lunes, 31 de agosto de 2015

LA TEORÍA FELIPISTA DE LA EQUIDISTANCIA


Aquí no se despacha hoy. Si necesitan ustedes un análisis de urgencia de la carta abierta de Felipe González sobre los catalanes, recurran por favor al blog de guardia para la jornada, Metiendo bulla, y más en concreto a:
A lo más que se aviene este bloguero empecatado y multirreincidente es a una glosa somera de tres puntos nodales de la filípica (¿deberíamos para el caso llamarla “felípica”?) pergeñada por el maestro de Pineda de Marx. Son los siguientes:
1.- Sobre Felipe mismo.
Señala López Bulla la personalidad «aproximadamente ágrafa» de Felipe. La observación es certera. Felipe González no se prodiga en la escritura, todo lo contrario. Solo muy de tarde en tarde destapa el tarro de las esencias, y en cada ocasión en que lo hace multiplica las expectativas. O mucho me equivoco, o en la última ocasión en que paseó su firma por los medios, trató con su peculiar estilo contundente de los peligros del bolivarismo para la convivencia democrática. Hablaba de Venezuela, claro está, pero sobre todo hablaba de otra cosa.
En esta ocasión, el tema es el secesionismo. No cabe duda de que Felipe reserva sus intervenciones escritas para las grandes ocasiones y los grandes enemigos políticos.
2.- Sobre el destinatario real de la epístola.
El apóstol Pablo de Tarso, gran precursor de Felipe González en las tareas de salvaguardar las esencias del dogma revelado, dirigía sus admoniciones a grupos eclesiales determinados: los corintios, los gálatas, los tesalonicenses, los efesios. Felipe se dirige abiertamente a los catalanes. Sin embargo, algo no acaba de encajar en la relación entre el mensaje y el destinatario atribuido. Primero, porque de todos es sabido que a Felipe los catalanes le han traído al pairo durante décadas, y así lo demostró de forma consistente en sus quehaceres de gobierno cuando los ejerció. Segundo, porque no hay en su carta mención a ningún tipo de alternativa viable a la secesión catalana en ciernes, a pesar de que su partido sí defiende una política concreta, la federal, en este terreno. Bulla lo expresa del modo siguiente: «… todo indicaría que González, con sus estudiadas omisiones, está propinando un cogotazo a los federalistas del PSOE y a la Declaración de Granada que, aunque insuficiente, es el planteamiento oficial.»
Se trataría, según la hipótesis planteada por Bulla, de un disparo por elevación. Se apunta pretendidamente a la hijuela, los catalanes en trance de entrar en una vía muerta; pero en realidad se está avisando a la nuera, el comité de sabios del PSOE que prepara las propuestas del partido para la reforma constitucional. ¿De qué se le avisa? De que antes muertos todos que federales.
3. La teoría felipista de la equidistancia.
No puede estar de acuerdo Felipe, y lo señala con cierto arrebato, con una “equidistancia” entre «los que se atienen a la ley y los que tratan de romperla». El primer grupo al que se refiere está meridianamente claro: se trata del Partido Popular, con el que acaba de marcar distancias en el mismo párrafo. El segundo grupo, el de los que “tratan de romper la ley”, no está ni mucho menos tan claro. Parece referirse a los independentistas catalanes, pero no habla de romper España, sino de romper “la ley”. La ley suprema, obviamente. La Constitución. Felipe está diciendo, o eso es lo que cabe deducir de su modo de expresarse, de cierto no improvisado (como se ha aclarado en el punto 1 de estas breves notas a pie de página), que no está dispuesto a que se toque sustantivamente la arquitectura del Estado dibujada en el articulado de la ley suprema de 1978. No está dispuesto él en particular, ni por extensión lo están corporativamente otras personalidades próximas a su muy amplio círculo de amistades y conocimientos.
Buscar la equidistancia, entonces, en esta fraseología particular, significaría dar pasos hacia un terreno de encuentro y de acuerdo entre concepciones y opiniones distintas sobre la forma y el encaje de las instituciones. Negar la equidistancia entre los que se atienen a la ley y los que quieren romperla, supone ni más o menos que plantarse en donde estamos; en el mismísimo marasmo en el que chicolea Don Tancredo Rajoy.
Así lo han percibido también varios analistas y políticos en activo, que reprochan a Felipe el que se alinee en esta encrucijada decisiva con la derecha. Se supone que, si tal anàlisis es incorrecto, habrá un desmentido.
 

domingo, 30 de agosto de 2015

ELOGIO DEL FUTURO DE SUBJUNTIVO


Caballero, si su intención o su gusto es hipotizar futuribles, no lo dude más, la herramienta gramatical idónea para sus afanes es el futuro de subjuntivo.
(Un inciso: el verbo “hipotizar” es un horrible barbarismo idiomático; la Real Academia alerta contra su uso, y sugiere como preferibles “conjeturar” o, como mal menor, “hipotetizar” que tampoco está admitido por los puristas ni consta en los diccionarios, pero al menos sigue las reglas usuales del idioma para construir verbos a partir de sustantivos. Si en la frase de arriba he preferido emplear la barbaridad de moda, ha sido más que nada por joder.)
Volvamos al asunto que nos ocupa con dos ejemplos. Usted, un caso, desea advertir al común de las gentes que si se da el caso de que alguien pretenda pasar por culto sin serlo, habrá de memorizar una larga jeri, o sea gonza, de palabras sin mucho sentido pero que bien colocadas den lustre al discurso. Observe ahora cómo Quevedo despacha el asunto en dos endecasílabos bien medidos: «Quien quisiere ser culto en sólo un día, / la jeri aprenderá gonza siguiente…»
Atienda en particular a ese «quisiere». Es un futuro de subjuntivo: la clave de bóveda de toda construcción hipotética; el signo del futurible.
Vamos ahora a la excepción que confirma la regla. De un poeta eximio pasamos a un poeta mecánico. Juan de Mairena (heterónimo de Antonio Machado) analiza una composición fabricada por una especie de organillo hipotético al que llama “aristón poético o máquina de trovar”. La cadena de remisiones (del poeta a su heterónimo, del heterónimo a la máquina) bastaría para ponernos en guardia sobre la probabilidad de lo que afirma la composición en cuestión. Este es el texto parido a golpe de manivela: «Dicen que el hombre no es hombre / mientras no oye su nombre / de labios de una mujer. / Puede ser.» Señalemos de pasada la doble sombra de duda proporcionada, a mayor abundancia, por la propia máquina de trovar: el “dicen que” inicial, y el “puede ser” final, que pertenece según Mairena al tercer pedal del registro del aristón, susceptible de ser pulsado o no a voluntad del ejecutante, sin perjuicio del conjunto.
En el caso de que, dado su carácter hipotético, conjugáramos dicha composición en futuro de subjuntivo, sonaría así: «El hombre no fuere hombre / mientras no oyere su nombre / de labios de una mujer. / Pudiérase.» Una plasta. Por fortuna, la gracia sevillana de don Antonio arregló el desaguisado, y la coplilla, según he podido comprobar en Google, sigue haciendo fortuna.
Todo lo anterior viene a cuento de una anécdota reciente. Llevo varios días afligido por un ataque no grave, pero persistente, de melancolía. Un amigo me paró ayer en la calle y me preguntó si soy partidario de Podemos. Sacudí la cabeza.
– En todo caso – le contesté –, sería partidario de Pudiéremos.
 

sábado, 29 de agosto de 2015

REDOBLE DE TAMBORES


Es incierto, contra lo que titula El País, que la intervención policial en la sede de Convergència Democràtica de Catalunya haya fracturado la lista unitaria de Junts pel Sí. No se ha fracturado ni la lista, ni ninguna otra cosa. De hecho se esperaba la interferencia judicial en la contienda electoral; era una posibilidad que entraba en los cálculos de todos los acimuts de la política catalana, y en particular en los del astuto Mas.
Se escenifican estas elecciones catalanas como un choque de trenes. Para el caso, tanto da que se trate de un choque frontal, como habíamos visualizado la mayoría, o de un alcance por detrás, que es lo que ahora mismo pretenden servirnos. A efectos de política espectáculo, el escenario es el mismo. Ahora Usain Mas vuela por la pista perseguido muy de cerca por Justin Fernández Díaz. El suspense se centra en saber cuál de los dos llegará primero a una línea de meta que cada vez resulta más abstracta, más cargada de simbolismos huecos, más alejada de los quehaceres sencillos y prosaicos de la política sin adjetivos.
Es de nuevo, una vez más, hasta la saciedad estomagante, el espectáculo de Cataluña a un lado y el Estado al otro, solos los dos contendientes en el ring elegido por ambos. Se trata de saber si el PP de Mariano Rajoy torcerá el brazo del independentismo, o si Artur Mas, nuevo Houdini, logrará zafarse otra vez de los nudos que lo aprisionan. Puro espectáculo. Redoble de tambores. Espectadores que retienen el aliento. Se cruzan las apuestas, y se olvidan los problemas y los apuros de la Cataluña real, la que ayer evocaba Quim González en un artículo memorable. Y es que los protagonistas pretendidos del duelo están empujando a dúo esos problemas reales, acuciantes, lejos del semicírculo del escenario iluminado por las candilejas.
Seguirán adelante las pesquisas policiales, como corresponde en la persecución legal de un delito tipificado, y seguirá también intacta la lista de Mas, porque es una lista tejida con la materia de que se fabrican los sueños. Cuesta mucho que nuestras autoridades políticas y nuestros medios de comunicación entiendan que los problemas de Cataluña no son los de Jordi Pujol y familia, los de Sumarroca y los de Osácar. Y cuesta otro tanto que las fuerzas vivas de esta pequeña nación entendamos que los culpables de la situación que estamos padeciendo no se encuentran ni exclusiva ni mayoritariamente en unas instituciones “opresoras y malignas”; sino que las responsabilidades están mucho más extendidas y repartidas.
El resultado de las elecciones del 27S puede poner las cosas en su sitio. También puede que no. Parafraseando las palabras de Pep Guardiola, que ayer intervino en el mitin de JpS por videoconferencia, si los problemas reales de Cataluña «no pasan esta vez, pasarán la siguiente». Y entonces se apagará por fin este funesto redoble de tambores.
 

viernes, 28 de agosto de 2015

MÁS FÚTBOL PARA LOS JUBILADOS


Señores de la Liga, este es un respetuoso ruego dirigido a quien corresponda: minuto y medio de imágenes como resumen de un partido de fútbol es una cochambre. Auméntennos la cuota de disfrute en abierto, a ustedes no les va de un millón de más o de menos de beneficios, y para nosotros los jubilados esos segundos son la sustancia misma de la vida.
Un partido de fútbol dura noventa minutos. Más en realidad, si contamos el tiempo añadido al final de los dos tiempos, pero omito ese plus en beneficio del argumento. Resulta entonces que noventa segundos de imágenes representan un sesentavo del tiempo total jugado, un segundo de cada minuto. Imaginen entonces que un partido se meten cinco o seis goles. El disfrute moderno del gol exige verlo desde todos los ángulos: desde detrás, desde delante, desde derecha e izquierda, y desde arriba con cámara cenital. Son cinco tomas mínimas por cada gol. Con seis goles, explíquenme adónde se van los noventa segundos si se quiere ilustrar cada uno de ellos como conviene.
Y eso no es más que el principio del asunto. Un partido de fútbol es ante todo un combate estratégico, cada entrenador dispone sus piezas sobre el campo buscando líneas de fuerza, situaciones de superioridad, trivotes en la medular, líneas defensivas inexpugnables y otros artilugios que con mucho gusto podríamos explicarles en el Senado que se reúne puntualmente todos los fines de semana en el bar Raíz cuadrada de menos uno de la muy noble villa cuatriarcada de Parapanda. Reducir la materia prima en la que se basan nuestros profundos análisis dominicales a noventa segundos de visionado es añadir el insulto a la afrenta. Nos dejan ustedes inermes al pie de los caballos de los comentaristas deportivos, esa especie sarnosa, corrompida, mendaz, rastrera, vendida a intereses inconfesables, que representa el punto más bajo al que ha caído la especie humana en su degradación multisecular.
¿Cómo deducir, por poner un ejemplo reciente, si el joven Gerard Piqué, tal vez mal aconsejado, faltó al respeto al trencilla en el partido de vuelta de la Supercopa, o bien si, como sostenemos algunos, se limitó a apuntar al coequipier con el que debía intercambiar posiciones en las maniobras de contraataque, “Permutas tarde”, y el linier que lo oyó desde alguna distancia entendió “tu puta madre”, cosa muy fea de decir según sentencia unánime de la objetiva y enterada parroquia parapandesa? Para llegar a una conclusión inequívoca sobre el conflicto sería preciso pasar varias veces la imagen al relantí y leer de forma adecuada el movimiento de los labios. Noventa segundos son insuficientes aunque se limiten únicamente a mostrar ese mínimo detalle.
Imaginen, señores de la Liga, que solo se permite mostrar al público una sesentava parte de los frescos del Juicio final de Miguel Ángel en la capilla Sixtina; o para traer a cuento un ejemplo más próximo, una sesentava parte de la Maja de Goya (la vestida, evidentemente). La primera cuestión es qué parte diminuta, en concreto, puede aspirar a representar el todo. La segunda, qué idea podrá hacerse del conjunto el pobre espectador reducido a tan escaso alimento espiritual. Mutatis mutandis, tal es el caso del fútbol.
Nos están condenando ustedes al pay per view. Y eso, óiganlo bien, jamás de los jamases. Ya nos vemos obligados al copago de las medicinas que nos recetan los interinos y los becarios de los CAP, y a recurrir a la familia para disponer de la atención adecuada a nuestras numerosas minusvalías. Pagar además por el fútbol semanal es una línea roja que no estamos dispuestos a atravesar. Lo decimos sin amenazas y sin jactancias, pero muy alto y claro: no abusen más de nuestra paciencia, no nos pongan temerariamente a prueba. Jubilados unidos jamás serán vencidos.
 

jueves, 27 de agosto de 2015

AZNAR & MAS, SOCIEDAD EN COMANDITA


El argumentario del independentismo catalán se está emborronando cada día con tintes más y más sombríos. Se empezó afirmando que esta era una independencia que no iba contra nadie, y menos aún contra España; que España sería nuestro socio comercial preferente y la niña de nuestros ojos en todos los temas de política exterior. Lo último en la deriva cada vez más pronunciada del soberanismo hacia el apocalipsis cum figuris es que quienes no voten la lista de Mas estarán votando por Aznar.
¡Por Aznar! Se da una simetría irónica con la situación que se produjo simultáneamente en el Congreso español de los diputados, donde desde el banquillo popular se corearon las propuestas del socialista Pedro Sánchez con gritos de “¡Zapatero, Zapatero!” En la olla podrida de la política patria, los comistrajos que se sirven últimamente traen un tufo a pasado y un regusto a rancio. Como se reniega a conciencia de los datos que aporta la actualidad, el resultado es que los debates se retrotraen a la reemisión en diferido de broncas pasadas y ya medio olvidadas. La política vive en este país un desfase temporal grave. Lo que en última instancia significa que nuestra política, más que vivir, sinvive.
Una circunstancia lamentable que no se debe achacar de ninguna manera a un rebrote inesperado de la memoria histórica. Memoria histórica significa recuperar “todo” lo pasado, y en particular los eventos y las circunstancias que se ha procurado ocultar y encerrar bajo siete llaves en el inconsciente. En cambio, una memoria selectiva y oportunista nunca ha faltado en esta corrala de vecinos. Quienes nos devuelven tan de sopetón la memoria de Zapatero no pueden pretender que caigamos en la amnesia de lo que ha venido después. Quienes piden el voto a Artur Mas para evitar a José María Aznar, no conseguirán hacernos olvidar cuántas y cuántas veces votaron juntos los dos colegas en amigable comandita, y lo que esos votos supusieron para nosotros, los catalanes y los españoles de a pie enjuto.
Un aviso de amigo a los impacientes que deseáis embarcaros ya mismo para el viaje a Ítaca: no temáis a los cíclopes, las escilas y caribdis, las Circes hechiceras y los lestrigones crueles. Temed más bien al piloto que ha de empuñar el timón de la nave.
 

miércoles, 26 de agosto de 2015

MANDANGAS


Pedro Sánchez Castejón, candidato por el PSOE al gobierno de España, desgranó en el parlamento, en respuesta a los presupuestos del Partido Popular, una batería de propuestas de medidas de choque: están entre ellas desde la renta mínima (“ingreso mínimo vital”) y la elaboración de un nuevo Estatuto de los Trabajadores, hasta la inversión de un 7% del PIB en educación y la bajada del IVA cultural al 5%, pasando por una reforma fiscal y tributaria y, last but not least, la apuesta por las energías renovables y un desarrollo sostenible.
La respuesta del ministro de Hacienda Cristóbal Montoro fue, literalmente: «Mandangas.» La vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría, más fina, comentó en los pasillos que tenía la sensación de que Sánchez no sabía bien de lo que estaba hablando. Se calló seguramente la siguiente coletilla: “Por lo menos, yo no tengo la menor idea de lo que dice.”
Mariano Rajoy, por su parte, entonó el enésimo capítulo del serial «Yo salvé a España del rescate», e hizo hincapié en la bonanza económica – hay que insistir mucho en ella, para que alguien la vea por fin – y en el hecho de que no tenemos nada que ver con los chinos.
Mariano es único en el cambio repentino de registro y de argumento. En el comienzo de un párrafo lo determinante es el contexto mundial (cuando este presenta signos favorables), y de pronto enlaza sin solución de continuidad con la convicción de que el pararrayos del campanario de la parroquia viene a ser el único valor seguro, si resulta que los cielos de la macroeconomía se han cargado de nubarrones.
En cualquier caso y circunstancia, de la corrupción y el despilfarro no sabe, no contesta. Son mandangas y mamandurrias atizadas por la izquierda populista y radical. Las políticas del Partido Popular son siempre, por definición, las únicas capaces de traer la prosperidad y el progreso al Partido Popular.
El discurso del presidente ha merecido, sin embargo, elogios del Financial Times, que hoy recoge sus propuestas como «un ejemplo para la Eurozona.» Ejemplo de qué, no lo aclara. Ahora bien, yo sospecho que no se trata de un piropo espontáneo, dado gratis et amore. Es sabido que en los escalones mediáticos más prestigiosos del capitalismo financiero las cosas funcionan igual que con los anuncios y las esquelas mortuorias en la prensa normal: un titular a dos columnas tanto, un suelto de opinión tanto, tres líneas calurosamente elogiosas en un artículo editorial tal otro precio. De la misma forma se comportan las chicas que esperan sentadas en sus sillitas plegables a una distancia discreta de la carretera N-II en las cercanías del curso de la Torderola: son capaces de ser muy cariñosas, previo pago de la tarifa correspondiente.
 

martes, 25 de agosto de 2015

LICENCIA PARA DESCONFIAR


El derecho a decidir no es nada si no va acompañado por la licencia para desconfiar. Estudien este enunciado bastante improvisado; podría haber en él un núcleo oculto, una porción cuantificable de verdad.
Lo digo por la incomodidad que me produce la última novedad puesta en órbita por la candidatura soberanista a las elecciones autonómicas catalanas. El cantautor Lluís Llach, un referente de la izquierda nacionalista autóctona, soñaba en voz alta en Girona con una futura fusión de los del Junts pel Sí con los del Sí es Pot, y Raül Romeva, a su lado, le acompañaba al bajo continuo con la vieja cantinela del Entre tots ho farem tot, entre todos lo haremos todo; desde el nombre del nuevo president hasta la forma del Estado propio, la constitución catalana in progress, las futuras relaciones sociales y los derechos ciudadanos, todo está aún por decidir y concretar, y qué gozo más grande hacerlo entre todos, en una gran comunidad armoniosa y bañada de luz.
Falsas unanimidades. Manel García Biel, sindicalista, intelectual y catalán ejerciente, se ha constituido en notario para dar fe verídica de los pormenores de la situación actual en un artículo cuya lectura recomiendo con fervor a todo aquel que quiera saber cuáles son las posturas reales en este envite: Lo que la lista de Mas quiere esconder (1).
Entonces, la democracia no se ejerce escondiendo debajo de la estelada las divergencias graves en la forma como se ha gobernado la nación y las perspectivas desde las que nuestros actuales gestores se proponen seguir gobernándola. Hacer abstracción de todas estas “minucias” para concentrarse todos en el acto salvífico de la independencia supone pedir a la ciudadanía un acto de fe ciega. Dar por supuesto que la gente sencilla, la buena gente, corregirá con su instinto recto las desviaciones y los desvaríos constatados de los políticos, que la “sociedad civil” (el término está, como tantos otros, desgastado por el mal uso, y a fecha de hoy es solo ruido y furia que nada significa) llevará a buen puerto la nave del flamante Estado propio a través de todas las tempestades, es menos que ideología. Es pura fabulación.
La democracia como arquitectura política no está basada en la confianza, sino al contrario. El político que pretende gobernar, para vencer la desconfianza inicial de los ciudadanos está obligado a ofrecer pruebas, garantías y compromisos fehacientes de lo que dice y de lo que se propone hacer y cambiar. La confianza, el respaldo popular, se gana en un proceso de debate duro, contra todas las objeciones y todas las inercias y todos los intereses creados que conspiran en la dirección contraria.
Por esa razón, quien toma como punto de partida la presunción de confianza sin restricciones en la bondad de “los nuestros” como única garantía de futuras actuaciones que no se detallan ni se avalan ni se comprometen de ninguna manera verificable, está en el mejor de los casos poniendo el carro delante de los bueyes; en el peor, dando indicios claros de su intención de jugar al trampantojo y la ocultación. Manel García Biel ha desgranado con rigor qué cosas son las que se desea ocultar en este caso concreto.
 

 

lunes, 24 de agosto de 2015

UN PLAN "B" PARA EUROPA


La lección más clara y más contundente de la crisis griega aún en curso, es la capacidad desmesurada del Banco Central Europeo y de las instituciones concomitantes para torcer la voluntad democrática de un país miembro y forzarle a seguir por las malas la senda marcada y bendecida por una oligocracia financiera.
Ha sucedido por dos veces en Grecia, una por lo menos en Italia, y de forma más difusa un poco en todas partes. Ahora se tiende a criticar a Alexis Tsipras por presentarse al ultimátum del Eurogrupo sin un plan B, y tener que envainársela en el primer asalto. Es difícil, sin embargo, contar con un plan B frente a las baterías de artillería pesada que desplegó la Eurozona, sin una sola fisura interna y con la sancta simplicitas añadida de voluntarios que se apresuraron a añadir su propia ramita a la pira, tal y como hizo en 1415 la viejecita de Constanza cuando se quemó en público al hereje Jan Hus.
El momento crítico ha pasado, pero volverá. Habrá nuevos vencimientos de plazos, nuevas solicitudes de prórrogas y de quitas, nuevo rechinar de cadenas y crujir de dientes. Por eso sería inexcusable seguir todo este tiempo sin un plan B.
Pero no un plan B para Grecia, sino para Europa. Para Europa con Grecia incluida en ella, naturalmente. Con esta Europa, señores, no vamos a ninguna parte. Con tasas de desempleo agobiantes, con índices crecientes de empleo basura, con una juventud sin futuro, y con una tercera edad en aumento, desprovista de recursos y de asistencia y con pensiones menguantes, el señuelo de un futuro neoliberal no da para mucho. Hay una ira creciente, que poco a poco pierde en la desesperanza sus perfiles constructivos y se deja ir hacia la antipolítica o hacia la pura barbaridad. Hoy son los islamistas; mañana pueden ser otros grupos los que recurran a la dinamita y al kalashnikov. Disculpen si ejerzo de agorero, pero tiéntense antes la ropa quienes me acusen de exagerar peligros.
Me parece interesante reflexionar sobre lo que plantea Oskar Lafontaine en un artículo titulado ¿Qué podemos aprender del chantaje al gobierno de Syriza? (1). Es cierto que el poder que otorga la moneda única a sus gestores es desmedido, abusivo y antidemocrático. Es cierto que la moneda única ha pasado de ser una fuente de prosperidad compartida a una ratonera en la que unos padecen para que otros se lucren. Es cierto que un sistema monetario europeo más flexible, con mecanismos de intervención y de equilibrio y redes apropiadas de seguridad, sería más efectivo que el reinado indiscutido del euro y se adaptaría mejor a la existencia de economías de muy diferentes volumen y características. La implantación de cambios en el sistema debería hacerse de forma gradual, pero empezando por desautorizar a los poncios que se han encaramado en la tribuna de la gobernanza europea y desde allí azuzan a los cuatro jinetes del apocalipsis neoliberal.
Un plan B para Europa tendría que constar de otros capítulos además del estrictamente monetario, y ninguno de ellos puede improvisarse de un plumazo o con una única reforma constitucional duradera para los próximos cuarenta años. La base del plan tendría que ser, como sugiere Lafontaine, la del principio de subsidiariedad. Todo aquello que pueda hacerse en los niveles inferiores de la pirámide europea, a partir de los mismos municipios, debe ser hecho allí, y además con la mayor autonomía posible. La delegación de competencias hacia arriba trae consecuencias nefastas no solo para la democracia, sino para la gobernanza misma de las cosas. Cuanto más lejano del suelo que lo sustenta, peor es la calidad del gobierno “menudo”; ocurre con él como con los alimentos, sujetos a la ley de la proximidad salvo raras y exóticas excepciones.
Y además de las cuestiones monetarias, y las económicas, y las propiamente políticas, el plan B para Europa debería incluir un amplio contenido de medidas de naturaleza social y laboral. La arquitectura del trabajo productivo, los niveles salariales, la participación de los trabajadores en las decisiones productivas, el radio de acción y las competencias de los sindicatos, deben ser regulados de forma unitaria aunque escalonada, y compatible para todo el ámbito europeo de modo que se amortigüen al máximo los efectos "llamada" y otras eventualidades indeseables. Deben ser regulados no de golpe, no por decreto, sino a través de una transformación molecular de las estructuras de decisión y de ejecución de los planes productivos, y con la participación de las administraciones implicadas.
Y lo mismo debe hacerse, de forma urgente, con todo el bloque de temas relacionados con la seguridad social y las pensiones. Una reflexión de ayer mismo de Joan Coscubiela (2) trae a cuento las bases muy sólidas de un posible plan B para las pensiones en Cataluña, en España y en Europa. Y señala la relación que existe entre los sistemas asistenciales y las economías productivas, y cómo los callejones sin salida de los primeros resultan ser salidas sin callejón cuando se abordan de concierto con las segundas.
En todas estas cuestiones la izquierda española y la europea tienen necesidad de incrementar su reflexión, pero sobre todo sus propuestas prácticas de gobierno. No hay compás de espera. A riesgo de equivocarnos mil veces, hemos de poner en pie con urgencia, por el procedimiento del ensayo y el error, uno o más planes B que refuten desde la base misma las verdades del barquero que nos están vendiendo los arúspices del libre mercado.
 



 

sábado, 22 de agosto de 2015

TEMBLOR DE PIERNAS


Existen muchas probabilidades de que los esfuerzos del gobierno de Alexis Tsipras por romper con un modo peculiar de dirigir la economía y de gobernar Europa se vean abocados al fracaso. Eso habremos perdido Grecia, España (donde las posibilidades de la izquierda plural se verán reducidas a un estrechísimo campo de maniobra), Europa, y en definitiva una forma de entender el mundo, la sociedad y las relaciones de poder.
Pero la derrota de Tsipras aún no está escrita. Cuando se presentó a la negociación armado con el No al acuerdo, refrendado en un referéndum impecable, la troica y sus franquicias optaron por apretarle más aún las tuercas.
(Un paréntesis sobre esas franquicias. Recuérdese el discurso durísimo, en ese momento, de Martin Schultz, jefe de filas del grupo socialista en el parlamento europeo, que antepuso el Deutschland über alles a su doble condición de socialista y de responsable europeo. Recuérdese cómo Portugal e Irlanda se escondieron debajo de las piedras. Recuérdense las cabezas gachas de François Hollande y de Matteo Renzi. Recuérdense los aplausos coincidentes de PP y PSOE al Eurogrupo, y la muy tibia respuesta de las izquierdas “alternativas” españolas. El error de cálculo de Tsipras en aquel momento fue creer que su oposición, avalada por una mayoría importante de su pueblo e impecablemente democrática, arrancaría apoyos explícitos de las instancias progresistas de otros países, y abriría brecha en una Mitteleuropa hegemónica y en una gobernanza europea germanizada. Lo cierto es que los estados cerraron filas en el respaldo a la mariscala. Se humilló a Grecia a ciencia y a conciencia, y nadie rechistó. Hubo un consistente y perceptible temblor de piernas en todos los cenáculos de las izquierdas.)
Tsipras no tenía un plan B, fue a negociar a cuerpo limpio. Claro que podía descolgarse del euro “por dignidad”, pero la dignidad nunca ha sido una categoría valiosa en el orden de la política, y las encuestas señalaban que tres de cada cuatro griegos preferían seguir en la moneda única a pesar de todo. Tsipras eligió el mal menor, y se dispuso a ganar tiempo para abordar una reforma fiscal con caracteres de operación quirúrgica a vida o muerte. Ahora, a la vista de la rebelión parlamentaria del sector más radical de su partido, ha vuelto a actuar de forma irreprochablemente democrática: ha disuelto el parlamento y, de no concretarse una mayoría alternativa de gobierno cuyas posibilidades aparecen de momento bastante borrosas, convocará nuevas elecciones para saber de fijo con quién cuenta y a quién tiene enfrente.
En lugar de insistir en la necesidad de apoyar a Grecia desde fuera y en contra del poderoso enemigo común, aquí hay gente que ha empezado a hablar de la “traición” de Tsipras. ¿Traición a quién? ¿A los ensueños de un radicalismo de matriz libresca y cuidadoso de no tropezar con la realidad, o a su pueblo? Si es a su pueblo, dejemos que sean los griegos quienes decidan si han perdido la confianza en el líder que les ha conducido hasta la encrucijada presente, o si están dispuestos a seguir juntos a lo largo de un trayecto difícil, minado por la hostilidad extrema del establishment político y, poca broma, del financiero.
La afirmación de la podemita andaluza Teresa Rodríguez de que a Tsipras le han temblado las piernas es una gansada. Y eso que Teresa sabe de lo que habla. En las complicadas negociaciones que siguieron a las elecciones autonómicas andaluzas, prefirió mantener un perfil bajo, no aproximarse a compromisos de ningún tipo con Susana Díaz, y a la postre dejar que fuera ¡Ciudadanos! la formación que avalara con su abstención un gobierno socialista libre de ataduras de cualquier tipo. Se ha dedicado desde entonces a una oposición durísima, cuyos efectos están a la vista. La blancura inmaculada de la túnica de que se revisten las oposiciones tan intransigentes como impotentes es la cortina de humo que oculta su temblor de piernas.
Grecia, Syriza, Alexis Tsipras, siguen necesitando de apoyos externos para poder llegar a alguna parte en su penosa travesía. Los necesitan ahora más que nunca. Pero esa es solo la mitad de la historia. La otra mitad es que nosotros seguimos necesitando a Grecia, a Syriza y a Tsipras, porque son la avanzadilla de la Europa con la que soñamos. Y a un destacamento avanzado nunca se le debe dejar aislado bajo el fuego enemigo.
 

viernes, 21 de agosto de 2015

MIS AVENTURAS CON EL DICCIONARIO


José Luis López Bulla homenajea con enjundia al diccionario a cuenta de que en su niñez le permitió hacerse una idea concreta de las graves circunstancias de la muerte de su abuelo (1). Mis propias relaciones primerizas con los diccionarios fueron más espinosas, debido a que mi madre no era partidaria de dejar tales objetos al alcance de un niño que ya entonces tenía una inclinación consumada a leer todo lo que caía en sus manos. O mejor decir: delante de sus ojos.
El problema de mi madre era que en el diccionario están todas las palabras, las buenas y las malas, las mencionables y las inmencionables. Y como las palabras son artefactos que encienden la imaginación ociosa, mejor retirar esos enormes contenedores de ideas revueltas que son los diccionarios a los ángulos oscuros de librerías cerradas con llave.
De modo que si a mí me hablaran de una mano “aleve”, supondría que se trataba de una mano ligera, de poco peso específico. Y la inscripción de la lápida que custodiaba los restos de don José López Vázquez, «muerto de forma aleve», me habría sugerido que murió de algo sin importancia; de una tontería, como quien dice.
Durante un tiempo estuve convencido de que “puta”, ese vocablo indecible, se refería a una mujer sucia (“guarra” sería un término más propio, pero eso tampoco me estaba permitido decirlo), o “zafia”, o “verdulera”, en los términos en los que se expresaba por lo común mi madre para referirse a algunas mujeres del barrio que ponían a prueba su paciencia y su tolerancia.
Pero algo más tenía que contener el término proscrito; yo lo intuía, por mil señales intangibles, pero no sabía definirlo. Inútil preguntarlo a mi padre, sabía que me contestaría repreguntándome por las notas del colegio. Recurrí a mi tío Pepe, que era soltero y más liberal con ciertas aristas de la educación, pero se negó en redondo a contestarme.
La ocasión se presentó un día con mi padre ausente, el despacho vacío y la llave de la librería en su sitio. Tomé el diccionario y busqué “puta”. La anotación era escueta: «n.f. vulg. Ramera.»
Poco era, pero daba una pista. De modo que busqué “ramera”, y ahí sí encontré una definición. La siguiente: «Mujer que hace ganancia de su cuerpo dedicada al vicio vil de la lascivia.»
Desanimado, devolví el volumen al estante. Los diccionarios, concluí, son engendros que explican las cosas de una forma imposible de entender. Solo sirven para quien sabe ya de antemano de qué va la cosa.
Opté por dejarme de remilgos y preguntar a los compañeros de la clase de ingreso. Algunos lo sabían, pero las explicaciones que me dieron me parecieron más increíbles e inverosímiles todavía que todo cuanto habría podido yo imaginar en mi infantil ingenuidad perversa.
 


 

jueves, 20 de agosto de 2015

FLATUS VOCIS


Es decir, para que se me entienda: sinsentido, galimatías, vano ruido verbal. Es el defecto en el que ha incurrido Mariano Rajoy al advertir a la ciudadanía en general y a la mayoría silenciosa en particular de que PSOE y Podemos se disponen a pactar después de las elecciones generales con el designio horrible de desalojar al PP del gobierno. El ministro Margallo ha redundado en la misma falta al avisar de que eso sería lo peor de lo peor, el caos populista, la pesadilla radical, la extrema izquierda al mando.
Los dos omiten el dato de que, en las encuestas de opinión, la opción preferida por la mayoría para la próxima legislatura es, precisamente, la coalición de socialistas con podemitas para desalojar a los populares del gobierno. Entiende la opinión mayoritaria, con buen sentido, que ni PSOE a secas ni Podemos por su cuenta y riesgo van a poder llevar a cabo la tarea exigida, pero sí se puede con una combinación de ambos, en la que la experiencia de unos actúe como freno que temple un impulso iconoclasta excesivo de los otros, y a la inversa, la militancia radical de los otros sirva de acicate para llevar a los unos bastante más allá de lo que les dicta su apoltronamiento en la gestión inane de las cosas. Ese sería, para la sabiduría popular, el cóctel más adecuado para acabar de una vez por todas con el desastre de la corrupción y el desgobierno actuales.
Mariano avisa a grandes voces de que viene el lobo cuando pastores y payeses de consuno están llamando por su cuenta al mismo lobo para que venga de una vez a ahuyentar a ese plasta que sigue plantado ahí en medio, en plan don Tancredo, decidido a sostenella y no enmendalla y disparando a diestra y siniestra su batería de leyes venenosas.
La impotencia marianista para pactar está cayendo ya en lo patológico, y lo mismo puede decirse de la impotencia de su partido para cambiar de líder. Estamos en un fin de ciclo con tintes de tragedia teatral. Histriónica, quiero decir. Veo a Rajoy trajeado de época para representar a Macbeth, y espantado al observar desde la torre del homenaje de Dunsinane el fenómeno profetizado por las brujas: el bosque de Birnam ya no mantiene su inmovilidad perpetua, sino que se ha puesto en marcha para atacarlo.
Y la llamada desesperada de auxilio del político en trance de naufragio suena como un eco de las palabras del mismo Macbeth: «La vida es un cuento contado por un idiota; está llena de ruido y de furia, pero nada significa.»
 

miércoles, 19 de agosto de 2015

LA PAJA EN EL OJO AJENO


Si la hipocresía es el homenaje que el vicio rinde a la virtud, según frase de no sé quién (me suena Oscar Wilde, pero no me hagan mucho caso), los escándalos que destapa el periodismo de investigación cavernaria vienen a resultar también homenajes florales a sus víctimas señaladas.
Le ha tocado el turno ahora mismo al desenfreno estival de Manuela Carmena. Según La Razón,  mientras tanta gente padece estrecheces, ella se ha largado de vacaciones a todo lujo, gastando el oro y el moro en una urbanización exclusiva que debería estar vedada a la chusma de Podemos. En la realidad alquilaron la finca en cuestión entre ocho familias, no hubo invitación de nadie, no se pagó el alquiler con dineros públicos, y cuando saltó la noticia a la calle la alcaldesa madrileña estaba ya de vuelta en su despacho, dispuesta a arremangarse para seguir al servicio de la gente que sufre la crisis.
Da igual. El periodismo de investigación tiene una meta, y no cejará en el empeño hasta alcanzarla. Mañana será un concejal socialista que se ha comprado una lubina fresca en lugar de recurrir a la sección de congelados; pasado mañana un candidato de IU sorprendido en trance de hurgarse la nariz en unos aseos públicos; al otro día, un activista de la PAH que dejó a deber un café en el bar de la esquina porque no llevaba suelto.
Todo para demostrar que los pretendidos honestos no son más que corruptos travestidos. Bárcenas, Granados o González son gente bragada, que salta al ruedo con soltura y recorta a la autoridad fiscal a cuerpo limpio, mientras que Errejón, o Carmena, hacen lo mismo a escondidas, ocultos detrás del burladero. De cuál burladero, es lo de menos. (¡Ah, las metáforas taurinas! Tendré que reprimir mi tendencia a utilizarlas, sobre todo después de un verano tan aciago como estamos teniendo, con la proliferación descontrolada de los encierros y las capeas de pueblo.)
Pues muy bien. Nos damos por enterados de la sustancia de su argumento, queridos voceros de La Razón. Pero enchufen el ventilador por asuntos de mayor sustancia, si no es demasiado pedir, porque su scoop sobre Carmena ha acabado por tener un inconfundible aire de familia con los reportajes profusamente ilustrados de Hola cuando la familia real acude a su cita anual con Marivent.
 

martes, 18 de agosto de 2015

PARÁBOLA DE LA GENTE


He hecho un hueco en mi plan de lecturas veraniegas para releer La gente de Smiley, de John Le Carré. Sin ninguna idea previa. El caso es que pasaron por la tele El Topo, con Gary Oldman personificando a Smiley y Colin Firth a Bill Haydon. El entusiasmo por la cinta me provocó el deseo de volver al mundo de Smiley y paladear de nuevo su culminación.
Y me he encontrado con la historia de un hombre colocado al margen de la institución que ha sido su vida, y empeñado en la resolución de una cuestión pendiente que le resulta personalmente importante pero de la que todos los mandos oficiales abominan. Ante la negativa destemplada de los Enderby, los Lacon y demás altos funcionarios del Circus, Smiley recurre para llevar adelante su investigación a la “gente” que considera “suya”: funcionarios jubilados y enfermos, agentes despedidos y desprestigiados, personas arrumbadas que guardan a pesar de todo en la memoria los meandros de los tiempos en que las cosas se torcieron, en que las redes pacientemente tejidas cayeron o se disolvieron, y las actividades en curso se clausuraron.
Algunos mueren en el intento, pero el colectivo de la "gente de Smiley" es capaz de extraer consecuencias de los fracasos vividos en propia carne y alterar sus resultados porque sus componentes poseen memoria histórica, mientras que la institución que les ha dado cobijo carece de ella, en absoluto. Para las instituciones la memoria es solo un estorbo del que hay que desprenderse en aras de la eficacia operativa.
La forma descrita por Le Carré de operar de la realidad comporta una especie de moraleja no referida solo a la época de la guerra fría, sino de orden más general. A saber: que el cambio en la historia se produce a partir de "gente" inadaptada al funcionamiento normal de las instituciones, porque estas tienden de suyo a la inmovilidad y a la desmemoria.
Hay en esa sugerencia una alabanza específica a la deslealtad, al rechazo de la "pertenencia" como horizonte cardinal de la vida de las personas. Se trata, con todo, tan solo de una hipótesis de trabajo. Sin embargo, vale la pena echar una ojeada a través de ese prisma a las cosas tan enredadas del ahora mismo.





 

lunes, 17 de agosto de 2015

POR UNAS ELECCIONES CATALANAS CON RED


Desde la lógica de unas elecciones plebiscitarias directamente enfocadas a una independencia unilateral para Cataluña, tanto Raül Romeva, número uno de la candidatura Junts pel Sí, como Oriol Junqueras, número cinco, han considerado irrelevante quién sea la persona que finalmente presida el futurible incógnito surgido del 27S.
Muriel Casals, la número tres, ha expresado por su parte la ilusión que le produce añadir un color nuevo al mapa de Europa. Píntelo como más le guste, señora, siempre que se trate solo de un mapa. Luego veremos todos si ha quedado mono, o no. Los experimentos, con gaseosa.
La persona que ocupará la presidencia de la Generalitat solo puede ser irrelevante en el marco de una votación plebiscitaria sobre la independencia, que no es el marco jurídico en el que se convoca legalmente el 27S. Sí es relevante, en cambio, para unas elecciones que han de configurar un gobierno y un parlamento para un territorio concreto sometido a una legislación concreta. Dejar todas las precisiones, incluidas las personas mismas, para luego, cuando examinemos entre todos cómo ha quedado configurado el muñeco, va a traer serios problemas a la candidatura en cuestión. Porque no es la única. Concurren al proceso otras opciones, y existen distintos puntos de vista tanto acerca de la forma de decidir sobre el futurible en sí y el color concreto que añadirá al mapa europeo, como respecto de las políticas de todo tipo que conviene llevar a cabo en la situación que atravesamos.
Si se va a las elecciones sin un programa ni un candidato, solo con una fe resplandeciente en un futuro colectivo luminoso pero poco concreto, y con la ilusión de añadir un color, el que sea siempre que sea nuevo, a la variopinta diversidad europea, después, cuando se dejen de pisar las nubes y de hacer revolotear palomas, la ciudadanía podrá sentirse justamente estafada por un planteamiento tan evanescente. Mi amigo Antonio Quijada lo expresaría del modo siguiente: una cosa son las ponencias, y otra muy distinta el turrón.
Algo por ese estilo ha sucedido antes en relación con cuestiones mucho más serias y trascendentes. Es historia que Martin Luther King empezó uno de sus sermones multitudinarios en Los Angeles con las palabras: «Tengo un sueño.» Y alguien, entre el público, le contestó: «Tío, lo que queremos es un curro.»
 

domingo, 16 de agosto de 2015

DIFICULTADES PARA UNA ARQUITECTURA FEDERAL


Cuando la “comisión de sabios” reunida por Pedro Sánchez para diseñar una propuesta de reforma de la Constitución ha insinuado que el nuevo texto debería recoger de forma adecuada el «hecho diferencial» catalán, los barones territoriales del PSOE han respondido con estrépito que de eso nada. Entre el café para todos y la aceptación de alguna forma de hecho diferencial, se quedan sin dudar con lo primero.
No es una situación nueva. Cuando las Cortes refrendaron (con algunos recortes) la reforma del Estatut catalán impulsada por Pasqual Maragall, se generó un frenesí precipitado de reformas miméticas de estatutos que copiaban al pie de la letra las novedades aprobadas para Cataluña. Luego se produjo el hecho ridículo de que, al anular el Tribunal constitucional una parte del articulado catalán, esa parte siguió sin embargo teóricamente vigente para otras autonomías. No importó, porque nadie pensaba llevar a la práctica las posibilidades políticas que abrían las disposiciones declaradas inconstitucionales. Solo habían querido "no ser menos", de ninguna manera ni por ningún concepto.
Esa actitud abiertamente reivindicativa tendría connotaciones positivas de existir en las comunidades autonómicas el afán o la ilusión de construir una relación diferente con el Estado y con las demás partes del Estado. Para decirlo con más precisión, si existiera un espíritu federalista que animara a una cooperación y a un equilibrio más justo entre las administraciones y también con los administrados. Si existiera una aspiración común a crear riqueza para todos y a compartirla de una forma igualitaria, y además consensuada entre todos.
Por el contrario, lo que ha prevalecido históricamente en las instituciones autonómicas ha sido una actitud egoísta y rapaz. Se ha trabajado para recibir la mayor porción posible de financiación de la gran repartidora central del Estado, y se ha gestionado con una intención magnificadora y suntuaria para las grandes obras públicas en el territorio (aeropuertos, AVEs, museos singulares, sedes de instituciones), de rivalidad abierta respecto de las demás comunidades (proyectos de trasvases hidrográficos, corredores prioritarios de comunicaciones), y de clientelismo hacia los propios gobernados. Ni más ni menos lo mismo ha hecho nuestra santa iglesia católica, apostólica y autonómica, que ha aprovechado la pervivencia de una ley franquista olvidada para emprender una nueva “amortización” y acrecentar su inmenso patrimonio, tanto catastral como histórico-artístico, exento del pago de impuestos, poniendo a su nombre todos cuantos edificios de culto o no culto tenían alguna relación con su secular poder omnímodo en la vida del país. Para luego exigir más financiación pública para ese patrimonio privatizado.
Entonces, el problema del federalismo va mucho más allá de Cataluña, y exige un pacto mucho más pegado al suelo y participativo entre los españoles de cualquier filiación y procedencia. Solo se podrá abordar de una manera justa y equitativa para todos el hecho diferencial catalán, que sí existe y no es posible seguir desconociendo, cuando se consolide una conciencia de comunidad, de pertenencia común y de solidaridad, entre catalanes, andaluces, extremeños, vascos y aragoneses, y también entre judíos, moros, católicos, protestantes y ateos. Desde un compromiso común firme, laico y desinteresado, bien sea federal --lo que hasta el momento es solo un desiderátum lejano--, o simplemente comunal.
 

viernes, 14 de agosto de 2015

VIOLENCIA ESTRUCTURAL DE GÉNERO


Laura del Hoyo no contará en las estadísticas de muertes por violencia de género porque no tenía una relación sentimental con su asesino. Solo acompañaba a Marina Okarynska, su amiga, a recoger algunas pertenencias en el que había sido domicilio transitorio de la pareja, en Cuenca.
El dato estadístico en sí mismo importa poco. Hay padres, parientes, amigas, en esa relación de muertes colaterales. Hijos también, hijos sobre todo. Cada muerte se clasifica en una casilla diferente; una rutina que no sirve para aclarar la realidad, por más que tampoco vaya dirigida a enmascararla. Es, sencillamente, el orden vicario que reflejan unos estadillos administrativos, en contraste con el desorden profundo de los estragos reales causados por una patología social particularmente virulenta.
La violencia de género no es selectiva: tiende a destruir los apoyos familiares y sociales de la víctima, pero llegado el caso arrasa con todo lo que se pone por delante. Si un tifón arrasa una localidad costera, se cuentan los muertos sin distinguir entre los habitantes censados y los que estaban de visita en ese momento preciso. (Supongo.) Desde esa lógica, Laura del Hoyo debería contar entre las víctimas de la violencia de género contabilizadas por el Observatorio de Violencia Doméstica del Consejo General del Poder Judicial. Tal vez conste de todos modos, en una lista estadística complementaria.
Conviene que sea así, en todo caso, para poder precisar las dimensiones reales del fenómeno y aprontar soluciones eficaces. Seguimos anclados en la constatación consabida de que «no había denuncias previas». Cuando sí las había y no sirvieron, se someten a investigación administrativa las causas inexplicables de su inutilidad. Seguimos aferrados al mantenimiento de unos protocolos que nunca o casi nunca se cumplen en la práctica. No contamos con elementos suficientes de prevención ni de vigilancia especializados. Dicen que no hay dinero para eso. Tonterías. No hay voluntad política.
No hay voluntad política porque seguimos inmersos en una sociedad patriarcal, porque la condición de mujer se sigue considerando una minusvalía, porque los jueces siguen fallando en favor de la presunción de que el cabeza de familia es la autoridad suprema en el terreno de la intimidad privada, y porque las jerarquías eclesiásticas prefieren mirar a otra parte y reservar sus justas iras para las ovejas descarriadas del rebaño, las divorciadas, las casquivanas, las abortistas.
Todo lo cual, sumado a la presión social tendente a establecer cortapisas a la libertad y la igualdad de las mujeres, está contribuyendo a armar el brazo vengador de un grupo reducido pero consistente de psicópatas que se consideran a sí mismos propietarios legítimos y jueces supremos de otras personas, con derecho de vida y muerte sobre ellas.
Un cambio de mentalidad por parte de los poderes públicos y de los poderes fácticos en este terreno no acabaría del todo con las tragedias familiares ni con las muertes violentas de mujeres, pero seguramente reduciría en mucho los estragos. La solución debería empezar por donde empieza todo: por la educación.
Pero una iniciativa tan loable como la de introducir en los programas educativos una asignatura llamada Educación para la Ciudadanía, provocó un alboroto mayúsculo entre la derecha apostólica, la jerarquía eclesial y sus poderosos voceros mediáticos, que acabaron por fulminar la puesta en marcha del intento.
Y es que a la derechona y a los obispos les gusta la sociedad tal como está. Violencia estructural de género incluida.
 

jueves, 13 de agosto de 2015

ORGASMOS


¿Por qué, entre tantos temas diferentes como existen, no hablar también de sexo? Con moderación, desde luego, como es norma de estas páginas. Con respeto por el decoro y el buen gusto, no faltaba más. Sin insistencias ni observaciones chabacanas, por descontado.
Hablemos.
He recibido en mi bandeja de entrada del correo electrónico un chiste. Hablan dos mujeres de cierta edad, sentadas en un jardín. Una de ellas pregunta: «¿Tú tienes orgasmos?» La otra contesta: «Miraré, pero creo que no. Tengo hortensias y gladiolos.»
La contrapartida. Este lo sé desde hace años. Dos caballeros considerablemente maduros charlan en la barra de un bar, delante de unas cervezas. Uno pregunta: «Tú también juegas al golf?» Respuesta: «No, yo todavía follo.»
Pueden parecer bromas crueles, pero al menos la primera contiene una metáfora delicada e incluso una intuición valiosa. Los orgasmos, en efecto, a una cierta edad conviene cultivarlos como los gladiolos de invernadero, milimetrando los nutrientes, el riego, la luz tamizada, el ambiente discreto, la música de fondo, la compañía adecuada.
Decía Gabriel García Márquez con bravuconería caribeña que el mejor remedio para la impotencia es una mulata joven y calurosa. Lo dudo. En todo caso la referencia responde a un concepto de orgasmo como performance deportiva, y lo que es peor, individual. A Gabo lo último que se le ocurrió es pensar en los orgasmos de la mulata. Y sin embargo, importan también. El amor (físico) es en todo caso un deporte de equipo, en el que la medalla se la cuelgan los dos partenaires. Muy diferente por ejemplo del salto con pértiga, en el que un armatoste de fiberglass impulsa al atleta para superar el listón colocado allá arriba. Utilizar a una mulata a modo de pértiga no puede ser recomendable. Amar (físicamente) no es una cuestión de potencia ni de superación individual, sino de sabiduría compartida, de complicidad, de cariño mutuo. Alguien dijo alguna vez que el genio es una larga paciencia; el orgasmo, a partir de los sesenta y tantos, también.
Mírenlo así. Y prueben a darles la vuelta a los chistes. La amiga pregunta a la mujer si le gustan los gladiolos, y ella contesta: «No, ni verlos, pero en cambio mis orgasmos son preciosos.» El vecino pregunta si aún folla al caballero maduro, que rápidamente precisa: «Vaya, ayer mismo me hice dieciocho hoyos sin un respiro.»
 

miércoles, 12 de agosto de 2015

DESIGUALES ANTE LA LEY


Ahora que incluso Mariano Rajoy se ha subido al tren en marcha de la reforma constitucional, va a ser cosa de retocar el artículo 14. Ese que dice: «Los españoles son iguales ante la ley», etc. Conviene hacer constar en el más alto nivel que los españoles somos desiguales de hecho, como se puede comprobar por mil detalles cotidianos. Para que nadie se llame a engaño, el artículo citado de la ley de leyes debería quedar redactado del modo siguiente: «Los españoles son desiguales ante la ley, porque quien manda, manda.» Escueto y comprensible a todos los niveles.
Vamos a la casuística. El otro día mencionaba dos casos: el de Esperanza Aguirre y los guardias de tráfico, y el de Rodrigo Rato recibido en su despacho por el ministro del Interior. La prensa reciente trae otros varios, idénticos en lo sustancial. Uno, Isabel Pantoja es denunciada por gozar de privilegios en su vida penitente. La respuesta de Interior es el traslado a otro centro de la reclusa que encabezó las protestas por el trato privilegiado a Pantoja, el cual ha sido negado por activa y por pasiva. Como si el hecho de apartar de su entorno a la que molesta no fuera ya de por sí un privilegio especialísimo.
Paralelamente hemos visto fotografías de la “celda” en la que fue recluido el guardia civil Tejero después de su intento de golpe de Estado. No es una celda igual a las otras; ni siquiera parecida. Las causas que abonan en este caso particular la diferencia entre un reo y los demás merecerían una consideración más pormenorizada, pero peor es meneallo.
Y también está el caso del ex fiscal general del Estado, Eduardo Torres-Dulce, al que el gobierno ha eximido del plazo establecido de dos años para atravesar las invisibles puertas giratorias que separan el dominio público del privado, a fin de que pueda entrar a formar parte de inmediato del muy prestigioso bufete de abogados Garrigues.
Hay otros casos recientes en los que el argumento de la ejemplaridad necesaria en las conductas públicas ha gozado de mayor audiencia por las distintas partes implicadas. Por ejemplo, el del jefe de bomberos de Ronda que se llenó su piscina particular con agua del camión cisterna del cuerpo, y que ha sido relevado de su cargo. O el del muchacho de veinte años y sin experiencia que fue contratado como asesor del área de Sanidad del gobierno balear, y que dimitió de propio impulso al darse cuenta del eco escandaloso de su nombramiento en la calle.
Entonces, y en resumen, una de dos: o bien se cumple de una puta vez el artículo 14 de la Constitución, en su integridad y sin casuismos ni excepciones ni cirios a santa Rita de Casia; o bien se cambia el enunciado, y por lo menos todos sabemos a qué atenernos. Quedará francamente feo, pero los padres de la patria que pergeñen el desaguisado habrán cumplido con el deber prescrito de transparencia en el uso del poder, y les quedará el recurso de ponerse de perfil, mirar al tendido de sol y sombra, y dar la callada por respuesta desde la más acrisolada presunción de legitimidad, cuando arrecien las críticas de los descamisados de siempre.
Y ustedes que lo vean.