martes, 27 de febrero de 2018

¿QUIÉN FUE LA JOVEN DE LA PERLA?



Durante catorce días, el museo del Mauritshuis de La Haya va a someter a análisis uno de sus mayores tesoros, la llamada “Joven de la perla” o “del turbante”, un óleo de Jan Vermeer, de dimensiones bastante reducidas (46 x 40 cm).
Se utilizarán, dice la noticia, rayos X fluorescentes, tomografía óptica y microscopio digital. Lo más de lo más. El proceso se realizará en un laboratorio de muros transparentes y los eventuales visitantes podrán seguirlo a la vista o mediante iPads dispuestos en torno. Es una iniciativa novedosa, supongo que tendente a crear un flujo mayor de visitas en esos días, pero también una especie de “fidelización” a largo plazo de los fans de Vermeer, que somos muchos.
El resultado científico es otra cosa. La conservadora del museo, Abbie Vandivere, lo ha explicado así: «Queremos saber el origen de los materiales y la composición de los pigmentos. El escaneado de la obra llevará tres días, y luego veremos qué hay debajo.» Parece lógico, sin embargo, que a estas alturas los técnicos sepan ya qué hay debajo. Ninguna sorpresa espectacular; ninguna otra obra maestra oculta; o ya se sabría.
La historia del cuadro dice que, después de varios siglos de eclipse, apareció en una subasta modesta realizada en Amsterdam en 1882 y fue adquirido por solo dos florines y 30 stuyvers por un cliente llamado A.A. des Tombe, que en 1903 lo donó al Mauritshuis. Se aprecian huellas de restauraciones en los ojos de la modelo y también en el vestido.
Por otra parte, el escaneo no proporcionará ningún indicio de quién fue la muchacha, a la que ha sido colocada la etiqueta algo rimbombante de “Gioconda del Norte”. En realidad los dos retratos magistrales son muy distintos, uno de aparato, el otro íntimo. La mirada de la muchacha, que brilla tanto o más que la perla pendiente de su oreja, parece preñada de cariño y complicidad hacia el hombre que la está pintando. André Malraux supuso que se trataba de la hija menor de Vermeer, pero eso obligaría a datar la obra en una fecha no anterior a 1672, en tanto que los expertos la sitúan unánimemente en una horquilla entre 1660 y 1665.
La escritora Tracy Chevalier ha escrito recientemente una novela, según la cual la modelo habría sido una criada joven de la casa. Para justificar las sugerencias implicadas en la mirada inocente y emocionada de la muchacha al hombre que la está pintando, la autora aventuró que su “Griet” habría sido además una aprendiza entusiasta del arte de Vermeer, y que contribuía a elaborar los pigmentos y las mezclas del pintor.
No es más que una hipótesis verosímil, y no permite avanzar mucho más allá por ese camino. Peter Webber llevó al cine en 2003 la novela de Chevalier, con Scarlett Johansson y Colin Firth en los papeles principales. Todo ello ha contribuido al glamour internacional del pequeño retrato, y nada más. En el Olimpo del Arte, si tal lugar existe, se equiparan el Rey Sol y la reina Nefertiti con una vieja friendo huevos o con rostros como este, anónimos en origen y elegidos de improviso para la eternidad.




lunes, 26 de febrero de 2018

SIN VER QUE SOIS LA OCASIÓN


El pecado original en el embrollo que padecemos en estos momentos en Cataluña es la concepción ampliamente dominante de que las autonomías son organismos de descentralización administrativa de las tareas corrientes de un Estado monolítico; y no, como se afirma en la Constitución aún vigente, instituciones de autogobierno.
La Constitución tiene estas sorpresas. Unos la denigran y quieren emprender su desguace urgente a toda costa (aviso a navegantes y podemitas: la que venga detrás podría ser bastante peor). Otros juran por ella siete veces al día, pero la retuercen y manipulan en función de sus intereses particulares. El Tribunal Constitucional ha amparado algunos de estos retorcimientos infames (las reformas laborales, por poner un ejemplo señero; las enmiendas a una reforma del Estatut de Catalunya aprobada previamente en cortes y en referéndum), y ha anulado otros (reciente sentencia sobre la LOMCE y su aplicación en Cataluña), desde criterios abstractos de técnica jurídica y sin atender a las normas humanas de convivencia que son las que facilitan la cohesión de una sociedad.
El resultado es que estamos hechos unos zorros, empobrecidos y divididos. El empleo se hunde, solo sobrenadan del naufragio las cifras estadísticas, según las cuales cincuenta y dos contratos de fin de semana a tiempo parcial equivalen a cincuenta y dos puestos de trabajo, en lugar de equivaler a uno y precario, como es la percepción real. Los fondos públicos de las pensiones se saquean impunemente desde el gobierno, que luego advierte a los pensionistas que habrán de buscarse la vida porque el sistema no es sostenible. No es sostenible, en efecto, un saqueo tan repetido.
Y las autonomías se enfrentan entre ellas por el maná caído del cielo protector del Estado, en lugar de buscar formas de cooperación y de potenciación de las sinergias. Cataluña, ejemplo mayúsculo de esta aberración, ha pretendido durante mucho tiempo una relación fiscal bilateral con el Estado, y al no conseguirla ha proclamado simbólicamente la república virtual catalana, radicada en Neverland, la isla de Peter Pan a la que se llega por vía aérea con ayuda de polvo de hada, y girando después de la segunda estrella a la derecha para seguir todo derecho hasta la mañana.
El gobierno ha tomado buena nota de la conveniencia de tales soluciones mágicas, y ha propinado otra a través del 155, un artículo de la Constitución previsto seguramente para otra cosa. Lo malo es que, en la visión del gobierno, el 155 es ya la solución, y no el STOP a partir del cual sería necesario emprender una vía nueva de negociación capaz de aportar soluciones forzosamente inéditas.
El gobierno de España desea un govern de Cataluña amigo, en primer lugar, y a continuación una Cataluña también amiga, que hable mayoritariamente castellano y piense también en castellano.
Va a ser que no. Si se repasan los viejos memoriales de agravios, se verá que los Decretos de Nueva Planta ya se dictaron en su momento, y que desde entonces ha corrido mucha agua bajo los puentes. Toda esta pugna secular puede ser debida, sin duda, a la contumacia del nacionalismo catalán (Susana Díaz ha demonizado los nacionalismos; todos lo hacen, sin embargo, con los nacionalismos que no son el propio). Pero también se debe a la insistencia del poder central en gobernar a contrapelo de los deseos, las necesidades y las expectativas de los ciudadanos concretos. El poder establecido funciona de arriba abajo, en procura de un interés general concebido como el interés del estamento gobernante; y tiene por la mayor herejía e insolencia el hecho de que “los de abajo” le hagan indicaciones acerca de cómo ha de comportarse.
«Sin ver que sois la ocasión / de lo mismo que culpáis», como expresó en verso la monja criolla mexicana sor Juana Inés de la Cruz, refiriéndose a la actitud del estamento de los varones respecto de las mujeres.
 

domingo, 25 de febrero de 2018

POLÍTICOS PRESOS


No se ha dado ningún paso hacia la normalización de las instituciones en Catalunya después del 1-O. Parece que la clase política le ha tomado el gustillo al 155. Rafa Catalá, conseller catalán de Justícia en virtud de la aplicación del 155, se presentó, tan campechano, en un acto en el Colegio de Abogados de Barcelona en el que se daban diplomas a quienes cumplían sus bodas de oro con la profesión. El presidente del Parlament, Roger Torrent, señaló en su intervención que en Catalunya hay presos políticos, y armó el pitote. La cúpula judicial abandonó la sala, en protesta por tan manifiesta falta de gusto.
Es cierto que no hay presos políticos en Catalunya, Torrent se equivocó. Pero solo en el orden de la frase. En Catalunya hay políticos presos.
Es un matiz, y los matices son importantes. Pero se trata de políticos que arrastran una cuota importante de voto popular. Están en prisión preventiva. No se explica mucho la razón. Esta podría consistir en que se desea una recomposición determinada de fuerzas en el Parlament catalá, donde Oriol Junqueras y Jordi Sánchez mantienen un peso específico considerable, y cuya presidencia recae precisamente en Roger Torrent. Su discurso, entonces, pudo ser inoportuno, pero no del todo extemporáneo. Recordaba a la beata autosatisfacción de los presentes, incluida cúpula judicial, que no vivimos una situación normalizada en las instituciones catalanas.
Y que no se ha dado aún ningún paso hacia la normalización.
Ahora vendrá Felipe VI a Barcelona para inaugurar el Mobile World Congress. Cabe recordar que desde el centro de gravedad del país se enchufó la aspiradora a toda potencia para conseguir que este acontecimiento trasladara su sede a Madrid, dado el virus nacionalista que infecta los territorios del Nordeste peninsular. Tampoco se puede considerar que aquello fuera un paso hacia la normalización, a menos que identifiquemos normalización con sometimiento y subordinación incondicionales.
En todo caso, Felipe VI asistirá al acto inaugural del MWC en Barcelona y Colau, la alcaldesa, más el propio Torrent excusarán su presencia ─ con todo respeto ─, precisamente para evitar la sensación mediática de que la normalidad ya se ha instalado en Cataluña.
Miquel Iceta, líder del PSC, dice que no entiende la posición de Colau y Torrent, dado que Felipe es el rey de todos los españoles. A veces Miquel tiene estas salidas de pie de banco, que te tronchas con él.
 

sábado, 24 de febrero de 2018

DE LA CARIDAD COMO SOCALIÑA


Socaliña es, según definición del diccionario de la Academia, el ardid por el que se sonsaca a alguien lo que no está obligado a dar. No hay ejemplo más apabullante de la mercantilización descarnada de las relaciones humanas bajo el imperio del capitalismo neoliberal dominante que la utilización del impulso caritativo de personas e instituciones como fuente extractiva de ingresos pingües para personas que se autodesignan como gestoras de buena voluntad de las ayudas humanitarias.
No hay ejemplo más apabullante, así pues, de lo antes dicho que la orgía con prostitutas locales montada por la organización no gubernamental Oxfam después del terremoto de Haití, con dineros de la ayuda recabada para paliar la catástrofe.
Es un caso aislado, no lo niego. Como tantos otros, empero. En un mundo egoísta en el que, como ha afirmado en fecha reciente nuestro primer ministro, “nadie da algo por nada” (1), el florecimiento invasivo de las ONGs subvencionadas resulta, como mínimo, sospechoso.
No estoy atacando la existencia de ONGs con fines altruistas, ni me posiciono en contra de las subvenciones estatales para tales fines. Apunto únicamente al hecho de que en la cuestión de las subvenciones a entidades sin ánimo de lucro reina más la opacidad que la transparencia; a que en la propaganda lacrimosa de algunas sociedades benéficas aparece con mayor frecuencia la posverdad que la verdad; a que convendría averiguar mejor extremos tales como quién da las subvenciones y con qué criterios; y quién las recibe, y qué uso concreto y pormenorizado hace de ellas. Este no debería ser un tráfico oscuro de privilegios ni una fuente colateral de ingresos no declarados para las personas que de un lado se lucran con la distribución de las subvenciones (asegurándose su tres por ciento a cambio del favor, porque “nadie da algo por nada”), y del otro lado con una administración de la caridad bien entendida (es decir, la que empieza por uno mismo), a gran escala.
El primer deber de la ética, si la ética no ha desaparecido aún de la superficie de la aldea global, es el de retirar las tapaderas utilizadas por la hipocresía en beneficio propio, y dejar que se oreen al aire fresco los tapujos.


(1) Es posible afirmar ya con bastante fiabilidad que, al menos en esta cuestión, Mariano Rajoy predica con el ejemplo.



 

jueves, 22 de febrero de 2018

FORGES, ADIÓS A UN AMIGO


El mono de Forges no nos acompañará más por las mañanas. Es una pérdida mínima si se quiere, pero muy dolorosa. La vida habrá doblado otra esquina de forma irreversible. La sonrisa de Forges, o de Antonio Fraguas, nos ha acompañado diariamente durante cincuenta años. Eso tiene un valor.
Más valor añadido aún tuvo, para mi generación en particular, el momento de su aparición. Todo era muy oscuro en los años sesenta, cuando intentábamos despuntar, y Forges fue un modelo de cordura, de ironía, de raro sentido común, valga el oxímoron. “Mariano” y “Concha”, sus personajes arquetípicos urbanos (en lo rural estaban la señá Blasa y Blasillo; en lo puramente surreal, las dos parejas de barbudos, la de los náufragos y la de la travesía del desierto), nos impusieron la fuerza cómica irresistible de sus contradicciones, tan asumidas como insalvables. Nos reíamos, no “de” ellos, sino más bien “con” ellos. Mariano y Concha asimilaban y reelaboraban los temas, las inquietudes, los tópicos y las consignas del momento. Un ejemplo, para que no me digan que lo dejo todo en abstracto. Aquel grito de guerra desde el cuarto de baño: «¡Mariano! ¡Escucha! ¡Tu Concha está en la ducha!»
No pudo ser más allá del 65 o el 66 como muy tarde (yo estudiaba entonces la carrera de Derecho en Madrid), cuando mi amigo Mario Trinidad me contó muerto de risa que había estado en un guateque de gente guapa la tarde anterior (paréntesis: ahora un guateque sería un artefacto absolutamente sin sentido, pero entonces canalizaba las energías sexuales de los jóvenes bajo el manto protector de una tolerancia ceñuda por parte del franquismo sociológico y del altar), y dos preciosas jovencitas de tacón alto y largas melenas pasadas por la plancha dijeron que conocían mucho a Forges, eran vecinas de la familia.
─ ¿Y cómo es él en vivo, al margen de sus dibujos? ─ se interesó Mario, y la respuesta de las nínfulas llegó, tan surrealista como un mono del propio autor:
─ Uy, es un “pijín”.
  

miércoles, 21 de febrero de 2018

EL ESTADO CONTRA LAS AUTONOMÍAS


Me parece de importancia la sentencia del Tribunal Constitucional sobre la LOMCE, del escasamente añorado ex ministro Wert, con la obligación de costear desde el erario autonómico la educación en castellano de quienes no conciben que en un territorio o comunidad española cualquiera  pueda vehicularse la convivencia a partir de una lengua distinta de la de Valladolid.
El tema no es más que una escaramuza más en la complicada batalla que se está librando en distintos frentes, desde que el constitucional “Estado de las autonomías” ha degenerado en un "Estado contra las autonomías", por vía de recentralización forzosa. Por eso es muy de agradecer la advertencia a quienes desde el poder deciden hacer mangas y capirotes con la veste constitucional, de que tales mangas y capirotes no adquieren eo ipso e ipso facto la condición de constitucionales por extensión.
Son cosa de todos los días las declaraciones de amor a la Constitución española que solo sirven de tapadera para una interpretación restrictiva y defensiva únicamente de aquello que pueda aparecer como reconocimiento explícito de los privilegios omnímodos del mando centralizado. La ordenación de la convivencia importa un pito a quienes entonan himnos a la patria con letra de Marta Sánchez; la convivencia misma les repugna, si no se entiende desde la jerarquía bien marcada del arriba y el abajo.
Entonces, al menos en un asunto relativamente menor el alto tribunal señala que desde un ministerio también se infringe la Constitución, y eso es una buena noticia, que se agradece porque lo normal es focalizar los problemas en Catalunya y dar por artículo de fe que en el resto del país se comen tortas y pan pintado.
No. Estamos en un impasse, pero no los catalanes, sino todos; y no por las culpas de los catalanes, sino por las culpas de todos. Cada cual cargue con las suyas, haga examen de conciencia o autocrítica según sus creencias, y atienda a procurar soluciones válidas y consensuadas sin esperar que estas vengan del sometimiento a ultranza de los levantiscos.
Porque así no se arreglará nada, nunca. Si el deterioro ya manifiesto prosigue, bien sea al ritmo acelerado actual o bien desde la hostilidad y el desafecto recíprocos ─esos muros de la vergüenza que nos separan entre compatriotas─, no habrá futuro para este país. Cuando hablo de “este país” me refiero a España (a la pluralidad, no como bloque) y a Catalunya (ídem de lo mismo). A España y Catalunya juntas, claro. Las dos podrían, sin embargo, llevar algún día una existencia separada, no es algo que quepa excluir, hemos visto antes cómo otros matrimonios que parecían para toda la vida se han roto, civilizadamente o con estrépito.
El futuro en común dependerá, en buena parte, de las decisiones que se vayan tomando ahora mismo.
O que no se tomen.
 

lunes, 19 de febrero de 2018

LA MAYORÍA SILENCIOSA ADORA A MARTA SÁNCHEZ


Marta Sánchez ha celebrado sus treinta años de profesión, cantando desde el  escenario una versión del himno nacional, con letra de su cosecha. Renuncio a describirles la letra: en cuanto al fondo, imaginen un mix del “Pisa morena” con “Suspiros de España”; en cuanto a la forma, la verdad, se queda bastante por detrás de ambos monumentos del folclore patrio.
Se ha armado un terremoto, claro. Pero, en contra de lo que cabría esperar, don Mariano Rajoy Brey no ha clamado contra tamaño desafuero ni ha azuzado a los fiscales contra la tonadillera, sino que le ha dado las gracias en un tuit en el que asegura que “la inmensa mayoría de los españoles siente lo mismo” que ella.
Estoy en que lo ha dicho al tuntún, que no tiene en la mano datos que lo avalen. La mayoría silenciosa de Rajoy, esa cantidad incontable de “muy españoles y mucho españoles”, es un bluff en la práctica. No comparece ni siquiera al humo de las velas en las grandes ocasiones. La de Marta lo ha sido, pero aquí los españoles de a pie nos lo hemos tomado más bien con resignación. No es por Marta en sí, que conste, sino más en general: las glorias del Real Madrid, los toros, la sangría, la paella, la copla, las procesiones de semana santa y este solito tan bueno que resucita a un muerto, nos pillan bastante de costadillo. No es indiferencia, es hartazgo. Algunos llevamos en torno a los setenta años de adoctrinamiento por parte de quienes predican ahora contra el adoctrinamiento en la escuela catalana. Qué quieren que les diga. Cansa.
El Estado se empeña en modelar a la sociedad civil a su imagen y semejanza. Se trata de una presión contra natura (es la sociedad la que crea el Estado, no al revés, como parecen entender muchos), casi insoportable y en ocasiones contraproducente. El Estado debería ocuparse de fomentar el trabajo digno, de ampliar los derechos de ciudadanía y de mejorar la renta disponible de las personas; pero, como no está dispuesto a ninguna de las tres cosas, a lo que aspira es a conformar las conciencias de modo que la gente se acomode a algunas ilusiones primarias, de vuelo corto y rasante. Aspira, en definitiva, a fabricar un hombre unidimensional, como lo llamó Marcuse. A la mujer, ni eso. No se la tiene en cuenta; no aporta valor añadido, y cuando lo aporta (las hay muy tozudas), ese valor se calcula a un porcentaje más bajo, por la puta cara.
De modo que hacen falta muchas Martas Sánchez para salvar la puta cara de los políticos y asegurar que lo de ser español/la es la monda, el no va más.
Mientras tanto, la inmensa mayoría no está ni se la espera; en buena parte, ha emigrado a países menos bendecidos por la naturaleza y por el cielo que el nuestro.
 

viernes, 16 de febrero de 2018

LAS REGLAS DEL MITIN





Ante el juez del Tribunal Supremo, Santiago Vidal ha reconocido que no decía exactamente la verdad en los mítines proindependentistas que pronunció en su época de charlista para militantes y simpatizantes de Esquerra Republicana de Catalunya.
Sostiene Vidal (ex magistrado, ex senador) que en un mitin uno “no debe ser cuidadoso con las palabras”, que a un político situado ante su público se le permite “un cierto margen de libertad de expresión”.
Veamos hasta donde llega ese margen potencial, según el juez Vidal: “Trasladé como un hecho una situación que era de debate de ideas, especulativa, de posibilidad de futuro.”
Mintió, en una palabra. No es que adornara una realidad para hacerla más atractiva, o simplemente más llevadera. Lo que hizo fue muy distinto: describir como una realidad neta y consolidada algo que era solo un desiderátum. Los catalanes tenemos una expresión, tomada de los espectáculos de magia, para esa actividad: fer volar coloms.
Hacer volar palomas ante un auditorio no es libertad de expresión, caramba, es engañifa. Es tomarse libertades desvergonzadas con la expresión y con la libertad misma. No es posible en ningún caso admitir que el político falte a conciencia a la verdad cuando diserta ante su público, porque entonces toda la política se reduciría a una discusión de barra de bar entre tertulianos algo ajumados.
Esa categoría de “política ajumada” es la que defiende el ex juez y ex senador Santiago Vidal. Más o menos así hay que interpretar sus palabras: en las cosas serias sí que hay que decir siempre la verdad, señor juez del Supremo, pero en la política… ¡en la política, fantasía a todo meter, y tirar millas!
En la fotografía que acompaña a este post, un dirigente anónimo se esfuerza por desconvocar una huelga sindical que ha ido demasiado lejos. El lugar es el estadio de la Guineueta, en Barcelona; el año, 1978. Desde un punto de vista puramente subjetivo ese hombre me da cierta pena, lo siento de alguna manera cercano a mí. Ha cometido errores de bulto en la etapa inmediatamente anterior, tanto en la apreciación de las posibilidades objetivas de una huelga llevada a todo trance, como en la estrategia a seguir. Y está en ese momento purgando sus errores, delante de su gente. No se aprecia en la imagen el estruendo atronador del abucheo que ese hombre está recibiendo.
Pero está haciendo precisamente algo que el juez Vidal afirma que no era en absoluto necesario: está contando una verdad amarga a los suyos, rectificando su propio análisis fallido ante los únicos jueces válidos de su actuación, retrocediendo en la movilización ante el impasse indeseado al que le ha empujado un optimismo poco justificado.
Algo, en conclusión, que ya no se estila.
 

miércoles, 14 de febrero de 2018

OTRO FINISTERRE

El faro de Faváritx.


El mes de febrero no es seguramente el más indicado para apreciar las bellezas de Menorca, pero sí lo es para visitarla en relativa soledad.
Las praderas del interior seducen por el color verde muy brillante, y en el Migjorn el manto de vegetación oscura se confronta con los acantilados ocres y el mar turquesa; pero las nubes grises recorren el cielo apelotonadas, soplan rachas de viento que llevan prendidas gotas de lluvia, y oscurece pronto.
Hemos hecho Carmen y yo un recorrido por el norte: el cap de Cavalleria, la bahía de Fornells y el faro de Faváritx: un terreno abrupto, con repliegues de verdor intenso, pequeñas lagunas o grandes charcas, brezales y matas aferradas tenazmente a un terreno suelto y esquistoso para evitar ser barridas por el viento. La costa, muy acantilada, aparece erosionada, sinuosa y retorcida, con calas arenosas que se abren inverosímiles en algunos lugares recoletos
Hay senderos de gran recorrido, pistas pedregosas y carreteras estrechas, de bordes comidos, con puertas que hay que ir cerrando después de pasar. En conjunto, se diría que la naturaleza de la región siente un desdén particular, casi hostilidad, hacia la presencia humana. Hay un yacimiento arqueológico en Sanitja, pero la información se reduce a un cartelón con fotos aéreas y alguna noticia escueta sobre lo que podrá ver quien se aventure a bajar por un sendero que sigue una torrentera. Hay por ahí restos de un campamento romano, de una basílica, de una necrópolis y de un establecimiento industrial. Al cartelón lo han bautizado “centro de interpretación”.
Seguimos desde Cavalleria hacia Fornells, donde encontramos los accesos a la población en obras y los bares del núcleo del puerto cerrados a cal y canto hasta el inicio de la temporada. Concluimos el periplo frente al faro de Faváritx, lo más parecido que puede darse a un finis terrae, un fin del mundo de libro. Soledad quintaesenciada: roca dura de tonos oscuros con reflejos metálicos, mar color de acero, costa desierta sembrada de escollos torturados por los embates sucesivos del viento, la lluvia, las olas encrespadas.
El faro se construyó a principios del siglo XX porque, en funcionamiento ya el del cap de Cavalleria, los buques que se dirigían a Maó venían a naufragar aquí. No es posible la visita, lo cual me parece bien. Me parece bien en general la indiferencia de la gente menorquina hacia los obstáculos naturales que nos hacen a los turistas un punto más difícil el disfrute de las muchas bellezas naturales. La isla es reserva de la biosfera. Quien quiera saborearla a fondo, debe primero hacer méritos.
 

domingo, 11 de febrero de 2018

IRA QUE ENGENDRA IRA


Pensaba en Macerata ayer, mientras veía “Tres anuncios en las afueras”, película de Martin McDonagh, que es también responsable del guión.
En Macerata, Las Marcas, Italia, una muchacha blanca de 18 años se escapó de un centro de rehabilitación y acudió en busca de droga a los Giardini Diaz, refugio de africanos llegados en patera a Lampedusa y amontonados después en cupos para vivir de cualquier manera, al margen de todo, entre la mendicidad y la delincuencia.
Al parecer, la muchacha murió allí mismo, de sobredosis. El hombre negro que le había vendido la droga perdió la cabeza al pensar en las posibles consecuencias, ocultó el cadáver, lo troceó, lo metió en dos maletas y se deshizo de él. Las maletas fueron encontradas, sin embargo, y el hombre detenido. Al darse a conocer la noticia, un neofascista blanco de 28 años cogió su pistola, salió a la calle, mató a tiros a seis negros y recibió a la policía con el saludo fascista.
Cuando ingresó en el penal de Montacuto, fue recibido con aplausos por los internos. El eterno líder de la derecha italiana Silvio Berlusconi, que vuelve a optar a la presidencia, ha prometido expulsar a 600.000 inmigrantes si es elegido. Al parecer esa promesa electoral le asegura buenos réditos en votos.
La protagonista de la película de los anuncios, encarnada por la maravillosa actriz Frances McDormand, descubre sobre la marcha que la ira engendra ira. Quiere concretar el deseo de vengarse de quien violó y mató a su hija, pero las cosas van mucho más allá de lo que imaginó al principio. La frase, que incluye un verbo difícil, “engendra”, se la dice una persona inverosímil. “No es mía, claro”, se excusa. “La leí en un almanaque.” Se trata de una verdad obvia, una filosofía ofrecida gratuitamente y sobre la que nadie piensa demasiado, hasta que surge una ocasión en que el trasfondo oscuro la hace resaltar como un anuncio luminoso en la noche.
El título original de la película es “Tres anuncios en las afueras de Ebbing, Misuri”. Es un acierto haberlo recortado para su distribución en España. No se trata, en efecto, exclusivamente de las afueras de Ebbing, Misuri, sino de las de cualquier lugar. Todos estamos situados de alguna forma en las afueras, al margen de algo.
 

sábado, 10 de febrero de 2018

LA LITERATURA SERÁ SOMETIDA A INVESTIGACIÓN


En la reciente edición conmemorativa de “La librería” de Penélope Fitzgerald (Impedimenta, traducción de Ana Bustelo), el yerno de la escritora, Terence Dooley, aclara algunos recovecos del proceso de creación de dicha obra. La autora no intentó reflejar con fidelidad fotográfica su experiencia como librera en un pueblo de Suffolk llamado Southwold, sino que, a partir de ese núcleo inicial, tomó una perspectiva bastante más amplia. En dicha perspectiva tiene una parte particular una novela corta de Balzac, Le curé de Tours. Penélope no ocultó este débito de su imaginación creadora, antes al contrario, lo señaló con sutileza: la Mademoiselle Gamard balzaciana, que consigue expulsar al ingenuo cura de su casa y privarle de su biblioteca, se convierte en “La librería” en Mistress Gamart, que ostenta las mismas características depredadoras.
No hay en ello ningún desdoro para Penélope Fitzgerald. Seguro que si investigamos desde el mismo ángulo crítico el libro de Balzac, encontramos también algún precedente escrito, ilustre o anónimo. La literatura de fuste se basa siempre en la realidad, pero el artista tiene de la realidad una experiencia personal muy limitada, y es normal que amplíe sus perspectivas y afile sus instrumentos técnicos en la lectura de otras obras que pueden serle de utilidad para dar forma a aquello que solo él puede expresar. Lo ha demostrado, en relación con ocho dramas históricos de Shakespeare, una investigación reciente realizada con tecnologías informáticas sofisticadas. El dramaturgo se inspiró (no “plagió”) en libros de historia que estaban a su alcance. El prodigioso esfuerzo informático no demuestra, así, nada que no supiéramos ya intuitivamente.
Un libro siempre se refiere a otros libros, dejó escrito Umberto Eco al referirse al saqueo erudito de las letras y las historias medievales que llevó a cabo para componer “El nombre de la rosa”. No era concebible que un artefacto de esas dimensiones hubiera salido de improviso de un alma prístina encerrada en una torre de marfil.
“La literatura será sometida a investigación.” Lo escribió Bertolt Brecht, como título de uno de sus poemas “didácticos”. Brecht no solo era didáctico en su teatro, en efecto; toda su obra respira didactismo, lo cual ha perjudicado a la larga su validez universal. Está lleno de enseñanzas útiles, pero le falta un escalón para alcanzar la trascendencia que poseen las obras maestras.
En este poema en concreto, sin embargo, da consejos excelentes para apreciar el soporte más material de la literatura. A saber:
«Invocaciones de súplica a seres ultraterrenales / probarán que seres terrenales se alzaban sobre seres terrenales. / La música exquisita de las palabras dará solo noticia / de que no había comida para muchos.»
(Cito según la traducción de Jesús López Pacheco y Vicente Romano para Alianza Editorial, Madrid 1968.)
 

viernes, 9 de febrero de 2018

TUTORIAL PARA ODIADORES


Buenos días, señora o caballero, este es un tutorial para enseñarle a odiar de la forma adecuada y sin ninguna clase de inconvenientes ni efectos secundarios.
Partimos del supuesto de que dispone usted en su interior de una carga considerable de odio visceral. Eso no debe preocuparle: todo el secreto consiste en descargarla en la dirección adecuada. Sí, existe en la legislación un delito de odio, pero se trata exclusivamente de castigar el odio que circula en direcciones inadecuadas. De no darse esta circunstancia el odio, incluso desmesurado, es del todo inocuo, y no produce escozores ni deja rastro de mal olor.
Pongamos un ejemplo de manual para aclarar el concepto. Si usted asiste a un partido de fútbol, el ticket de entrada le da pleno derecho a entonar cánticos en los que señale a uno o más jugadores del equipo visitante de cabrón, hijoputa y maricón. Puede incluso llegar al “X muérete”, donde X no es el jugador odiado/odioso sino su hijo de corta edad. Todo es correcto. No pasa nada. Por lo menos mientras el jugador objeto de su odio no sea africano; en cuyo caso sería usted un racista, y eso está muy mal visto en la escala internacional homologada de odiadores. Evítelo. Tenga en cuenta en adelante que lo políticamente correcto es odiar únicamente a personas de su mismo color de piel.
Atienda bien ahora, porque nos adentramos en un terreno de mayor dificultad. Si el jugador (de raza blanca) odiado por usted incurre en la desfachatez de marcar un gol a su equipo y lo celebra con gestos de hacerle callar, le está provocando. Se entiende que ese jugador le odia a usted delictivamente, y debe ser castigado por ello. Hay, de otro lado, una faceta positiva en el odio exhibido por ese jugador al mandarle callar: su función profiláctica, de gran utilidad porque justifica retrospectivamente los insultos que usted le había dedicado. Usted tiene pleno derecho a la libertad de expresión; él, no.
Esa es por lo menos la argumentación proporcionada por don Javier Tebas, el baranda de LaLiga, después de unos sucesos bastante penosos en el estadio de Cornellà, circunstancia esta última, dicho sea de pasada, sobre la que conviene pasar de puntillas porque insistir en la localización geográfica viene a significar – por alguna razón que se me escapa – menosprecio tanto al club propietario como a todo el populoso municipio de Cornellà.
Así estamos. Por un lado, odio a capazos; por el otro, tiquismiquis propios de la señora baronesa cuando ve un pelo de gato en la alfombra.
Todo lo cual no sería más que una anécdota insustancial de no ser porque se está acusando también de delito de odio a quienes han denunciado el comportamiento mesurado, proporcionado y ejemplar de la fuerza pública el pasado día uno de octubre en Cataluña. El control rigurosísimo hacia un lado lo compensan nuestras autoridades con la laxitud más desenfadada hacia el otro. ¿Hay entonces dos clases de ciudadanos con derechos desiguales en nuestro país? No es eso lo que se afirma en el articulado de nuestra Constitución (la de todos). Ni siquiera se afirma tal cosa en el artículo 155, que ahora parece tomarse como exutorio para desfogar viejos odios demasiado tiempo reprimidos.
  

jueves, 8 de febrero de 2018

LA CORTE DE MONIPODIO


La forma de promover a De Guindos a la vicepresidencia del Banco Central Europeo – sin proyecto, sin mandato, sin consenso – es típica de la concepción de la política de don Monipodio Rajoy. Lo importante para él no es “hacer cosas” (un tarannà que admira de los catalanes, según confesión propia) sino “estar en los sitios”, y en ese concienzudo propósito emplea sus mejores dotes de correveidile con el fin de beneficiar de paso a sus deudos y a sus barones. No hace tanto ha fracasado en empresas delicadas tales como colocar a Fernández Díaz de embajador en el Vaticano (el papa Francisco respondió con un escueto non placet) y a Pérez de los Cobos en el Tribunal Internacional de Derechos Humanos, que optó como mal menor por una magistrada cavernícola (ella era en efecto, visto en la perspectiva, un mal menor).
Ahora M. Rajoy (Monipodio es en este caso una metáfora: fue en otras épocas jefe indiscutido de una banda de ladrones, a los que cobraba el 3% de sus raterías a cambio de su protección. Para mayor información, el lector interesado puede acudir a “Rinconete y Cortadillo”, novela ejemplar de don Miguel de Cervantes que, a pesar de haber sido escrita hace ya algún tiempo, sigue siendo de rigurosa actualidad). Ahora M. Rajoy, digo, insiste de nuevo en el mismo intento. Colocar a sus peones en lugares estratégicos es también una forma de guardarse a sí mismo las espaldas. Ahora mismo, en tiempos de tribulación, ese es el principal, por no decir el único, objetivo de nuestro jefe de gobierno. Lo que es hacer cosas, no hará ninguna a menos que le sea imposible evitarlo. Pero está ya en campaña electoral contra el enemigo que apunta. Y ese enemigo en puertas no es ni mucho menos Puigdemont (el frente del procesismo está adecuadamente bloqueado por la brigada Aranzadi) sino Albert Rivera.
Rivera es fake news, he sentenciado yo mismo en alguna ocasión. Como futuro jefe de gobierno ni lo ve la ciudadanía ni se ve él mismo; lo cual no es ningún obstáculo serio para que no acabe siéndolo, lo hago constar porque desde este blog no se ejerce de profeta amateur, sino de analista somero. A lo que aspira Rivera en este momento es a “contar” en la corte. En la corte de los milagros tal vez, pero no en la corte de un Monipodio convicto y no confeso que le ha ninguneado repetidamente.
Así están las cosas, y tal vez sea esa la razón de que, en el debate de anteayer mismo, Rajoy advirtiese con sequedad a un Rivera particularmente incisivo: «No se equivoque usted de adversario en Cataluña.»
Y es que ambos dos, cada cual desde su propia trinchera, se disponen a sacar provecho electoral de la situación destartalada de la autonomía catalana, de las bondades del 155 para los poderes centrales, y de las incertidumbres insoportables que todo ello acarrea para la supervivencia diaria de muchos políticos profesionales en ejercicio.
Pero en esta puja entre dos postores por el bastón de mando en las operaciones de saneamiento y punitivas, el rencor y el rechazo de los votantes catalanes va directamente dirigido contra Rajoy, y todo indica que Rivera será quien saque agua clara de ese pozo turbio.
 

martes, 6 de febrero de 2018

LA MUJER DE LOT Y LA REINA MADRE


Rafa Catalá, un desenfadado dinamitero de leyes y decretos y el primer ministro en ejercicio reprobado por el Parlamento español, ha apostrofado a Inés Arrimadas pidiéndola que “deje de comportarse como una estatua de sal” y tome la iniciativa de formar gobierno en Cataluña “para salir del bloqueo”.
Tiene bemoles que esa imprecación proceda de un ministro de Justicia, que debería tener conciencia de lo que es legalmente posible y lo que no; tiene más bemoles aún que vaya dirigida a una persona que no pertenece al partido político del imprecante, sino a la leal oposición al mismo; tiene, finalmente, infinitos bemoles el hecho de que el partido del señor ministro cuente únicamente con cuatro diputados en el Parlament catalán, la sede institucional en la que se propone la realización de tal misión imposible.
El arquetipo de la estatua de sal es desde siempre la mujer de Lot. Les recuerdo la historia: Yaveh, un autócrata veterotestamentario con serios problemas de exceso de temperamento, decidió borrar de la faz de la tierra a las ciudades de la llanura, Sodoma y Gomorra, debido a la proliferación en ellas de prácticas sexuales hoy defendidas por el colectivo LGTBI. Antes de proceder al exterminio de toda la población mediante una columna de fuego bajada del cielo, permitió excepcionalmente la salida de las ciudades malditas de Lot y su familia, al considerarlos los únicos justos de la concurrencia. Pero Yaveh no quería testigos de una agresión poco defendible ante el Tribunal de La Haya, de modo que ordenó a los fugitivos (patriarca, esposa y dos hijas en edad núbil) no volver bajo ningún concepto la cabeza durante su marcha. La mujer de Lot lo hizo, y al instante quedó convertida en estatua de sal. Lot y sus hijas siguieron su marcha hacia la salvación e improvisaron de pasada un simpático ménage à trois que, los designios divinos son siempre inescrutables, por esta vez no resultó ofensivo para el dueño de la caja de los truenos.
Catalá recurre a esta historia poco edificante y políticamente incorrectísima para empujar a Arrimadas a hacer ¿qué, exactamente? No lo concreta, pero del contexto general se deduce que, bajo la vigencia del artículo 155 y con la colaboración especial de la judicatura, podría forzarse una situación en la que se viera inhabilitado para votar un número de diputados/as independentistas suficiente para convertir la minoría parlamentaria actual en mayoría, arrimando al bando de Arrimadas a opciones parlamentarias en principio hostiles a una solución unionista de derechas.
Algo muy poco escrupuloso, pero aun y así mucho menos drástico que la “solución final” llevada a cabo por el irascible Yaveh, según narración ampliamente bendecida por la iglesia desde todos los siglos.
En el otro lado del espectro parlamentario catalán, se abre paso la idea de elegir un president simbólico, Carles Puigdemont, con el fin de sostener la idea legitimista de la institución, y otro/otra president, aún por determinar (Marta Rovira no parece estar muy por la labor), para las cosas prácticas del día a día. Entre ambos presidents, es decir entre Bruselas y Barcelona, se crearía una adecuada correa de transmisión, y todos felices. España no reconocería al president legítimo y auténtico, como es lógico; pero podría tapársele la boca con el nombramiento efectivo de la otra figura, que asumiría la ingrata tarea de limitarse a cumplir órdenes y en cambio pechar con las responsabilidades de todo.
Es dudoso que el invento tenga futuro. Estamos lejos de un tiempo de unanimidades, y el funcionamiento correcto de una correa de transmisión fidedigna resulta muy difícil. Puigdemont, en Bruselas, sin despacho y sin firma, podría convertirse en muy breve plazo en el equivalente de la reina madre en el sistema parlamentario inglés.
 

lunes, 5 de febrero de 2018

LOS SECRETOS DE LA ALFOMBRA ROJA


En la gala de los premios Goya del presente año, lo más destacado ha sido al parecer de los medios los abanicos rojos esgrimidos por las actrices en exigencia de la desaparición – inmediata o progresiva – de la brecha salarial respecto de sus compañeros varones. La iniciativa ha dado para unas cuantas fotos llenas de glamour.
Lo siguiente en el volumen global de los comentarios e imágenes han sido los vestidos de las señoras asistentes, y también sus peinados. Ha habido alabanzas a las más elegantes y críticas ásperas a las peor vestidas y a las peor peinadas, todo ello emitido en general también por mujeres; lo cual, a lo que entiendo, deja pocas esperanzas en lo inmediato de una equiparación razonable de los géneros en estos avatares. La división del trabajo implícita exige que los críticos varones desmigajen las películas presentadas al certamen, mientras las reporteras de la prensa femenina (subrayo el término) se ocupan de la brillantez externa. Las triunfadoras de la gala son, desde este punto de vista distorsionado, las que han desfilado por la alfombra roja mejor fardadas.
Con todo, una película candidata parece haber destacado netamente sobre las demás en el aspecto artístico, y ha sido precisamente la de una mujer, Isabel Coixet, adaptando a la pantalla el libro de otra mujer, Penélope Fitzgerald. La obra muy personal de Coixet, caso curioso, se sitúa por lo general en contextos alejados de la geografía y la sensibilidad patrias. Va por libre, en más de un sentido. Suele rodar fuera de España, sobre temas no estrictamente españoles, y con actores en muchos casos foráneos. Apoyó la reivindicación de los abanicos, pero propuso además que las mujeres invitadas acudieran a la gala en pijama y zapatillas, como muestra de rechazo contundente a ese otro “escalafón Goya” centrado en las zarandajas del atuendo.
Su propuesta no tuvo eco. Los Goya son una Fiesta del Cine cuya connotación principal es la de la fiesta: es decir, el escaparate y la pasarela. El arte y la técnica, signo de una época de comercialización desaforada y bastante infantil, necesitan desfilar envueltos en toneladas de purpurina y azúcar glasé, para resultar más apetecibles al gran público. Qué le vamos a hacer.
Ahora bien, La librería, la película de Coixet, obtuvo los premios a la mejor película, a la mejor dirección y al mejor guion adaptado. Eso es mucho.
Lo mejor que puedo decir es que encuentro muy plausibles los tres premios. No conozco ninguna da las otras películas candidatas: veo poco cine, y elijo con cuidado cuál es el que veo. Desde Mi vida sin mí, he seguido puntualmente todo lo que ha ido haciendo Coixet; y también había leído la novela de Fitzgerald. Por consiguiente acudí presuroso a la cita con las salas oscuras en cuanto se estrenó en Barcelona La librería. No salí defraudado.
Mi objeción, la única: el cambio del final. Dice Coixet que el de Fitzgerald era demasiado desesperanzado. Lo sustituyó por una “ecpirosis”, una destrucción/purificación por el fuego del templo profanado del saber. Umberto Eco había hecho lo mismo, antes, con la biblioteca de El nombre de la rosa. Creo que valía la pena tener en cuenta el ilustre precedente para no proponer lo mismo de nuevo. La esperanza modesta de un cambio en el sistema de relaciones sociales en una localidad controlada por un caciquismo mal disimulado, podía haberse plasmado en formas más sutiles de rebeldía, de alternativa.
No importa mucho. La librería es una gran película, que recomiendo con entusiasmo; e Isabel Coixet es una directora sobresaliente, que inspira alma en todos los temas que toca. Más allá de los abanicos y de los atuendos, el despliegue este año sobre la alfombra roja nos ha entregado un secreto bien guardado por lo general: el de la sensibilidad frente al espectáculo chillón; el de la artesanía frente a la industria; el de la originalidad frente al adocenamiento.
  

sábado, 3 de febrero de 2018

LA TRINCHERA DEL PERIODISMO


¿Tiene el periodismo la obligación moral de resultar incómodo para el poder? Esta viene a ser la tesis de “Los archivos del Pentágono”, una película de Steven Spielberg que vi el otro día con enorme regocijo, porque era buen cine y porque la tesis de fondo me pareció buena también, aunque dudo mucho que los acontecimientos reales, y más en particular las motivaciones de los protagonistas del evento, se ajustaran en todo a lo que nos cuenta el magnífico guión de la película.
Si el periodismo sirve a la opinión, y la opinión es el mejor freno posible a la tendencia permanente del poder a sobrepasar sus funciones constitucionales y abusar de su posición preeminente, habremos de convenir todos en que el periodismo, en tanto que servicio público, tiene en efecto la obligación de cantarle al poder las verdades del barquero.
La otra vertiente del periodismo – su zona de sombra – es que se trata de un negocio privado, y en esta faceta resulta demasiado sensible a cuestiones tales como la rentabilidad del producto y el flujo de los beneficios, cuyo tratamiento exige por lo general una relación cordial con los representantes constituidos del poder político, sean ellos del color y tendencia que fueren.
He aquí una contradicción bastante engorrosa. Por lo general, entre la propiedad de la cabecera y la dirección profesional de un medio informativo se producen diariamente roces mal disimulados; y entre la dirección y la redacción (en tiempos hubo comités de redacción, que representaban y defendían al conjunto de la plantilla en los aspectos laboral y profesional; tengo entendido que aquel invento feneció, ahogado por las exigencias de la modernidad neoliberal). El director del periódico y el jefe de redacción suelen encontrarse entre la espada y la pared, obligados a compromisos difíciles entre las exigencias de la propiedad en cuanto a la suavidad de trato que debe dispensarse a los poderes constituidos, incluida toda clase de matices diferenciadores entre ellos; y del otro lado, las/los profesionales de a pie, que reclaman su derecho a contar las cosas tal como son o al menos como las han visto ellas/ellos en su trabajo diario de investigación a ras de suelo. En demasiadas ocasiones, el pulso desde abajo se resuelve con el despido de los más montaraces. No hace falta dar nombres y fechas, por ejemplo en el diario El País.
Pues bien, precisamente el diario El País ha recibido el premio internacional de periodismo Rey de España, como “medio de comunicación más destacado de Iberoamérica”. Es la primera vez que se entrega dicho galardón, leo.
No hacía ninguna falta un premio Rey de España de periodismo. Estaría en el mismo orden de cosas dar un premio al sindicato más destacado del año, o incluso ¿por qué no?, al partido político elegido como “mejor” a juicio de la Corona. Que el poder premie la actividad de entidades que se mueven en el terreno social y tienen a gala (o deberían tenerla) precisamente su independencia del poder, es una muestra indisimulada del deseo de aproximar más aún tales entidades al poderoso imán atractivo que el poder establecido ejerce ya de por sí.
Si el premio de periodismo Rey de España se da este año por primera vez a un medio de comunicación, señalándolo entre todos, y se da precisamente a El País, ese hecho dice mucho acerca del rey de España, y acerca del medio premiado. El País queda “transfigurado”, en el mismo sentido de lo que ocurrió según ciertas crónicas hace dos mil años en el monte Tabor, cuando el dedo divino del Altísimo señaló entre todos los mortales a uno determinado y dejó en el aire esta sentencia: «Este es mi hijo muy amado, en quien tengo puestas mis complacencias.»
Nadie, pues, podrá llamarse a engaño. Cada cual extraerá del hecho objetivo en sí las conclusiones que considere pertinentes.