jueves, 31 de octubre de 2019

JUEGOS DE SALÓN




El bonito juego de la huelga en el salón de su casa.


Puede que el electoralismo, enfermedad infantil y tal vez también senil de la democracia, nos esté jugando una mala pasada. Pedro Sánchez hizo un amago de retirar del programa electoral la cuestión del federalismo. Donde decía digo, dijo Diego: retiró el modelo federal que había defendido en abril, y colocó en su lugar un “modelo integrador”.

Ustedes saben tan bien como yo que un modelo integrador puede ser cualquier cosa, y que se explica de manera muy distinta si el acto de campaña se realiza en las Batuecas o en la Plana de Vic. Los líderes políticos prefieren tener las manos libres una vez alcanzado el oscuro objeto de su deseo: el poder. Entonces, en el vistoso juego de salón de las elecciones, juegan de farol, tiran los dados con soltura y exhiben para ganar las bazas unas cartas de triunfo de apariencia lucida, pero poco comprometedoras en último término.

La era de los compromisos ya llegará andando el tiempo, y en función de la mayor o menor disponibilidad de apoyos parlamentarios o de los otros. Entonces el gobierno siempre podrá argumentar que está cumpliendo el ciento por ciento de su programa puesto que el “modelo integrador” al que se refería otrora era precisamente el mecanismo exacto que ahora implementa, bien en compañía de unos o bien en la de otros, con toda clase de geometrías variables y de comodines extra para ayudarse en su gestión.

El PSC ha protestado por el recorte, y Ferraz ha rectificado de inmediato. Nobleza obliga, en primer lugar; en segundo, pero no menor, Cataluña se configura como uno de los territorios claves para inclinar la balanza del próximo 10N, porque aquí los socialistas pueden obtener muchos votos, y sus rivales directos para el gobierno central en cambio no, con la posible y deseable excepción de En Comú Podem.

El constructo “modelo integrador” podía ser interpretado como una inflexión respecto de la propuesta seria y continuada de mayor autonomía, mayores recursos y una gestión descentralizada más potente de Cataluña y en Cataluña; claves por las que aboga el modelo federal y que podrían desembozar en el medio plazo el asfixiante bloqueo político que sigue subsistiendo en estas latitudes, cada vez más enconado a pesar de la tan alabada Sentencia (con mayúscula), que ha dejado más satisfecho al personal en Madrid que en provincias; y de esa última y epustuflante movida de Sánchez de derogar por decreto la República virtual catalana.

“La república virtual no existe, hombre”, podría decirle a Sánchez aquel mosso de escuadra.


miércoles, 30 de octubre de 2019

EL AGRAVIO RETROALIMENTADO


Carmen Calvo, vicepresidenta del gobierno y ministra de la Presidencia, se ha dirigido a los tribunales belgas con la advertencia de que una nueva negativa a extraditar a Puigdemont “tendría consecuencias”, sin precisar cuáles, y desde la premisa de que es “obligación de los Estados colaborar entre ellos”.

No puede decirse que la señora haya estado especialmente inspirada en esa iniciativa. La premisa que en realidad incluye la deseable colaboración entre los Estados soberanos es la soberanía indiscutida de cada cual, por lo que no procede hablar de “obligaciones” en este campo y resultan como mínimo de mal gusto las admoniciones del estilo de la ahora publicitada.

Fernando Grande-Marlaska, ministro del Interior, se dejó decir el otro día que la violencia en Cataluña era peor incluso que la que tuvo lugar en Euskadi en otro momento histórico.

Tampoco estuvo afortunado; ha irritado gratuita y simultáneamente a catalanes y a vascos. Los dos representantes del gobierno en funciones se han dejado caer en el lapsus recurrente de expresar una opinión personal sin caer en la cuenta de que lo que se exige de ellos, dada la posición que ocupan, es una opinión institucional, la cual implica una autocensura profiláctica de sus posibles calenturas bucales.

Pero atención, en ningún caso pueden servir las declaraciones desafortunadas de los dos ministros como justificación para una escalada reivindicativa sucesiva de las fuerzas procesistas. Las fuerzas procesistas no se han fijado ningún programa reivindicativo máximo ni mínimo: cada día salen a la calle con un tema nuevo, y cuando pasan pantalla no solo se olvidan del tema del día anterior, sino que lo contradicen.

De ese modo, el “ho tornarem a fer” de Torra y de Cuixart carece por completo de un contenido descriptible. Nadie sabe cuál es la sustancia de lo que volverán a hacer Quim o Jordi; el gesto es lo único que se proponen repetir.

Primero era la consecución de una independencia que estaba “a tocar”; luego, una declaración unilateral con desentendimiento absoluto de lo que tenía que venir después para que la tal declaración fuera algo más que una declaración de intenciones; después, la movilización se centró en conseguir la libertad de los “presos polítics”; luego se ha considerado que la sentencia del Supremo era vengativa y exagerada, cuando “cualquier” sentencia era inadmisible en la pantalla anterior. Un articulista escribe que se ha castigado a los que “pusieron las urnas” con la misma pena que si hubieran cometido un homicidio. Se obvia que no se les ha castigado por poner las urnas, y que son muchos los delitos a los que el código penal atribuye una pena superior o igual a la del homicidio.

Ahora, las declaraciones de los dos ministros socialistas provocan una nueva corriente de indignación generalizada en los medios adictos al procesismo y en las redes sociales. “¡Es que ya está bien, hay que reaccionar, esto es el colmo!”, dicen los mismos que llevan siete años diciéndonos que ara és l’hora.

Nos venden los sabotajes, las hogueras, las piedras, los encapuchados y demás parafernalia, como una iniciativa espontánea lamentablemente justificada por las últimas noticias frescas que vienen de fuera; como una “reacción” de indignación popular. En realidad se trata de una revolución de palacio, de la puesta en marcha del siguiente escalón de una operación larga y sofisticada de retroalimentación inducida.  


martes, 29 de octubre de 2019

DE HONG KONG A KING KONG



El recurso a los “infiltrados” como promotores de la violencia callejera en Cataluña no ha durado ni dos telediarios. Elisenda Paluzie, patrona de la ANC, ha aclarado que la violencia puede ser positiva en la medida en que ayuda a dar visibilidad al conflicto en el mundo. «El mundo es así», ha dicho. Un reconocimiento penoso; la República Catalana que se avizora no sería entonces algo distinto y más perfecto, como de hecho se nos ha estado insinuando durante años (¿para qué, si no, separarse quirúrgicamente de la España corrompida y opresora?), sino un espejo fiel del mundo como es, con su carga promedio de violencia y de injusticia; el procés iría encaminado entonces no a cambiar el mundo, sino a adaptarse a él. La violencia sería un reclamo publicitario adecuado para la causa.

¿Para qué sirve la independencia soñada, cabe preguntarse entonces, si el punto de llegada al que se aspira es idéntico al punto de partida?

Laura Borràs, candidata de JxCat al Congreso, ha ensayado un último recurso de urgencia para escapar del círculo vicioso. Esto es lo que dice: «Hay que tener un margen para saber qué es violencia y qué es disturbio.»

Violencia, según esta tesis, es la sentencia judicial y la actuación reprobable de la fuerza pública; lo de enfrente es solo disturbio, sustancialmente pacífico “salvo alguna cosa”, como diría Mariano Rajoy.

El disturbio pacífico ha causado hasta el momento más de 600 heridos de diversa consideración. Se han perdido ojos y testículos. Seis heridos siguen ingresados a la fecha. De los 200 detenidos, 30 han ingresado en prisión. En la Universidad están en curso huelgas que no han sido votadas sino impuestas. Las huelgas van a ser indefinidas, aseguran sus organizadores, mientras el tribunal supremo no revoque la sentencia.

La señora Paluzie define estas acciones como «una movilización no violenta y sostenida en el tiempo», inspirada en Hong Kong, para erosionar los poderes del Estado. Antes se han ensayado otras diversas inspiraciones: Eslovenia, Quebec, Israel. Importa anotar, sin embargo, que puede haber o no erosión de los poderes del Estado, pero sin duda la hay, muy sensible, de los de la Generalitat: ahora mismo se pide desde los cuarteles generales de la revuelta la dimisión del conseller Buch, responsable de los Mossos.

En este campo de Agramante, no hay un contrapoder que se esfuerza en imponer una legalidad propia, sino una imagen apocalíptica difundida en vídeo para contribuir a dar mejor visibilidad a un problema más que conocido. No hay proyecto, sino tumulto.

Cuando se disipe el humo de la batalla y se haga el recuento de las bajas, se hará difícil justificar el sentido último de tanto estrépito y furia. El Gobierno estima en siete millones de euros los daños a las infraestructuras de transporte; solo en la ciudad de Barcelona, los daños se cifran en otros tres millones. Los cálculos no afectan al deterioro tal vez irreversible del patrimonio más importante para esta pequeña porción de un mundo que «es así»: me refiero a lo que algunos llaman el capital humano.


lunes, 28 de octubre de 2019

TIEMPO DE TRABAJO Y TIEMPO DE VIDA


Quizás el fenómeno de la “feminización” del sindicato, tan comentado a partir de la irrupción de mujeres muy capaces en unos órganos de dirección en los que, sin embargo, los varones aún conservan cierta ventaja, está ayudando a la puesta en valor de una temática laboral más rica en la medida en que se “amplía” a aquello que ocurre fuera del estricto horario laboral, pero que está directamente condicionado por él.

Dicho en breve: las mujeres tienen una mejor percepción del tiempo que los varones. Según una observación de Vittorio Foa, en su libro autobiográfico “El caballo y la torre”, el término ‘tiempo’ tiene dos significados eminentemente distintos: el tiempo abstracto de la fábrica, que abarca las operaciones productivas y se mide con el cronómetro, y el tiempo-duración, aquel en el que se enmarca nuestra existencia, el que nos provoca en su momento arrugas en la piel y el blanqueo de nuestro pelo.

Es este segundo ‘tiempo’ el que perciben mejor las mujeres. Los varones están ─estamos─ demasiado condicionados por la idea de una “centralidad” del trabajo remunerado que nos lleva a clasificar como ‘tiempo lleno’ el dedicado directamente a la producción, y ‘tiempo vacío’ o hueco el restante, el dedicado genéricamente al descanso y al ocio.

En cambio las mujeres están equipadas “de serie” con un reloj biológico que rivaliza en exigencia con el cronómetro de la fábrica; y se ven más o menos obligadas por convención social a una segunda jornada de trabajo centrada en las tareas de mantenimiento, reproducción y providencia, tanto más importantes por cuanto el llamado en tiempos Estado-providencia se ha difuminado sin dejar prácticamente huellas.

Todo ello viene a colocar el tiempo de la vida ─en general para todos, y más específica y urgentemente para las mujeres─ como un objetivo de importancia creciente en la labor tutelar del sindicato. Los temas “estrella” del salario y de las garantías de fijeza y duración en el puesto de trabajo dibujan hoy por hoy un ámbito de protección (por un lado) y de autonomía de las personas (atención a esta idea) claramente insuficiente. Se van abriendo paso conceptos como la decencia, la dignidad de las personas, los valores, los derechos nuevos, la calidad de la vida. Cuestiones que no afectan en rigor más a las mujeres que a los varones, pero hacia las cuales sí muestran ellas una mayor sensibilidad.

No es que todas estas cosas sean una novedad absoluta y no se hayan dicho nunca antes. Por sorpresa, he encontrado en una nota a pie de página de un libro, el siguiente apunte de Karl Marx (en Historia de las doctrinas económicas, y comentando una reflexión anterior de David Ricardo): «Riqueza es el tiempo de que se dispone.»

No es una metáfora ni una exageración. Disponer de más tiempo de vida y para la vida significa para la persona un ámbito mayor de autonomía y de libertad, y este es un objetivo esencial para el sindicalismo, porque de poco valdría mejorar las condiciones materiales de un trabajo esclavo. Desde luego, es esencial asimismo para la política, en la medida en que la política se dirige a dar satisfacción a los intereses críticos de los ciudadanos, y no a los de los consumidores de productos y servicios.

Quizás en lugar de hablar de la centralidad del trabajo, deberíamos preconizar la centralidad del tiempo de vida.


sábado, 26 de octubre de 2019

GRANDES EXPECTATIVAS VERSUS TRIGO MOLIENTE


De siempre es sabido que una cosa es predicar y otra muy distinta dar trigo. Basta para ello consultar el refranero, que es un compendio admirable de la sabiduría no académica que ha ido decantando el pueblo llano gota a gota y generación tras generación.

Una variante posmoderna de esa dicotomía antigua está en la prédica de personas y grupos que, al tiempo que ponen palos en las ruedas para trabar las iniciativas promovidas por políticos progresistas, vienen a proclamar a los cuatro vientos: “nosotros haríamos lo mismo que pretenden estos, pero con mucha más eficacia”.

Pongamos que hablo de Chile. Piñera acusaba a Bachelet de torpeza y se ponía a sí mismo de ejemplo de lo que cabría hacer si lo votaban para la presidencia.

Piñera salió elegido; no intentó mejorar a Bachelet, sino que empezó a hacer todo lo contrario que ella.

Hacer lo contrario, rodar cuesta abajo por la pendiente de la desigualdad, es ciertamente más fácil porque uno no tropieza con los obstáculos interpuestos por los bancos, la patronal, la iglesia y otros poderes fácticos. Pero los resultados para el pueblo llano son contraproducentes. Los poderes fácticos solo recurren al pueblo llano para pedir sus votos; cuando ya los tienen, que les den.

Así hemos llegado a la manifestación gigante de Santiago, ayer viernes: más de un millón de personas en una aglomeración urbana de siete millones. Piñera ha declarado que el país está en guerra. Lo ha dicho escandalizado, como si la guerra no la hubiera montado él. La derecha ignora con una mano lo que está haciendo con la otra, y por consiguiente se hace de nuevas y se escandaliza discretamente. ¿No les han votado a ellos las mayorías? ¿De qué se quejan entonces?

Pero el programa electoral había omitido antes de las urnas las medidas que luego, por arte de birlibirloque, han pasado a ser las prioritarias, las esenciales. Medidas que ahondan en el desamparo y la desigualdad; medidas que duelen.

Oigamos a los manifestantes: «Mi madre fue diagnosticada tardíamente de un cáncer y, sin acceso a ningún tratamiento en el sistema público, murió… Estamos aburridos de que nuestros abuelos tengan pensiones miserables y que nuestras familias se tengan que levantar a las cinco de la mañana para recibir sueldos indignos.» (Cito de elpais.)

Siempre es la misma canción: el progreso de la “nación” ─concepto abstracto, por no llamarlo elucubración─ reclama el sacrificio, incluso el holocausto, de los estamentos más débiles de la ciudadanía nacional, aquellos que reclaman una protección que por desgracia para ellos no resulta rentable, no compensa una inversión que solo podría venir del bolsillo privado de los pudientes porque el Estado se llama andana.

Es una de las razones por las que en el escenario político siempre aparecen muchos más predicadores que gente dispuesta a repartir trigo.


viernes, 25 de octubre de 2019

ELECTORALITIS



Españoles brindando por la exhumación de Franco en el Ateneo Español de Ciudad de México. Foto aparecida en El País.

¿Cómo llamarlo, si no? Pablo Iglesias ha criticado la Exhumación, con mayúsculas, no por sí misma sino por el momento en que ha sido hecha. Ha sido un acto electoralista, ha venido a decir.

Cualquier momento habría sido bueno, cabe decir también. Franco llevaba ahí 44 años, se dice pronto, y nunca se había encontrado el momento oportuno para retirarlo. No lo encontraron Felipe González ni José Luis Rodríguez Zapatero; no quisieron ni oír hablar del tema José María Aznar y Mariano Rajoy, por razones obvias.

Ahora que sí ha llegado por fin el momento, viene el líder de las izquierdas-izquierdas fetén y dice que tampoco. Primero de todo tiene que ser la campaña electoral; todo lo demás debe quedarse para luego. Con el agravante de que llevamos ya años en campaña electoral permanente y esto no tiene trazas de acabar, de modo que la parálisis de país, extendida incluso al desplazamiento de las tumbas de los dictadores y sus adláteres, podría hacernos precipitar a todos en la intemerata. Pablo Iglesias incluido, dado que cualquier propuesta política que haga será por la fuerza de las cosas electoralista.

En el Ateneo Español de Ciudad de México, los viejos republicanos han brindado con champaña para celebrar la retirada de los restos del dictador hacia territorios privados. Será que tienen más sensibilidad y más memoria histórica que quienes están enredados en la telaraña de un presente en formato exclusivamente electoral.

La argumentación de Iglesias es absurda; lo que está bien hecho está bien hecho, y punto. Tanto valdría criticar una subida del salario mínimo o de las pensiones porque estamos en un momento electoral. Guarde usted la perspectiva, caballero, y no desbarre.

O será tal vez un ataque de cuernos, habida cuenta la vigencia de aquel viejo proverbio latino colocado ahora del revés: Vita tua mors mea, todo lo que a ti, Pedro, pueda favorecerte, a mí, Pablo, me mata.


jueves, 24 de octubre de 2019

EL VALLE Y LA CRUZ


En Barcelona teníamos un obelisco de la victoria, en el cruce de las dos arterias principales de la ciudad clásica: Diagonal con Paseo de Gracia.

El obelisco iba cargado antes de una simbología profusa, que luego se hizo desaparecer con discreción. Ya no es el recuerdo de ninguna victoria, pero sigue siendo un símbolo. Los símbolos, por lo general, son verticales. Si no son verticales, de hecho verticalizan sin remedio el tema del que se trate.

La cruz levantada en Cuelgamuros está concebida desde un poderoso impulso vertical, pero ambivalente. Por una parte, podría decirse que asciende de forma enérgica; por otra, que está en trance de desplomarse con todo su enorme peso sobre el valle.

Si se le quita, como se le está quitando hoy, el excedente de parafernalia adherida, la cruz seguirá siendo un símbolo, y seguirá siendo vertical; pero dejará de ser la rememoración de algo que en su momento se quiso configurar como un gran emblema: la tierra de promisión, la predilección divina, la guardia eterna ante los luceros, la unidad y la inmutabilidad de destino en lo universal.

Las grandes palabras y las ansias de eternidad inmóvil retumban en el vacío y despiertan ecos confusos en los muros colgados del valle.

Convenía ya desatascar tanta trascendencia a fin de ver las cosas de España con un realismo modesto, sin grandilocuencia y sin teatralidad. Por eso es tan apropiado, en la dinámica misma de las cosas como son, un traslado oportuno de Cuelgamuros a Mingorrubio. Cada cual en su sitio, y dios en casa de todos. De modo que el valle siga siendo valle y la cruz siga siendo cruz, pero ninguno de los dos sea la cifra, la síntesis, el algoritmo (para decirlo con un viejísimo/novísimo término) de un país que ni está esculpido en piedra y bronces, ni se configura como una estructura monolítica para siempre, ni siquiera es vertical, sino ancha y llanamente horizontal, diverso, enredado y contradictorio.

Y que no reclama inmovilidad sino que, muy al contrario, necesita como el agua crecer, prosperar, cambiar, evolucionar. De modo que lo que está arriba no se quede para siempre arriba, y lo de abajo no tenga por qué estar por más tiempo abajo, subordinado y dependiente de las órdenes y los caprichos de la plana mayor de mando.
  

martes, 22 de octubre de 2019

CUANTO MÁS LEJOS ESTÁ UN ACUERDO


Dice Don Ángel de las Rosas, prestigiosa figura del ius-sindicalismo catalán que no se debe confundir, pero sí añadir, a nuestro Ángel Rozas,a quien solíamos llamar Angelito por su doble condición minúscula y angelical…

Dice, digo, Don Ángel de las Rosas que «la calificada como injusticia de la sentencia actúa como un marco mental que ha puesto en marcha un mecanismo para sentir y vivir como injusta la decisión del alto tribunal.» (1) El apunte es sagaz, hay aquí una especie de pescadilla que se muerde la cola.

Es decir, la sentencia (nos estamos refiriendo a la del Tribunal Supremo sobre las actuaciones del otoño de 2017 en Cataluña, firmada por el juez Marchena) era injusta para una concepción determinada de la política ya antes de dictarse, y fueran los que fueren sus contenidos. No era considerada en tanto que sentencia, sino como un marco mental. Quiere decirse que no importaba el tenor de la letra grande o pequeña del redactado, sino el hecho mismo de que se dictara una sentencia, cualquier sentencia.

La cual, injusta por definición, estaba destinada a poner en marcha un mecanismo «para sentir y vivir como injusta» la decisión, en palabras de De las Rosas. Ese “mecanismo” estaba previsto y cuidadosamente preparado desde antes; la publicación de la sentencia era únicamente el botón que debía accionar el resorte.

El relato de la independencia de Cataluña se basa en este tipo de mecanismos cuidadosa y mediáticamente planificados. Cada nuevo avatar propuesto desde las alturas mediáticas responde a una indignación popular que no es espontánea, sino inducida. Desde los medios de comunicación de la Generalitat se propone de tanto en tanto una nueva indignación para consumo de las masas. La negativa de Pedro Sánchez a hablar con Quim Torra durante su reciente visita a Barcelona ha ejercido como nuevo detonante de una indignación impostada: Quins collons!, ha dicho Quim Torra, el cual no andaba desesperado en busca de soluciones pacificadoras, sino ansioso de descargar el saco de las culpas ─bastante voluminoso a estas alturas─ en un chivo expiatorio propicio.

Más allá de los dimes y diretes, señala Don Ángel de las Rosas en su enjundioso escrito que lo que está en juego es la defensa del autogobierno. Torra está defendiendo fatal sus propias prerrogativas, desde la poltrona que ocupa. Por eso llama Rosas al PSOE y a ERC para que, desde las posiciones de izquierda que se les suponen, contribuyan a extender una posición sensata, a) no dando una respuesta análoga a la de 2017 en una situación que no es similar; y b) propiciando un acuerdo amplio y flexible, porque, dice Rosas, «cuanto más lejos está un acuerdo, más necesario se hace.»

Amén.


lunes, 21 de octubre de 2019

CARPE DIEM


Es decir: atrapa el día, no lo dejes escapar. Es el consejo de Horacio a Leucónoe, en la Oda primera. Porque “dum loquimur, fugerit invida aetas”, mientras hablamos huirá el tiempo envidioso. Y no creas, bella Leucónoe, ni por lo más mínimo en lo que ha de venir: “minimum credula postero.”

En el almuerzo de hoy hemos participado algunos familiares muy veteranos, y mi vecina de mesa nos ha contado que ya no confía en los bancos. Muchos años guardando allí los ahorros, dice; y el banco crece, pero los ahorros no. Su remedio, atrapar el día. “Dicen que la próxima crisis será bancaria. Antes de que todo pete, voy a pulirme el dinero que tengo ahí muerto de risa.”

Los recientes eventos consuetudinarios que acontecen en las rúas de Barcelona nos están dejando a todos un poso amargo: esta no es ya la ciudad alegre y confiada. Pocas perspectivas le vemos mientras las sombras de los incendios siguen pegadas al asfalto derretido y grumoso del suelo; todos o casi todos los contenedores de basura han desaparecido de la perspectiva urbana; las hojas bajas de algunos árboles están chamuscadas y precozmente marchitas; algunas pancartas, que pedían libertad para los presos desde los balcones de pisos primeros y principales del Eixample, han sido lamidas por las llamas de las hogueras y retiradas de su lugar; el calor de los fuegos encendidos con derroche de gasolina ha deformado algunos barrotes. Es mucha la gente que recuerda de pronto aquella película que narraba cosas irrepetibles sucedidas más de un siglo atrás, La ciutat cremada.

Estamos en una versión light de aquella ordalía antigua, pero los efectos psicológicos no son tan distintos. El president Torra intentó sin éxito que el presidente Sánchez le contestara al teléfono. ¿Para qué le llamaba? ¿Qué puede ofrecer quien no tiene nada en las manos y lleva ─utilizo una metáfora de doble sentido─ encendido el chivato que indica que la reserva del depósito de gasolina de su coche está agotada?

Cuando llegó la negativa formal de Sánchez a entrevistarse con el vicario de Waterloo, en las circunstancias actuales y sin una condena previa de los desórdenes violentos, Torra, consciente de la presencia de las cámaras de TV3 que lo filmaban por la puerta abierta de su despacho, se exclamó: “Quins collons!”  

Los exegetas tienen trabajo con la frase en cuestión. Unos pensarán que se refería a los atributos de Sánchez; otros, que a los propios. En el mejor de los casos, la frase lapidaria pasará probablemente a la posteridad como broche definitorio del paso por la Generalitat del señor Torra.

Las encuestas de opinión indican que la ciudadanía no confía en que los problemas se arreglen en el corto plazo. Para muchos, las cosas van claramente a peor. “Carpe diem” es entonces la consigna más adecuada al ánimo intranquilo de tantos barceloneses. No hay la más mínima confianza en lo que está por venir: minima credula postero.


domingo, 20 de octubre de 2019

GASOLINA DE FUERA


«Los chicos de Barcelona ponen las cerillas, pero los adultos de Madrid suministran la gasolina.» Es una frase de John Carlin, hoy en lavanguardia. Una simplificación ingeniosa, pero con un fondo de verdad preocupante.

El problema catalán ha derivado, como advertía yo ayer en estas mismas páginas, hacia una cuestión de orden público. Es una devaluación, en efecto, pero además conlleva serios peligros colaterales: si el orden no se restaura en un tiempo corto, y todo indica que eso no va a suceder, entraremos en la campaña electoral con Cataluña en llamas.

Es una posibilidad no prevista suficientemente en las cuentas del gran capitán de Ferraz, y que una vez se ha hecho presente no interesa lo más mínimo a ninguna de las dos opciones que parten en la pole position para el 10N: Esquerra Republicana en Cataluña, y el PSOE en España. Un malestar agudo por parte de la ciudadanía pacífica, y una repetición en la pantalla amiga de imágenes dantescas a la hora de la sobremesa nocturna, es decir el prime time, pueden conformar tendencias de voto favorables a aquellas opciones políticas que, como le ocurría a Goethe hará un par de siglos, son condescendientes con la injusticia pero en cambio no transigen con el desorden.

Una porción significativa de voto podría emigrar en Cataluña, no hacia sectores moderados que colocan la secesión como segunda, o tercera, o ninguna, prioridad; sino (de nuevo) hacia sectores abiertamente beligerantes tanto con la secesión como con el diálogo; chafando así la guitarra de Quim Torra, cuya insensatez manifiesta y su dejación absoluta de autoridad han dado pábulo (gasolina) a los cerilleros que le han robado bonitamente el plano. Pero asimismo de los correligionarios de Gabriel Rufián, un hombre de partido cuyo moderantismo sobrevenido le ha llevado a ser acusado de traidor (el enésimo de la serie) y de botifler, desde el corazón de la protesta radical.

En el otro escenario, el nacional o estatal, Pedro Sánchez va a tener problemas crecientes por su derecha. Se le exige mayor dureza (ya está respondiendo a esa solicitación) pero también más eficacia en la represión, cuestión ardua en el corto plazo porque desmontar una guerrilla urbana tan solvente no se hace en cuatro días. En este contexto, la nostalgia de la paz del Caudillo, que justo ahora va a ser exhumado y en consecuencia va a volver a la primera plana de los telediarios, sería un ingrediente de riesgo añadido, más gasolina de fuera para la hoguera cuyo epicentro es Cataluña, pero que se extiende por todos los puntos de la rosa de la piel del toro.

Entramos entonces en una carrera paralela: de un lado las propuestas de endurecimiento legal (artículo 155) y puño de hierro con los pirómanos; de otro, los intentos de pacificación, diálogo intenso y medidas transitorias susceptibles de fructificar en una solución definitiva no antes del largo plazo.

No sería imposible que la mayoría de un electorado maduro y muy apremiado por las circunstancias, optase por la sensatez y el restañamiento de las heridas como cuestión prioritaria a dirimir en las urnas; pero habrá de luchar esforzadamente contra el tridente del Apocalipsis cum figuris: Casado, Rivera y Abascal. Con las trompetas, además, de Waterloo y de la CUP resonando en las cuatro esquinas de nuestro pequeño país.


sábado, 19 de octubre de 2019

DEVALUACIÓN


La jornada de ayer da pie a tres valoraciones diferentes: la huelga general fracasó sin excusa posible, la manifestación derivada de la confluencia de las tres marchas fue un éxito considerable, y la exhibición de violencia de la noche fue un espanto.

Barajando las tres valoraciones, es posible llegar a una conclusión de cuál es el núcleo real del “sentimiento” independentista, tan ajeno a la política que se superpone a él, y dónde están sus límites.

Estuve paseando entre los manifestantes del centro de Barcelona, a eso de las seis de la tarde, después de los parlamentos de Paluzie y Mauri. Había allí muchísima gente joven, cansada de la larga caminata. Las papeleras del Paseo de Gracia rebosaban de latas vacías de distintas bebidas, con predominio de la cocacola. Grupos mixtos de jóvenes se habían sentado en el suelo en corro, y hacían broma; en su mayoría venían de lejos. Los bares abiertos, que eran casi todos, en un perímetro de unos 500 metros por lo menos en torno al eje central (mi caminata no pasó de ese círculo, de modo que no sé qué pasaba más allá) y las terrazas adyacentes, estaban abarrotados de personas envueltas en esteladas o luciendo camisetas azulonas en las que estaba escrito el lema “Objectiu: independència”. Había muchos niños, que jugaban. Observé personas de pelo blanco y parejas mayores que tenían los andares bamboleantes característicos del payés; algunos miraban boquiabiertos la Casa Batlló como si fuera la primera vez que la veían. Muchos/as jóvenes se abrazaban para hacerse un selfie con las banderas desplegadas de fondo. El ambiente era festivo, sin ninguna agresividad. Poco a poco, los grupos se ponían en marcha y se dispersaban hacia el lugar donde estaba aparcado el medio mecánico que había de devolverles a su casa. Algunos entraban en uno de esos edificios de viviendas de alquiler por días que tanto han proliferado en el Eixample. No había transporte urbano de superficie, de modo que todos los desplazamientos se hacían a pie.

Diría que la cuestión propiamente política había desaparecido del primer plano. Pocas siglas aparentes, ningún servicio de orden, ningún grito ni consigna. Circulaban zigzagueando entre la multitud que ocupaba la calzada jóvenes en bicicleta, posiblemente algunos de ellos en misión de scouts, de observadores que luego transmitían de alguna forma los datos recogidos a algún centro logístico. Eran la única indicación de que podía haber algún designio político en aquel aplec en el que solo faltaba la música autóctona en los altavoces.

Por la noche, el vandalismo sobrevenido apareció como algo extraño e incluso contrario al espíritu de la jornada. Aquellos jóvenes pirómanos fueron objeto de reprobación por parte de los vecinos, que les gritaban que se fueran a otra parte. 

El papel que cumplieron los incendios de contenedores y las pedradas a la policía fue el de borrar hasta hacer desaparecer la imagen anterior, plácidamente reivindicativa. Los movimientos de manual de una guerrilla urbana entrenada, en forma de pequeños grupos de vanguardia despegados del conjunto de la gente, tuvieron como objeto (como “relato”, si se prefiere el término) el asalto al centro de un escenario en el que la política estaba ausente desde primera hora de la mañana, cuando la huelga no consiguió cuajar ni siquiera entre los funcionarios.

Después de la judicialización de la política catalana, este segundo round tiende a convertirla en un problema de orden público.

Es la segunda devaluación de Cataluña, de su problema y de sus circunstancias. Una devaluación agravada por la falta de conciencia de las coordenadas reales del problema por parte de los políticos de todos los puntos de la rosa de los vientos. Nadie se ocupa de averiguar por qué los catalanes no están dispuestos a ir a una huelga política por la independencia ni aprueban el activismo antisistema, y en cambio aparecen una y otra vez masivamente en las fiestas señaladas, con talante plácido y festivo, para decir: aquí estamos, esto somos, esto queremos, hágannos caso señores de arriba y busquen las soluciones pertinentes.


jueves, 17 de octubre de 2019

INFILTRADORES


El muy honorable (por protocolo) presidente de la Generalitat señor Quim Torra ha echado la culpa de la violencia presente y ampliamente documentada en Cataluña a los “infiltrados”. 

Vayamos por partes, infiltrados según la definición clásica, haberlos haylos, señala un informe de la policía. Son grupúsculos anarquistas y antisistema de otras latitudes que han venido, en una especie de internacional de los insumisos, a sumarse a los festejos programados trayendo consigo su propia pirotecnia y situándose claramente al margen de las consignas establecidas desde los cuarteles generales de la ANC y los CDR, después del preceptivo conciliábulo con las clavegueras de la Generalitat.

Pero esos infiltrados no son el elemento clave que ha venido a desestabilizar una protesta cívica y pacífica en esencia. Son marginales de origen y están al margen del grueso de la movida programada. Son en todo caso un a más a más; lo que en comparación resultaría de una excrecencia cartilaginosa adyacente a una malformación genética.

En la escalada de violencia que se ha ido imprimiendo de día en día con formas imaginativas a las protestas por la sentencia, la mayoría de los/las detenidos/as son catalanes de origen, muy jóvenes y sin ficha policial. Es decir, para precisar un poco más su perfil: estudiantes atentos, buenos ciudadanos en agraz, meritorios que esperan obtener el aplauso de sus mayores, auténticos infiltrados o inoculados por la inyección de ese virus epidémico que viene repitiéndose en todos los tonos: “Ara es l’hora”, “Ara o mai”, “Ho tornarem a fer”, o incluso, en latín clásico: “Donec perficiam”.

Hay mayoritariamente infiltrados de ese tipo en los desórdenes catalanes, y hay, claro está, infiltradores. Infiltradores son quienes difunden esos mantras, quienes creen que todos los sacrificios ajenos valen como combustible en la hoguera de las vanidades que están montando en beneficio propio.

Pero atención, el fuego que los infiltradores están atizando consume energías no renovables en más de un sentido. Una juventud sin futuro está ardiendo en la pira de una república en potencia que es unilateral, unidireccional y totalitaria. ¿A quién le echaremos la culpa cuando finalice la actual y vistosa sesión de fuegos artificiales?


miércoles, 16 de octubre de 2019

DOBLE VERDAD


Asistimos en estos momentos en Cataluña, según la información oficial que se nos dispensa, a una movilización pacífica y espontánea de la ciudadanía contra las condenas a los políticos, la cual es reprimida pacíficamente también por los Mossos, que tratan de proteger a la buena gente de los sinsabores potenciales de una acusación injusta por sedición, a cargo de unos fiscales perversos.

La explicación no acaba de cuadrar con las imágenes emitidas por las cadenas de televisión. Son imágenes en directo y en continuo, no puede alegarse que han sido seleccionadas y manipuladas. Incluso los organismos oficiales reconocen que la reacción a las condenas no está siendo todo lo pacífica que debería, si bien llaman a la comprensión del mundo mundial dada la magnitud de la venganza de los aparatos de un Estado opresor contra personas cuyo único delito consistió en poner las urnas.

La labor de maquillaje mediático alcanza tanto a las consecuencias como a las causas de esta situación. Se destila una doble verdad impostada y contradictoria. En una Cataluña pacífica, la movilización ciudadana eminentemente pacífica ─bueno, sí, con invasión de aeropuerto, intentos de forzar la entrada en la sede de las instituciones, cortes de carreteras y ferrocarriles, quema de contenedores, etc.─ está siendo pacíficamente tutelada ─bueno, sí, a porrazos y pelotazos de goma─ por unas fuerzas del orden cumplidoras de su estricto deber, porque en este país el orden público es religiosamente respetado y respetable.

Con la boca chica se reconoce que hay violentos en algún lugar de esta performance, pero se aclara que son marginales y ajenos a la cuestión. La opción elegida por nuestros comunicadores es, como de costumbre, omitir todo lo no relacionado con el núcleo inicial del conflicto (unos se habrían limitado a poner las urnas, otros se vengan de ellos con condenas judiciales excesivas sea cual fuere su dimensión); y en particular se deja en la sombra el hecho de que desde el Palau de la Generalitat se sigue animando a la “resistencia”, a la vez que se justifica su represión.

Ciento treinta heridos o lesionados, y un ojo perdido, es el balance hasta el momento. Los indicios son de que la escalada va a proseguir. Podría haber muertos y de quién sería la culpa, como ha señalado Xavier Vidal-Folch. El oráculo orate de Waterloo ya ha acomodado tal vicisitud en su relato: en Euskadi hubo cerca de mil muertos y no se aplicó el 155, dice. Ergo, hay margen de sobra, sería la conclusión tácita. 

Si se calla el hecho de que en el origen de esta situación estuvo el forzamiento consciente por el Parlament y el Govern de todas las legislaciones competentes para promulgar unas “leyes de desconexión” sin el respaldo exigible a semejante iniciativa, todo lo demás que se nos cuenta resulta una jerigonza incomprensible, sin lógica ni coherencia.

«No nos entienden», dicen compungidos quienes al observar el entorno concluyen sotto voce que «estamos en el buen camino». En eso al menos llevan la razón. No les entendemos.


martes, 15 de octubre de 2019

FOA



Vittorio Foa

Es un político singular el que, después de ejercer de diputado en una Asamblea constituyente, es decir de “padre de la patria”, dimite de sus cargos en “palacio” para ocupar un puesto modesto en el gabinete de estudios de un sindicato.

Vittorio Foa lo hizo, en 1947. Y en el sindicato al que dedicó su vocación más sincera, reclamó con toda energía un mayor protagonismo político de la organización unitaria de los trabajadores. Explica Andrea Ricciardi (1) que «pidió al sindicato la elaboración de una política de largo aliento para la reconstrucción política, que no se tradujera únicamente en la reivindicación de aumentos salariales y en la defensa del puesto de trabajo (su adhesión al Piano del Lavoro propuesto por Di Vittorio confirmaría más tarde la función política que Foa asignaba al sindicato). Antes, como diputado de la Constituyente, había pedido ─en vano─ la constitución de un alto tribunal de justicia encargado de examinar las medidas económicas para verificar su compatibilidad con las exigencias primarias de todos los ciudadanos y limitar la influencia de los poderes económicos…»

En 1970 dejó también el sindicato (y paralelamente su militancia en un partido pequeño pero propagandista de la unidad de clase, el PSIUP, Partido Socialista de Unidad Proletaria), para estudiar Historia y dedicarse a la enseñanza. ¿La razón? Él lo explicó de la siguiente manera: «El pasado no nos da respuestas, pero nos permite formular mejor las preguntas.» Una intuición certera que viene a completarse con otra formulada muy tardíamente, en 1999, cuando ya eran visibles los efectos de la globalización y la financiarización en la organización posfordista de la producción. Dijo entonces que su método de trabajo era el «realismo analítico», y añadió que «para poder construir el futuro antes es necesario, de algún modo, presagiarlo».  

Así, sus estudios del tradeunionismo inglés en los años veinte del pasado siglo cristalizaron en un libro tan indispensable como sorprendente: La Gerusalemme rimandata, una llamada a la construcción del socialismo desde abajo, utilizando las dos grandes palancas de la autonomía y la participación.

Porque, dice Foa, el socialismo únicamente puede construirse desde la sociedad, como un impulso de abajo arriba. Socialismo ─así lo dejó escrito en un artículo en Mondoperaio─ no es otra cosa que «el control colectivo de las fuerzas de producción». La autonomía es, entonces, un valor universal, un “empoderamiento” (para emplear un término que poco a poco va dejando de estar de moda) tanto más necesario cuanto más descendemos en la escala social. Y la autonomía exige como correlato la participación activa, y no el simple asentimiento o el ritual del voto, para la construcción de una democracia socialista (y una democracia plena difícilmente puede ser otra cosa que socialista).

Vittorio Foa se apuntó, en consecuencia, a la utopía cotidiana. A la descentralización, al autogobierno, al valor democrático del conflicto, al desarrollo de las fuerzas productivas en dirección a una mayor libertad y autoconciencia. Estuvo activo en muchas formaciones políticas, pero desde la legítima desconfianza hacia los partidos, que veía como «maquinarias políticas peligrosas de estructura piramidal, tendencialmente autorreferenciales e incapaces de relacionarse con la totalidad de los ciudadanos, con el resultado de favorecer únicamente intereses particulares e impulsos neocorporativos, y de no tener en cuenta suficientemente la condición de quienes, privados de representación y de protección social, se ven empujados a los márgenes de una democracia no lo bastante inclusiva ni participativa.»

Un hereje de las ideologías; y un reformista radical.



Foa junto a Bruno Trentin: dos reformistas radicales, o radicales reformistas, compañeros de trabajo largos años en el sindicato, de pensamiento distinto pero ambos plenamente compatibles. Y dos grandes amigos.


(1) “Vittorio Foa tra accionarismo e socialismo”, en Vittorio Foa e le transformazioni della società italiana, a cura di Amos Andreoni y Enrico Pugliese, Ediesse 2011. Andrea Ricciardi tiene el doctorado de investigación en Historia de la Sociedad, y colabora con la Università degli Studi de Milán.
   

lunes, 14 de octubre de 2019

UN BAÑO DE REALIDAD


La sentencia sobre el procés, conocida en todos sus pormenores esta mañana, ha sido sobre todo un baño de realidad.

La esfera política de la Cataluña oficial levitaba. De las encuestas que daban a un 85% de la ciudadanía como favorable a un referéndum consensuado, se extrajo la consecuencia de que existía una mayoría consistente y aguerrida dispuesta a conseguir la independencia con urgencia y por cualquier medio, unilateral incluso.

No era lo mismo.

Se confundió de forma interesada el malestar sordo por el problema de fondo, con las vías más drásticas para resolverlo. Hubo autoengaño por parte de una parcela de la clase política que pensó que el proceso sería fácil, corto y pacífico; que el único ingrediente necesario para activar la receta era el coraje; que los dubitativos y los poco aficionados a “mojarse” seguirían sin rechistar la marcha enérgica de una vanguardia triunfal; que la acreditada “bondad” personal de los dirigentes (pienso sobre todo en Junqueras, en Romeva, en Rovira, en Comín, y en el alarde que han hecho de su propia excelencia) era la mejor garantía para el éxito de la operación en su conjunto.

El autoengaño fue trasladado pedagógicamente a una parte de la ciudadanía muy dispuesta a escuchar las voces procedentes de arriba. Escuchaban a Turull o a Jordi Sánchez y creían estar oyendo la voz de Artur Mas o la de Jordi Pujol.

Pero ni Pujol ni Mas han salido salpicados por este proceso. Maestros en el arte de nadar y guardar la ropa, sus actuaciones y sus declaraciones a lo largo de varios años han sido mucho menos imprudentes en relación con el “tigre de papel” de los aparatos de Estado que las de esa nueva generación floreciente que acaba de ser inhabilitada y encerrada en seguro por una sentencia que ni siquiera ha buscado el ensañamiento.

Queda, naturalmente, la vía de los recursos a Europa; y también se emitirán a Europa nuevas órdenes de busca y captura de los Puigdemont de Alfarache que pisaron el teatrillo de las instituciones con menos ingenuidad y más dosis de picaresca que sus vecinos.

No se percibe qué podrían cambiar esas vicisitudes pendientes en la realidad dolorosa que la sentencia hace gravitar sobre (lo digo en versos de Dante) una Cataluña “serva, di dolore ostello; nave senza nocchiere in gran tempesta; non donna di provincie, ma bordello.”