sábado, 28 de febrero de 2015

LA DEGRADACIÓN DE LA JUSTICIA


Hay indicios serios de que el gobierno del Partido Popular ha perdido el oremus. En varios terrenos, pero en particular en el de la justicia. Quizás impulsado por las encuestas que anuncian que la mayoría absoluta se le va por el desagüe y no regresará tal vez en décadas, ha optado por liarse la manta a la cabeza y hacer de su capa un sayo rebus sic stantibus, lo que en Román paladino quiere decir mientras pueda. Llegará sin duda el momento de rendir cuentas al país y a las diferentes instituciones internacionales acreditadas, porque el cartero siempre llama dos veces; pero de momento el jefe de la panda y sus acólitos se agitan en el delirio de la irresponsabilidad absoluta.
Hace tiempo ha decaído en el país el principio de la justicia universal. Se ha decidido no extraditar a Billy el Niño ni a otros ciudadanos (Utrera, Martín Villa) acusados más allá de nuestras fronteras de crímenes contra la humanidad perpetrados aquí. Oídos sordos a las reclamaciones. La ONU ha resuelto que procede indemnizar a una mujer cuya hija fue asesinada por un maltratador al que la justicia había concedido la tutela de la niña a pesar de una veintena de denuncias de la madre. No solo se hizo caso omiso de las denuncias, sino que no se movió un dedo para proteger a la menor. Sin embargo, el gobierno estima que no tiene por qué asumir las consecuencias de algo que ocurrió bajo un gobierno anterior.
No es la misma posición que adopta ese mismo gobierno cuando conmina a los colegas griegos de Syriza a respetar escrupulosamente los compromisos firmados por el gabinete que le precedió. ¿En qué quedamos? ¿Somos o no somos? ¿Acaso el PP considera que existen dos derechos internacionales, dos interpretaciones diferentes de las leyes y de los tratados, sujetas al superior “derecho natural” de la ley del embudo?
En la misma línea de irresponsabilidad se alinean las leyes groseramente interconectadas de la reforma laboral y de la reforma penal antiterrorista, más los parches que ahora se anuncian para remendar la vieja ley del aborto y la de la administración de la justicia, después del fiasco de la reforma estrella del ministerio Gallardón. Leyes incoherentes, chapuceras, susceptibles de interpretaciones restrictivas o amplias por la jurisprudencia, en función de los intereses creados en el caso concreto; leyes sin trasfondo ordenador de la convivencia ni más intención que la de sobrenadar a toda costa a las malas expectativas electorales.
Y como guinda de semejante comistrajo, el Consejo General del Poder Judicial decide suspender durante tres años al juez Vidal por haber redactado un proyecto de constitución para una hipotética Catalunya independiente. Se diría que aun tenemos que agradecer al CGPJ que no haya expulsado al juez de la carrera. Como si un disparate de menor cuantía excusara de no haber cometido otro más gordo. Como si la decisión de castigar con una pena templada, en lugar de otra más drástica, algo que no es delito ni falta siquiera, no revistiera por esa razón la misma gravedad, la gravedad insufrible que deriva siempre de una arbitrariedad cometida por quien tiene obligación de ser imparcial en su interpretación de la ley. Tenemos, al parecer, un poder judicial que no valora ni su independencia ni su coherencia interna, o que subordina ambas a la sintonía adecuada con el gobierno.
Pero la degradación de la justicia en un Estado sedicentemente democrático es una catástrofe que va mucho más allá de la vida y la muerte previsible de un gobierno determinado. Costará muchos años y muchos esfuerzos remontar las consecuencias directas y las secuelas indirectas de todas estas decisiones insensatas del gobierno vigente y de sus franquicias.
 

jueves, 26 de febrero de 2015

DIOS PADRE Y EL PROBLEMA DE LA FELICIDAD


No tengo intención de moverme ni un punto del respeto exquisito hacia las creencias y opiniones de los demás; ¿es demasiado tal vez pedir que ese respeto sea recíproco? La pregunta va dirigida a la Dirección General de Evaluación y Cooperación Territorial del Ministerio de Educación español.
Con la firma de dicha entidad ha aparecido en el BOE, el martes 24 de febrero de 2015, el programa de la asignatura de Religión que se impartirá en las aulas de nuestro país. No es un hecho nuevo, la religión ya se enseñaba así antes. Es, para caracterizarlo con exactitud, un hecho sintomático.
De lo que se habla no puede ser más importante. Se trata de la existencia de Dios y de su relación con el mundo en general y con la humanidad en particular. No cuestiono la legitimidad ni la sinceridad del sentimiento religioso, quiero aclararlo, pero encuentro una gran diferencia entre explicar un hecho problemático como problemático, a explicarlo como el último capítulo de un caso resuelto a satisfacción de todos por, digamos, Hércules Poirot. En el primer caso estaremos haciendo filosofía, teología si se quiere, pero teología seria. En el segundo, estaremos contando una novela que damos por supuesto que será aceptada con la fe del carbonero.
Me temo que esa seguirá siendo la intención de los cursos formativos de religión en España. Detallo como ejemplo de ese temor los cuatro criterios de evaluación que constan en el programa impreso en el BOE, relativos al bloque I (el sentido religioso del hombre).
 
«1. Identificar en la propia vida el deseo de ser feliz.»
 
Ninguna objeción.
 
«2. Reconocer la incapacidad de la persona para alcanzar por sí mismo la felicidad.»
 
Prescindamos del anacoluto, porque una persona debería ser capaz o no de alcanzar por sí “misma”, y no “mismo”, la felicidad u otra cosa cualquiera. (Los expertos en religión pueden no serlo en gramática.) Una cosa es en efecto el deseo genérico de ser feliz expresado en el punto 1, y otra muy distinta «alcanzar la felicidad», se supone que en el entorno intramundano. La expresión «por sí mismo» (misma) indica que la incapacidad que se ha de reconocer es individual de la persona; nada se dice de la posibilidad de una felicidad, o un bienestar, de carácter social o colectivo. Lo que se nos describe es una relación puramente individual entre el alma (la persona singular) y la eventual realización mundana para ella de algo que por lo demás ni se concreta ni se define.
 
«3. Apreciar la bondad de Dios Padre que ha creado al hombre con este deseo de felicidad.»
 
Aquí se dan por supuestas demasiadas cosas. Primera, que Dios Padre (atención, no se habla de un Creador genérico, sino del señalado por el misterio de la Trinidad. Nuestra clase de religión no sirve a partir de aquí para un hindú, para un animista, para un judío) ha sido quien ha creado al hombre (y a la mujer, admitámoslo. Si antes hablábamos de persona y luego hablaremos de humanidad, ¿es de recibo esta fórmula de género?). Segunda, que el deseo de felicidad ha sido incluido por el diseñador Dios Padre en el “equipamiento de serie” para el hombre y/o la mujer en su caso. Tercera, que ese acto discrecional del Ser divino supone una «bondad» digna de gratitud, a pesar de que en el punto anterior se ha dado por sentado que la realización intramundana del deseo innato de felicidad es imposible por «incapacidad» de la persona. Es decir, que en el “equipamiento de serie” de la persona humana, el diseñador ha puesto al mismo tiempo el deseo de ser feliz y la incapacidad de serlo. ¿Dónde está la bondad, entonces? Las opciones son dos, y disculpen los creyentes la irreverencia: o debemos atribuir al Gran Diseñador una incompetencia total, o bien un cierto sadismo.
 
4. Entender el Paraíso como expresión de la amistad de Dios con la humanidad.
 
Tableau. Aparecen de pronto dos conceptos no mencionados hasta el momento. El paraíso sale de la chistera en el momento oportuno, como un (nunca mejor dicho) Deus ex machina. Pero su existencia, que se da de forma gratuita como segura, no resuelve las cuestiones anteriores. Por lo que respecta a la «humanidad», tampoco tenida en cuenta antes, sugiere la posibilidad de un tipo distinto de problemas relacionados con la dimensión social de los hombres y las mujeres; pero ese camino no se explora.
Ciñéndonos entonces a la cuestión estricta que es objeto de la asignatura, el sentido religioso de la persona concebida en su individualidad, el problema no resuelto es, ¿por qué imbuir en ella un deseo de felicidad mundana cuando su realización se ha de diferir obligadamente hasta una existencia extramundana posterior, y además con el carácter de un premio para los mejores, mientras a los demás se les reserva una eternidad de llanto y crujir de dientes? ¿Por qué existe en el mundo, en la “creación”, el llamado “problema del mal”, el sufrimiento, la enfermedad, la injusticia, la opresión? ¿Cabe llamar a eso «amistad» de Dios con la humanidad, y por qué? ¿Cabe hablar, siquiera y en cualquier caso, de amistad entre seres tan desiguales? Son cuestiones muy debatidas en la historia de las religiones, pero nada se dice en el programa sobre ellas.
 
Hay en la religión, tal como se predica por la clerecía y tal como se percibe por la ciudadanía, la sombra de una ficción consensuada. Todos sabemos que las cosas no son así, no pueden ser así de ninguna manera, pero entre todos hacemos un esfuerzo para comportarnos como si lo fueran, como si todo estuviera en orden y bajo control.
Desde el respeto a todas las opiniones la pregunta, dirigida a todos pero de forma muy expresa a los católicos, es la siguiente: ¿es adecuado incluir este tipo de ficciones sociales en un programa educativo?


Postdata.- Mi última pregunta ha tenido rápida respuesta en las declaraciones del portavoz de la Conferencia Episcopal Española, José María Gil Tamayo, que he leído en la prensa digital apenas una hora después de colgada esta entrada. En apretada síntesis, el reverendo ha formulado una defensa cerrada de los dogmas, ha culpado al gobierno popular de ¡laicismo!, y se ha ratificado en el adoctrinamiento y la catequesis como base de la asignatura de religión. De religión católica y ninguna otra, por supuesto. Sin comentarios.

 

miércoles, 25 de febrero de 2015

LIBERTAD Y PROYECTO


La libertad no es una calidad que nos viene dada “de origen”, no es algo dado de lo que podemos hacer en todo momento un uso indiscriminado. Nuestra vida, la vida de todos, está llena de condicionamientos de diferentes tipos, y en consecuencia el ejercicio de la libertad implica un esfuerzo consciente por abolir esos condicionamientos. Un proyecto.
Ese proyecto tendrá características individuales en algunos aspectos, y en otros su carácter será eminentemente colectivo, social. Por ejemplo, la lucha por cambiar unas condiciones de trabajo degradantes y deshumanizadoras que imponen una sujeción ilimitada a la voluntad e incluso al capricho de otras personas, requiere un proyecto colectivo de dignificación, de liberación, en el que coincidan y aúnen sus voluntades un gran número de personas individuales.
En la medida en que anteponemos esos objetivos del espíritu a toda otra consideración, escrúpulo o miedo, estamos de alguna manera contribuyendo ya a la libertad a la que aspiramos. «Pues la libertad», dice Víctor Gómez Pin, «no se alcanza en lo instantáneo de “un pistoletazo”, sino en la constancia de una permanente creación. De alguna manera la lucha por la libertad confiere ya libertad. […] No es algo dado y ni siquiera algo que una vez alcanzado perdura, sino algo en pos de lo que el hombre se esfuerza, y que a veces parece una promesa permanentemente diferida.» (“Reducción y combate del animal humano”, Ariel 2014.)
Esa peculiar naturaleza de la libertad, que siempre se nos hurta y nos reclama un paso más, una exigencia más depurada, explica la razón por la que tantas personas han arriesgado y perdido su libertad física en la busca de una libertad más plena. El anhelo de libertad es el de un mundo distinto, más humano, más armonioso que el mundo degradado que se ofrece a nuestra experiencia. Por esa razón, “estar” en el mundo, amoldarse a él, subsistir sin un horizonte, resulta para muchos de nosotros profundamente insatisfactorio. La libertad depende siempre de un proyecto, solo se realiza en el seno de un proyecto de cambio.
 

martes, 24 de febrero de 2015

SI AYUDAS A TSIPRAS


Tsipras te ayudará, Fabio. Puedes considerarlo un axioma científico riguroso o bien un consejo de manual de autoayuda. Como prefieras. Lo importante, Fabio, es que tomes buena nota del sesgo general de los acontecimientos, de los datos que sí importan, en medio de la tormenta perfecta de datos insignificantes con la que nos bombardean los observatorios de opinión del establishment. Sigues empecinado en contar y recontar los porcentajes hipotéticos de apoyo a tu opción política en las encuestas, las alianzas posibles y las imposibles, los eventuales quiebros de programa precisos para coser con dos hilvanes apresurados una alianza capaz de forzar el descarrilamiento de Mariano Rajoy y sus franquicias.
Pero detrás de Mariano Rajoy están Merkel y Schäuble, están el neoliberalismo de Estado, la democracia entre paréntesis, el gobierno contra el pueblo y sin el pueblo. Lo que se disponen a hacer ahora con Tsipras, es lo mismo que harán luego contigo, Fabio. Si obligan a Tsipras a pasar por el aro, por ese mismo aro habrás de pasar tú. Siga o no siga Rajoy. Incluso con Pablo Iglesias al frente del cotarro.
Estamos inmersos en una batalla global, y sigues pensando en el “campanario”, expresión didáctica que emplea con frecuencia mi amigo López Bulla. O parafraseando a otro buen amigo, Paco Puerto, nos pasan delante de las narices fajos de billetes de 500 euros y tú sigues contando la calderilla.
Lo más urgente hoy, Fabio, yo diría que es atender a lo que ocurre entre Grecia y el Eurogrupo, estar pendientes de la negociación y eventualmente convocar actos solidarios, manifiestos, firmas, concentraciones, indignación de calle, para propiciar una solución más favorable a la democracia y menos favorable a la gobernanza instalada; más favorable al pueblo, a los pueblos, y menos favorable al dinero.
Mientras tanto algunas gigolettes de nuestra izquierda asentada truenan contra Tsipras por machista: ocho ministros varones y ni una sola mujer. Pues qué bien. Me recuerdan a los ecologistas que defienden los derechos de los animales de compañía y se desentienden de los de sus humanos acompañados. Colocar la corrección política por delante de los problemas de fondo es condenarse a visitar el limbo. No son los equilibrios de género lo que garantiza el resultado de una iniciativa política, al fin y al cabo varones y mujeres son iguales también en su estupidez previsible. Como cantó Georges Brassens, quand on est con, on est con.
Ten todo esto en cuenta, Fabio amigo.
 

sábado, 21 de febrero de 2015

TODOS A UNA


Suena maravillosamente la lista encabezada por Ada Colau que la candidatura “Barcelona en comú” (antes “Guanyem Barcelona”; una zancadilla burocrática ha obligado a un cambio de nombre, pero el señor Fernández Díaz, baranda de las covachuelas del ramo de Interior, aún no se ha enterado de que en estas cuestiones el nombre es lo de menos) llevará a la votación de las bases. Ha habido una verdadera puesta en común de intenciones, proyectos, iniciativas y trayectorias diversas. Hay nombres. Hay ganas de trabajar. Todos a una, como en Fuenteovejuna.
El proceso puede marcar una pauta a seguir en otras realidades, próximas y menos próximas. Cuando se da una convergencia firme de sensibilidades diferenciadas, la última preocupación de cada una de ellas ha de ser que su propia personalidad quede diluida en el proceso, o que su color no aparezca con claridad suficiente en el resultado final. Aparecerá. Todo suma, todo cuenta. Y el objetivo final de tanto esfuerzo y tanta renuncia personal consiste nada menos que en sacudir hasta resquebrajarlos los cimientos de un sistema corrompido y tergiversador de la voluntad y de la soberanía popular.
En ese proceso no vale la distinción entre derechas e izquierdas. (Respiren hondo, cuenten hasta tres. Ahora me explico.) Lo que importa en primer término es la visión del país como totalidad. Izquierda y derecha son, a fin de cuentas, posiciones topográficas para un debate parlamentario, y de lo que se trata ahora es de otra cosa. La apuesta es más alta. Nos encontramos en una emergencia, en una situación de excepción. Lo que se está intentando, desde el proceso colectivo de una gran originalidad que se ha emprendido a partir de distintos epicentros de gravedad, es llevar a cabo una «reforma intelectual y moral», con profundas repercusiones en todos los órdenes de la vida. He entrecomillado una expresión que fue acuñada por Antonio Gramsci desde la cárcel. Él lo expresó así: «En Italia no ha habido nunca una reforma intelectual y moral que implique a las masas populares. […] Por eso el materialismo histórico tendrá, o podrá tener, esta función no solo totalitaria como concepción del mundo, sino totalitaria en la medida en que abarcará a toda la sociedad, hasta sus raíces más profundas.»
La cita es literal. A efectos de lo que hablamos, en lugar de Italia habrá que poner España (o incluso Europa), y en cuanto al término “totalitario”, conviene recordar que, en la época en que fueron escritas esas líneas, no tenía las connotaciones aborrecibles que hoy se le han adherido. Lo que Gramsci quiso decir es que una reforma de tanta envergadura va mucho más allá de las vanguardias, de las instituciones de que se dota en cada momento el sujeto protagonista del cambio, y por supuesto del estamento político en su conjunto; porque afectan a todos, independientemente de la posición que ocupen en el tablero. Literalmente, afectan «a toda la sociedad, hasta sus raíces más profundas.»
 

viernes, 20 de febrero de 2015

LA PIEDRA ES UNA ESPALDA PARA LLEVAR EL TIEMPO


Ayer el filósofo Víctor Gómez Pin y el sindicalista José Luis López Bulla nos convocaron, a unos cuantos privilegiados que les oíamos en el Speaker’s Corner del Museu d’Història (echaremos de menos ese rincón de libre debate), a la «resistencia obligada» contra el programa de deshumanización que están desarrollando los poderosos de la tierra en una doble dirección: primero, desnaturalizan el trabajo hasta convertirlo en un bien escaso y precario dirigido únicamente a cubrir las necesidades de subsistencia de los trabajadores; segundo, mutilan la educación para convertirla en un adiestramiento parcial con fines limitados de orden práctico. Es decir, la educación de los «animales de razón» (las personas) se concibe como un medio de adaptación al ciclo productivo, desdeñando lo que en tiempos se llamó “humanidades” y cualquier otra materia susceptible de distraer al futuro productor de su obligación esclava.
Quizá viene bien recordar al respecto el énfasis puesto por Bruno Trentin en la formación integral del trabajador, sin condicionamientos ni límites. Si lo que desea el obrero es estudiar el violonchelo, dice Trentin, debe dársele tiempo para tomar clases de violonchelo. Porque lo específicamente humano es la curiosidad, el deseo de aprender y la libertad para llevar a cabo un proyecto personal; y lo que desean los poderosos, por el contrario, son animales más o menos desprovistos de razón y adiestrados para llevar a cabo con eficiencia una tarea concreta y limitada.
Dejo a la web del sindicato el cuidado de informar de lo que fue la charla. Me detengo solo en uno de tantos chispazos cegadores como provocó el maestro, el amigo Víctor, en su discurso. Habló del lenguaje y de la evolución del lenguaje, desde lo puramente funcional hasta lo que es enteramente otra cosa. Desde el punto de vista funcional, es difícil de superar el muy complejo y elaborado sistema de comunicación de las abejas. Las abejas bailan. Pero ese baile tiene un techo: nunca rebasa las finalidades prácticas para la vida y la supervivencia del enjambre. Los animales humanos han desarrollado varios cientos o miles de lenguajes, todos ellos también complejos y funcionales. Y los han llevado más allá. He aquí el ejemplo que nos puso para demostrarlo: «La piedra es una espalda para llevar al tiempo.»
No hay funcionalidad capaz de dar sentido a esa frase, que pertenece al Llanto por Ignacio Sánchez Mejías, de Federico García Lorca. Descoloca por completo al lector, lo sitúa en una encrucijada que le obliga a intentar racionalizar sentimientos (realidades) irracionales. Es una cumbre, en un sentido: un Everest que pocos alpinistas pueden conquistar.
Demos un par de pasos atrás. Otros grandes poetas han expresado su dolor, su planto por la muerte de un amigo querido, el rechazo visceral de algo que es, sin embargo, una realidad inscrita en nuestra naturaleza. Morir es, como vivir, algo plena y profundamente humano.
Así se expresa Jorge Manrique en el duelo por la muerte de su padre: «Nuestras vidas son los ríos que van a dar a la mar, que es el morir.» Una imagen clara y comprensible nos traslada una verdad de orden moral. Lo mismo hace Miguel Hernández en la Elegía por Ramón Sijé, con algo más de complicación: «Yo quiero ser llorando el hortelano / de la tierra que ocupas y estercolas, / compañero del alma, tan temprano.» Pero lo que hace Federico va más allá, hasta un punto inesperado. Después de los redobles fúnebres, repetitivos, de la primera parte del poema (“La cogida y la muerte”), «A las cinco de la tarde…», y de la segunda (“La sangre derramada”), «¡Que no quiero verla!», la tercera parte (“Cuerpo presente”) empieza como sigue:
La piedra es una frente donde los sueños gimen
Sin tener agua curva ni cipreses helados.

La piedra es una espalda para llevar al tiempo

Con árboles de lágrimas y cintas y planetas.

La cosa sigue por el mismo tenor, y el lector no tiene literalmente dónde agarrarse hasta el inicio de la cuarta estrofa: «Ya está sobre la piedra Ignacio el bien nacido. Ya se acabó…» A partir de ese momento el poema se reconduce hacia los esquemas de Manrique o de Hernández: el rechazo telúrico de lo inevitable, el río de la vida, la tierra abonada por la carne y regada por las lágrimas. La imagen de la espalda de piedra regresará brevemente en la cuarta parte del poema (“Alma ausente”): «No te conoce el lomo de la piedra…»
Valga el ejemplo como indicación de aquello que es precisa, específicamente humano: el dominio sobre la materia, sea esta la naturaleza o el lenguaje. Dominio, además, transmutado en maestría, es decir, en algo que se da de buen grado y se comparte graciosamente con otros.
Esa es la mejor definición posible de cultura. En los versos de Federico hay cultura porque hay elaboración y recomposición de otras voces anteriores, hay conciencia de un límite que se tantea y de un camino para rebasarlo. No quedan en el poema residuos funcionales del lenguaje como recurso práctico y rutinario, al contrario, se desafía abiertamente la comprensión lógica.
De la misma forma, una evolución ambiciosa en el universo del trabajo, guiada por la lucha contra corriente de tantas dificultades puestas y sobrepuestas, podría elevarnos algún día desde el terreno angosto de la necesidad a la esfera de la libertad.
 

miércoles, 18 de febrero de 2015

LA TÉCNICA DE HINCHAR EL PERRO


El País, primer periódico global signifique ello lo que signifique, ha desvelado un “escándalo” en las cuentas de la Federación de Banca de CC.OO. “Delegados” del sindicato cobraban jugosos “sobresueldos”. Solo que no se trataba de delegados, sino de dirigentes, y tampoco de sobresueldos, sino de complementos salariales por gastos de viaje. Se hace cruces el articulista de que la mayor parte de esos gastos de viaje, justificados, pormenorizados y reflejados de forma transparente en la contabilidad, consistan en facturas de hoteles y de restaurantes y gastos de preparación de congresos. Hombre, lo raro sería otra cosa
Queda por ver si todo ese revuelo mediático es fruto de la incompetencia de un articulista (incompetencia, haberla, hayla) o se inscribe en una línea editorial determinada. En mis tiempos se ensayó la creación de unos consejos de redacción que tenían voz (no voto) sobre los asuntos que concernían a la línea editorial del periódico. Hace mucho que ese “trámite” se ha obviado y todo se deja a la discreción suprema del “señorito”, como se llamaba entonces y seguramente se sigue llamando hoy al director.
Hay muchas maneras de denominar lo que el “señorito” de El País está haciendo con el sindicato de CC.OO. Una metáfora deportiva adecuada al asunto sería la de “jugar al límite”. Para quien no lo sepa, consiste en dar patadas en la espinilla al contrario, y mientras se retuerce en el suelo protestar al árbitro: «Comedia, apenas si lo he tocao.» Si cuela, cuela.
Ocurre que los golpes siempre recaen sobre los mismos. Gabriel Celaya dejó escrito, y Paco Ibáñez lo cantó con su voz rota: «porque vivimos a golpes, porque apenas si nos dejan decir qué somos quién somos…» Citar en relación con las CC.OO. actuales esos versos escritos bajo el franquismo puede parecer exagerado y victimista, pero hoy mismo nos movilizamos muchos para que el derecho de huelga no nos lo conviertan en delito de huelga. Sin que El País se rasgue las vestiduras por ello.
Vivimos a golpes.
Otra manera menos dramática de describir lo que ha hecho el articulista de El País, con o sin órdenes de arriba, es la de pintar una gallina como si fuera un pavo real (“un ave noble, de andares majestuosos, de brillante y colorido plumaje”, etc.). O bien, hinchar el perro. No menosprecien ustedes la dificultad del asunto. Cervantes cuenta en el Prólogo a la segunda parte del Quijote el caso de un loco de Sevilla que «hizo un cañuto de caña, puntiagudo en el fin, y en cogiendo algún perro en la calle, con el un pie le cogía el suyo y el otro le alzaba con la mano, y como mejor podía le acomodaba el cañuto en la parte que, soplándole, le ponía redondo como una pelota, y en teniéndolo desta suerte le daba dos palmaditas en la barriga y le soltaba, diciendo a los circunstantes (que siempre eran muchos): “¿Pensarán vuesas mercedes ahora que es poco trabajo hinchar un perro?»
De acuerdo, con solo una objeción. Hay que hacerlo con gracia.
 

martes, 17 de febrero de 2015

VAROUFAKIS: "APLASTAREMOS A LAS MAFIAS"


Entrevista con el ministro griego de Finanzas Yannis Varoufakis

Por Marc Goergen y Andreas Hoffmann

 

Señor Varoufakis, ¿le deja tiempo esta febril diplomacia itinerante para reflexionar sobre su trabajo?
Desearía disponer de más tiempo. Somos un gobierno sin experiencia, y nos ha faltado tiempo para familiarizarnos con el trabajo de nuestros ministerios. En rigor, necesitaríamos algunas semanas para deliberar y diseñar nuestro programa, pero nos está apuntando el cañón de una pistola. Las carreras precipitadas de una reunión a la siguiente, después de noches en blanco, son la muestra de la severidad con que la crisis ha socavado la integridad, el alma incluso de Europa.
¿Funciona la política de la manera que usted esperaba? 
Por desgracia en el caso de Europa, sí, funciona así. Nunca tuve unas expectativas muy altas en relación con el proceso político. Salté al ruedo porque me horroriza el estado actual de la democracia europea. Si existe un déficit en esta Europa nuestra, es la falta de democracia. Estamos convirtiendo las instituciones que toman decisiones que afectan a la vida de la gente en zonas carentes de democracia. Y eso beneficia a las fuerzas oscuras que buscan socavar la democracia y los derechos humanos.
Como ministro de Finanzas, una sola palabra suya es suficiente para hacer temblar a los mercados. ¿Qué se siente en esa situación? 
Yo no poseo ese poder. Hablando más en general, el poder es algo que no deseo. Puede sonar hipócrita, pero lo digo con toda sinceridad. Y lo mismo vale para muchos miembros de nuestro gabinete. Preferirían vivir en la oposición, después de todo resulta bastante cómodo ser una minoría de izquierdas. (Ríe).
Entonces, ¿por qué aceptó el cargo? 
Me había pasado cinco años criticando a los poderes establecidos que sostienen que no hay alternativa a la línea que estamos siguiendo. Y entonces, un día un joven llamado Alexis Tsipras me preguntó: 'Si llegamos al poder, ¿estás dispuesto a intentar desarrollar tus ideas?' En momentos así tienes que apostar todo tu capital por lo que estás predicando. No es cuestión de si quieres o no hacerlo, es más bien como el imperativo categórico de Immanuel Kant. Lo haces porque es lo que debes hacer.
Es usted un académico y un profesor. ¿Qué le hace pensar que está preparado para desempeñar la tarea de un político? 
Absolutamente nada. No tengo ni idea de si podré estar a la altura de mi trabajo. Procuro hacerlo lo mejor que sé, pero eso no quiere decir necesariamente que vaya a tener éxito. Si estuviera seguro sería un idiota o un mentiroso, y no soy ninguna de las dos cosas. Todo lo que puedo hacer es trabajar día a día, y después ya veremos.
Da usted la impresión de cambiar de opiniones con mucha frecuencia: a veces pide ayuda a Rusia, y otras veces la rechaza …
No es así. Siempre he sido muy claro en mis propósitos.
A veces quiere una rebaja de la deuda, y a veces no. 
No, no. Llevo años diciendo lo mismo: una deuda no sostenible no puede ser pagada, lo cual conduce automáticamente a una rebaja. Hay muchas maneras de decirlo, y las lenguas alemana y griega son particularmente ricas al respecto. La cuestión de fondo, sin embargo, es la imposibilidad de pagar la deuda griega en un plazo corto. En 2010, conseguimos una nueva moratoria para el pago de la deuda. En ese momento Grecia estaba en bancarrota, pero los europeos fingieron que no era así. Sobre los contribuyentes griegos cayó la pesada carga de las pérdidas de los bancos como consecuencia del rescate, y después esa carga se traspasó a Bruselas, Berlín y Frankfurt. Fue un caso de cinismo. El préstamo europeo no tuvo nada de solidaridad. El dinero fue a parar a los bancos. Pero ahora queremos cambiar eso. Queremos minimizar los costos para los contribuyentes, tanto en Grecia como en Europa.
¿Qué espera de Angela Merkel y de Wolfgang Schäuble? 
Angela Merkel es de lejos la política más astuta de Europa. No hay duda posible. Y Wolfgang Schäuble, su ministro de Finanzas, es tal vez el político europeo de mayor altura intelectual. Es un hombre genuinamente comprometido con Europa y un federalista convencido.
En una ocasión acusó usted a Angela Merkel de "pensamiento mágico".
¿Cuándo fue eso?
Hace dos años. 
Dos años es mucho tiempo en política europea. Pero creo que el factor clave es cómo vamos a conseguir salir de esta crisis. En aquella época, la administración estadounidense de Barack Obama practicaba una política fiscal expansionista, y la Reserva Federal ensayaba una política monetaria también expansionista. En Gran Bretaña probaron un poco de contracción fiscal combinada con una expansión en el terreno monetario. En Europa se recetaba contracción y contracción. Nunca funcionó, y no hay ejemplos que respalden la receta en la historia ni en la teoría económica. Creer en eso es pensamiento mágico.
Entonces todo va a ir bien si acabamos con la austeridad. Si es tan sencillo, ¿por qué nadie más en Europa defiende esa solución? 
Estamos ante un problema político. Necesitamos más discusión y más coordinación. Muchos políticos de Europa están demasiado asustados para salirse del rebaño.
Las naciones atienden a sus propios intereses. 
Y lo que consiguen es exactamente lo contrario. Podrían crear un equilibrio de intereses, pero lo que hay en definitiva es un equilibrio de terror que puede conducirnos a una gran depresión, como ocurrió en los años treinta. O bien a un período de deflación como el que estamos sufriendo ahora en Europa. Tenemos una carga pesada de deuda en Europa, y sin embargo hay miles de millones de euros inmovilizados y ociosos en el sector financiero de Frankfurt. Todo el mundo piensa ‘que inviertan otros’, y en definitiva lo que ocurre es que nadie invierte. Esa situación solo podrá superarse si ponemos en marcha un New Deal como hicieron los Estados Unidos en los años treinta: el gobierno movilizó el ahorro ocioso y lo invirtió. Cuando la gente vio que se construían casas y autopistas, y los trabajadores tuvieron dinero que gastar, también ellos empezaron a invertir.
Así pues los alemanes deberían pensar más en el beneficio de Europa y menos en atender a sus intereses particulares.
Creo que los alemanes son muy buenos europeos, mejores incluso que los franceses o los griegos. Muchos alemanes ven en Europa el medio de escapar del Estado nación. Es una de las consecuencias de la Segunda Guerra Mundial. Pero señalar con el dedo a otros me parece un ejercicio muy estúpido. Por el contrario, deberíamos superar la costumbre de pensar en términos de nación. Deberíamos estar pensando como europeos.
Usted también se vio afectado personalmente por la crisis y marchó de Grecia hace dos años para enseñar en la Universidad de Texas. 
No pude continuar mi trabajo en la universidad porque se suprimieron los fondos de la facultad. Cuando fui nombrado ministro de Finanzas, algunas personas me dijeron: Puedes considerarte afortunado. Si esto sale mal siempre puedes subirte a un avión y volar de vuelta a Texas. Pero no es eso lo que quiero. Dimití de mi puesto en Austin, y mientras hablamos mi esposa se está ocupando de empaquetar todas nuestras pertenencias para dejar el piso que tenemos allí.
Dicen que recibió usted amenazas de muerte. 
Eso ocurrió en 2011.
¿Por qué? 
En esa época colaboraba con algunos periodistas que investigaban varios escándalos bancarios. Una noche, me llamaron por teléfono y un desconocido me preguntó si mi hijo había vuelto ya a casa. Luego describió el camino que había seguido mi hijo y añadió: si desea verle llegar sano y salvo en el futuro, deje de investigar asuntos de bancos. Ha sido otra razón por la que nos hemos ido de Texas.
¿Quién estaba detrás de esas amenazas? 
No lo sé. No me asusté por mí mismo, pero cuando el objetivo de las amenazas es tu hijo, tienes la obligación moral de tomarlo en cuenta.
Los bancos de Grecia forman parte de una elite de super-ricos que se han beneficiado de la crisis. 
Sí, pero los aplastaremos.
¿Cómo? 
Aún no lo sé, pero los pararemos. Necesitamos la ayuda de los alemanes. Somos el primer gobierno griego realmente dispuesto a acabar con las mafias de nuestro país.
Pero Grecia ni siquiera ha conseguido aún montar una administración fiscal eficiente. 
El gobierno anterior solo simulaba interesarse en las reformas. Mire las leyes fiscales. Cobraban tasas de personas exentas de tributación. Es como preguntar a los pavos si desean que les corten el pescuezo por Navidad.
¿Cómo piensa cambiar esa situación?
Ahora contamos con una base de datos muy buena y sabemos con exactitud cuánto capital se está evadiendo de Grecia y depositándose en cuentas en Europa o en otras partes del mundo. Por lo menos es lo que me dice la gente de mi departamento. Sabría las cifras exactas si no me viese obligado a viajar por toda Europa suplicando un poco más de espacio para respirar. Conocemos  casos de personas que han transferido mil quinientos millones de euros a cuentas extranjeras el año pasado y que en los últimos 20 años solo han cotizado a Hacienda 5000 euros anuales. ¿Cómo puede ser? Esas listas existían, pero nunca fueron utilizadas.
¿Se refiere usted a los datos de la lista que Christine Lagarde, la directora gerente del Fondo Monetario internacional, envió a Atenas?
La lista Lagarde solo se refería a un banco. Tenemos una lista de todos los bancos y de todas las transferencias. Pero la gente de mi departamento me dice que autoridades del más alto nivel les prohibieron taxativamente perseguir esos casos.
Cultiva usted una imagen opuesta al arquetipo del político. Vuela en clase económica y conduce una motocicleta. ¿Intenta distanciarse con ese simbolismo de los problemas actuales? 
No tiene nada que ver con el simbolismo. Hace unos días, en Roma, nos acompañó una escolta policial. Me puso enfermo, ¡ni siquiera llegábamos tarde! Todavía faltaba una hora para la reunión con el ministro de Finanzas italiano. La idea de que somos personas especiales y de que hay que interrumpir el tráfico para dejarnos pasar, me provoca infelicidad. Quiero seguir viviendo mi propia vida. Quiero conducir mi moto y volver caminando a casa si me apetece. ¿Debo ser infeliz por el hecho de que soy un ministro? Hay gente que me pregunta por qué me visto así. ¡Siempre me he vestido así! ¿Por qué tendría que cambiar?
En sus primeros días como ministro de Finanzas, casi siempre lo veíamos vestido con una cazadora de cuero. Ahora ya no. ¿Por qué? 
Si estuviéramos en Grecia, todavía la llevaría. No me he puesto una corbata en mi vida. Ni siquiera cuando me invitaron a dar un discurso en la Cámara de los Lores. ¿He de empezar a llevar corbata solo por ser un ministro del gobierno? Si vistes a alguien de romano, se sentirá incómodo y empezará a pensar de otra manera. No quiero sentirme incómodo, y desde luego no tengo intención de empezar a pensar de otra manera.
Hace algún tiempo, mencionó usted en su blog que no quiere convertirse en un político. ¿Por qué? 
Tengo en muy alta estima los debates y la dialéctica socrática. El único objeto válido de una discusión es aprender cada uno del otro. Pero mire los debates de los políticos en el parlamento o en la televisión: su propósito es aniquilar y destruir a sus oponentes. Si me comporto así, alguien acabará por pegarme un tiro.
 

(Publicado en Stern, 12 febrero 2015. Por la traducción, Paco Rodríguez de Lecea)

 

lunes, 16 de febrero de 2015

EL INTRÍNGULIS DE LA OPA HOSTIL


El coordinador general de Izquierda Unida, Cayo Lara, ha acusado a Podemos de lanzar una opa hostil sobre su formación. Se trata, por supuesto, de una metáfora, pero tiene su intríngulis. La imagen que evocamos de inmediato es la de una corporación en peligro de ser absorbida por la competencia, o el reproche por la ausencia del fair play que cabría exigir de unos colegas en el negocio. Una imagen inadecuada.
El intríngulis, entiendo yo, reside en el asentamiento en el imaginario colectivo de una concepción estática e institucional (me resisto a llamarla patrimonial) de los partidos políticos, abandonando la idea original de su carácter dinámico y vehicular. Es decir, los partidos se han convertido en territorios delimitados, con fronteras y peajes incluidos, cuando deberían ser cauces, caminos, cañadas, que facilitaran la circulación de las aspiraciones y las reivindicaciones de grupos sociales amplios.
La esfera de la política levita sobre la sociedad, autosuficiente, dependiente solo de una lógica interna a ella misma. La ciudadanía forma cola delante de las ventanillas de la política para depositar sus instancias, con firma, sello y timbre móvil incluidos. Las instancias son atendidas o rechazadas sin necesidad de considerandos, y sin posibilidad de recurso contencioso-administrativo contra la resolución. Desde esa concepción burocrática de la política, la injerencia de una fuerza en el “territorio” de otra fuerza rival se concibe como una invasión de competencias entre negociados limítrofes.
No digo que esa haya sido la intención de Cayo al expresar su queja. Digo que su metáfora desafortunada nos trae la sugerencia del mundo laberíntico y autista en el que se va adentrando, en mayor o menor medida según los casos, la práctica cotidiana de la política, hasta desnaturalizar su razón de ser, su finalidad, sus objetivos.
Se ha buscado un remedio a esos problemas y un acercamiento a las bases a través de la práctica de las elecciones primarias. Pero al hacerlo se ha olvidado la vieja recomendación de Horacio: «No basta cambiar de paisaje, es necesario cambiar de alma.» Las direcciones se han apresurado a señalar a “su” candidato en cada elección, e incluso han irrumpido de forma grosera en las campañas; en consecuencia, el voto no ha expresado la mayor o menor confianza de las bases en un candidato determinado (una nueva relación entre el arriba y el abajo), sino la relación de fuerzas entre el aparato y el sector crítico de cada casa. El mecanismo bien conocido del voto de castigo ha llevado a la elección insólitamente frecuente de candidatos críticos, lo cual ha relegitimado a las corrientes y hecho proliferar los conflictos internos.
El flamante partido de Podemos no ha estado exento de esta dialéctica negativa. Al contrario, ha caído de patas en ella; la dirección ha patrocinado a los suyos. Personalmente me ha producido una gran alegría el éxito de Pablo Echenique en Aragón; desde el primer momento me agradaron su talante y su conciencia de formar parte de un colectivo, de estar contribuyendo a algo común; lo veo capaz de racionalizar y templar el personalismo algo desbocado de Iglesias, el otro Pablo. En todo caso, les ruego que tomen mi apunte como una simple nota al margen. Y concluyamos ya el tema.
Pues claro que hay algo parecido a una “opa hostil” a Izquierda Unida desde Podemos. Nada nuevo. La hay desde aquella inscripción viral del 15-M referida a toda la clase política, también a IU: «No nos representan.»
Y lo que debe hacer al respecto IU no es quejarse, sino trabajar para afinar y ensanchar sus cauces y sus mecanismos de representación de una sociedad que bulle de indignación.
 

sábado, 14 de febrero de 2015

YO TAMBIÉN SOY GRIEGO, SEÑOR GUINDOS


El ministro don Luis de Guindos ha recomendado al nuevo gobierno griego de Alexis Tsipras las prudentes recetas del presidente Mariano Rajoy para salir de la situación crítica en la que se encuentra su país: hacer reformas (¿cuáles?, ¿ha estado Guindos en Grecia recientemente?, ¿ha visto lo que hay?) y pagar a sus acreedores hasta el último céntimo de la deuda. Se ha declarado solidario con los ciudadanos griegos, pero no con sus gobiernos. Ese “gobiernos” en plural está colocado ahí para despistar, todos sabemos que el gobierno anterior sí que le molaba, y en cambio el actual ni por el forro.
Guindos no está dispuesto a perdonar a Tsipras ni un solo euro de los 26.000 millones prestados por España a Grecia en el proceso de rescate. Una manera curiosa de mostrar la solidaridad con los ciudadanos griegos de la que presume. Ha dicho el ministro que ese dinero es de todos los españoles, lo cual sugiere que, hombre de convicciones arraigadas, se muestra solidario no solo con los ciudadanos griegos sino sobre todo y más aún con los ciudadanos españoles.
Qué va, es solo un latiguillo retórico. Todos sabemos cómo se repartirá ese dinero si algún día vuelve a las arcas del Estado siendo ministro de Economía el señor Guindos o alguno de sus adláteres: los beneficios de los bancos y la cuenta de resultados de don Florentino engordarán un poco más, y el hombre de la calle, el parado, el desahuciado, el pensionista, el enfermo y el dependiente, el precario que se lleva al mes 400 euros a cambio de 400 golpes, esos que se jodan.
A tal mecanismo de reparto llaman “reformas”; a tal tinglado llaman “España”. La “marca España”, ejemplo para griegos y asombro del mundo. Debería ser pecado mortal mentar ese nombre en vano, como sucede ya desde hace algunos años con el de Dios. No sé a qué espera el papa Francisco para anunciarnos la buena nueva ex cathedra; sería un alivio dejar de escuchar a todas horas a los voceros de un patrioterismo exacerbado y un populismo cutre que gritan ¡España! para distraer nuestra atención mientras el señor Montoro registra con minucia implacable el fondo de nuestros bolsillos en busca de alguna moneda olvidada.
No es en el beneficio de los ciudadanos griegos, o españoles, o ambos, en lo que está pensando el señor Guindos, sino en su propio ascenso a los empíreos del Eurogrupo. Su declaración es un paso más en ese penoso viacrucis. Cuántas declaraciones le quedan aún, cuántas reverencias a la troika, cuántos besalamanos a frau Merkel, cuántos sepancuantos a los díscolos que pretenden escurrirse disfrazados de noviembre sin depositar en caja el montante de una dolorosa que no tienen dinero para pagar.
Yo también soy griego, señor Guindos. Todos somos griegos en esta delirante apoteosis de la desigualdad.
 

martes, 10 de febrero de 2015

DEL AMOR, SEGÚN LUCRECIO


El ejemplar del poema filosófico De rerum natura, de Tito Lucrecio Caro, que poseo es una edición bilingüe latín/catalán, impresa en 1928 por la Fundació Bernat Metge. El traductor fue el Dr. Joaquim Balcells, profesor de la Universidad de Barcelona. Yo adquirí los dos volúmenes por 10 euros en una Feria del Libro Antiguo y de Ocasión.
El doctor Balcells hizo un buen trabajo, a lo que puedo juzgar. No creo que haya habido malos traductores de Lucrecio, el poema es tan exigente que solo pueden atreverse con él personas de una gran formación y capacidad.
De entre las traducciones históricas del libro, la más inverosímil fue la que compuso Lucy Hutchinson, de soltera Apsley, en la Inglaterra del siglo XVII. Era una dama puritana, esposa del coronel John Hutchinson, que fue uno de los firmantes de la sentencia de muerte al rey Carlos I y sufrió por ello una larga prisión cuando se restauró la monarquía. Lucy escribió una biografía de su marido, intentó inútilmente pleitear por su libertad, y empleó muchas horas de su prolongada soledad en una traducción en verso de la obra de Lucrecio, dedicada al conde de Anglesey en 1675, y que no fue impresa hasta entrado el siglo XX.
¿Por qué tradujo la puritana lady Hutchinson a Lucrecio? Declaraba odiar los principios fundamentales de su obra y desear que desaparecieran de la faz de la tierra. Afirmó que habría arrojado al fuego su trabajo «si por desgracia no se me hubiera escapado de las manos una copia perdida». Es tan lícito creer su explicación como pensar que filtró deliberadamente esa «copia perdida» para dar a conocer al mundo una obra de la que se sentía justamente orgullosa y tranquilizar al mismo tiempo los escrúpulos de su conciencia. Con todo, dejó de traducir unos cientos de versos del Libro IV, los que se refieren al amor, con el siguiente comentario: «Muchas cosas han quedado para que las traduzca una comadrona, más en consonancia con su obsceno oficio que con una delicada pluma.» (1)
¿Y qué dijo Lucrecio del amor, que fue capaz de herir hasta ese punto la pluma delicada de la dama? Traduzco a mi vez del catalán (el latín excede de mis capacidades) un par de párrafos del citado Libro IV (versos 1037-1058, y 1074-1096).
«La simiente de la que acabamos de hablar se agita en nosotros cuando la edad adulta empieza a fortalecer nuestros órganos. Y como cada cosa es conmovida y solicitada por una causa particular, únicamente la atracción de un ser humano pone en movimiento la simiente humana en el interior del hombre. La cual, apenas es emitida desde sus bases, se retira del conjunto del cuerpo a través de miembros y órganos, se concentra en ciertos nervios y se activa precisamente en las partes genitales. Estas partes, irritadas, se hinchan de simiente, lo que genera la voluntad de esparcirla allá donde se afana el cruel deseo y el cuerpo busca aquello a través de lo cual el alma ha sido herida por el amor. Porque todos, el hecho es conocido, caemos del lado en el que hemos sido heridos, y la sangre mana en la dirección de la que llegó el golpe recibido, y, si se encuentra al alcance del brazo, el rojo líquido empapa al enemigo. Lo mismo ocurre a quien recibe los golpes de las saetas de Venus, tanto si el flechador es un efebo de miembros femeniles como si es una mujer que nos lanza el amor desde todo su cuerpo: hacia allá de donde viene la herida, hacia allá mismo se dirige el deseo, y ansía unírsele y lanzarle dentro del cuerpo el humor que brota del suyo; porque el mudo deseo le presenta un presagio de voluptuosidad.»
[…]
«Quien evita el amor no está falto de los placeres de Venus; por el contrario, goza de sus ventajas sin padecer la pena. Porque es seguro que experimentan un placer más puro quienes conservan sano su cuerpo, que no los malheridos. En realidad, en el momento de la posesión el ardor del amante fluctúa en vagabundeos inciertos, no sabe si gozar antes con los ojos o con las manos, duda de lo que busca, abraza con violencia, hace daño y con frecuencia clava los dientes en los labios gentiles o los aplasta con besos. Todo porque el placer no es puro, y por debajo siente unos aguijones que lo instigan a herir el objeto, cualquiera que sea, que ha provocado la llaga furiosa que lo aflige. Venus, sin embargo, interviene entonces en el amor, y la suave voluptuosidad interfiere y refrena los mordiscos, porque el amor suscita la esperanza de que el mismo cuerpo que está en el origen del ardor, podrá también apagar la llama. Ocurre lo contrario, la naturaleza se opone en absoluto a que tal cosa suceda. Es el único caso en el que, cuanto más poseemos, más arde nuestro corazón en un cruel deseo. La comida y la bebida penetran en nuestro organismo; y como pueden ocupar en él unos lugares fijos, resulta fácil satisfacer el deseo de beber y de comer. Pero de un rostro humano con un color y una forma hermosos, nada penetra en nuestro cuerpo de lo que podamos gozar, sino tan solo unos simulacros tenues: mísera esperanza, a menudo arrastrada por el viento.»
Si se piensa en el enclaustramiento de la dama, suspirando por la ausencia de un marido en prisión y provista de recios principios religiosos que la privaban de otras satisfacciones vicarias, es comprensible que se le hiciera insoportable traducir tales razonamientos.
 
(1) Citado en Stephen Greenblatt, El giro. Crítica 2014, pág. 221.

 

ONCE HOMBRES SIN PIEDAD PARA RTVE


Hombres y mujeres. No me olvido de ellas ni las desmerezco, nada más estoy jugando con el título de aquella película de Henry Fonda. El caso es que RTVE ha contratado a once periodist@s “de refuerzo” ante la previsión de una sobrecarga puntual de los informativos por la variedad y frecuencia de los procesos electorales que se avecinan.
La cadena pública cuenta con una plantilla de más de 1.000 trabajadores. Incluso mil pueden ser insuficientes, concedámoslo; pero es difícil que once de más o de menos equilibren o desequilibren la carga de trabajo. Es reciente, además, la remoción de un par de redactoras de programas informativos en relación con las cuales se alegaron motivos genéricos reducibles a una cuestión de confianza. Cierto también que el partido del gobierno no anda sobrado de confianza. Alguno de esos psicoterapeutas argentinos le habrá prescrito a Mariano Rajoy un remedio mediático para su claudicante autoestima.
La sorpresa es que no se trata de estrategas poderosos que traen en su mochila el bastón de mariscal. La mayoría no constaban ni siquiera en el banco de datos de que dispone el ente como bolsa de trabajo. Varios de ellos proceden de Intereconomía, una cadena privada afín al sector non plus ultra de las franquicias progubernamentales, y cuyos índices de audiencia rozan el cero absoluto en muchas mediciones. Siete se incorporan como trabajadores interinos, y cuatro como eventuales.
No se han incorporado “a más a más”, no son un simple complemento de lo que había. Trabajadores adscritos hasta ahora a informativos han sido trasladados a programas tales como Agrosfera o En lengua de signos. Quiere decirse que lo que hay no es un refuerzo sino una sustitución, y que esta tiene lugar no en base a criterios de competencia profesional, sino de afinidad ideológica. Fuentes del comité de empresa hablan de intento de creación de una «redacción paralela».
Se equivocan, claro. Desde la mentalidad imperante en la dirección del ente, los “paralelos” son la plantilla profesional globalmente considerada y el comité de empresa. Los recién llegados, en cambio, son la cosa misma, la sal de la tierra.
Pero se equivocan también quienes promueven una reforma que solo cabe calificar de cutre, si piensan que un comando infiltrado compuesto por un grupo salvaje de diez más el cabo será capaz de tomar la fortaleza enemiga. Eso solo pasaba en las películas de Lee Marvin. Los once magníficos no asentarán la credibilidad de un medio depreciado ante la audiencia por una política comunicacional mezquina y alicorta. En lugar de los once, la dirección obraría con más juicio si contratara a una de esas figurillas del belén mediático para que esparciera por la banda ancha el siguiente mensaje: «¡¡¡Yo por mi Mariano matooo!!!»
Y ni siquiera así es seguro que el expediente les diera resultado.