el Salvator Mundi ha sido muy sobrevalorado en la reciente subasta de Christie’s. Algunos expertos han puesto en relación su sonrisa con la de Mona Lisa, dado que las dos pinturas fueron creadas por la misma mano y hacia la misma época. Me da igual. De hecho mi nieta Carmelina (12 años), que visitó el Louvre este verano pasado, no alcanzaba a comprender por qué la Gioconda estaba rodeada por un gentío, con lo sosa que era, mientras al lado la Virgen de las Rocas, mucho más bonita, no tenía ninguna cámara japonesa que la enfocara.
Otro especialista ha dicho que el Salvator es una especie de Santo Grial de la pintura. Seguramente lo ha dicho en twitter, y lo único que se proponía era conseguir miles de miles de likes. Es el triunfo de lo efímero en las redes, el cortoplacismo llevado a sus últimas consecuencias. En todo caso, importa recordar que la búsqueda del Grial (el cáliz de la Última Cena) tuvo importancia histórica debido a que algunas leyendas lo consideraban oculto por artes mágicas, y le atribuían propiedades prodigiosas. El Salvator estuvo, eso sí, perdido durante siglos, reapareció en circunstancias dudosas, fue manipulado, un coleccionista norteamericano lo compró por 90 dólares, y hacia 2005 los expertos, después de una limpieza a fondo, reconocieron en él la mano del maestro. Hasta ese momento había en el mercado una veintena de Salvator clasificados como obras de taller o copias contemporáneas de la tabla de Vinci. Nadie puede decir que la vedette actual de la subasta de Christie’s haya sido el único original auténtico de toda esa troupe destinada a oratorios privados de gentes acomodadas. Ni siquiera es del todo seguro que sea un original. Hay expertos que miran el asunto con bastante escepticismo.
Sobre una base tan aleatoria y cuestionable se hacen y se deshacen muchas reputaciones, tanto en el terreno del arte como en otros. Antes han sido los cuadros más caros de la historia una obra de Picasso indistinguible de otras menos afortunadas desde el punto de vista económico, y otras de Lucien Freud, o de Paul Gauguin, tampoco especialmente destacadas en la obra de sus autores. La significación de las cifras monetarias en la valoración de una entidad, el arte, que tiene un carácter eminentemente subjetivo, es nula.
Pero es que tampoco la cotización del dinero viene a ser un metro de platino iridiado. De modo que si el mismo Salvator vuelve a salir a subasta dentro de, digamos, veinte años, no será ninguna sorpresa que se venda por el doble o por menos de la mitad de lo que ayer pagó un comprador anónimo, no mencionado en ninguno de los periódicos en los que he leído la noticia.
 

martes, 14 de noviembre de 2017

QUEREMOS TANTO A ICETA


Puede que a fin de cuentas las próximas elecciones catalanas no sirvan para nada; que no signifiquen ninguna solución.
Lo digo con la boca chica, por supuesto; no lo deseo. Tenemos una oportunidad de remendar el casco de la nave y tapar unas cuantas vías de agua. El independentismo ha llegado ya al punto extremo de su recorrido, ha declarado la república. Sin glamour, sin solemnidad, sin convicción, mirando al tendido y con cara de funeral, pero la ha declarado. Resulta que no se proponía nada más. Nunca estuvo en la mente de nuestros gobernantes, según declaración propia, algo así como por ejemplo gobernar la república; solo querían declararla. “No estábamos preparados para la independencia”, van diciendo en distintos foros. El procés  ha devenido más o menos lo que la vida según Macbeth: un cuento contado por un idiota (lo siento, no lo digo yo, lo dijo Shakespeare, vayan a él con las reclamaciones). «Lleno de ruido y de furia, y sin ningún significado.»
Dejemos de lado los destrozos que todo el asunto ha traído en la economía y en el tejido social. Lo grandioso, por las dimensiones de lo deplorable, es la exhibición de irresponsabilidad que han dado quienes aseguraban anteayer que todo estaba previsto hasta el último detalle, y confiesan ahora que improvisaban sobre la marcha.
Por tanto la convocatoria de elecciones, siquiera sea en aplicación del odiado artículo 155 de una Constitución palmariamente insatisfactoria, representa una oportunidad para ir colocando las cosas en su sitio; si más no, para reemplazar las irresponsabilidades del gobierno anterior por un proyecto plural quizá defectuoso y alicorto, pero capaz de llevar a cabo los zurcidos necesarios en el vestido de gala, y dejar tal vez puestos algunos cimientos de otra cosa.
Es en esta situación cuando la alcaldesa de Barcelona rompe su pacto de gobierno con el PSC. ¿Por qué?, nos preguntamos estupefactos, y ella responde: «Això va de democràcia.»
Mentar la democracia en una situación así no es de recibo. De democracia va la cosa todos los días, ha ido en toda la etapa anterior, irá de nuevo mañana y pasado mañana. Ofenderse porque Miquel Iceta defienda el 155 es empeñarse en seguir en el plano meramente declarativo, y no descender al suelo. Quizá peor, es un movimiento con un fundamento último de carácter electoral, y eso sería lamentable por lo que nos espera a todos después de la noche del recuento.
El PSC – Iceta, si condescendemos a personalizar – viene a ser el punto fijo del péndulo de Foucault. No se mueve, solo pivota en la defensa de sus posiciones. No es lo que muchos deseamos, pero supone un agarradero fiable. Por sí solo no pesa gran cosa, pero todo oscila a su alrededor.
De lo que se trataba ahora es de un reagrupamiento de fuerzas en torno a bases de partida que permitieran avanzar por un camino más despejado y en una dirección más concreta. Algo que debería ser capaz de unir a todo el catalanismo de cabeza fría, y aislar al que se ha desmadrado sin remedio, pongamos que estoy hablando de Junqueras y de Rufián.
Si ese era el objetivo, hemos dado un serio paso atrás. Por eso digo que temo que a fin de cuentas las elecciones no sirvan para nada.
 

domingo, 12 de noviembre de 2017

PREFIGURACIONES


Hace unos días me referí a los instantes literarios “de largo recorrido”, a propósito de “Ana Karenina”. Hay, por supuesto, muchos más recursos – artificios, si se les quiere llamar así – en la panoplia narrativa de León Tolstói. Con él estamos en pleno Gran Siglo de la novela. La radio y la televisión estaban aún en el limbo, y lo que consumía el público burgués para su entretenimiento eran novelones por entregas, que les llegaban capítulo a capítulo en los suplementos dominicales de los periódicos. Al parecer, Tolstói se hartó a mitad de trayecto de la historia de la Karenina, que le parecía vulgar; pero tenía a su público lector absolutamente enganchado, de modo que, a regañadientes y al parecer gracias a los buenos oficios de la condesa su esposa, consiguió acabarla.
El mecanismo del folletín, es decir de la entrega de la historia “por fascículos”, influyó mucho en la técnica narrativa de aquellos años. Era preciso mantener latente por todos los medios la atención aplazada del lector. Los literatos expertos en el género (Eugenio Sue, por ejemplo) dosificaban las truculencias de modo que los puntos altos de la trama quedaran colocados al final de los sucesivos capítulos, a fin de hacer desear al lector la continuación. También alternaban acciones paralelas, cada una de las cuales quedaba interrumpida en un punto crítico para dar paso a la otra durante algunas semanas. Las novelas eran muy largas; consumir una de ellas podía durar varios años.
El folletín utilizaba recursos consabidos ahora que hemos perdido la inocencia lectora, pero es interesante ver el manejo que les da Tolstói, cuyas novelas son summas antropológicas, ya que no teológicas, que se extienden y proliferan en episodios secundarios en los que se trata de todo lo divino y lo humano.
Un artificio que utiliza para mantener la tensión narrativa es el de la anticipación o prefiguración, que revela por analogía lo que acabará por ocurrir más adelante, cuando la tragedia anunciada se desencadene por fin. Gabo García Márquez utilizó años después a fondo un recurso parecido, en “Crónica de una muerte anunciada”.
Un ejemplo magistral de prefiguración en Tolstói es la carrera de obstáculos que ocupa varios capítulos de la segunda parte de “Ana Karenina”. El zar mismo, y con él toda la nobleza y la milicia, asisten al espectáculo, en San Petersburgo. El conde Vronsky es el favorito del público, montando a Fru-Fru, pero debe vigilar a Majotin, que monta un caballo muy fuerte y rápido, Gladiador. Pendiente de su romance con Ana y de algunas visitas de cumplido, Vronsky llega al hipódromo con el tiempo justo, cuando ya se ha iniciado la carrera anterior en el programa. Se encarama a su montura en la línea misma de salida, después de que otro entrenador se haya encargado de los galopes de calentamiento. Supone Vronsky que, en la carrera, su destreza de jinete suplirá su falta de concentración. Fru-Fru se comporta maravillosamente, y Vronsky, que ocupa la primera posición después de haber salvado el obstáculo más difícil, se relaja. Pero queda aún el último obstáculo, una ría, y en el momento del salto él mira hacia atrás para ver el terreno que le separa de Gladiador, y, error fatal, se deja caer en la silla cuando la yegua está aún en el aire. Fru-Fru se desequilibra, cae mal y se rompe la columna vertebral. Vronsky, ileso, le da patadas para ponerla de nuevo en pie. Fru-Fru, incapaz de incorporarse, lo mira, dice el autor, “con ojos elocuentes”. Llegan las asistencias y rematan allí mismo al animal. Ana, mientras, sufre en el palco pensando que su amante puede estar herido. El lector intuye ya qué clase de persona es Vronsky y cuál es el destino que espera fatalmente a Karenina.
 

viernes, 10 de noviembre de 2017

EL SINDICATO MÁS ALLÁ DE LA NEGOCIACIÓN COLECTIVA


Cedo hoy la palabra a Bruno Trentin (1926-2007), la edición italiana de cuyos Diarios para los años 1988 a 1994 ha aparecido ahora, en 2017 (Ediesse, Roma), a cargo de Iginio Ariemma. Muchas páginas del libro están dedicadas a las tareas sindicales; debe recordarse que en esos años precisos Trentin desempeñó la secretaría general de la CGIL. Algunas anotaciones se refieren al sindicato que conoció Trentin, tal como era y en buena parte sigue siendo: una institución viva, positiva, pero lastrada por rutinas, burocracias, resistencias a los cambios, grupos de intereses confrontados permanentemente en peleas mezquinas por ventajas particulares o por cuotas de poder.
Otras anotaciones, más extensas por lo general, contienen reflexiones valiosas sobre las tareas y las funciones que debería asumir un sindicato (no solo el suyo, cualquiera) del siglo XXI en un contexto democrático, en la transición a un nuevo paradigma productivo convocado por la mutación tecnológica, y en la tutela de los derechos establecidos más la proposición de otros nuevos derechos individuales y colectivos para unos trabajadores que son ahora muy diferentes a como habían sido en la fábrica fordista.
Hay una llamada explícita a la negociación colectiva como tarea del sindicato, pero vista como una función más; de ningún modo como la legitimación y justificación de la existencia misma de la acción sindical. Porque eso, dice Trentin, es confundir un medio – tan solo uno entre varios medios posibles – con un fin.
Enfurece a Trentin la idea de un tipo de sindicato que asume en su propia organización interna una reducción consciente y deliberada de las dimensiones y las perspectivas del conflicto social, que debería ser el núcleo y el nervio de su política; lo describe con ironía como «un sindicalismo pragmático, no ideológico, sin tabúes, sanamente innovador y, por qué no, reformista», que se valora a sí mismo por la cantidad de convenios colectivos que firma, «porque un sindicato que no contrata está destinado a desaparecer.»
Está en primer lugar la cuestión del “control de calidad” de lo que se contrata, la falta de sentido de acumular firmas y más firmas en papeles que no mejoran un ápice la condición trabajadora. Pero no es solo eso, Trentin va más allá. «La contratación es un término que no tiene sentido cuando nos confrontamos con el Gobierno y el Parlamento sobre una reforma fiscal o sobre una política multiforme de creación de oportunidades de trabajo, donde intervienen variables orgánicamente sustraídas a la contratación (por razones políticas y por razones técnicas).» Lo mismo sucede en la empresa «cuando se trata de inversiones, de organización del trabajo, de lucha contra la nocividad; donde el elemento de la experimentación predomina sobre la posibilidad de previsiones ciertas.»
Una visión reductiva y neocorporativa sitúa al sindicato como elemento subalterno y ancilar en la jerarquía de las instituciones democráticas, y sentencia que, en todo lo que no sea el intercambio de cantidades ciertas (trabajo por salario), el sindicato debe retraerse a un segundo plano.
Así no tiene el sindicato, ni reclama, atribuciones para intervenir ante la dirección de la empresa en lo que se refiere a la política de inversiones, ni a cuestiones medioambientales relacionadas con la forma de producir y que son susceptibles de hipotecar el futuro de la población en un territorio bastante más extenso que aquel en el que está implantada la fábrica. Estas cuestiones quedan, por lo general, “en una tierra de nadie, cuando no en la tierra del patrón”.
Ni toca al sindicato actuar ante el Gobierno y el Parlamento, incluso a pesar de que él representa a los trabajadores en todas las dimensiones de su vida social y laboral, y los trabajadores son los principales interesados tanto en una política económica dirigida a crear oportunidades de empleo cualificado, como en una política fiscal que distribuya de forma más equitativa la riqueza entre las partes que han concurrido a su creación.
La idea en la que sueña Trentin es la de un sindicato “general”, sujeto activo de la política, presente en todas las dimensiones del conflicto social, legitimado por su representación ─ no abstracta ni burocrática, sino renovada de día en día ─ de los trabajadores concretos en todas sus luchas. Un sindicato capaz de negociar mejoras salariales para las categorías, pero sobre todo de trabajar para las personas, de comprometerse en acuerdos generales que marquen un rumbo de desarrollo sostenible para la economía, basado en un trabajo más digno y más consciente de sí mismo; así como de experimentar en la búsqueda de soluciones a los problemas crecientemente complejos de unas sociedades donde las clases subalternas se indignan ante el autismo egoísta de los poderosos, que profundizan con saña deliberada en las desigualdades congénitas del sistema al tiempo que recitan el mantra consabido del “no hay alternativa”.
 

miércoles, 8 de noviembre de 2017

CUMPLIR TODAS LAS OBLIGACIONES MENOS LAS PROPIAS


En estricto cumplimiento de los automatismos previstos en la Ley del Embudo que nos desgobierna a todos por desigual, el Ejecutivo encabezado por Mariano Rajoy y Cristóbal Montoro ha metido mano en las cuentas del Ayuntamiento de Madrid.
No es un azar ni una necesidad; es una represalia. De todos es sabido que el consistorio madrileño es un nido de ratas podemitas regentado por una yayoflauta. Los dos anteriores munícipes, Alberto Ruiz Gallardón y Ana Botella, gente de lo más bien, pasan por apuros judiciales debido a su implicación en enjuagues diversos, el primero con el Canal de Isabel II y la segunda con fondos buitre. Entre los dos dejaron el listón muy alto, más de mil millones de deuda municipal. Carmena ha resanado la situación financiera, pero ahora pretendía utilizar el superávit arañado en gasto social, y eso no, a los pobretes ni agua.
De modo que se ha cientocincuentaycinquizado al Ayuntamiento madrileño del mismo modo que se hizo recientemente con la autonomía catalana, y antes aún con las iniciativas parlamentarias de la oposición, vetadas de forma sistemática y puntillosa como anticonstitucionales, por alterar el gasto previsto en los presupuestos del Estado. Un gasto, por lo demás, calculado a ojímetro con el mayor desenfado y que jamás ha cuadrado como estaba previsto. Pero una cosa son los desvíos del propio gobierno, y otra muy distinta los que proponen las fuerzas políticas que no están en él. Aún hay clases, ciertamente.
El gobierno insiste oficialmente en que sus vetos y sus incautaciones de las cuentas ajenas son hechos aislados y sin relación unos con otros; pero ya sabemos cuál es la doctrina gubernamental sobre los hechos aislados, en contextos diferentes. De otro lado, y extraoficialmente, portavocías del partido insinúan que la cosa incautatoria podría ir bastante más allá, y que se perfila un plan para cientocincuentaycinquizar progresivamente todo lo que se mueva fuera de la órbita de la gente guay. Por gente guay se entiende, por ejemplo, a Ignacio González, que ahora mismo ha podido salir de la trena gracias al pago de una futesa en concepto de fianza. Hay que saber ser humanitarios con quienes no son catalanes ni podemitas; también la orden mercedaria redimía a los cautivos cristianos o cristianados, hace siglos.
La situación de nuestra democracia puede parecer ideal a primera vista: el gobierno se propone con la debida firmeza tutelar el cumplimiento de las obligaciones fiscales y presupuestarias de todos los organismos de rango inferior. Pero nadie es perfecto, como es sabido desde que lo demostró Billy Wilder en aquella película. Resulta que el gobierno atiende de forma escrupulosa a todas las obligaciones, menos las suyas propias. Ha repetido déficit en relación con lo presupuestado año tras año, sin faltar uno; incumple con jactancia la previsión de emisiones de gases invernadero acordadas en París para todo el mundo mundial; y avanza impertérrito, sin una dimisión ni una petición de perdón, por el vía crucis judicial que lo flagela y lo ciñe con la corona de espinas de considerar probado documentalmente que la inmensa mayoría de los altos cargos del PP, empezando (o terminando) por el mismo Mariano Rajoy, cobraron durante años sustanciosos sobresueldos ilegales procedentes de una caja B alimentada con corrupciones y corruptelas de todo tipo.
Quizás en los planes de futuro del Partido Popular figure la previsión de cientocincuentaycinquizar a los jueces díscolos, por no hablar de la camiseta de la Roja, que de pronto muestra veleidades republicanas. Quizás ronde también por las asesorías de la calle Génova otro proyecto, más reservado y ambicioso, para meter en cintura por el mismo procedimiento a la ONU y a la cancillera Merkel.
Yo no lo descartaría a priori.
 

lunes, 6 de noviembre de 2017

SIN PROPÓSITO DE ENMIENDA


Sorpresas que da la vida, habría cantado Mackie el Navaja. Una parte no desdeñable de la cofradía indepe estaría dispuesta a repetir “lista de país” y colocar ahora en la cabeza, no al fotogénico Raül Romeva, que gime en prisión en territorio hostil, sino al mismísimo Carles Puigdemont, un contorsionista polifacético que ha eludido el destino de Romeva, o de Junqueras, o de Turull, con un truco al estilo Houdini, y ahora podría hacerse la campaña electoral a través del plasma y en diferido, sin moverse de la sala de recibir de la suite que ocupa en un desconocido hotel de varias estrellas situado en la capital mundial de las coles, o en sus proximidades.
Fantomas Puigdemont, el inasible, la lengua más suelta de Occidente para disfrazar las verdades y componer las postverdades de modo que cada cual sea libre de entenderlas como prefiera, el hombre providencial que llegó a la presidencia de la Generalitat por caminos tan imprevisibles como había llegado antes al Credo Poncio Pilatos.
Perdonen, pero esto no va a salir bien. No puede salir bien de ninguna manera. Cuando Puchi era un desconocido, veíamos sus jeribeques y sus volatines con cierto asombro y un atisbo de respeto: “Hace falta valor”, nos decíamos. Ahora sabemos con exactitud geométrica la absoluta miseria adonde nos ha llevado, y resulta de una elemental prudencia no repetir la suerte. Hablo con total imparcialidad y con el corazón en la mano. Incluso desde el punto de vista del indepe más indepe de colmillo retorcido, no es deseable que este hombre vuelva por donde solía. Como president no ha dado un palo al agua, el país se nos está yendo por el sumidero, nunca ha dicho una frase decente de significado inequívoco ni ha esbozado una intención cualquiera sin contradecirla invariablemente ocho segundos después. Lo esperaban ustedes frente a la Gene hace solo unos días con pancartas en las que se leía “Puigdemont traïdor”, ¿tan pronto lo han olvidado?
Y no dio la cara, ni entonces, acorralado como estaba contra la pared. No dio el sí a la República soñada, dijo que no había garantías y salió corriendo por la puerta de atrás en busca de un exilio de lujo bajo el paraguas de un abogado de prestigio que le están pagando ustedes, que le estamos pagando entre todos, lo queramos o no.
Señores independentistas, hagan una lista de país si es lo que estiman más conveniente; pero pongan al frente a una persona capaz de comprometerse y de mantener su palabra. Preferible que sea persona capaz también de negociar, y que posea la ciencia necesaria para saber qué es una puerta y qué un muro, y alguna noción posea, una vez colocado correctamente delante de la primera, acerca de cuáles son los procedimientos acreditados para poder abrirla.
No nos lleven otra vez al mismo disparadero, sin propósito de enmienda. Esta no es una competencia para ver quién es más burro, no le discutan el título a Rajoy, merecido lo tiene, busquen otra solución por otro lado. Podríamos reivindicar juntos, indepes y no indepes, tantas cosas de interés común. No pongan al frente del pelotón a un bocaancha que no tiene ni prestigio, ni credibilidad, ni siquiera gracia como monologuista.
 

domingo, 5 de noviembre de 2017

EL RITO DE LA HUMILLACIÓN SEXUAL


El acoso y el abuso sexual van en la línea de unas estructuras de fondo que configuran una sociedad crecientemente desigual. En tiempos, el estatus o el standing se exteriorizaban mediante un nuevo modelo de automóvil o una vivienda en un barrio exclusivo; el fundamento de todo ello era la envidia del familiar o el vecino menos afortunado. Hoy, cuando la desigualdad ha crecido en proporciones geométricas, la envidia ajena ya no genera la misma satisfacción de antes: ahora lo que se estila es la humillación explícita del inferior. Y la humillación sexual es, entre todas las posibles humillaciones, la que alcanza un estrato más profundo, más irremediable, más duradero, en la subordinación y la sumisión de una persona a otra.
Es el juego propuesto por Harvey Weinstein, o Kevin Spacey, a actrices/actores jóvenes con talento (el talento es imprescindible, humillar a aspirantes a la fama adocenados carece de morbo; si resultan sexualmente apetecibles, siempre se puede llegar con ellos a una sencilla transacción comercial).
El modelo Weinstein & Spacey consiste básicamente en: «Yo puedo ayudarte a dar un gran salto en tu carrera; ahora bien, tú habrás de hacer algo por mí, a cambio.»
Ese “algo” no implica en ningún caso una igualdad  entre ambas partes, sino precisamente lo contrario. En todos los éxitos posteriores de una actriz prometedora en busca de consagración, Weinstein estará presente, y detrás de su sonrisa complaciente ella leerá la afirmación tácita: “me la has mamado”. Mientras que detrás de las palabras convencionales de agradecimiento de la actriz, seguirá latente y renovada la humillación, la vergüenza oculta: “se la he mamado.”
Weinstein & Spacey son la punta del iceberg, personas de elite mediática que han prescindido de la corrección política para dedicarse alegremente a la depredación. Sabemos, de otro lado, la frecuencia y la consistencia de los abusos sexuales en el terreno de las relaciones entre maestro o entrenador y discípulo o aprendiz, en particular pero no únicamente en materias como la educación física; entre superior e inferior jerárquico, en la relación laboral y también en instituciones de estructuras muy verticales, como el ejército o la iglesia; en el ascendiente espiritual de terapeutas o gurús en relación con las ovejas de su rebaño particular. La humillación del débil parece ser un rito necesario para la autocomplacencia de aquel que quiere ser reconocido universalmente como más fuerte.
Es una más de esas situaciones que solo podrán corregirse con el reconocimiento legislativo de nuevos derechos individuales inalienables y con un impulso político muy fuerte y unitario hacia la igualdad de las personas, la transparencia de los vínculos sociales y el revestimiento de una nueva dignidad para los diferentes.
Las mujeres están encabezando esta lucha ímproba, este trabajo de Sísifo. Los varones hemos de respaldarlas con todas nuestras fuerzas. Este ha de ser el siglo de las mujeres, si no queremos que sea el siglo del fin del mundo.