Entrevista con el ministro griego de Finanzas Yannis Varoufakis
Por Marc Goergen y Andreas Hoffmann
Señor Varoufakis, ¿le deja tiempo esta febril diplomacia
itinerante para reflexionar sobre su trabajo?
Desearía disponer de más tiempo. Somos un gobierno sin
experiencia, y nos ha faltado tiempo para familiarizarnos con el trabajo de
nuestros ministerios. En rigor, necesitaríamos algunas semanas para deliberar y
diseñar nuestro programa, pero nos está apuntando el cañón de una pistola. Las
carreras precipitadas de una reunión a la siguiente, después de noches en
blanco, son la muestra de la severidad con que la crisis ha socavado la integridad,
el alma incluso de Europa.
¿Funciona la política de la manera que usted esperaba?
Por desgracia en el caso de Europa, sí, funciona así. Nunca
tuve unas expectativas muy altas en relación con el proceso político. Salté al
ruedo porque me horroriza el estado actual de la democracia europea. Si existe
un déficit en esta Europa nuestra, es la falta de democracia. Estamos
convirtiendo las instituciones que toman decisiones que afectan a la vida de la
gente en zonas carentes de democracia. Y eso beneficia a las fuerzas oscuras que
buscan socavar la democracia y los derechos humanos.
Como ministro de Finanzas, una sola palabra suya es suficiente
para hacer temblar a los mercados. ¿Qué se siente en esa situación?
Yo no poseo ese poder. Hablando más en general, el poder
es algo que no deseo. Puede sonar hipócrita, pero lo digo con toda sinceridad. Y
lo mismo vale para muchos miembros de nuestro gabinete. Preferirían vivir en la
oposición, después de todo resulta bastante cómodo ser una minoría de
izquierdas. (Ríe).
Entonces, ¿por qué aceptó el cargo?
Me había pasado cinco años criticando a los poderes establecidos
que sostienen que no hay alternativa a la línea que estamos siguiendo. Y
entonces, un día un joven llamado Alexis Tsipras me preguntó: 'Si llegamos al
poder, ¿estás dispuesto a intentar desarrollar tus ideas?' En momentos así
tienes que apostar todo tu capital por lo que estás predicando. No es cuestión
de si quieres o no hacerlo, es más bien como el imperativo categórico de
Immanuel Kant. Lo haces porque es lo que debes hacer.
Es usted un académico y un profesor. ¿Qué le hace pensar
que está preparado para desempeñar la tarea de un político?
Absolutamente nada. No tengo ni idea de si podré estar a
la altura de mi trabajo. Procuro hacerlo lo mejor que sé, pero eso no quiere
decir necesariamente que vaya a tener éxito. Si estuviera seguro sería un idiota
o un mentiroso, y no soy ninguna de las dos cosas. Todo lo que puedo hacer es
trabajar día a día, y después ya veremos.
Da usted la impresión de cambiar de opiniones con mucha
frecuencia: a veces pide ayuda a Rusia, y otras veces la rechaza …
No es así. Siempre he sido muy claro en mis propósitos.
A veces quiere una rebaja de la deuda, y a veces no.
No, no. Llevo años diciendo lo mismo: una deuda no sostenible
no puede ser pagada, lo cual conduce automáticamente a una rebaja. Hay muchas
maneras de decirlo, y las lenguas alemana y griega son particularmente ricas al
respecto. La cuestión de fondo, sin embargo, es la imposibilidad de pagar la deuda
griega en un plazo corto. En 2010, conseguimos una nueva moratoria para el pago
de la deuda. En ese momento Grecia estaba en bancarrota, pero los europeos fingieron
que no era así. Sobre los contribuyentes griegos cayó la pesada carga de las
pérdidas de los bancos como consecuencia del rescate, y después esa carga se
traspasó a Bruselas, Berlín y Frankfurt. Fue un caso de cinismo. El préstamo
europeo no tuvo nada de solidaridad. El dinero fue a parar a los bancos. Pero
ahora queremos cambiar eso. Queremos minimizar los costos para los
contribuyentes, tanto en Grecia como en Europa.
¿Qué espera de Angela Merkel y de Wolfgang
Schäuble?
Angela Merkel es de lejos la política más astuta de Europa.
No hay duda posible. Y Wolfgang Schäuble, su ministro de Finanzas, es tal vez
el político europeo de mayor altura intelectual. Es un hombre genuinamente
comprometido con Europa y un federalista convencido.
En una ocasión acusó usted a Angela Merkel de "pensamiento
mágico".
¿Cuándo fue eso?
Hace dos años.
Dos años es mucho tiempo en política europea. Pero creo
que el factor clave es cómo vamos a conseguir salir de esta crisis. En aquella
época, la administración estadounidense de Barack Obama practicaba una política
fiscal expansionista, y la Reserva Federal ensayaba una política monetaria
también expansionista. En Gran Bretaña probaron un poco de contracción fiscal
combinada con una expansión en el terreno monetario. En Europa se recetaba
contracción y contracción. Nunca funcionó, y no hay ejemplos que respalden la
receta en la historia ni en la teoría económica. Creer en eso es pensamiento mágico.
Entonces todo va a ir bien si acabamos con la austeridad.
Si es tan sencillo, ¿por qué nadie más en Europa defiende esa solución?
Estamos ante un problema político. Necesitamos más discusión
y más coordinación. Muchos políticos de Europa están demasiado asustados para
salirse del rebaño.
Las naciones atienden a sus propios intereses.
Y lo que consiguen es exactamente lo contrario. Podrían
crear un equilibrio de intereses, pero lo que hay en definitiva es un equilibrio
de terror que puede conducirnos a una gran depresión, como ocurrió en los años treinta.
O bien a un período de deflación como el que estamos sufriendo ahora en Europa.
Tenemos una carga pesada de deuda en Europa, y sin embargo hay miles de
millones de euros inmovilizados y ociosos en el sector financiero de Frankfurt.
Todo el mundo piensa ‘que inviertan otros’, y en definitiva lo que ocurre es
que nadie invierte. Esa situación solo podrá superarse si ponemos en marcha un
New Deal como hicieron los Estados Unidos en los años treinta: el gobierno movilizó
el ahorro ocioso y lo invirtió. Cuando la gente vio que se construían casas y
autopistas, y los trabajadores tuvieron dinero que gastar, también ellos
empezaron a invertir.
Así pues los alemanes deberían pensar más en el beneficio
de Europa y menos en atender a sus intereses particulares.
Creo que los alemanes son muy buenos europeos, mejores
incluso que los franceses o los griegos. Muchos alemanes ven en Europa el medio
de escapar del Estado nación. Es una de las consecuencias de la Segunda Guerra
Mundial. Pero señalar con el dedo a otros me parece un ejercicio muy estúpido. Por
el contrario, deberíamos superar la costumbre de pensar en términos de nación. Deberíamos
estar pensando como europeos.
Usted también se vio afectado personalmente por la crisis
y marchó de Grecia hace dos años para enseñar en la Universidad de Texas.
No pude continuar mi trabajo en la universidad porque se
suprimieron los fondos de la facultad. Cuando fui nombrado ministro de Finanzas,
algunas personas me dijeron: Puedes considerarte afortunado. Si esto sale mal siempre
puedes subirte a un avión y volar de vuelta a Texas. Pero no es eso lo que
quiero. Dimití de mi puesto en Austin, y mientras hablamos mi esposa se está
ocupando de empaquetar todas nuestras pertenencias para dejar el piso que
tenemos allí.
Dicen que recibió usted amenazas de muerte.
Eso ocurrió en 2011.
¿Por qué?
En esa época colaboraba con algunos periodistas que
investigaban varios escándalos bancarios. Una noche, me llamaron por teléfono y
un desconocido me preguntó si mi hijo había vuelto ya a casa. Luego describió el
camino que había seguido mi hijo y añadió: si desea verle llegar sano y salvo
en el futuro, deje de investigar asuntos de bancos. Ha sido otra razón por la
que nos hemos ido de Texas.
¿Quién estaba detrás de esas amenazas?
No lo sé. No me asusté por mí mismo, pero cuando el
objetivo de las amenazas es tu hijo, tienes la obligación moral de tomarlo en
cuenta.
Los bancos de Grecia forman parte de una elite de
super-ricos que se han beneficiado de la crisis.
Sí, pero los aplastaremos.
¿Cómo?
Aún no lo sé, pero los pararemos. Necesitamos la ayuda de
los alemanes. Somos el primer gobierno griego realmente dispuesto a acabar con
las mafias de nuestro país.
Pero Grecia ni siquiera ha conseguido aún montar una administración
fiscal eficiente.
El gobierno anterior solo simulaba interesarse en las reformas.
Mire las leyes fiscales. Cobraban tasas de personas exentas de tributación. Es
como preguntar a los pavos si desean que les corten el pescuezo por Navidad.
¿Cómo piensa cambiar esa situación?
Ahora contamos con una base de datos muy buena y sabemos
con exactitud cuánto capital se está evadiendo de Grecia y depositándose en cuentas
en Europa o en otras partes del mundo. Por lo menos es lo que me dice la gente
de mi departamento. Sabría las cifras exactas si no me viese obligado a viajar
por toda Europa suplicando un poco más de espacio para respirar. Conocemos casos de personas que han transferido mil quinientos
millones de euros a cuentas extranjeras el año pasado y que en los últimos 20 años
solo han cotizado a Hacienda 5000 euros anuales. ¿Cómo puede ser? Esas listas
existían, pero nunca fueron utilizadas.
¿Se refiere usted a los datos de la lista que Christine
Lagarde, la directora gerente del Fondo Monetario internacional, envió a Atenas?
La lista Lagarde solo se refería a un banco. Tenemos una
lista de todos los bancos y de todas las transferencias. Pero la gente de mi
departamento me dice que autoridades del más alto nivel les prohibieron
taxativamente perseguir esos casos.
Cultiva usted una imagen opuesta al arquetipo del político.
Vuela en clase económica y conduce una motocicleta. ¿Intenta distanciarse con
ese simbolismo de los problemas actuales?
No tiene nada que ver con el simbolismo. Hace unos días, en
Roma, nos acompañó una escolta policial. Me puso enfermo, ¡ni siquiera llegábamos
tarde! Todavía faltaba una hora para la reunión con el ministro de Finanzas
italiano. La idea de que somos personas especiales y de que hay que interrumpir
el tráfico para dejarnos pasar, me provoca infelicidad. Quiero seguir viviendo
mi propia vida. Quiero conducir mi moto y volver caminando a casa si me apetece.
¿Debo ser infeliz por el hecho de que soy un ministro? Hay gente que me
pregunta por qué me visto así. ¡Siempre me he vestido así! ¿Por qué tendría que
cambiar?
En sus primeros días como ministro de Finanzas, casi
siempre lo veíamos vestido con una cazadora de cuero. Ahora ya no. ¿Por qué?
Si estuviéramos en Grecia, todavía la llevaría. No me he
puesto una corbata en mi vida. Ni siquiera cuando me invitaron a dar un
discurso en la Cámara de los Lores. ¿He de empezar a llevar corbata solo por
ser un ministro del gobierno? Si vistes a alguien de romano, se sentirá incómodo
y empezará a pensar de otra manera. No quiero sentirme incómodo, y desde luego
no tengo intención de empezar a pensar de otra manera.
Hace algún tiempo, mencionó usted en su blog que no
quiere convertirse en un político. ¿Por qué?
Tengo en muy alta estima los debates y la dialéctica socrática.
El único objeto válido de una discusión es aprender cada uno del otro. Pero
mire los debates de los políticos en el parlamento o en la televisión: su
propósito es aniquilar y destruir a sus oponentes. Si me comporto así, alguien
acabará por pegarme un tiro.
(Publicado en Stern,
12 febrero 2015. Por la traducción, Paco Rodríguez de Lecea)