lunes, 29 de febrero de 2016

¿PREFIERE USTED QUE GOBIERNE RAJOY, O SÁNCHEZ CON EL PROGRAMA DE RAJOY?


La dirección del PSOE ha expresado su satisfacción por los resultados de la encuesta interna entre la militancia acerca del pacto firmado por Pedro Sánchez con el líder de Ciudadanos, Albert Rivera. Quienes vemos el asunto desde fuera, sin embargo, opinamos muy mayoritariamente que no había para tanto, y que seguimos atascados en el día de la marmota, o si se quiere en el día antes.
Examinemos en primer lugar el plan en sí. Paso por alto la circunstancia penosa de que, al publicitarse el acuerdo, la versión PSOE era en algún punto sensible (en concreto, las indemnizaciones por despido) diferente de la versión C’s. Son cosas que ocurren cuando las cosas se hacen con prisa, y la foto tiene más importancia que la letra en sí de lo firmado. Lo único que revela el lapsus es que los negociadores de ambos partidos discutieron poco y no desmenuzaron adecuadamente los contenidos y sus significados. Su imagen para la prensa de una negociación compleja e intensa ha adolecido de esa actitud para la que la sabiduría popular ha creado el bonito nombre de “postureo”.
La prensa proclive al PSOE insiste en el hecho de que el pacto político contiene más de 200 medidas novedosas. Casi un terremoto. Pero no es la cantidad lo que importa en este caso; las 200 medidas igual podían haber sido 5000 de incluirse, por ejemplo, la concesión de permiso a los reclutas para reclamar al maestro armero, en el caso de que al saltar del avión el paracaídas no se abra. En un programa de cambio, demasiadas prioridades son igual a ninguna, según me enseñó en tiempos mi maestro en estas cuestiones. Dicho de otro modo, 200 medidas de chichinabo equivalen a una enorme cantidad de chichinabo con el que marear la perdiz durante cierto tiempo, no muy prolongado por cierto.
En tales circunstancias, la pregunta hecha a la militancia socialista viene a equivaler a lo que figura en el título de este ejercicio ocioso de redacción. El 51% de la militancia ha optado por contestar que prefiere a Pedro Sánchez; el 49% restante ha preferido prestar su atención y su valioso tiempo a temas de mayor sustancia.
Exactamente la misma pregunta, qué casualidad, la ha hecho Pedro Sánchez a la militancia de Podemos, en esta ocasión sin urnas y sin retóricas: “¿Seréis capaces de preferir un gobierno presidido por Rajoy a otro presidido por mí?” No creo, con todo, que el dilema suponga ningún trauma, ni para Pablo Iglesias ni para el resto de representantes de la izquierda política sentados en el parlamento. La réplica educada a Sánchez sería la siguiente repregunta: “¿Y cuál es la diferencia?”
Pedro Sánchez deberá aclarar este punto con mayor convicción y detenimiento, para que nadie entienda que está pidiendo el voto o la abstención sobre la base de una simple foto de agencia. María Dolores de Cospedal ya ha adelantado su propia interpretación de la actual encrucijada cuando se ha puesto teresiana y ha afirmado que en tiempo de zozobra no hay que hacer mudanza. Sustituyan ustedes la palabra “mudanza” por su sinónimo más usual, “cambio”, y vislumbrarán en toda su crudeza las apuestas volcadas encima de la mesa en la jugada de póquer que se está desarrollando en las cumbres borrascosas de nuestra esfera política.
 

domingo, 28 de febrero de 2016

NO HAY DINERO PARA CERVANTES


Según leo en la prensa, ni el gobierno en funciones, ni las autonomías descabaladas, ni las diputaciones puestas en tela de juicio, tienen dinero para celebrar el cuarto centenario de la muerte de Miguel de Cervantes, a mes y medio de la fecha de su memorial (falleció el 22 de abril de 1616). Casi mejor así. De haber con qué, lo más probable es que se convocara a quinientos académicos de las Españas y las Américas, y se enhebrara una serie de actos floridos, con presencia de los medios y asistencia multitudinaria de las autoridades, culminados todos ellos con misas solemnes y rematados por comilonas a 750 euros el cubierto y con profusión de langostinos y jamón de bellota cortado con maestría en finas lonchas a la vista de la respetable asistencia. Es el modo tradicional de festejar la cultura en este país.
El 2 de abril de 1616 Cervantes, enfermo de hidropesía y de arteriosclerosis, y delicado del corazón, profesó en la Venerable Orden Tercera de San Francisco, y por la gravedad de su estado hubo de hacerlo en su casa, un piso de la calle madrileña del León, esquina a la de Francos, en la que vivía (más o menos de limosna) con su esposa doña Catalina de Salazar y Palacios, según nos cuenta Luis Astrana Marín. El día 18 recibió la extremaunción. Al siguiente concluyó el prólogo del “Persiles”, en el que se despide de la vida de este modo: «Adiós, gracias; adiós, donaires; adiós, regocijados amigos, que yo me voy muriendo…» Un bellaco, el doctor Cristóbal Suárez de Figueroa, tuvo los santos pantalones de criticarlo incluso en ese trance, con un comentario desdeñoso hacia quienes hacen «prólogos y dedicatorias al punto de expirar.» Tampoco había sido muy amistoso el apunte de Lope de Vega en una carta escrita hacia 1605: «De poetas no digo: ¡buen siglo es este!; muchos están en ciernes para el año que viene; pero ninguno hay tan malo como Cervantes, ni tan necio que alabe a Don Quijote.»
Las idas y venidas de los huesos cervantinos en los procesos de reforma y ampliación del muy modesto convento de las monjas Trinitarias, en la calle de Cantarranas (hoy Lope de Vega), en donde fue sepultado, han sido ampliamente aireadas en la prensa. Cabe concluir que si una demora de cuatrocientos años no ha bastado para honrar de manera adecuada al autor del libro más hermoso de nuestra lengua, tampoco tendrá tanta importancia aguardar para ello cien años más.
Yo, más que con festines de diseño, preferiré recordarlo con una olla de algo más vaca que carnero, salpicón las más noches, duelos y quebrantos los sábados, lentejas los viernes y algún palomino de añadidura los domingos.
Y en lo que se refiere a la puntual relectura de su obra, tampoco, todo hay que decirlo, me sentiré obligado a perdonar o disimular las faltas que en este su hijo (su libro) vea, pues «ni soy su pariente ni su amigo, y tengo mi alma en mi cuerpo y mi libre albedrío como el más pintado y estoy en mi casa, donde soy señor de ella, como el Rey de sus alcabalas, y sé lo que comúnmente se dice, que debajo de mi manto al Rey mato. Todo lo cual me exenta y hace libre de todo respeto y obligación: así puedo decir de la historia todo aquello que me pareciere, sin temor de que me calumnien por el mal, ni me premien por el bien que dijere de ella.»
Que es, en último término, la forma más sensata y adecuada de tratar este asunto.
 

sábado, 27 de febrero de 2016

VIVAN LAS CAENAS, VERSIÓN 2.0


Vuelve a estar de moda el motín de Esquilache. Rectifico: el escrache de Esquilache, que queda más moderno y más guay. Cerca de mil personas se han juntado delante del Ayuntamiento de Sevilla enarbolando crucifijos y clamando en contra de una perversa moción de la izquierda radical en la que se pedía un callejero laico y que los concejales no asistan a los actos públicos de culto en representación de nadie salvo en la suya propia.
Como la moción no se entendía del todo bien, la Asociación de Abogados Cristianos ha aportado la traducción precisa y ajustada: de lo que se trataba era de borrar del callejero sevillano el nombre de sor Ángela de la Cruz, y de prohibir los festejos de la Semana Santa. El beaterío se ha arremolinado, y ha habido crucifijos alzados al cielo y sonoros vivas a la libertad religiosa. Hecha una encuesta (virtual) de urgencia, quienes gritaban no tenían ni noción, y tampoco les importaba, de lo que significan la libertad ni la religión.
A los santurrones de la derechona les va rebrotando la chulería intrínseca. Reclaman en todas partes y a grandes voces el respeto que ellos no tienen por los demás. Las hordas apostólicas exigen la condena de Rita Maestre, que denunció descubriéndose el pecho el contrasentido de colocar una capilla en el recinto de una universidad pública de un país aconfesional. Exigen la retirada del premio Ciudad de Barcelona a Dolors Miquel, la poeta blasfema que interpretó por su cuenta el padrenuestro. Son todas ellas muestras de una libertad religiosa entendida a la española. Es decir, de la pervivencia a través de los siglos de la Inquisición, una institución tan acorde con nuestra idiosincrasia y nuestras tradiciones que nunca ha dejado de estar presente entre nosotros, ni siquiera después de haber sido abolida.
Sin que nunca la madre iglesia haya sentido la necesidad de pedir perdón por sus propios excesos. Que se disculpen los otros.
Por fortuna para la paz ciudadana, la moción promovida por IU-CA y Participa ha sido derrotada en el pleno municipal, gracias a los votos en contra del Partido Popular, PSOE y Ciudadanos. Los tres juntos. Las inminentes procesiones de las cofradías sevillanas serán más consistoriales y más fervorosas que nunca. El cambio se empieza a notar.
 

viernes, 26 de febrero de 2016

EL MARIANOSAURIO SEGUÍA ALLÍ


Cuando Pedro Sánchez y Albert Rivera despertaron de su sueño pactista, el marianosaurio seguía allí. Es más, su humor era borrascoso y acariciaba con las poderosas garras la eficaz garrota de una mayoría en el Senado.
El sueño pactista de Sánchez y Rivera: aislar a la izquierda, buscar la connivencia de la derecha, implementar (palabra imprescindible en la jerga moderna) una reforma exprés de la constitución sin que se note mucho, colocar en el lugar crítico un floripondio que tape las vergüenzas de una reforma laboral no tan ominosa como algunos dicen, promover una educación más heterodirigida, y ahorrar duplicidades y sueldos de altos cargos por medio de una recentralización administrativa. Ningún remedio que no existiera ya en la botica, y todo concebido muy para salir del paso. Un placebo. Un programa diseñado para capear el temporal – en particular, el temporal de los indignados – y frenar provisionalmente el deterioro de unas instituciones que se agrietan y se cuartean a ojos vistas. La monarquía seguirá siendo intocable, el referéndum sobre Cataluña tabú, de los problemas con Europa no hay noticias, el déficit se soslayará con buenas palabras para Bruselas, y los refugiados no existen/no saben/no contestan.
Un pacto destinado a tirar con lo puesto durante media legislatura, dos años apenas, y luego ya se verá.
El marianosaurio sigue ahí.
Habremos de convenir en que cualquier cosa será mejor que el regreso del marianosaurio y el taparse generalizado de narices para no percibir el hedor a corrupción que arrastra. Lo malo es que el invento anti marianos, zurcido a base de retales mal sujetos con algunos imperdibles claramente insuficientes, no funciona. ¡No funciona! Ese es su defecto único, descontados todos los demás. No funciona porque ni soluciona el problema del marianosaurio, ni lo soslaya de forma adecuada. No hay modo, de momento, de rodear el monolito, ni de realizar una voladura controlada utilizando como carga de profundidad a alguna menina, quizás doña Soslaya Sáenz de Santamaría. Ese camino no parece viable.
No hay plan centrista, entonces, ni para dos años, ni para seis meses. Algún comentarista político ha señalado que con el pacto Sánchez-Rivera no estamos ya en el día de la marmota, sino que hemos retrocedido al día antes. Todo se ha reducido a cerrar los ojos y soñar que el marianosaurio había desaparecido. Pero sigue ahí, y está enfadado. Algún recurso más cabe exigir en la coyuntura por parte de dos estadistas jóvenes y desmedidamente ambiciosos de tocar poder.
Rita Barberá les ha recomendado leer a Antonio Gramsci. El consejo es excelente, pero innecesario. Nos encontramos frente a dos adoradores convencidos de las revoluciones pasivas.
 

jueves, 25 de febrero de 2016

EL ECO DEL NOMBRE DE LA ROSA


El Eco es Umberto, naturalmente. Pero es también el eco que alcanzó su obra más conocida y difundida, posiblemente debido a un malentendido. Umberto era un semiólogo, un gran erudito sobre todas esas cosas que no tienen ni sustancia definida ni utilidad clara, y que amontonamos en un cajón rotulado con la palabra “Cultura”. “Alta cultura”, para precisarlo más y diferenciarlo de lo que se viene en llamar “cultura de masas”, sobre la cual Umberto fue asimismo un experto extraordinariamente competente. Umberto ejerció además de filósofo, si no se es demasiado estricto al respecto y se dan de sí una miaja las costuras rígidas del término. Digámoslo de una vez, clasificar en su casilla correspondiente a Umberto es difícil, en cualquiera de las casillas posibles es necesario ensanchar un tantico la horma para darle cabida con comodidad.
Por ese camino aproximado, un día se convirtió también en narrador de ficción literaria. “El nombre de la rosa” fue su primer intento. Lo abordó como una diversión personal, con una intención experimental y especulativa. Lo ha explicado más o menos, en sus “Apostillas”. Se trataba de imaginar una época histórica de transición, en la que se entrecruzaran vectores históricos y culturales de todo tipo; de concebir un lugar remoto, una abadía para el caso, en donde entraran en trayectoria de colisión las distintas ambiciones y contradicciones generadas por la época; y coronar ese vasto conjunto con una biblioteca-cifra del mundo, guardiana de todos los saberes canónicos y heréticos, visibles y herméticos.
A partir de esos ingredientes, la historia debía escribirse por sí sola, aunque con la introducción de dos refinamientos más. El primero, el género literario. Tenía que tratarse de una historia de crímenes, de una encuesta criminal. Y no por capricho, sino por la buena razón de que el detective que contempla el desorden concreto del mundo a partir de un suceso – un crimen – de consecuencias irreversibles, se hace la misma pregunta del teólogo: ¿quién es el autor? ¿Qué significado tiene el Mal en el orden del mundo? La indagación o pesquisa consiguiente descubre la existencia de un orden oculto, negado por las apariencias, que transcurre paralelo al orden aparente. Y si entre ambos órdenes o cursos evenemenciales se ha producido un choque incidental, ha sido porque se ha establecido una incompatibilidad puntual insalvable.
El segundo refinamiento utilizado por Umberto tiene que ver con el narrador de la historia. La pareja Baskerville / Adso de Melk funciona igual que el binomio clásico Holmes / Watson. Uno analiza y comprende, y el otro escribe pero no comprende. La revelación de lo sucedido solo le puede llegar a Adso, que es quien nos lo cuenta, a través de las explicaciones de fray Guillermo, a las que no tenemos un acceso directo sino mediado. De esta forma el lector participa, a lo largo de todo el largo proceso de investigación, no de la sabiduría de Baskerville, sino de la ignorancia de Adso; y la solución final del enigma aparece como una sorpresa imprevista y no como la culminación de un proceso lógico. Ocurre como cuando el mago saca una paloma de su chistera.
Hubo un percance inesperado en este esquema tan bien trabado y organizado, y es que la novela se convirtió en un éxito de ventas, en un best-seller. Por alguna razón, todo aquel conglomerado de tensiones entre el papado y el imperio, de enfrentamientos entre fraticelli vagamente heréticos y dominicos celosos guardianes del dogma revisado por la escolástica, de residuos de paganidad y libros prohibidos, prendió en una generación de lectores posmodernos que se entusiasmaron con la idea de un saber guardado por la estructura en laberinto de una biblioteca, y de una historia concebida como un laberinto superpuesto al anterior y que lo englobaba.
Umberto volvió a la narrativa en varias ocasiones, siempre desde la misma premisa: crear laberintos y juegos de espejos, iluminar lateralmente épocas oscuras de la historia de la cultura, convocar arquetipos más que personajes, y dejar que las historias se escribieran por sí solas. En todos los casos el trompeteo propagandístico editorial nos vendió sus experimentos como otras tantas obras maestras. Nunca fue así. No es tampoco una obra maestra “El nombre de la rosa”, pero la fórmula utilizada validó el invento, cosa que no ha ocurrido ni con “El péndulo de Foucault”, ni con “La isla del día de antes”, ni con “Baudolino”, por no citar fracasos narrativos aún más patentes.
Pero ahí quedó eso. El eco del nombre de la rosa llegará tal vez más lejos que el eco del propio Eco en la historia de la cultura. Por el eficaz reposo de Umberto en brazos de la eternidad, quiero creer que no será así.
 

jueves, 18 de febrero de 2016

INFORTUNIOS DE LA VIRTUD


Pasaré unos días fuera, sin posibilidad de atender la tarea de alimentar a diario este blog con las ocurrencias efímeras traídas a contrapunto del trantrán habitual de los eventos consuetudinarios. Como guinda provisional de todo el anterior ciclo de comentarios sobre campañas, programas, voto y disposición mayor o menor a los pactos, traeré a cuento una anécdota muy conocida de Aristides, que fue, según Plutarco, el más virtuoso de los griegos antiguos. Aristides, de familia humilde y demasiado honrado para enriquecerse con la política, se vio enfrentado a Temístocles, que era, por el contrario, rico, brillante, seductor y poco dado a escrúpulos relacionados con medios y fines. Temístocles solía llevarse el santo y la limosna, según se dice, en las competencias entre los dos, y lo cierto es que su comportamiento en la batalla de Salamina le valió un punto fuerte entre sus conciudadanos atenienses. En Platea, cuya victoria sobre los persas de Mardonio tuvo como protagonista decisivo a Aristides, la gloria oficial se la llevó al final el espartiata Pausanias, general en jefe de los griegos confederados, pero por otra parte un abusón que impedía que nadie se proveyera de agua o forraje antes que los de su pueblo, y un bruto supersticioso que no quería entablar combate cuando fue atacado por la caballería enemiga, porque los agüeros eran dudosos.
Pues bien, un año, el día de la asamblea ateniense en la que tenía lugar el voto anual (voto secreto, no a mano alzada) del ostracismo, para el que cada ciudadano escribía en una tablilla el nombre del político que deseaba ver alejado de la polis, un rústico pidió a Aristides si podía ayudarle a escribir el nombre deseado, porque él no tenía letras. El nombre que quería escribir era “Aristides”.
– ¿Lo conoces?
– Nunca le he visto.
– ¿Te ha hecho algún daño?
– Ninguno. Pero estoy harto de escuchar que es el más virtuoso de los griegos.
Aristides suspiró, y escribió su propio nombre en la tablilla, convencido de pronto de que se merecía el destierro. No quedó defraudado, su nombre salió elegido por amplia mayoría.
 

miércoles, 17 de febrero de 2016

LA NUEVA ESCLAVITUD EN EL TRABAJO


En el recién aparecido número 3 de la revista digital Pasos a la izquierda, se incluye un texto importante de Luciano Gallino, “La sociedad 7x24” (1), que ayuda a explicar los vericuetos por los que se está internando el “nuevo trabajo”. Gallino, fallecido hace pocos meses, fue un sociólogo formado en el gabinete de estudios de la fábrica Olivetti, en Ivrea. El dato es significativo: toda su obra lleva el marchamo inconfundible de la experiencia del trabajo vivido, de la “cultura de fábrica” como la llamábamos, hará unos treinta y tantos años, personas incorporadas a la política desde el trabajo sindical y que insistíamos en la importancia central del análisis de los procesos productivos, frente a otras miradas, procedentes en general de sectores académicos, mucho más atentas al quehacer de las instituciones de gobierno.
El panorama que dibuja Gallino es el del sacrificio creciente de la vida privada en el altar de la profesión. El tiempo de trabajo invade todas las horas personales disponibles para otras ocupaciones (familia, ocio, descanso) hasta configurarse potencialmente como una opción 7x24, 24 horas al día los siete días de la semana. No por imposición legal, sino por opción personal del trabajador cualificado (ejecutivo, técnico superior) obligado a elegir entre estar “dentro” del grupo de los elegidos por la fortuna, o estar “fuera” y verse excluido, con todas sus consecuencias, de la carrera hacia el éxito.
(Teresa Torns, quede dicho entre paréntesis, analiza con agudeza en el mismo número de la revista citada la posición desfavorecida de la mujer en esa carrera de los negocios. No solo ni principalmente por los menesteres relacionados con la maternidad, sino por la función que le ha sido asignada en la división habitual del trabajo, como elemento cohesionador de la familia y como vehículo de la atención preferente a los niños, a los mayores y a los discapacitados y enfermos de todo tipo. La “conciliación” funciona como un mecanismo “de género” discriminador, que ofrece a las mujeres una participación marginal en el mercado de trabajo, y una remuneración disminuida respecto del varón, en igualdad de condiciones.)
La nueva concepción invasiva del trabajo está conectada tanto al desarrollo de las TIC (tecnologías de la información y las comunicaciones) como al nuevo paradigma de la empresa en la sociedad global. Las TIC difuminan los horarios laborales porque se trabaja on line, y la respuesta a los impulsos procedentes del mercado no sólo “puede” ser instantánea sino que “debe” serlo para no verse relegada en una carrera por los contratos en la que la competitividad es extrema y despiadada. Ya no es posible dejar para mañana lo que se puede hacer hoy; ni siquiera es posible dejar un plazo de diez minutos para una consulta. La reacción estímulo/respuesta a una oportunidad de mercado es en nuestro tiempo mensurable en milésimas de segundo.
De otro lado, el principal objetivo de la empresa ya no es servir al mercado un producto socialmente necesario, en cantidad y calidad suficiente para que sea apreciado por la demanda existente. Ahora la empresa debe generar beneficios tangibles y a corto plazo para los accionistas, y la mayor preocupación de su director-gerente es el rating bolsístico, la capacidad para que la empresa se ponga a sí misma, no ya como sujeto económico, sino como objeto financiero, como una mercancía más que se ofrece en los remolinos especulativos de las finanzas globales.
En este contexto, las escuelas de negocios publicitan sistemas de trabajo que califican de holocracia (“todos mandan”), consistentes en que la estructura jefes/subordinados salta por los aires, y cada trabajador debe tomar sus propias decisiones sin recurrir a manuales ni a catecismos de empresa. La holocracia se propone como un ámbito de libertad y de responsabilidad acrecido en el seno de una empresa más humana. Desnudada del dorado de la píldora publicitaria, no es sino una expresión más de la sociedad 7x24 analizada por Gallino.
El nuevo taylorismo imperante ya no tiene como modelo el gorila amaestrado, que actúa sin pensar, ni tiene como icono el cronómetro. El cronómetro ha pasado al desván de los trastos inservibles porque el tiempo significativo no es ahora el que se invierte en una tarea manual determinada, sino el de reacción ante un estímulo externo del mercado. El tiempo se hace así infinitamente elástico. No se sabe cuándo aparecerá la oportunidad, y es necesario estar vigilante a toda hora, como las vírgenes prudentes de la parábola evangélica; y no se sabe cuánto durará la oportunidad una vez aparecida, y para aprovechar la ocasión es necesario anticiparse a toda costa a la respuesta de la competencia. El concepto clave entonces es la flexibilidad, pero se trata de una flexibilidad paranoica. De una nueva esclavitud, incondicional, sin plazo, interminable.
Vaya desde estas líneas nuestra condolencia con una reciente víctima ilustre de la nueva esclavitud. El chef Benoît Violier, suizo, 44 años de edad, recibió de la guía Michelín un regalo envenenado: su establecimiento de tres estrellas fue galardonado con el título de mejor restaurante del mundo. Apenas tres semanas después Violier se pegó un tiro, en su casa, con su escopeta de caza.
 


 

martes, 16 de febrero de 2016

MADRE NUESTRA QUE ESTÁS EN EL CELO


Un titular de La Vanguardia califica de blasfemo un poema recitado por Dolors Miquel en el acto de entrega de los premios Ciutat de Barcelona. Qué le vamos a hacer. Es admisible el calificativo si se entiende igualmente como blasfema la interpretación que hacen los fondos buitre de la cláusula «perdónanos nuestras deudas así como nosotros perdonamos a nuestros deudores». Hasta el momento no hay noticias al respecto de esto último, por parte de la jerarquía eclesial.
El concejal Alberto Fernández Díaz se ausentó del acto durante el recitado del poema de Miquel. Estaba en su derecho. Ha comentado después en un tuit que no era cuestión de creencias religiosas sino de respeto. Por ahí no le sigo. Se quiere convertir el respeto en monopolio de ciertos grupos, y bastantes monopolios tenemos ya. Quien quiera respeto, que se lo curre.
Veamos. El respeto no puede ser un ringorrango que va por barrios, que unos merecen porque sí, y otros no merecen porque no. Si hemos de poner el respeto como base de la convivencia – cosa que me parece en sí misma loable –, el respeto tiene que ser mutuo, plural y compartido.
Ahí es donde falla el sistema. Desde los valores firmemente establecidos en esta sociedad en particular, se consideran intrínsecamente respetables algunas creencias, actitudes, personas, instituciones y símbolos tales como banderas e himnos. No tienen la misma consideración oficial otras creencias, actitudes, etc. La iglesia católica no se ha distinguido en ninguna época por su respeto exquisito a cualquier persona o cosa situada fuera del redil de la ortodoxia fijada unilateralmente por Roma; luego no tiene argumentos para exigir un trato de reciprocidad que no existe.
Si se establece el respeto universal como paraguas deseable para una convivencia más amable, todos estaremos de acuerdo en evitar calificativos hirientes (por ejemplo, blasfemo a lo que como mucho es irreverente), al juzgar un hecho concreto. Si, por el contrario, adalides significados del estamento clerical buscan el cuerpo a cuerpo con el enemigo comparando (por ejemplo) la despenalización del aborto con las cámaras de gas, con ventaja ética para los nazis, deberán irse acostumbrando de paso a encajar las bofetadas que les llegarán sin falta de la contraparte.
O todos moros, o todos cristianos, según reza el dicho popular.
 

lunes, 15 de febrero de 2016

VOLVER A LA EMPRESA


Necesitamos con urgencia volver a la empresa, tomar la empresa realmente existente como punto de partida de los estatutos, las reclamaciones de derechos, los reglamentos y las constituciones que proyectamos. Giuseppe di Vittorio lanzó la misma alerta a los sindicatos italianos en los años cincuenta del siglo pasado. Su consigna fue entonces la vuelta a la fábrica, y hoy se trata de lo mismo pero en un paradigma nuevo, donde la fábrica ha abandonado su puesto de privilegio como icono del proceso productivo.
La empresa es un ente jurídico, una “persona moral” y en ocasiones un mero fantasma, una tapadera que da cobijo a una realidad inexistente. En algunos aspectos sería muy preferible hablar no de empresa sino de centro de trabajo. “Ecocentro de trabajo”, para utilizar una categoría grata a José Luis Lopez Bulla, aunque conviene advertir que se trata más bien de un desiderátum, porque en la realidad degradada en la que nos movemos el lugar físico donde se desarrolla la producción de bienes y servicios tiene poco de ecológico, y tampoco gran cosa de “centro” ni siquiera de “trabajo”, por lo menos si utilizamos el término en toda su dimensión ontológica. (Los especialistas prefieren obviar el término “trabajo” y hablar de “empleo” en tanto que tarea desempeñada por cuenta ajena a la que se concede convencionalmente un valor económico, y en consecuencia una remuneración.)
La empresa es, en todo caso, la célula original y el motor activo para el desarrollo del tejido de la economía productiva. No parece posible producir nada, en el mundo de hoy, sin la presencia activa de emprendedores del género que sea (públicos, privados, mixtos, con o sin ánimo de lucro) que compiten para ofrecer sus productos en un mercado. Volver a la empresa se utiliza entonces, aquí, en el sentido de aterrizar en lo concreto y en lo originario, dejando a un lado por cierto tiempo el mundo intrincado de las macrorrealidades, que oscurecen, más que aclarar, el panorama. Cuando se reivindican más derechos para el trabajo asalariado, se tiende a olvidar que tales derechos van asociados a un puesto de trabajo, en un lugar de trabajo, con una función determinada en un proceso productivo, e inmerso en la organización de una empresa que gestiona, controla y desarrolla ese proceso. Las relaciones laborales ni se desarrollan ni se modifican en abstracto. Añadir o restar una cláusula a una constitución, redactar un nuevo estatuto de los trabajadores, derogar leyes de reforma laboral o establecer cualquier clase de entramado jurídico en ese orden de realidades, puede resultar una tarea perfectamente inútil si se lleva a cabo desde el apriorismo. El derecho organiza una realidad preexistente, pero no inventa, ni es capaz de conformar por sí mismo una realidad nueva. Los empresarios no van a ser más justos y benéficos, ni los trabajadores más laboriosos y austeros, porque lo establezcamos así en una constitución. Solo se puede acceder a una realidad nueva a partir de un trayecto bien definido que una la realidad tal como es con la otra realidad a la que deseamos llegar.
Y ese trayecto no tiene lugar sobre el papel. Esa es justamente la idea que está detrás de la consigna de volver a la empresa.
 

domingo, 14 de febrero de 2016

MURIEL


Hay como una sobreactuación insoportable del destino cuando exhibe su músculo con una persona tan afable, tan dulce, tan – lo digo sin ninguna clase de ironía – desamparada e inofensiva como Muriel Casals. El destino abusa cuando para golpear a su víctima utiliza la trayectoria cotidiana y consabida, pero al mismo tiempo invisible, silenciosa, veloz e implacable, de un ciclista urbano. Entre dos luces de semáforo, en el cruce apresurado de una calle, ay, demasiado ancha.
¿Tuvo que ser precisamente así? Quienes hemos vivido hasta la edad de Muriel y la mía, conocemos de sobra nuestra fragilidad interna, nuestras ya insuperables limitaciones físicas. Esperamos con serenidad el golpe irrevocable, pero ignoramos sus circunstancias. En nuestros cálculos entra tal vez morir atropellados por un camión de mudanzas, no por una bicicleta. La bicicleta es un elemento fútil, imposible de encajar desde un punto de vista moral en la solemnidad extrema del momento decisivo que aguardamos.
Vivir a nuestra edad, en nuestras condiciones, es siempre un lujo añadido. Ha pasado para nosotros la época de las batallas físicas, no aún la de los grandes empeños éticos. Muriel vivió, se comprometió, utilizó como mejor le pareció su libertad y su derecho a decidir. Ningún reproche para ella, entonces. Descanse en paz.
Y, como dijo el Bardo, el resto es silencio.
 

sábado, 13 de febrero de 2016

LA "COBRA"


Se multiplican las señales de que el alto estado mayor del Partido Popular ha percibido de pronto que la estrategia que había diseñado para ocupar de nuevo la jefatura de un gobierno “basado en la sensatez y el sentido común”, era equivocada. Un Rajoy cargado de pronto de impaciencia (extraña imagen en un hombre de por sí cachazudo) emplaza a Sánchez a dejar de marear la perdiz, después de haber hecho exactamente eso con su turno de investidura. Santamaría reclama urgencia para formar gobierno en vista de que la situación económica es delicada, a pesar de que ya lo era dos meses atrás. Se monta un proceso contra titiriteros proetarras y se exhuma la causa contra el concejal madrileño Zapata por lo mismo, a fin de disimular las numerosas causas en las que figuras relevantes del partido, y el propio partido en tanto que organización, han sido imputados.
Existía al parecer la impresión de que Pedro Sánchez se enredaría solo en la madeja, o bien que almas caritativas de Ferraz y de San Telmo pondrían los convenientes palos en las ruedas a su carrera en solitario; pero las dos predicciones están fallando. Pedro sigue vivo, el pacto contra natura para un gobierno polimorfo y perverso de la Antiespaña no está descartado, y los sondeos anuncian un declive de las expectativas de voto del PP en beneficio de los partidos emergentes. En consecuencia, Génova llama a zafarrancho.
Ya contamos con la foto de ese zafarrancho, y con diez mil memes en su torno: Pedro aparece con la mano tendida, y Mariano en actitud de hacerle una “cobra”: el torso echado hacia atrás, las manos jugando con el botón de la americana, la boca apretada en lugar de la sonrisa habitual, y los ojillos – esos ojillos siempre inquietos de Mariano que tantas cosas nos dicen sobre las ideas, por lo demás banales, que pasan en ese instante por su cabeza –, chispeantes de travesura.
La explicación oficial dada desde Génova es que Mariano no vio la mano tendida. Es una explicación poco creíble, a nuestro presidente en funciones se le pasan por alto miles de cosas todos los días, pero nunca el protocolo a seguir en un acto oficial delante de las cámaras. Él es así, no le gusta mucho hacer cosas, pero sí en cambio “estar” en los sitios, hacer sentir su presencia.
Su intención deliberada fue ningunear a su interlocutor y jugar una vez más, posiblemente la última, a representar al macho alfa del rebaño. Fue un desdén deliberado, una declaración de guerra. El partido popular moviliza a sus brigadas Aranzadi y a sus Brunetes mediáticas, presenta batalla en todos los frentes. Acorralado en una situación crítica, está dispuesto a acabar de destrozar la credibilidad ya escasa de las instituciones, a enredar más aún la economía desfalleciente, a acollonar a quien haga falta, a meter el miedo en el cuerpo a la plácida mayoría silenciosa de un país en el que las mayorías han muerto de inanición. A morir matando.
 

viernes, 12 de febrero de 2016

SOBRERREACCIÓN


No hay síntomas de recesión sino miedo a la recesión, dice al son de la lira José Carlos Díez, uno de nuestros druidas economistas áulicos. Por lo demás todo va bien, señora baronesa. El batacazo de las bolsas mundiales no obedece a motivos de fondo sino a una sobrerreacción de los mercados.
Se confirma a partir de esa constatación que nadie es perfecto, ni siquiera los mercados financieros, la creación más innovadora y admirable de la humanidad en milenios de civilización. Los mercados ahora se revelan de pronto casi humanos, en el sentido de que no son infalibles. A una conclusión de por sí tan consoladora, solo se le puede oponer una objeción de peso: puesto que son los mercados los que dictan las leyes de la economía global, cuando se da el caso excepcional de que los mercados sobrerreaccionan, es obvio que también hay que preocuparse. Yo diría más: hay que sobrepreocuparse.
Los datos del actual miedo (sobremiedo) inversor apuntan a la economía china y al Deutsche Bank. Pero ni China ni el DB son Lehman Brothers, nos dice el druida Díez. Según. Tampoco lo era Volkswagen, y ya ven lo que ha pasado con Volkswagen. De hecho, apurando el argumento tampoco Lehman Brothers era Lehman Brothers hace ocho años. Era un símbolo de la solidez del capitalismo financiero global en la era de la nueva prosperidad, si recurrimos a la hemeroteca para revivir las sensaciones de aquellos momentos álgidos de la burbuja financiera, cuando quienes no éramos ricos era porque no queríamos.
La palabra es bonita: sobrerreacción. La guardia civil ha sobrerreaccionado al entrar en la sede del PP en Génova en busca de los discos duros de la tesorería de la organización de Madrid. No había por qué. Había corruptos pero eran personas que pasaban por ahí, funcionarios de la casa, y nadie en la dirección sabía nada de lo que ocurría, desde el presidente y la vicepresidenta para abajo. Tampoco la infanta sabía lo que firmó en su momento. Es natural. Todo era normal, puede que hubiera ondas gravitacionales en algún lado, pero nadie las detectaba. Las ondas gravitacionales solo se detectan por sobrerreacción, no son parámetros del todo fiables.
En realidad los dineros de Jordi Pujol sí que vienen de una herencia paterna, y los de Alfonso Rus de unos repetidos premios ganados en la lotería. No hay responsabilidades detectables. Sí que hay miles de personas y cientos de instituciones – políticas, económicas, financieras – que trabajan afanosamente en destejer de noche la labor avanzada de día, en destruir sus discos duros y en organizar de forma cuidadosa todas las coartadas convenientes para garantizar su propia irresponsabilidad cuando llegue el momento de rendir cuentas.
 

miércoles, 10 de febrero de 2016

NO HABRÁ SEGUNDA VUELTA ELECTORAL


La obsesión por dejar los deberes pendientes para más tarde le está jugando una mala pasada a Mariano Rajoy. Ahora que se le acumulan de golpe todas las urgencias, le está costando demasiado salir de su inmovilidad, o de su inmovilismo. Ganar tiempo, a eso se reduce su estrategia incluso cuando está meridianamente claro que el tiempo no juega a su favor. Atrincherado en sus convicciones, a Rajoy le da una pereza inmensa negociar lo que sea con el enemigo, y solo está dispuesto a aceptar una rendición incondicional de la oposición en bloque. No va a ocurrir, las oscuras golondrinas ya no volverán.
Tampoco el recurso abusivo, tan practicado en los últimos años, a la judicialización de la política ofrece perspectivas de recuperación al actual gobierno en funciones. El contexto europeo, tan amistoso en algunas cuestiones para nuestro estadista galaico, no abona según qué tipo de movimientos, que parecen regüeldos de otras épocas mal digeridas: pongamos que hablo del auto de prisión destemplado para dos titiriteros, que convierte una anécdota tonta en un compló terrorista (el mismo compló, por cierto, que Acebes se sacó de la chistera en 2004, y que condujo al anterior batacazo electoral de los populares). Pongamos que hablo de la colocación de Rita Barberá en la comisión permanente del Senado para mantener a toda costa su aforamiento (peor el remedio que la enfermedad, se va a prolongar su situación de apestada social y a provocar el endurecimiento del juicio mediático paralelo). Pongamos que hablo del juicio a los 8 de Airbus, tan trascendente en estos momentos, tan emblemático, “piedra de toque” lo ha llamado José Luis López Bulla con una expresión no tan anticuada como él mismo comenta, porque resalta con claridad la espiral represiva por la que se está precipitando un gobierno cada vez más solitario, frente a la oposición cada día mejor trabada y trabajada que le presenta un pueblo que ya no lo quiere ver ni en pintura.
Fiel a sí mismo, Rajoy ha cedido al PSOE la iniciativa en el proceso de investidura, para “ganar” tiempo. Su estrategia no es solo retardataria, sino catastrofista: “cuando Sánchez se estrelle, aquí estaré yo.” Pero ni Pedro Sánchez se va a estrellar, ni el partido del gobierno en funciones va a tener una nueva ocasión de plantear su cansina alternativa de siempre. Ahora ya no dicen “o nosotros o el caos”, sino, directamente, “¡que viene ETA!”
 

martes, 9 de febrero de 2016

BOMBEROS PIRÓMANOS


Hoy es un buen día para que nuestras autoridades financieras nos tranquilicen. Sí, se aprecia una alta volatilidad en los mercados debido a la crisis china y al bajo precio de los carburantes, pero todo está en orden. Las bases de la recuperación son sólidas. Serán necesarios, eso sí, algunos esfuerzos adicionales para enjugar los déficits de las cuentas públicas, pero todo se reducirá a apretarse un poco más el cinturón. Lo que empuja hacia abajo los índices de las bolsas no es una recesión, sino el temor infundado a una recesión. Es muy distinta una situación de la otra.
Desde la gran crisis de 2008 (ya estamos todos de acuerdo en que entonces sí hubo una recesión), nos vienen repitiendo los mismos mantras. Aquello se “remedió” con un gigantesco trasvase de dinero público a la banca privada, un rescate a fondo perdido, sin condiciones ni garantías de devolución. Los estados apoquinaron, y los bancos se dedicaron a gestionar la nueva masa monetaria según criterios transnacionales de gobernanza. Ni se pidieron desde los estados responsabilidades a la banca privada por su anterior comportamiento especulativo, ni se arbitraron remedios para paliar la voracidad sin límite del capitalismo financiero global. Se centró el remedio en la esperanza de una autorregulación altruista de las instituciones de crédito, en contra de todas las evidencias. Se fio la solución del problema a una supuesta capacidad de los mercados para contrapesar los desequilibrios y generar a la larga el mayor beneficio posible para todas las partes implicadas. Solo las universidades norteamericanas y las escuelas de negocios del resto del mundo conservan aún la fe en esa capacidad ficticia, pero siguen predicando la buena nueva sin descanso.
De modo que lo que se ha venido haciendo desde 2008 en relación con una deuda público-privada inmensa, que sigue creciendo exponencialmente, ha sido tratar de atajar el incendio mediante la puesta de toda clase de medios a la disposición de unos bomberos pirómanos. (La expresión no es mía; circula profusamente por la red.)
Del comportamiento observado a partir de entonces por dichos bomberos hay pruebas fehacientes. En España, donde la presencia de un gobierno cornudo y consentidor disparó la desfachatez de los malabaristas de las finanzas, tenemos a Rato y Blesa en el banquillo, como cabeza de cartel de un séquito nutrido, pero no tan numeroso como correspondería a la magnitud de la rapiña. Es lo que hay, y sin embargo las voces de los de siempre nos siguen arrullando con garantías de que todo está en orden, las instituciones están alerta y las perspectivas de futuro son inmejorables en todos los terrenos.
Solo se nos exige otro pequeño sacrificio. Colocar el clavillo de la hebilla en el siguiente agujero del cinturón.
Difícil, sin embargo, porque hace tiempo que ya no nos quedan más agujeros, y estamos en el trance de vernos obligados a empeñar incluso el cinturón.
 

lunes, 8 de febrero de 2016

ESTERILIDAD


Leo en la prensa la reseña de una entrevista al papa Francisco publicada hace unos días en Corriere della Sera. El papa revela que en 2014 Angela Markel le llamó enfadada porque, en una intervención en el parlamento de Estrasburgo, él había comparado a Europa con una mujer estéril. Sin entrar en los posibles trasfondos y vericuetos del asunto, tiendo a darle la razón a Merkel. Creo que el pontífice no anduvo fino en la ocasión, la comparación desvela una concepción de la mujer excesivamente utilitaria, por no decir unidimensional. En el plan divino sobre la sexualidad, admitido que existan algún plan y alguien divino para concebirlo, seguramente se adjudicó a la mujer una función más polivalente y de mayor protagonismo que la simple procreación. En el caso de que la teología ortodoxa sostenga que no es así, y que no hay función más alta para la mujer que la de ser madre, habrá que concluir que Teresa de Jesús, por poner tan solo un ejemplo notorio, fue un fracaso como mujer.
No es el primer desliz de Francisco sobre el asunto. Hace algún tiempo, a una pregunta sobre la función de las mujeres en la Iglesia católica respondió con un particular viva Cartagena. En sustancia (cito de memoria), su respuesta fue que la mujer es lo más bonito que hay en el mundo, y que la misma Iglesia tiene nombre de mujer. O bien lo dijo con una punta de ironía, lo cual sería malo, o lo dijo de corazón, lo cual sería francamente peor. Machismo y paternalismo. Si nos remontamos a las fuentes, Jesús maldijo a una higuera que no daba fruto, y desatendió clamorosamente la paridad de género en el momento de seleccionar su colegio apostólico; pero cuando menos no hay constancia escrita de que echara piropos “de género” de dudoso gusto ni de que condenara en ningún aspecto la incapacidad femenina para procrear. Y subrayo lo de “femenina”. Habida cuenta de la regla del celibato, está claro que el hecho de que el varón no coopere al mandato divino en el Génesis del «creced y multiplicaos», al papa Francisco y a todos sus antecesores en el cargo les parece una actitud altamente encomiable.
Por ser varón. También hay celibato femenino y también se lo encomia, pero los obispos mandan sobre las abadesas, y ninguna obispa tiene jurisdicción sobre un abad. La jerarquía es la jerarquía, y las reverendas sores están en ese aspecto mucho más cerca de la clase de tropa que del escalón de mando.
Volvamos a la imagen de Europa que dio origen al enfado de la cancillera. Habida cuenta del trato que están recibiendo los refugiados, de los cierres de fronteras, de las concertinas, de las reformas laborales sugeridas por las sucesivas troikas, de los minisalarios para minijobs, de la profundización acelerada de todas las desigualdades, etc., más que con una mujer estéril, la Unión Europea realmente existente merecería ser comparada con la madrastra de Blancanieves. O alternativamente, con el Doctor No.
 

domingo, 7 de febrero de 2016

METÁFORAS DE LA VIDA


Me encontré ayer en la situación incómoda de quien está viendo una película que no le interesa. La culpa era seguramente mía, y no de la película, que ha recogido en general críticas lo bastante buenas para animarme a comprar una entrada. Por la pantalla admirablemente coloreada paseaban su indolencia dos zánganos dedicados a sumergirse en aguas benéficas y recibir masajes en un balneario suizo de altísimo standing. Uno de ellos era compositor y director de orquesta, el otro un respetado director de cine. También concurrían en el mismo lugar un actor famoso preparándose para interpretar a Hitler, un antiguo astro del fútbol pasado de kilos, y Miss Universo. Podían componer, entre el escenario y las figuras, una metáfora acabada de la clase ociosa, pero no era así; lo que intentaban componer era una metáfora de la vida.
Las frustraciones de la vida sentimental y emotiva de unos personajes rodeados por el aura del éxito y de la fama, se perdían a lo largo de la trama en un vacío desolado. (Ninguna culpa tienen en ello las interpretaciones; los actores son magníficos, todos.) El balneario, las montañas, eran la torre de marfil en la que se aislaban de la multitud, para tomar fuerzas o sin ningún objeto preciso, solo el de pasar sus vacaciones. El leitmotiv argumental era más o menos (en arte no se inventa nada) el mismo que definió Rimbaud con los versos siguientes: Oisive jeunesse / à jamais perdue. / Par délicatesse / j’ai perdu ma vie.
Hay un regusto felliniano en escenas de carácter simbólico (el director interpelado por las heroínas de sus películas), pero la fantasía de Fellini no se amoldó nunca al escapismo, creo. La metáfora quizá definitiva de la película que comento aparece cuando el músico se pone a “dirigir” en medio de un prado la recóndita armonía del tintineo de las esquilas y de los mugidos de las vacas. La secuencia patina en una grandilocuencia kitsch del gesto que bordea el ridículo, pero el mensaje que nos propina el director no es el del absurdo, sino el de la recomposición de un sentido de la armonía de lo real situado más allá de nuestra comprensión, y solo al alcance de la de algunos privilegiados.
A lo largo de casi todo el metraje mantuve un respeto al director de orquesta por su negativa repetida a actuar delante de la Queen, por motivos personales y respetables. Incluso ese pequeño consuelo me fue arrebatado al final. Abandoné la sala con la misma sensación de pérdida del tiempo de que adolecían los protagonistas.
 

sábado, 6 de febrero de 2016

POR UN PROYECTO DE PAÍS


Al margen de que la búsqueda de pactos de gobierno o, como mal menor, de investidura, esté resultando prolija y fatigosa, todas estas negociaciones se resienten de un pecado original: a partir de unas conversaciones en el vértice, solo se pueden generar proyectos verticistas. Pedro Sánchez debería tomar nota de que será necesario ir más allá de un acuerdo con Pablo Iglesias, Albert Rivera y Soraya Santamaría u otra persona por designar aún en representación del PP (descarto de entrada a Mariano Rajoy, al que considero irrecuperable para cualquier proyecto de futuro).
Sánchez es muy consciente, con toda seguridad, del conglomerado de fuerzas, vectores e intereses difícilmente conjugables que conviven en el PSOE, pero puede caer en el error de pensar que no ocurre lo mismo en el territorio de sus interlocutores, y dar por sentado que cuando digan Sí, lo estarán diciendo también todas las fuerzas heterogéneas que se agrupan en torno a ellos. Puede ser cierto en el caso de Rivera, porque Ciudadanos sigue siendo aún una organización política de diseño, fabricada desde arriba y sin arraigo real en la sociedad. En el caso del Partido Popular, podrá contar con el factor de la disciplina interna, un reflejo condicionado que ha funcionado de forma fiable en anteriores ocasiones y tal vez (solo tal vez) lo siga haciendo en la actual coyuntura. Pero detrás de la fachada de Pablo Iglesias con su peculiar narcisismo mediático personal, Sánchez habrá de hurgar para tomar en cuenta necesariamente la pluralidad que impregna la idea de Podemos, y más allá, de los En Comú, los Compromís y las Mareas, con todos los componentes heterogéneos (grupos políticos menores, alternativas municipalistas, movimientos sociales) de todas esas distintas síntesis o resultantes parciales. Unificar ese conglomerado en un solo grupo parlamentario es en sí una mala idea; no atender en las negociaciones a la diversidad de origen y de proyecto de todo ese gran bloque de activos políticos, es abocarse al fracaso. Sánchez tiene un ejemplo del que aprender, la odisea vivida por Junts pel Sí con la CUP en Cataluña: tal fue el resultado de dar por supuesto que todos querían lo mismo en todo, por la sola razón de que querían lo mismo en una cuestión.
Hay dos formas de elaborar un proyecto de país: se puede buscar una síntesis difícil, o se puede partir de una abstracción simplificadora. Es muchísimo más habitual seguir el segundo camino, que el primero. Nos lo ha dicho Paul Krugman en referencia a la economía (pero apenas si extrapolamos al trasladar su afirmación al país en su conjunto, porque la economía es hoy más que nunca el ingrediente esencial de un país): «La economía convencional opera en base a “modelizar” no una realidad, sino una opción ideológica y virtual de la realidad.»
Cuando se habla de España, por lo general se está abstrayendo la realidad directamente observable. La unidad de España se sigue considerando algo fundamental, intocable. Pero si se examina de cerca, apenas si aparece: lo constatable es la diversidad y en muchos casos la confrontación, y esa realidad se desconoce y se intenta negar en aras de una unidad puramente ideológica. En concreto: de la unidad de destino en lo universal, una idea joseantoniana que sigue agazapada en la concepción que utilizan para hablar de España tanto nuestras derechas como también nuestras izquierdas, por sorprendente que esto último pueda parecer.
Volvamos a la historia económica de la mano de Carlos Arenas Posadas, a quien debo también la anterior cita de Krugman. Dice el maestro sevillano en la presentación de su magna obra recién aparecida: «Uno tiene la sensación, leyendo libros y manuales de historia económica, de que, cuando se intitula “España”, unas veces apenas se rebasa la dimensión de una región, de una ciudad o de una porción de kilómetros a la redonda; y otras veces, que se habla de un aglomerado inconexo de realidades económicas y sociales diferentes. España es un país para el que no valen los promedios.» (Poder, economía y sociedad en el Sur, Centro de Estudios Andaluces, 2015. P. 16).
En el proyecto de un país y de una economía "para los que no valen los promedios", concebido a partir de una síntesis integradora de fuerzas y realidades muy diversas, habrá de tenerse en cuenta el encaje adecuado de las diversas partes en el todo. Pero esa operación difícil exigirá además un margen adecuado de flexibilidad ante la certeza de que el tiempo seguirá pasando, y con él cambiarán las correlaciones de fuerza y las posiciones relativas de las distintas partes (geográficas, económicas) consideradas inicialmente. El proyecto inicial habrá de ser “abierto” en el sentido de tener en cuenta las eventuales modificaciones, potencialmente numerosas y profundas, que necesariamente se producirán a lo largo del trayecto futuro.
Y si eso ocurre en el nivel estrictamente interno, intraestatal, lo mismo ha de postularse en lo que se refiere a las relaciones exteriores y a la posición que España (esa incógnita) ocupará o dejará de ocupar, por méritos propios, en lo que convencionalmente se viene en llamar el concierto de las naciones.
 

viernes, 5 de febrero de 2016

SPOTLIGHT


La película Spotlight es la historia – basada en hechos reales – de  una investigación periodística realizada por una sección especializada del diario Boston Globe. El tema de fondo son los abusos sexuales de curas católicos con niños y niñas de la diócesis de Boston, en edad escolar. Se habla al principio de casos aislados y de manzanas podridas, pero el curso de la investigación viene a establecer la existencia de una pauta de conducta continuada, y la certeza del conocimiento sobrado de los hechos por parte de la jerarquía, que adopta al respecto un modus operandi basado en la ocultación y el disimulo.
Los periodistas de la película tienen que oírse en media docena de ocasiones la importancia del “bien” que vierte a manos llenas el obispado sobre la ciudad, la “gran labor” que está desarrollando hacia los humildes. Quienes defienden a la iglesia insisten una y otra vez en un cuadro mixto de luces y sombras, y tratan de evitar la denuncia con el argumento socorrido de que se corre el peligro de tirar el niño con el agua sucia de la palangana. A conciencia de que lo que están haciendo es guardar el agua sucia con el niño sin limpiar.
El esquema de conducta es trasplantable a otras latitudes y a comportamientos de orden distinto. No solo de la iglesia católica, aunque entre nosotros tenemos a varios Romanones y arzobispos en la misma sintonía. El punto crítico en estas cuestiones es la correlación estrecha que existe entre poder y abuso. Una correlación que no se extiende, claro está, al cien por cien de los poderosos. En la película, cuando los investigadores están centrados en once casos de pederastia, un psicólogo experto en el tema cuantifica en el 6% del censo eclesial las “manzanas podridas”, de modo que en función de esas cifras, en Boston debería haber en torno a 90 casos. Al final, salen más.
Salen más porque el manto protector proporcionado por la institución, la sensación de impunidad, acentúa la tendencia al abuso y a la depredación. La relación del PP con la corrupción es un ejemplo claro de esta dinámica. Políticos corruptos los ha habido antes del PP, de otras formaciones, de distintas tendencias. Pero las actuaciones de los estamentos del partido forzando plazos y acumulando recursos en busca de la fecha de prescripción; las repetidas absoluciones por falta de pruebas, y sobre todo la sensación de protección y comprensión desde arriba (los “sé fuerte, Luis”, los “sabes que te quiero mucho”) han disparado un boom de corrupción difícilmente comparable con cualquier otra época de nuestra historia.
No es tanto el hecho corrupto en sí lo que conduce a la desmoralización social, como la actitud que adopta ante él la institución implicada. La iglesia católica conserva la fe acrítica de sus feligreses en relación con todas las circunstancias relacionadas con su gestión; no solo con la doctrina. Una crítica a la iglesia suena de inmediato a abominación, a despecho, a revanchismo. Los jerarcas comunistas utilizaron del mismo modo la fe de las masas en una emancipación futura, en la época de los regímenes del socialismo real. Criticar al partido y a sus jerarquías era algo impensable, inconcebible. Y en lo que respecta al Partido Popular, sigue conservando aún el voto de millones de personas a despecho de la constatación inequívoca de que muchos de sus dirigentes están utilizando su posición para “forrarse” prevaliéndose de prácticas punibles.
No son, entonces, las conductas desviadas las que provocan escándalo y rechazo en las diferentes feligresías, sino el amparo que reciben desde las alturas del poder y sus aledaños; esa regla torcida de conducta que consiste en tratar de manera diferente a “nuestros” hijos de puta y a los de los demás. Combatir la corrupción, sin adjetivos ni acepciones de personas, no se plantea entonces como un objetivo político último, o “máximo”, sino como el punto inexcusable de partida para ordenar del modo conveniente toda la vida política.
 

jueves, 4 de febrero de 2016

LA RECESIÓN EN CÓMODOS PLAZOS


Voces amablemente interesadas nos insisten desde Bruselas en que la incertidumbre política podría comportar graves retrocesos para la economía española. Ya lo sabemos. Sabemos incluso algo más, que esas voces callan, o esconden interesadamente: que no nos ha ido mejor hasta ahora con una gran dosis de certidumbre política.
No ocurre solo en España. En Francia la esperanza de vida ha retrocedido por primera vez en 46 años. No hay incertidumbre política en Francia, que se sepa, y tampoco ninguna epidemia ni catástrofe ecológica. Ha habido, eso sí, un deterioro porcentualmente constatable de las prestaciones sociales relacionadas con la salud (y con más facetas de la vida de todos los días). Desde Bruselas deberían reconvenir cariñosamente a Monsieur Hollande por su dejadez en estos aspectos. Aún no lo han hecho, pero no se puede descartar que lo hayan aplazado hasta mañana por la mañana a primera hora, sin falta.
Gran Bretaña se está planteando un referéndum de salida de la Unión Europea (Brexit). Desde Bruselas se han apresurado a curarse en salud, ofreciendo a Mister Cameron toda clase de ventajas comparativas. Cameron almorzará en el restaurante Europa no a base del menú del día único y obligatorio para los demás socios, sino enteramente a la carta. Podrá elegir sus platos preferidos y rechazar todos aquellos que no le gusten. Derechos, todos; deberes, solo los imprescindibles, y cogidos con pinzas.
Sigue viva y operante una forma de pensar según la cual algunas personas, o grupos sociales, o países, tienen por derecho divino o natural el privilegio de poder elegir, mientras a otros se les niega el pan y la sal. Y se parte, en esa distribución desigual de derechos y cargas, de la convicción bien asentada de que las catástrofes sociales provocadas por los ricos recaerán únicamente sobre los pobres. Pero no es así. El Financial Times alerta del riesgo de una nueva recesión de grandes proporciones en Estados Unidos, la economía admirable en la que floreció Lehman Brothers y que fue la primera en ponerse a resguardo de la crisis que ella misma había provocado.
Según las teorías económicas neoliberales, lo que es bueno para quienes se encuentran en la cúspide de la pirámide social acaba siendo bueno también para los situados en los escalones inferiores, por una especie de misteriosa expansión interna de la prosperidad de los pocos. Puede que sea así en el larguísimo plazo, pero más cierta – y más perentoria – es todavía la afirmación inversa: que las catástrofes ocurridas en la base ascienden a continuación, con lentitud pero de modo implacable, a lo largo de los flancos de la pirámide hasta afectar a la punta misma del chirimbolo. Si hay ósmosis social, la hay en las dos direcciones. A donde conduce a la larga el pensamiento único preconizado entre otros por los tecnócratas de la Unión Europea, es a la recesión inevitable del conjunto, servida en cómodos plazos.
Mírese entonces de acertar en nuestro país en una política beneficiosa para la gran mayoría. Y una higa para Bruselas, que nos viene con premuras exprés justamente a nosotros, y no por ejemplo a los ingleses, a los húngaros, a los polacos o a los daneses, que tanto empeño están poniendo en contribuir a la debacle anunciada.
 

miércoles, 3 de febrero de 2016

SUSANA Y LOS VIEJOS


Felipe VI ha hecho lo que correspondía: no marear más la perdiz ni enredarse en complicidades con el macho alfa de la corrupción política española, y señalar al siguiente candidato en el orden natural de la aspiración a formar gobierno. Pedro Sánchez ha recogido el guante. Bravo por Pedro Sánchez. Algunos comentaristas califican de callejón sin salida el sendero por el que se adentra el secretario general del PSOE. Está por ver. Felipe González ha adoptado una actitud ambigua pero no declaradamente hostil (“veamos hasta dónde es capaz de llegar”). Puede que todo revierta a fin de cuentas en una variante de la Grosse Grosse Koalizionen, pero no son de desdeñar tres matices de cierto relieve.
Primero, no sería en ningún caso la coalición de Mariano Rajoy; el viejo dinosaurio ya no está ahí. Sí, ya lo sé, ha ido a colocarse en la retaguardia con la intención declarada de volver, igual que hizo Artur Mas. ¿Alguien se acuerda en estos momentos de Mas? Fue el nudo gordiano que trababa todas las posibles puertas de salida en una coyuntura imposible. Rajoy aspira a ejercer de lo mismo. Pero el cadáver ¡ay! sigue muriendo.
Segundo, podría aparecer una alternativa diferente, una coalición no tan grande. Sánchez ha dicho que va a explorar las posibilidades de convergencia, tanto hacia la derecha como hacia la izquierda. Pablo Iglesias acaba de hacer unas declaraciones explosivas, “nunca con Ciudadanos”, simétricas de otras de Albert Rivera, “nunca con Podemos”, hechas varios días atrás. Pero Rivera ya se ha enmendado parcialmente; aparece, en las circunstancias actuales, como el jugador más atento a las ventajas tácticas que cabe extraer de una posición aparentemente cerrada. Por lo que respecta a Iglesias, es, entre todos nuestros amados líderes, el más versátil y el que tiene la boca más floja. Las líneas rojas que no pueden traspasarse el lunes devienen el miércoles en expectativas esperanzadas. Su conducta resulta un tanto desconcertante, pero a fin de cuentas beneficiosa en la medida en que favorece la gimnasia mental de la ciudadanía. Acostumbrados como estábamos al discurso del “no hay alternativa”, la imprevisible floración de alternativas que nos ofrece a diario Iglesias, tanto desde el núcleo duro de Podemos como desde las diferentes mareas, es un lujo para el espíritu. Concluyamos, pues, que en este asunto nada está aún dicho definitivamente.
Tercero, Sánchez se ha apoderado de la iniciativa. La iniciativa es un factor principal en el desarrollo de una partida de ajedrez; puede compensar una desventaja material importante, arrinconar al contrario, obligarle a un ejercicio defensivo penoso. Cuestiones todas que el aficionado puede asimilar siguiendo las jugosas lecciones de ajedrez magistral ante el tablero que nos imparte semanalmente el incomparable Leontxo García en elpais.com. A nuestra clase  política le convendría aumentar sus conocimientos ajedrecísticos; son bastante más útiles, a los efectos de las posibilidades de acción política y de sus trasfondos, que la garrafina o el tute subastado.
En particular, un estudio más profundo de la estrategia en los 64 escaques les vendría muy bien a Susana y los Viejos (o a los Viejos y Susana, que tanto monta), demasiado amoldados al cálculo de las habas contadas y a la previsión redundante de lo previsible. Para ellos sigue siendo una herejía digna de inquisición la afirmación de que la Tierra se mueve alrededor del Sol.
Siguen convencidos de que la Tierra se mueve alrededor de Ferraz.