domingo, 28 de febrero de 2021

UNA PROPOSICIÓN INOCENTE

 


Roser Martínez (sentada) con Carmen Martorell, en Poldemarx.

 

De nada sirve cambiar de cielos cuando se navega, si no se cambia también de alma. Es un verso célebre del poeta latino Horacio, y un buen consejo a navegantes, de aplicaciones múltiples. Por ejemplo, cabe aplicarlo a la reciente resolución de la dirección de En Comú Podem, que propone la formación de un gobierno de coalición con ERC con apoyo externo del PSC, para salvar los vetos cruzados y dedicarse por fin a la política de las cosas.

Lluís Rabell, en la última entrega de su blog, emplea una metáfora más directa e hiriente que la de Horacio para expresar la misma enmienda a la totalidad: sería ─dice─ dar al vaticanista Junqueras la eucaristía sin confesión.

Sería, negro sobre blanco, permitir a la dubitativa ERC, el partido político más confuso de Europa, mantener tanto su identificación espiritual con el procesismo como el control absoluto y antidemocrático de los medios públicos de comunicación, a cambio de rogarle que se esfuerce en arreglar algunos de los desaguisados que ha patrocinado por activa y por pasiva desde las instituciones catalanas en los últimos tiempos (en algún caso ultimísimos, de ayer mismo sin ir más lejos).

Sería darle la manija de las operaciones, y un cheque en blanco en cuanto a la forma de emprenderlas.

Lo que pretenda conseguir Jésica Albiach por esa vía es para mí un misterio. Rabell barrunta que se trata de una toma de posición mediática, sin recorrido ninguno. Dicho de otro modo, un aria de bravura. Un aria de bravura “más”, hago hincapié en el adverbio. Aquí no se percibe ninguna clave para desatascar la situación; y sí, únicamente, una confirmación tardía de la fascinación morbosa que ejerce la idea-fuerza de la independencia en el ánimo de unas opciones situadas en teoría en la izquierda pero convencidas, como el Arlequín de Goldoni, de que es perfectamente posible servir simultáneamente a dos amos y dejar a ambos satisfechos.

*   *   *

Ayer falleció Roser Martínez Saborit, una histórica de las CCOO catalanas. Roser perteneció, como yo mismo, a aquella generación de sindicalistas que asumió el compromiso de crear una organización sólida donde solo o casi solo había un movimiento con sus característicos puntos altos ─muy altos─ y bajos ─bajísimos─ a partir de la realidad de las luchas de las fábricas y de la repercusión ciudadana que estas tenían. Entre aquella primera fase caracterizada por las coordinadoras y la extensión solidaria de las luchas, y la constitución de una central confederal edificada sobre unos cimientos sólidos, hubo por medio mucho trabajo sacrificado y militante. Tito Márquez, Ángel Rozas, Paco Frutos, Pepe Tablada o Jordi Santolaria, que ya han muerto, y otros como Tomás Chicharro, Jaime Aznar, José María Rodríguez Rovira, Bibiana Bigorra, más los dirigentes de las grandes Uniones y de las primeras, vacilantes, Federaciones, asumieron (asumimos) ese compromiso, más allá de la actividad de base de los líderes de las fábricas.

El trabajo de Roser se centró en las finanzas. Fue una compañera alegre y animosa, pero también de una exigencia absoluta, no solo y por descontado hacia ella misma, sino hacia los demás. Las cuotas son la sangre del sindicato, y las cuotas tenían que fluir de forma transparente, sin meandros ni retenciones, con comprobantes y recibos, con prioridades bien marcadas, para evitar lo que en algunos momentos se rozó: la bancarrota del proyecto.

Las broncas de Roser a los responsables de las finanzas fueron legendarias. José Luis López Bulla, su compañero, la ha llamado “gloria y flagelo” del sindicato. Es exacto, fue las dos cosas, y fue una gloria del sindicato precisamente porque aplicó la dura lex del flagelo, y no la norma acomodaticia del conchabeo.

Descanse en paz. Pocas personas lo habrán merecido tanto.

 

sábado, 27 de febrero de 2021

LA LUZ Y LA TINIEBLA


Georges de La Tour, ‘El recién nacido’, Musée des Beaux-Arts, Rennes.

 

Se llama tenebrista a La Tour, pero por la misma razón se le podría llamar luminista. En el primer día de la Creación, según el Génesis, Yavé creó la luz, y le pareció buena. Entonces separó la luz de las tinieblas primigenias, y de ese modo dio comienzo a la construcción ordenada del mundo.

La Tour realiza una operación parecida. Observen cómo el espacio toma forma y se delimita a partir de la luz de una vela cuyo brillo ni siquiera alcanzamos a ver, porque la mujer colocada a la izquierda lo tapa para nosotros. Es esa luz apantallada por la mano la que crea el espacio pictórico y establece las leyes que lo rigen: las distancias, las perspectivas. Fuera del círculo de luz, no hay nada. Dentro del círculo, toda la luz se derrama sobre la figura resplandeciente del recién nacido.

¿Es un cuadro religioso? No hay ninguna indicación al respecto. La tradición señala cómo nació Jesús en un establo, y la figura del primer plano que sostiene la vela no es congruente con el relato evangélico.

Pero esa figura podríamos ser nosotros, un “nosotros” colectivo y alegórico, aproximándonos a un gran misterio provistos de un principio luminoso (¿la fe?) capaz de desvelar lo que a todos los efectos estaba oculto. Y en ese sentido, sí se trataría de una composición religiosa, muy en la línea de aquel rigor introspectivo del cristianismo jansenista de Port-Royal, y muy distinta de la explosión de luces hirientes y sombras profundas de un Caravaggio.

Por más que los historiadores del Arte tengan a La Tour por discípulo del napolitano.

  

viernes, 26 de febrero de 2021

¿DÓNDE ESTÁN LAS NIEVES DE ANTAÑO?

 


Mais où sont les neiges d’antan?

François VILLON, ‘Ballade des dames du temps jadis’

 

Luciana Castellina (1), en la imagen con un ejemplar de uno de sus libros, ha reseñado en il manifesto (traducido por InfoLibre) la enorme carga de añoranza desplegada en toda Italia por la conmemoración del centenario de la fundación del PCI. Recuerda, entre otras anécdotas, aquella exclamación de Jean-Paul Sartre: «Ahora lo comprendo, ¡el PCI es Italia!»

El PCI no era Italia, pero una parte de Italia, la más noble si me permiten aventurar una afirmación inverificable, vivió y latió al unísono con un partido político que llegó a tener dos millones de afiliados y estuvo presente en todas las facetas de la vida política del país y en la mayor parte de sus instituciones, excluido el gobierno de la nación.

Bien, la “especie PCI”, incluidas algunas homologías menos prominentes de su mismo genoma así en Italia como en otros países de la Europa occidental, se ha extinguido, aparentemente. Su herencia podría haber quedado recogida en parte por un populismo de izquierda poco depurado, que cita de vez en cuando a Gramsci en sus predicaciones pero que es justamente lo contrario de lo que Gramsci quiso construir y organizar. Para decirlo con las palabras de Castellina, lo que él proponía era «un partido como “intelectual colectivo”, comprometido con reducir gradualmente la distancia entre dirigentes y dirigidos». Lo que tenemos ahora más bien es un recital de tenores que encadenan una tras otra las arias de bravura ante un público pasivo que les aplaude extasiado.

La pregunta de Castellina es: ¿qué sigue siendo válido de la experiencia del PCI? Se trata de una cuestión pertinente, a lo que entiendo, tanto en las coordenadas transalpinas como en las nuestras.

Aquí nunca llegamos a tener un partido de masas, ni un partido-país basado en una inteligencia y una voluntad colectivas, con capacidad de intervención en todos los aspectos de la vida política, económica y social. Pero en algunos momentos y en algunos lugares, estuvimos cerca de ese objetivo.

Entonces, ¿qué se ha hecho de las nieves de antaño? ¿Se han fundido definitivamente al sol de la “nueva política”, o es posible todavía activar de alguna manera las “reservas inexploradas del genoma Gramsci”, como las llama Castellina?

 

(1) Ver “El Partido-país y las reservas inexploradas del genoma Gramsci” en https://www.sinpermiso.info/textos/el-partido-pais-y-las-reservas-inexploradas-del-genoma-gramsci?fbclid=IwAR1pY_68vjPu_DdTe8ShMSkWK8OMKFXI50R6gmtaC5YMAQi4fkTC234tlfk

 

jueves, 25 de febrero de 2021

VALOR MONETARIO Y VALOR REAL

 


En la sección de Opinión de El País de hoy aparece un artículo de Mariana Mazzucato sobre la BBC, esa enorme entidad cultural pública del Reino Unido. Puede parecerles que el tema nos cae muy lejos, pero les recomiendo la lectura; Mazzucato siempre vale la pena.

En el primer párrafo de su artículo, critica la afirmación de Mark Carney, ex gobernador del  Banco de Inglaterra, de que desde la crisis de 2008 las normas y las instituciones se definen ante todo por su valor monetario. Es la eterna confusión entre valor y precio, señala Mazzucato.

En efecto, tampoco el valor de una empresa privada se puede definir estrictamente por su precio de mercado, puesto que hay muchas otras variables sociales a considerar: el empleo que genera, el tipo de energía que utiliza y sus repercusiones en el medio ambiente, o su contribución al común en impuestos y en otras posibles provisiones sociales (comedores, escuela, cultura, actividades lúdicas).

Si eso es así en un centro de trabajo privado, que expande una influencia determinada en el territorio en el que está radicado, la repercusión de una institución pública como la BBC es inmensamente mayor. La BBC llega a una audiencia de 460 millones de personas cada semana; ¿cómo se mide esa influencia en valor monetario?

Imposible calcularlo, imposible definir al detalle la suma de beneficios que arrastra con sus emisiones y sus iniciativas y proyectos. Sí se ha llegado, sin embargo, a la conclusión ─nos dice Mazzucato─ de que por cada dólar US (llámenlo euro, no cambia el principio) del erario público invertido en producción cultural, la economía crece 5 dólares en promedio. El efecto multiplicador en la industria del automóvil es solo de la mitad.

Todo ello debería llevarnos a una reconsideración del valor de lo público. Una leyenda urbana extendida dice que lo público es lo que nos arrebata Hacienda de los bolsillos, y lo privado el progreso que conseguimos con el sudor de nuestra frente. Los puntos débiles de esta forma de ver las cosas son dos: de un lado, es una ley invariable (con todas las honrosas excepciones que sin duda existen) que quien más tiene, más defrauda, de modo que el peso de las finanzas públicas que alimentan la calidad de vida de las personas no lo sostienen las grandes fortunas, sino la masa de los contribuyentes medios. El otro punto débil es que, también por ley no escrita, quienes más provecho extraen de la economía no lo hacen invirtiendo el sudor de su propia frente privada, sino el de la frente de otros.

Las dos fallas en el razonamiento vienen a coincidir y a servir de ejemplo práctico en la campaña que está llevando a cabo el multimillonario Rupert Murdoch para conseguir que el Estado deje de financiar a la BBC ─a la que considera un cuasimonopolio de la información─ y financie en cambio su intento de consolidar en Gran Bretaña una cadena de televisión de ultraderecha similar a la Fox News estadounidense que él mismo puso al servicio de Donald Trump y de su intento de impugnar los resultados electorales alegando un pucherazo que nunca existió.

De esta forma tan cruda se diferencian en la vida real el valor monetario y el valor social.

 

miércoles, 24 de febrero de 2021

NO CAIGAMOS EN LA TRAMPA DE NO CAER EN LA TRAMPA

 


A veces las cosas no son lo que parecen. Por ejemplo, la imagen de arriba, tomada el sábado pasado en el Paseo de Gracia de Barcelona. Ustedes pensarán quizá que se trató de un hecho aislado y lamentable, un vivales pescando en río revuelto durante unos disturbios convocados para otra cosa.

No caigan en la trampa, no se trató de un hecho aislado. Fue, por decirlo de algún modo, la tónica dominante en el evento. Se quemaron muchos contenedores, se destrozó mucho mobiliario urbano y se asaltaron muchos comercios de lujo. De lo que se trataba era de reivindicar la libertad de expresión, y de los hechos se deduce que los manifestantes se expresaron con una libertad envidiable.

Las fuerzas represivas les reprimieron, lo cual está en la naturaleza misma de las cosas; pero también fueron atacadas por aguerridos componentes de la movida. No hubo servicio de orden de la manifestación, pero sí un eficaz servicio de desorden, que amparó a los avispados pescadores en río revuelto. Hubo provocaciones recíprocas entre manifestantes y policías, y podrían pensar ustedes que también hubo extralimitación por ambas partes. No caigan en la trampa. Se ha abierto una investigación para depurar responsabilidades en la actuación de los Mossos, pero no se percibe en cambio ninguna iniciativa institucional dirigida a exigir responsabilidades por la actuación de los manifestantes y de quienes les convocaron. Alguien ha sugerido que Arran, la organización juvenil de la izquierda independentista, que llamó a utilizar los contenedores de basuras como luminarias de la libertad, debería abonar los destrozos causados al Ayuntamiento; pero no parece que la proposición vaya a prosperar.   

Si nos ponemos líricos, una especialidad de la CUP, podemos calificar la imagen que preside estas líneas como una recuperación justa y lícita de la plusvalía arrancada al proletariado por la voracidad del capital financiero. La CUP tiende a ver la lucha de clases en clave de dibujos animados.

La manifestación convocada de la forma como se convocó debía mostrar a Europa la realidad de un país sumido en la anormalidad democrática por la represión desatada contra la libertad de expresión. Era importante que Europa no cayera en esa trampa. Dos cuestiones decisivas dependían de ello: una, la vía libre para la constitución de un govern exclusivo de creyentes en la causa, si bien rabiosamente peleados entre ellos; la otra, la ratificación de la inmunidad de la carlinada presente en el Parlamento europeo.

Europa no ha caído en la trampa de no caer en la trampa. La Comisión de Asuntos Jurídicos de la Eurocámara ha dado vía libre a la revocación de la inmunidad por actos sin relación con las funciones de Puigdemont, Comín y Ponsatí como parlamentarios europeos. El Pleno ratificará posiblemente ese dictamen dentro de pocos días.

Y el embrión de govern, muy dispuesto a ponerse anteojeras en relación con la situación de emergencia sanitaria, desastre económico y alarma social en Cataluña, para centrarse en la tarea prioritaria de preparar a conciencia un referéndum de autodeterminación, muy posiblemente unilateral, que tendría lugar en la legislatura siguiente, también sigue encallado porque Laura Borrás no ve claro qué papel va a tener ella en la distribución de tareas del nuevo ejecutivo. Suena que podrían nombrarla vicepresidenta segunda, válganos el cielo.

 

martes, 23 de febrero de 2021

EL SOL DE LA INFANCIA DE ANTONIO MACHADO

 


Tumba de Antonio Machado en el cementerio de Colliure. (Foto compartida del muro de Cristóbal Gil Quirós.)

 

Ayer se cumplieron años (82) de la muerte de Antonio Machado en Colliure, un miércoles de ceniza, a las tres y media de la tarde, en su cama del pequeño hotel de Pauline Quintana; ella conservó como un tesoro hasta su muerte la cajita de madera que le había entregado el poeta para que la colocara en su tumba. Antonio guardaba en ella tierra de España. Al recibir la caja de sus manos, Madame Quintana intentó quitarle de la cabeza ideas negras, pero él retrucó: «Mis días, señora, están contados.» Nos lo ha contado Ian Gibson en una biografía exhaustiva, Ligero de equipaje. La vida de Antonio Machado (punto de lectura 2007).

Pocos días antes de morir, Antonio pidió a su hermano José que le acompañara a ver el mar. Fue seguramente su última salida. Bajaron los dos a la playa y se sentaron en una barca varada en la arena. El sol de mediodía daba “casi calor”, según reseñó José. Antonio asumió una actitud meditativa característica en él, con la mano apoyada en la cayada del bastón, y dejó perderse su mirada en el movimiento incansable de las olas. Tal vez de aquella contemplación arrobada ─el sol de febrero, el mar infinito a mediodía─ surgió el último verso que se le conoce, un alejandrino: «Estos días azules y este sol de la infancia». José Machado encontró, días después de la muerte de Antonio, las palabras garabateadas a lápiz en un pedazo de papel arrugado metido en el bolsillo de su gabán.

Con ese verso había apuntados otros, correspondientes a las canciones a Guiomar: «Y te daré mi canción: / se canta lo que se pierde, / con un papagayo verde / que la diga en tu balcón.»

Es también significativo ese apunte. Machado predicó que la buena poesía debe recitarse sin énfasis ni retórica, como el recitado a coro de las tablas de multiplicar en una escuela infantil (“ese sol de la infancia”), o como el cuento de la buena pipa. En ese verso a Guiomar, el símil es el de un papagayo que repite un sonsonete sin sentido para él.

Se canta lo que se pierde: tantas cosas valiosas, los días azules y el sol de la infancia, los amores gastados, las luchas sin fruto, un remolino de vida que acaba varado en la arena de una playa lejana, como un pecio arrojado por la tormenta.

Otro poeta, Louis Aragon, describió así la vida (en Il n’y a pas d’amour heureux): «La vida se parece a esos soldados sin armas, equipados para otro destino, que encontramos al anochecer vagabundos e inciertos…» (La vie, elle ressemble à ces soldats sans armes / qu’on avait habillé pour un autre destin / et qu’on retrouve au soir desoeuvrés, incertains…)

Un dato curioso: el poema de Aragon está escrito en alejandrinos, como el último verso de Machado.

 

lunes, 22 de febrero de 2021

LA NOCHE DE LOS CRISTALES ROTOS

 


Ventanales modernistas del Palau de la Música Catalana.

 

Se ha alineado una tormenta perfecta para vandalizar el centro de Barcelona. Los elementos combinados para ello han sido varios e incluso contradictorios entre sí, pero su acción conjunta está resultando desastrosa.

Las elecciones del Día de San Valentín no han traído, que se sepa, un rebrote de la pandemia, como vaticinaban voces agoreras, muy interesadas en un retraso estratégico (uno más) de la puesta de urnas. Había que amortiguar el efecto Illa como fuera, y recuperar para Waterloo el bastón de mando de las operaciones. El joven Aragonés estaba interesado en el primer objetivo pero no en el segundo; quizás fuera esa la razón de que firmara un aplazamiento sin los requisitos pertinentes ni validez legal, y los tribunales le devolvieran la tostada.

En todo caso, el resultado de las urnas ha sido posiblemente insuficiente para un cambio de rumbo, por un lado; y por otro ha dejado posiblemente en precario a la corte de carlins del nuevo Pretendiente Don Carles Maria Isidre Puigdemont, que ha de afrontar ahora en compañía de Toni Comín y Clara Ponsatí la revisión con lupa de su inmunidad europea.

Como consecuencia de todo ello, la vuelta a la calle como ultima ratio era obligada. Disfrazada, para no infundir sospechas, de protesta por la “anormalidad democrática” de un país, España, donde se encarcela a la libertad de expresión. El objetivo, entonces, de la movida concertada era debilitar las opciones de un gobierno vertebrado en torno a Salvador Illa arropado por otras fuerzas progresistas, y de paso impresionar a Europa para evitar la espada de Damocles de las extradiciones con un despliegue “pacífico” y “democrático” en el que el papel de los malvados recaería en las fuerzas represivas, pocas, mal equipadas y mal dirigidas desde la Conselleria del Interior.

En ese esquema importaban muy poco un mindundi, Pablo Hasel, glorificado como mártir, y un vicepresidente indiscretamente impenitente, Pablo Manuel Iglesias, que se otorgó a sí mismo el papel de mediador en el conflicto y recibió a cambio las iras de tirios y de troyanos. Iglesias y Echenique tejen su propia estrategia en este zurriburdi, atentos sobre todo a las veleidades de la rosa de los vientos en lo alto de la torre del homenaje. Tienen margen suficiente para encontrar soluciones a una mengua considerable de sus apoyos antes de las próximas elecciones generales, pero sus males no se resolverán con muchos tuits, mucha presencia escénica y más política verticista secundada por un coro de majorettes; no estamos en tiempos de despotismo ilustrado, y en eso más o menos ha venido a parar el amplio movimiento surgido desde abajo el 15-M.

Borrar las posibles secuelas del efecto Illa, por un lado, y ensalzar a Puigdemont por otro, eran entonces los grandes objetivos de la tormenta perfecta que ha descargado sobre Barcelona. Pero, como suele suceder, se han sumado a la cita otros vectores no previstos: de un lado, la rabia de muchos/as jóvenes crecidos en la precariedad y el desamparo más absoluto, sin un porvenir claro, sin un empleo decente, sin nada en el mundo que perder. No son indepes, no sienten veneración por la Cataluña protohistórica, y pisan las avenidas del centro de Barcelona como los furtivos se adentran en los bosques privados donde la gran burguesía tiene establecidas sus reservas de caza.

Las imágenes recurrentes de los atracos con fractura en comercios de lujo va a perjudicar posiblemente las alegaciones de Waterloo en el Parlamento europeo; el derecho de propiedad es sagrado en la Unión, y no hay horror vacui mayor que el del propietario que ve volar sus valiosas mercancías, saqueadas por las turbas.

Para acabar de descuadrar las cuentas del Gran Capitán de la ANC y los CDR, entre el mogollón de fieles que acudieron a su llamada se infiltraron comandos experimentados de la ultraderecha, los mismos caretos ya vistos en otras ocasiones sembrando el caos a su alrededor. Posiblemente (1) fueran ellos los que apedrearon el Palau de la Música. Hay símbolos de la fe que son tabú para los creyentes. Me remito al tuit de un cuarentón que participaba en la manifa y se enteró por el móvil de lo que estaba ocurriendo en un lugar bastante alejado del cuerpo principal de la protesta: «Que no us enredin, collons, cap indepe tiraría ni una sola pedra al Palau de la Música. Cap ni un.»

  

(1) El lector avisado se habrá dado cuenta de que es la cuarta vez que empleo el adverbio “posiblemente” en este breve texto. Posiblemente lo haya hecho adrede, a cosica hecha.

 

domingo, 21 de febrero de 2021

PATINAJE SOBRE HIELO



Henry RAEBURN, ‘El Reverendo Robert Walker patinando en Duddingston Loch’ (The Skating Minister), 1795, Galería Nacional de Escocia.

 

El Reverendo patina sobre una fina capa de hielo con airoso estilo y plena confianza en sí mismo, pero una grieta oculta podría inmortalizarlo en mitad de una de sus elegantes piruetas. Esa es la situación aquí y ahora mismo. Un gobierno progresista en trance aún de consolidación, un sudoku con muchas incógnitas por resolver en Cataluña después de unas elecciones autonómicas a cara de perro, un lento y contradictorio proceso de consenso social en torno al nacimiento de una nueva generación de derechos para las personas, y simultáneamente una emergencia neofascistoide inducida, que apunta al corazón de una democracia que se está devaluando, desde foros y tribunas de orientaciones diferentes, al adjetivarla de “democracia de mierda”.

Oigan, si lo que tenemos es una democracia de mierda, yo la prefiero netamente a una mierda sin democracia. Estoy dispuesto, ahora y siempre, a movilizarme a favor de la democracia, a sabiendas de que no es perfecta; no defenderé en cambio la mierda, por perfecta que la pinten.

El problema no es entonces la defensa de la libertad de expresión, el problema es dar tanta cancha a la libre expresión del odio social. Justificar el veneno, y criticar en cambio la aplicación diligente de los oportunos contravenenos. Eso sí es anormalidad democrática. Piensan algunos que la democracia no necesita ser protegida, que es posible patinar indefinidamente sobre el hielo porque ninguna pedrada, ningún fuego, ningún deshielo repentino arruinará de pronto la delgada capa sólida sobre la que ellos evolucionan con la ambición de aprovechar el impulso para asaltar los cielos y ocupar con un golpe de mano audaz el centro del tablero.

Esto sí es una batalla. El fin no justifica los medios. La democracia necesita combatir activamente cualquier  movimiento, manifiesto o solapado, generado en las covachuelas oscuras de la Antipolítica. "Convivir" con esta, como se predica, no puede ser de ningún modo recomendable.

  

sábado, 20 de febrero de 2021

REMEMORANDO A LOS CLÁSICOS

 


Apoyao en er quisio de la mersería…

 

Ayer por la tarde salimos temprano para sentir la respiración de la Rambla y echar un vistazo a los comercios que recién reabrían las puertas después de la hibernación por la tercera ola del virus. Recorrimos la plaza Cataluña, estaban abiertas las puertas del Corte Inglés y mucha gente dentro, pero nosotros no entramos. Carmen hizo cola para comprar hilos que necesitaba para un bordado, en la mercería (no mancebía, pero casi) Santa Ana, y yo le pedí una foto en el quicio de la entrada, en homenaje a doña Concha Piquer.

Cuando remontamos hasta Fontanella, el aire estaba ya enrarecido por el humo a basura y plástico quemado de los contenedores próximos a la Universidad Central. Eran las seis y cuarto. Quienes pretenden ver luz al final del túnel en las actuales movidas, deben graduar mejor sus gafas: no es luz sino fuegos fatuos, sombras chinescas, fantasmagorías que se arrastran a empujones hasta el centro de la calle para cortar el tráfico en ambas direcciones.

Aceleramos el paso, y llegamos a casa sanos y salvos. Durante el resto de la atardecida el barrio fue de nuevo campo de Agramante, a la sombra de los monstruos surgidos entre lo nuevo que despunta y lo viejo que se resiste a morir.

Leo que en las movidas participan la extrema izquierda y la extrema derecha juntas pero posiblemente no revueltas, amén de bandas de desaprensivos de otro género, que aprovechan que la policía está ocupada en refrenar disturbios para robar con fractura, de preferencia en tiendas de ropa de marca y de modernidades molonas tales como ipads e iphones.

Tenemos en Cataluña el índice de confusión política más alto de Europa; no lo digo yo, lo dice López Bulla, que viene alertando en su bitácora de que tal circunstancia enreda considerablemente la apreciación, por parte de los sujetos de la política, sobre qué es lo primero, qué es lo que debe ir antes, y por qué resulta conveniente que ambas categorías se entrelacen en feliz coyunda en la armonía de las esferas.

Rememoré así ayer a nuestros clásicos. A propósito, dice Irene Vallejo que en la Roma antigua los “clásicos” eran los propietarios, las personas "con clase" que gozaban de los privilegios anejos a las rentas de la tierra y al derecho a voto en la “re pública” (así, separado). Las personas como ustedes y como yo no éramos clásicos sino infra classem.

Los clásicos que rememoré ayer, entonces, son más bien personas infra classem: don Carlos Marx, don Venancio Sacristán y doña Concha Piquer. Un terceto con fundamento, que diría Karlos Arguiñano, otro clásico.

 

viernes, 19 de febrero de 2021

UNA CIERTA EMERGENCIA DEMOCRÁTICA

 


Estamos en las proximidades del 40º aniversario del golpe de Estado intimidador del año 81. Harán bien, si no lo conocen ya, en leer “La nit de les octavilles” en el Quadern de El País. Marc Andreu ha utilizado por primera vez en un medio informativo de difusión general un material que había pasado cuarenta años inédito en ese formato.

Inédito quiere decir “sin editar”; no era, sin embargo, un material desconocido y tampoco inaccesible, ha estado guardado en un archivo al que historiadores y periodistas han tenido libre acceso en todo momento. Javier Cercas, por poner un ejemplo, podía perfectamente haberlo consultado para documentarse antes de publicar su Anatomía de un instante. No lo hizo, y cabe preguntarse por qué aparece esta información ahora solo en catalán, y solo en una separata o folletín cuya difusión en papel se circunscribe a un ámbito geográfico y lingüístico muy concreto. ¿Fue el 23F un suceso de una repercusión restringida al ámbito de la ciudad de Barcelona y su cinturón industrial? Las enseñanzas que puedan extraerse de una movilización obrera en contra de un golpe militar de la ultraderecha, ¿no interesan más allá de la pequeña crónica local?

Quizá como “celebración” muy especial de la fecha, el país vuelve a estar en una cierta emergencia democrática estos días. Apuntan riesgos de involución y de desgobierno. No me refiero a los políticos catalanes presos, señalados por Pablo Iglesias como una “anormalidad democrática”. Esa es la menor de mis preocupaciones. Me refiero a la guapeza indisciplinada de quienes eligen atacar al gobierno que aborrecen saltándose normas profilácticas publicitadas hasta la saciedad, en un contexto de pandemia en el que cada día muere gente que no se había muerto antes, de modo que las estadísticas de víctimas no se van repitiendo siniestramente, sino que se acumulan hasta límites insoportables (20,5 millones de años de vida en el planeta, según información de hoy mismo).

Me refiero también a la excusa de la libertad de expresión como justificación del vandalismo. Algunas entrevistas en la Cadena SER indican que hay mucha desesperación en los jóvenes que, en defensa de un impresentable, arremeten contra los antidisturbios porque “no encuentran otro modo de que se les haga caso”. No me parece que se trate de “terrorismo urbano”, como ha sido calificado. Pero es grave.

Hacer caso a esos sectores de población maltratados por la crisis, a esa juventud sin futuro, y atender en la medida de lo posible sus demandas urgentes, es una cosa en la que los demócratas, todos, estaremos de acuerdo. Pero jalear los disturbios y culpar de la bronca a la policía obligada a hacerle frente, es otra cosa muy distinta.

El gobierno de coalición aparece dividido en la crisis: la sensación que se tiene es que el PSOE está por el apaciguamiento, y Podemos por el alboroto. En Cataluña, este cóctel altamente inestable presenta el peligro de que se desperdicien unos resultados electorales esperanzadores, y con ellos la ocasión de sentar las bases para un cambio de modelo institucional, económico, social y comunicativo, lastrado por muchos años de gobernanza caracterizada por la corrupción cautelosa o la cautela corrompida, como prefieran.

Es lo que hay. En los próximos días veremos la disposición de las partes a hacer un cesto útil y digno con estos mimbres.

 

jueves, 18 de febrero de 2021

LIBERTAD EN EL TRABAJO

 


Sylvia Pankhurst, ‘Cambiando la bobina en una fábrica de hilaturas de algodón de Glasgow’. Acuarela, Tate Collection.

 

El trabajo se debe diseñar para las personas y no las personas para el trabajo.

Pedro LÓPEZ PROVENCIO, “El trabajo de calidad”, en El Triangle

 

Libertad en el trabajo no es un oxímoron. Muchos economistas tienden a considerar la fuerza de trabajo como un fondo abstracto y fungible de energía “bruta” (en los dos sentidos de la palabra) a disposición de la “inteligencia” de los emprendedores, los únicos que crearían “valor”.

Hay varios equívocos en esa consideración. El más aberrante lo expresó el ingeniero F.W. Taylor cuando sostuvo que el mejor trabajador es el que obedece las indicaciones sin pensar, y que un gorila amaestrado sería el obrero ideal en una fábrica moderna.

En la historia del mundo, la mutación fundamental se produjo cuando una especie zoológica determinada empezó, no a valerse de herramientas para mejorar su alimentación y su hábitat (esa inteligencia está al alcance de muchos animales), sino, atención, a fabricar herramientas con las que fabricar y perfeccionar infinitamente las herramientas que el medio natural no suministra.

Herramientas para fabricar herramientas. Ese es el quid, el principio motor de la tecnología. La historia del trabajo es la historia de la inteligencia, y también la historia de la ardua ascensión del género humano desde el reino de la necesidad al de la libertad.

Porque el trabajo nos hace libres. El trabajo, no el emprendimiento, está relacionado íntimamente con la inteligencia y con la capacidad para ser más libres. La tecnología es la historia del trabajo dirigido a ahorrar trabajo. El emprendimiento solo está relacionado con el aprovechamiento (privado, la mayor parte de las veces) de los frutos del trabajo social. Creer que los dueños de las patentes son los inteligentes, y en cambio las personas que trabajan en los laboratorios para poner a punto las vacunas son meramente fuerza de trabajo sustituible a voluntad del empleador, es tener una idea del mundo y del progreso bastante equivocada.

Lo anterior viene a cuento de un artículo de Pedro López Provencio ─un experto en la calidad del trabajo y en las formas de potenciarla─ en El Triangle, donde el autor señala con claridad cegadora los datos del problema, y aboga por unas condiciones de trabajo que promuevan la mayor eficacia del resultado y la satisfacción mayor de los implicados. Dos conceptos que parecen antagónicos, pero que de hecho son inseparables.

Es puro Marx, como ha señalado un comentario, pero es Marx aggiornado. El Barbudo no llegó a conocer el fordismo, el toyotismo y la “organización científica” del trabajo. Y no vivió la situación en la que los algoritmos sustituyeron al capataz en el control de las tareas, y en que las exigencias a los trabajadores asalariados se multiplicaron desde la toma de posición previa de que el trabajo humano no es más que mercancía indiferenciada, de usar y tirar.

Este es el link del artículo aludido: https://www.eltriangle.eu/es/2021/02/17/el-trabajo-de-calidad/?fbclid=IwAR1dmBUdByr5n86kyK8-c9b3a73a49XMJzDp6BrFPfzA24FHegM7GDaPvWI

 

miércoles, 17 de febrero de 2021

INTEMPERIE


 De izquierda a derecha, Federico Martelloni, Joaquin Aparicio, Andrea Lassandari, Guido Balandi, Gigi Mariucci, Antonio Baylos y Umberto Romagnoli. Al fondo a la derecha, Joaquín Pérez Rey y Pedro Guglielmetti. Toledo, septiembre 2019. (Foto tomada en préstamo del blog ‘Según Baylos’)

 

Se extiende la sensación de desamparo y provisionalidad. La pandemia nos mantiene apartados de los ámbitos en donde acostumbrábamos a socializar, el asociacionismo ha recibido un golpe mortal porque los clubs de lectura, los ciclos de conferencias y las sociedades corales se ven obligados a subsistir a base de webinares, y Amazon ha sustituido al librero de confianza que nos señalaba la novedad editorial más adecuada a nuestras preferencias lectoras.

También las patrias se desentienden de algún modo de nosotros. Algunas nos abruman con símbolos y con banderas, pero las banderas y los símbolos se han banalizado y son referentes vacíos. (También la bandera y el escudo del Barça, el último mito mohicano de un catalanismo autosatisfecho en disolución acelerada.)

Ocurre también con los partidos políticos. No es que fueran gran cosa últimamente, pero el hecho de que incluso el todopoderoso PP se precarice, ponga en almoneda su sede social y se busque la vida en la selva urbana que contribuyó a crear, es cuando menos sintomático.

Antonio Baylos ha publicado en su blog un hermoso “desahogo” sobre el tema: habla de lo que representó en la agonía de la dictadura el partido clandestino como tejido social en el que nos encontrábamos y que nos ofrecía refugio, protección, y certezas desde las que afrontar la dureza de una realidad llena de aristas cortantes (1).

Era otra época, hoy toda nostalgia nos está prohibida. La aldea global ha avanzado a golpe de revoluciones tecnológicas mientras las otras, las revoluciones sociales, han ido cayendo en el descrédito. Hay quien se moviliza con el fondo de las letras raperas indecentes de Pablo Hasél, pero la cosa no va más allá de la consabida quema de contenedores y el atraco ritual a los comercios.

Tenemos por delante un gran desafío: el de construir, en lugar de seguir destruyendo indefinidamente. Inventar alternativas donde nos dicen que no las hay. Tender puentes (nunca levadizos) y cruzarlos para ir en busca de los otros, en lugar de dar vueltas y vueltas en soledad, en las rotondas oscuras saturadas de flechas indicadoras que no llevan a ninguna parte.

El hombre NO es un lobo para el hombre. No por naturaleza.

 

(1) https://baylos.blogspot.com/2021/02/desahogo-electoral-la-cuestion-nacional.html. Se recomienda leer despacio, línea a línea; no en diagonal.

 

martes, 16 de febrero de 2021

SANTORINI Y EL CENTRO DE LA TIERRA

 


Las casas encaladas y las cúpulas azules de Oia.

 

Pasamos tres días en Thira (Santorini), en septiembre de 2008. Pasión de Argonautas. Ya mi sobrino político rodio Panayotis, que tiene un negocio de alquiler de coches en Theologos, me contaba (en inglés, la manera más sencilla de entendernos) que el turismo de septiembre en Rodas es muy distinto al de agosto. En agosto invaden la isla bandadas de matrimonios jóvenes con hijos pequeños; les interesan el sol y la playa, se hacen selfies, asaltan los supermercados, comen hamburguesas y pizzas y espaguetis a la boloñesa, y beben mucha cocacola. En septiembre llegan las parejas maduras que se interesan por los museos, las ruinas, la artesanía y la cocina local.

Lo dicho para Rodas vale para Santorini; en rigor, para cualquier isla turística griega. Pero Santorini es especial; es un muñón telúrico, una masa ígnea solidificada después de más de una tremenda explosión volcánica.

Su nombre es Thera o Thira, para empezar. Santorini es deformación del nombre de Santa Irene que le pusieron los venecianos en la Baja Edad Media, cuando andaban plantando factorías comerciales en toda la ruta navegable hacia las especias de Oriente. Es, técnicamente, un grupo de islas. Geológicamente es un gran cráter semisumergido. Los acantilados descarnados de la isla principal y de su prolongación hacia el oeste, Thirasia, se alzan en semicírculo en torno a un abrigo natural, el antiguo cráter, que contiene en su interior dos islotes, Kaldera (sic) y Palea Kameni (la Vieja Quemada).

El geógrafo griego Estrabón dio noticia de una gran erupción en Thira en el año -198: «A mitad de camino entre Thira y Thirasia, unas llamaradas brotaron del piélago por espacio de cuatro días, de suerte que el mar hervía y ardía.» Grandes olas barrieron las islas Cícladas, Eubea, Fenicia y Siria, y destruyeron dos terceras partes de la ciudad de Sidón. Poco a poco, como empujada por una palanca, surgió a la superficie del mar una nueva isla compuesta de materiales incandescentes: esa fue Palea Kameni.

Las casas blancas y cúbicas festonean la parte superior de los acantilados de las dos aglomeraciones urbanas principales de la isla, Fira en el centro y Oia (se pronuncia Ía) en el norte. El efecto exótico atrae turistas de todas las latitudes. Los grandes cruceros y los catamaranes de las navieras locales echan el ancla en el cráter, frente al puerto de Fira. Es decir, tal como lo expresó don Luis de Góngora, ocupan «… de este, pues, formidable de la Tierra / bostezo, el melancólico vacío…» 

 


 

El acantilado de Fira, desde Kaldera.

Pero la historia geológica de Thira es muy anterior a los tiempos de Estrabón. Los geólogos han determinado que en tiempos la isla tenía una extensión por lo menos tres veces mayor a la actual y estaba coronada por un pico volcánico de unos 1500 metros de altitud. Hacia el año 1470 a.C. una gigantesca erupción, cuatro veces más fuerte que la presenciada por Estrabón, desintegró la isla y la sumergió parcialmente en el Egeo. La explosión se supone superior incluso a la del volcán Krakatoa, y de un efecto más destructivo que el de una bomba atómica.

 Thira está apenas a cien kilómetros del norte de Creta. Se supone que el cataclismo provocó la destrucción de Cnossos y de otros asentamientos minoicos próximos a la costa. En el Egipto faraónico los efectos fueron tremendos: el cielo se oscureció, las cenizas hacían irrespirable el aire, las bestias y los peces morían. Fueron las siete plagas mencionadas en la Biblia, y la descripción de la retirada de las aguas del mar Rojo con el posterior tsunami que arrasó el ejército de Faraón, pudo ser el simple registro veraz de un sucedido histórico.

Tómense un par de días, cuando hayamos pasado la página de la pandemia, para una visita a Santorini, de preferencia fuera de la temporada alta. De Lanzarote cabe decir lo mismo, y allí verán los efectos de una erupción mucho más reciente. Y lean la novela de Julio Verne. Es una triple ocasión de viajar al centro de la Tierra sin abandonar su superficie.

 


En el puerto de Fira.

 

lunes, 15 de febrero de 2021

AHORA EMPIEZA EL TIROTEO

 


Un "día después" histórico. Los fusilamientos del 3 de Mayo, por Francisco de Goya. Museo del Prado.

 

El “día después” amanece difícil. Los números son de sobra conocidos, se pueden barajar un poco en un sentido u otro, pero no se prestan a interpretaciones muy imaginativas.

El “efecto Illa” se consolida, y el PSC pasa a ser el primer partido catalán. Eso tiene sus consecuencias.

De otro lado, las diversas modalidades del independentismo prêt-à-porter alcanzan la mayoría absoluta y están en condiciones de cumplir su amenaza: Tornarem a fer-ho!

Eso tiene también sus consecuencias.

Las urnas no han tenido piedad del PP de Casado ni de los Cs de Carrizosa; se han mostrado severas con los Comuns, generosas con la CUP que vuelve a contar para algo en el tablero, y versallescas con Vox, que hace una entrada triunfal como cuarta fuerza en el hemiciclo.

Visto en conjunto, el resultado es un disparate. La victoria de Illa es insuficiente, la ventaja independentista es insuficiente también, y la antipolítica tiene una capacidad a todas luces excesiva para bloquear todas las posibles salidas políticas.

Se acabó el alboroto, y ahora empieza el tiroteo.

ERC puede elegir para formar gobierno entre dos tripartitos, el procesista y el de la izquierda política. Junqueras ya ha declarado que su intención es sumar para el primero de ellos.

Hay una lógica inmanente en esa posición: en un tripartito de izquierda, ERC sería solo la segunda formación; en un govern indepe, en cambio, puede reivindicar la pole position, la manija, el mango de la sartén.

¿Lo va a conseguir? No creo que el Napoleón de Waterloo se acomode con facilidad a un papel de segundón, que además comprometerá el modus vivendi de su exilio dorado. La distancia en votos entre las dos formaciones es pequeña (un solo escaño), y los Junts superan a Esquerra en masa de maniobra en campo abierto: cuentan con la fiel infantería de la ANC, los CDR y el Consell per la República. ERC puede tomar la decisión heroica de vadear el río llevando a cuestas el escorpión de la CUP. Pero ni la CUP se fía de ERC (tampoco de Junts, eso es verdad), ni ERC se fía de la CUP. Estamos en un terreno atravesado por trincheras y campos de minas; el fuego de enfilada va a ser muy vivo; y una nueva fuga hacia adelante no va a contar con el beneplácito de los menguantes poderes económicos, que reclaman a grito pelado estabilidad, seguridad jurídica y sostenibilidad, para restañar sus graves pérdidas. Todo iba bien para las empresas cuando el procès significaba manos libres en la empresa y jugosos contratos público-privados. Todo va mal cuando la República virtual, incapaz de darles lo que piden, les alecciona además con la advertencia de que los hijos de la burguesía habrán de estar dispuestos a pasar por la cárcel si quieren realizar el sueño de la independencia.

El flamante PSC de Illa sí tiene capacidad para ofrecer seguridad y financiación (con condiciones) a la economía maltrecha. Tiene un pie asentado con firmeza en el liderazgo de la oposición catalana, y el otro pie en el gobierno central. Su influencia en los acontecimientos ha crecido, y crecerá más todavía con el paso de los días, en la lucha por la sanidad pública y la reconstrucción económica. Tiene en sus manos el cordón de la bolsa, y ese cordón es mucho más relevante que el cordón sanitario que le montaron cinco partidos (dos de ellos han resultado extraparlamentarios) en su contra.

En cuanto a los Comuns, he dicho antes que las urnas han sido severas con ellos. Su campaña ha sido buena. Las intervenciones de sus líderes se han centrado en aspectos programáticos importantes, que otras opciones han dejado de lado. Han demostrado que podrían gobernar bien, que tienen capacidades, ideas y recursos.

Su principal defecto ha estado en la estrategia, creo. Han mostrado una clara vocación de bisagra, desperdiciada en un contexto en el que ha habido una confrontación a ultranza entre las dos grandes opciones de país. Con la cruda descalificación como principal argumentario, la posibilidad de una bisagra ha quedado suspendida en el aire, sin apoyo material.

La pretensión del Amado Líder de ejercer una geometría variable de gobierno/oposición ha añadido un hándicap excesivo para una propuesta que merecía mucha más atención y consideración.

Pero los Comuns han sobrevivido a la ordalía sin daños irreparables. No es mucho, pero algo es. Estas no eran sus elecciones; su momento llegará, quizás, más tarde. Las formaciones que componen esa plataforma tendrán que debatir mucho internamente sobre qué hacer a continuación.

Atención. Va a empezar el tiroteo.

  

domingo, 14 de febrero de 2021

VOTO EN URNA

 


Cuarenta y cinco minutos de cola para votar. No me había pasado nunca, supongo que es una buena señal.

Mi distrito (Eixample) es poco de Jéssica. Recuerdo que hace años nos hicieron una encuesta a pie de urna a Carmen y a mí. Habíamos votado ICV. En los primeros resultados de la noche electoral anunciaron un crecimiento de voto significativo a ICV, que luego se desinfló como un soufflé a medida que llegaban los votos reales. Siempre sospechamos que la culpa la había tenido quien nos preguntó al salir del colegio precisamente a nosotros, que somos vistosamente atípicos en nuestro barrio.

Habría querido disponer de dos votos, hoy. Vittorio Gassman defendía en una entrevista que el Dios Supremo había sido cicatero con nosotros: debió darnos dos vidas, no solo una. Una es demasiado poco, tres son seguramente multitud.

De tener dos vidas, cosa que debería haber estado prevista de ser el Cielo la democracia perfecta que tampoco es, yo habría votado hoy con dos papeletas distintas. La expresión de lo que deseo no me cabe en una sola. ¿Qué pasa cuando lo que quiere uno es un gobierno de coalición de progreso, un gobierno con ingredientes diferentes, con dos almas perfectamente legítimas, con tensiones y conflictos como la vida misma?

No deseo vivir en una balsa de aceite, no en un oasis con palmeras en medio del desierto, no en el silencio del acatamiento temeroso de la alta superioridad infalible que distingue para nosotros el bien del mal.

Estoy, como escribió Mario Benedetti en un poema de referencia, contra los puentes levadizos.