jueves, 30 de agosto de 2018

LA HORA DE LAS CONSIGNAS


La noticia me ha dejado estupefacto. Todos los días, después de que el carillón del Ayuntamiento de Vic (Osona) ha dado las campanadas correspondientes a las ocho de la tarde, se difunde por megafonía municipal la consigna siguiente (traduzco del catalán): «No normalicemos la situación de excepcionalidad y urgencia nacional. Recordemos cada día que hay presos políticos y exiliados. No nos desviemos de nuestro camino: la independencia de Catalunya.»
No es un sueño de Orwell. Sucede todos los días en Vic. Los vecinos no se han quejado y el Ayuntamiento está, al parecer, orgulloso de su iniciativa.
No cunda la alarma, sin embargo. Se trata solo de Vic. La sede episcopal fue ocupada desde finales del siglo XIX hasta 1916, año de su muerte, por monseñor Josep Torras i Bages, adalid del catalanismo conservador. Monseñor declaró en una ocasión, con pompa y circunstancia: «Cataluña será católica o no será.» Fue aclamado por las fuerzas vivas, precedentes del actual Ayuntamiento consignista. Monseñor convirtió la ciudad en una fortaleza espiritual. Ahí queda eso.
El PDeCAT ha rechazado la subida de impuestos a las rentas más altas. Convendría que tal circunstancia se difundiera también por la megafonía vigatana. Cuando se propone con tanto fervor la independencia, conviene especificar además la calidad que tendrá dicha independencia en caso de sobrevenir. Hasta qué punto responderá a los anhelos de una vida mejor por parte de los menesterosos, o bien al pastoreo desinhibido de un rebaño dócil y entregado ciegamente a la dirección benevolente de las jerarquías. La colusión del actual movimiento independentista con las rentas altas y el alto clero es patente, tanto en las líneas generales del proyecto como en multitud de detalles visibles al trasluz.
El historiador Josep Fontana no forma parte del censo oficial de las glorias catalanas, como denuncia hoy mismo desde su bitácora José Luis López Bulla. Antes han sido excluidos del Olimpo cultural nacionalista el cantante Raimon, el novelista Joan Marsé, incluso el poeta Salvador Espriu. No digamos ya gentes tales como el Noi del Sucre, Josep Solé Barberá y muchos otros de tendencia parecida. La consigna pujolista de “fer país” ha de entenderse hoy como “fer el país cada cop més petit”, hacer el país cada vez más pequeño.
La vieja dicotomía de Torras i Bages, «Cataluña será católica o no será», pretendió seguramente ser emblema de una unidad mística en la fe. Hoy resuena con ecos de amenaza a los diferentes: Extra ecclesia nulla salus, etcétera.
 

miércoles, 29 de agosto de 2018

LOS MUSEOS NO SON LUGAR PARA LA MEMORIA


El Gobierno renuncia a convertir el valle de Cuelgamuros en un museo de la memoria histórica. El problema, dice Pedro Sánchez, está en la dificultad de “resignificar” el monumento. Cierto. El “Valle” fue levantado a partir de unas coordenadas ideológicas muy precisas, y dotado de una carga estética consecuente con esa ideología. Podemos discutir interminablemente sobre el significado de la cruz como símbolo en general y en particular. Pero la Cruz de los Caídos es de forma manifiesta, provocativa, jactanciosa, una Cruz Totalitaria. Como lo es la cúpula de Bramante en la basílica romana de San Pedro. Símbolos propuestos para adoctrinarnos a los humanos en el hecho de que somos polvo y al polvo volveremos, en contraste con la vigencia eterna y la majestad inmensa de la Idea (de la Idea que sea). Símbolos herméticos, solipsistas, que en ningún caso y para ningún efecto admiten la diversidad de puntos de vista, el contraste y la discrepancia.
Era un mal negocio desde el principio reciclar la basílica como museo. Los museos, además, no son un buen lugar para la memoria. Quiero decir la memoria personal, que está viva y activa y se resiste a ser clasificada y pasar a ocupar un lugar definido con una etiqueta identificativa. El argumento que se intentó avanzar, de que un museo de la memoria podría tener alguna utilidad para la reconciliación entre las dos Españas, es absurdo. La reconciliación no vendrá de un reexamen del pasado, sino en todo caso a partir de un proyecto de futuro compartido. Convertir el pasado conflictivo en un pasado común en el que las heridas se cerrarán por sí mismas sin que nadie se haya movido del lugar que ocupaba, es pura ficción.
En consecuencia, el "Valle" se convertirá, según el proyecto rectificado, en un cementerio civil situado al lado de una basílica custodiada por monjes benedictinos, que seguirán funcionando a su aire.
Bueno. Ningún civil realmente civil deseará ser enterrado allí. El lugar, profanado indeleblemente, seguirá siendo lo mismo que es ahora, con Franco aún dentro: un santuario facha. Pero cuando Franco ya no esté presente de guardia junto a los luceros, tal vez acabemos de una vez con la mentira ominosa de que ese es un lugar concebido para todos los españoles, en el que caben todos los españoles, y todos pueden dialogar y coincidir pacíficamente a la sombra de esa cruz tensa y vigilante que asciende en flecha casi hasta la estratosfera.
Será tan solo uno de tantos lugares más que procuramos evitar por hábito de higiene mental, en nuestras excursiones por la zarandeada piel del toro.
 

martes, 28 de agosto de 2018

JOSEP FONTANA


Ha muerto a los 86 años Josep Fontana, el tozudo mensajero de malas noticias que era necesario escuchar con atención y asimilar con desgana, buscándoles acomodo siquiera provisorio cuando tanto habríamos preferido oír noticias buenas, noticias radiantes de esperanzas de éxitos memorables que él nunca incluyó en sus pronósticos.
Ha muerto. Lo de los 86 años es lo de menos, podía haber sido cualquier otra cifra. Estas cosas pasan, todos los días. Se nos muere la gente como Fontana, la gente a la que solíamos recurrir en medio de nuestras desorientaciones pertinaces con la misma urgencia con la que buscamos un letrero indicador cuando nos sentimos perdidos en una carretera que conocemos mal y tiene fama de peligrosa.
De hecho, fue él quien nos advirtió muy a tiempo de que “El futuro es un país extraño”. Y el futuro está ya aquí, y es extraño, y necesitamos las claves para comprenderlo que Fontana nos susurraba al oído. No eran claves melodiosas, sino discordantes; no eran las que habríamos deseado escuchar, pero sabíamos que era obligado prestarles atención, de todos modos. Cuando uno forzosamente ha de adentrarse en un paisaje oscuro e inestable, lleno de abismos invisibles, de arenas movedizas y de caminos erráticos que no conducen a ningún lugar, necesita inexcusablemente un mapa. Josep Fontana era uno de los pocos maestros reconocidos que nos proporcionaba mapas fiables, llenos de datos rigurosos altamente desagradables, cierto, pero exentos por completo de las confusiones benevolentes y de las mentiras arcangélicas que tantos daños acarrean a la larga a los viajeros desprevenidos.
 

lunes, 27 de agosto de 2018

LA HONESTIDAD Y EL ORGULLO


El coronel Aureliano Buendía promovió treinta y dos levantamientos armados y los perdió todos. Escapó a catorce atentados, a setenta y tres emboscadas y a un pelotón de fusilamiento. Etcétera. «Lo único que quedó de todo eso», nos cuenta el escriba de sus historias, «fue una calle con su nombre en Macondo.»
Una noche cualquiera, en lo más crudo de una de tantas revoluciones, Aureliano le preguntó al coronel Gerineldo Márquez:
─ Dime una cosa, compadre: ¿por qué estás peleando?
─ Por qué ha de ser, compadre ─contestó Gerineldo─. Por el gran partido liberal.
─ Dichoso tú. Yo, por mi parte, apenas ahora me doy cuenta de que estoy peleando por orgullo.
En nuestro Macondo de estar por casa, Antoni Puigverd escribe en lavanguardia una carta abierta a un amigo indepe, que le ha llamado deshonesto por predicar un catalanismo inclusivo (1).  
Solo el orgullo, al parecer, es enteramente honesto consigo mismo. No se trata de tener razón, sino de obligar al contrario a dártela. Por las buenas o por las malas; preferiblemente, por las malas.
Aureliano Buendía ordenó el fusilamiento del general conservador José Raquel Moncada. Los dos habían hecho amistad anteriormente, se carteaban, y en horas de tregua solían entretenerse jugando al ajedrez y haciendo proyectos para humanizar la guerra. Úrsula Iguarán, la madre de Aureliano, compareció en el consejo de guerra para defender a José Raquel con un alegato a su aire: «No olviden que mientras Dios nos dé vida, nosotras seguiremos siendo madres, y por muy revolucionarios que sean tenemos derecho de bajarles los pantalones y darles una cueriza a la primera falta de respeto.» El consejo de guerra lo mismo condenó a muerte al rival político. 
─ No te fusilo yo. Te fusila la revolución ─fue Aureliano a decir al sentenciado en el cuarto del cepo. A lo que el otro respondió:
─ Vete a la mierda, compadre.
Pero añadió algunas cosas más mientras se quitaba los lentes, el reloj de leontina, el anillo matrimonial y la medalla de la Virgen de los Remedios, que quería legar a su viuda. El reproche más duro:
─ A este paso no solo serás el dictador más despótico y sanguinario de nuestra historia, sino que fusilarás a mi comadre Úrsula tratando de apaciguar tu conciencia.
«El coronel Aureliano Buendía permaneció impasible», concluye el escriba de la historia.
 

 


 

domingo, 26 de agosto de 2018

AY DE LA PATRIA QUE NECESITA HÉROES


La polémica sobre los símbolos continúa agriándose en Cataluña. Hay mamporros en las calles, en doble dirección, tanto por parte de los hunos como de los hotros. La iniciativa patriótica de la retirada de lazos amarillos puede exhibir desde anteanoche una nariz rota. En lavanguardia se han apresurado a puntualizar que la gresca no se debió a motivos políticos, sino a que los retiradores de lazos ensuciaban la ciudad de Barcelona. Si las brigadas de la limpieza rompieran la nariz a todo el que ensuciara Barcelona, no habría bastantes cirujanos faciales para atender a la avalancha.
El president Torra ha calculado que algo había de hacer, y pide amparo a la misma autoridad a la que no reconoce. El Estado opresor habría de encargarse de la salvaguarda de los símbolos que, colocados en espacios públicos, niegan ese mismo Estado. Átenme esa mosca por el rabo.
En paralelo, los residuos fascistas del Estado, después de dar la batalla jurídica contra los cambios de nombres de las calles madrileñas, anuncian que pondrán todos los obstáculos posibles a la exhumación de Franco. Una tertuliana ha llegado al extremo de pedir la exhumación también de Santiago Carrillo, siguiendo la ley del ojo por ojo. Suscribiríamos con gusto su propuesta para demostrar nuestra exquisita imparcialidad y equidistancia. Lástima que Carrillo no ocupe ninguna tumba institucional; fue incinerado, y sus cenizas esparcidas frente al Cantábrico.
Hay en el ambiente bélico preelectoral una exhibición de posiciones de “sobre mi cadáver”, dirigida a poner palos en las ruedas a cualquier intento de consenso, de pacto o de componenda, sea contra natura o a favor de ella. Los ejércitos simbólicos buscan mantener prietas las filas ante las andanadas previsibles de la realpolitik. Carles Riera advirtió a Quim Torra, lo comenté ayer en estas mismas páginas, que sería cobardía transigir. La patria catalana necesita héroes en este momento puntual; la patria española del posfranquismo, también. Ay de las patrias que necesitan héroes para sobrevivir.
Mientras tanto, el buen entendimiento entre PSOE, Podemos y los sindicatos ha conseguido un excelente acuerdo sobre el mantenimiento del poder adquisitivo de las pensiones. Se trata en este caso de cosas de comer, no de símbolos indigeribles; de algo que va en interés de gentes pacíficas, no de héroes en acto o en potencia.
En consecuencia, no hay comentarios sobre el tema en las soflamas incendiarias de los cuarteles generales beligerantes.
 

sábado, 25 de agosto de 2018

¿ES LA GALLARDÍA UN ACTIVO POLÍTICO?


En una entrevista televisada por la Agència Catalana de Notícies, el portavoz de la CUP, Carles Riera, ha advertido al president Torra de que una nueva convocatoria anticipada de elecciones sería un acto de cobardía.
Me resulta difícil aquilatar la trascendencia potencial de la cobardía en el terreno de la política. Es más, me resulta extraña la misma existencia de una escala con la que medir la gallardía o la cobardía de un acto político determinado.
Dice Riera que su formación no volverá a caer en la trampa de aprobar unos presupuestos para desatascar el camino de la independencia, porque ya se vio el año pasado que los presupuestos respaldados por los cupaires no tuvieron esa utilidad. Lo cual es razonable: el 1-O habría tenido lugar lo mismo con o sin presupuestos, y el pantanal en el que chapoteamos se extendería en la misma latitud y profundidad. Puestas así las cosas, para este año resulta lógico en un dirigente como Riera que exija, o bien una ruptura previa con el Estado, o unos presupuestos de contenido significativamente rupturista; y caso de no ser así, es consecuente que niegue su voto a la minoría mayoritaria. El año pasado, debido tal vez a que le afectara esa famosa hora tonta que todos padecemos, dio la sensación de que la CUP prefería cerrar los ojos al ejercicio de mareo de la perdiz por parte de las distintas partes de la primera parte contratante, y prestar sus votos a ciegas para aquello que en definitiva sucediere. Si con barba San Ramón, si sin ella la Purísima.
Este año en cambio la cosa va en serio, pues. O se efectúa una proclamación de la independencia con cara y ojos y con todas las consecuencias, o no habrá presupuestos. Parece, dicho así, una postura consecuente. No práctica, pero sí consecuente.
Ahora bien, la prédica añadida por Riera sobre la cobardía de Torra no venía a cuento en esa historia. La CUP no está en el Govern de la Generalitat, y las consecuencias de la declaración que propugna no recaerían sobre sus afiliados/as. Anna Gabriel se trasladó en su momento a Suiza sin tener ninguna imputación pendiente. Se habló de exilio y de represalias y de persecución, pero nunca hubo nada de todo ello. No diré que Gabriel actuó con cobardía en aquel trance (y allí sigue, gastando en el exilio sus ahorros privados, porque es impensable que siga recibiendo una paga institucional en sus circunstancias); pero, entre nosotros, tampoco se ha comportado con toda la inmensa gallardía que cabría esperar en una defensora radical de la república catalana. No ha dejado alto el pabellón de la CUP.
Carlos Riera y sus cofrades cupaires deberían aprender algunas verdades sencillas que siempre han estado en vigor entre el pueblo llano. Por ejemplo, que no es lo mismo repicar que estar en la procesión. Que tampoco lo es predicar que dar trigo. Y que los toros se ven de distinta manera en el ruedo y desde detrás de la barrera. Cuando hayan hecho el correspondiente máster sobre sabiduría popular, podrán venir libremente a darnos lecciones a todos, en la seguridad de que les haremos el caso que merecen.
 

viernes, 24 de agosto de 2018

EXHUMACIONES


En las obras de la futura estación de tren de la Sagrera, en Barcelona, han aparecido las fosas en las que se sepultó a 318 soldados del ejército sitiador durante la guerra del Segadors. La mayoría de ellos debieron de morir de peste, a juzgar por la ausencia de heridas y lo precipitado del enterramiento. No se descarta que aparezcan más osamentas, en un nivel inferior del suelo. La historia recupera de ese modo retazos fehacientes de su paso por un lugar determinado. Los especialistas examinarán los restos y sabrán algo más de las condiciones de vida, de los hábitos de las personas y de sus carencias, en el año preciso de 1651.  
Una trascendencia mayor para el conocimiento de nuestros antecedentes lejanos tienen el descubrimiento de una tumba minoica en Ierápetra, en el sur de Creta, y el hallazgo en Siberia de los restos de una muchacha mestiza de dos especies distintas del género Homo. Los nuevos hallazgos rectifican hipótesis previas y nos permiten aproximarnos un poco más al tenue hilo rojo del que pende nuestra propia existencia.
La memoria histórica anda depositada en los archivos, pero también enterrada en miríadas de lugares, algunos de los cuales son accesibles aún; otros, ya no. Las exhumaciones implican una mayor riqueza de datos objetivos y, en consecuencia, un plus de conocimiento de nosotros mismos. Responden a un interés científico.
No es el caso de Francisco Franco. De él sabemos ya todo lo que podemos y deseamos saber. Su exhumación no servirá para nada a la ciencia. El motivo es distinto: está enterrado en la vertical de un monumento erigido a modo de faro que sirve de guía a los navegantes, o de péndulo de Foucault cuya oscilación cubre sucesivamente todas las posiciones posibles del círculo en el que se inscribe. En un contexto, por tanto, de “atado y bien atado”.
La sepultura de Franco es un anacronismo estruendoso. Se alinea de forma voluntaria y enteramente consciente con hitos religiosos tales como la tumba del Apóstol en Compostela o el Pilar de la Virgen en Zaragoza. Eso sí es profanación, incluso para los muchos que relativizamos la categoría de lo “sagrado” y la situamos en un plano sociológico mundano, y no en la esfera de lo trascendente.
Hay una intención política y una pretensión prometeica insufribles en el enterramiento de Franco y en sus circunstancias. La exhumación será el modo de reintegrar de forma definitiva al ámbito de lo privado a quien fue en su momento figura pública, cuando su persona y su legado han caído sin remedio en la más total obsolescencia.
 

jueves, 23 de agosto de 2018

DE LA TERRITORIALIDAD AL COSMOPOLITISMO


Es seguramente hora de cuestionarse el principio territorial de la soberanía. Se trata de un principio basado, como tantas disposiciones funestas del derecho de gentes, en la propiedad privada como dominio absoluto e inviolable sobre las cosas poseídas. Hay una relación que nos viene de Roma entre propiedad y patriarcado, que configura la propiedad como un derecho sin límite sobre un terreno, desde el centro de la tierra hasta el cielo, y el patriarcado como un derecho también ilimitado sobre todo lo que acompaña a la posesión del terreno, incluidas las personas adscritas a él: tanto las mujeres del paterfamilias como sus hijos, sus criados, sus aparceros y sus esclavos.
Por traslación, la misma idea de la propiedad fundaría se aplicó en su momento a las naciones. La soberanía se estableció sobre una base territorial que generaba para unos “padres de la patria” no del todo iguales entre ellos (la democracia tenía entonces una base censitaria: tanto tienes, tanto vales) derechos del mismo tipo aproximadamente que los del paterfamilias: de vida y de muerte sobre las personas sujetas a su autoridad, para resumirlo con rapidez.
Por una extraña regresión, ese núcleo de ideas, que parecía enterrado de forma definitiva después de la gran época de las declaraciones universales de derechos, está aflorando de nuevo en la forma de vinculación de derechos a territorios concretos y, sobre todo, de negación de derechos a quienes no pueden exhibir un certificado de pertenencia. La cosa va desde el “America First” de Donald Trump, hasta la lucha abierta contra “lo extranjero”  de Matteo Salvini en Italia, o a la reclamación de derechos de soberanía absolutos sobre su parcela particular, que maneja el independentismo catalán.
Conviene recordar que desde esta óptica, la guerra fue considerada en tiempos como una forma natural, entre varias, de extender la soberanía de las naciones. Dicho con Clausewitz, era una continuación de la política por otros medios. Dicho desde la mirada distante del pirata de Espronceda: «Allá muevan feroz guerra ciegos reyes / por un palmo más de tierra.» Conviene recordarlo, porque estamos inmersos en conflictos regionales basados en estos principios, y corremos el riesgo de ir hacia confrontaciones más generales siguiendo la misma lógica (“guerra comercial” en principio; quién sabe qué más, después).
Immanuel Kant meditó sobre estos graves asuntos. Vivía en Königsberg, en la Prusia Oriental, un enclave de escasos kilómetros cuadrados incrustado entre Polonia, Rusia y el Báltico. Las ambiciones de las grandes potencias barrían cíclicamente la zona. Polonia fue repartida tres veces. La prusiana Königsberg es hoy Kaliningrad, una ciudad rusa.
Kant publicó en 1795 un opúsculo político sobre la Paz Perpetua (Zum ewigen Frieden). Su intención era sustituir el principio de la territorialidad, como base del derecho político positivo, por el cosmopolitismo; es decir, por la constatación de que todos somos ciudadanos del mismo mundo, y una paz duradera solo puede asentarse en la igualdad y la libertad de todas las personas, de forma que los derechos de estas, y en primer lugar el derecho a ser reconocidas y no hostigadas, estén por encima de los derechos reales sobre la tierra y los bienes materiales.
Estos son los tres “artículos definitivos” que proponía Kant para una constitución cosmopolita:
1. La constitución civil de todos los estados debe ser republicana.
2. La ley de las naciones debe estar fundada en una federación de estados libres.
3. La ley de la ciudadanía mundial debe estar limitada a condiciones de una hospitalidad universal.
Cierto que las tres disposiciones no resolverían todos los problemas que nos afligen; pero señalan una dirección concreta inequívoca. Deberían ser una “ley de mínimos” acompañada de otras disposiciones que garantizaran la libertad concreta de las personas, su igualdad de oportunidades y las condiciones de su contribución obligatoria al bien del común.
 

miércoles, 22 de agosto de 2018

PONER UN HUEVO DE PIE

(Chucherías del espíritu)


El otro día, visitando el salón del Tinell del Palau Reial de Barcelona con mis nietos, me asaltó el recuerdo fugaz de una canción (más bien una cantinela o sonsonete) sobre el huevo de Colón. Me vino a la memoria a pedazos ─quiero decir que hube de hacer un pequeño esfuerzo sostenido de reconstrucción─ y he visto luego en google que mi reconstrucción no fue completa, por una parte, y que la canción está muy difundida, por otra.
No recuerdo ni quién me la enseñó, ni cuándo, ni en qué ocasión la canté a coro de la manera que luego explicaré. La memoria es un baturrillo; ni siquiera merece el nombre de “laberinto” porque el laberinto supone una gestión maliciosa del caos, una voluntad de engañar que los abismos de la memoria no tienen. Es solo que son así, sin remedio. Aunque, eso sí se les debe reconocer, están tachonados aquí y allá de intermitencias y epifanías, como demostró de forma brillante Marcel Proust.
La letra de la canción a que me refiero muestra un ingenio “de línea clara”; quiero decir, sin más segundas intenciones que la que queda patente de inmediato, a saber, que la frase “poner un huevo de pie” puede referirse a dos acciones muy distintas: en la primera de ellas, lo que queda de pie es el huevo; en la segunda, quien lo pone (y el verbo “poner” cambia de significado en cada una de las dos acciones).
Me gusta mucho la antistrofa final, porque refuerza eficazmente el equívoco. No estoy seguro, en cualquier caso, de que sea en realidad una antistrofa, doctores tiene la academia para decidirlo.
He aquí la letra en cuestión:
Colón fue un hombre de gran renombre / que descubrió un mundo nuevo. / Pero además, fue el primer hombre / que puso un huevo / de pie.
[Antístrofa] ─¿Cómo lo puso? / ─ ¡De pie!
Hay más estrofas, e incluso una antistrofa dialogada más larga, pero no añaden nada a la idea original. Recuerdo, pero no sé dónde ni en qué circunstancias, haber cantado el sonsonete a coro con otros niños (¿en el cole?, ¿en cuál de ellos?). Y cuando el maestro de coro preguntó, en un tono fingido de asombro e incredulidad, “¿Cómo lo puso?”, nosotros nos levantamos a una de nuestros asientos para la declaración triunfal final: “¡De pie!”
 

martes, 21 de agosto de 2018

CON EL 155 VIVÍAN MEJOR


A falta de un bocadillo político más sustancioso que sirva para armar maraña a Pedro Sánchez (aún seguimos en agosto, y muchos establecimientos están de vacaciones), el dúo cómico Pablo y Alberto se pide a coro un nuevo 155 en Cataluña. Emilio Jurado les llama, en un artículo incisivo en Nueva Tribuna, “dos tontos muy tontos”. Van los dos a piñón fijo. No hacen política, “surfean” majestuosamente por debajo de ella. Como la imaginación no es su fuerte, ni siquiera en el manejo de los tópicos más sobados, resulta que vienen a coincidir en todo, y el uno hace eco al otro de forma constante.
Dolors Montserrat, la nueva menina de Casado, les hace la claca a los dos. Albiol, en cambio, expresa dudas. José Luis López Bulla ha analizado esas dudas con perspicacia (ver http://lopezbulla.blogspot.com/2018/08/albiol-contradice-pablo-casado.html). Podría haber algo más que un “mcguffin”, con todo, en el fondo de la postura del viejo roquero badalonés. Desde siempre, en los análisis del PP de Génova, se ha dado…, cómo expresarlo, se ha dado una “fractura epistemológica” respecto de las posiciones mantenidas por su franquicia catalana. Me dirán, ¿qué es eso de la fractura no sé qué? (Reconózcanme que suena bien.) Me refiero a que un mismo argumento suena de una manera en la Carrera de San Jerónimo, y de forma perceptiblemente distinta en el Parc de la Ciutadella. En uno y otro lugar, el argumento punitivo despierta en la audiencia proclive a la mano dura sentimientos diferentes. En la primera caja de resonancia, San Jerónimo, el caudal de votos que pueda aprontarse por estos procedimientos favorecerá en primer lugar a Pablo, y solo de forma muy secundaria a su pareja de baile; en la segunda, Ciutadella, los posibles votos irán sin remedio a parar a los dominios de Albert. A Albiol, que vive y trabaja en Ciutadella, ese escenario no acaba de gustarle. Tiene bajo mínimos sus caladeros, y no percibe en el aire la posibilidad de un cambio por la vía de un nuevo 155 ya no dirigido por Soraya, sino por los socialistas.
El tercer pie de estas trébedes catastrofistas es a su vez un trío: Quim Torra + Carles Puigdemont + Roger Torrent. La inacción del terceto desde la recuperación de la autonomía de la Generalitat ha sido espectacular. Ninguna ley, salvo la tramitación burocrática de las que estaban atascadas. Ningún movimiento político, salvo la recuperación de noventa altos cargos de la institución cesados a partir de la vigencia del 155. Vacaciones forzosas impuestas desde arriba al órgano de la soberanía autonómica. Ninguna propuesta, como no sea sembrar espacios públicos de lazos amarillos, cruces amarillas o sombrillas amarillas.
Lo llaman defensa de la república. Lo llaman firmeza. Lo llaman libertad de expresión. Viene a ser que ahora la libertad de expresión es institucional, de modo que solo debe amparar la de hun bando y condenar con ferocidad la del hotro, ese que persevera en retirar con nocturnidad lazos, cruces y paraguas. La fiscala general del Estado ha declarado que ninguna de las dos conductas es punible. Su sensatez ha cortado de raíz la pretensión del estado mayor independentista de buscar amparo en la misma legalidad que niega, a su conveniencia, para todo lo demás.
Da la sensación de que la declaración del 155 vendría de perlas a los tres estrategas de una independencia virtual. Les daría un motivo más para ir a quejarse a las cancillerías europeas: “miren lo que nos están haciendo”. Negociar políticamente desde la autonomía está descartado: la autonomía es una trampa; la negociación con el Estado, otra mayor; la política, la trampa más grande de todas.
Si don Manuel Fraga pudo decir en tiempos que la política hace extraños compañeros de cama, es evidente que la antipolítica consigue efectos, en el mismo orden de cosas, más extraños todavía.
 

lunes, 20 de agosto de 2018

¿HACIA EL ESTADO VIRTUAL?


Es el título de la conferencia con la que ha intervenido en la Universitat Catalana d’Estiu, en Prades, Jordi Puigneró i Ferrer, flamante conseller de Polítiques Digitals i Administració Pública, nombrado en mayo pasado por el president Torra.
Puigneró ya había hecho antes algunas cosas raras. En el verano de 2014, según consta en Viquipédia, coronó sucesivamente todas las cumbres de más de 3.000 metros que “existirían” en una Cataluña independiente. Dado que las montañas tienen la misma altitud si se encuentran en territorio independiente o sojuzgado, no alcanzo a ver cuál es la idea que presidió esa performance. Tampoco consigo ver el porqué de la diferencia de trato independentista a cumbres, según se sitúen por encima o por debajo de los 3.000 metros.
Volvamos a la conferencia. Afirmó Puigneró que España todavía funciona en formato analógico, lo cual significa que los catalanes “pueden ser invencibles” en el formato digital.
¿Se deduce lógicamente la conclusión de la anterior premisa? Yo diría que no, aunque es posible que la culpa sea de que yo razono en formato analógico. En cualquier caso, el conseller animó a la concurrencia a construir desde la sociedad civil “infraestructuras de Estado dentro del mundo digital”. Este paso, dijo, será “clave” para que el pueblo catalán pueda “surfear” el “tsunami” que supondrá la revolución digital en la economía global.
Está todo muy claro, y el programa resulta convenientemente engrescador para la ciudadanía catalana empoderada, la cual, como se deduce de lo anteriormente dicho, no solo resultaría “invencible” sino además "surfeadora" en el formato digital.
Puigneró lo estropeó al final, cuando puso un ejemplo concreto. Estonia, señaló, está construyendo una “nación digital” para que, en caso de invasión, el gobierno estonio pueda seguir existiendo sin necesidad de dominar el territorio físico. «Por ejemplo, podría convocar elecciones y la gente podría votar de forma electrónica.» Hasta aquí todo era más o menos inteligible. Nos damos de bruces, sin embargo, con la siguiente cuestión espinosa: para qué coño sirven una nación digital y unas votaciones electrónicas si no se dispone del dominio físico (analógico) del territorio. Si las fuerzas analógicas pueden hacerte papilla a martillazos el disco duro; y ya lo han hecho.
En el caso de que se pueda solucionar esta pequeña pega, surgirá una hipótesis de un calado mucho mayor: ¿Por qué limitar entonces nuestra ambición invencible al pequeño territorio de Cataluña, con tan solo algunas excrecencias por encima de los 3.000 metros de altitud, y una población de siete millones de personas, todas ellas analógicas? Podríamos construir la nación digital de Estados Unidos, o de China, o para el caso la del Tibet, que cuenta con un buen puñado de ochomiles.
 

domingo, 19 de agosto de 2018

CARRERAS DE GALGOS Y PUNTO CIEGO


Javier Cercas publica un nuevo libro, que recoge el contenido de unas conferencias sobre literatura comparada que dictó en la Universidad de Oxford. Al parecer (no he leído la obra), aborda la anatomía de la obra literaria, después de haber tratado la anatomía de un instante. Su tesis es que en las grandes obras literarias existe un espacio de indeterminación y de ambigüedad que nos permite “apropiarnos” de la obra, y explorar a través y más allá de ella mundos imaginarios, tal vez inexistentes, que nos convierten en “coautores” del texto al lado de Cervantes, de Homero, de Dante o de Melville.
Con Cercas siempre puedes creerte lo que cuenta, o no. En Anatomía de un instante, era más bien no. Aquí compara ese espacio de ambigüedad descubierto por él, esa “zona de sombra” de la gran literatura, con el “punto ciego” del músculo óptico, descubierto por Mariotte. La comparación está muy traída por los pelos. Lo que el ojo no ve en un experimento científico, existe sin embargo con sus contornos muy definidos en la realidad; lo que nos cuenta el literato responde en cambio a la forma peculiar como interactuamos con el mundo que nos rodea; es condición inherente a los humanos actuar con frecuencia desde la ignorancia, el prejuicio, el malentendido o el equívoco. En la sustancia de cualquier narración que merezca el nombre van incluidos estos elementos, así como azares, errores, decisiones aleatorias, alternativas verosímiles: en una palabra, la vida misma. El ejemplo que pone Cercas sobre Don Quijote (¿estaba loco, o no?) no define en absoluto el tono ni los valores de la obra literaria en cuestión. El mismo tipo de ambigüedades y oscuridades se encuentra también en la Biblia, a pesar de que esta, en tanto que supuestamente revelada por la divinidad, debería ser clarividente en todo; y lo mismo ocurre en las historias con narrador omnisciente, cuando de pronto este juega a no serlo tanto en una escena o un recodo de la historia.
Cercas incluye una cita de Borges en apoyo de su tesis: «La inminencia de una revelación que no se produce es, tal vez, el hecho estético.» Lo que dice Cercas, sin embargo, no es lo mismo que dice Borges. Me temo. Lo que dice Borges (seguramente, no puedo poner la mano en el fuego por él) es que el valor estético se define por su mayor o menor proximidad al mundo radiante e inalcanzable de las Ideas absolutas, caso de que estas existan, como creía Platón. Borges ama las paradojas. Le gusta bombardearnos con ellas, pero no pretende que las creamos a pies juntillas. Así se explica el dubitativo “tal vez” incluido en la cita.
Dejemos aquí el asunto, y les cuento un caso que siempre me ha intrigado de elipsis literaria o bien, si lo desean, de “punto ciego”. En varias narraciones, el humorista inglés PG Wodehouse pone en escena a Pongo (Reginald) Twistleton, un jovencito enamoradizo de buena familia que, a la espera de una herencia, vive de unas rentas no tan sustanciosas como él desearía. En ocasiones sufre en su carne las visitas de Tío Fred (Ickenham), un noble encerrado durante casi todo el año en su heredad rural por una esposa autoritaria. Tío Fred aprovecha sus escasas visitas a Londres para, según dice él, emprender excursiones pedagógicas a las que arrastra a su sobrino y en las que se dedica a sembrar a su alrededor “felicidad”, por procedimientos escasamente ortodoxos.
El anuncio de una visita de su Tío Fred empuja automáticamente a Pongo a la barra del bar del Club de los Zánganos, para reclamar del barman la bebida más fuerte de su repertorio de combinados.
Y siempre, en un momento u otro de la aventura, sale a relucir “algo” que sucedió un día aciago en que los dos parientes fueron a las carreras de galgos y que acabó con una noche pasada en el cuartelillo y una fuerte multa. Ambos se cruzan reproches, pero Wodehouse no nos cuenta nunca los pormenores del suceso. A Pongo le entran temblores al recordarlo, eso sí, y Tío Fred repite una y otra vez que aquel policía debió ser más comprensivo y tener una mentalidad más abierta y una visión más amplia de las circunstancias.
He ahí perfectamente circunscrito un típico “punto ciego”, o dicho al modo borgiano, la inminencia de una revelación que nunca llega a producirse. La incógnita no es tan tremenda como la de saber si en la Comedia del Dante el conde Ugolino della Gherardesca se comió realmente a sus hijos, o si simplemente fue a parar al infierno por pellizcar los traseros de las alegres damas florentinas a la salida de la misa de doce en Orsammichele.
Pero también el caso de Pongo y Tío Fred es un legítimo espacio de ambigüedad; un hecho literario.
 

sábado, 18 de agosto de 2018

LOS QUE PERDIERON LA GUERRA


Carmen Lomana ha hecho algunas declaraciones sobre la actualidad del país. Quizá les ocurra a ustedes lo mismo que a mí, y es que la señora no me suena de nada. En lavanguardia aclaran que se trata de «una empresaria y una conocida televisiva». En una apresurada consulta a google, resulta que como empresaria su nombre apareció en los papeles de Panamá. Se trata, por consiguiente, de una distinguida evasora. Lo de “televisiva” no alcanzo a concretarlo más, sin duda porque los platós que frecuenta no son los que yo suelo visitar.
No merecerían mayor comentario las opiniones de la señora de no ser porque son representativas de una corriente de opinión tal vez no muy amplia pero sí muy enquistada en el país. Dice, por ejemplo, que la exhumación de la momia de Franco le parece una “profanación”. Profanar, según el diccionario, es tratar una cosa sagrada sin el debido respeto. Cabe discutir si lo que le parece “sagrado” a Lomana son los restos del dictador reposando bajo la cruz, o los restos mortales de cualquier persona humana, esté donde esté enterrada. En una cuneta, por ejemplo, después de ser fusilada como escarmiento. Hay una corriente de opinión, próxima a todos los efectos a la evasora televisiva, que no considera dignos de respeto ni merecedores de memoria tales restos, y considera un dispendio exagerado desenterrarlos para darles sepultura más adecuada a su dignidad. Esas, dicen de forma desenfadada, son historias del tiempo de la abuelita.
Lo de Franco pertenece también al tiempo de la abuelita, pero con una connotación distinta. Aquí sí, el debido respeto es de rigor.
El fondo de la cuestión aparece con más claridad cuando Lomana señala que «los que perdieron la guerra civil aún no lo han asumido». Convendría, a su parecer, que lo tuvieran muy presente todos los días de su vida. Poca vida, porque la victoria data ya de 79 años, y esa es una edad respetable. Es más, desde entonces nos hemos dotado de un régimen nuevo, de una funesta democracia inorgánica, aborrecida por el Caudillo.
Da la sensación de que es precisamente Carmen Lomana, por la forma en que se expresa, quien no ha asumido esa realidad.
No es la única, por desgracia.
 

viernes, 17 de agosto de 2018

POCAS NOTAS DISCORDANTES


Hoy hemos honrado en Barcelona a las víctimas de los atentados de un año atrás en una jornada casi perfecta; o, como han señalado los medios de comunicación, “casi sin incidentes”.
Han sonado las notas infaltables de violonchelo del “Cant dels ocells” instrumentado por Pau Casals, y un coro de niños y sus padres ha entonado sucesivamente “Over the rainbow” de Arlen, “Imagine” de Lennon, “Hallelujah” de Cohen y “Qualsevol nit pot sortir el sol” de Sisa. Música tópica pero bien elegida para descifrar la esperanza, para negar la noche y mirar más arriba, más lejos. Se quería dar una imagen de unidad frente al terror. La unidad, sin embargo, estaba sujeta con alfileres. En unos pisos altos aparecieron pancartas semiinstitucionales contra el Borbón; a la inversa, se agitaron banderitas y se corearon consignas a su favor que nada tenían que ver con los sucesos que se había ido a recordar. Un cortejo de los CDR topó con otro de monárquicos en la confluencia de la Rambla con Pelai, y ambos grupos se intercambiaron el nombre del puerco durante algunos momentos tensos que no fueron a más.
Si hemos de ser sinceros, esperábamos más incidentes. La tregua ha funcionado bien, en líneas generales, como sucedía en los años olímpicos de la Grecia antigua. Los partidarios de las dos Barcelonas opuestas han hecho acto de presencia, han enseñado los dientes e intercambiado gestos de amenaza. Por lo demás, han competido para ver quién lanzaba la jabalina más lejos, a sabiendas de que pasado mañana las jabalinas metafóricas buscarán el cuerpo del contrario, para hacer sangre también metafórica.
No somos, por más que así lo proclamemos, una “ciutat de pau”. No lo somos aún, como lo señaló Gemma Nierga, impecable en su papel de narradora del memorial. Cabe la posibilidad, sin embargo, de que cualquier noche próxima vuelva a salir el sol.
 

miércoles, 15 de agosto de 2018

MASCULINIDAD SAGRADA Y VIOLENCIA


Aún nos faltaba conocer lo peor.
Siete décadas de agresiones sexuales continuadas a menores, más de mil víctimas, un telón opaco de silencio sistemático y una técnica refinada para orillar inconvenientes potenciales a los depredadores. Es el récord alcanzado por la iglesia católica en Pennsylvania, y es la realidad cotidiana de una forma de entender la religión como dominio, la sacralidad como violencia, el sacerdocio como impunidad.
Nadie se haga ilusiones, el foco de la podredumbre no se circunscribe a Pennsylvania; va mucho más allá. Juan José Tamayo, catedrático de Teología y Ciencia de las Religiones en la Universidad Carlos III de Madrid, habla en elpais de un «cáncer con metástasis que alcanza a todo el cuerpo eclesiástico: cardenales, obispos, sacerdotes, miembros de la Curia romana, de congregaciones religiosas, educadores en seminarios, noviciados y colegios religiosos, etc.»  
Tamayo da algunas claves para diagnosticar la terrible lacra. Las reproduzco sin comentario: «El patriarcado religioso recurre a las agresiones sexuales para demostrar su poder omnímodo en las religiones. Un poder que convierte a los clérigos en representantes y portavoces de Dios. Masculinidad sagrada y violencia, pederastia religiosa y patriarcado son binomios que suelen caminar juntos y causan más destrozos que un huracán.»
La argumentación de los jueces españoles en algunos casos muy publicitados de abusos sexuales recientes está siguiendo la misma pauta de “repartir las culpas” entre el agresor y la víctima, que utilizó en algunos casos la jerarquía eclesial en Pennsylvania. Se omiten la violencia y la dominación como motores directos del delito, no se tiene en cuenta la repetición, se pide el anonimato “para sofocar el escándalo”, y el resultado es la impunidad de muchas conductas punibles.
Y se presentan como “casos aislados” (una técnica que nos resulta muy familiar en otros terrenos) lo que son redes extensas de corrupción que actúan de forma continuada y desvergonzada.
Callar los abusos por respeto a la institución que los ampara es el peor de los caminos posibles; es el que se sugiere precisamente desde la institución, decidida como está a mantener a toda costa su alta respetabilidad pública y oficial como educadora de la juventud.
La actitud de las jerarquías eclesiales en este terreno, así en Pennsylvania como en España, está decidida desde hace tiempo y bien asentada; se encubren los delitos, se obstaculizan las investigaciones judiciales y, en las palabras del teólogo Tamayo, se causan en la sociedad “más destrozos que un huracán”.
No solo hace falta un cambio de actitud por parte del clero; es necesaria una tolerancia cero desde la sociedad.

martes, 14 de agosto de 2018

EL PELIGRO DE QUEDARNOS OBSOLETOS


Lo dice Max Tegmark, un profesor del Massachusetts Institute of Technology: los humanos corremos el riesgo de quedar obsoletos, ante una inteligencia artificial (IA) capaz de resolver con más eficiencia y menos gasto las mismas tareas precisas en las que antes éramos insustituibles. Cierto que nos queda la posibilidad de dirigir el desarrollo de la IA de modo que esta nos tenga en cuenta en sus ecuaciones y nos lleve de la mano a un futuro radiante; el problema es que esa dirección particular de los objetivos de la IA cuesta dinero y no genera beneficio. Así pues, lo más probable es que sean los propios humanos, la elite que tiene el control de las herramientas tecnológicas, la que opte por condenar de forma definitiva a la inmensa mayoría de sus congéneres. «No había nada personal, es solo que así funciona el mercado», imagino que dirían después del holocausto, con un encogimiento de hombros.
Hay indicios de que la nueva levedad del ser impuesta por la fuerza de los hechos consumados nos está empezando a resultar insoportable. Un dato actual es que el 56% de los jóvenes españoles se ven abocados a empleos basura, y eso cuando pueden conseguirlos. Otro, también de ahora mismo, es que un muchacho francés de veinte años se enterró en la arena de una playa del Atlántico, y cuando subió la marea ya no pudo salir. A lo peor es que no quería. El eslogan de la juventud sin futuro tuvo para él un significado literal.
Y luego están los derrumbamientos. El de un puente de la autopista en Génova un día de niebla ha sucedido apenas después del de un muelle en el puerto de Vigo durante un concierto. No incluyo en la contabilidad otro derrumbe reciente que ha sido trending topic, el del vestido de Marta Sánchez en pleno concierto, porque no pertenece al género de las catástrofes sino al de las conmemoraciones. En este sentido se emparenta con el celuloide rancio encontrado en una lata en la caja fuerte de un productor, una secuencia descartada de una película en la que Marilyn Monroe dejaba caer la sábana con la que se cubría delante de Clark Gable. Fetichismo altamente memorable que nos retrotrae a una época en la que el sexo era sinónimo de goce, y la diferencia de género tenía un sentido positivo y un objetivo común. Que ese terreno íntimo haya sido invadido también por la crónica de sucesos es un indicio más de la falta de autoestima de las personas en los tiempos en que vivimos.
«Tengo miedo de que el fin del mundo sea muy triste», cantó Georges Brassens hace ya muchos años, en una canción (“El gran Pan”) dedicada al crepúsculo de los dioses. Cuando los ayuntamientos y las autoridades del puerto y las concesionarias de las autopistas y otras divinidades menores nos sueltan de su mano, nos vuelven la espalda y se desentienden de nosotros porque nos consideran basura, es plausible que también nosotros, puestos en el brete, nos conceptuemos de basura y actuemos como tal. Es el principio al que se atuvo un empleado de aerolíneas que robó un avión para permitirse el lujo de suicidarse a lo grande. Antes un piloto había hecho lo mismo, pero no en solitario en un aparato vacío, sino durante un vuelo regular.
En tiempos pasados (en el siglo XX para no ir más lejos) ocurrían barbaridades mucho mayores, pero no estas. Urge un nuevo golpe de timón, un nuevo horizonte en positivo, muchas razones para vivir y para vivir bien. Si el peligro es que algunos acaben con la humanidad a golpe de recortes presupuestarios, el objetivo será acabar con los recortes presupuestarios a golpe de humanidad.
 

lunes, 13 de agosto de 2018

EN LOS ORÍGENES DE MACONDO


La prodigiosa saga de la familia Buendía en Macondo comenzó el día en que el patriarca José Arcadio descubrió el hielo en la carpa de los gitanos, y con la mano puesta en él “como en un texto sagrado”, exclamó: «Este es el gran invento de nuestro tiempo.»
José Arcadio se equivocó. El hielo era ciertamente algo extraordinario, pero no un invento decisivo. Quizás habría podido corregir en su apreciación al mayor de los Buendía el sabio asesoramiento del gitano Melquíades, pero este había fallecido recientemente de fiebres en los médanos de Singapur. Macondo, una aldea de veinte casas de barro y cañabrava, vivía de espaldas a los grandes descubrimientos y al progreso, pero las visitas de los gitanos de Melquíades habían remediado hasta entonces de algún modo aquella carencia fatal. De hecho, el propio Melquíades había indicado a José Arcadio el buen camino al regalarle un astrolabio, una brújula, un sextante y una síntesis apretada, escrita de su puño y letra, de los estudios astronómicos del monje Hermann. José Arcadio se zambulló en aquellos estudios, se encerró en un cuartito que él mismo construyó en el fondo de la casa, pasó noches en claro en el patio vigilando el curso de los astros, casi sufrió una insolación intentando encontrar un método exacto para localizar el mediodía, y adquirió el hábito de hablar a solas mientras paseaba absorto en sus cálculos. Por fin un martes de diciembre, tembloroso de fiebre, se sentó a la cabecera de la mesa y anunció a la familia reunida el resultado de sus estudios:
─ La tierra es redonda como una naranja.
Úrsula Iguarán le gritó entonces: «Si has de volverte loco, vuélvete tú solo. Pero no trates de inculcar a los niños tus ideas de gitano.»
En su siguiente visita Melquíades había respaldado a José Arcadio, alabado su inteligencia y certificado la exactitud de sus cálculos. Le regaló además un laboratorio de alquimia. Pero ni siquiera el sabio Melquíades, con toda la experiencia de sus viajes incesantes por tierras exóticas, podía hacer nada contra el hecho de que la redondez de la tierra era una verdad carente de consecuencias prácticas para aquel lugar remoto en cuyas huertas junto al río se cultivaban el plátano, la malanga, la yuca, el ñame, la ahuyama y la berenjena.
A lo que se atribuía mayor importancia, en Macondo como en latitudes más próximas a nosotros, no era a la realidad enjuta y comprobable, sino al relato maravilloso y lleno de prestigio. Pero, como dejó escrito en la frase final de su larga saga el escriba de las historias de Macondo, todo lo escrito en esos relatos es irrepetible, y las estirpes condenadas a cien años de soledad no tienen una segunda oportunidad sobre la tierra.
 

domingo, 12 de agosto de 2018

DESORIENTACIÓN


Un líder de opinión tan señalado como Iker Casillas ha tuiteado que lo del hombre en la Luna fue una milonga rodada en un plató con muchos efectos especiales y difundida después por la NASA con intenciones propagandísticas.
La declaración no desmerece al lado de la del por entonces aún no jefe del Gobierno Mariano Rajoy cuando afirmó que si su primo, catedrático de Física, no era capaz de predecir el tiempo que haría el día siguiente, cómo podía ser científicamente creíble un cambio climático venidero a años vista.
A ellos no se la dan con queso. La sociedad de la información habrá de esmerarse si quiere que espíritus fuertes como Iker y Mariano pasen por el aro de sus informaciones inverosímiles.
La actitud de los dos prohombres es paradigmática, y tiene relación con el síndrome que padece la numerosa gente a la que “nadie había informado” del atasco, o el incendio, o la inundación, o el retraso, o la huelga, o el acontecimiento cualquiera que sea en el que se han visto involucrados. En la mayoría de los casos, la información existía, y circulaba, y bastaba con preguntar para obtenerla.
Así pues, unos no valoran adecuadamente la información disponible, y otros no se preocupan de obtenerla, dando por supuesto que no será relevante. Demasiado acostumbrados al “nunca pasa nada”, y a la convicción de que nuestra seguridad no depende de nosotros mismos sino de agentes situados por encima de nosotros, estamos padeciendo un descenso sensible en la eficiencia de nuestro propio equipamiento de serie para la supervivencia en el día a día.
La conclusión provisional, a lo que yo entiendo, es que en nuestra generación y en los países avanzados en general, se han adormecido tanto el instinto de curiosidad, que ha permitido a la especie la mejor adaptación posible al entorno, como el instinto de supervivencia, que le ha permitido superar dificultades de todo tipo en las ocasiones en que un entorno amistoso se ha vuelto inesperadamente hostil.
Un abuelo dejó encerrada por la mañana en el coche a su nieta de pocos meses, y solo volvió a acordarse de ella en el bochorno de las tres de la tarde. Una turista madrugó para salir a correr por los alrededores de su hotel en Costa Rica, en una zona insegura. Otros turistas en Lombok se han quejado de que después de un terremoto catastrófico se vieron obligados a sobrevivir enteramente solos. Son noticias de sucesos recientes que indican una cierta desorientación en la tarea de cada cual de cuidar celosamente de sí mismo y de quienes tiene a su cargo; además de, por supuesto, reclamar toda la ayuda posible de los demás.
Mientras, el incendio de Gandía ha sido un eco lejano del otro incendio del Ática, por causas muy similares. Y en Mendocino y otros lugares de California se han quemado ya 332.000 hectáreas de bosque y edificaciones, la mayor extensión de la historia en un solo año. Las causas son complejas: más calor, más sequía, una mala gestión de los bosques, nuevas urbanizaciones sin planificación adecuada… Según el gobernador del estado, el demócrata Jerry Brown, luchador convencido contra el cambio climático, estas condiciones corresponden a «la nueva normalidad».
Desde California al Mediterráneo, a todos nos conviene, entonces, ponernos las pilas, individual y colectivamente. Esta es la pauta para la nueva época. Mientras no hayamos conseguido alejar sus amenazas, habremos de orientarnos trabajosamente en el nuevo entorno, en lugar de ir de enterados como Iker y Mariano.
 

viernes, 10 de agosto de 2018

LO CULTURAL Y LO COMERCIAL


La Academia de Hollywood plantea acrecentar la lista de sus premios anuales con un nuevo óscar, que se concederá a la película “más popular” del año. La más comercial, se entiende. La película más comercial ya ha tenido premio antes de llegar a la alfombra roja, el récord de recaudación. Si ha sido lo bastante popular/comercial, suele ocurrir que se adorne además en la gala de la Academia con varias estatuillas “serias”: a los intérpretes, al guión, a los efectos especiales…
Premiar lo comercial viene a ser redundancia, pero no es malo en sí mismo. La cultura tiene una doble máscara, desde los tiempos de los griegos. Allá se premiaban anualmente, de forma no monetaria sino estrictamente honorífica, la mejor tragedia por un lado, la que había provocado los sentimientos más agudos de horror sagrado, de catarsis y de miedo colectivo a la venganza implacable de los dioses; y luego la mejor comedia, faceta en la que brillaba Aristófanes, que sembraba el escenario de mujeres lúbricas, maridos cornudos y situaciones equívocas entre vecinos peleados. A Jorge de Burgos, el monje erudito de El nombre de la rosa, de Umberto Eco, le indignaba la actitud favorable a esas astracanadas de un filósofo “serio” como Aristóteles de Estagira. Hay muchos Jorges de ese estilo en la cultura moderna; auténticos cascarrabias, empeñados en levantar muros infranqueables en torno al culto al arte tal y como ellos lo entienden.
No hay tales muros, o no son tan altos. Cuentan que Paul McCartney, emocionado después de que la enésima canción de los Beatles llegara al número uno de las listas de éxitos, le dijo a John Lennon: “Tío, estamos haciendo algo histórico.” Y John le contestó: “Tranquilo, tronco. Es solo música pop.”
Los dos tenían razón. Era música pop, y era algo histórico. La perspectiva después de algunos años transcurridos afina las consideraciones y rectifica los prestigios otorgados a bote pronto. En el terreno de la gastronomía se suele distinguir entre la fast food, comida rápida, y la slow food, la que se consume despacio para saborearla mejor. Pero ocurre que el usuario no se adscribe en exclusiva a una de las dos escuelas, sino que se sirve de una o de otra indistintamente en función de las circunstancias. Un usuario normal no tiene los prejuicios demasiado arraigados de un Jorge de Burgos; no se sienta a la mesa como si se tratara de una eucaristía. A menos que se trate de un crítico especializado, que ha convertido en oficio la finura de su paladar; o bien de alguien que, no siéndolo, se concede el capricho de una eucaristía en particular, y está dispuesto a pagarla religiosamente.
Volviendo a la literatura, encuentro en Librotea una lista de las novelas más vendidas de la historia. Aquellas que, según se anuncia de forma pomposa, pasaron de best-sellers a long-sellers.
La lista es una confirmación de lo que queda dicho arriba. El primer título es Don Quijote de la Mancha, de Miguel de Cervantes. El segundo, Diez negritos, de Agatha Christie.
 

jueves, 9 de agosto de 2018

INDEPENDENCIA Y MARKETING


Dice Pere Navarro que el procés catalán se estudiará el día de mañana en las escuelas de marketing. Mi opinión personal es que el proceso ha sido el inverso: los expertos en vender viento han pedido una excedencia ilimitada en las escuelas de marketing y han ido a encontrar un lugar propicio para desarrollar a fondo sus instrumentos de persuasión en las prietas filas patentes u ocultas del escalafón de una Generalitat que desde hace ya años se ha convertido en mero escaparate de una idea pura, desencarnada de toda sustancia.  
En el mismo orden de constataciones de Navarro, Joan Esculies se pregunta (también en elpais) qué pretende la Crida Nacional, artefacto electoralero debido a la inspiración multimediática del omnipresente sí/no/president Puchi. Concluye Esculies que la tal Crida no es en absoluto un intento de entesa entre las dos grandes fuerzas independentistas, PDeCAT y ERC (la CUP nunca ha contado para nada, salvo como torna necesaria para cuadrar el número de escaños parlamentarios de la mayoría), sino un proceso de adhesión individual a un dogma nuevo, situado al margen de los partidos ─ no se olvide que nos estamos moviendo en el terreno de la antipolítica ─  y basado en exclusiva en los movimientos del corazón.
El corazón, lo dijo Blas Pascal, tiene razones que la razón no conoce. Este es su punto débil, y en él trata de incidir por saturación el artefacto de marketing lanzado por el hombre de Waterloo que no es ni Napoleón, ni Wellington, ni un miembro de ABBA. Todo encaja (pero únicamente durante el tan citado cuarto de hora crítico, “tonto”, que todos tenemos) cuando el corazón, en la cercanía del crepúsculo de un día veraniego especialmente bochornoso, se deshilacha en una languidez monótona y recae en los anhelos incorpóreos de una independencia transparente perceptible apenas en el horizonte como un cendal flotante de leve bruma.
No hace falta estudiar un fenómeno tan raro y singular en las escuelas de marketing. El tocomocho o la lotería piramidal sirven igual.