viernes, 30 de abril de 2021

MAÑANA SERÁ UN GRAN DÍA, HOY AÚN NO

 


Imagen compartida de FB, del muro de ‘No tengo el chichi pa farolillos’

 

Andamos preocupados por cómo abrir el melón de las elecciones madrileñas. Empezamos bien, con la eficaz letanía del “programa, programa, programa…”, pero apareció Monasterio y nos echó del debate; y Ayuso, su pareja de baile, ha retrucado que todo su programa se reduce a no encontrarse nunca a su ex, para lo cual Madrid es una ciudad maravillosa.

(Entre paréntesis, Madrid sería una ciudad verdaderamente maravillosa si los madrileños hicieran el pequeño esfuerzo necesario para no encontrarse nunca más, pero jamás nunca, con Isabel Díaz Ayuso. Les advierto que cambiar de acera no es suficiente.)

Ahora el eslogan que priva es el “no pasarán”, pararemos al fascismo, etc. Y los sabios dicen que nos estamos equivocando, que así no se para a los votantes de Vox porque el voto de Vox es un voto gamberro.

Me gusta la expresión “gamberros”. Hacía unos cuarenta años que no la oía. Entonces los gamberros éramos nosotros, y los partidarios del fascismo eran la gente seria: obispos, tenientes generales y procuradores en Cortes, más las damas de la Sección Femenina, siempre con el misal y el rosario en la mano enguantada, falda tobillera, tacones altos, peineta clavada en el moño y mantilla.

(Ahora resulta que los gamberros son ellos, y nosotros solo bolivarianos.)

Vale, quizá no estemos dando con la tecla en eso de parar a los fascistas. Pero no esperen que mañana nos sentemos juntos en una terraza a tomarnos cañas. Eso, no. No nos doblegarán, como bien decía Marcelino. Mañana va a ser un gran día.

 

jueves, 29 de abril de 2021

PEPE ORTEGA EN CCOO

 


Delante del plafón pintado por Pepe Ortega y colocado ahora en exposición en el Auditorio Marcelino Camacho de CCOO de Madrid, aparecen de izquierda a derecha Unai Sordo, Petra y su hija Teresa, que han hecho cesión de la obra al sindicato, y Jaime Cedrún, secretario de la Unión de Madrid.

 

«Los proletarios del mundo no dejan de caminar con su bandera buscando la libertad», son las palabras escritas en el plafón pintado por Ortega para el restaurante de su amigo Pedro, el marido ya fallecido de la Petra que aparece en la imagen. Es bonito que un cuadro así, concebido y pintado con materiales pobres y desde la militancia insobornable por un artista reconocido, sea exhibido en un lugar sindical, que no es precisamente ninguna sala de exposiciones.

Pepe García Ortega fue, de forma inseparable, artista y político. Formó parte del grupo Estampa Popular y destacó especialmente por sus grabados sobre linóleo. Se comprometió muy pronto en la lucha antifranquista, fue guerrillero en los años 40 junto a Cristino García, participó más tarde en las luchas obreras reivindicativas de Puertollano, y fue perseguido tenazmente por la policía del régimen. El comité central del PCE, del que formaba parte, optó por ponerlo a salvo en Francia, donde pasó a vivir con su mujer y su hijo, y a donde fue en el año 1990 para morir junto a ellos. En los setenta había comprado una casa en Matera (Basilicata, Italia) y allí experimentó con distintas técnicas y materiales tradicionales y humildes, con los que logró crear obras de una gran brillantez y adquirió un renombre cuyos ecos apenas llegaron a su país natal.

Cuando un grupo de jubilados de CCOO visitamos Matera en septiembre de 2019, el guía nos señaló la “Casa di Ortega”, que no pudimos visitar, y Mercé Andrés supo enseguida de quién se trataba. A ella le debo la información del post que escribí entonces (1) y del que incluyo ahora.

Esta es una historia, entonces, en la que se entrelazan el trabajo, la cultura, el combate y las ideas. Una historia ejemplar, en cierto sentido y manera.

 

(1) Ver http://vamosapollas.blogspot.com/2019/10/casa-di-ortega.html

   

miércoles, 28 de abril de 2021

BALAS DE FOGUEO

 


Capitel de la ermita de Santa Cecilia, en Aguilar de Campoo, que representa la matanza de los Inocentes. Observen que el rey Herodes está mirando hacia otro lado, con aire de no tener ninguna relación con la fechoría.

 

La vida sigue a su bola, con más o menos sobresaltos. A Carmen y a mí nos pusieron ayer la primera dosis de la vacuna de la cosa y justo entonces nos dimos cuenta de que todo acaba por llegar en este mundo y las esperanzas perdidas son hojas ay desprendidas, etcétera.

Hoy tenemos los dos el brazo izquierdo algo dolorido. No nos importa porque es el signo palpable de nuestra inmunidad duramente conquistada. Carmen está incluso más tranquila con su dolor, porque ayer lo tenía localizado en el brazo derecho, justo el que no llevaba vacuna, y aquello hizo que le saltaran todas las alarmas: algo le iba raro por dentro. La buena ubicación hoy del síntoma en el lugar correspondiente al pinchazo, ha dejado entonces las cosas en su sitio. Podemos pasar al siguiente punto del orden del día.

En la política catalana, pasó sin pena ni gloria la posibilidad de un Gran Pacto Milagroso de Sant Jordi, que renovara e iluminara íntimamente la Declaración Unilateral de Independencia (DUI) haciéndola visible a los gentiles; y ahora las partes contratantes compiten contra el reloj (a contraló, como nos transmitía Perico Delgado en aquellos años en que seguíamos el Tour televisado en directo) por el pactito y el hortet, en la cárcel de Lledoners. No va a ser un acuerdo ni grande ni milagroso, a lo que parece, pero esta gente de la política nostrada se conforma con muy poco (el reparto de los altos cargos, los emolumentos, y pare usted el carro que más lejos no llegamos). El parto de los montes, en la época clásica, resultó ser un minúsculo ratoncillo de campo. La historia se repite, en eso va a quedar aquella grandiosa declaración de independencia. (Dijo Carlos Marx que las tragedias de la historia tienden a repetirse en clave de farsa.)

También ha habido una repetición sospechosa en clave de farsa con el envío de balas por correo de la campaña electoral madrileña. Las primeras balas se enviaron a tres personalidades de la línea gubernamental-institucional. Ahora aparecen nuevos envíos de bala para otras personas relevantes de una gran amplitud de espectro, lo cual sugiere, o bien que el mensaje, emitido por un único remitente, es multilateral, o bien que los remitentes han sido varios y están intentando crear entre todos una cortina de humo de pólvora que disimule la intención de los primeros envíos.

Las recientes balas ensobradas serían entonces, en la acepción figurada del término en el Diccionario de la RAE, balas de fogueo; una manera de jugar al despiste. Un ejercicio aparentemente inofensivo.

Aparentemente.

 

martes, 27 de abril de 2021

MONTANDO EL CIRCO

 


Cartel anunciador de ‘El mayor espectáculo del mundo’ (Cecil B. de Mille 1952)

 

Hay quien se exclama porque Reyes Maroto haya recibido un paquete con una navaja ensangrentada. Se discute si el remitente es un simpatizante de Vox o un enfermo, un esquizofrénico; aunque las dos opciones vienen a ser casi lo mismo.

Isabel Ayuso ha comentado que también a ella la amenazan todos los días, y no por eso monta un circo.

Pongamos que sea así; lo de las amenazas, me refiero. Puede que Ayuso ande amenazada por la vida con esa carita lagrimeante de virgen de los siete dolores, y se resista a darle importancia al tema. Admitámoslo en beneficio del argumento. De lo que no cabe duda, sin embargo, es de que sí ha montado un circo que te cagas, en las elecciones madrileñas. Se anuncia incluso (o se anunciaba, ignoro si la autoridad competente, o sea la Junta Electoral, dará finalmente el plácet) un fin de campaña en la plaza de las Ventas, con público presencial, en el que se estoquearían entre el flamear de banderas rojigualdas y esteladas sobre fondo rojo, seis hermosos toros bravos. Un hito electoral. Desde el panem et circenses que exigía la plebe en Roma, no se conocía cosa igual.

Mucho circo mediático, más unas birras bien tiradas en la terraza de un bar al anochecer, en los mediodías agua de cebada y azucarillos y aguardiente, por la mañana barquillos en el Retiro, y ya entrada la noche un chotis agarrao a la luz de los farolillos de la verbena de la Paloma ¿por qué no?, aunque no sean fechas. El madrileño se lo merece todo.

Un programa de festejos tan variado y completo tiene flipados a los ayusistas convencidos de toda la vida, amén de los que puedan añadirse atraídos por tanta novedad impactante: los imparciales, los equiláteros, los sempiternamente rectos, los que votan tapándose las narices o bien se abstienen tanto por convicción como por cautela, y jamás caen en la vieja trampa de no caer en la trampa.

O como les llamó Mario Benedetti: « los espectadores / casi profesionales / esos viciosos / de la lucidez / esos inconmovibles / que se instalan / en la primera fila… »

De acuerdo, pero las izquierdas, las opciones de cambio, ¿qué pintan en este circo electoral multicolor? Lo escribió ayer el economista y amigo Gabriel Flores en mi muro de facebook, a propósito de mi post, y me parece impagable: «… [tanto si ganan como si no], las fuerzas progresistas y de izquierdas tendrán que añadir a sus prioridades la de suturar las heridas producidas, para que la convivencia y la gestión de los enormes problemas económicos y sociales que requieren solución la encuentren.»

Construir, innovar, reparar, suturar… Problemas, conflictos, dificultades… Las izquierdas son imprescindibles en estas tareas. Las derechas están de verbena.

 

lunes, 26 de abril de 2021

ARDOR GUERRERO

 


John Everett Millais, ‘Ofelia’. Tate Gallery, Londres.

 

No es improbable que la niña Isabel tenga que entregar después del 4M las llaves del “palacio soberbio que vigilan los guardas, que custodian cien negros con sus cien alabardas, un lebrel que no duerme y un dragón colosal.” No es, lo diré matizadamente, muy del todo improbable.

Supongo que lo que vendrá después, si llega a darse tal caso, será un asalto al Congreso. Viene en todos los manuales. En lugar de búfalos, los asaltantes se disfrazarán tal vez de toros de lidia, y por supuesto llevarán la cara pintada de rojo y gualda. Harán cierto ruido, gritarán que Madrid no es Caracas, declamarán ardientes llamamientos a los plebeyos para que se subleven a favor de los pudientes.

Es una línea de actuación que se entrevé en hipótesis a partir del rumbo incierto que va tomando la campaña electoral. El debate sobre las cosas no ha acabado de satisfacer las expectativas de una derecha acorralada precisamente debido a la fuerza implícita en las cosas. Fuera el debate, fuera las prédicas sobre las cosas de comer, por consiguiente. Desde la noche de los tiempos, la táctica preferida de los coachs de los grandes clubes de fútbol cuando se acerca el final de un partido decisivo y el marcador no les favorece, se decanta en favor del consabido recurso a la heroica: bombeo de balones al área, y ver de pillar un rebote. Si la táctica no sale bien, se le echan las culpas al árbitro por no haber pitado dos o tres penaltis, argumento que los tertulianos declaran siempre como propio de perdedores cuando quienes lo utilizan son los equipos rivales.

Niña Isabel, ¡ten cuidado! El poder no es un camino de rosas, y el ordeno y mando tiene poco recorrido si no se dispone de la fuerza oportuna de cien alabardas empuñadas por cien guardas pagados en negro. No te vaya a ocurrir como a Ofelia, la agraciada doncella de la corte de Dinamarca, hija del cortesano Polonio, que, cuando sintió que había perdido el amor del eternamente dubitativo Hamlet (le dijo que se fuera a un convento, ¿por qué no a un monasterio?), pasó de forma casi instantánea de un brote de locura al fondo del río.

 

domingo, 25 de abril de 2021

¡VÓTAME, IDIOTA!

 



El ministro de Universidades Manuel Castells en el Congreso. La innovación en los modos de la política no ha venido sin embargo de la izquierda, sino de la derecha.

 

Elles sont révolues
Elles ont fait leur temps
Les belles pom, pom, pom, pom, pom, pompes funèbres

Georges BRASSENS, ‘Les funérailles d’antan’

 

Las bellas pom pom pom pompas parlamentarias asociadas al llamado Régimen del 78 han fenecido. Tuvieron su cuarto de hora de gloria, pero lo que se lleva ahora es un modelo no más informal exactamente, sino, cómo llamarlo, más cuartelero. No de camiseta decorada, sino de uniforme de faena para imaginarias de cocina.  Echaremos de menos aquellos debates cara a cara moderados por Campo Vidal, o cuando los candidatos desfilaban por la pasarela mediática para declamar la síntesis última de su mensaje en un minuto. Ahora del minuto sobra cuarto y mitad, lo que se estila es disparar con lanzallamas: “Oiga, dispense pero lo que usted afirma no es exactamente cierto.” “Tú cierra el pico, amargao, capullo.”

El debate de la SER fue un anticipo de lo que será la moda electoral primavera-verano del 21. Ha sido objeto de la atención de muchos la expeditiva dialéctica “a quemarropa” de Monasterio (“Lárgate de una vez, lo estamos deseando todos”, a Iglesias), pero lo verdaderamente novedoso ha sido la proeza de Isabel Ayuso, que no asistió al debate pero luego se proclamó vencedora del mismo por KO. Mariano ya lo había hecho antes, ¿recuerdan?, pero con sosería y mandando a Zoraida Santamaría en su lugar, de modo que apenas si se notó. Ayuso ha dado un paso más en la misma dirección abismática: un gran salto adelante, diríamos. Para ella el medio ya no es el mensaje, como predicó Marshall McLuhan en otra galaxia sociopolítica: para ella el mensaje consiste en quitarse de en medio primero, y decir luego que fue la única que sí estaba. “Votarme ya y dejarse de tonterías, que no tengo tiempo para dedicarlo a mindundis.”

Veremos lo que da de sí el nuevo trend. Viene avalado por el prestigioso Steve Bannon, que no ha conseguido salvar al Pato Donald Trump de la quema, pero ha marcado estilo. La “gente” (esa abstracción demodée) tiende a obedecer a los automatismos implantados, y cuando alguien grita “¡Firmes!” en tono de mando un pelín gangoso, hay posibilidades de que un porcentaje estimable de personas se cuadren, sin saber muy bien por qué.

Otro porcentaje también estimable replicará: “Porque tú lo digas.” Pero esa eventualidad está también prevista en los correspondientes argumentarios (ya no se llamarán así, por cierto, en el nuevo orden del campañeo electoralista, sino “zascamentarios”, término más acorde con la sustancia implícita en la dialéctica). Ante una réplica en ese tono, la lideresa de turno fruncirá la naricita, soltará un lagrimón, meneará la cabeza a uno y otro lado, mirará de reojo con picardía disimulada, suspirará hondo y declamará, en tono soñador: “No sé por qué nos odian tanto.”

 

sábado, 24 de abril de 2021

DEMOCRACIA A PALO SECO

 


Retrato de Charles Louis de Secondat, señor de La Brède y barón de Montesquieu, el primero en definir las normas formales imprescindibles en toda democracia.

 

Lo ocurrido en el debate electoral truncado de la Cadena SER da pie a unas cuantas reflexiones. El punto crucial es seguramente determinar hasta qué punto las normas estrictas de la democracia obligan a tolerar a los antidemócratas.

La SER, y la moderadora Àngels Barceló, ofrecieron un micro y un tiempo marcado para expresarse con libertad, a todos los cabezas de lista que pugnan por la presidencia de la Comunidad madrileña. A todos. Se trataba de debatir siguiendo unas pautas precisas, con el fin de que el electorado tuviera una idea más completa y pormenorizada de las distintas opciones a su alcance. La idea y el formato eran irreprochables, y existe una cantidad numerosa de precedentes que los avalan.

Lo inadmisible es lo que sucedió luego. A saber, que Isabel Ayuso, para empezar, no se presentó a la cita. Y visto lo visto, bien porque se sintiera en minoría o porque esa fuera su idea preconcebida, que Rocío Monasterio optara por reventar el debate saltándose todas reglas consensuadas y faltando al respeto no solo a sus rivales políticos sino a la audiencia en general.

Pablo Iglesias fue el primero en abandonar la reunión, acompañado por los gritos de la candidata de Vox: “¡Lárguese de una vez, es lo que estamos deseando!”

No estoy seguro de que Iglesias hiciera bien levantándose de su silla en ese momento, pero sí anticipó y puso de relieve que la atmósfera en el estudio era irrespirable, desde el punto de vista de un demócrata. Le siguieron Ángel Gabilondo y Mónica García, cuando después de un turno de palabras demencial constataron que aquello no tenía remedio. Rocío Monasterio, mientras tanto, apostrofó a Barceló de dictadora y le reclamó a Mónica que no pusiera “cara de amargada”. Tal vez lo que quería con ese reproche es que Mónica imitara a Edmundo Bal, que suplicaba a todos que siguiera el debate para “no hacerle el juego a Vox”. Bal demostró que Ciudadanos no merece ni el 5% necesario para aparecer en la foto.

No habrá más debates electorales en esta campaña. No se discutirá sobre propuestas políticas, algo que sin duda no interesaba en algunos think tanks. Determinadas derechas son partidarias de la democracia para utilizarla, pero no para obedecer el mandato indispensable de rendir cuentas al pueblo soberano.

Pero ¿qué sustancia puede tener la democracia si no hay rendición de cuentas ante los representados, si la papeleta de voto es nada más un cheque en blanco? Eso no llega ni siquiera al nivel de una democracia puramente formal. A Ayuso la estaban acosando con cifras sobre su gestión: lo último que le interesa. Y Monasterio, al margen de sus ínfulas de revoltosa, se postula como fiel escudera y paño de lágrimas de la lideresa reconocida, en una nueva temporada en pantalla panorámica y technicolor, con más alaridos y más desmadre garantizado. Anti política de Sálvame De Luxe.

El antídoto contra tanto veneno político no es otro que democracia a palo seco. Sin cervecitas al anochecer, ni terrazas al aire libre; a palo seco. En caso de necesidad, doblar la dosis.

 

viernes, 23 de abril de 2021

TODOS LOS DÍAS SON EL DÍA DEL LIBRO

 


Vista panorámica de la Biblioteca del Trinity College de Dublín.

 

No hay ninguna relación causal entre el paladín de Capadocia de un lado, de otro el libro como concepto (antes, durante y después de la vigencia histórica de la Galaxia de Gutenberg), y finalmente la rosa. Ocurre nada más que las tres líneas semánticas vinieron a coincidir muy tardíamente, después de largos vagabundeos, en un lugar y una sociedad determinados. Aquí están un año más, adaptadas a condiciones dificultosas, pero con mucha presencia de calle (demasiada quizás, a pesar de las precauciones institucionales; no nos venga un rebote de virus).

De hecho, puestos a descender al detalle, todos los días del año son días de libro, de algún libro. “Ni un día sin libro”, debería ser el eslogan. Para algunos será un misal, o un salterio; para otros, un tratado lógico filosófico, o un poemario; para otros aún, una aventura del Coyote, o el protocolo perdido de algún sabio de Sión.

Y lo mismo cabe decir de la rosa entre los enamorados; para ellos y ellas, todos son días de vino y rosas. “Ni una pareja de enamorados sin rosa que compartir”.

En cuanto a Sant Jordi, no tiene nada que ver en principio con el asunto. Era un advenedizo, un foráneo, a menos que el Institut d’Història descubra de pronto el hecho morrocotudo de que En Jordi de Ca l’Aranya nació en Caldetes, y la familia de la princesa a la que libró de las garras de un dragón colono venía de Picamoixons.

No obstante, todo ese conglomerado de realidades disparatadas viene a confluir en un día que, descontada su faceta sórdidamente comercial, tiene un aura mágica. Tal día como hoy murieron Cervantes y Shakespeare, aunque la coincidencia es solo numérica, porque los dos se regían por calendarios distintos. ¿Lo ven? Una distorsión más, un forzamiento de las coincidencias con el objetivo indisimulado de convertir una fecha cualquiera en una efeméride.

Sea. Alguien podrá acusarnos de que estamos sacando las cosas de quicio, pero eso es lo que todos hacemos siempre, con todo, continuamente.

Feliz lectura a todos, feliz amor a los afortunados de ambos sexos, feliz onomástica a los Jorges y las Georginas. Y no duden en aventurarse con osadía en laberintos esotéricos tapizados de volúmenes impresos: los saberes ocultos reposan en una biblioteca monacal, como dejó dicho Umberto Eco en aquel libro en el que reivindicó además el nombre de la rosa. O más sencillamente, la libertad es una librería, como nos recitó Joan Margarit.

 


Sant Jordi i el Drac, Paseo de Gracia, Barcelona (cortesía de Jordi Pedret Grenzner) 

jueves, 22 de abril de 2021

VICIOS PÚBLICOS Y VIRTUDES PRIVADAS, EN MADRID

 


Mariana Mazzucato y la vicepresidenta española Teresa Ribera, en una foto de 2019 (fuente Twitter).

 

Los argumentos de mayor peso para una hegemonía de las derechas, no los están dando en la campaña electoral madrileña Ayuso y Monasterio, que naufragan en cuanto se salen del latiguillo memorizado; sino Florentino Pérez que, paradójicamente, no interviene en la campaña.

Las derechas van de eso: lo público ha de estar al servicio, no de la ciudadanía, sino de las élites. En la mentalidad florentiniana, todo el entramado de organismos, controles, dedicaciones y esfuerzos que han dado como resultado el actual florecimiento del fútbol-espectáculo, deben ser nada más la peana sobre la que se construya el novamás rutilante de una Superliga que encandile a las audiencias, acapare la publicidad y permita a los seres superiores proseguir su tradicional política de firmar cheques en blanco para los grandes fichajes de las estrellas deportivas.

El resto, como dijo Shakespeare, es silencio. Gentes sin pedigrí que se agolpan en la puerta de organizaciones de beneficencia no gubernamentales. “Mantenidos”, dice Ayuso, pero no es ella quien los mantiene, sino una red precaria de solidaridades dependientes de la militancia y la buena voluntad de muchos “rogelios”. Se trata ahora, para Ayuso y Monasterio, de eliminar esa red de forma drástica; porque ayuda a los menas, que son okupas y violadores en embrión, pero sobre todo porque entorpece el libre juego del mercado global, tan necesitado, por culpa de la pandemia, de nuevos estímulos para hacer crecer de forma satisfactoria la cifra de negocios.

Lo de Florentino es un canto a la desigualdad como base última del deporte, y una reclamación del voto popular para acabar con las rigideces que imponen, al mercado de cracks, organismos como la FIFA, la UEFA, las Ligas y las Federaciones nacionales de Fútbol. Es la desregulación del deporte, que viene en tromba detrás de las del trabajo y del Estado social.

Lean el artículo de Mariana Mazzucato, hoy, en El País. “Reconstruir el Estado” no es, desde luego, lo mismo que “estatalizar” la vida de las personas. Ocurre que hay un impulso muy fuerte para suprimir todas las organizaciones intermedias existentes entre el “individuo egoísta” teorizado por Hayek y Friedman, y el “Poder global” representado por entidades financieras o financiarizadas que no legislan nada propiamente hablando, sino que imponen su voluntad por otros medios (softlaw).

El poderoso Estado-nación, que fue expresión máxima de la soberanía en la época histórica de los imperialismos y los colonialismos, ha pasado a ser ahora una organización intermedia más, que es necesario neutralizar.

“Neutralizar”, no suprimir. El Estado sigue siendo una suculenta fuente de financiación gratuita o muy barata (las tasas tributarias para las sociedades de cartera son un chollo en general, y en la Comunidad de Madrid un superchollo que las superderechas defienden a superultranza). Está bien que el Estado actúe, para repartir pródigamente sus dádivas y sus exenciones con una mano (de seda), y para reprimir con la otra mano (dura, de hierro) a los revoltosos de la contraparte. Pero es inadmisible en cambio que empiece a legislar en cuestiones peligrosas (relaciones laborales, normas fiscales, etc.) que vienen a poner trabas incalificables en la autopista hacia el progreso infinito de las élites autoelegidas.

 

miércoles, 21 de abril de 2021

RECUERDOS DE BERLÍN 2014

 


Disparamos cientos de fotos. La sensación de no llegar a abarcar de forma cabal lo que tienes delante te hormiguea en el dedo, sacas al albur una instantánea tras otra pensando que más tarde, cuando consigas reposar un poco las emociones, aquel caos en movimiento cobrará sentido.

Cosa que no ocurre nunca. Siempre te queda la misma cara de estupor.

Estas son cinco fotos, un poco al azar, de nuestra visita a Berlín en la primavera de 2014. Arriba, el otro lado de Babilonia: Pérgamo en el Museo de Pérgamo. Una vista parcial, claro; la grandiosidad del conjunto no se dejaba abarcar en nuestra humilde cámara para turistas.

 


Aquí, jugábamos al escondite en las entrañas del Monumento al Holocausto, junto a la Puerta de Brandemburgo: un bosque de bloques anónimos, todos aparentemente iguales, todos diferentes sin embargo, que crecen hasta desbordar la línea del horizonte y enterrar al visitante en un subsuelo muy particular.

 



Luego, dos visiones de una ciudad reconstruida en un “modo” particular, como si se quisiera dejar fijada para siempre la destrucción de los bombardeos masivos en la forma de una explosión permanente, un caos cristalizado. Así lo vi, y lo intenté explicar a Karl, el amigo alemán que nos hizo de guía. Le dejé con la boca abierta. Me contestó que era increíble hasta qué punto dos miradas distintas podían ver de diferente forma un mismo paisaje. No creo que su comentario fuera laudatorio.

 


Y finalmente, como guinda definitiva del pavo, el Bar Raval. También Barcelona en Berlín, de alguna forma.

 

martes, 20 de abril de 2021

GRIMAU

 


“Qué volen aquesta gent que truca de matinada?”

Maria del Mar BONET i Lluís SERRAHIMA

 

No veo en la prensa generalista de hoy ningún recuerdo a Julián Grimau, el organizador comunista que fue fusilado en la madrugada del 20 de abril de 1963 por orden expresa de Francisco Franco. Se le formó consejo de guerra cuando existía ya el TOP. Se le interrogó “hábilmente” en busca de pruebas de delitos horrendos que no se encontraron jamás, y en mitad de uno de esos interrogatorios en los que fue tratado de forma “exquisita” según el ministro Manuel Fraga, fue arrojado por una ventana a un patio interior. Fue una reacción “inexplicable” del reo, según el mismo Fraga, que se habría arrojado voluntariamente, cuando las personas que le custodiaban estaban distraídas. Sería aleccionador establecer un catálogo de las caídas accidentales por la ventana bajo el franquismo. Para defenestrarse, Grimau, que circulaba escoltado por un pasillo, hubo de zafarse de sus vigilantes, subirse a una silla con las manos esposadas, y saltar al vacío. Quedó con las dos muñecas rotas y lesiones en el cráneo. El pelotón de fusilamiento estuvo formado por soldados de reemplazo, porque la Guardia Civil declinó cumplir la orden de ejecución.

La crudeza de todo el episodio revela cuáles fueron las características de la dictadura religiosa y militar en este país. No es lo mismo leerlo en los libros, que haberlo vivido. Los especialistas discuten si aquello fue “fascismo” o “régimen autoritario”. Tiquismiquis de escuela. “Franco también hizo cosas buenas”, alegan algunos. Pero cuando llamaban a tu puerta de madrugada, “no” era el lechero.

La dictadura de Franco fue un odio africano, una represalia eterna, una negación obstinada de toda posibilidad de convivencia entre los llamados a prevalecer y los destinados a la desaparición, en cualquiera de sus variantes: desaparición discreta, para no alarmar a las potencias extranjeras y al Vaticano, o bien desaparición clamorosa, como en el caso de Grimau, porque los escarmientos no son eficaces si no se hacen de forma pública y con el debido ensañamiento.

Hoy la prensa generalista no recuerda la efemérides, y sin duda no lo hace porque estamos en campaña electoral y la memoria de la ignominia significaría herir la sensibilidad enfermiza de los herederos de los verdugos.

Conviene, sin embargo, que nosotros recordemos a Julián Grimau, que no lo olvidemos nunca, sobre todo porque los herederos de los verdugos están de nuevo en el escenario de la política, pidiéndonos nuestro voto con una sonrisa.

 

lunes, 19 de abril de 2021

O AYUSO O FUTURO

 


Nos echamos las manos a la cabeza, ¿es comprensible que Ayuso pueda ganar en Madrid? ¿Cabe en cualquier cabeza que tanta incompetencia mentirosa pueda ser premiada con una mayoría de (des)gobierno apuntalada por Vox?

Ese tipo de espejismo para perplejos no es ninguna anomalía histórica, sin embargo. Bertolt Brecht lo describió en alegoría, en su poema sobre la parábola de Buda. Buda avisaba a los habitantes de una casa, en cuya techumbre de paja habían prendido las llamas, que de un momento a otro todo iba a derrumbarse sobre sus cabezas; pero ellos le repreguntaban si no estaba lloviendo fuera, si no hacía mucho frío a la intemperie.

Ese reflejo conservador está vinculado (mal) al instinto de supervivencia: uno se aferra a lo conocido por miedo de que “cualquiera tiempo futuro” sea peor. El paralítico cuya silla de ruedas se despeñaba por un barranco, rezaba a la Virgen: “¡Virgencita, que me quede como estoy!” Y en los tiempos enrevesados de la Transición democrática, era frecuente el “chiste” de que contra Franco vivíamos mejor.

Por mucho que extrañe a algunos amigos, es frecuente entre los trabajadores la actitud de servidumbre voluntaria, es decir la resignación que les lleva a asumir un lugar subordinado en la jerarquía de los poderes terrenales: “quien manda, manda”, “doctores tiene la Iglesia”, “Dios proveerá”. Todas estas tarabitas, que no datan precisamente de hace cuatro días, alimentan la idea de la superioridad incontrastable de una casta dominante, señalada a dedo por los dioses o por el destino, tanto da. Ser del PP es ser un elegido en Madrid, y hay mucha gente que acepta a ciegas la existencia de una providencia superior, un sheltering sky o cielo protector, a veces extraordinariamente arbitrario y exigente como el Yaveh del Antiguo Testamento; incluso tramposo, ladrón, aprovechado y mentiroso. Pero ante el que es vano resistirse.

Son monsergas atizadas por la clerigalla, desde luego. Pero deben ser explicadas bien, sin el atajo del “tú eres tonto, muchacho”, de escaso efecto en las personas de cortos alcances.

El techo de la casa de Ayuso está en llamas, el derrumbe es inminente, la intemperie sería un refugio muy superior para las personas que buscan un abrigo contra las inclemencias, y si Gabilondo no les gusta, si no se fían de la solvencia de Mónica, y si las coletas les resultan difíciles de tragar, cualquiera de las tres opciones es sin embargo mil veces preferible a lo que pueda proveer la divina providencia si Ayuso se alza con el santo y la limosna con la colaboración necesaria y suficiente de Vox, esa panda de maníacos que anda ya salivando con lo que hará de los perroflautas tan pronto como pille cacho en las esferas del poder.

No se trata tanto de una oportunidad, como de la necesidad de la amputación de un miembro afectado por la gangrena de la corrupción. No es cuestión de comunismo o libertad, sino de tener a Ayuso o tener futuro.

 

domingo, 18 de abril de 2021

VACUNAS PARA GOURMETS

 


Por mi parte, sigo sin ser convocado a la ceremonia de la vacunación, considerada imprescindible para acceder al cielo prometido de la post-pandemia. “Muchos serán los llamados, pero pocos los elegidos”, afirma un tópico conocido en relación con otro cielo. El único sucedáneo de que dispongo para contrarrestar ese ninguneo vergonzoso que se me hace en las prioridades o las preferencias, es la filosofía. De modo que me tomo la situación incómoda con grandes dosis de filosofía, ya que no dispongo por contra ni de la más mínima dosis de ninguna de las vacunas accesibles en el mercado, ni aun de las peor catalogadas.

No es broma lo del catálogo. Tamara Falcó ha declarado por la tele que, antes muerta, que vacunada con Zeneca. “Yo, si no es Pfizer, paso”, vino a decir. No hemos salido aún, ni se espera, de la sociedad de consumo estricta. Antes el oscuro objeto del deseo consistía en tener un coche mejor que el del vecino, un Audi era el caché de la distinción que nos adornaba, y un Opel Astra (Astra, por dios, solo falta el Zeneca), el signo nefasto de la mediocridad. Con las vacunas hemos pasado, en cambio, hasta hace poco por un estadio carencial preindustrial: anhelábamos una vacuna, la que fuera, y maldecíamos del porco governo porque no nos llegaba a casa ninguna, ni adquirida en internet y repartida a domicilio por un rider, un fallo escandaloso en pleno siglo XXI.

El panorama ha cambiado y ahora se presume de la vacuna más “in”, la más eficaz en sus porcentajes, la de mejor relación calidad-precio, etc. También se valora, en el territorio de la izquierda más consabida, la ideología de las vacunas, de modo que son mejores las cubanas o las rusas que las inglesas o alemanas. El patrioterismo rancio elegirá sin dudar, cuando esté operativa, una vacuna españolé, porque aquí somos diferentes y, por más que el virus que nos ataca sea el mismo para todos, nuestras defensas deben ir en consonancia a nuestra peculiar idiosincrasia.

Vamos hacia el mundo nuevo cargados con todos los vicios del pasado, ayudados por todos los tópicos manidos, pendientes de todas las recomendaciones publicitarias de los medios más mediáticos.

Seguimos creyéndonos exclusivos, cuando solo somos excluyentes.

Yo sigo esperando mi primera dosis.

 

sábado, 17 de abril de 2021

BABILONIA EN BERLÍN

 


En el año 2014 y en el Museo de Pérgamo, junto a la estatua del héroe local caldeo Gilgamesh, que se abraza al león como si fuera un peluche. Al fondo, se oculta la puerta de la muralla de Babilonia. La foto no da cuenta de mi vértigo en ese momento.

 

«En su famoso ensayo Contra la interpretación, Susan Sontag reivindicaba una erótica del arte, una experiencia del mismo más primitiva y sensual, casi mágica, que denominaba, de manera elegante, metasexualidad.» Estoy citando a María Belmonte, “En tierra de Dioniso” (Acantilado 2021, p. 98), en una página dedicada a Estagira, la ciudad natal de Aristóteles, descubierta por los arqueólogos en la costa oriental de la Calcídica en los años noventa del siglo pasado. Ella la visitó en casi absoluta soledad y tuvo la ventura de sentir con tal fuerza el “genio de lugar” en la colina de la acrópolis, entre pinos, sobre el acantilado, delante del mar Egeo, con el monte Pangeo a su izquierda y el islote de Kafkanas justo enfrente, que se perdió sin remedio «en ensoñaciones estéticas y sensuales».

Una experiencia parecida, aunque bastante más pobre sin duda, sentí por mi parte al encontrarme de pronto, en el museo berlinés de Pérgamo, delante de una puerta de la muralla de Babilonia.

 


Carmen junto al tramo lateral del muro, decorado con leones y flores.

 

Fue como una revolución por dentro. Heródoto describe Babilonia, en el Libro Primero de sus “Historias”, como la ciudad de diseño más perfecto de todas las que conoció. De planta cuadrada, limitada por cuatro líneas rectas de la misma longitud y atravesada por el río Éufrates de parte a parte, estaba ceñida por un muro exterior de cincuenta “brazos reales” de altura (unos 25 metros) protegido por un foso ancho y profundo. A medida que se había ido excavando el foso, la tierra arcillosa removida se cocía en hornos en forma de ladrillos, que luego se superponían en largas hileras para formar el muro, utilizando como cemento “asfalto caliente”. Los ladrillos estaban suntuosamente decorados en colores vivos, sobre un fondo azul añil. Daban acceso a la ciudad cien puertas de bronce, lo bastante anchas para permitir el paso de las cuadrigas. Las viviendas tenían por lo general tres o cuatro pisos, salvo en los caminos de ronda, donde eran solo de un piso para no estorbar la defensa. Las calles eran rectas y anchas, y en cada una de las dos orillas del río se alzaban sendos santuarios, formados por torres dispuestas en terrazas de ocho cuerpos progresivamente más estrechos (los zigurat), a los que se subía por una rampa exterior en espiral. En lo alto de uno de esos santuarios estaba el templo de “Zeus Belo” (Baal Marduk), una cámara elevada provista de un lecho y una mesa de oro, sin ninguna estatua de la divinidad porque los babilonios decían que el mismo dios se alojaba allí en persona (“así lo afirman, pero yo no lo creo”, puntualiza Heródoto).

En cualquier caso, encontrarme delante de aquel pedazo de antigüedad desubicada me produjo un éxtasis considerable. Luego franqueé la puerta y, oh desilusión, en el otro lado no estaba la Babilonia antigua sino, espalda contra espalda de la muralla, el Altar de Pérgamo.

Y por majestuoso que fuera ese “otro lado del espejo”, me sentí estafado como un niño en una feria de pueblo, cuando accede mediante el pago de un boleto a la visión del “enano más alto del mundo”, u otras maravillas semejantes. La ilusión tiene normas estrictas, que no pueden ser vulneradas sin penalización.

 


Delante de la puerta. Del otro lado, Pérgamo.

 

viernes, 16 de abril de 2021

HACIA UNA LEGISLATURA NONATA

 


‘La negación de Pedro’, óleo de Carl Heinrich Bloch. Pedro aparece a la izquierda, las lenguas de doble filo frente a él, Jesús detenido y enmanillado al fondo, y el gallo en medio dispuesto a terciar sin complejos en la controversia.

 

Dicen los periódicos que hay un reacomodo de las conversaciones entre Junts y ERC, que no se hablaron durante toda la semana pasada. Se cruzan ahora, de una parte a otra, nuevas ofertas para el reparto equitativo de los altos cargos. Nadie sabe qué harán en concreto dichos cargos altos, sin embargo. No se ha definido aún, ni es probable que se defina, un programa de gobierno, con la excepción del tornarem a fer-ho. Ahí sí hay consenso, al parecer, pero es un consenso de aguachirle, no se aclara qué es exactamente lo que van a volver a hacer, ni siquiera cuándo.

Mientras tanto, ha caducado sin pena ni gloria el pacto ERC-CUP, que nunca se supuso como de largo recorrido, pero que ha resultado no tener ninguno. Un pacto nonato, como San Ramón. Vamos bien encaminados a una legislatura nonata, porque suenan voces de muerte en los entresijos de Junts que se inclinan por una repetición inmediata de las elecciones.

“Que hable de nuevo el pueblo, y así nosotros podremos seguir callados”, deben de decirse los/las artífices de la estrategia. Más que de estrategia, estaríamos hablando de “desastregia”, pido perdón por el mal chiste. No es solo que los líderes de la mayoría parlamentaria catalana no hagan nada, sino que se sienten cómodos no haciendo nada.

Toda esta situación implica que el único Gobierno que tenemos en Cataluña es el de España. Todas las decisiones, los impulsos, y también las fuentes de financiación, vienen de ahí. Nuestros prohombres y nuestras promujeres procesistas hacen ascos en público a cualquier cosa que venga del Estado opresor, pero lo mismo ponen la mano, y comentan además por lo bajini que desde el centro nos tratan con mucha tacañería. Pasaron los tiempos del “Madrid nos roba” y ahora estamos en los de “Madrid nos escatima”. Antes se sacaba pecho, ahora se hace un reconocimiento vergonzante de dependencia.

Pensaba en estas cosas esta mañana, al escuchar en la cadena SER la entrevista de Josep Cuní a la vicepresidenta cuarta, Teresa Ribera. Ribera propone un plan y un horizonte temporal para la transición energética. Ese plan ha sido aprobado en el Parlamento (el español, claro, en el catalán ni se ha mencionado el tema), y se va a implementar ─en lo que se pueda─ a regañadientes de tantos como se dejan arrullar por el sonsonete de que “los políticos no hacen nada”.

Es un vicio recurrente. Ya Franco aconsejó a Foster Dulles que hiciera como él y no se metiera jamás en política. Es asimismo la fórmula de Ayuso, y esa conexión Franco-Ayuso no es ninguna casualidad. Ayuso está esforzadamente dedicada a no hacer nada y dejar que las cosas sigan su rumbo “natural”, con críticas indignadas a quienes se empeñan en trabajar por la salud de la ciudadanía (un mito, ¡de qué les sirve a los mindundis estar sanos!) y por el mantenimiento del empleo (un artificio indeseable en sociedades “modernas” dispuestas a chuparse un pie y pasar de todo).

Por cierto, Ayuso tiene unas formidables expectativas de arrasar el próximo 4 de mayo, según sondeos por los que su partido ha pagado un poco más, incluso, que para obtener una mayoría suficiente en la autonomía murciana. “Pagando, San Pedro canta”, decimos en Cataluña. Cabe recordar, sin embargo, que según el relato neotestamentario San Pedro se negó a cantar por tres veces, y quien lo hizo finalmente fue el gallo.

Nuestros políticos catalanes son más de San Pedro que del gallo, es mi conclusión.

 

jueves, 15 de abril de 2021

LA LIBERTAD DE LA LIEBRE

 


Sostiene Ayuso que en la Comunidad de Madrid se va a librar el próximo día 4 la lucha final entre el comunismo y la libertad.

Por grandes palabras, que no quede. Sin embargo, no se trata de ninguna lucha, y menos aún final. Sin embargo, el comunismo no es alternativa en estas elecciones, y en prácticamente ninguna otra en la redondez del planeta, en las actuales circunstancias. Sin embargo, la libertad que predica el ayusismo unbound es, por decirlo de alguna manera, una libertad rara.

No voy a insistir en las dos primeras objeciones. Según dicen los amigos de la señora o señorita Ayuso, y lo tienen por dogma de fe, el comunismo ha sido derrotado a escala planetaria, ya y para siempre. Aquello ocurrió en tiempos de don Ronaldo Reagan, ¿recuerdan? Antes, el mundo era bipolar y tropecientas mil cabezas nucleares de misiles intercontinentales en racimo mantenían una estrategia de la tensión basada en la disuasión mutua, o dicho en latín (en el latín actual), la deterrence.

Dichas cabezas han sido en la actualidad desmanteladas por ambas partes contratantes, según se afirma en algunos mentideros, aunque nadie se arriesga a poner la mano en el fuego de que no se trate de un fake, y en realidad todas las armas atómicas sigan ocultas en sus silos subterráneos ubicados en lugares anónimos de una geografía borrosa, preparadas para ejercer la labor para la que fueron creadas, si alguien debidamente autorizado oprime el botón correspondiente.

Demos por bueno que no es así, y hoy en día no hay bipolaridad que valga, sino globalización. ¿A cuento de qué vendría entonces retroceder a los viejos tiempos para emprender una guerra de Troya que ya tuvo lugar? Y lo más absurdo de todo, ¿por qué en la Comunidad de Madrid, cuando los contendientes principales en los comicios son una señora o señorita bastante locatis, y un filósofo rancio de la línea estoica? Seamos sensatos.

Eso en cuanto al comunismo. Lo de la libertad tiene más miga.

La libertad que concibe Ayuso es la que deriva de la ausencia de reglas limitativas en una partida de caza. Cada cual es libre de disparar sobre las piezas que se pongan a tiro, cuantas veces quiera, mientras tenga munición. Libertad absoluta.

Del otro lado, la liebre tendría asimismo libertad completa para dirigirse en campo abierto hacia cualquier rincón de su preferencia, sin limitación alguna de la velocidad o los quiebros en carrera que sea capaz de desarrollar. Si nada más hay un cazador apostado, y tiene un arma de un alcance y una precisión mediocres, la liebre tendrá probabilidades sustanciales de ejercer su libertad durante bastante tiempo. Si por el contrario existe un círculo completo de cazadores bien equipados y organizados, el campo que se abre delante de la liebre será el mismo, pero sus probabilidades de recorrerlo sin percance se habrán reducido a, digamos, una milésima; tal vez una diezmilésima.

Ayuso defiende tanto la libertad de la liebre, como la del círculo de cazadores. Se opone con todas sus fuerzas a proteger a la liebre, y se opone también a limitar reglamentariamente las oportunidades de los cazadores de disparar contra ella. Defiende un fair play estricto: toda la libertad para todos, sin restricciones.

Alguien dirá que no hay paridad entre quien tiene una posibilidad contra diez mil de sobrevivir, y quien tiene en cambio diez mil posibilidades contra una de abatir a su presa. Pero es esa circunstancia, precisamente, la que reviste toda la fascinación del mundo para la glamurosa doctrina del ayusismo como variante del darwinismo social.

 

martes, 13 de abril de 2021

DÍA DEL BESO

 


El beso, escultura de Auguste Rodin, Museo Rodin.

Et je suis tombé tout chaud, tout rôti
Contre sa bouche

Georges BRASSENS, ‘Je me suis fait tout petit’

 

Hoy es el día internacional del beso. Semejante tontería. He leído en alguna publicación olvidable que en esta fecha se conmemora el récord absoluto de beso, que detenta una pareja de tailandeses desde 2013. Estuvieron besándose durante 58 horas, 35 minutos y 58 segundos. ¿Alguien les preguntó si la experiencia había valido la pena?

Escuchen, buscar un récord cuando se da un beso es pura vanidad de vanidades. La cantidad de beso es lo último que importa; en su performance más acabada, se trata de una hazaña que roza lo inverosímil, pero toda ella instantánea, espontánea, irrepetible.

Desengáñense, no hay besos a fecha fija. Cualquier día, en particular el más inesperado, es bueno para un beso. A cualquier hora, con sol, con lluvia, con truenos, desnudos o vestidos los ejecutantes, a la orilla de un mar azul en calma o en mitad de un bombardeo. Yo me apuntaría con gusto a un bombardeo si el premio fuera un buen beso, uno que valiera la pena.

Ahí está la clave: que valiera la pena. El beso es todo inspiración, comunicación, magnetismo, intensidad. Importa quién te lo da, a quién se lo das. Sería deplorable despachar un beso como si fuera un expediente administrativo.

Vendría a ser lo mismo que le pasó a Snoopy con las decisiones. Cuando fue Jefe de los Perros, se veía obligado a tomar muchas decisiones y eso le costaba, hubo de recurrir a un psiquiatra, y el psiquiatra le curó la indecisión. De vuelta al techo de su caseta, se lo explicaba a Woodstock con una gran sonrisa: «¡Es fantástico! Solo en esta mañana, he tomado cuarenta decisiones.» Entonces, se ponía triste y añadía: «Todas mal.»

No sirve de nada dar muchos besos si los das mal, con desgana, por rutina; si al dar el beso número veintinueve estás pensando ya en el treinta. Si das tu cuota proporcional de besos un martes 13 de abril, solo porque la publicidad internacional ha establecido que ese, y no otro, es el día adecuado para besarse las personas de forma ordenada y políticamente correcta.

El beso que sí de verdad vale la pena es aquel que escribió Antonio Machado (aunque él no lo escribió exactamente así, nadie es perfecto): «¡Gracias, Petenera mía! / Por tus besos me he perdido. / Era lo que yo quería.»