domingo, 30 de junio de 2019

¿MADRID EN PIE?



Entrega de las llaves de la ciudad de Granada a los Reyes Católicos.


«No puede ser que quiten una medida que funciona porque cambie el partido que gobierna», ha dicho Ana Martín, vecina de Malasaña, madre de dos hijas con las que acudió a pesar de un sol de plomo a la manifestación en defensa de Madrid Central.

Los lamentos vienen después de las dejaciones. Boabdil el Chico entregó las llaves de Granada a Isabel de Castilla y Fernando de Aragón, y mientras se retiraba por los vericuetos de Sierra Nevada hacia las Alpujarras echó la vista atrás y rompió a llorar. La sultana Aixa, su madre, lo trató con escasa paciencia. El lugar aproximado del incidente está señalado hoy como el del “Suspiro del Moro”.

La manifestación en favor de Madrid Central llega, asimismo, un poco tarde, después de errores clamorosos de estrategia de las izquierdas madrileñas. Alguien sembró dudas en el sentido de que Manuela Carmena no era lo bastante de izquierdas, y Errejón nada más que un socialdemócrata empedernido. Frente a tales enemigos espurios de la puridad resplandeciente, se arbitraron nuevas candidaturas que, esas sí, eran fetén.

Nadie puede decir que quienes obraron de ese modo no estaban advertidos de lo que se avecinaba. Los lebreles estaban ahí, al alcance, y las liebres seguían discutiendo si eran galgos o podencos.

Pues bien, Madrid Central es la primera de las medidas de Carmena que van a eliminar los galgopodencos. Detrás sigue una larga lista; Manuela es que no paró durante sus cuatro años al mando del rompeolas de todas las Españas.

Ahora mismo, sin embargo, los laboratorios de la acreditada plataforma “Izquierda fetén, desconfíe de las imitaciones”, vuelven a jugar a lo mismo. Nos cuentan Pablo e Irene que existe un riesgo de que Sánchez se escore a la derecha, y por lo tanto ellos son partidarios de votar en contra de su investidura a menos que rectifique el rumbo rápidamente; o cuando menos, prefieren aplazar la investidura al mes de septiembre.

Espléndido. Después del “trifachito”, llega a nuestras latitudes una nueva y rutilante categoría política, el “galgopodencosanchismo”.

Si llega a consumarse la debacle, mi propuesta es colocar por suscripción popular, en un punto panorámico de la sierra del Guadarrama, un mojón con la inscripción “Suspiro de Pablo”.




sábado, 29 de junio de 2019

LA GUERRA DE LOS SIGNIFICANTES



Busto de Pericles, del s. II d.C., en el Museo Británico. Pericles fue el líder casi eterno del partido popular ateniense. Es casi inevitable que aparezca retratado con casco. Plutarco explica que la forma de pepino de su cráneo era tan imposible para unos artistas preocupados por el realismo de sus figuras pero más aún por la estética, que el casco fue el único expediente válido que encontraron para preservar la dignidad pública del prohombre.


La fiscal del proceso por la caja B del Partido Popular, Carmen Luciáñez, pide la absolución de la organización encausada, sobre la base de que el borrado de los portátiles que manejaba Luis Bárcenas (los discos duros fueron borrados 35 veces consecutivas y finalmente destruidos a martillazos, conducta que la misma Luciáñez considera “poco habitual”) no tuvo nada que ver con la hipótesis de un intento de obstrucción a la justicia. El borrado era legítimo puesto que los citados discos duros eran propiedad del partido, y “no se causó daño a terceros”.   

Quizás Luciáñez debería explicarse un poco más: definir quiénes eran los terceros que no sufrieron ningún daño (en efecto, nadie a excepción de los discos duros recibió ningún martillazo), y explicar por qué considera que el fraude a la Hacienda pública no comporta daños al Estado de derecho del que ella es valedora y defensora, ni a los contribuyentes considerados globalmente, en la medida en que las cantidades detraídas a la autoridad fiscal dejan de redistribuirse en forma de servicios a la colectividad.

Bárcenas ha declarado que en sus dos portátiles destruidos estaba contenida la contabilidad B del partido, pero Luciáñez afirma que Bárcenas no tiene credibilidad. A pesar de que el hecho de que el PP llevaba una contabilidad B es a estas alturas una constatación firme y bien asentada oficialmente.

En consecuencia, afirma Luciáñez que lo que Bárcenas afirma suscita “dudas”, y que cualquier duda debe resolverse en derecho en favor del reo; ergo del Partido Popular. 

Omite la fiscal que tales dudas jurídicamente eficientes deben ser “razonables”, según el código, y que el argumento que sostiene ella misma es muy poco razonable. Se opone a la lógica de Aristóteles. Es muy posible que Luciáñez comulgue en su fuero íntimo con la idea de que Aristóteles era un pánfilo que en punto a jurisprudencia ni las olía. Aristóteles sostenía por ejemplo que, si todos los atenienses son griegos y Pericles es ateniense, la conclusión forzosa es que Pericles es griego. Luciáñez le habría contestado que de eso nada, en el caso de que Pericles fuera dirigente del Partido Popular (lo era, en efecto).

Luciáñez da de esa forma un paso innovador en el conflicto derivado de la ruptura entre significantes y significados, puesto hace años en imágenes por el cineasta Michelangelo Antonioni y del que se ha hecho eco pocos días atrás otro rincón de estas páginas.

La catástrofe, sin embargo, va mucho más allá. El Banco de España está haciendo advertencias públicas sobre la economía del país, tomando como referencia indicadores que no indican nada. Primero advirtió de que la subida del salario mínimo repercutiría en un incremento del desempleo. Se subió el salario y el desempleo no aumentó. (Los legos en la materia podíamos haber informado al señor Pablo Hernández de Cos, de forma totalmente desinteresada, de que el problema no está localizado en la “cantidad” del empleo, sino en su calidad. A nadie le duele demasiado pagar unos euros más por jornada a la limpiadora que le friega el despacho. El incentivo puede estar entonces ─cito de los periódicos─ en que lo haga semidesnuda o sin ropa interior.)

Desde el Gobierno se emplazó a la autoridad bancaria a pedir perdón por su falso agüero sobre el salario mínimo. No es estilo de la autoridad bancaria pedir perdón, sin embargo, de modo que ahora vuelve a la carga con una crítica a la ley (impulsada por una sentencia del Tribunal Supremo) que carga en la cuenta de las instituciones bancarias los gastos del impuesto hipotecario de actos jurídicos documentados. Se alega que dicha ley ha conducido a un encarecimiento de las hipotecas.

No ha sido la ley el desencadenante del proceso, como ha tenido que recordar la ministra Calviño; sino la nueva preferencia de la banca por las hipotecas a tipo fijo, más caras, en un tránsito acelerado desde las hipotecas a tipo variable debido a los descensos continuados del euríbor, susceptibles de disminuir los beneficios previstos por las instituciones privadas de crédito. (1)

De alguna forma entonces, y llevando la reflexión a un estrato más profundo, estamos en una época de significantes inconsistentes y de significados inciertos. Apunten ustedes en el debe de esta peligrosa tendencia la bandera de España que sustituyó a la arcoíris en el frontal del Ayuntamiento madrileño durante la Jornada del Orgullo, y el encausamiento a Quim Torra por haber colocado un lazo amarillo muy visible en el balcón del Palau de la Generalitat (se castiga lo visible, el signo; no la sustancia).

Estamos metidos de lleno en la guerra de los significantes. En cuanto a los significados propiamente dichos, que les vayan dando.

(1) El asunto tiene relación directa con los incentivos institucionales al endeudamiento privado como motor de la economía, un tema examinado en su momento en http://vamosapollas.blogspot.com/2019/06/keynesianismo-privatizado.html


  


viernes, 28 de junio de 2019

NO IRÉ A LA PUTA CASA BLANCA


Crónicas desde La Contigüidad del Cosmos


Megan Rapinoe celebra un gol en el partido Estados Unidos-España del Mundial de Francia.

Lo advierto desde ya: no aceptaré premios, ni recepciones ni invitaciones individuales o en grupo. No iré a la puta Casa Blanca, no plantaré mano a mano con Donald Trump ningún tierno arbolillo de la amistad entre no sé quiénes. No me peta.

Y no lo hago por solidaridad con Megan Rapinoe. Megan me la suda, quede claro. Vi por televisión el partido, y ¿qué quieren que les diga? Yo había idealizado el fútbol femenino como algo libre de las miserias de la testosterona, algo en cuyo desarrollo jamás tendría cabida una escena como la de aquel dedo de Mourinho metido en el ojo de Tito Vilanova.

Y sí, algo de todo eso iba viendo, pero de pronto una muchacha de aspecto frágil, Lavelle, sintió al cruzar el área española el soplo de un aliento próximo y se trastabilló (con arte, hay que reconocerlo, con una gracia alada que jamás tendrá Cristiano Ronaldo), y dio en tierra, y la árbitro pitó un puto penalti que no era, y como alguien le avisó de que no era, reclamó VAR, y después de ver el VAR se ratificó en pitar el penalti que no era.

Era “una” árbitro, lo cual merece en sí mismo un respeto, pero se comportó igual que si fuera Mateu Lahoz. Para ver pitado ese penalti no necesitábamos acudir al fútbol femenino. Nos están dando más igualdad precisamente a los que soñábamos con la diferencia.

Entonces Megan Rapinoe fusiló a Sandra Paños y marcó el tanto de la infamia. La hubiese respetado de haber lanzado aquella injusticia al segundo anfiteatro, dejando que las cosas siguieran su curso natural. Eso habría demostrado la superioridad definitiva de las chicas sobre el deporte bajamente viril al que estamos malacostumbrados. Pero no.

Entonces, allá Megan Rapinoe con sus declaraciones. Yo no iré a la puta Casa Blanca por mis propios motivos.

Sé muy bien que las probabilidades de ser invitado allí son escasas: una entre cien millones tirando por lo bajo. Sería francamente difícil ─puestos a poner un ejemplo absurdo─ que este otoño la comisión Nobel me concediera el premio de Literatura, por la aguda reflexión sobre el mundo contemporáneo y la profunda comprensión de los entresijos del corazón humano que revelan mis posts diarios en esta bitácora. Viendo las cosas de forma objetiva, tal posibilidad no se debería a méritos míos, sino a un disparate de la comisión.

Pero tampoco sería el primer disparate cometido por los académicos suecos.

Y en cualquier caso, ni siquiera un Nobel me garantizaría una invitación a la Casa Blanca. Si llegara a producirse esa eventualidad este año o el que viene, yo iría con sumo gusto a Estocolmo a recoger el premio, cenaría salmón (solo un pedacito porque no me sienta bien), daría ante los invitados el discurso de rigor e incluso besaría la mano de la reina de Suecia, qué remedio.

Pero nadie me pida ir a la puta Casa Blanca con esa ni con ninguna otra excusa; y tampoco al puto palacio de la Zarzuela. No me mola el besalamano a Melania ni a la reina Letizia. No soporto a sus maridos ni en pintura. Así están las cosas.

Y no me vengan con que resulta muy cómodo renunciar a algo que nadie me ha ofrecido ni me va a ofrecer. Esas son evasivas. De lo que estoy hablando aquí, sentado en el restaurante La Contigüidad del Cosmos de Poldemarx delante de un plato de mongetes del ganxet estofadas con botifarra de perol, es de valores y de principios, mis principios. Si no les gustan, no tengo otros de recambio.


jueves, 27 de junio de 2019

JUEGOS DE APARIENCIAS



Primer plano de Vanessa Redgrave en ‘Blow-Up’, de Michelangelo Antonioni


Dos mujeres, madre e hija, contrataron de buena fe a un sicario para que matara a otra persona, vendiera sus órganos y les hiciera entrega del dinero así conseguido. El sicario resultó ser un estafador, que ni mató a nadie ni vendió ningún órgano, pero se quedó con la cantidad adelantada por ellas. Como es lógico, las mujeres denunciaron los hechos a la policía, y estafador y estafadas fueron a parar juntamente a la trena.

La noticia sirve de ejemplo perfecto de cómo entienden muchos la dialéctica entre derechos y deberes. Los derechos (sin deberes anejos, limpios de polvo y paja) los tendríamos nosotros; los deberes (sin ningún derecho correspondiente reconocido) los tendrían los demás hacia nosotros.

Más o menos así funciona la lógica del portavoz de Ciudadanos en la Comunidad de Madrid, cuando declara que Gabilondo tiene el deber moral de abstenerse en la investidura de Ayuso, pero rechaza al mismo tiempo el deber moral propio de abstenerse en la investidura de Pedro Sánchez: «¡Son temas completamente distintos!», ha exclamado.

En efecto, la diferencia fundamental es que ellos son ellos, y nosotros somos nosotros.

Hace muchos años Michelangelo Antonioni realizó una película visualmente muy atractiva, Blow-Up. En el arranque, un fotógrafo profesional veía a un hombre y una mujer muy bella retozar en el paisaje idílico de un parque en el que estaba trabajando en un reportaje de moda. En el proceso de revelado de sus fotografías apreciaba un detalle extraño en un rincón y, curioso por ver qué era aquello, hacía sucesivas ampliaciones (blow-ups) de la imagen, hasta que resultaba claro que se trataba de los pies de un muerto medio oculto detrás de unos arbustos. El muerto era el hombre al que había visto besarse con la mujer fascinante, interpretada por Vanessa Redgrave.

Preguntado el ilustre cineasta sobre cuál era el “mensaje” (por entonces, el mensaje era infaltable en una película “de autor”) de aquel despliegue barroquista de efectos visuales, respondió sin pestañear que era la ruptura entre significante y significado en la sociedad contemporánea.

Dicho de otra manera, las apariencias engañan. Pero la cuestión va incluso más allá. Las apariencias son utilizadas para engañar. Y es posible incluso que el engaño tenga lugar “de buena fe”. Basta con apoderarse de un significante reconocido; a partir de ahí, nada más fácil que mutar el significado esperado, el concordante según la lógica establecida. Si no les han bastado la historia de las dos mujeres y la del portavoz político, aquí van otras tres espigadas en la crónica que todas las mañanas pone a nuestra disposición la prensa cotidiana.

1) Un agregado militar de la comitiva diplomática del presidente de Brasil Jair Bolsonaro ha sido detenido en el aeropuerto de Sevilla con 39 kilos de cocaína en su equipaje. Moraleja: el significado “narco” se agazapaba bajo el significante “representación diplomática”.

2) El llamado “Messi iraní” es acusado de haber tenido relaciones íntimas con 23 mujeres haciéndose pasar por el astro del fútbol mundial. Moraleja: él dice que nunca las engañó, y es posible que sea cierto. A veces basta la ilusión del significante para hacer creer que se ha entrado en posesión del significado.

3) El equipo de fútbol femenino CD Tacón, recién ascendido a la división de honor, ha sido comprado por el Real Madrid, que planea utilizarlo para desembarcar en dicho deporte empezando desde arriba. La operación, sin embargo, no es tan sencilla. La mística madridista, su ADN triunfador y el espíritu de Juanito, no se inoculan en un cuerpo extraño de un día para otro y mediante el simple uso de la chequera para contratar a las mejores profesionales accesibles en el mercado. De modo que Florentino Pérez ha decidido que la próxima temporada el club seguirá llamándose Tacón, y solo en la temporada 2020-21 competirá como Real Madrid con todas sus consecuencias y prerrogativas. Moraleja: se trata de un intento realista de aproximar un significante y un significado muy distantes, aunque sea con fórceps.
     

miércoles, 26 de junio de 2019

LA RENUNCIA A PENSAR


Un artículo clarividente de Antón Costas en lavanguardia (1) analiza las razones últimas del acoso plagado de malas formas a Ada Colau por parte del independentismo militante, en aquel recorrido institucional a pie entre la alcaldía y el Palau de la Generalitat. “Miedo a pensar”, diagnostica el articulista.

Al parecer, el cerco intransigente a Colau prosigue sin descanso y trufado de chocarrerías a través, por ejemplo, del programa “Polònia”. Lo sé por una crítica de Ferran Monegal; hace años que no veo “Polònia”, más o menos desde que Toni Soler abandonó definitivamente el oficio de bufón de la corte por el de tiralevitas. Hay notables diferencias entre ambos oficios. El bufón ejerce sin miedo el ejercicio arriesgado de pensar por cuenta propia, y castigat ridendo mores, castiga entre risas las costumbres. El tiralevitas renuncia a todo riesgo (por consiguiente, también a pensar) y, estómago agradecido, satisface a su empleador haciendo juegos malabares inocuos con las palabras de la tribu.

La fobia a Colau tiene raíces clásicas: matar al mensajero, sacrificar el chivo expiatorio, culpar a los elementos incontrolables del fracaso de nuestras armadas invencibles. “De no ser por la traición de Colau, ahora seríamos independientes”, es la sugerencia oculta en la irritación permanente de un estado mayor abiertamente dividido que anuncia que “ho tornarem a fer”, pero solo se refiere a colgar lazos amarillos de los balcones de las instituciones. Y no llama a Colau “meuca, bandarra, guineu”, sino que utiliza los términos equivalentes homologados en esa lengua opresora de a saber cuántas libertades.

Miedo a pensar equivale a la renuncia a buscar soluciones, que es la recomendación aconsejada con insistencia por los manuales de autoayuda cuando alguien tiene un problema. Miedo a pensar es la negativa a la posibilidad misma de encontrar cualquier solución. Se soba, se retuerce y se manipula el problema como si fuera un juguete, se trampea con los números y los consensos, y se acaba con un rechazo de plano también a la existencia del problema.

Nada, que no hay manera.

Elisenda Paluzie, la combativa presidenta de la ANC, está confeccionando un censo de empresas catalanas traidoras, con las que los clientes patriotas deben cortar toda relación. El censo tenderá a crecer de forma interminable; su confección es un paso más hacia la asfixia voluntaria de una sociedad cerrada en sí misma, solipsista, endogámica y totalitaria. Una recreación de la aldea gala irreductible a las legiones de César, pero con druidas ineficaces y sin poción mágica.



martes, 25 de junio de 2019

ARQUITECTURA POLÍTICA



Guidoriccio da Fogliano delante de su fortaleza feudal. Detalle de un fresco de Simone Martini en el Palazzo Comunale de Siena.

Ayer dejé escrito en esta misma página electrónica lo siguiente: «Son los Estados, y no los hogares, los que deben hacer valer su soberanía absoluta (sobre el papel) para dirigir la economía y las finanzas públicas en una dirección distinta. Los Estados se han disfrazado de noviembre en la última gran crisis…» (1)

Fui demasiado lejos. Los Estados no pueden hacer valer una soberanía absoluta ni siquiera sobre el papel.

Conviene dejar clara la idea que intentaba expresar, rellenando los espacios que quedaban en blanco en el esbozo anterior, por abajo y por arriba.

Por abajo: el Estado democrático ha de estar construido de abajo arriba, sostenido por los tres grandes pilares aglutinadores de las personas que son el trabajo, la cultura y la ciudadanía. La ciudadanía no se contrapone a la clase, ni la cultura se contrapone a ninguna de los otras dos; las tres deben ir entrelazadas en el sostén del edificio.

Sabemos, sin embargo, que no ocurre así. La democracia había quedado detenida ya antes a las puertas de las fábricas y, ahora que las fábricas no tienen puertas, sigue ausente en todos los aspectos relacionados con el trabajo asalariado, donde la posición preeminente del empleador sobre el empleado ha derivado a una tiranía absoluta, que ni se molesta en guardar las formas.

Y el Estado democrático, social y con la etiqueta prefijada del “bienestar”, ha claudicado en este punto hasta extremos vergonzosos, disfrazado de noviembre incluso en el momento de certificar con instrumentos legales la concesión graciosa al empleador de una disponibilidad absoluta del trabajo-mercancía que contrata o subcontrata en mil formas emergidas o sumergidas. Todo es considerado loable “promoción del empleo” por el aparato público estatal, que delega incondicionalmente sus funciones al respecto en la iniciativa privada, a sabiendas de que el elemento motor de esta es siempre el lucro, exento de cualquier ringorrango de empatía y solidaridad humana.

Así pues, trabajo, cultura y ciudadanía entrelazados serían las claves de bóveda de la construcción de un Estado democrático que mereciera su nombre. No de la nación. La nación es un concepto que solo sirve para emborronar el esquema. Para empezar funciona de arriba abajo, de modo que delimita la pertenencia de determinados individuos a una comunidad de destino enteramente arbitraria, totalitaria y cerrada, cuando una sociedad moderna ha de ser necesariamente abierta y democrática para cumplir con el objetivo de una prosperidad común. Los nacionalismos siempre han traído y siguen trayendo guerras convencionales o comerciales, además de exclusiones y matanzas más allá del perímetro bendecido que ampara la supuesta legitimidad de los nacionales.

Por arriba: los Estados no se yerguen altivos y solitarios como el castillo de Guidoriccio da Fogliano. Su soberanía debe estar limitada por el derecho público que rige la comunidad de Estados soberanos, y por las pautas racionales de comportamiento comunes a todos ellos con vistas a lograr un bienestar y un progreso más amplios y perfectos que el que puede lograr un Estado soberano por sí solo.

Altiero Spinelli y Ernesto Rossi compusieron, cuando eran dos presos políticos recluidos por el fascismo mussoliniano en la isla de Ventotene, en los años de plomo de la segunda gran guerra mundial, un manifiesto federalista para Europa. Son muchos los extremos discutibles en su propuesta, pero no lo es la idea clave que emerge de su escrito, explicada así por el propio Spinelli (Cómo traté de hacerme sabio, Icaria 2019, trad. de Francisco José Rodríguez Mesa, p. 316): «La federación europea no se nos presentaba como una ideología, su cometido no era el de complementar en un determinado modo el poder existente. Era una propuesta sobria para crear un poder democrático europeo en cuyo seno se habrían podido desarrollar ideologías si los hombres las necesitaban, pero que se presentaba independiente de ellas. Era la negación del nacionalismo que volvía a azotar Europa. Era el reconocimiento de la diversidad y de la fraternidad de las experiencias nacionales de los pueblos europeos, en medio de cuyas lenguas, de cuyos escritores y pensadores vivíamos desde hacía años sin sentirnos en ningún momento más cercanos a ellos si eran italianos o más lejanos si eran extranjeros. Era la vía de escape de las absurdas, pero aparentemente inevitables autarquías económicas […] Era, en último lugar y sobre todo, la posibilidad de que la democracia volviese a establecer su control sobre aquellos leviatanes enloquecidos y desencadenados que ya eran los Estados nacionales europeos…»




lunes, 24 de junio de 2019

KEYNESIANISMO PRIVATIZADO


Esto no es sencillo, son muchos los palillos que va a ser necesario tocar, porque la financiarización de la economía seguirá impulsando la desigualdad y la precariedad por más que se enmienden en todo, o más verosímilmente en parte, las reformas laborales regresivas de años pasados.

El economista Colin Crouch definió en 2009 como “keynesianismo privatizado” (1) la reacción del sistema global a la gran crisis que tuvo el fiasco de Lehman Brothers como preludio.

J.M. Keynes había propuesto en efecto, hace ya bastantes años, el endeudamiento de los gobiernos como remedio de choque para relanzar la economía en las fases deprimidas del ciclo económico. Por el contrario, la medida anticíclica prioritaria que promovieron las grandes agencias internacionales como el FMI, el BM y el Banco Europeo, y que fue seguida tras su estela por la práctica totalidad de los Estados inmersos en el sistema capitalista global que nos rige, fue la bajada de los tipos de interés, para facilitar el endeudamiento de los hogares, mientras para los gobiernos seguía vigente la norma sagrada del equilibrio presupuestario.

La solución, explica Mariana Mazzucato (2), resultó insostenible por la falta de un crecimiento de la demanda basado en los sueldos. «Esta política hizo subir el precio de los activos, como las acciones y las viviendas, y alentó aún más a que los hogares se endeudaran. El resultado fue que los hogares se implicaron en una gestión indirecta ─si no, de hecho, “privada”─ de la demanda efectiva, por medio de un consumo altamente financiarizado que dejó a muchas personas aún más empobrecidas y endeudadas.»

Son los Estados, y no los hogares, los que deben hacer valer su soberanía absoluta (sobre el papel) para dirigir la economía y las finanzas públicas en una dirección distinta. Los Estados se han disfrazado de noviembre en la última gran crisis, y han seguido con fidelidad la senda marcada por unos algoritmos tramposos que nunca han cumplido lo que prometían.

La utilización adecuada del valor inmenso del patrimonio público, y la capacidad pública de decisión (derecho a decidir, sí, pero derecho “público” a decidir) y de innovación en torno a dicho patrimonio, no pueden ser objeto de delegación plebiscitaria a la ciudadanía. Quien está en el puente de mando tiene la responsabilidad de tomar las decisiones oportunas, sin pedir a las fuerzas sociales en presencia que le saquen las castañas del fuego y voten ellas, mediante un adelanto electoral u otro procedimiento similar, si se ordena arriar los botes o se sigue a la espera de que escampe.

Sin más recurso que el forcejeo individual para encontrar una tabla de salvación suficiente para sobrevivir privadamente al naufragio de las expectativas globales, la ciudadanía no puede por sí sola ser motor de progreso y de bienestar colectivo; y es ridículo que, en sus esfuerzos por prosperar colectivamente, se dirija en primer lugar a la banca privada, en lugar de promover y de luchar por un nuevo gran pacto social activo y eficiente con el Estado democrático y sus instituciones.


(1) C. Crouch, «Privatised keynesianism: an unacknowledged policy regime», British Journal of Politics and International Relations, 11(3), agosto de 2009, pp. 382-399.

(2) M. Mazzucato, El valor de las cosas. Quién produce y quién gana en la economía global. Taurus, Barcelona, 2019. Trad. de Ramón González Ferriz. P. 189.


domingo, 23 de junio de 2019

QUE LA VIDA IBA EN SERIO


Se percibe un retrogusto patético en los hiperliderazgos de la nueva política. Colau quería ser amada por todos y se conforma con okupar la alcaldía de  Barcelona un lapso de tiempo más, en compañía de otros; Iglesias, que se disponía a asaltar el centro del tablero, ahora lucha por ser titular del ministerio de Trabajo en el gabinete Sánchez; Rivera, la estrella ascendente del centro-derecha, se resiste a reconocer que su trayectoria parabólica le ha dejado varado en ninguna parte, a merced de Vox, la Gorgona a la que procura no mirar de frente para no verse convertido irremisiblemente en piedra.

Aspiraban a ascender solos hasta lo más alto, y ahora tratan de agarrarse a otros para detener la caída. Quisieron privatizar sus ganancias y aspiran en adelante a socializar las pérdidas.

La política hace extraños compañeros de cama, según afirmó hace algún tiempo alguien que entendía del asunto.  

Jaime Gil de Biedma expresó esa sensación de vacío existencial en unos versos perfectos:

Que la vida iba en serio
uno lo empieza a comprender más tarde
─como todos los jóvenes, yo vine
a llevarme la vida por delante─.


La composición continúa. Pueden encontrarla en Google. Su título es “No volveré a ser joven”, y está incluida en el libro Poemas póstumos (1968).


sábado, 22 de junio de 2019

SOLSTICIO DE VERANO


Crónicas desde La Contigüidad del Cosmos


El vector geodésico de Poldemarx desde el aire. Casi puede apreciarse a simple vista el magnetismo inherente. (Foto, Enciclopedia Catalana)

Hay personas que no creen en los solsticios. Mi tía Paulita, por ejemplo, decía a quien quería escucharla que entre equinoccios y solsticios no hay diferencia, todos son lo mismo, como los políticos de izquierdas y de derechas. Mi tía Paulita no creía en los fenómenos científicos. A ella le parecía una paparrucha que, debido a la subida en flecha del magnetismo geodésico durante el solsticio, este sea propicio a cambios radicales, a la toma de decisiones importantes, a la asunción meditada de nuevas responsabilidades.

Disculpen que haya tomado las cosas de tan lejos. El apunte anterior viene a cuento de que ayer, solsticio de verano, hubo un intercambio íntimo de opiniones entre dos creyentes en los solsticios, en el restaurante La Contigüidad del Cosmos de Poldemarx.

Los dos creyentes que nos reunimos allí fuimos Angela Merkel y yo mismo. Ya sé que ustedes no lo van a creer. Lo mismo me da, yo cumplo con informarles.

Vamos a ver, ¿por qué en Poldemarx?, sería la pregunta. Respuesta: por el magnetismo geodésico. La eminencia rocosa en la que se asienta la venerable ermita de Paudemarx emite poderosas radiaciones, amplificadas en el solsticio, que de un lado atraen a colonias de cormoranes radar (¿se han fijado en cómo se posan con las alas extendidas a modo de antena para recibir mejor las ondas magnéticas?) y de otro lado sirven para despistar a los drones de la CIA y los jeques árabes, equipados con devices microlectrónicas que incorporan algoritmos de seguimiento en cualquier situación teórica. Angela (perdón, Frau Merkel) está hasta el gorro de drones, y yo mismo, a pesar de ser un sufridor nato, a veces no puedo menos que quejarme.

Disculpen si de nuevo me he ido lejos del punto. Seguramente ustedes no conocen el restaurante La Contigüidad del Cosmos. Fue acondicionado hace algunos años en una anfractuosidad de la roca caliza del Alt Maresme aprovechando una discontinuidad del espacio/tiempo, un pliegue anómalo en su superficie lisa por lo común. Es invisible para los no iniciados y no viene señalado en las guías turísticas. Se accede a él a partir de la línea mediana longitudinal de un callejón del centro urbano, pasando por varios tramos de escaleras, unas ascendentes y otras descendentes, y después de cruzar dos pasajes abovedados en recodo tapizados con mosaicos de la época del Bajo Imperio romano, que representan escenas mitológicas. Si tienen la fortuna de llegar alguna vez al espacioso comedor, decorado con pámpanos y apliques florales en policromía, tengan en cuenta que el salmorejo granaíno que ofrece la patrona es excelente, y el arroz a la cazuela, estimable. La carta de vinos ofrece alguna alternativa decente, aunque Frau Merkel prefiere siempre pedir sangría de la casa, que es infecta.

De nuevo me he ido por las ramas. En fin, Angela Merkel me comunicó la orden taxativa de que fuera a charlar allí con ella en el día preciso del solsticio para aprovechar al máximo las buenas vibraciones. Se presentó en el Maresme camuflada en una excursión colectiva a Calella de los Alemanes de amas de casa de Dusseldorf, y en Calella tomó un VTC de Uber.

─ ¿Por qué Uber, Frau Merkel? ─ le pregunté con desconsuelo.

─ ¿Por qué no, Herr Gottráiguetz?

─ Estoy en contra del capitalismo de las plataformas.

─ ¡Qué mono eres! ─ rio Angela hasta saltársele las lágrimas. Ha sido la primera y la única vez que me ha tuteado.

En cualquier caso, allí estábamos los dos sentados frente a frente, en La Contigüidad del Cosmos de Poldemarx, delante de una jarra de sangría y una ración de patatas bravas (Frau Merkel las adora), a la espera de que la cazuela de arroz con conejo cogiera el punto.

─ Al grano, Herr Gottráiguetz ─ dijo ella ─. Tengo un problema.

─ La escucho.

─ Un problema con la presidencia de la Comisión Europea. JCJ [con esa sigla se refiere Merkel de forma habitual a Jean-Claude Juncker] no lo ha hecho mal estos años, bueno, con franqueza lo ha hecho fatal; pero de una forma u otra ya es pasado. Necesitamos un relevo de garantía, alguien con una imagen respetable, capaz de inspirar confianza en la ciudadanía e incluso de tomar esporádicamente alguna iniciativa de no mucha importancia; ahora que yo ya no voy a estar más al frente.

Frau Merkel suspiró, enjugó con el pañuelo una furtiva lágrima y apuró de un trago su vaso de sangría. Yo expresé una condolencia puramente formal y le rellené el vaso.

─ La echaremos de menos, cancillera.

─ Ya me ocuparé de que sea así. Pues bien, he pensado sustituir a JCJ por alguien del Sur, para variar. El Sur está de moda. Hay muchas energías renovables a disposición en estas tierras soleadas.

─ El Sur es un concepto muy amplio, cancillera.

─ Ya. Había pensado en un catalán.

Parpadeé. Frau Merkel siguió desarrollando su idea.

─ La idea me la dio Piel de Elefante Rajoy. Solía decir: “Me gushtan los catalanesh porque hacen coshash”. ¿Lo recuerda?

─ Apenas ─ dije. Los dos nos reímos con ganas, y nos servimos más sangría. Frau Merkel pidió otra jarra de lo mismo al patrón. Yo me sentía, sin embargo, un poco inquieto por sus intenciones.

─ ¿Catalán o catalana, cancillera? ─ la sondeé.

─ Catalán. Mujeres no de fiar, siempre demasiadas iniciativas propias. Hombres, más manejables ─ respondió ella, sin recato ni consideración a mi condición masculina. Seguí sondeándola.

─ ¿Está pensando en un socialista, cancillera? ¿Josep Borrell? ¿Miquel Iceta?

─ No Borrell, no Iceta, no socialista ─ dijo Merkel, categórica ─. Quiero alguien más centrista, más dúctil, menos rigorista, con visión europea más amplia y flexible.

Me eché a temblar de forma incontenible. Traté de sujetarme las manos para aquietar los espasmos. Frau Merkel me observó con curiosidad.

─ A mí también me pasa eso últimamente ─ observó.

Hubo una pausa. La patrona apareció con la cazuela del arroz. Frau Merkel se sirvió generosamente y empezó a chupar los huesos del conejo cogiéndolos con los dedos. Yo la imité sin escrúpulo en todo: en las dimensiones de la ración y en el dedazo.

Eché una ojeada alrededor. En un rincón discreto vi a Karla, el espía estrella de Putin, sentado en una mesita para uno, enfrascado en dar cuenta de un plato de canelones.

─ Hay moros en la costa ─ dije a Frau Merkel, señalándolo con apenas un gesto de la barbilla.

─ No es moro, es Karla ─ me contestó tan fresca ─. No importa. Mejor que Vladimir se entere cuanto antes.

─ ¿Entonces, el nombre…? ─ me atreví por fin a preguntar.

─ Alberto Carlos Rivera.

Estaba preparado para lo peor, de modo que lo peor no me pilló desprevenido. A unos metros de distancia, Karla dejó caer al suelo el tenedor y se agachó a recogerlo.

─ ¿Qué opinión puede darme al respecto, Herr Gottráiguetz? ─ me preguntó Frau Merkel en tono frívolo. Tiene en gran aprecio mi opinión, o eso dice por lo menos, desde que le ayudé a aclarar (en realidad, a oscurecer bajo un velo de conveniencia) el misterioso caso del robo de las joyas de Madame Lagarde.

Medité profundamente la respuesta que iba a darle. Sopesé los pros y los contras.

─ Excelente elección, Frau Merkel ─ acabé por decir ─. Rivera está suspirando por un empleo bien remunerado. Aceptará el marrón sin darle muchas vueltas y se lo comerá sin protestar. En la presidencia de la Comisión será inocuo, aproximadamente y dentro de lo que cabe. Aquí nos libraremos de un muermo ya amortizado y en rápida obsolescencia. Felicidades. No podía haber escogido mejor.

Merkel dio un suspiro de satisfacción. Desde la distancia, Karla me hizo un gesto alzando el pulgar. Al parecer, todos estábamos de acuerdo.

─ Me alegra mucho que piense así, Herr Gottráiguetz ─ dijo Frau Merkel siempre en el mismo tono frívolo, y entre bocado y bocado de arroz ─. Eso me evita tener que sacar a relucir al candidato de mi plan B, con el riesgo de posibles contraindicaciones en relación con nuestros socios españoles del grupo popular europeo. Todo irá más rodado de este modo.

Karla pidió la cuenta, unos metros más allá. Un rayo de sol asomó en la esquina de una ventana orientada a mediodía y atravesó en oblicuo el comedor, como un mensaje del Espíritu Santo en un cuadro de Fra Angélico.

─ Líbreme de una curiosidad, cancillera ─ dije aún, mientras hacía como que bebía un sorbo de aquella sangría infecta ─. ¿Quién era su potencial candidato B?

─ Carles Puigdemont ─ me respondió Frau Merkel. Karla tosió con discreción al pasar a mi lado en dirección a la puerta. Yo le respondí con un guiño de ojo.

Bienvenido, solsticio de verano.