martes, 26 de febrero de 2019

QUÉ SIGNIFICA "DEMOCRACIA INDUSTRIAL"

Pasos a la izquierda


Está en la red el número 15 de la revista digital Pasos a la Izquierda, el primero en el que ha participado como editor el historiador Steven Forti, junto a la dupla habitual Aristu y Lecea. El contenido del número hace honor al título de la publicación: es un repaso cariñoso pero fuertemente crítico de lo que las izquierdas están haciendo ahora mismo aquí, y también un poco más allá, en la Europa del Sur.

Hay donde elegir, en sus páginas digitales. Por querencia personal voy a comentar, entre todas las ricas posibilidades que se ofrecen, la aportación de Antonio Baylos, que el lector puede encontrar clicando aquí: http://pasosalaizquierda.com/?p=4578

El tema ya había aparecido en estas páginas: el comité de empresa de CAF de Beasain cuestionó un contrato de la compañía con el Estado de Israel para construir ferrocarriles que debían unir entre ellos asentamientos ilegales de colonos, a través de territorio palestino.

La resolución es un dato nuevo, y José Luis López Bulla (en adelante JLLB) no dudó en calificarlo de “histórico”.

Es histórico, en efecto, en la medida en que abre la puerta a una dimensión sindical teorizada muchas veces, pero hasta ahora no incluida entre las buenas prácticas de las organizaciones en concreto.

Recurro en la argumentación siguiente a un texto canónico de JLLB, “La parábola del sindicato” (1). Dice, en el apartado 3.2:

«Entiendo que es preciso superar que el dador de trabajo tenga todo el poder a la hora de fijar la organización del trabajo. En ese sentido es fundamental que se proponga el instrumento de la «codeterminación»; si se lee e interpreta adecuadamente se verá que no estamos hablando de la cogestión que, a mi entender, ni está ni afortunadamente se la espera. Entendemos la  cotederminación  como  la fijación negociada, como punto de encuentro, entre el sujeto social y el empresario, anterior a decisiones "definitivas" en relación, por ejemplo, a la innovación tecnológica, al diseño de los sistemas de organización del trabajo y de las condiciones que se desprenden de ella. A mi juicio, la codeterminación es el derecho más importante a conseguir en el centro de trabajo.» 

No está específicamente planteada en este texto la cuestión de un trabajo que vulnere derechos sustanciales de personas  o grupos, pero el tema encaja a la perfección en lo que aquí se dice. El fondo del asunto, en todos los casos, afecta a lo que se viene llamando por unos “democracia industrial” y por otros, en un sentido más amplio, “democracia económica”. Afecta también, faltaría más, y este es un tema especialmente importante y delicado, a la independencia del sindicato.

La independencia sindical no se predica solo de la relación con uno o más partidos políticos que ejercen de amorosa guía de los trabajadores (doblemente) subordinados en los vericuetos de las decisiones propiamente políticas. La independencia se refiere también a las «decisiones “definitivas”» que se deberían tomar en el centro mismo de trabajo en relación con la naturaleza y el destino de aquello que se produce en los plazos, en las condiciones y mediante las técnicas codeterminadas entre la alta dirección, de un lado, y el general intellect de la empresa, por otro.

Un lejano precedente del tema lo trae a colación JLLB en el mismo texto citado:

En el epistolario de Bruno Trentin se encontró una carta que Trentin dirigió a Palmiro Togliatti el 2 de febrero de 1957. En ella el sindicalista responde a Togliatti sobre una intervención en el Comité Central del PCI. El secretario general comunista afirmó que «no correspondía a los trabajadores tomar iniciativas para promover y dirigir el progreso técnico» y que «la función de propulsión en torno al progreso técnico se ejerce únicamente a través de la lucha por el aumento de los salarios». Trentin no está de acuerdo y le escribe a Togliatti:  «Francamente, nosotros pensamos que la lucha por el control y una justa orientación de las inversiones en la empresa presupone en muchos casos una capacidad de iniciativa por parte de la clase obrera sobre los problemas relacionados con el progreso técnico y la organización del trabajo, intentando quitar al patrón la posibilidad de decidir unilateralmente sobre la entidad, las orientaciones, los tiempos de realización de las transformaciones tecnológicas y organizativas».

En la controversia entre Togliatti y Trentin están en juego las dos independencias, la del partido y la del patrón. Desde el orgullo justificado del líder de un partido obrero de masas, Togliatti define campos de actuación: la promoción y dirección del progreso técnico corresponde al partido, la presión salarial al patrón desde abajo, al sindicato. Es la traslación de las ideas de F.W. Taylor a la política: un estamento dirigente que piensa, y una base ejecutante que obedece. Trentin ve las cosas de otro modo, y su punto de vista se sostiene incluso mucho mejor ahora que tanto la organización fordista del trabajo como los partidos obreros de masas están arrumbados en el taller de desguace de la historia.

JLLB propone que el tema de la codeterminación en los centros de trabajo esté presente en todas las plataformas negociadoras de los sindicatos. No es una cuestión cualquiera. De momento, la resolución del comité de CAF supone un hito histórico en un tema que representa a medio plazo algo así como, y no creo exagerar, el ser o no ser de las organizaciones democráticas (sindicatos, genéricamente hablando, los hay de muchos tipos, incluso sindicatos del crimen) creadas de forma autónoma por los trabajadores para la defensa de sus intereses legítimos.

De “todos” sus intereses legítimos. Entre ellos, del destino y la utilidad que va a tener en el mundo exterior su aportación laboral hecha desde el lugar de trabajo.



lunes, 25 de febrero de 2019

LA PUTA Y EL SEÑOR DE BARCELONA


Algunos chistes son tan personales e intransferibles como los pedos. Molestan y enfadan a todo el entorno, y mientras, quien soltó el desahogo sigue tan campante, considerándose a sí mismo la hostia bajo palio. El refranero sostiene ─y algo de razón debe de tener─ que “a nadie le jié su peo, ni su hijo le parece feo”. Prácticamente lo mismo cabría decir de ciertos chistes dirigidos con intención claramente descalificadora a otras personas. Descalifican, sí, pero a quien emite el recado y no a su receptor.

Lo digo por Toni Albà, actor cómico de rancio abolengo catalanista secesionista. Le ha hecho un chiste tuitero a Inés Arrimadas con motivo de la excursión (innecesaria y ridícula, no pretendo negarlo) emprendida por ella para hacerse la foto detrás de una pancarta y en selecta compañía delante de la casa de Carles Puigdemont. «¡Buen viaje a Waterloo!!! Y vigila de no pasarte e ir a petarla a Amsterdam, donde te sentirías como en casa y tendrías tus derechos laborales asegurados.»

El concepto es retorcido, la gracia no aparece por ningún lado, y visto en conjunto puede afirmarse sin entrar en ulteriores consideraciones que “jié” a machismo y a supremacismo. No es humor de ningún tipo, es un dardo lanzado desde una elevada estima de la propia posición privilegiada respecto del vulgo necio. Algo que han compartido a lo largo de la historia los adeptos a muchas sectas políticas y sociales, desde que el fariseo del Evangelio se comparó con el publicano, y que viene a resumirse en un mensaje breve: “yo soy más que tú, yo soy mejor que tú.”

El chiste de Albà ha causado bochorno en propios y extraños, en colegas indepes y en círculos de la oposición no obligatoriamente vinculados a Arrimadas. Me ha causado bochorno a mí.

Dado el coro de imprecaciones que ha levantado, el interesado ha tenido a bien disculparse. Lo ha hecho con otra gracieta. Se ha disculpado por lo que ha dicho “si alguien se ha sentido ofendido”, pero ha declinado disculparse “por lo que no ha dicho”. Que la gente haya entendido lo que ha entendido, dice Albà, se debe a “un mal muy extendido”, a saber el déficit en la comprensión lectora.

Otro menosprecio del señor de Barcelona a la concurrencia en general. Otro cuesco dejado caer graciosamente en medio de la multitud, desde la conciencia de clase de que esta no se merece una fragancia tan sutil como se le está dispensando.

No te merecemos, querido Toni Albà. Mejor vete a atufar a otra parte.


domingo, 24 de febrero de 2019

STANLEY DONEN



La fábrica de sueños ha perdido, el pasado día 21, al último de sus magos. Stanley Donen tenía 94 años y vivía desde hace muchos en un honroso retiro. Había conocido a Gene Kelly en 1946, en el casting de un musical en Hollywood; los dos eran bailarines y coreógrafos, pero Donen doce años más joven.

Kelly lo tomó como ayudante de dirección para un proyecto fascinante, rodar escenas de danza en la calle, y no en un estudio. Aquello fue On the Town (“Un día en Nueva York”), 1949. Donen tenía solo veinticinco años.

El dúo se atrevió a continuar la historia sentimental de los tres marineros en la gran ciudad, también en clave musical, con Siempre hace buen tiempo, 1955. Una cita veinte años después para saber cada uno qué había pasado con los otros dos amigos mientras tanto (fracasos sentimentales y profesionales, penurias, mediocridad, úlcera, ciática). Los fracasos acumulados de tres perdedores se transfiguraban de pronto, en el curso de otro día loco en la gran ciudad.

Entre las dos memorables películas, Donen y Kelly firmaron conjuntamente otro musical, Cantando bajo la lluvia, 1952. Una historia de un momento clave de la industria del cine, llena de humor y de sagacidad, que la industria del cine no quiso premiar por miopía. Me he referido en un post antiguo a esta película, que sigo poniéndome de cuando en cuando para cargar pilas, gracias a la magia del DVD. Me centraba en aquel comentario en Cyd Charisse, que es seguramente lo menos importante que sucede en la película, y en el efecto que tuvo en el repentino despertar de mis hormonas (1). La magia de la película consiste en que hace historia de la magia implícita en el cine mismo. Vemos en un desfile deslumbrante de gags, de bailes y de canciones, cómo nace el cine sonoro, cómo lo aborda la industria, cómo el invento del doblaje solventa las primeras dificultades técnicas, cómo toda una generación de actores y de directores consagrados, incapaces de asimilar la mutación, se ve arrinconada, irritada y sin empleo, mientras otra generación más joven, empoderada por el avance tecnológico, se lanza a ocupar su lugar.

Durante el rodaje de Siempre hace buen tiempo, Kelly y Donen riñeron, y Donen optó por rescindir su contrato con MGM y volar solo. Kelly hizo lo mismo.

Hasta ese momento había dudas sobre cuál de los dos era el genio. Kelly era el mayor, en edad y en popularidad. Era un bailarín y coreógrafo excepcional, y un actor mediocre. La continuación de su carrera cinematográfica lo mostró como un gran director de coreografía, y un deficiente narrador en imágenes.

Stanley Donen, por el contrario, siguió sacando conejos blancos de su galera de mago. Anoten: Indiscreta (1958), Charada (1963), Arabesco (1966), Dos en la carretera (1967). En 1968 Hollywood rectificó con él y le dio un óscar honorífico por el conjunto de su carrera. Donen siguió haciendo películas a partir de esa fecha, pero ya bastante menos memorables.

Hay dos frases suyas que lo definen como profesional modesto y como hombre feliz. La primera (las cito de memoria, de modo que las palabras no son las exactas, pero sí la idea): “Dirigir es fácil. Basta con rodearse de los mejores en cada campo, y cuando empieza el rodaje no pretender interferir en su trabajo.” La segunda: “El cine es como el sexo: cuando es bueno, es muy bueno, y cuando es malo, aún sigue siendo bastante bueno.”

Se refería, claro está, al cine como magia narrativa, a la ilusión de realidad, a la materia de la que están hechos los sueños. No a otras vertientes, o senderos, o posibilidades del cine, perfectamente válidas y respetables, pero en las cuales las cosas suceden de forma distinta: lo que es bueno es siempre bueno, y lo que es malo es escuetamente malo.



sábado, 23 de febrero de 2019

EL ESPEJO NO HAY POR QUÉ


Inés Arrimadas está o estaba decidida a viajar hasta Waterloo para contarle confidencialmente a Carles Puigdemont que la República catalana no existe. Desde el Gobierno en funciones le han hecho llegar el consejo de que lo deje estar: no es prudente.

Sobre todo, sería un movimiento inútil. Puchi ya lo sabe, pero está decidido a no enterarse. Igual les pasa a algunos niños con los Reyes Magos: les gustaba más el relato que la realidad.

Daniel Gascón, en una columna de opinión de hoy en elpais, señala que la República catalana no soporta grandes dosis de realidad sin desmoronarse. Estamos viendo en el juicio a los políticos cómo la declaración unilateral de independencia fue en realidad una cortés invitación al diálogo. De la disposición natural de unas personas reforzadas en sus convicciones íntimas por la persecución injusta de que son objeto (“todos somos buenas personas”, ha ratificado Jordi Cuixart a Gemma Nierga, después de que lo apuntara Oriol Junqueras, como si alguien les hubiera acusado de ser malas personas), cabe deducir que en el futuro habrá nuevas invitaciones al diálogo, todas o la mayoría de ellas unilaterales.

Tales declaraciones o invitaciones no están surtiendo efecto hasta el momento en la segunda parte contratante. Alguna razón tiene que haber para ello, se dicen los políticos catalanes encastillados en su buena fe.

La razón única y suficiente de la inefectividad de la fórmula procesista la dio el Barbudo hace muchos años, cuando dijo que la realidad es tozuda.

Pero el procesismo no conoce o pretende no conocer esta singular cualidad de la realidad, de modo que, en su relato, si las cosas suceden del modo como suceden, es porque existe un amplio (¡ay, cada vez más amplio!) círculo de traidores moviendo hilos en contra de la sana doctrina de los hombres buenos.

De esa convicción surge una actitud que Gascón, en la columna antes citada, ha caracterizado con fortuna como «victimismo matón». En nombre de la democracia, de la libertad, del derecho de los pueblos que está por encima de la ley inicua, y de otros argumentos por el estilo, válidos siempre que no aterricen en las cuestiones concretas, alguno puede llegar a creer, por ejemplo, que Comisiones Obreras ha traicionado a la causa por no sumarse a la convocatoria a una huelga general sustanciada por unas siglas sindicales fantasmagóricas que no tienen capacidad legal de convocatoria, y con la intención de presionar al Tribunal Supremo en sus deliberaciones, cosa que no tiene cabida en ninguna formulación aceptable de la democracia.

La parte “matona” de ese victimismo son los escraches ocurridos a la puerta de sedes de las Comisiones Obreras. Va a ser que es el sindicato quien tiene la culpa del resultado esmirriado de una huelga general, por no haberle dado el respaldo debido cuando los “hombres buenos” le estaban solicitando el diálogo pertinente por medio de una convocatoria unilateral.

La República catalana no se quiere mirar la cara en el espejo de la realidad, por miedo a lo que pueda ver en él. Mejor haría siguiendo el consejo que le da de forma gratuita el refranero: “Arrojar la cara importa, que el espejo no hay por qué”.


viernes, 22 de febrero de 2019

EL ADEFESIO


Estuve ayer por la mañana en la sede de las CCOO de Catalunya, en Vía Layetana. Una brigadilla de limpieza se afanaba en aquellos momentos en limpiar la puerta de la calle de la basura y la pintura amarilla arrojadas por un piquete de… ¿huelguistas?

Pocas decenas de metros más arriba en la misma calle, la puerta de Foment del Treball relucía al sol, impoluta. La agresión gratuita de los CDR se había dirigido contra el sindicato, no contra la patronal. Paradojas de una jornada para la historia universal de la intrascendencia.

Dos ex secretarios del sindicato se pronunciaron ayer de forma bastante tajante en lo que respecta a la naturaleza de la ¿huelga? (1) Los dos nos hablan de cierre patronal, de un lado, y de paripé servido por los medios informativos, de otro. Se supone que tanto Josep Lluís López Bulla como Joan Coscubiela son expertos en el tema. Tienen, ambos, conocimiento de causa y experiencia práctica suficiente para juzgar si un objeto cualquiera no identificado que ocupa las portadas de los informativos es una huelga general o un adefesio.

Los dos se decidieron por el adefesio.

Un periodista a sueldo de la Generalitat de Catalunya, Toni Soler, ha reaccionado en contra de Coscubiela con un tuit por lo menos sorprendente. Dice así: «Respecta als que han decidit fer vaga, si et queda alguna cosa de sindicalista.»  (“Respeta a los que han decidido hacer huelga, si te queda alguna cosa de sindicalista.”)

Coscubiela no ha contestado, por lo menos aún, en el momento en que emborrono estas líneas. Yo respondería a Soler como lo hizo un mosso a un activista CDR, hace algunas fechas: “¡No hay ninguna huelga, idiota!”

Con el siguiente estrambote: “Respeta la verdad de las noticias, si te queda algo de periodista.”



jueves, 21 de febrero de 2019

MEMORIA DE ANTONIO MACHADO



Mañana se cumplen ochenta años de la muerte de Antonio Machado en una fonda de Colliure, localidad en la que está enterrado. Leo en la prensa que se celebrarán actos conmemorativos y que asistirá a los mismos el presidente Pedro Sánchez.

Me gusta que Sánchez haga eso. Machado siempre ha sido objeto de una atención bipolar para la derecha franquista y posfranquista: una mezcla de reconocimiento oficioso (forma parte de la Marca España en el mundo) y de recelo íntimo hacia sus aristas no asimilables para una idea radiante e imperial del país. Normalmente la derecha prefiere evitar adhesiones y entusiasmos hacia una figura cívica característicamente laica y republicana.

Tengo en casa varios libros del poeta, y otros relacionados con él. Buena parte de esos libros eran de mi padre. Machado era sin discusión su poeta preferido; solía decir que en un libro de un poeta solvente (Juan Ramón Jiménez era su referencia habitual) encuentras de interés entre el 20 y el 30 por ciento de su contenido, mientras que en los versos de don Antonio la proporción se eleva al 80 o 90 por ciento.

No suscribo esa opinión de mi padre respecto de otros poetas al cien por cien; digamos que me quedo entre el 40 y el 50 por ciento. Lo que dice de Machado sí lo suscribo. Me parece un listón indicativo de la importancia que han tenido Machado y otros contemporáneos, como Lorca y Miguel Hernández, en la idea “resistente” de la poesía que caló en una generación, la mía, a la que se intentó educar literariamente a partir del gracejo nacional-pueblerino de Pemán o de la trompetería impostada de Vivanco y Rosales (algunos les llamaron ‘Rosanco y Vivales’), y que desdeñó, posiblemente de manera injusta, a los Guillén, Aleixandre, Dámaso o Diego, que conquistaron más al público académico que al popular.

En mi biblioteca están unas “Poesías completas” editadas en 1936 por Espasa-Calpe; el “Juan de Mairena”, de la misma fecha y editora; el “Cancionero de Abel Martín”, “Los complementarios”, y otras ediciones y antologías posteriores, además de la biografía de Gibson, “Ligero de equipaje”, y el libro de Cesáreo Rodríguez-Aguilera “Antonio Machado en Baeza”. También anda por ahí, pero no he sabido encontrarlo, un ensayo comprado por mí en mis años de estudiante: “Teoría de la expresión poética”, de Carlos Bousoño (poeta él mismo), que habla mucho de Machado.

Recuerdo en particular el análisis microscópico que hace Bousoño de una composición de las “Soledades” (número XXXII en mi edición), de tan solo seis versos. El análisis revela el arte constructivo y la trabazón íntima entre las palabras, la “música” y los sentimientos, que sostienen la aparente simplicidad expresiva del poeta. Esta es la composición:

            Las ascuas de un crepúsculo morado
            Detrás del negro cipresal humean…
            En la glorieta en sombra está la fuente
            Con su alado y desnudo Amor de piedra
            Que sueña mudo. En la marmórea taza
            Reposa el agua muerta.


miércoles, 20 de febrero de 2019

MÁS SOBRE LA PRECARIEDAD ESTRUCTURAL


Hace más o menos un mes, el profesor Baylos tituló uno de los sustanciosos posts de su blog de culto de este modo: “La precariedad laboral como rasgo estructural del sistema de empleo” (1). Un aldabonazo.

Un rasgo estructural no se corrige fácilmente. Puede paliarse hasta cierto punto con la reversión de las “reformas” laborales recientes, la subida ya en curso del salario mínimo y la determinación de una renta básica de ciudadanía que no signifique la creación de un gueto que implique la salida definitiva del mercado de trabajo de quienes la reciban, su apartamiento de la sociedad productiva.

Eso no basta. No puede corregirse una determinada visión del empleo asalariado si no se extiende asimismo el análisis al resto de elementos que lo determinan.

Sería un error tratar de incidir en lo que se percibe como una desviación de la norma deseable en relación con la variable “empleo”, desde la suposición de que las demás variables concomitantes no se han modificado en el trayecto. Si nos encontramos en el epicentro de una mutación tecnológica de gran repercusión y trascendencia, es ingenuo pensar que tal mutación, que afecta profundamente a la forma del trabajo asalariado, sin embargo no cambia nada en relación con la contraparte directa ─la empresa como centro de organización de la producción y de la dispensación de servicios─ y con el Estado-nación en tanto que instancia superior normativa y mediadora en los procesos económicos.

La precariedad se ha extendido por todo el ámbito laboral ─no solo ni principalmente en el empleo no cualificado─ porque se ha producido un cataclismo (un seísmo en palabras de Umberto Romagnoli) que ha derribado los pilares de la empresa concebida al modo tradicional, y del “ecocentro de trabajo” en fórmula acuñada por López Bulla. Es la crisis de la empresa (2) y la aparición de nuevas formas de la misma al margen del derecho laboral que las regulaba, la que empuja a nuevas formas de prestación laboral, que unos definen como más “flexibles”, pero que en definitiva se conforman como más precarias.

Baste al respecto pensar en la muy reciente huelga del taxi, en la que se confrontaron el viejo estilo, a partir de las licencias municipales, y el nuevo con la aparición de las "plataformas", que no son empresas o son empresas desreguladas, de nuevo tipo. 

En la batalla laboral estamos todos concernidos. No vale la psicología del “mandao” (que se organicen ellos como quieran mientras yo tenga mi puesto fijo, mis ocho horas y mi paga puntual a fin de mes). “Ellos” ya se han organizado, bajo el principio sacrosanto del dividendo. Los trabajadores, por su parte, han entrado en una “tierra de nadie” (3). Sin un esfuerzo del colectivo asalariado y de los sindicatos de clase para elevar a un horizonte superior la negociación colectiva, de modo que apunte a la “forma” misma del trabajo, a su sentido y a su racionalidad última, seguirán siendo los algoritmos financieros los que gobiernen un pluriverso del trabajo asalariado y heterodirigido, cada vez más fragmentado, cada vez más irrelevante.  


(2) En 2014 Alain Supiot, sociólogo y jurista, dirigió en el Collège de France un coloquio de especialistas del más alto nivel que dio lugar a un libro importante, L’entreprise dans un monde sans frontières. Perspectives économiques et juridiques (“La empresa en un mundo sin fronteras. Perspectivas económicas y jurídicas”), ed. Dalloz, París 2015. Después de un exhaustivo análisis interdisciplinar en tres partes (Marcos conceptuales,  El impacto de la globalización y Poder y responsabilidad en la empresa), la Cuarta Parte está dedicada a las propuestas, bajo el título general “La empresa al servicio del interés general”. Es esta última formulación la que echo en particular de menos en las reflexiones en torno al empleo y al trabajo propiamente dicho. Se diría que nos quedamos en la cáscara sin llegar nunca al meollo.

 (3) «Más que trabajador, precario o parado, me siento un poco en tierra de nadie.» Lo dice “Narciso”, un técnico superior que trabajó con esa categoría en una empresa hasta el advenimiento de un ERE; que saltó a Londres, para aprender el idioma y adquirir nuevas experiencias, y que a su regreso circula entre el desempleo y la temporalidad, en labores muy inferiores a su cualificación profesional. Ver Pere Jódar y Jordi Guiu, Parados en movimiento. Historias de dignidad, resistencia y esperanza. Icaria editorial, Barcelona 2018. Pág. 303.


martes, 19 de febrero de 2019

PRECARIEDAD ESTRUCTURAL


Gabriel Flores, un economista solvente, publica en Nueva Tribuna un estudio (1) sobre la polarización en curso del trabajo asalariado. En sustancia: en España, pero también en otros países de referencia (Francia, Alemania, Italia, Reino Unido y EEUU) crece a buen ritmo el empleo muy cualificado y bien remunerado; crece algo (y mal) el empleo no cualificado, y se derrumba el universo del empleo de cualificación media, el predominante en la industria “tradicional” por llamarla de alguna manera.

Conclusión: se ha producido una mutación decisiva en la composición del mercado de trabajo realmente existente. La causa inmediata que ha acelerado el fenómeno ha sido la puesta en marcha en occidente de una estrategia de austeridad y devaluación salarial a partir de la crisis global del año 2008; en ese marco se inscriben las sucesivas reformas laborales españolas, que desregularon el mercado, marginaron a los sindicatos y pusieron en manos de la gestión empresarial todos los instrumentos con que podía soñar para salir a flote a costa del factor trabajo, hasta entonces considerado un activo patrimonial de las empresas y que desde entonces ha pasado en los instrumentos de contabilidad a formar parte del pasivo.

Si solo se tratara de esto estaríamos hablando de una situación coyuntural. La mutación, sin embargo, tiene causas de fondo más profundas, estructurales. Dice Flores: «Las tendencias mencionadas no son nuevas, muchas de ellas son visibles y actúan desde hace al menos tres décadas. Lo nuevo es su intensidad y su amplitud. El desarrollo y la aplicación de la robotización y las nuevas tecnologías digitales se han sumado a los anteriores movimientos de deslocalización de actividades productivas hacia las economías emergentes de bajos salarios para intensificar los procesos de polarización del mercado laboral, fragmentación de la clase obrera, dispersión salarial y, especialmente, precarización del empleo.»

Hace ya algunos años nos avisó de lo mismo José Luis López Bulla, en un escrito, “La parábola del sindicato” (2), que no ha tenido el eco y la repercusión que merecía. Dice así Bulla: «La madre del cordero no es la globalización, sino la revolución industrial de esta fase con sus consecuencias de innovación y reestructuración, y de ahí debe partir el sindicalismo confederal desde el centro de trabajo, que llamaremos ecocentro de trabajo, en continua mutación.»

No es mi intención repetir análisis que están al alcance de cualquier lector interesado. El único objeto de esta reflexión a contrapunto consiste en lo siguiente: recalcar que también la surgencia de empleo “de calidad” altamente cualificado en el actual panorama del mercado de trabajo va marcada a fuego con el signo de la precariedad. En el mundo, posiblemente; pero muy en particular en España, donde la laxitud legal hacia los comportamientos del empresariado ha desembocado en una picaresca peculiar.

Ha desaparecido, o casi, el concepto de “puesto de trabajo”, referido a una tarea prevista y programada sobre la base de objetivos a medio y largo plazo. La instantaneidad, el cortísimo plazo, se impone. Las plataformas como Uber, pero también las empresas tradicionales para trabajos que requieren conocimientos muy cualificados, tanto en las técnicas de producción como en la gestión y en la asesoría, acuden al mercado de trabajo a partir de sus necesidades inmediatas, y espigan en el gran contenedor de la fuerza abstracta de trabajo disponible aquello que se ajusta a sus conveniencias en cuanto a la tarea a realizar y al tiempo disponible para ello. Como el contrato laboral, tal como está legislado, no se adecua a este tipo de práctica, se recurre al repertorio comercial y a la ficción del freelance o autónomo que contrata libremente servicios para varios dadores de empleo.

Pero suele añadirse en el contrato, de forma explícita o implícita, la condición de la disponibilidad permanente del oferente del servicio. Ha de estar a punto cuando se le llame, y en la práctica se le hace imposible trabajar para varios dadores de empleo e imponerles sus propias condiciones. Se encuentra así en una posición de desigualdad manifiesta y de indefensión legal; es un rehén del empresario, y este remunera sus servicios generosamente en el mejor de los casos, pero no le paga el tiempo de espera, todos los huecos temporales cortos o largos en los que no lo necesita.

Tampoco le paga, obviamente, los gastos de prevención social. Desde los tiempos en que las empresas se concebían como grandes familias, e incluso era de rigor tener de forma permanente a pie de taller un médico de empresa al frente de una enfermería, ha habido una progresiva dejación de responsabilidades sociales por parte de las empresas.

No ha sido la única dejación de responsabilidades: apunten además la de las obligaciones fiscales, que se eluden mediante el establecimiento de las sedes centrales en paraísos fiscales a los que se exportan los beneficios obtenidos a partir de una fuerza de trabajo doblemente expoliada: por mal pagada, y porque ve recortado su bienestar social personal y comunitario debido al fraude fiscal de la firma para la que trabaja.

Se dan incluso picarescas más curiosas aún. Oigamos, para terminar este breve repaso a la precariedad estructural, lo que dice Norma, una trabajadora de cierta cualificación, en un libro reciente sobre los “parados en movimiento”: «Algunas empresas posiblemente estén sustituyendo el gasto en investigación, basada en entrevistas o en grupos de discusión, y destinada a conocer las necesidades de sus posibles clientes, por entrevistas de trabajo, elaboradas y no pagadas, en las que las ideas de los candidatos ya sirven para ‘oler’ el mercado. El trato impersonal, el mail en lugar de la llamada, o el cara a cara. ‘Ya te llamaremos’ y la llamada que no llega nunca. Es un juego perverso, en el que se va perdiendo la esperanza, la alegría, el futuro.» (3)




(3) Pere Jódar y Jordi Guiu: Parados en movimiento. Historias de dignidad, resistencia y esperanza. Icaria, Barcelona, 2018. Pág. 41.


lunes, 18 de febrero de 2019

LAS BATALLAS EJEMPLARES DE LOS NIÑOS PERDIDOS


En la historia, profundamente anclada en el inconsciente colectivo, de Peter Pan y Wendy, los niños perdidos volcados en aventuras siempre novedosas por el país virtual de Nunca Jamás descubrieron un día que necesitaban una madrecita.

Era un puesto de trabajo exigente, y que los niños perdidos deseaban cubrir a través de un contrato fijo. La madrecita debía ocuparse de cocinar, lavar la ropa, recoserla, plancharla y ordenarla en lugares inexistentes hasta el momento, tales como armarios y cajones, donde pudiera ser fácilmente encontrada. Además, la aspirante al puesto debía ocuparse de curar las continuas heridas y rozaduras consecuentes a la brega diaria de los perdidos contra indios y piratas. Y finalmente, era imprescindible que por la noche les contara cuentos agradables que les hicieran conciliar el sueño.

Los niños perdidos no tenían la menor noción de ninguno de esos saberes; de modo que destacaron al capitán de la banda, un tal Peter Pan, el más audaz e irresponsable de todos ellos, decidido a no crecer nunca, para que viajara hasta Londres y encontrara allí la pieza codiciada.

Peter Pan encontró a Wendy, la candidata ideal, pero en el proceso de contratación surgió un inconveniente fastidioso: Wendy no sabía volar, cuestión que, en cambio, era pura rutina para los jóvenes ejecutivos de la isla virtual. Nada que no tuviera arreglo, sin embargo. Para que volara, se espolvoreó a Wendy con polvo de hada, que tenía virtudes mágicas. 

El polvo de hada era, naturalmente, oro. Gracias al oro, Wendy pudo acceder al consejo de administración instalado debajo del árbol hueco, y desempeñar a satisfacción las altas misiones que le encomendaron los rapaces desastrados. Estos, por su parte, siguieron con el mismo tipo de vida que llevaban antes, si bien confortados gracias al know-how de la nueva recluta.

La moraleja puede ser que el dinero tiene capacidad de sobra para comprar la inteligencia, pero a la inteligencia no le queda más opción que colocarse al servicio del dinero.

Algo así nos cuenta Marta Sanz en una columna de opinión en elpais de hoy, titulada “Retórica” (1). Va de un quiasmo, figura retórica de construcción utilizada por el presidente de una sociedad de capital riesgo que invierte en ciencia para argumentar jesuíticamente la prioridad del dinero sobre la inteligencia. Dice así el caballero: «Si el conocimiento no se convierte en dinero, no habrá dinero para financiar el conocimiento.»

La frase está incompleta, es lo primero que se advierte. La frase completa debería concluir así: «… no habrá dinero para financiar el conocimiento capaz de convertirse en dinero.»

Se redondea de ese modo un círculo sospechosamente vicioso. Porque, en la mentalidad del sagaz creador de la frase, ¿de qué demonios puede servir en la sociedad de hoy mismo un conocimiento incapaz de dar un rédito dinerario? ¿Qué es la inteligencia desmonetizada sino una pasión inútil?

En el cuento, la inteligencia providente de Wendy era un activo importante para los niños perdidos. Solucionaron la cuestión contratándola. De inmediato las sutiles correlaciones de fuerzas en la isla se vieron trastocadas. Los indios y los piratas advirtieron que sus propias expectativas de mercado quedaban en desventaja frente a la imprevista ampliación de capital de Niños Perdidos Inc.

La tribu india siguió un camino posible: convocó a los amigos de Peter a fumar la pipa de la paz. No obstante, la princesa Tigre-Lirio, potencial valor de canje en una fusión de Tribu India Co. con Niños Perdidos Inc., intentó apuñalar a Wendy y eliminar de ese modo un factor perturbador de los negocios.

En cuando a Piratas Limited, Jaime Garfio, su capitán de industria, puso en juego toda su red de influencias para raptar a Wendy y convertirla en madrecita de su propio grupo financiero.

Es sabido cómo acabó la historia. La madrecita optó finalmente por abandonar el mundo de las finanzas, volver a su casa de Londres y crecer y envejecer como toda la gente normal, ese 99% que el 1% restante se empeña en ver como su proveedor precario de la inteligencia práctica y emocional que necesita para mantener un cierto equilibrio en su desarrollo enloquecido.

Por su parte, Piratas Limited, Tribu India Co. y Niños Perdidos Inc. siguieron interminablemente con sus batallitas para ampliar la respectiva cuota de mercado.

  

domingo, 17 de febrero de 2019

"HEMOS PILLADO A SÁNCHEZ"


Pablo Casado ha comenzado en gran estilo la precampaña electoral: «Hemos pillado a Sánchez vendiendo España a sus enemigos.» Lo ha dicho en Torrelaguna, aprovechando la presentación de los candidatos municipales de su partido en la Sierra madrileña. Lo repetirá mil veces en los días próximos. Se trata de armar una cruzada nacional para el exterminio de los felones. Es curioso, de otro lado, constatar que el tono mediático del candidato del PP es el mismo de Pedrerol en su chiringuito. Y es que todo lo malo se pega:

«URGENTE. Sánchez pillado in fraganti por El Chiringuito. Sigan atentos a la pantalla y se lo contamos después de la publicidad.» Después de la publicidad cuentan cualquier cosa.

La misma técnica mediática se aprecia en la última entrega del columnista económico de lavanguardia Manel Pérez, pero este caso tiene mayor enjundia. Se lo contamos brevemente a ustedes antes de la publicidad.

El titular de Pérez es tan agresivo como el antes comentado de Casado. Dice: «Contrarreforma laboral por real decreto.» También aquí “hemos pillado a Sánchez”. O no. Esta es la sustancia de lo que se cuenta: «Nada más anunciar Pedro Sánchez la convocatoria de elecciones para el 28 de abril, se ha instalado en las grandes organizaciones patronales, CEOE y Foment, el temor a que el Gobierno apruebe en un próximo Consejo de Ministros un real decreto de contrarreforma laboral, según aseguran fuentes empresariales.»

En definitiva, quien ha sido pillado no es Sánchez, sino la CEOE y Foment acordándose de pronto de Santa Bárbara por si acaso tronara. Habas contadas: en el caso de que al consejo de ministros se le ocurriera publicar por la brava el tal RD, este habría de ser ratificado por la diputación permanente del Congreso. Así pues, ambas patronales a una se han enfrascado en sus habituales tareas de lobby con todos los partidos de oposición en general, y con PNV y PDeCat en particular, dado que sumando los votos de estas dos formaciones a los de PP y Ciudadanos, se obtendría una mayoría mecánica de 33 votos sobre 64, y se salvaría el match-ball.

La historia es bonita. La moraleja la da el mismo Pérez en el texto referido: «El primer criterio de análisis de los empresarios es siempre el efecto de las medidas sobre su cuenta de resultados.»

No se ven, sin embargo, las cosas exactamente igual en Madrid y en Barcelona. «En la capital del Estado han mantenido una posición muy beligerante con las cuentas presentadas por el Gobierno de Pedro Sánchez. El contexto en la capital era de presión a Sánchez para que convocase elecciones, tanto desde el mundo político como desde el económico.»

En Barcelona, el albur de la cuenta de resultados está sujeto a otros avatares, de modo que Foment, la Cambra y el Cercle d’Economia apuntaban a un diseño estratégico distinto y se han visto claramente contrariados: «El consenso dominante era también crítico con el contenido de los presupuestos, pero también se observaba con cierta inquietud la convocatoria de comicios. Una nueva constatación del aislamiento político que padece el empresariado, la burguesía, catalán en los actuales momentos de grave crisis política. Los grandes partidos catalanes no han recogido su planteamiento de apoyar las cuentas y alargar la legislatura.» 

El amor a la cuenta de resultados prima siempre sobre el amor a España, o a Cataluña. Era tan obvio que no hacía falta decirlo. Pero eso no equipara exactamente al empresariado de cada una de las dos orillas del Ebro. Siendo como son iguales para ambas formaciones los principios generales, los imponderables de la política tienen un peso añadido sustancial. La victoria de los Trijinetes favorecería al empresariado de la España cañí, en particular a los sectores de la Tauromaquia, la Caza, la Adoración Nocturna y la Enología. Por el contrario, obligaría a las empresas radicadas en el nuevo desierto estratégico del Nordeste peninsular a migrar de forma costosa y apresurada, o bien a cerrar la barraca.

De otro lado, la corte miniimperial de Waterloo ha desoído las insistentes súplicas de sus atribulados poderes económicos y ha condenado los fementidos presupuestos. En consecuencia, los empresarios catalanes van dejando escapar por lo bajini sus preferencias en la quiniela electoral que se avecina. Les gustaría una entente PSOE-Ciudadanos. Es decir, olvido absoluto de las unilateralidades, preferencia hacia el diálogo político sobre el judicial, y tascar severamente el freno en lo laboral.

La solución ideal para sus bolsillos. Digo, sus cuentas de resultados.


sábado, 16 de febrero de 2019

LA INGOBERNABILIDAD


El soberanismo catalán se dispone a capitalizar el “éxito” que ha cosechado a lo largo de esta semana, consistente en forzar el adelanto electoral por la vía de rechazar los presupuestos.

El soberanismo catalán está, al parecer, muy satisfecho con la situación creada. En palabras de Elsa Artadi, portavoz del Govern del señor Torra, «el Gobierno de Pedro Sánchez ha sido un fracaso por su falta de coraje ante la crisis catalana, y el diálogo no ha pasado de ser estético.»

Es una manera de explicarlo a la parroquia. Otra, menos elaborada y más en crudo, sería la siguiente: «Sánchez no ha tragado, pues que se joda.»

Muy bien, entonces. Estamos todos donde estamos, somos responsables de lo que nos responsabilizamos. Para el siguiente paso, Artadi pide el voto masivo de la ciudadanía a las dos candidaturas y media soberanistas al Congreso de los Diputados, con el fin de «condicionar la gobernabilidad».

Jordi Pujol siempre estuvo preocupado por la gobernabilidad de España, y pensaba que la misión de Cataluña ─por aquel entonces, un oasis en el ciego sol, la sed y la fatiga de la terrible estepa castellana─ era “asegurarla”, para lo cual se alió indiferentemente con tirios y con troyanos, pendiente tan solo de cuál de ellos tenía en cada momento la sartén por el mango.

Una actitud duguesclinesca. (Abro paréntesis explicativo. El condottiero Bertrand Du Guesclin puso fin a las guerras civiles castellanas sujetando al rey don Pedro para que el aspirante Enrique de Trastámara lo acuchillara con comodidad. En tal trance dejó para la posteridad las siguientes palabras: “Ni quito ni pongo rey, solo ayudo a mi señor.” Su señor era el que le pagaba la soldada.)

Lo que Artadi está esbozando es la continuación fotocopiada de la misma política, si bien con un matiz original no desdeñable. No se propone “asegurar” la gobernabilidad, sino ─dice─ “condicionarla”. Igual que en la frase suya citada anteriormente, hay disponible una versión no censurada, a saber: el objetivo del soberanismo no sería ahora asegurar la gobernabilidad de España, sino por el contrario, asegurar su ingobernabilidad.

No fabulo ni extrapolo. Lean despacio las declaraciones de la portavoz. Por ejemplo: «El cambio de gobierno no ha servido para nada.»

Brocha gorda por parte de Artadi, por lo demás feliz discípula de aquel gramófono que escuchaba absorto el perro de “La Voz de su Amo”. Si alguien le recuerda que el gobierno del cambio ha descartado la vía del 155, en tanto que otros se relamen por anticipado ante el festín; que ha trasladado a los políticos presos en el entorno de la capital a Lledoners y a Figueras; que ha abierto una mesa de diálogo bilateral con luz y taquígrafos; y que contemplaba en los presupuestos rechazados unas partidas para la mejora social y para las infraestructuras sin precedentes en la historia reciente del país, Artadi le responderá que se trata de medidas “estéticas”.

De la irresponsabilidad a la ingobernabilidad. Dando tumbos por la pendiente cuesta abajo, hasta la "victoria" o el holocausto final.