domingo, 31 de marzo de 2019

EMPRESAS MUTANTES


«Llegan las empresas mutantes», alerta María Fernández hoy en elpais negocios. A buenas horas, mangas verdes. Hace bastantes años ya que las empresas mutaron y conformaron un nuevo mapa económico en el que todos los puntos cardinales cambiaron de pronto de lugar. “Empresa”, “mercado”, “trabajo”, incluso “capitalismo”: seguimos hablando de esos poderosos iconos de la economía como si existieran desde siempre y fueran inmutables. Pero mutan. Todo ha mutado. Solo la enorme pereza que nos induce a conservar en algodón nuestros hábitos mentales “de toda la vida”, hace que sigamos hablando del mundo real que perciben nuestros sentidos como si fuera el mismo de ayer.

En el contexto de ese ayer ya inexistente, una gran empresa era un grupo humano homogéneo e integrado, radicado en un lugar físico concreto, que podía llegar a desarrollar todo o casi todo un ciclo productivo desde el origen, la materia prima, hasta el final, la comercialización, y la distribución e incluso el despacho del producto acabado al cliente, al por mayor o al detall.

Aquel género de negocio era congruente con el escalón tecnológico vigente en la época. Al propietario le salía a cuenta integrar los procesos, fijándolos en un lugar determinado y sometiéndolos a un control exhaustivo (el de sus managers de confianza, el de sus ingenieros, el de sus cronometradores, el de sus agentes comerciales) y prácticamente absoluto porque la democracia se detenía en las puertas de la fábrica.

En aquella época importaba mucho la coordinación y el know-how de unas plantillas que trabajaban en cadenas. El trabajo mecánico, no inteligente, estaba bien valorado. Siempre fue el sueño del patrón que la fuerza de trabajo pudiera reducirse a una entidad abstracta, en la que cada pieza (persona) averiada pudiera ser sustituida de inmediato por otra, sin merma del resultado. Sin la menor duda las reivindicaciones salariales de los sindicatos activos en la empresa le parecían un puto robo, pero examinando su baremo de pérdidas y ganancias, sabía que en determinados momentos le interesaba ceder.

Cuando el cronómetro fue sustituido por el ordenador como “organizador” (qué bien puesto está el nombre de “ordenador”) de la producción, todo mutó. El ojo del amo ya no engordaba el caballo; para eso estaba el control a distancia de los algoritmos, mucho más eficaces que los capataces y los cronometradores en la detección de la productividad y en la eficiencia novedosa del just in time, que ahorra el amontonamiento engorroso de stocks de difícil salida.

De modo que todo el paisaje cambió. Se extinguieron los “dinosaurios”, es decir los grandes conglomerados de compañías con decenas de miles de trabajadores, y el proceso productivo se fragmentó y se desglosó en decenas o centenares de procesos ensamblados unos a otros a partir de las decisiones tomadas en un cuartel general establecido en ninguna parte, con asesoramientos fugaces remunerados con minutas etéreas, con el trabajo duro externalizado hacia lugares de mano de obra barata, y con la acumulación de beneficios atesorada en la oscuridad de cajas fuertes ubicadas en los sótanos de sucursales bancarias operantes en paraísos fiscales.

Es en el curso de ese proceso de codicia y voracidad creciente del selecto club mundial de los accionistas, cuando las nuevas plataformas emprendedoras, reducidas a un núcleo (core) mínimo de actividades esenciales (el logo, las patentes, algunas actividades ultrasecretas de I + D, y, muy en particular, el lobby ante los gobiernos y las instituciones políticas para asegurarse contratos públicos, y otras ventajas económicas y fiscales duraderas), están viendo la utilidad de emplear a fondo todo el capital y el potencial de influencia acumulados para diversificar el negocio y expandirlo en nuevas direcciones, surfeando la ola imparable de la innovación que poco a poco va invadiendo nuevos sectores.

Así, no es que las empresas “se adapten al modelo que impone el avance tecnológico”, como explica María Fernández, sino que se sitúan en la estela que dejan las grandes surfeadoras del cibernegocio, como Apple.

En este nuevo paisaje global se han multiplicado exponencialmente los contratos entre empresas; llamémosles joint ventures, por más que el nombre queda ya desfasado en relación con la realidad.

La realidad es que existen en cada sector empresas “dominantes”, que multiplican sus contactos marcando siempre de forma taxativa las condiciones que habrá de cumplir la otra parte contratante, y empresas “subordinadas”, más débiles y desvalidas, que se agarran como clavo ardiendo al contrato ofrecido por una grande para no cerrar las puertas.

La desigualdad extrema como norma imperante en el mercado impone así una especie de nuevo vasallaje en las relaciones entre empresas teóricamente iguales. Las que están en la punta de la cadena de valor extraen plusvalía de su posición privilegiada; las que contratan porque no les queda otro remedio, apenas llegan a ofrecer a sus empleados un “trabajo pobre”, con salarios a la baja, a menudo insuficientes para vivir.

La posición de las franquicias y la incidencia de las start-ups en este esquema no son más que sueño de la razón. La aporía de Zenón se traslada a los tiempos modernos: el veloz Aquiles nunca podrá alcanzar a la tortuga que le cierra el paso con su tozuda cachaza.

La tortuga arrambla paradójicamente con la parte del león de la riqueza creada. Y solo será posible romper esa maldición cuando el movimiento ─también global─ de la contraparte, las/los trabajadoras/es de toda condición, se demuestre andando.


sábado, 30 de marzo de 2019

EL RETORNO DE "RAYUELA"


Me parece formidable que el Congreso de la Lengua que se está celebrando en la Córdoba del Cono Sur reivindique “Rayuela”, con una edición conmemorativa lanzada por la RAE. Era lo mínimo, oigan. No soy tan partidario, sin embargo, de que la novela (o lo que sea) en cuestión se estudie en el bachillerato. Hay un tiempo para cada cosa. “Rayuela” es todo lo contrario de un clásico de la lengua, es un manifiesto en favor de la revolución de la lengua. Convendría que cada cual lo leyera en ese trance en el que, bien arado y rastrillado ya el campo de lo clásico, al lector incipientemente maduro le entran de pronto ganas de romper con todo y tirar los pies por alto.

No estoy diciendo que no deba estudiarse la literatura en español de América en el bachillerato peninsular, ojo. El “Martín Fierro” debería ser de lectura obligada en las escuelas, y hay cientos de autores americanos por revisar, además del pelma de Rubén Darío tan querido por estos pagos. Incluidos algunos premios Nobel (Asturias, Neruda, Octavio Paz, García Márquez). No voy a ponerme a hacer la nómina completa, el castellano no es nada si se prescinde de esa otra lengua tan parecida y de resonancias tan distintas, que florece al otro lado del charco.

Volviendo a “Rayuela”, ha dicho Mario Vargas Llosa que no es lo mejor de Julio Cortázar, que lo mejor hay que buscarlo sobre todo en sus cuentos. Es verdad, o a mí me parece que es verdad. Y además, yo ya lo había dicho (1).

Pero nunca se trata en literatura de elegir lo mejor, sino lo indispensable. Lo dijo el cartero de Neruda, la poesía pertenece a quien la necesita. Y necesitamos a “Rayuela”. Dos, tres, cien “Rayuelas” hasta dejar claro que el canon literario se convierte en una tumba marmórea y jaspeada y con angelotes en las cuatro esquinas, a no ser que uno se salga de cuando en cuando a respirar fuera.

Esa es la gran utilidad que tienen, para nosotros los lectores, los Anticanon como “Rayuela”. Obras inclasificables, experimentos incómodos para las academias, imposibles de encajar en un programa de literatura para el bachillerato. No tienen precedentes ni crean escuela. Uno debe abordar su lectura asumiendo los riesgos, como los alpinistas que escalan una cumbre simplemente porque “está ahí”.

“Rayuela” está ahí. Gran mérito el del Congreso de la Lengua de Córdoba, Argentina, por no habernos distraído el dato.



viernes, 29 de marzo de 2019

LA CONCIENCIA CLARA AUNQUE OCULTA DE ESTAR AL CABO DE LA CALLE


La cita del titulillo pertenece a Lluís Bassets, en un impresionante artículo de opinión en elpais (“El imposible duelo independentista”). Digo impresionante, porque hurga a fondo en la situación imposible e insoportable de la plataforma independentista catalana a día de hoy.

Están los políticos, presos o no, imputados o no, que no merecen ni compasión ni siquiera miramiento. Unos desde la prisión preventiva, otros desde un exilio dorado en el que siguen sintiéndose (falsamente) importantes, y los últimos al frente de la maquinaria herrumbrosa de unas instituciones desprestigiadas día a día por los mismos que las encabezan, siguen empeñados en la mentira oficial, y su única estrategia anunciada ante un futuro negro azabache consiste en el bloqueo de la política española a través de sus cuotas de representación institucional.

Los políticos, con su pan se lo comerán. Han mentido a sabiendas. Sus seguidores fieles, después de tantos ejercicios vistosos de reivindicación masiva de lo imposible, y de tanta presión falsamente pacífica y deliberadamente cruel en el terreno delicado de la sociedad, de la vecindad, de la escuela, señalando públicamente a los “traidores” y dificultándoles la vida a la que todos tenemos el mismo derecho, van a verse finalmente ante un espejo al que es imposible mentir.

Esto ha llegado ya al cabo de la calle.

No hay más derecho a decidir que el que todos ejercemos todos los días. Lo que ahora se nos propone es el derecho a “no” decidir, a mantener de forma indefinida la pelota en el alero, dada la conciencia inequívoca de dónde iría a caer en el momento fatal en el que cayere. A eso lo llaman algunos “resiliencia”.

La última mentira oficialista es que se sabía desde el principio que esto iba a ser duro, y largo, y heroico; que debíamos tener fortaleza y entereza de ánimo, y prepararnos a una lucha comparable con el anti-apartheid de Sudáfrica o con la epopeya no violenta de Gandhi contra el imperio británico.

Nadie dijo en su momento nada parecido. El discurso oficial transcurrió por carriles muy distintos: la independencia low cost, la república de la abundancia, el beneplácito de las potencias europeas, el incremento súbito de las pensiones… Invocar ahora la “resiliencia” secular del pueblo catalán es, una vez más, hacer volar palomas.

Mientras tanto, el desgobierno y el malgobierno crecen hasta extremos inéditos; y si los tribunales no encuentran otros indicios del delito de malversación, lo que está haciendo TV3 ─una televisión pública, pagada con el dinero de todos los contribuyentes─ justifica de sobras la figura penal.

Y la escena pública empieza a verse invadida por estafermos patéticos como el cómico Toni Albà o como el letrado Jaume (antes Jaime) Alonso-Cuevillas, defensor de Puigdemont que, entrevistado en Públic por Marià de Delàs (sin comentarios), se atreve a afirmar: «El judici el perdrem, però la República la guanyarem.» Sobre el personaje Alonso-Cuevillas, conviene leer la semblanza que hace de él el abogado Josep M. Loperena (1).

En Cataluña hemos llegado con siglo y medio de retraso a la Corte de los Milagros.



jueves, 28 de marzo de 2019

DERECHA FEROCHE


«A mí, mirándome a la cara, nadie me habla de una derechita cobarde», ha declarado José María Aznar en un acto de precampaña en Valencia. Se refería a Vox, que ha utilizado la muletilla para desacreditar a esa derecha maricomplejines que no se atreve a vocear a los cuatro vientos su calidad de ultra.

Josemari sí se atreve. Como él mismo dice, la derecha desacomplejada, la derecha-derecha, es su ADN y son sus principios. Dicho lo cual, y al cervantino modo, se ha calado el chapeo, requerido la espada y mirado al soslayo. Una exhibición singular y enteramente gratuita de testosterona.

Santi Abascal, por su parte, no es más que un recién llegado a la tierra de promisión, y todo el mundo se afana en recordárselo. Él también va derrochando testosterona por los escenarios de la piel del toro (que es precisamente lo suyo más idiosincrásico, y por esa razón él da cabida en sus listas no solo a generales retirados sino también a banderilleros). Pero cabe aún la sospecha legítima, no sé si me entienden, de que tanto alarde no pedido de testosterona sea únicamente de boquilla. Desconfíen de las imitaciones. Abascal no estuvo en las Azores.

Alberto Carlos Rivera tampoco estuvo allí. Podría ser un buen ministro de Exteriores, quizás. Le va la cera abrillantada de los suelos de las cancillerías, y esos dengues del “no pero sí” que le salen de la garganta con tanta propiedad como los gallos en un aria de bravura a un tenor de provincias. (¡Y de qué provincias, oigan! Mejor no preguntar.)

La derecha amaga el zarpazo al poder con gesto feroche. Josemari se nos ha puesto palote en Valencia. «Desde mi autoridad moral», que ha dicho. ¿Desde su qué?, se habrá preguntado estupefacto el auditorio.

En el presente retablillo del ruedo ibérico valleinclanesco, saltan chispas de rivalidad profesional. «Soy más valiente que tú, más gitano y más torero», le dice Pablo Casado a Alberto Carlos, y viceversa. Este propone a aquel para ministro de Universidades, en respuesta a esa nominación recíproca para Exteriores. Andan encelados nuestros varones de la derecha (no quiero ni mencionar a Cayetana, la varonesa), exhibiendo en público sus argumentos respectivos, y pidiendo armas para todos y votos para ellos.

Desde su autoridad moral.


miércoles, 27 de marzo de 2019

PEDIR PERDÓN


¿Y por qué no habíamos de pedir perdón por la Conquista? Aquello fue una barbaridad, dicho en plata; en plata americana, por más señas.

Sí, pasó hace 500 años y quién se acuerda ya. Sí, otros hicieron barrabasadas peores. Pero también es cierto que suelen ser más discretos, y no hacen como Pablo Casado que anda diciendo en público que aquel fue el momento más brillante de la historia de la humanidad.

(Deberíamos pedir perdón al mundo por Pablo Casado, por cierto, que no se me olvide. Ese hombre es de vergüenza ajena.)

Solemos poner al padre Las Casas como coartada. Cuando conviene se saca del cajón y se exhibe a la concurrencia. Qué finura de conciencia, qué valiente defensa del alma de los indios. Preferimos soslayar el hecho de que en la España imperial del Siglo de Oro el hombre fue considerado casi unánimemente como un jodío aguafiestas. Sin contar con su posición acerca de los negros africanos, los cuales por desgracia no llegaron a entrar nunca en su riguroso concepto de humanidad provista de alma.

Pelillos a la mar. Pidamos perdón también por Fray Bartolomé y su género humano escindido. Todo el problema puede quedar englobado ─y perdonado─ en el mismo paquete.

El cristianismo, el judaísmo y el islam, los tres a una, deberían pedir perdón al mundo, incluido el presidente López Obrador, por el diluvio universal; y muy en especial al colectivo LGTBI, por el fuego del cielo que arrasó Sodoma, Gomorra y las restantes ciudades de la llanura, menos publicitadas pero igualmente desaparecidas.

Tendría que ser una práctica habitual para todos, creyentes o no, pedir repetidamente perdón por tantas deudas históricas no pagadas. Pedir perdón no ya siete veces al día sino setenta veces siete.

En Love Story, una novela olvidable que dio lugar a una película también olvidable que estuvo de moda hace ya muchos años, uno de los personajes decía una de esas frases definitivas que luego en la red suelen ser atribuidas a Paulo Coelho: «Amar es no tener que decir nunca “lo siento”.»

Más justo, quizás, sería sostener que amar es decir “lo siento” en tantas ocasiones como uno sienta que de verdad lo siente.

La destrucción de las civilizaciones precolombinas, el genocidio de la población autóctona, la esclavización de la fuerza de trabajo en las minas y en las encomiendas, y la conversión forzosa a una religión extraña, son episodios constatados de la historia de la humanidad. ¿Tanto nos cuesta decir que sentimos aquella siniestra epopeya protagonizada por nuestros antepasados directos? ¿Sin entrar en comparaciones, en disquisiciones ociosas y en la práctica consuetudinaria el “y tú más”?


martes, 26 de marzo de 2019

CONTRA LA SOCIALIZACIÓN DE LA ESTUPIDEZ


Daniel Innerarity es uno de los pensadores u “opinadores” a los que sigo con más fidelidad, pero ese dato general no impide que su artículo de hoy en elpais, titulado “La estupidez colectiva”, me parezca un ejercicio banal de surfear la ola de un tópico “colectivamente estúpido” en sí mismo, y particularmente nocivo.

Veamos la frase de arranque, que por lo demás da la tónica de toda la argumentación: «Los desastres políticos deben atribuirse a la incompetencia, y no tanto a la mala voluntad.»

Disculpe, don Daniel. Ponga “mala fe” (la mala fe sartriana) en lugar de mala voluntad, y dígame si no es precisamente eso lo que nos aflige en los numerosos y sobreañadidos desastres políticos que padecemos.

Hablar de incompetencia y de chapuza es quitar hierro a la cuestión. Si somos todos estúpidos y todo lo que nos hace falta es algo más de perspicacia, nadie tiene en realidad la culpa de nada. Solo nos haría falta un esfuercito más, un pequeño empujón, una chispa de lucidez colectiva, para arreglar las cosas cuando aún se está a tiempo de hacerlo.

Un indicio de que no es así: de deberse los desastres globales que padecemos a la incompetencia, todos saldríamos perdiendo. La gran banca, por ejemplo; el FMI; los accionistas de las multinacionales; los especuladores financieros; Steve Bannon. Todos.

Pero la tónica repetida que se percibe en tantos sucesivos e interminables desastres, es que unos ganan y otros pierden, y la porción que se detrae a los que pierden va a engrosar el premio gordo de los que ganan, y los que ganan siempre ganan y los que pierden siempre pierden también.

Todas esas catástrofes caídas del cielo despejado, de otro lado, han sido anunciadas. Ha habido cataratas de advertencias, estudios, propuestas alternativas, etc., que en ningún caso han sido tomadas en consideración. Ahora mismo está sucediendo con el cambio climático y la necesidad de acelerar una transición a energías limpias. ¿Cabe hablar de “incompetencia”, pero no “mala voluntad”, en la posición negacionista de Trump? ¿O en la de Bolsonaro, que sigue adelante con su programa de desforestación de la Amazonía?

Cierto que existe una estupidez colectiva en la actitud de quienes viven estos desastres con una pasividad tranquila y confiada, porque “quien manda, manda”, y “doctores tiene la Iglesia”. Personas que se refugian en una pretendida y nunca demostrada sabiduría colectiva para dejarse llevar plácidamente por la corriente. Gente que seguiría a ciegas el conocido reclamo: «¡Comed mierda! Mil millones de moscas no pueden estar equivocadas!»

En alguna ocasión he etiquetado esa actitud débil y pasiva como “psicología del mandao”. Todo resulta inevitable: si quienes mandan nos dicen que no hay alternativa, pues no hay que darle más vueltas.

La No Alternativa actual deriva del gran mito originario del neoliberalismo. Sus valedores dijeron en los años setenta del siglo pasado que la sociedad no existe, que solo hay individuos que persiguen egoístamente sus propios fines; pero el Mercado, esa institución sobrehumana, regula y dirige sabiamente el conflicto de egoísmos y lo traduce en una armonía económica en la que el mérito es premiado y la ociosidad, la pereza y la negligencia reciben el adecuado castigo.

Tampoco existen para ese egoísmo irresponsablemente benéfico el largo plazo, la previsión, la inversión en futuros que van más allá del arco de una vida humana. Todo se reduce a lo instantáneo, el egoísmo individual es el reino de la inmediatez.

Esa listeza individual y esa estupidez colectiva son conceptos correlativos a la norma nunca escrita pero vigente de la privatización de los beneficios y la socialización de las pérdidas. Algunos han creído esa milonga y ajustan a ella sus vidas desnortadas; La mayoría no la cree, y se indigna; pero indignarse no basta.

Si la sabiduría colectiva declara probado que no habrá un mañana, la profecía se autocumplirá: el mañana que se espera no llegará nunca. Ahí no hay ni un átomo de incompetencia, pero sí de mala fe.

De mala fe, don Daniel.


lunes, 25 de marzo de 2019

ESPAÑA ENCALLADA EN LA TEMPORALIDAD


Lo dice un estudio reciente nada menos que del Banco de España, entidad por encima de cualquier sospecha de ser una covachuela infestada de podemitas. El BdE se suma en este sentido a las críticas lanzadas desde la Organización Internacional del Trabajo (OIT). En síntesis, la recuperación económica mundial después de la Gran Crisis Global se está produciendo sobre las espaldas del pluriverso de las y los trabajadoras/es. Y en España en particular, más aún.

Se está dando en todas partes un deterioro considerable en la calidad de la oferta de trabajo, pero dentro de este panorama España se sitúa en la cola de las estadísticas. Sobre un panel de 18 países europeos, señala la OIT, el nuestro es el que tiene una proporción mayor de contratos temporales por un tiempo igual o menor a los seis meses.

En concreto, en torno al 60% de los contratos temporales fueron de duración corta o cortísima en el año 2017. Comenta la agencia de las Naciones Unidas que «la prevalencia de contratos temporales de corta duración puede exacerbar la sensación de inseguridad de los trabajadores, aumentando la volatilidad de sus ingresos y frustrando sus carreras profesionales. La evidencia sugiere que la tasa de pobreza crece cuanto menor es la duración del contrato.»

Y no es solo la OIT, como decía más arriba; ahora el BdE se suma a la alerta. La puerta al mercado de trabajo en España, dice el estudio publicado por la entidad, se produce muy mayoritariamente a través de un empleo temporal (en torno al 85% de los primeros empleos). Las “reformas” laborales se plantearon con la intención explícita de potenciar el salto desde el empleo temporal al fijo, al hacer este más “atractivo” para el empleador facilitando y abaratando el despido (!). El tiempo transcurrido dentro del nuevo marco legislativo revela que la esperada conversión de empleo temporal en fijo solo se está produciendo en una proporción pírrica: 8% en 2017, que sin embargo mejora algo la cifra del 6% del año anterior. Las cifras eran mejores incluso, antes de las reformas.

Se eligió la vía de la precariedad laboral para dar impulso al crecimiento económico. Hay crecimiento, en efecto, pero sin calidad porque no ha habido un cambio de modelo. Lo que han hecho las empresas es incrementar la rotación de los trabajadores dentro de una tónica de bajos salarios. Por sectores económicos, la mano de obra descualificada ha circulado de unas ramas en crisis, como la construcción, a otras en auge, como la hostelería, de trabajo igualmente descualificado. Del andamio a la barra del bar, según una expresión utilizada en el propio estudio del BdE.

Esta es la situación real de la actual economía patria, “en crecimiento sostenido” según un reciente documento de la CEOE ya comentado (en contrapunto, como es norma de la casa) en este blog (1). Sorprende poco que Casado y Rivera se aferren sin matices al “modelo” marcado por las reformas laborales de los gobiernos anteriores. Las dudas en el seno del Gobierno Sánchez (Magdalena Valerio, ministra de Trabajo, está abiertamente comprometida en el diálogo con los sindicatos, pero Nadia Calviño, titular de Economía, aparece como bastante más reticente) no pueden prolongarse. Es necesario que las fuerzas de izquierda lleguen al 28 de abril con un proyecto bien elaborado y consensuado de país.

En el terreno institucional, el cambio debe plasmarse en una nueva perspectiva territorial inclusiva, sobre todo pero no únicamente en relación con Cataluña. En el terreno económico, la piedra de toque estará en la apertura a las energías limpias y a la innovación tecnológica, y en la definición de un nuevo modelo de empresa ─más horizontal─ y de trabajo ─más cualificado, más consciente de sí mismo y más sostenible─.

El resto de productos y novedades que intenten vendernos los charlatanes de la política y los friquis incorporados al momio a última hora, serán gabinas de cochero, según se comenta en la ciudad de Parapanda.

domingo, 24 de marzo de 2019

IR O NO IR AL MUSEO


Los responsables del Museo del Prado están inquietos por la función que cumple la institución “entre las referencias de los españoles”.

Es lógico que la cuestión les preocupe. Si nos situamos en la perspectiva de la Gran Derecha Una y Trina, el Prado tiene poco que hacer delante de otros hitos de la españolidad tales como el Valle de los Caídos, la Semana Santa sevillana, los Sanfermines, los bares de copas, la cacería como institución social y la violación grupal como honesto esparcimiento de fin de semana.

Desde la perspectiva de la izquierda plural, en cambio, el Museo se sitúa apenas un escalón por debajo de la Academia en la lista de las instituciones putrefactas.

Uno se pregunta entonces quién va al Museo, aparte de los adictos que atendemos a las solicitaciones estéticas además de las otras, que son las que mueven el mundo.

La respuesta está pormenorizada en una encuesta encargada por el Prado al Instituto Sondea. La cosa, en resumen, no está tan mal como podría parecer. Un 37,5% de los encuestados no ha visitado nunca el Prado, y un 16% dice además que el tema no le interesa. Eso deja unas cifras sustanciosas de personas a las que sí interesa el Prado (84%), y que sí han ido a verlo alguna vez (62,5%).

Otros porcentajes son menos satisfactorios: solo un 5,7% de los preguntados lo ha visitado el último año, y un 17,3% lleva más de diez años sin visitarlo. De todos modos el significado de las cifras varía si la pregunta se ha hecho exclusivamente a madrileños, o a personas que habitan en otros puntos de la geografía española. Esta es una cuestión interesante, y en los datos que proporciona el periódico no se hace mención a ella. El Prado no es el único museo de arte de España (la única “referencia”, por decirlo con el lenguaje de la encuesta); florecen otros museos muy dignos en otros puntos de la periferia. Es seguro, sin embargo, que la ciudadanía de la capitalidad tiene la sensación aguda de que todo aquello que no se encuentra en el perímetro urbano de la Villa y Corte no vale la pena verlo (opinión expresada aforísticamente en el hashtag “De Madrid al cielo”).

Si la misma pregunta se hiciera en relación con el estadio Santiago Bernabeu, nos encontraríamos con el mismo problema. Un dogmatismo madrileñista bastante discutible exige que, si uno quiere saborear un cocido vaya a Lhardy, si quiere pintura al Prado, y si quiere fútbol al Bernabeu. En los tres casos es posible encontrar referencias alternativas, no únicamente en Madrid, que también, sino a lo ancho de la geografía; pero esas alternativas son consideradas en general por los puristas como estadísticamente despreciables.

Sigamos con la encuesta. Resulta que, puestos a ir al Prado, lo que los visitantes desean ver es, ante todo, las Meninas de Velázquez, la Maja desnuda de Goya, Los fusilamientos del mismo, y el Jardín de las Delicias del Bosco. Las preferencias son sintomáticas. Con Velázquez el visitante opta por el Prestigio; con el Tres de Mayo, por la Raza indomable; con la Maja y el Jardín, por el Cachondeo travestido de arte.

Hace algún tiempo, el propio Museo lanzó una Guía audiovisual para promover una visita al Prado para gente apresurada, a través de quince obras que se pueden ver en un lapso de una hora. En Estados Unidos llaman a eso un Digest. Dediqué al asunto uno de estos posts peregrinos (1). Lo concluí con una frase que tal vez, de haber sido incluida en la encuesta del Instituto Sondea, habría sido respaldada por menos incluso de ese 5,7% de visitantes que han pasado por el Prado en el último año. Era esta: «Al Prado siempre hay que volver.»

     

sábado, 23 de marzo de 2019

¿ES "PUEBLO" EL PRESIDENT?


Apenas había despejado el president Quim Torra la fachada de la Generalitat de lazos tanto amarillos como descoloridos, cuando pasó de golpe y porrazo (metafórico) a engrosar la larga nómina de traidores a la patria.

Por lo menos según el CDR de Sabadell, que ha publicado el siguiente texto en su cuenta oficial de Twitter: «Hemos hablado con el MHP. Mientras el Govern acata la justicia española, nuestras compañeras son encausadas defendiendo que este juicio es una farsa.» Y rubrican con la siguiente disyuntiva: «Implementación o dimisión.»

Falta una estadística fiable, pero sospecho que Cataluña podría ser a estas alturas la región del globo con mayor índice de traidores por kilómetro cuadrado. El actual MHP (Molt Honorable President) en funciones acaba de añadirse al censo. El otro MHP virtual se libró de bien poco, pero no habrá olvidado seguramente, pese a toda la inmensa capacidad de olvido que atesoran los políticos, el día aciago en que lo estaba esperando en la plaza de Sant Jaume un mar de pancartas con su nombre y el epíteto infamante escrito con todas sus letras, de considerable tamaño además, más la diéresis sobre la “i” preceptiva en catalán.

El representante del CDR vallesano reprochó al MHP que caminara en dirección contraria a la independencia, abandonando a su suerte a quienes son encausadas/os por luchar por la independencia. Torra argumentó que él no va en dirección contraria, sino en la misma de las/los patriotas. Dijo el CDR que el pueblo reclama implementación, y contestó Torra que él también es pueblo. Finalizó ahí el debate, y no quedó convencida ninguna de las partes.

Es un dolor de cabeza añadido, para quienes han dado la consigna de “apretar” a la sociedad civil para conseguir algo imposible dada la actual desproporción de fines y medios, la constatación a posteriori de que esta escalada de violencia no violenta va a dejar secuelas dolorosas en personas cuyo principal delito ha consistido en obedecer a sus superiores naturales más allá del cumplimiento del deber. Personas que han creído y siguen creyendo en el Estado como opresor, en la complicidad silenciosa de Europa y del mundo, en la farsa de los tribunales españoles, en la injusticia radical de la justicia, en las virtudes milagrosas de los remedios caseros elaborados por los druidas de la tribu con grandes dosis de astucia y de amagatotis.

Si una política más sensata no aparece en el escenario actual para evitarlo, habrá más procesos incoados a más personas por delitos menos vistosos; procesos que TV3 ya no retransmitirá en directo. Y los protagonistas de la orgullosa intentona habrán de esconderse de tantos ciudadanos humillados y ofendidos, porque les habían prometido la luna y lo que les dieron fue su reflejo en el agua del fondo de un pozo.


viernes, 22 de marzo de 2019

ABRIR LAS PIERNAS O ABRIR LA MENTE



La instantánea que encabeza estas líneas es una de las imágenes más bellas que he visto nunca de un cuerpo humano en movimiento: potencia, coordinación y flexibilidad, resumidas en una plasticidad insuperable. La protagonista de la imagen es Tayla Harris, una futbolista australiana de 21 años, y la imagen está siendo trending topic.

Debería serlo en cualquier caso, pero no por la razón concreta del impacto que ha generado. Fue publicada en la revista Seven, y provocó un aluvión infinito de comentarios obscenos y machistas de los lectores. La razón es incluso demasiado fácil de percibir, demasiado obvia. Para determinadas mentalidades masculinas, cualquier chica que abre mucho las piernas está invitando al mirón a que entre sin pedir permiso. Entonces, esa consideración general de la deportista como pieza de caza mayor puesta a tiro obedece oscuramente a que se le achaca una actitud en exceso desenvuelta y falta del decoro y el recato debido. 

La revista, alarmada por tanta retranca sucia e interminable, retiró la fotografía de su publicación, y entonces fue Tayla quien la colgó en su propio sitio. “Aquí estoy haciendo mi trabajo”, fue su explicación. “Mis isquios están bien, pero no lo están los comentarios que me dedican los lectores.” 

Seven recuperó entonces la foto y se excusó: “Al retirar la foto, mandábamos el mensaje equivocado.”

La anécdota de ese suceso mínimo permite alumbrar el verdadero estado de la cuestión de género. Los casos de violencia explícita, con derramamiento de sangre incluido, son ya de por sí lo bastante alarmantes, tanto por su número como por sus circunstancias; pero solo asoman como la punta de un iceberg. Debajo está sumergida la violencia implícita, de dimensiones muy superiores; el flujo oscuro del deseo como imposición, como castigo a la diferencia, y como banderín de enganche para la afirmación de un estatus brutalmente superior del macho dentro de la manada. Todos estos sentimientos, muy extendidos y no del todo explícitos, proporcionan el feedback necesario para reproducir de una generación a otra de varones las coordenadas siempre repetidas del instinto machista.

La menos mala de las manifestaciones de ese instinto es la actitud varonil benévola, de protección hacia las hembras del grupo. Pero no se engañen. Ellas no desean ser más protegidas, sino más libres e iguales. Como Tayla en este espléndido salto para atrapar un balón casi inalcanzable.


jueves, 21 de marzo de 2019

LA SORPRENDENTE RECTIFICACIÓN DEL PRESIDENT


El corazón de Quim Torra tiene razones que la razón no conoce. La frase es de Blaise Pascal; la adjudicación al president Torra, mía.

El president Torra ha retirado el lazo amarillo que lucía en una pancarta en el balcón de la sede de la Generalitat, urgido a ello por la Junta Electoral Central dado que estamos en período electoral y las instituciones tienen ─por mandato constitucional explícito─ la obligación de ser neutrales respecto de las distintas opciones políticas en liza, sean estas mayoritarias o minoritarias.

Al president le costó mucho entender el requerimiento. Él no acata la Constitución española, no entiende qué cosa sea la neutralidad, y estaría por asegurar que tampoco sabe a ciencia cierta qué es tal cosa como una institución. Son carencias que le vienen de lejos.

De modo que pidió una aclaración al Síndic de Greuges. No tenía por qué, dado que el Síndic ejerce de defensor del pueblo y la presidencia de la Generalitat no es “pueblo” en ninguna de sus posibles acepciones y/o variantes. Sin embargo el síndic, Rafael Ribó, le dio el dictamen solicitado.

Nueve días después de recibido el dictamen, Torra retiró por fin el lazo amarillo. Todo ese tiempo tardó en entender que sí, la Junta y el síndic tenían razón y él debía retirar ese símbolo para promover el ejercicio pacífico de los derechos de todos sus representados.

Nueve días. Un lapso considerable teniendo en cuenta lo breve y preciso de los comunicados, tanto de la Junta como del síndic. Quizás Torra adolece de ese grave y extendido defecto que es el “déficit de comprensión lectora”, al que se ha referido hace pocos días el popular cómico Toni Albà a propósito de otro asunto.

Pero nunca es tarde si la dicha es buena. Por fin Torra ha hecho retirar la pancarta del lazo amarillo. La ha sustituido de inmediato por otra exactamente igual en la que el lazo aparece descolorido y con un tachón rojo. El mismo tachón del mismo color, sobre una careta también descolorida, aparece en una pancarta adicional con la leyenda «Llibertat d’expressió».

En la (odiosa) Castilla del Siglo de Oro esa figura habría recibido el nombre de «sostenella y no enmendalla». En la burocracia cuartelera habitual, el de «se acata pero no se cumple». En cualquier caso, la actitud del president Torra está haciendo un flaco favor a la Catalunya que tanto dice amar, a la muy respetable institución que preside, a la convivencia pacífica de los ciudadanos en ella representados, y también, último pero no menos importante, a la mismísima libertad de expresión.


miércoles, 20 de marzo de 2019

BUENOS PROPÓSITOS DE LA CEOE PARA LAS ELECCIONES

Leo las propuestas elaboradas por la CEOE para las elecciones del 28 de abril. Son exactamente las que podían imaginar ustedes, pero me agrada en particular su retórica y el tonillo didáctico con el que las imparten.

La “estabilidad política e institucional”, por ejemplo, significa que no se toquen de ningún modo las reformas laborales que tanto bien nos han hecho a los trabajadores. O sea, en sus palabras: «Debe ser una prioridad política el configurar un clima favorable para la actividad empresarial como principal vía para hacer sostenible nuestro crecimiento generador de empleo y la mejora de nuestro nivel de vida. Dado el escenario cambiante en el que vivimos, se debe de mirar hacia adelante y no revertir las reformas que han sido claves para apuntalar la dinámica económica y la confianza de nuestros agentes (El subrayado es del documento, no mío.)

Resultaría que la actividad empresarial está siendo “la principal vía” para generar empleo y mejorar “nuestro” nivel de vida. Supongo que ese “nuestro” se refiere al nivel de vida de los empresarios, porque todos los indicadores económicos y sociales señalan que, por lo general, el nivel de vida se está deteriorando rápidamente, y las perspectivas para las generaciones venideras son las de un descenso todavía más acusado. Se anuncia ya que la generación que entra ahora en el mercado de trabajo será la primera en España que vivirá peor que sus padres.

Impertérrito ante esos augurios, el empresariado español se concibe a sí mismo como una entidad benefactora sin ánimo de lucro, o poco menos. De ahí que reclame del Estado “sostenibilidad fiscal”, bonito sintagma que no se sabe muy bien qué puede significar hasta que ellos mismos lo explican así: «La consolidación estructural del déficit debe basarse en las partidas que tienen menos incidencia sobre la oferta productiva y la competitividad empresarial, esto es, actuando especialmente sobre el gasto corriente y evitando subidas de impuestos, especialmente de aquellos que afectan a la actividad empresarial, o ajustes de partidas de inversión necesarias para nuestra actividad.» (De nuevo el subrayado es de origen.)

Es decir, menos impuestos para las empresas. El déficit debe enjugarse fiscalmente en todo caso con un alza de gravámenes que no afecten a la actividad empresarial, ni a las partidas de inversión. Todo ello, conforme a los dos grandes ejes que sustentan y apuntalan nuestra economía de mercado: «la libertad de empresa y el derecho de propiedad», citando el mismo documento, que como se ve no ahorra ninguna declaración de principios.

El ahorro de cara a los presupuestos podría empezar, entonces, por la “reforma del sector público”. Del enunciado del tema en el documento empresarial no queda claro, sin embargo, si se está hablando de “reforma” o de “liquidación” de lo público. Juzguen ustedes mismos: «Seguir avanzando en la reforma del sector público mediante la eliminación de las duplicidades entre todos los niveles de las Administraciones Públicas, la mayor provisión de servicios públicos por parte del sector privado, así como la reducción de organismos, agencias y empresas públicas de las Administraciones Públicas que prestan servicios que no obedecen ni a criterios de necesidad ni de mejora de la eficacia.»

La clave estaría, a lo que parece, en que los servicios públicos fueran dispensados por el sector privado, liberándolo a cambio del pago de impuestos, de modo que pueda redondear adecuadamente su cuenta de resultados ya boyante con la privatización del cobro a los usuarios de los tales servicios (sanidad, escuela, etc. El desiderátum.)

La guinda del pastel está seguramente en la propuesta acerca de la jubilación. «Sostenibilidad del sistema público de pensiones y adecuación a las circunstancias actuales, mediante el impulso de reformas en varios frentes simultáneamente, tales como la lucha activa contra el fraude en las cotizaciones y el aumento de la edad de jubilación a medida que lo haga la esperanza de vida, que permitan lograr un sistema equilibrado, sostenible e incentivador del empleo.»

No nos merecemos el empresariado que tenemos.


lunes, 18 de marzo de 2019

PATRIOTISMO PRIVATIZADO


Ocurre igual en el patriotismo que en la economía: las pérdidas se socializan y los beneficios se privatizan. Quizás la razón es que los dos conceptos no están tan alejados el uno del otro como parece sugerirlo una visita al diccionario.

Veamos. El símbolo del patriotismo es el corazón; el de la economía, la cartera. Los banqueros, los políticos de derechas y los empresarios pudientes llevan la cartera en el bolsillo de la americana, pegadita al corazón. Quizás esta circunstancia da origen a algunas confusiones.

En los obreros el caso es distinto, porque por lo común no visten americana y se colocan la cartera (la economía) en el bolsillo trasero de los pantalones. Disculpando, no al lado del corazón sino del culo. Para ellos no hay confusión posible.

En cualquier caso, para el trabajador precario o parado el patriotismo es un lujo inaccesible. No existe un patriotismo universal y gratuito; ahora ni siquiera la sanidad es ya así. Por el llamado “efecto Mateo”, bautizado así por el evangelista de ese nombre, y bien conocido por los economistas, el patriotismo gratuito se da a manos llenas a los económicamente más fuertes, mientras se expulsa de la casa del Padre a quienes no han sabido hacer fructificar suficientemente las riquezas que nunca les han sido distribuidas.

Elsa Artadi, candidata al Ayuntamiento de Barcelona, ha declarado recientemente que hay que echar de allí a Ada Colau, primero porque no es nacionalista, y segundo porque su gestión es pésima.

Por partes: supongo que la pudiente Elsa quiere decir que la proletaria Ada no es “lo bastante” nacionalista, o para ser más precisos, unilateralmente nacionalista. Colau y su arriscado grupo se han distinguido precisamente por su afán de tender puentes en ambas direcciones, en la búsqueda heroica de una convivencia en la que han quemado los mejores cartuchos de su proyecto político. Todo eso no vale para un nacionalismo indepe envasado al vacío: cualquier enmienda mayor o mínima a su idea del procés es etiquetada como fascismo.

Y en segundo lugar, la gestión económica de Colau se ha caracterizado por restañar la inmensa deuda generada por el nacionalista Trías y mantener a Barcelona como uno de los destinos turísticos y de negocios más destacados del mundo. Convendría que Artadi precisara un poco más cuáles son los motivos de su crítica a esa gestión, caso de que los hubiera. No se puede irrumpir en la Casa Gran a toque de corneta con el único mensaje, expresado así a bulto, de que todo se está haciendo mal y nosotros lo vamos a hacer todo bien. Los matices y las precisiones son importantes.

Vean como ejemplo señero de un patriotismo privatizado bien entendido el trabajo de lobby realizado con pulcritud y eficiencia por nuestra siempre querida gran patronal, la CEOE, y sus extensiones o tentáculos en los grupos parlamentarios, estados mayores y plataformas políticas afines. Lo cuenta Manel Pérez, en lavanguardia (1), y viene a ser la prolongación y culminación de algo que él mismo anticipó y que apareció en su momento en esta humilde bitácora, que trata siempre de dar un reflejo puntual de los eventos consuetudinarios que acontecen en la rúa (2).

En apretada síntesis, nuestros patronos se movilizaron con el fin de evitar que un decreto-ley póstumo del gobierno Sánchez derogara aspectos delicados de las reformas laborales que nos afligen. Se presionó: a) directamente, al gobierno, y en particular a la ministra Valerio; b) indirectamente, a los mismos, a través de la opinión, expresada en los medios de comunicación y en distintos foros, de que cualquier reforma había de ser consensuada entre las partes; como si lo hubieran sido las repetidas reformas del gobierno Rajoy; y c) sibilinamente, a través de la gestión “sutil” de Josep Sánchez Llibre, presidente de Foment, ante los representantes en la diputación permanente de las Cortes del PP, de Ciudadanos, y asimismo de los dos partidos nacionalistas que, con un voto cada uno en la permanente, serían necesarios para configurar una mayoría de bloqueo: PNV (Aitor Esteban) y PDeCAT (Carles Campuzano).

Una vez comprometida la posición de todos ellos, Pedro Sánchez desistió de llevar adelante la mini contrarreforma que tenía sobre la mesa como prioridad, y la CEOE celebró esa “victoria entre bambalinas” en el curso de una reunión conjunta del comité ejecutivo y la junta.

Patriotismo privatizado y excluyente. La continuación, después del 28 de abril.



sábado, 16 de marzo de 2019

LA CASQUIVANA Y EL CANÓNIGO CATALÁN



Una cosa trae la otra. Por asociación de ideas, el post del otro día en el que hablé de un señor de Barcelona que llamó finamente puta a una líder política que no le caía bien, me ha traído a la memoria otra historia parecida solo en algunas circunstancias secundarias.

Se trata de una historia "histórica" y que ha dejado huellas tangibles en el paisaje urbano de la ciudad alemana de Constanza, pero que nunca ocurrió.

En el puerto lacustre de Constanza, en el extremo de una escollera que se adentra en el lago de Boden (Bodensee), se colocó en 1993 una estatua femenina de 9 metros de altura y 18 toneladas de peso, que gira sobre sí misma hasta dar una vuelta completa cada 4 minutos. Lleva un tocado extravagante, un escote muy profundo, y alza en sus brazos a dos enanos desnudos de aspecto ridículo: en su mano derecha una figura que ciñe una corona real; en la izquierda, otra con una tiara papal.

El monumento es un homenaje irónico a la cortesana Imperia, obra de Peter Lenk, un artista local. La Imperia histórica fue ferraresa, vivió en el siglo XVI, y nunca que se sepa estuvo en Constanza. Menos aún durante el concilio de este nombre, que ocurrió muchos años antes de que ella naciera.

Sin embargo, Honoré de Balzac la convirtió en protagonista de una historieta ambientada durante el concilio, La belle Impéria. Una larga cohorte de eclesiásticos reclama los favores de la cortesana, que lleva un salón a la moda. Uno de los cardenales busca imponerse a sus rivales y conseguir la exclusiva de sus favores con regalos suntuosos, pero la mujer prefiere a un petit prêtre tourangeau (un curilla de Turena) llamado Philippe de Mala, que la adora sin reservas.

No todo fue invención ociosa de Balzac. En 1415 la ciudad imperial de Constanza albergaba a unos 5.500 habitantes, que se vieron desbordados por el gentío que acudió al concilio. Según un cronista alemán de la época, se juntaron 33 cardenales, casi 500 obispos, 2.000 representantes de las universidades y unos 5.000 sacerdotes con voz en las sesiones. También se instalaron allí las delegaciones de los embajadores de los distintos reinos y un ingente acompañamiento compuesto por esposas, parientes, consejeros, secretarios, juristas, escuderos, sirvientes, cocineros, barberos, caballerizos y escolta armada. Y como todo aquel gentío casi exclusivamente masculino necesitaba también distracciones, a la presencia en la ciudad de clérigos, señores y soldados se añadió la de unos 1.500 músicos, un número parecido de cómicos, y 800 prostitutas.

Balzac debió de hojear la literatura disponible, y tomó nota de lo solicitada que había de estar en tales circunstancias una profesional experta, con una clientela de alto standing tan nutrida. Lo curioso, y aquí dejo los testimonios históricos para adentrarme en la especulación, es que el nombre del protagonista varón de la narración, elegido sin duda al azar, viene a corresponderse, no con un jovenzuelo venido de la Turena, sino con el entonces canónigo de la catedral de Barcelona Felip de Malla (1380-1431), que tiene calle en el barrio de Besós Mar, cercana al metro y flanqueada por dos paralelas dedicadas a pintores de la época: Ferrer Bassa y Borrassà.

Malla fue un orador sagrado muy prestigioso. Predicaba en un latín fluido y ciceroniano. Fue al concilio como peón significado de Benedicto XIII, el “papa Luna”, con la intención de promover su candidatura al papado unido. Pronto se dio cuenta de que no estaba el horno para tales bollos y procuró enderezar su carrera hacia otros objetivos. Mientras Pero Martínez de Luna rabiaba en su fortaleza de Perpinyà al constatar el sinnúmero de deserciones y traiciones que le infligían sus allegados, Felip hacía pinitos de teólogo y de latinista y se codeaba con lo más granado del momento: Pierre D’Ailly y Jean Gerson, los teólogos de la Sorbona que dirigían el concilio; Colonna, Zabarella y otros prominentes cardenales italianos; el maestre Naillac de la Orden del Hospital; el cuerpo diplomático desplegado en las casas más vistosas de la abarrotada ciudad, e incluso el emperador Segismundo, verdadero deus ex machina de aquel enorme tinglado.

Malla recibió seis votos ─resultado que no está nada mal─ en las primeras votaciones del conclave, que se celebró en un gran almacén, llamado hoy el Konzil, que aún se alza en la orilla del Bodensee, a escasos metros de la estatua de Imperia. Luego el elegido sería Colonna, que adoptó el nombre de Martín V, y Luna, excomulgado, iría a rumiar su humillación a la fortaleza familiar de Peñíscola.

De vuelta a su país, Felip de Malla fue canónigo mayor en Huesca; presidió durante el lapso reglamentario de tres años la Generalitat de Catalunya, en su calidad de diputado por el brazo eclesiástico; y, a partir de 1424, obtuvo el cargo de ardiaca mayor de la catedral de Barcelona.

De sus eventuales trapisondas con cortesanas durante el concilio Constanza, la historia no está en condiciones de aportar la menor prueba. Dado que la Imperia evocada por Balzac no había nacido siquiera en aquellas fechas, no queda más remedio que considerar una monumental calumnia su narración, recogida en los Contes drolatiques.

En cualquier caso, Imperia sigue haciendo bailar a su son al imperio y al papado, en el puerto de la Constanza actual. La memoria histórica de los grandes eventos puede ser también así de sarcástica. El propio Lenk es autor de una fuente en la plaza del Mercado (Marktstätte) de la ciudad en la que tres pavos reales con tiara representan a los tres papas nominales del cisma de Occidente, al que dio fin el concilio.