lunes, 31 de julio de 2017

VIVA JEANNE MOREAU


Las desgracias nunca vienen solas, mi conexión a internet en Poldemarx ha sufrido un desfallecimiento y la he perdido durante dos días y medio, y cuando por fin la he recuperado, me trae la noticia de la muerte de la actriz francesa Jeanne Moreau. Tenía 89 años, dicen los periódicos. Y qué. Los inmortales no deberían morir, no es de recibo que los inmortales mueran.
Pienso en tres películas suyas, sobre todo. Una hermética, “La noche”, de Michelangelo Antonioni (1961); otra irritante, pero que arrasó como un soplo de aire fresco, de nouvelle vague, “Jules et Jim” de François Truffaut (1962); la tercera, francamente fetichista, “Diario de una camarera”, de Luis Buñuel (1964). También rodó con Joseph Losey, Elia Kazan, Louis Malle, Tony Richardson, lo mejor del repertorio cinéfilo de entonces; y en “Campanadas a medianoche” de Orson Welles (1966), nos dejó a una Doll Tearsheet tarasca y montuna, digna amante tabernaria de Falstaff. Creo recordar que también interpretó a Mata Hari, en una película olvidable pero que debido a ella me he dejado sin olvidar. Y con Brigitte Bardot jugó a las ametralladoras en un Oeste no tan salvaje, en “Viva María” (1965). He tenido que buscar, porque no lo recordaba, el director de aquella cosa tan artificiosa y pensada para la taquilla, y ha resultado ser el mismísimo Louis Malle para el que Moreau había trabajado dos años antes en “Le Feu follet”. Paradojas.
Todas las películas citadas caben en seis años, los mismos en los que cursé la carrera de Derecho en Madrid. Veía mucho cine, entonces, y adoré a Jeanne Moreau. Luego ella siguió actuando regularmente por lo menos hasta bien entrados los años ochenta, con la misma sensibilidad, inteligencia y dominio de la escena. O bien sus películas no eran ya de primera fila y de grandes directores, o bien, como para entonces el cine había dejado de formar parte de mis prioridades culturales, los títulos de su filmografía consignados en la wikipedia ya no me dicen nada. Pero siempre fue un placer verla en la gran pantalla o en las reposiciones televisadas de sus películas.
Jeanne Moreau ha muerto. Viva Jeanne Moreau.
 

viernes, 28 de julio de 2017

CRECIMIENTO, ¿PARA QUÉ?


No es la primera vez que aparece en estas páginas Mariana Mazzucato (1). Recientemente ha venido a dar una conferencia en el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona, y ha insistido en sus particulares caballos de batalla, que la han elevado al puesto de enemiga pública número uno de Silicon Valley.
Digo bien “enemiga pública” puesto que en el Valley predomina una fuerte convicción de que lo público debe ser necesariamente ancilar en relación con la iniciativa y la creatividad privadas, que son los auténticos motores tanto de una economía guiada por los algoritmos irrefutables, como del bienestar medido por el número de emprendedores millonarios. Se trata, evidentemente, de un “relato”, para definirlo como hoy se califican esas cosas; y Mariana sostiene impávida que dicho relato es una monserga.
Mariana no cree en la necesidad de conquistar el socialismo por la vía de urgencia, sino en la de reformar el capitalismo, antes de que sea demasiado tarde. Los reformistas somos (perdón por la inmodestia) personas que no alimentamos una gran confianza en las virtudes de la exigencia de “todo y ya mismo”, sino que preferimos “anar a pams”, como decimos en mi tierra: avanzar palmo a palmo.
No es fácil, sobre todo porque las reformas a las que nos referimos son estructurales, y no cosa de pinturilla para disimular el orín. Contra Silicon Valley, Mariana insiste en el papel central de lo público y en los cometidos insustituibles del Estado como emprendedor. Un desarrollo sostenible exige una planificación previa; y una planificación previa implica una fuerte inversión de capital a largo – en ocasiones, larguísimo – plazo. Estamos acostumbrados (nos han acostumbrado interesadamente) a asociar los términos “capital” y “privado”. Existe, sin embargo, un capital público, controlado por el común a través de las instituciones democráticas representativas, y gestionado en último término por las maquinarias estatales. Los inversionistas privados reclaman del Estado ese apetitoso capital. Como el aristocrático Charles Laughton en “Posada Jamaica”, exigen: “El dinero dénmelo todo a mí, que soy el único que sabe cómo gastarlo.” Es una verdad a medias: saben cómo gastarlo de la forma que más les aprovecha a ellos. Pero nunca debería ser esa la función de lo público.
La puesta de los capitales públicos a disposición de la inversión privada (selectiva), sumada a una larga conllevancia con la corrupción sobrevenida, ha sido la vía utilizada por el gobierno español para conseguir una de las tasas de crecimiento más altas de la UE. Mariana Mazzucato replica a Ariadna Trillas, en una entrevista aparecida en Alternativas Económicas (2): «¿Y qué?» Es un crecimiento basado en el consumo, no en la inversión productiva. Un crecimiento que no genera riqueza social y exacerba las desigualdades. Un crecimiento no sostenible bajo ningún concepto.
Podemos recurrir para comprobarlo a uno de los parámetros más urgentes y alarmantes con los que medir la calidad de la actividad económica: en el conjunto de la UE, las emisiones a la atmósfera de gases invernadero se han reducido en un 24% desde 1990. El objetivo, según la reciente Convención de París, es llegar a un 40% de reducción para el horizonte de 2030. En España, las emisiones han aumentado en un 15% desde 1990, y la “política” energética del gobierno (algún nombre hay que darle) convoca muy escasas ilusiones de cambio. Rajoy culpará del desastre ecológico inminente a los agentes privados, y en último término a los ciudadanos que se empeñan en circular en automóvil por las ciudades. Para Rajoy, gobernar se reduce a administrar “razonablemente” la impotencia absoluta del Estado teorizada por la ortodoxia neoliberal.
  



 

jueves, 27 de julio de 2017

MARIANO RAJOY, O LA CORRUPCIÓN RAZONABLE

Ayer fue un día grande para la democracia, con la primera comparecencia en estrados de un presidente de gobierno para declarar en un juicio sobre corrupción. Había que celebrarlo, y así se ha hecho: esta mañana vienen los titulares de prensa con la noticia de que el paro desciende por debajo de los cuatro millones de personas censadas, por primera vez desde 2009.

Ninguno de los dos noticiones ha sido inesperado. De un lado, era conocida de antes la extraordinaria capacidad de nuestra economía para generar empleos basura. Nadie ha dicho que se hayan reducido las bolsas de pobreza, ni la precariedad, ni que haya subido el salario medio. En cuanto a esto último, ayer fue también el día en que los sindicatos se retiraron de la mesa de negociación ante la negativa cerrada de la patronal a considerar una cláusula de revisión salarial si los índices del coste de la vida crecen por encima de las expectativas.

Quiere decirse que las cosas del empleo están donde estaban, y que el anuncio sobre el descenso prodigioso del paro responde tan solo a una idea fija del gobierno, muy marianista y muy fatimista: la de inculcar en el subconsciente colectivo la idea de que la corrupción, en el fondo, ha sido útil para el país; que ha sido uno de los motores más poderosos de la brillante recuperación económica que tanto resplandece en las previsiones del FMI.

De otro lado, y esta es tal vez la única novedad que nos ha aportado el paso de Rajoy por la Audiencia Nacional, la corrupción que hemos vivido ha sido “razonable”. Mariano ha utilizado en varias ocasiones este calificativo para explicar sus relaciones con Bárcenas. Era razonable reunirse en sede oficial con una persona que había abandonado el partido al ser inculpada por irregularidades; era razonable mandarle esemeses pidiéndole fortaleza, porque ambos son personas bien educadas; era razonable permitirle mantener un despacho en la sede del partido, para que tuviera allí sus cosas después de desvincularse de su militancia. Se supone que también era razonable, aunque sobre este asunto delicado Mariano no se ha pronunciado, machacar con un martillo los discos duros de sus ordenadores después de haberlos borrado 32 veces.

De todos estos temas, Rajoy no sabía nada porque solo se ocupaba de las cosas políticas, y no de las económicas. Es razonable, también. Uno no puede abarcarlo todo, y cualquier presidente o secretario general, si le piden que bendiga con su autoridad una maniobra dudosa o un enjuague fuera de toda duda, responderá: “Vosotros haced lo que queráis, pero que conste que sobre eso yo no sé nada, ni me habéis preguntado, ni hemos estado nunca aquí reunidos.” La indicación figura en el capítulo primero del catón universal de buenas prácticas para instituciones del ámbito político.
De tantas buenas noticias, cavilo que la única importante es la mala: la ruptura de la negociación salarial. Todo lo demás se daba de antemano por descontado. Pedro Sánchez ha aprovechado la circunstancia para exigir la dimisión del jefe del gobierno. Mejor habría hecho reservándose para una ocasión mejor, no en vísperas de agosto y con parón parlamentario. Si se repite demasiado, este tipo de gestos se convierte inevitablemente en rutina desprovista de sentido.
 

miércoles, 26 de julio de 2017

CAMBIO DE ÓPTICA EN LOS TOROS


Me sorprenden dos noticias actuales relacionadas con la fiesta de los toros. La primera, la intención de celebrarla en la autonomía balear durante un tiempo máximo de diez minutos por toro, sin muertes ni efusión de sangre. La segunda, que dicha norma administrativa está en vías de ser recurrida al Tribunal Constitucional.
Respecto de la primera noticia, no digo que el proyecto no sea factible, e incluso económicamente provechoso. Es sabido que Búfalo Bill y Toro Sentado recorrieron las grandes llanuras centrales de Norteamérica con un espectáculo dedicado a los granjeros que se basaba en las leyendas del Salvaje Oeste, pero sin muertes ni efusión de sangre: el espectáculo por el espectáculo, con la taquilla como valor supremo. Nadie se engañaba y a nadie le engañaban: aquello no era una reproducción del Little Big Horn, sino un espectáculo dominical al aire libre que incluía caballos, pólvora e indios con plumas.
Del mismo modo, nadie puede hacerse la ilusión de que lo que propone el gobierno balear sea una corrida de toros. Una cosa es que el astado sea el “enemigo”, y otra que sea un animal al que por criterios de humanidad debe evitarse todo sufrimiento. La óptica del asunto cambia radicalmente. Lo que es bueno y deseable en un caso, se hace odioso en el otro. No hay forma de compatibilizar los dos puntos de vista.
Picasso, Miguel Hernández, Ortega, Ernest Hemingway y otros muchos han sido grandes aficionados a la fiesta. También yo; me han interesado tanto la simbología como el ritual del festejo; su estética al límite, su fondo oscuro y dramático. Hace muchos años, sin embargo, que no asisto a ninguna corrida ni en persona ni por pantalla de plasma interpuesta. Y no veo ninguna razón para abonar un billete para ninguna charlotada balear. Viene a ser como pedir en el restaurante un plato de mejillones al vino blanco, y que te sirvan solo las cáscaras. No, lo que yo quería paladear era la sustancia del bicho, no su envoltorio.
En el palacio de Cnossos, en Creta, se encontraron abundantes simbologías del toro y del culto al toro, y alguna pintura mural en la que aparecen jóvenes jugando con un toro que embiste. Están ahí el símbolo y el ritual, pero me parece dudoso que sean los mismos de la tauromaquia. Los expertos dicen que la proeza del muchacho que hace volatines sobre el lomo del tremendo morlaco es imposible. Yo sospecho que no está jugando, sino que ha sido lanzado al aire por los cuernos del tótem, y que lo que contemplamos no es un festejo ritual sino un sacrificio ritual: no el del toro objeto de adoración, sino el de los humanos presentados a él como víctimas propiciatorias para la fecundidad de la tierra, las buenas cosechas, etc.
Al margen de esta sospecha particular, sobre la cual no encuentro literatura fundamentada entre los científicos, queda el comentario a la segunda noticia a la que me refería al principio: el hecho de que los juegos de toros baleares vayan a ser recurridos al Constitucional por puristas fanáticos de la esencia prístina de nuestra idiosincrasia.
Me parece una solemne majadería.
 

martes, 25 de julio de 2017

RELECTURAS DE VERANO


Una mala elección me dejó desprovisto de “lectura de avión” en mi viaje griego. Piqué como un pardillo ante un autor al que calificaban de nuevo Le Carré, y del que alertaban de no empezar su libro de atardecida, porque podía dejarte la noche en blanco. Se equivocaban o me equivocaron: me dormí leyéndolo. No me inspiraron ningún interés las andanzas de los protagonistas bajo distintos cielos. Les era de aplicación la sentencia de Horacio: cambiar de cielo es inútil si no se cambia también de alma. Las almas de los personajes eran pacíficamente anodinas, por más que su profesión fuera peligrosa e imprevisible.
Recalé en la relectura de “El jardín de los Finzi-Contini”, de Giorgio Bassani. Siempre me he preguntado cómo (para decirlo con la letra de una copla famosa) pudo tener Micòl Finzi-Contini valor para elegir a otro hombre, estando en el mundo yo. (Yo, el narrador en primera persona, furiosamente empatizado por el lector). Pero “El jardín” no es una novela de amor frustrado más que en último término, como excipiente para presentar otros temas importantes, tratados en filigrana: la reconstrucción minuciosa de un mundo tan absolutamente desaparecido como el de los etruscos y colocado en un lugar aparte, más allá de la Mura degli Angeli y del Barchetto del Duca, con su desdén por el presente abiertamente hostil y sus normas rígidas nunca expresadas de forma directa, sino oblicua. Y, consecuentemente, la aceptación serena, por parte de un grupo de personas, de la hecatombe futura que los engullirá sin remedio; porque cifran la supervivencia no en la adaptación ni en la fuga, sino en el sacrificio de sus vidas conscientemente asumido.
Dedicaré los ocios de agosto a otra relectura, “Moby Dick” de Herman Melville. Es una recomendación de Fernando Savater, de quien no hago mucho caso en otros terrenos, pero sí en el literario. Su propuesta, en Babelia, me ha apetecido. También la de “Ana Karenina” de Tolstoi, aunque esta la dejo para el otoño (tal vez acompañada de un nuevo repaso de “La sonata a Kreutzer”, que tengo en el mismo volumen). Tanto Melville como Tolstoi son de esos autores-recurso óptimos cuando se tiene que elegir un libro para todas las estaciones, y solo uno. Savater propone leer “Moby Dick” todos los años, y estoy seguro de que su propuesta tiene fundamento; pero mi tiempo es limitado, y por fortuna siempre tengo más de un libro valioso a mi alcance.
 

lunes, 24 de julio de 2017

AZAR, TRABAJO Y FORTUNA







Por gentileza de Antonio Lorente Medina, uno de nuestros eruditos más destacados, al que tuve el placer de conocer en Creta, tengo en casa un facsímil del juego de la “filosofía cortesana moralizada”, compuesto en 1584 por Alonso de Barros, que ilustró con él un tratado del mismo título.
Se trata de un antecedente del juego de la oca. A golpe de dados, se avanza a través de una espiral de 63 casas, la última de las cuales, la Palma, está señalada con la palabra “Vitoria”. En el recorrido hay claves que hacen avanzar o retroceder al jugador al tiempo que lo aleccionan con máximas morales. Por ejemplo, quien cae en la casa de la “Mudanza de ministros” (43) debe volver a la de “Adulación” (10); un “Pensé que” (55) retrocede a “Diligencia” (20), y quien cae en el “Pozo del olvido” (32) debe pagar multa al resto de jugadores y estarse una mano sin jugar. Hay una casa de la Fortuna (51) que permite tirar dos veces, y otra de la Pobreza (60) desde la que se retrocede a los Dados (53) pero recibiendo “limosna” de los demás competidores.
El avance más consistente es el de las casas de los Bueyes, antecesores de las Ocas. Las casas en cuestión son nueve, ilustrada cada una con un par de bueyes, y permiten avanzar en la misma tirada tantos puntos como los que fueron precisos para dar en ellas. Los Bueyes incluyen el título “Travaglio” y una leyenda singular para cada una de sus casas, en italiano y en español. Transcribo dichas leyendas en español, con el número de la casa en la que se incluyen: “Nunca se siente el trabajo, sino cuando el premio es bajo” (4); “Frutos del trabajo justo son honra, provecho y gusto” (12); “Del ocio nace pobreza, y del trabajo riqueza” (17); “No es grande trabajo aquel que basta a sacarnos dél” (23); “Al fin se rinde fortuna si el trabajo la importuna” (30); “El fruto de la esperanza por el trabajo se alcanza” (34); “Trabajo es no le tener el que dél ha de comer” (41); “Aunque fortuna es mudable, el trabajo es favorable” (48); y “El trabajo gana palma, y quita el orín del alma” (57).
Se comprueba que Alonso de Barros apostaba fuerte por el trabajo para mover en sentido favorable el azar y alcanzar, no sin peligro, la fortuna. Las ilustraciones son convencionales pero eficaces. Las 63 casas están separadas por columnas historiadas. En el centro del tablero hay pintado un mar con barcos que navegan o naufragan, pescadores, remolinos y dragones, y la leyenda: “Mar de sufrimiento. Quien pretende ha de sufrir, como el que nace morir.” En las esquinas: abajo a la izquierda, un ave posada sobre una calavera toca una trompa de la que salen las palabras “Nosce te ipsum”. A la derecha, un brazo señala un reloj de péndulo, con la leyenda “Hasta la postrera”. Arriba a la izquierda, un gran pez recomienda: “Date prisa despacio”. Y a la derecha, una figura femenina, tal vez la diosa Fortuna, señala con el índice un aviso premonitorio: “No me pierdas”.
Me parece una iconografía adecuada al trabajo “decente” que promueve la OIT. Sugiero que se coloque el juego en el frontispicio del próximo Estatuto de los Trabajadores, por el que tanto suspiramos muchos de nosotros.
 

domingo, 23 de julio de 2017

DESARME DE LOS DOGMATISMOS


Con una sinceridad desarmante, tan desprovista de retórica que podría ponerse como ejemplo de la virtud de la humildad, el papa Francisco ha reconocido que el big bang y la teoría de la evolución son hechos constatados científicamente e imposibles de negar, por más que los considera compatibles en último término con la tesis de la creación. Dios, en efecto, ha concluido el pontífice, no es un mago dotado de varita.
La consecuencia imposible de ocultar de esa declaración es que el dogma católico no tiene una vigencia eterna, que precisa de aggiornamentos del mismo modo que la liturgia. La santa iglesia ha matado mucho en aras de una fe sobrepuesta a los progresos de las ciencias, que recién ahora reconoce que no era unívoca y no acaparaba toda la verdad. Bienvenida la iglesia, entonces, al relativismo y a la duda, esa categoría del razonamiento alabada por Brecht en la que podemos reconciliarnos creyentes y no creyentes. La Fe, triunfal y con mayúscula, ya no sería un ingrediente necesario en las estructuras mentales de orden religioso (falta por ver aún lo que dice la curia al respecto); bastaría sencillamente con el cultivo de la buena fe, que a todos nos acomoda.
Y es que la teoría de la evolución, cambiando de tema, presenta meandros colaterales curiosos. Carlos Arenas y Javier Aristu nos cuentan uno de ellos en “La izquierda y la basílica Macarena” (1). En síntesis, el shift es el siguiente: el sevillano bar Casa Cornelio, punto de encuentro en las primeras décadas del siglo XX del obrerío anarquista y comunista, es cañoneado en julio de 1931 por iniciativa del capitán general Ruiz Trillo, coincidiendo con la declaración de estado de guerra en Madrid. Cañoneado, no para desalojar rebeldes, sino meramente por el ejemplo. Una efeméride digna de recuerdo.
En 1936, las “hordas rojas” a su vez prenden fuego a la parroquia de San Gil, donde tenía su sede espiritual la cofradía de la muy venerada Virgen Macarena. En 1949, concluida la guerra incivil y al tiempo que se van despachando las penúltimas represalias contra los vencidos, en forma de fusilamientos y prisiones, el general Queipo de Llano, virrey franco-andaluz indiscutido, decide levantar una basílica de nueva planta dedicada a la Macarena, en el solar en ruinas en el que estuvo en tiempos Casa Cornelio.
De este modo quedan unidas de forma indisoluble, en la memoria y en el lugar físico, el “viejo” movimiento obrero y la renovada devoción mariana. Los restos de Queipo están enterrados en la basílica, y algunos movimientos de izquierda exigen que sean expulsados del templo. Pero en el entrelazamiento de sucesos inverosímiles y contradictorios que solemos llamar Historia, las dos realidades, la devoción triunfante y el obrerismo reprimido, convergen en ese aleph, en ese nudo histórico preciso. Separarlos quirúrgicamente sería tan arbitrario e inútil como convertir la basílica en escuela de música, que es precisamente lo que las CUP proponen hacer con la catedral de Barcelona.
Lo más sensato, y también lo que proponen Arenas y Aristu, parece ser dejar las cosas como están, y volcar las energías populares en objetivos de mayor fuste y trascendencia. Ojalá que así sea.
 


 

viernes, 21 de julio de 2017

OXÍGENO FINANCIERO PARA GRECIA


Nos cuenta Sandro Pozzi desde Nueva York (en elpais) que el consejo de gobierno del Fondo Monetario Internacional ha decidido inyectar 1.600 millones de euros en la economía griega, para facilitar la liquidez, la sostenibilidad, y esas cosas. La decisión no se ha hecho aún efectiva, pendiente de las negociaciones en curso y de “garantías específicas y creíbles” por parte de los socios europeos.
No entiendo muy bien eso de las garantías, quizá se refiere a lo que dijo no hace mucho el pícaro puritano de Dijsselbloom, a saber: garantías de que los griegos no se lo gastarán todo en vino y verbenas, como tenemos por costumbre inveterada los pueblos del sur.
Otra cosa que no entiendo: el objetivo último de la negociación pendiente parece consistir en que Grecia “aplique un programa que le permita acudir al mercado de capitales para buscar financiación.” Es decir, se le da algo de dinero (mil seiscientos millones vienen a ser una gota de agua en el océano de la desigualdad) para que esté en condiciones de pidolar en mejores condiciones a la puerta de los templos del gran capital, a la salida de la misa de doce. Qué programa puede ser ese, y cómo podrá ser implementado, son cuestiones que en principio quedan en la penumbra.
El Fondo añade al comunicado sus ya características notas didácticas y paternalistas: se están produciendo progresos “en la buena dirección”, sea esta la que fuere, y se está en vías de restaurar “la estabilidad macroeconómica y el crecimiento a medio plazo”, para lo cual urge a “no crear falsas expectativas” y a emprender más “reformas estructurales” necesarias para el alivio ulterior de la deuda. También se llama a proteger a los grupos de población más vulnerables.
Los grupos más invulnerables están ya protegidos de sobra, no es necesario mencionarlos. El Tribunal Constitucional griego echó atrás la reforma fiscal del gobierno Tsipras porque pretendía hacer pagar más a quienes más tenían, y los propios “socios” europeos (la UE) le reprendieron cuando intentó repatriar capitales evadidos y custodiados en bancos por encima de toda sospecha. Se riñó entonces a Grecia haciéndole ver que aquella no era la “buena dirección”. Ocupémonos de los vulnerables, sí, pero desde el respeto reverencial a los invulnerables. Ese es el sudoku que hay que resolver.
Mientras, un terremoto ha sacudido la isla de Cos, una de las más dulces del Dodecaneso, por fortuna sin demasiados destrozos irreparables. El Asclepeion, el recinto dedicado en la antigüedad al dios de la medicina Asclepio (su nombre se transmitió prácticamente intacto al panteón romano; allí se le llamó Esculapio), está situado en una amplia terraza natural, a media altura, y tiene detrás un bosque que fue declarado sagrado, y cuyo acceso estaba prohibido a los mortales. Es uno de muchos ejemplos de simbiosis entre ciencia y religión en la antigüedad; en ese bosque brota la fuente medicinal que ha hecho famosa la isla, y los griegos tenían muy presente la necesidad de preservar el medio ambiente y cuidar de la pureza de las aguas potables, desde el origen hasta las canalizaciones que las llevan al consumo del público (es una lección que no hemos aprendido los modernos, tan entusiastas del ideal helénico en otros aspectos). En la ciudad de Cos, el sabio Hipócrates daba sus lecciones a la sombra de un árbol que sigue hoy más o menos en pie, con la ayuda de fuertes sostenes de acero y con brotes y rebrotes que lo extienden sobre una amplia plaza agradabilísima, que se abre al mar y (a un lado) a la fortaleza levantada en ese lugar siglos más tarde por los caballeros hospitalarios de San Juan, para cerrar el paso de los estrechos por los que los otomanos pretendían hacer circular hombres, armas y víveres con los que asediar los últimos restos del imperio de Bizancio.
   

jueves, 20 de julio de 2017

EL DISCURSO DEL BRAVUCÓN


Durante años ya, he procurado dedicar el mínimo espacio posible, en estas notas en contrapunto, al procès catalán. Abonaban esa decisión el hastío de un debate demasiado estirado en el tiempo, falto de argumentos y machacón en las formas, y de otro lado la prudencia para no enconar heridas abiertas, cuando quien más quien menos tenemos en la familia y entre las amistades gente “indepe” absolutamente entrañable y valiosa. Con los mimbres que hay habrá de hacerse mañana el cesto de la Catalunya renovada, y sigo convencido de que en esa tarea nadie será prescindible.
Por eso, me siento desolado al volver un día más sobre el mismo tema, que ya huele (a pescado, según Rahola). Pero es que en algunos foros se interpreta la prudencia como indefinición, y el silencio como adhesión tácita. Y eso tampoco. Callar en estas condiciones sería cobardía civil. Vamos, pues, al comentario.
En las portadas de la prensa de hoy coinciden cuatro noticias reseñables sobre el tema. Primera, (en lavanguardia): el letrado mayor del Parlament “duda” de la legitimidad de la vía unilateral para el referéndum. Pongo entre comillas el “duda”, porque del texto se desprende que no hay duda sino una certeza absoluta expresada con cautelosa reserva. No es de excluir que el señor Bayona sea relevado de sus funciones dentro de pocas horas, al ritmo frenético con el que se mueven las cosas en las instituciones catalanas.
Segunda (en elpais): Milagros Pérez Oliva señala que la reforma horaria, consensuada por todas las fuerzas parlamentarias a la vista de estudios serios y fundados sobre su oportunidad, ha sido aplazada por la mayoría de JxS más CUP hasta 2025. Lo primero, al parecer, es la independencia; y luego, en brumosa lejanía, las cosas de la vida. Comenta Milagros que debe parecerles más fácil gobernar la utopía que gestionar unos cambios que implican la apuesta por la innovación social. Es una manera elegante de decir algo que también puede expresarse con mucha mayor crudeza.
Tercera (en lavanguardia): Fernando Ónega hace un recuento demoledor de las agresiones continuadas de la cúpula procesista a los principios de la democracia que tanto reclama. Oigámoslo: «Los responsables de la Generalitat han dado pasos de difícil presentación ante el resto del mundo. Han roto el principio de neutralidad de los gobiernos ante una consulta popular. Han condenado a muerte política a servidores públicos que cometieron el delito o la imprudencia de dudar. Han resucitado la “lealtad inquebrantable”, término propio de regímenes autocráticos. Han cesado a personas que se habían distinguido por su tolerancia. Han lanzado la imagen de que buscan un control de los Mossos encaminado a que incumplan la legalidad de un Estado democrático. Y, para cerrar el relato, el Govern impone la ley del silencio, declara que no piensa informar de sus decisiones, se reserva el derecho de información como si fuese exclusivamente suyo…»
Cuarta, la intervención de ayer del nuevo conseller de Presidència y portavoz del Govern, Jordi Turull, llamando a “hiperventilados y tiquismiquis” a tomarse 76 días de excedencia hasta que aquí pase lo que tenga que pasar.
Son palabras fuertes. Creo que la última vez que he oído llamar a alguien “hiperventilado” fue a Gene Hackman, dirigiéndose a Clint Eastwood en “Sin perdón”. Tiquismiquis le llamó, si no recuerdo mal, Wyatt Earp al mayor de los hermanos Clanton, lo que provocó la ensalada de tiros que se conoce en el OK Corral. El oasis catalán de tiempo atrás, la emblemática bassa d’oli del president Pujol, ha derivado en un nuevo Tombstone.
Adelante. En el patio del cole, cuando algún audaz lanzaba un desafío semejante, los demás hacíamos corro gritando “¡Pelea, pelea!” y ejercíamos de árbitros colectivos y rigurosos. No permitíamos el menor paso atrás del retador, y cualquier intento posterior de componenda era juzgado con calificativos deplorables que hoy provocarían la protesta airada del colectivo LGTBi. Veamos entonces en qué queda la bravuconada del conseller Turull.
  

miércoles, 19 de julio de 2017

NEGOCIEN


Desde hace meses, algunos venimos diciendo que el referéndum que se propone para el 1-O en Catalunya ni es un referéndum, ni puede ser vinculante para nadie, ni puede ser instrumento jurídico válido para proclamar ninguna independencia, ya sea esta unilateral o bilateral, alcanzada a ruego de hombres buenos o a puro salto de mata. Lo que no puede ser no puede ser, y no es posible habilitarlo de tapadillo mediante una ley tenida en secreto, porque en democracia ninguna ley secreta puede surtir efectos para toda la ciudadanía sin excepción, como es necesario que ocurra con todas las leyes de un Estado serio y reconocido en el concierto de las naciones.
La situación es nítida. El contexto internacional se ha desentendido del problema catalán. Ha habido una sola y escueta recomendación a tirios y troyanos: «Negocien.»
Es lo único que no se está haciendo. Ya ocurrió algo parecido en tiempos del comte Jaume d’Urgell, llamado por estas tierras el Dissortat. Jaume se decidió por la guerra a destiempo, cuando el rey elegido en Caspe ya había recibido pleitesía de todo el reino, incluido el mismo Jaume, por procura. La guerra tomó mala pinta desde el principio y los rebeldes se encerraron en el Castell Formós de Balaguer. Para colmo de males, el comte Jaume olvidó, en la precipitación del momento, hacer entrar en el castillo la reserva de pólvora de la que disponía. Se quedó como quien dice en pelotas, delante de un enemigo notoriamente superior en número y pertrechos, y solo le quedó suspirar por un rápido auxilio prometido a medias por el rey de Inglaterra, cuyo auxilio (al igual que la pólvora) nunca llegó a su destino.
El rey Ferran puso asedio a la plaza, pero no ordenó el asalto; dejó que los sitiados se cocieran en su propio fuego, y dejó marchar sin perseguirlos a los desertores, cada vez más numerosos, del bando de Urgell.
Finalmente Jaume envió a negociar a su esposa, Isabel de Aragón, hija de Pere el Ceremoniós y prima del Trastámara. Este la trató con cortesía, pero solo le prometió respetar las vidas; nada más.
Y a ese pacto hubo de acogerse el pretendiente frustrado a la Corona de Aragón; no tenía otra. Él marchó preso a Urueña; Isabel se encerró con sus hijos en el monasterio de Sigena, que formaba parte de las únicas propiedades que el nuevo rey le dejó conservar, en torno a Alcolea de Cinca; el Castell Formós fue derruido hasta los cimientos. No hubo final feliz.
Si de algo sirven las lecciones de la Historia, el gobierno catalán debería afanarse ahora por encontrar vías de negociación y elaborar propuestas de solución. La gallardía vale de poco en los momentos críticos, y el recurso a la heroica es solución siempre arriesgada. El goteo de deserciones ya ha comenzado, y la tesis del “cuanto peor, mejor”, teóricamente irreprochable, suele funcionar en la realidad de modo muy diferente, a saber: “cuanto peor, peor.”
Sin embargo, los estamentos independentistas ven las cosas de otra manera. Han agotado ya su argumentario, y recién comienzan con el repertorio de descalificaciones. Estas llegan también a sectores de la llamada “sociedad civil” que consideraban en principio potencialmente aliables, pero que ven los asuntos de la declaración de independencia de una manera muy distinta.
No solo no ha habido aproximación en los planteamientos de unos y otros, sino que el tono respetuoso y pacífico de otros tiempos ha desaparecido. Para ilustrar lo relativo a las formas me remito (basta un botón) a lo que nos cuenta José Luis López Bulla en “Los españoles olemos mal: a pescado.” (1)
Por cierto que en la cabecera de ese texto de José Luis va una foto en la que aparecemos él y yo en el quiosco del parque de la Ciutadella. Él lee la convocatoria pública de la huelga general de 15 de junio de 1985; yo tengo la función más humilde pero imprescindible de aparecer a su lado, puesto que era su secretario de Organización, a la sazón. Éramos entonces dos cuarentones recientes, provistos de algunas ideas arriesgadas y de muy pocos miedos. A José Luis lo llamábamos cariñosamente el Gordo. Yo aparezco con una pinta de fifiriche que no me recuerdo, la verdad. Esa blanca palidez se debe seguramente a una úlcera gástrica que por entonces me torturaba.
José Luis me califica de “dottore sutile”. Agradezco el piropo por venir de quien viene. Él sabe de la mano de qué maestro cursé yo el doctorado en sutilezas, sindicales u otras.
 


 

martes, 18 de julio de 2017

CON FRANCO, NO PASABA


Al aterrizar de nuevo en Barcelona, casi la primera noticia que me ha llegado ha sido la de unos cartelones con la imagen a todo color de Franco pidiendo el “No” para el 1-O. No he visto ninguno aún, es lavanguardia la que me trae a casa las imágenes del victorioso Caudillo con un texto ridículamente inapropiado respecto de lo que fueron las bien conocidas máximas de su régimen.
Podría tratarse de un caso aberrante de apología pública del fascismo, pero no. Los responsables de la fechoría son un colectivo denominado “República des de Baix”. Ha dado la cara por ellos ante los medios Antonio Baños, que fue hace no mucho tiempo – hasta su dimisión por motivos no claramente expresados – el coordinador institucional de las CUP. En su explicación de la jugada, ha tratado de poner una pizca de racionalidad donde no la hay. No hacía falta un cartel para dar a conocer algo sabido de sobras por todos: que Franco era contrario a la República (la española, en su caso; hizo una guerra civil contra ella. Razón suficiente para suponer con fundamento que también habría sido contrario a una República catalana).
Tal vez lo que se pretende sugerir con el cartel es que quienes están en contra de la República catalana son todos franquistas, y en ese caso el silogismo falla de forma estrepitosa. Baños y sus adláteres deberían repasar sus manuales de Lógica, a estos extremos lleva el descuido de las humanidades en los planes de enseñanza oficiales desde la ley Wert e incluso desde mucho antes. Ahora padecemos la desazón de tener en nuestro corral a unas primadonnas de la política convencidas de que Aristóteles era un gato, dadas las premisas inobjetables de que algunos gatos son griegos y Aristóteles era indudablemente griego.
Otra iniciativa sonada de los cupaires en los últimos tiempos ha sido la exigencia de recuperar para el pueblo soberano la catedral de Barcelona y convertirla en una escuela de música. No sé yo, la sensación que me da es que estos/as muchachos/as “no tocan”. Las CUP se llevaron en aquellos comicios seudo “plebiscitarios” unos cuantos cientos de miles de votos de ciudadanos que opinaban que de esa forma estaban dando caña tanto al señor Rajoy como al señor Mas. Fue otro silogismo político erróneo de raíz, pero, para hacer justicia a la trayectoria de las CUP en las instituciones catalanas, fuerza es reconocer que han devuelto a sus representados el ciento por uno de lo que ellos les aportaron en su momento. Y una cosa así, a salvo de lo que la iglesia católica promete para el reino del más allá, muy pocas organizaciones políticas pueden presumir de haberlo hecho en el bajo mundo realmente existente.
 

domingo, 16 de julio de 2017

NO SOY UNIONISTA


Mi nombre aparece en un manifiesto de personas vinculadas con Catalunya en Comú y contrarias al referéndum unilateral de independencia anunciado para el 1-O. Me satisface que sea así. No soy muy de firmar manifiestos, pero en este caso vale la pena dejar constancia, cuando haya pasado lo que sin duda va a pasar, de que algunos ya avisamos con antelación.
Me ha llegado a Atenas el manifiesto vía Nueva Tribuna. No linko el documento porque no se trata del original catalán sino de una traducción automática al castellano, bastante esperpéntica. Me siento muy feliz, eso sí quiero dejarlo muy claro, de aparecer como firmante de un documento que me atrevo a calificar de necesario.
Acepto sin pestañear todos los calificativos envenenados que se nos dediquen desde los suburbios de un poder vicario. Amo a Catalunya, pero es sin duda una Catalunya distinta de la oficial. Soy traidor, en efecto, al ideal supremo de una Catalunya inmemorial, eterna y sacrosanta, pero lo soy entre otras razones porque hace muchos años que vengo traicionando cuantas inmemorialidades, eternidades y sacrosantidades me salen al paso.
Ahora bien, no soy unionista. No me importa mucho que me lo llamen, porque el signo de los tiempos es la falta de precisión, el disparar a bulto y despreocuparse de toda suerte de daños colaterales.
Pero no soy unionista. No deseo la unión con España, me limito a constatar que es lo que hay. No estamos en un punto neutro y equidistante desde el que podamos arrimarnos, como el asno de Buridán, a uno de los dos montones de paja idénticos marcados con las etiquetas de “independencia” y “unión”. Esa es una de las innumerables falacias de este proceso capaz de superar en absurdo al kafkiano. “Estamos” en la unión, y los dos caminos posibles a partir de ahí son, o bien la independencia (nos la intentan vender de baratillo y en cómodos plazos los sapastres de la Generositat más desprestigiada en siglos de existencia) o bien una mejora consistente y sostenible de la relación, muy deteriorada, que mantenemos con el constructo estatal del que formamos parte.
Yo estoy claramente en esta segunda vía. No me mola España, la España que hay. Deseo una España mejor, y deseo, en ella o fuera de ella, también una Catalunya mejor.
No es baladí ese “mejor” que coloco detrás de la España y la Catalunya que deseo. La disyuntiva que se nos propone es inmovilista; de forma artificiosa enfrenta a una España y a una Catalunya concebidas como dos entidades graníticas e idénticas a sí mismas en el decurso de la eternidad. Se nos exige que decidamos cuál de las dos preferimos, pero no preferimos a ninguna. Se nos pregunta si queremos un nuevo estado independiente, sin debatir antes cuáles van a ser las leyes fundamentales sobre las que se sustentará ese nuevo estado. Independentismo como acto de fe. Yo hace muchos años que dejé de tener fe.
No iré el 1-O ni a votar, ni a manifestarme. Incluso algo tan nimio e intrascendente como escribir el post que están leyendo ustedes me parece más útil que ese trajín desnortado.
 

sábado, 15 de julio de 2017

PALIMPSESTO CRETENSE


Nunca hubo un laberinto en Creta, todo se debió a una exitosa campaña de propaganda de los pueblos dorios deseosos de extender su hinterland hacia el sur y dominar el centro más consistente y apetitoso de las civilizaciones cicládicas. Pasífae, si existió, debió de ser una matrona irreprochable, y la aventura erótica que le adjudicaron con un Bos primigenius de una tonelada de peso es a todas luces un bulo, como lo es la existencia, inconcebible desde la ciencia de la genética, de Minotauro, el monstruo que se zampaba al año siete varoncitos y siete doncellas atenienses. Propaganda bélica todo ello, y de muy baja estofa. Lo que Creta ofrecía en abundancia a sus conquistadores potenciales era trigo, aceite de oliva, vino y miel; cuatro bendiciones mediterráneas entonces, como lo siguen siendo ahora pese a todos los cambios climáticos y pese a los nuevos ucases de los pueblos dorios de hoy mismo, anclados en sus brumas y sus telarañas nórdicas, y celosos de los países en los que crece el limonero.
Y sin embargo, la isla en sí es algo parecido en cierto modo a un laberinto, en el sentido de un conjunto de senderos que no conducen más que a sí mismos después de una vuelta tras otra al mismo recorrido.
O mejor aún, un palimpsesto. Es decir, un pergamino sobre el que se han escrito y rascado sucesivamente distintas historias, todas las cuales, a pesar de todo, siguen siendo descifrables y reconocibles por el experto.
Las historias pueden ser muchas y muy distintas; el sustrato es único e idéntico para todas ellas.
Es lo que sentí de forma confusa en Áptera, al este de Chania, sobre una colina que domina la profunda bahía de Suda, que cierra al norte la península de Akrotiri. En el lugar hubo un centro minoico, sobre el que se levantó una poderosa ciudad helénica que en el siglo V a.C. estaba rodeada por un muro defensivo de 4 km de longitud, disponía de dos puertos y acuñaba moneda propia. También contaba con un templo dedicado a Deméter y un teatro, hoy casi invadido por olivos entre los que atruenan las chicharras.
En época romana se construyeron unas cisternas monumentales, y unas termas. Un terremoto acabó con la ciudad en el siglo VII, y en el IX los invasores sarracenos arramblaron con lo que quedaba. En el siglo XII se construyó junto a las antiguas cisternas un monasterio dedicado a Aghios Iannis Theologos (San Juan Evangelista), y al lado levantaron siglos después los otomanos un fuerte bastante feo pero poderosamente provisto de troneras para cañones. En el siglo XVI los venecianos plantaron dos fortalezas a lado y lado de la entrada de la bahía, uno en la ladera de Áptera y el otro en la isla de Suda. En 1715 los turcos ocuparon el lugar de los venecianos. El complejo fortificado revertió a Grecia después de la primera gran guerra. Hoy la marina griega ha cedido a la OTAN las instalaciones del puerto; desde donde estábamos, era muy visible un gran buque cisterna arrimado al muelle. En el otro lado del istmo, algo al nordeste del casco urbano de Chania, en la cima de la colina de Profitis Eliis, están las tumbas de Elefterios Venizelos, el mayor estadista de la Grecia moderna, y de su hijo Sófoklis.
Una suerte de laberinto intelectual; un palimpsesto nada oculto, sino sometido a la acción de un sol implacable; una historia enrevesada y torturada que conviene aceptar – como ocurre con todas las historias, y también con la Historia en mayúscula, muy particularmente – en su integridad, sin maniqueísmos ni oscurecimientos ni cancelaciones. Quizás en este aspecto el caso de Creta es ejemplar.
 

viernes, 14 de julio de 2017

LOS CAMPANILLEROS


Ayer tarde volamos Carmen y yo de Chania a Atenas. Estoy de vuelta de Creta, entonces. Escribiré quizás algo más sobre lo vivido allí, cuando haya decantado un poco las sensaciones del viaje, muy mezcladas. Puedo decir que la isla es bella y bravía, el calor implacable, los paisajes imponentes, la guía que nos ilustró muy competente, y espléndida la compañía del pequeño grupo de españoles que acometimos en colectivo los itinerarios. Dejémoslo así de momento.
De vuelta, leo una nota corta de López Bulla relativa a una de tantas falsificaciones de la historia, la que confunde independentismo con progresismo; y un texto más largo de Javier Aristu (“Cataluña, Andalucía y el derecho a decidir”, rúbrica en el blog En Campo Abierto) sobre el mismo tema, o sobre un tema muy vecino y conectado al anterior.
Vamos al dato concreto. Vamos, desde la conciencia de que un dato aislado no es asidero suficiente para construir sobre él una categoría; pero tampoco es pura anécdota desprovista de sustancia.
El dato es el siguiente. Dolores Jiménez, Niña de la Puebla, da nombre a dos calles en el mundo. Una de ellas en su lugar natal, La Puebla de Cazalla; la otra, en Santa Coloma de Gramenet, populosa urbe como se sabe aledaña a la Barcelona cap i casal de la Cataluña tanto histórica como actualísima.
Y lo que la Niña ha unido, trueno ahora como si estuviera en la cima del Sinaí con las tablas de la ley en las manos, no lo separe el hombre.
Pura casualidad, me ha venido a la memoria hace un par de días la ocasión solemne en que dos amigos llegamos a la conclusión concorde de que para poner fin a los repetidos abucheos al himno en las finales del fútbol, haría falta recurrir al procedimiento drástico de cambiar ese himno de tachunda y chundarata que padecemos los españoles, tan borbónico, tan impresentable, tan abucheable desde todos los acimuts. En su lugar, esa sería nuestra modesta proposición, podría incorporarse a la Constitución como nuevo himno oficial del Estado “Los campanilleros de la madrugá”, interpretado bien por una cantaora o cantaor dignamente adecuados a la solemnidad del momento; o bien mediante reproducción mecánica de la versión inmortal de la Niña de la Puebla.
Algunas fuentes definen la canción como villancico, y ponen la tradición de los campanilleros en relación con la del rosario de la aurora, elemento este último que no hace sino engrandecer la perspectiva social y sentimental de nuestra propuesta. Dado que hay letras diversas al retortero y con el fin de no herir la conciencia laica de nadie, esta es la letra en concreto que propongo para su debate en profundidad en las asambleas republicanas, las células comunistoides y los círculos podemitas:
En los pueblos de la España mía
los campanilleros por la madrugá,
me despiertan con sus campanillas
y con sus guitarras me hacen llorar.
Y empiezo a cantar…

y al oírme “tó” los pajarillos que están en la rama
se echan a volar.

Un texto de raigambre honda, de alta sensibilidad, e inobjetable desde cualquier credo, ideología o escuela filosófica.
Disculpen el puntillo de erudición histórica, pero en la Parapanda insurgente, siendo manijero primero de la misma Frasquito Puerto, “Los campanilleros” ya fueron declarados en tiempos pretéritos himno oficial de aquella singular sinarquía enclavada en la contigüidad del cosmos. Quien no lo crea puede repasar la historia completa en http://ferisla.blogspot.gr/
 

miércoles, 12 de julio de 2017

CERO DE DIECISIETE


De los diecisiete puntos en los que la ONU ha cifrado los objetivos del desarrollo sostenible que deberíamos alcanzar en el mundo en el año 2030, España no alcanza el aprobado en ninguno.
Hay matices, sin embargo: vamos muy mal en seis asignaturas, mal en otras seis, y menos mal en cinco. Nos situamos en el puesto 25 sobre 157 países, lo que puede contribuir a darnos la impresión de que vamos colocados en el pelotón de cabeza, notablemente por delante de Sudán del Sur, Burkina Faso, Mozambique o Gambia. El presidente de la Red Española para el Desarrollo Sostenible, el ex ministro de Exteriores Miguel Ángel Moratinos, ha expresado un optimismo peligrosamente relativo ante las cifras, con la afirmación de que siente una “mediana satisfacción” derivada de la conciencia de que “queda medio camino por recorrer”.
Permitan que exprese mi perplejidad. ¿A qué camino se refiere Moratinos? ¿Cuál es la mitad de dicho camino ya recorrida? ¿Qué medios se están poniendo para recorrer la parte que falta en los próximos trece años?
Estos son los seis apartados en los que España suspende sin paliativos: 1) Economía y empleo; 2) Industria e innovación; 3) Consumo; 4) Cambio climático; 5) Cuidado de la tierra, y 6) Cuidado de los mares. Tal vez se han dado cuenta ustedes de los enormes esfuerzos y dineros que está comprometiendo el gobierno sobre los seis puntos citados, y de los debates a tumba abierta en las instituciones sobre cómo mejorar en lo concreto nuestras prestaciones. Yo, no. Yo sigo en Creta (hasta mañana) y mi impresión desde la lejanía es que el estado de la opinión y la opinión del estado se preocupan más por la eliminación de Rafa Nadal en Wimbledon y por cómo va a resentirse su posición en el ranking de la ATP debido a esa calamidad.
Vamos a los seis puntos en los que vamos mal a secas, o sea sin alardes como en los seis anteriores. Son: la pobreza, el hambre, la educación, las desigualdades económicas, la paz y la justicia, y finalmente las alianzas. Súmenlos a los anteriores. Añadan los cinco puntos en los que no vamos de ningún modo bien pero hombre, tampoco estamos tan mal (salud, igualdad de género, agua y saneamiento, energía y ciudades sostenibles), y reflexionen sobre los movimientos actuales para (acabar de) privatizar la salud, privatizar el agua, encarecer la energía. ¿Mejoraremos la puntuación en esos ítems el año que viene, o tal vez vamos a dejarnos ir todavía un poco a peor, aprovechando que tenemos margen para empeorar?
Para finalizar, pregúntense qué es entonces lo que va bien en este país. La respuesta es: Nada. Cero patatero de diecisiete.
Vuelvo a preguntar al señor Moratinos: ¿qué camino en concreto es el que estamos recorriendo, y cuál es la mitad del trayecto que aún nos falta?
 

martes, 11 de julio de 2017

¿POR DÓNDE EMPEZAMOS A REFORMAR LA REFORMA LABORAL?


Me parece un aldabonazo importante el que da José Luis López Bulla en su bitácora de referencia. Qué pasa con la reforma laboral (1).
Qué pasa, en efecto. Lo que ha hecho hasta ahora ese constructo encaminado según las altas jerarquías a traernos la prosperidad y la modernidad, o por lo menos una de ambas cosas, se va adentrando más y más en una situación que convoca todas las alarmas. Las cifras no mienten. La deuda pública ha rebasado el listón del producto interior bruto y sigue subiendo; los fondos para las pensiones han sido saqueados y ha sido necesario recurrir a un nuevo endeudamiento para dar viabilidad a la doble paga del mes de junio; la situación del país en la división internacional del trabajo se deteriora, al centrarse de forma prioritaria en áreas de escaso valor añadido e incluso marginales; siguen retrocediendo los porcentajes de inversión en I+D+i; siguen aumentando las emisiones de gases invernadero, a pesar de los propósitos de enmienda. Cierto que se anuncian reformas de las reformas, pero en una vaga lejanía de “tiempos mejores”. En el mientras tanto, todo se aplaza con el argumento de la falta de consensos, y se nos anima a perseverar con fe en la misma vía. Difícilmente los poderosos rectificarán voluntariamente nada de lo que toque a sus bolsillos.
Revertir la situación supone un esfuerzo titánico, puesto que en el nuevo paradigma centrado en la globalización económica, es necesario intervenir desde premisas globales.
«El sindicato no puede hacerlo todo y no puede hacerlo solo», ha dicho Ignacio Fernández Toxo en su despedida de la dirección ejecutiva. Una idea justa, pero contradictoria con la idea también expresada de que el sindicato va a situarse a la ofensiva en la nueva etapa. El sindicato (mejor sería hablar de “sindicalismo”, para dejar claro de que la responsabilidad no recae en esta o aquella organización concreta, sino en toda una estructura social y política que ha de empezar a reconocerse a sí misma como unitaria en la diversidad de cuarteles generales perdidos muchas veces en puntillos de protagonismo) tiene que definir qué es lo que pretende hacer, y cómo estima que deberían comportarse las restantes fuerzas (políticas, sociales, organizaciones y movimientos) en presencia, para suplir aquellos aspectos a donde el propio sindicalismo no llega.
Eso por un lado. Por otro, tendrían que empezar ya a tejerse las alianzas para la batalla. La batalla irá mucho más allá de la reforma de la reforma laboral, podemos convenir en ello; pero esa realidad no excusa de empezar ya a sentar las bases y a señalar la dirección del cambio que se pretende llevar a cabo. Lo que no es de recibo es mantenerse a la espera; en términos estratégicos, pasar a la ofensiva situándose a la espera sería un estropicio importante. Veamos entonces el proyecto; veamos las alianzas necesarias para darle vigor y solidez; veamos el trayecto aproximado que pretendemos cubrir en una primera etapa en la que el tratamiento habrá de ser necesariamente de choque.
Es lo que, aún en visita a la isla de Creta, se me ocurre responder a la solicitación urgente de José Luis. Habrá que precisar más, sin duda. Seguro que no vamos a estar solos en esa tarea.
 


 

sábado, 8 de julio de 2017

EL COLOR DE CRETA


«La fuerza de las erupciones volcánicas extrajo de las aguas la Grecia de hoy. Grecia es una de las regiones más sísmicas del globo. En tiempos históricos la península y las islas se han visto afectadas por más de trescientos terremotos… La tierra está agostada por el sol, enronquecida por la sequía, y tiene un color ceniciento que de vez en cuando se torna violeta o agresivamente rojo… Los árboles altos escasean. Junto al camino crece el acebuche de hojas estrechas, digitadas e inquietas que por el envés muestran un color verde plata. A ras de tierra, tomillo, menta y orégano, los aromas de los calores.» Son párrafos de “El laberinto junto al mar”, una descripción de Creta (donde nació Zeus, donde nació todo) y del resto de Grecia, escrita por Zbigniew Herbert (Acantilado 2013, traducción de Anna Rubió y Jerzy Slawomirski).
Venir a Creta es como volver al útero, un viaje al centro mismo, al inicio de la vida, a una de las primeras páginas de un gran libro sobre la humanidad en el que esa página está, no en blanco sino borrada, arrasada por un viento destemplado, y diseminada de cualquier manera en medio de un mar nunca apaciguado en el que cada una de las innumerables islas emerge como el recuerdo de una antigua catástrofe.
Dice Herbert que quien quiera pintar Creta con la paleta italiana habrá de prescindir de los tonos pastel. Quizás fue ese el secreto del Greco, que nació en esta tierra, según algunos en Fodele, al oeste de Heraklion, sobre la costa norte.
Es un paisaje primigenio en más de un sentido. En la visita al palacio (o mejor, centro ceremonial y administrativo) de Cnossos, es perceptible cómo los arquitectos se preocuparon de la orientación, de la luz, de la circulación del aire por el complejo de edificios, de las canalizaciones, y en cambio apenas atendieron a las imposiciones del ceremonial, a la saludable inyección de temor y respeto en los corazones de los súbditos, a lo monumental y a lo hiperbólico. Cnossos no oprime como Luxor ni atemoriza como Tenochtitlán; es un cosmos organizado, pero no desde la supremacía omnímoda del poder sino desde la distribución eficaz de los servicios y el almacenamiento adecuado de los víveres necesarios para todos. Su lección sigue presente, su batalla está ganada muchos siglos después de muerta, enterrada y desenterrada la vieja ciudad: las aguas fluyen limpias, los árboles crecen sanos en el valle. Despina, nuestra guía, nos explica ingenuamente que, como en Creta no hay industrias contaminantes, cuando llueve la lluvia nunca es ácida.
Colores de Creta: rojo, ocre, violeta, jalde, blanco cegador, verde hoja, toda la gama de los azules. Dice Herbert que los griegos pintaban los mármoles o las calizas porosas de sus monumentos porque era el mejor remedio para no quedarse ciegos.
 

miércoles, 5 de julio de 2017

GALEOTES DIGITALES PARA MAQUILLAR LAS CIFRAS DEL DESEMPLEO


Se escenificó la llegada de la prosperidad, incluido el dato inexpresado de que, a fin de cuentas, la corrupción ha valido la pena. Pero casi al mismo tiempo que Fátima Báñez, ministra de Empleo y Seguridad Social, alardeaba del descenso de las cifras del paro en 98.317 unidades en el mes de junio y apuntaba la idea de que tal vez ha llegado el momento de que los salarios aumenten – declaración estupenda que comenté ayer en estas mismas páginas –, el profesor de Economía en la Universidad Complutense José Ignacio Conde-Ruiz alertaba en un mensaje de twitter de que el día 30 de junio los listados de la Seguridad Social han perdido de golpe casi 260.000 cotizantes, debido a que ese día finalizaron los contratos temporales de 341.334 personas, insuficientemente compensados por la inclusión de otras 84.320 con contrato flamante, también temporal casi en el ciento por ciento de los casos.
Las cifras hablan por sí mismas, si bien siempre hay formas distintas de leer las estadísticas. Como señala Estella Acosta en Nueva Tribuna (1), las cifras, si se las tortura, acaban por decir exactamente lo que desean sus torturadores.
La gran patronal se ha declarado inicialmente dispuesta a elevar en mayor proporción los salarios más bajos, en el nuevo ciclo de negociación que se abre. La trampa consiste en que los patronos consideran asalariados a tan solo una parte del pluriverso de personas implicadas en el proceso productivo. Muchas otras personas no entran en las cuentas. Esas personas que no cuentan se sitúan en un primer nivel, el más crudo, de la dualización del mercado de trabajo, que funciona además en otros aspectos y niveles. En relación con esta concreta distinción decisiva, señala Acosta, citando a L. Canfora, que los vericuetos de la digitalización de la economía están conduciendo a nuevas situaciones de esclavitud, no exclusivamente ni mucho menos en España. En la jerga internacional sobre las formas de trabajo “no decente”, se está hablando desde hace algún tiempo de la existencia de digital galley slaves, esclavos condenados a galeras digitales.
Tomemos por ejemplo la categoría de “grabadores de datos”, cuyo perfil tiene el nivel 1, el más bajo, de calificación profesional, pero para el que ciertos dadores de empleo españoles exigen en ocasiones incluso formación universitaria de primer ciclo. No es eso sin embargo lo peor, dice Acosta. «El mayor riesgo no procede del subempleo en el sentido de la cualificación requerida, sino de las arbitrariedades: sin relación laboral, freelance, falsos autónomos, “emprendedores”, becarios, aislados, individualizados. Y están surgiendo nuevas categorías reemplazando algunos mantras neoliberales, como decir “ocupabilidad” en lugar de empleabilidad, sustitución que no será por la definición de empleabilidad de la OIT relacionada con el trabajo decente, sino más directamente para no considerar la relación de empleo.»  
Así están las cosas. Me detengo en particular en una frase de Acosta que me parece preñada de presagios, en un momento en el que la renovación de las direcciones de los sindicatos más relevantes trae aires frescos de cambio. Pero tales aires no bastarán, la tarea será hercúlea porque no afecta únicamente a la clientela “clásica” de las redes organizativas sindicales, sino a realidades nuevas, de una precariedad y un desamparo absolutos, y sobre las que falta cualquier tipo de legislación aplicable, ni siquiera por analogía. Dice Acosta: «Un esfuerzo militante será necesario para recoger las reivindicaciones de quienes no existen más que para maquillar las cifras del desempleo y son los nuevos esclavos y esclavas del siglo XXI.»