La
Academia platónica, mosaico pompeyano del siglo I aC, Museo Arqueológico de
Nápoles. La escena podría ser considerada un eventual antecedente de las demoradas
conversaciones sobre casi todo que tienen lugar diariamente en un Eje Consell
de Cent pacificado de tráficos y confrontaciones.
Hace seis años, en Madrid, alguien me acusó con mucho
ímpetu de que lo que estaba sucediendo en Cataluña era culpa precisamente de quienes
no comulgábamos con el independentismo pero tampoco nos confrontábamos con él,
por lo menos de una manera contundente.
Eran tiempos (no hace tanto, ustedes seguro que lo
recordarán) en los que Cataluña era el único obstáculo para la ascensión de
España a un puesto puntero en el concierto de las naciones. Mariano Rajoy,
nuestro presidente del Gobierno, veía brotes verdes por todas partes, y Madrid
ejercía de locomotora económica del país según un “modelo de éxito” exportable –
decían – a otras comunidades. Exceptuada Catalunya, “España iba bien”, según
parecer más o menos unánime de los poncios así de Génova como de Ferraz.
Ayer tuvimos manifestación en el Paseo de Gracia contra una
posible amnistía a los sujetos activos del procès. No fue gran cosa, dicen,
aunque no bajé a la calle a comprobarlo. Por la tarde sí salí, a Consell de
Cent esquina Girona, del brazo de Carmen, y estuvimos sentados un rato en uno
de los nuevos bancos, viendo jugar a los niños y pasar las bicicletas. Circulaban
por aquel espacio arbolado y recién pavimentado algunos guiris, localizables
por la forma de vestir y las zapatillas de marca, y una gran mayoría de gentes
del país, muchas de ellas con cochecitos de niño y perros enlazados. Daban la
nota de color algunos grupos familiares amplios de migrantes hispanoamericanos,
gentes que tienden a socializar de
preferencia entre ellas en busca de una mayor cohesión en un contexto extraño.
Se hablaba tanto catalán como castellano o equivalente, sin
problema aparente para el entendimiento mutuo. Nadie cargaba con una bandera,
nadie levantaba la voz ni jugaba a ”confrontarse” con la contundencia debida
contra algo, como los visitantes del mediodía.
Éramos bastantes más los manifestantes de la tarde que los
de la mañana, seguro. Podríamos estirar incluso nuestra mayoría si saliera bien
la operación delicada de la posible amnistía. Una amnistía con consenso popular
y con respaldo constitucional, desde luego. Lo hago constar porque algunos
confunden la amnistía con la amnesia, según comentario muy agudo de Nico
Sartorius.