miércoles, 31 de julio de 2019

SIEMPRE NOS QUEDARÁ WEIMAR


Se cumplen cien años de la Constitución de la República de Weimar, sin duda el intento más elaborado de puesta en marcha de una democracia socialmente avanzada en el mundo. Antonio Baylos, siempre atento a enlazar las “bellas tradiciones” jurídicas del pasado con la brega del presente, y siempre pedagógico en sus explicaciones, celebra la efemérides con un post lleno de sustancia para la reflexión (1).

La República de Weimar sucedió en el tiempo al Imperio Prusiano derrotado en los campos de batalla de la primera Gran Guerra, y fue derribada por la ascensión resistible pero no resistida del nazismo. No fue un mero paréntesis, sin embargo. Fue un ensayo de utopía cotidiana para ahora mismo, la afirmación de una democracia basada en el derecho de todos a un trabajo digno, y de una sociedad universal de trabajadores de distintas clases estructurada a partir de ese principio.

Concebida como superación de dos dictaduras preconizadas, la del capital y la del proletariado, sucumbió al choque más violento que ha conocido hasta ahora la historia de la humanidad. Tuvo la desgracia de ser adelantada de un tiempo nuevo y de una civilización perfeccionada en un momento de cuchillos largos y de cristales rotos, de ajuste de cuentas pendientes y de saldo y finiquito por derribo entre los grandes imperios colonialistas. La realidad cruda del balance de las cuentas de resultados se disfrazaba entonces con la misma retórica de las patrias que ahora rebrota con fuerza; pero aquel nacionalismo ful era tanto más tóxico entonces cuanto más novedoso. Sus poderosos efectos destructivos no habían sido aún experimentados, y tanto la casta de los políticos como la de los banqueros se vieron capaces de contener la expansión de esos efectos y mantener in vitro la barbarie en un formato inofensivo, para su propio beneficio.

La Historia ha dado cuenta de hasta qué punto se equivocaron.

Por eso no recordamos la Constitución de Weimar como un fracaso sonado, a pesar de que fuera calificada por la organización internacional radical de los trabajadores como “socialfascismo”, sino como la vía, en buena parte aún sin explorar, para una solución que sigue pareciéndonos posible aunque en su momento fuera abortada.

Dejó escrito Altiero Spinelli, cuya figura he rememorado en estas páginas hace pocas fechas (2), que el valor de una idea no se demuestra en último término por su éxito, sino por su capacidad de resurgir después las derrotas. En ese sentido las propuestas de democracia avanzada de la Constitución de Weimar, del mismo modo que la idea de una Europa federal defendida con ahínco por Spinelli, son faros que siguen alumbrando a las generaciones actuales y animándolas, con el guiño de su luz, a volver a intentarlo, siempre y una vez más.




martes, 30 de julio de 2019

OPA HOSTIL


Sánchez pensó que todo estaba ya hecho a partir de los resultados de abril. Lo que faltaba era relativamente fácil, pero omitió hacerlo. Es más, omitió hacerlo deliberadamente, con ostentación, mirando al tendido, dando no solo por bueno sino por inmejorable el funambulismo de los ocho meses de gobierno anteriores. Como si pasearse por la cuerda floja fuera el desiderátum de la política.

Ha tenido premio en las encuestas: crece en expectativa de voto. Me temo que el dato fortifique en sus convicciones a su asesor áulico Iván Redondo, y volvamos a asistir a la misma función en septiembre. Algunos políticos creen que entre campaña y campaña electoral no pasa nada ni nada se deteriora; son simplemente tiempos muertos que únicamente es posible amenizar por medio de broncas parlamentarias repetidas, susceptibles de generar bonitos titulares de prensa.

Un ejemplo destacado de esa modalidad asilvestrada de la política es Pablo Casado, que acaba de designar a Cayetana Álvarez y a Javier Maroto portavoces de los grupos parlamentarios de su formación en el Congreso y el Senado. En tanto llega la próxima campaña (no tardará mucho, según los indicios), Casado y sus acólitos se esforzarán en llevar al paroxismo el arte de la provocación.

A Pedro Sánchez, sin embargo, no le importa ser provocado, incluso a varias bandas. Es justamente a lo que está acostumbrado como consecuencia de una larga y complicada trayectoria política.

Unidas Podemos pondrá, cómo no, su granito de arena en una situación de impase que a muchos nos parece fatigosa y baldía, pero que a ellos les encanta. Pablo Iglesias ha insistido, a pesar de todos los pesares, en su conocida propuesta de gobierno de coalición sin programa, y con diversas áreas de influencia repartidas de forma asimétrica entre las partes contratantes. Bicefalia institucional, o el arte de ponerse recíprocamente las zancadillas ocupando el mismo banco azul.

Iglesias no desea un acuerdo, sino un desacuerdo de gobierno; está planteando una opa hostil a los socialistas.


lunes, 29 de julio de 2019

CONVERSACIÓN EN EL HOSPITAL



Sentados, Javier Sánchez y José Luis López. De pie, Paco Rodríguez. (Foto, Roser Martínez)

José Luis López Bulla ha necesitado que le echaran un remiendo. El apaño tuvo lugar el pasado 25 de julio en el Hospital de Mataró. Coincidían ese día la festividad del Apóstol y el cumpleaños del propio José Luis. En Poldemarx, a dos paradas de metro escasas de Mataró, estábamos de festa major y tuvimos por la noche castillo de fuegos artificiales.

El remiendo diagnosticado por las eminencias se sustanció con éxito, como era de esperar. Dice José Luis que él, fe, lo que se dice fe, y descontada la Santa Fe de su ciudad natal, la tiene solo en dos instituciones: la Sanidad pública y el Sistema métrico decimal.

La Sanidad pública se volcó sin fisuras en la ocasión. Como era de esperar, repito. Fuimos ayer Carmen y yo a Mataró para hacer la comprobación in situ. No encontramos al paciente en el lecho ─mucho menos en el tópico “lecho del dolor”─, sino apaciblemente sentado en la sala de visitas, platicando con Roser Martínez y Javier Sánchez del Campo. Con Roser había estado hablando yo pocos días antes; a Javier, hacía años que no le veía. De buenas a primeras nos planteó una tesis de gran formato: cómo la memoria histórica debería sobreponerse hasta unificar los distintos “relatos” tendenciosos existentes sobre nuestro pasado y apaciguar el sentimiento desgarrado de nosotros mismos que tenemos los españoles desde Viriato por lo menos.

Ni José Luis ni yo mismo le hacemos ascos a tales retos intelectuales, de modo que el debate fue animado, si bien acabó derivando hacia aspectos menos conflictivos de la realidad histórica ampliamente considerada. Por ejemplo, cómo el maestro confitero Ceferino Isla, el Tito Ferino de Santa Fe, cambió el austero rótulo de su establecimiento, “Casa Isla”, por “Pastelería La Favorita”, después de asistir en su viaje de novios a una representación de la ópera de Donizetti en Granada. O el extraño caso del obispo don Balbino, que nunca fue capaz de entender cabalmente el misterio de la trinidad, cosa que le llenaba de vergüenza teologal.

Roser nos hizo una foto, que aparece sobre estas líneas. El atuendo que luce José Luis no es, como algunos podrían pensar, la famosa toga pretexta de los senadores romanos, sino un simple camisón provisto por la administración del centro. No es gran cosa, por más que él lo ennoblezca, pero es la tenue de rigueur para los operados en periodo de convalecencia. Lo alzó levemente por un lado para enseñarnos incrustado en su carne el tubito del drenaje.

Le pedí permiso para hablar de estas cosas en mi blog, y me lo concedió sin problemas. Le pedí entonces alguna declaración exclusiva sobre la coyuntura política que se abre a raíz del fracaso de la investidura, y me contestó literalmente:

─ Pon que me estoy cagando en tós ellos.
  

domingo, 28 de julio de 2019

LAS FINANZAS Y EL PIB


En un post reciente (1), he citado la afirmación de Mariana Mazzucato acerca de los “efectos raros” contenidos en el producto interior bruto (PIB) como instrumento de medición de las economías. No quedan claros, señala la economista italoamericana del University College de Londres, determinados cambios históricos de criterio en cuanto a qué debe ser incluido como valor, y qué no debe serlo.

Por ejemplo, es criterio común considerar que el Estado “gasta” pero no crea valor. El gasto público es, desde luego, fundamental para la salud de la economía; pero no deja de ser paradójico que en ningún caso se valore ese gasto como directamente productivo o improductivo, como impulso eficiente para mejorar el volumen, la dirección y la sostenibilidad de las actividades económicas, o bien como mera inercia o incluso despilfarro del patrimonio acumulado entre todos. La actividad global de las agencias y las instituciones estatales se despacha en todos los casos, a efectos del PIB, con un cero patatero.

La imagen que se tiene del Estado desde la teoría económica neoliberal es la del árbitro de una competición económica que se juega a ultranza entre diferentes agentes privados. El Estado da o quita eventualmente la razón a unos u otros, puede incluso enseñar tarjetas rojas, pero no mete goles. Más aún, determinados agentes económicos privados defienden acaloradamente que el Estado como árbitro debe ser lo más permisivo posible. Las leyes solo son, en su manera de ver las cosas, restricciones que obstaculizan la expansión ilimitada de la riqueza privada, cuyos beneficios, a la manera de un vaso lleno que se desborda, acabarían por salpicar también a los desposeídos situados al margen del recinto donde se acumula el ingente patrimonio creado por unos pocos visionarios.

Pero esa calificación cero atribuida a la actividad del Estado no se mantiene para la banca, en particular desde el momento en que la banca ha dejado de ser pública, es decir estatal en último término, para concebirse como un instrumento puesto en manos privadas con fines no altruistas sino dedicados a la obtención de un beneficio.

Los grandes clásicos de la economía liberal, a partir de Adam Smith y de David Ricardo, excluían las actividades de la banca de la producción nacional. Facilitar capitales, mover dinero de una parte a otra, no parece en efecto producir ninguna riqueza: lo que luego hacen otros con ese dinero, dado a préstamo con intereses bastante onerosos a menudo, es lo que realmente genera valor: la industria, la agricultura, los servicios.

La banca entró en el PIB en los años setenta del siglo pasado, después de que todo el sector tuviera un crecimiento consistente en los años de la segunda posguerra mundial. Mazzucato describe así el fenómeno (en El valor de las cosas, p. 144): «Se produjo un cambio extraordinario. De ser percibidas como transmisoras de valor existente y de “rentas”, en el sentido de “ingresos no ganados”, las finanzas pasaron a transformarse en un productor de valor nuevo. Este giro radical se justificó mediante la calificación de las actividades de los bancos comerciales como “de intermediación financiera”, y de las actividades de los bancos de inversión como “de riesgo”. Se trata de un cambio que evolucionó en paralelo a la desregulación del sector, que aumentó todavía más su tamaño.»

Y en las conclusiones al mismo capítulo (p. 148), añade esta consideración importante: «La teoría del valor marginalista, que subyace en los sistemas de contabilidad nacional contemporáneos, lleva a una atribución indiscriminada de la productividad a cualquiera que se haga con unos grandes ingresos, en tanto que subestima la productividad de los menos afortunados. Al hacerlo, justifica desigualdades excesivas en ingresos y riqueza y convierte la extracción de valor en creación de valor.»

La trampa es patente. No se examina en la contabilidad nacional el valor creado por cada sujeto económico (sea valor material o valor de satisfacción), sino que se atribuye a ciegas a cada cual una productividad equivalente a la remuneración que recibe por su trabajo. Por este procedimiento, cada uno de los altos ejecutivos de una gran empresa estaría creando por sí solo 144 veces más valor que la media de los trabajadores de la plantilla.

Es obvio que no es así. Se confunde la creación con la extracción de valor. Se reduce a cero el valor de la guía del Estado en la actividad económica, y se multiplica en cambio la importancia de un sector financiero hipertrofiado y claramente parasitario.

Y falta lucidez en las fuerzas de izquierda que deberían trabajar en crear alternativas viables a un planteamiento tóxico que lleva demasiado tiempo instalado en el meollo podrido de las instituciones. Pedro Sánchez prefiere gobernar en solitario a liderar un bloque amplio de progreso, y Pablo Iglesias, como mediación de último minuto para entrar en una coalición, se pidió las políticas activas de empleo. ¿Tenía eso una importancia tan descomunal, o era solo una forma de aparentar que se "hacen cosas para la gente"? 

Los dos líderes de nuestra izquierda están entregando el derecho de primogenitura a cambio de un plato de lentejas sin lentejas.




sábado, 27 de julio de 2019

EL PROGRESO ESTÁ A LA IZQUIERDA


Será difícil olvidar el bochorno del cruce de descalificaciones públicas entre los dos líderes de la izquierda asentada del país, y el papel de amigables descomponedores jugado por Calvo, Echenique y Lastra.

Será difícil, pero se olvidará si procede. Hay una cuestión de fondo mucho más importante que los desplantes y las salidas de tono de nuestros tenores de bravura, en el curso de una función dada en beneficio exclusivo de la triple derecha.

Esa cuestión de fondo fue adelantada en su momento por dos artículos “de opinión” ejemplares, publicados ambos en Nueva Tribuna. Ramón Górriz titulaba: «España necesita ya un gobierno de izquierdas y progresista.» Manel García Biel redundaba pocos días después en la idea, con mayor concisión pero no con menor energía: «Hace falta un gobierno de progreso.»

He marcado con comillas que se trataba de artículos de opinión, porque los dos, más allá del punto de vista puramente personal, sustentaban sus análisis en el humus colectivo de una visión de las cosas de la política desde el prisma de las necesidades perentorias del trabajo asalariado y de una acción sindical amplia, decidida y erga omnes. En la misma NT se puede leer un rimero de artículos de opinión de índole más particular, que expresan la exasperación que sienten en estos momentos muchas personas que se sienten atropelladas en el desbarajuste. Cito algunos títulos significativos: “Gracias por entregar el poder a los ultras”, “¡Que lo expliquen!”, “El sorpasso imaginario. Así no”, “La izquierda imposible”, o, el más gráfico, “Iros a hacer puñetas”.

La Comisión Ejecutiva Confederal de CCOO ha querido expresar también su posición ante la situación creada, y las vías que entiende factibles para remediarla (1).

Es necesario, en efecto, un gobierno de izquierdas, progresista y coherente, con base en un programa o mejor aún, como señala Javier Doz en otro artículo rememorando a Julio Anguita, en un “programa, programa, programa”. Lo pide España, lo reclama Europa, lo exige la recuperación siquiera parcial de los efectos de tantas desigualdades y tantos desequilibrios globales.

Un gobierno sólido, un programa coherente, unos objetivos realistas y compartidos. Lo justo. Lo imprescindible para avanzar tozudamente en un entorno cenagoso.

Nada que ver con surfear las crisis utilizando medidas de quita y pon, ni con ejercer de salvapatrias de turno con utillaje de guardarropía. Esto es bastante más serio que el recital desafinado que han dado nuestros dos tenores, por no hablar del coro acompañante.

(1) Antonio Baylos ha reproducido en su blog el comunicado confederal de CCOO. Ver https://baylos.blogspot.com/2019/07/la-voz-de-los-trabajadores-organizados.html


viernes, 26 de julio de 2019

EN SEPTIEMBRE O NUNCA


Puestos a malas, asumida y digerida toda la carga de humillación personal de Pablo Iglesias sumada a la quiebra de las expectativas de compartir de tú a tú el poder con el PSOE rampante, ¿no habría sido preferible que Unidas Podemos votara Sí a Pedro Sánchez, en la votación de investidura de ayer, en segunda vuelta?

Es la pregunta que se hace Javier Aristu, en un artículo de opinión lleno de sugerencias sensatas (1). Josep Tarradellas, en su momento, se tragó todos los sapos que le había dedicado Adolfo Suárez y posibilitó la salida de una situación sin salida para Cataluña en la frágil democracia reinstaurada.

Es posible aún recurrir a una solución heroica de ese tipo en septiembre: un gobierno de centro (imagino que nadie seguirá pensando en este PSOE como la “izquierda”, después de la confesión de Carmen Calvo de que no podían ceder la cartera de Trabajo para no preocupar a la CEOE) con apoyo exterior, acompañado de una presión férrea, por parte de la izquierda multiforme, no confundir con Iglesias & Montero Sociedad Limitada.

Es dudoso, sin embargo, que Sánchez mantenga la consideración de socio prioritario para UP en septiembre. Sus declaraciones indican que va a ir por otro camino: explorar vías de entendimiento con Cs y PP.

Mientras, proseguirá el deterioro paulatino de la situación global. Boris Johnson ha sucedido a Theresa May, y anuncia un Brexit "como sea" para el 31 de octubre. Se agudizará la guerra comercial entre las potencias; Europa prepara una subida multimillonaria de aranceles en defensa de su producción automovilística. Draghi anuncia una nueva bajada de los tipos de interés para facilitar aún más el endeudamiento sin fin de las familias, mientras mantiene puesta la proa al endeudamiento de los recursos públicos dirigido a aprontar recursos para la mejora del bienestar social. Seguirán sin derogarse en España las reformas laborales que han descuadrado y desquiciado el marco de negociación colectiva, y extendido la precariedad laboral hasta extremos insostenibles. El Supremo dictará las sentencias correspondientes a los políticos catalanes que jugaron a la independencia unilateral; serán, según todos los indicios, sentencias duras.

Vienen tiempos de endurecimiento climático, y me refiero ahora al clima político. Cada especie se refugiará en su propio nicho ecológico, atrancará las puertas y cerrará herméticamente las ventanas a los vientos que soplen de fuera.

Sánchez e Iglesias nos han hecho al alimón un tremendo descosido. A menos que, después de suspender en julio, sean capaces de estudiar con más ahínco la asignatura y pasar la reválida en septiembre.

Tanto para Sánchez como para Iglesias, la disyuntiva ahora mismo es: o en septiembre, o nunca.



jueves, 25 de julio de 2019

GATILLAZO


Después de negociar mal la presencia española en la nueva Comisión Europea, Pedro Sánchez ha negociado fatal la investidura de gobierno. Mal con Unidas Podemos, en una escalada de piques mutuos asombrosa; mal con el PNV, con ERC y con otras fuerzas menores, predispuestas en principio a respaldarlo, y que siguen esperando su llamada a negociar, o siquiera a comentar, alguna cosa. Algunos observadores han avanzado la hipótesis razonable de que Sánchez no quería en realidad alianzas ni acuerdos, de que su ilusión era gobernar en solitario, desembarazado de cualquier obligación hacia eventuales socios.

Ángela María, gobernar en solitario en este contexto. Utilizar geometrías variables para contentar un día a los sindicatos y el siguiente a las patronales; para no desairar un día y el otro tampoco a la banca y las eléctricas; para hacer la cobra un día a los Ciudadanos y al otro a los Podemos. Parece el programa ideal para el cuarto de jugar, el día en que los reyes magos le trajeron sus primeros Airgam Boys.

¿Tiene alguna idea Sánchez respecto de lo que quiere hacer desde el gobierno? ¿Tiene un programa político, más allá de la retórica? ¿Sabe ─o intuye, cuando menos─ que para sacar adelante un programa con cara y ojos necesita medios materiales y consenso en cantidades suficientes?

Me refiero a un programa “político”. Hay mucha confusión en relación con ese concepto. El propio Sánchez ha anunciado una moción para cambiar el reglamento de la investidura dificultando las maniobras de bloqueo. Me da la sensación de que, en la idea de Sánchez, el trayecto difícil de verdad es el que va de las elecciones a la investidura. Luego, una vez investido, todo serían tortas y pan pintado. Ejercer el gobierno vendría a parecerse a navegar por una balsa de aceite al ritmo de una barcarola de Offenbach.

En el fondo, hay en esa idea por lo menos un equívoco, si no una leyenda urbana. En Grecia se hace así; el reglamento da cincuenta diputados de clavo a la opción más votada, para que pueda ejercer el gobierno desde una mayoría holgada. Tsipras dispuso de esa mayoría fake; habrá que convenir en que no le sirvió de mucho. Ahora la tiene Mitsotakis, y su medida estrella, la bajada de impuestos, ha ido a tropezar de inmediato con el niet de las troicas.

No es tan fácil. Para hacer política de verdad, desconfíe de las imitaciones y de los postureos. Desconfíe en particular de los reglamentos. No solucionan nada sustancial, siempre es necesario currárselo un poco más.

Sánchez ha encontrado la horma de su zapato en Pablo Iglesias. Iglesias sí está dispuesto a arremangarse y bregar, contra la casta, contra todos, por ese ideal que tiene tan internalizado. Habría considerado preferible para ello contar con más votos, pero los votos no son a fin de cuentas más que apoyos coyunturales. Iglesias está imbuido de la misión de salvar a España de sí misma, y superconvencido de que él es el único capaz de hacerlo. El hombre idóneo para la misión imposible.

Fue esa seguramente la razón por la que atropelló al cachazudo Sánchez en las negociaciones previas a la desinvestidura. Una vicepresidencia, Hacienda, Trabajo, Transición Energética, competencias exclusivas, manos libres, usted se sienta ahí y yo se lo hago todo.

Hasta que pisó tantos callos que los alaridos le devolvieron a la realidad.

Dos hombres y un destino. Fallido. Será necesario volver a intentarlo. Una vez más. ¿Volverá la presidenta del festejo a echarles al corral el toro, a nuestros dos primeros espadas de la izquierda realmente existente?

Miren de arreglarlo todo mejor para septiembre. Sería preferible que el asunto no quedara disfrazado de noviembre, con la convocatoria de unos nuevos comicios basada en la confianza tal vez excesiva en ese electorado que tanto les quiere y al que tanto quieren.


QUÉ PENA, JUANTXO


Escribo sin saber qué ocurrirá en el Congreso de aquí a pocas horas. Puede que haya investidura, puede que no. La diferencia no será muy grande en todo caso, algo se ha roto ya en el forcejeo entre quienes ocupan los cielos en régimen de precariado y quienes pretenden asaltarlos desde la doble condición de aliados y rivales.

Leo en la prensa que lo que la dirigencia de Podemos pretende no es un gobierno de coalición, sino un gobierno paralelo. Han pedido competencias exclusivas en determinados territorios, dependiendo directamente de una vicepresidencia propia.

Esa bicefalia no es normal, en ninguna clase de gobierno entendido al modo como tradicionalmente se ha entendido la función de gobernar. Veamos, lo del gobierno del común tenía hasta el presente un determinado empaque. Se suponía que dicho gobierno tenía el deber de representar al conjunto de la ciudadanía, en su indudable y deseable diversidad. Se hablaba incluso de “leal” oposición para subrayar una cierta unidad de propósito en todo el arco parlamentario. Se pretendía que la discrepancia realmente existente se atajara en lo posible y quedara reducida únicamente a aquellos elementos imposibles de incorporar a una tarea común.

No solo es ese concepto de oposición leal el que está en crisis; también se cuestiona ahora la lealtad en el seno mismo del gobierno.

No parece un invento con mucho recorrido. Si cada elemento diverso de la ciudadanía contara con su propia fracción del gobierno, se diluiría toda unidad de propósito (de un lado) y de responsabilidad (de otro) en la gobernanza de los temas comunes, y todo el asunto degeneraría de forma inevitable en una olla de grillos.

Vamos entonces hacia una sesión de investidura con todas las incógnitas sin resolver y el ambiente cargado con la máxima tensión soportable. Mal asunto en cualquier caso, tanto si la investidura llega a buen puerto (qué clase de puerto será ese), como si no, y sus señorías nos remiten al 10 de noviembre como nueva fecha para un bucle más de unos comicios interminables.

El indicio de que algo se está estropeando de un modo peligroso, y esperemos que no definitivamente irreversible, está en el cruce de tuits entre Juantxo López Uralde, ecologista radical y militante de Equo, en los suburbios de Unidas Podemos, y Teresa Ribera, ministra socialista en funciones de Transición ecológica.

Este es el tuit de Juantxo, que incluye un ataque nítido al presidente del gobierno con el que aspira a coaligarse:

«Por dejarlo claro: Pedro Sánchez no quiere dejar en manos de UP ni una sola competencia en Transicion Ecológica, Medio Ambiente o Energía. Por qué será. #EmergenciaClimatica #PedroNoQuiere #PedroNoSeAtreve»

Y esta es la respuesta inmediata de Ribera, que ha trabajado junto a Uralde durante toda la etapa anterior de gobierno, e incluso desde bastante antes:

«Ay Juantxo! Qué pena… En fin…»

Suscribo al cien por cien el tuit de la ministra. Y en relación con la investidura, mi mejor deseo es el de los toreros al salir al redondel: que dios reparta suerte.


miércoles, 24 de julio de 2019

CRUZADAS Y DISCRIMINACIONES


Señala Guillermo Altares en elpais la fascinación de la ultraderecha por las edades oscuras. No es una constatación novedosa, siempre ha sido característica de la derecha retrotraer a los tiempos míticos sus derechos patrimoniales, marcar por el procedimiento de la micción metafórica el territorio ancestral, y poner avisos amenazantes en las lindes: «Los forasteros no son bienvenidos en este valle.»

La expulsión de los intrusos de nuestro terreno exclusivo siempre ha sido trendy, en la derecha. Como los sentimientos viscerales gustan de revestirse de cultura para aparecer mejor compuestos a los ojos de la masa extranjera, ateísta y laicista, que tan pendiente está de torpedear nuestros valores más prístinos, la creación de barreras discriminantes es justificada como defensa de la civilización cristiana, así en bloque y sin matizar lo suficiente (no existe una sino varias civilizaciones de raíz cristiana, hecho fácilmente reconocible porque se han venido enfrentando históricamente unas con otras con gran alarde de degüellos, torturas, noches de San Bartolomé, hogueras y excomuniones); y en consecuencia el inmigrante es tratado de a) invasor, y b) infiel, una doble descalificación imposible de neutralizar.

Covadonga y Poitiers vuelven a ser hitos de una historia sonámbula en la que los buenos triunfaron sobre los malos. En esa serie histórica tienen cabida otras efemérides exaltantes, en las que la morisma cede a veces su lugar a otros enemigos seculares del pensamiento único de la derecha.

Pero la sustancia siempre es la misma. Y la imagen se ajusta a esa sustancia: Don Pelayo enarbola los pedruscos de la cueva, Carlos Martel una doble hacha, Guzmán el Bueno su propia daga para sacrificar a su propio hijo, el Cid su temible Tizona al paso impetuoso de Babieca, Méndez Núñez las bombas que va a arrojar sobre El Callao, el general Martínez Campos su espada; todos ellos, sus banderas en lugares bien visibles.

Tanto alarde bélico se exhibe paradójicamente como un deseo de paz, de fraternidad y de convivencia, limitado, claro está, a quienes se colocan de este lado de la barricada; a quienes piensan conforme enseña la doctrina. Tal es la última línea roja: es posible acoger en el seno de la comunidad establecida a quien viene de fuera pero “se integra”, comparte los sentimientos, las creencias y los valores colocados en lo más alto. Una sociedad excluyente es la que no acepta la inclusión pura y simple, sino exige además la integración. La que fiscaliza cuidadosamente las conductas externas e incluso los pensamientos íntimos de las personas sujetas a su autoridad omnímoda.

Eso es totalitarismo. Eso es unilateralidad. Eso es desconocimiento y desprecio a lo diferente. Es una tentación que se da en todas las sociedades. Las derechas dan razones puramente ideológicas; cierta izquierda, razones económicas. Pero las costuras de un mundo construido a una escala tan ruin han estallado ya. Urge cambiar los modos de pensar.


lunes, 22 de julio de 2019

CEROCERISMO



Leyendo el futuro a hurtadillas. Thuir, Roussillon, 17 de julio. (Foto, Carmen Martorell)

Las sensaciones no son precisamente buenas. Explicado en términos futbolísticos, que es como mejor se entiende, los casadorriveristas han cedido al equipo rival el centro del campo y se han atrincherado atrás, cerrando huecos y especulando con la posibilidad de un contraataque letal en base a los temas “indulto a los presos” y “se rompe España”.

Parece que Sánchez se siente contento, incluso demasiado contento, al poder disponer de un centro que nadie le discute. No está dispuesto a entrar en el uno contra uno, y mucho menos en un correcalles que podría arruinar su solidez central y centrada. No tiene intención de desequilibrar, ni de utilizar revulsivos de Unidas Podemos salidos del banquillo, ni de dar a la derecha sociológica ninguna clase de argumentos hostiles (de los que, por otra parte, la derecha sociológica anda sobrada de todos modos).

Su discurso de investidura ha sido un modelo de contención en las formas y de ambigüedad de fondo. “Estamos aquí, y aquí vamos a quedarnos”, vino a anunciar. Pidió la abstención a todo lo que se mueve, a sabiendas de que nadie se la va a dar a cambio de nada, y algunos ni siquiera a cambio de todo. Fue un ejercicio extremo de brindis al sol. Luego anunció como medida estrella la extensión de Madrid Central a todas las ciudades de más de 50.000 habitantes, una idea excelente pero no bien colocada en ese discurso. Se trataba en la ocasión de hacer propuestas políticas, y Madrid Central, para desgracia de todos, es el penúltimo ejemplo de judicialización de la política. Mala señal, si hemos de ir por ahí. Mala señal, sobre todo, porque como digo se trata del “penúltimo” ejemplo: el último ha sido la revocación de la condena a Ana Botella por la venta de viviendas protegidas a fondos buitre.

No avanzamos, el marcador está cero a cero y entramos pasado mañana en tiempo de prórroga. 

Los augures, después de examinar el vuelo de las aves y las entrañas de las bestias, profetizan que en noviembre las expectativas mejorarán para el sanchismo y el casadismo, y serán peores para el podemismo y el riverismo. No he leído nada de lo que se espera que suceda en noviembre para Vox, cuyo conducator, Santiago Abascal, acaba de postularse como dique de contención contra el “frente popular”. 

Si ponen ustedes en fila esos pronósticos verán que, más o menos, en noviembre las cosas seguirán tan mal como están, e incluso un poco peor. Si Sánchez no tiene ahora la mayoría absoluta con Iglesias, no la tendrá en noviembre sin Iglesias. Si tanto le entusiasma su propio programa, debería cuando menos tratar de seducir a las audiencias haciendo explícitas y pormenorizadas las bondades para la ciudadanía de ese programa suyo intransferible. Recurrir a una nueva subida del salario mínimo y una minirrenta básica en plan mochila austríaca no es suficiente en tiempos de precariedad galopante.

Hay que ir a terrenos de más enjundia; hay que pisar el área contraria en busca de la definición. Gobernar es siempre crearse enemigos poderosos e irreconciliables; esa clase de enemigos, solo es posible afrontarla desde la forja en campo propio de alianzas incondicionales e indestructibles.

El cerocerismo no es una solución de futuro. Gobernar desde el centro con concesiones a ambas bandas (expresión que utilizo en sentido futbolístico, no riverístico) solo conduce a la inmovilidad. No es gobernar en su sentido recto y gramatical, sino subsistir.


EL PIB COMO PROBLEMA



Jacinda Ardern


Cuenta Milagros Pérez Oliva, en la sección de opinión de elpais, que la primera ministra de Nueva Zelanda, la laborista Jacinda Ardern, ha confeccionado unos presupuestos dirigidos, no a engrosar el cómputo del PIB, sino a acrecentar de varias maneras la felicidad de los gobernados (1).

Las cinco prioridades propuestas por Jacinda para lograr ese objetivo serían: mejora de la salud mental, reducción de la pobreza infantil, mayor igualdad para los indígenas maoríes, eliminación de la brecha digital y descarbonización de la economía.

Puede sorprender a primera vista que los avances en un índice de valor tan extendido como el producto industrial bruto (PIB) no tengan en cuenta ninguna de las cinco prioridades apuntadas. Apuesto a que Nadia Calviño no lo creería (nosotros no tenemos maoríes en el país, por lo menos en cantidades estadísticamente significativas, de acuerdo; pero sí contamos con otros colectivos en serio peligro de sufrir una marginación irreversible).

Es así, sin embargo; el valor económico expresado en el PIB no tiene nada que ver con todo eso. Más aún, el PIB es una “convención social”, como advierte Mariana Mazzucato; su confección es en parte arbitraria, y peor aún, tiene “efectos raros” al confundir en determinados casos beneficios con rentas, y no distinguir de manera suficiente entre creación de valor y extracción de valor (2).

Una opinión parecida sostiene Dominique Méda en un paper de la OIT en el que aborda el futuro del trabajo. «La utilización del PIB se convirtió en una medida convencional a mediados del siglo XX, y pasó a ser el indicador oficial del comportamiento de los países de acuerdo con el Sistema de Contabilidad Nacional; pero en realidad tiene muchas limitaciones: ignora muchas actividades ‒ relacionadas con el hogar, la familia, los amigos, el trabajo voluntario, la participación cívica, el ocio, etc. ‒ esenciales para la continuidad de la sociedad; es indiferente a las desigualdades en el consumo o la participación en la producción; está basado en un sistema contable que no da valor al legado, de modo que imposibilita la visualización, tanto de la totalidad de los valores añadidos, como de las posesiones heredadas que han entrado en juego, afectando al proceso de producción y consumo. Si creemos que nuestra prioridad más importante es garantizar la calidad duradera – física en primer y principal lugar – de nuestras sociedades, entonces nuestro objetivo primario debe ser establecer normas medioambientales y relativizar el uso exclusivo del PIB como medida del progreso y del crecimiento per se.» (3)

Sirvan estas críticas prudentes y razonables como un aviso a navegantes de que el problema económico que tenemos delante no consiste únicamente en mejorar la distribución de la riqueza, como parece ser convicción arraigada de una parte de la izquierda, y en particular de la literatura sindical al uso; sino en definir con mayor rigor qué es riqueza, cómo se genera, y qué medios es necesario arbitrar para asegurar la sostenibilidad de un progreso económico boyante y adecuado para todos.

Será casualidad si ustedes quieren, pero hay un rasgo común a las tres promotoras de esta reconsideración profunda del PIB como índice de referencia del valor: Mariana Mazzucato, Dominique Méda y Jacinda Ardern son mujeres. Milagros Pérez Oliva, también. Yo, no. Estoy en minoría de género pero me siento muy cómodo en tan excelente compañía.


(2) M. Mazzucato, El valor de las cosas. Taurus, Barcelona, 2019. Traducción de Ramón González Ferriz. Ver especialmente las pp. 119-148.

(3) Ver http://pasosalaizquierda.com/?p=3497, en particular el parágrafo 1.5 “La inadecuación del PIB”

sábado, 20 de julio de 2019

TEORÍA DE LA "BASTIDE"


Imágenes del Périgord



Bastide de Monpazier, Dordogne. Por la rendija habilitada entre los dos edificios esquineros, denominada “cornière”, se accede a la gran plaza porticada del mercado.


La cruzada contra los cátaros tuvo en el sur de Francia como efecto concomitante un despoblamiento parecido al de la brega de la reconquista en el reino de León en torno al desierto estratégico del Duero. Una vez concluidas las hostilidades y efectuadas las correspondientes masacres en masa (*), resultó que quedaba muy poca gente para sacar el rendimiento económico adecuado de un territorio considerablemente amplio. Los señores de Tolosa y de Aquitania tuvieron que idear nuevas soluciones para un problema inédito de hondo calado: los siervos de la gleba no bastaban, era necesario atraer gente nueva al territorio, y los viejos procedimientos basados en la horca y el cuchillo resultaban escasamente atractivos para las gentes “libres” ─lo cual solo significaba que estaban exentas de la tutela de un señor determinado─ que vagabundeaban a lo largo de las rutas establecidas de peregrinación.

De esa necesidad nacieron las bastides, poblaciones nuevas destinadas a atraer a gentes nuevas. La fundación de cada una de ellas estuvo presidida por una carta de derechos que el señor se comprometía a reconocer a los nuevos pobladores. El mismo sentido tuvieron los “fueros” o “cartas pueblas” en los reinos de lo que ahora es España. Las bastides ofrecían vivienda y protección armada a cambio del trabajo duro de roturar nuevos campos de cultivo y producir cantidades de grano, hortalizas y animales de granja suficientes para generar excedentes susceptibles de ser intercambiados con otras comunidades vecinas y no tan vecinas.

Las bastides se organizan en torno a un gran espacio central que es la plaza del mercado. El “mercado”, desprovisto entonces de las sofisticaciones y trampas de ahora mismo, fue un elemento nivelador, sustancial para la proyección y el progreso de comunidades de personas carentes de privilegios y prebendas heredadas.

Las casas de las bastides se distribuyen de forma homogénea en un plano ordenado, casi siempre rectangular, con calles rectas y anchas por las que pueden circular con desahogo las carretas de bueyes en ambos sentidos. Muy cerca del mercadal, pero casi nunca allí mismo para no aglomerar las funciones, están la iglesia y la casa del consistorio. El conjunto urbano está limitado por un recinto amurallado que asegura la defensa; algunas calles se abren al campo a través de puertas fortificadas y vigiladas con la intención de impedir el acceso de intrusos indeseables. Era una época de banditismo extendido.

La teoría constructiva de las bastides se enriquece con detalles curiosos, como el de las cornières, unas aberturas esquineras en la plaza del mercado, que facilitan el paso de las personas pero impiden el de las carretas, de modo que no se forme un tapón monumental en el espacio central. En la imagen de arriba, Carmen aparece delante de una cornière de la bastide de Monpazier, otro de los pueblos más bonitos de Francia. El procedimiento arquitectónico utilizado para conseguir el objetivo propuesto resulta bastante tosco en cuanto al acabado del diseño; pero cumple su función de un modo enteramente satisfactorio.

(*) Recuerden al infame Simon de Montfort, de familia perigordina, cuyo castillo pairal se alza aún en las cercanías de Sarlat. Una vez conquistada Béziers a los cátaros, sus soldados le preguntaron cómo reconocerían a los herejes que debían matar según orden de la superioridad, puesto que todos los cautivos, hombres, mujeres, niños y ancianos, parecían iguales. Y respondió Montfort: «Matadlos a todos, Dios reconocerá a los suyos.»


UNA CASA CON MUCHO CARÁCTER


Imágenes del Périgord


A la derecha de la imagen, fachada de la casa natal de Étienne de La Boétie, en la plaza del Peyrou, Sarlat, vista desde la catedral de St Sacerdos.


A mediados del siglo XVI, se percibe en el vasto mundo de la provincia francesa un fuerte empujón por situar el país en las posiciones punteras del renacimiento humanista en Europa, que por entonces era tanto como decir en el mundo. Casi de forma simultánea, Pierre Ronsard ensaya una epopeya nacional, La Franciada; su compinche en el grupo de poetas de la Pléyade, Joachim Du Bellay, publica un manifiesto bajo el título Defensa e ilustración de la lengua francesa; y un outsider, un chico de Sarlat en el Périgord Noir, Étienne de La Boétie, con tan solo dieciocho años hace temblar los cimientos del régimen monárquico absoluto con un pequeño tratado sobre la servidumbre voluntaria, es decir sobre el manso acatamiento del pueblo al despotismo que le ha sido impuesto. Las dieciocho páginas en total del texto despiden simbólicas chispas de rebeldía, de inconformismo y de erudición.

El libelo no encuentra editor, lógico, tanto por su contenido como por su aparición en una época turbia en que la guerra de los Cien Años ha concluido, pero solo para dejar paso a las guerras de Religión entre católicos y hugonotes. Su fama se extiende de todos modos a través de diversas copias hechas a mano que circulan de forma casi clandestina entre los iniciados. Una de esas copias llega pasado algún tiempo al château de Montaigne, en los límites entre el Périgord y el Bordelés, y allí encuentra un eco entusiasta en Michel Eyquem de Montaigne, tres años más joven que La Boétie. Los dos se conocen, y entablan una correspondencia torrencial doblada por una amistad fervorosa. Hacia 1560 ambos ejercen de magistrados, Montaigne en Burdeos y La Boétie en Germignac. Allí morirá este último prematuramente (en 1563), víctima de un brote de peste, con tan solo treinta y tres años. Montaigne conseguirá editar en 1572 a sus expensas el Tratado de la servidumbre voluntaria o el Contra uno, y proseguirá sus propias reflexiones sobre la guerra y la paz, la concordia entre las naciones y los entresijos de la naturaleza humana, en la forma de un género literario novedoso, el Ensayo, nombre que él mismo ideó como título de sus sucesivos libros.

La casa natal de Étienne de La Boétie se encuentra en el cogollo del centro histórico de Sarlat, a dos pasos de la catedral de San Sacerdós o San Sacerdote (nombre de un mártir oscuro de Limoges cuyas reliquias vinieron a parar a este templo, antigua abadía). Un amplio portal en arco se abre a la plaza del Peyrou, y sobre él se alzan tres pisos, abuhardillado el último, con grandes ventanales provistos de maineles. La mansión, de un estilo claramente renacentista, remata en pico, con tejado en ángulo muy agudo y varias chimeneas consistentes.

Hay una estatua “oficial” de La Boétie en Sarlat, en un espacio público, pero el recuerdo más significativo del joven prodigio humanista sigue siendo la mansión en la que nació, hoy monumento nacional, centro de la curiosidad de los visitantes e icono, en cierta medida, no solo de la población sino del departamento de Dordogne y de toda la región.


jueves, 18 de julio de 2019

SINDICATOS EN CÓLERA


Imágenes del Périgord


No habíamos ido al Périgord en busca de sindicalismo, pero el sindicalismo vino hasta nosotros. Algunos dicen de los sindicatos actuales que “son invisibles”, pero no es cierto; ocurre que ellos los invisibilizan aposta. No voy a comportarme como suele hacer la mayoría de los medios de comunicación; ya que hablo de otras cosas que nos ocurrieron durante el viaje, quiero contar también esta.

Fue en Périgueux, cuando nos dirigíamos al parking donde habíamos dejado el coche, en la plaza donde está la tour Mataguerra, entre los dos focos principales para el turismo que visita la ciudad: la catedral de Saint-Front y el barrio antiguo, de un lado, y de otro el yacimiento romano de Vesunna, con el museo que exhibe los hallazgos excavados allí y los restos de una mansión noble del siglo II.

Una veintena de personas, mayoritariamente chicas jóvenes, recorrían la plaza desplegadas en abanico y repartían a los paseantes una hoja reivindicativa de color amarillo adornada con los logos de la sección de la CGT del hospital de Périgueux, CFDT Sanidad, y Force Ouvrière también Sanidad. Es la que figura en la foto. Traduzco el texto:

“Urgencias en cólera, estamos hartos de las galeras

Urgencias con sufrimiento = pacientes en peligro

Menos cuidadores, menos cuidados para nuestros pacientes

Más medios para unos cuidados mejores

Salvemos el hospital, para que él nos salve mañana

Parad de desangrar a los cuidadores. “Cuida y calla”. No somos máquinas

Cuidadores bajo presión = cuidadores con depresión

Stop a la supresión de camas

Luchamos por vosotros, pacientes !!!!!!!!

DECIMOS BASTA. ¡¡Demasiado es demasiado!!”

(Debajo a la derecha, en recuadro): “Impreso por nuestros medios. Evitar tirar en la vía pública.”

Una octavilla hermosa y llena de urgencia. Una lucha importante, que coincide al cien por cien con problemas y reivindicaciones en carne viva, muy presentes también en nuestras latitudes.