jueves, 31 de marzo de 2022

MADRID BIEN VALE UNA CROQUETA


 

Croquetas confeccionadas para la celebración de las bodas de oro de Carmen y mías, en marzo de 2020. No son golosinas de diseño, responden a una larga y sabia tradición artesana de la familia Martorell.

 

Dice un periódico madrileño que las mejores croquetas del mundo se comen en Madrid. Puede, a mí no me consta. También dice el mismo periódico que Marbella es la localidad más exclusiva del mundo, y eso ya es hasta cierto punto comprobable porque entra en juego el número de brigadas policiales y de seguratas privados. Ser exclusivo es un título, pero quizá no tan deseable como podría parecer a primera vista.

La Novena Sinfonía de Beethoven pasa por ser la pieza musical por excelencia, la number one de la historia. Sobre ese tema hay, digamos, un gran consenso, lo que no impide que muchos melómanos (yo mismo) estemos dispuestos a apostar por otras opciones de excelencia. Recuerdo incluso que en mi lejana adolescencia, y puedo dar fe de ello, había oyentes entusiastas que consideraban demasiado seca la versión de la Novena por Von Karajan y habrían preferido con mucho escuchar lo que hacía con aquel material sonoro la orquesta de Ray Coniff, o incluso la de Frank Pourcel.

Los latinos afirmaron que no hay disputa posible sobre gustos; Albert Einstein nos aportó el conocimiento adicional de que en este mundo todo es relativo.

La croqueta, también. La exclusividad, lo mismo. La prisión de Alcatraz podría ser más exclusiva incluso que Marbella, y yo mismo sin ir más lejos he saboreado excelentes croquetas que no eran madrileñas ni por el forro. Los diarios no deberían confundir la información con la opinión, ni barrer de esa forma para casa.

A menos que estén haciendo populismo. Eso lo explicaría todo. Para los cartageneros, no hay lugar en el mundo que pueda compararse con Cartagena, y en ese punto no hay transacción posible. Para los madrileños, en cambio, la opción es “de Madrid al cielo”, y para los napolitanos el desiderátum es ver Nápoles y después morir.

Acepten que las cosas son así. De vuelta de una larga misión diplomática en Roma, el poeta renacentista Joachim Du Bellay escribió que estimaba más “mon petit Liré que le Mont Palatin”. Y era Roma. Y él era un clasicista convencido.

Quizás tenía razón. Lo que de seguro no vale es la regla de que las preferencias de gustos tengan que ser universales, y sujetas a un ránking riguroso. Escuchen ustedes a Einstein.



Los presuntos implicados, antes de llegar al "temps des cerises", pero superado ya el "temps des croquettes"

miércoles, 30 de marzo de 2022

LOS VIEJOS TIEMPOS


 

Pulpos puestos a secar junto a la playa de Avra, en Egina, Grecia.

 

“Les morts sont tous des braves types”

G. Brassens, “Le temps passé”

El culto a los viejos tiempos no sirve para nada. Para casi nada, rectifico para no parecer demasiado radical en mis apreciaciones.

Tengo sobre la mesa un papelito con una cita de una lectura reciente. Dice así: «Los viejos tiempos, como decía mi padre, si no te andas con cuidado, acabarán destripándote igual que un pescado». La frase aparece en una novela estimable de Amor Towles, “Normas de cortesía”, que cuenta la historia de una mujer que lucha por abrirse paso en la ciudad de Nueva York, en la industria editorial y en el seno de una clase que no es la suya. Para ese triple desafío debe pertrecharse con mucho realismo y mucho sentido común, y olvidarse de endechas al estilo de don Jorge Manrique.

A propósito, de las Coplas a la muerte de su padre, todos recuerdan ese verso más el pie quebrado de rigor: «Cualquiera tiempo pasado / fue mejor». Pero suele olvidarse la objeción colocada inmediatamente antes por el poeta: “a nuestro parescer”. Manrique psicologizaba, no dictaba sentencia sobre cuáles tiempos habían sido mejores o peores.

Y esa sensación psicológica de pérdida inconcreta, utilizada por nuestra memoria como apoyo precario al presente incierto, y no como historia rigurosa, es precisamente, añado yo ahora apoyado en la autoridad del señor Towles, la razón de que nuestros recuerdos de los viejos tiempos aparezcan limpios de tripas, espinas y sangre, como un pescado aliñado y listo para el consumo.

El tiempo nos da mil ocasiones para evocar las ilusiones y las oportunidades perdidas, pero no nos devuelve nunca los entresijos, todo aquello que hizo tan distinto el presente lejano de su recuerdo actual como pasado. Visionamos la historia como una sucesión de monumentos, de efemérides y de grandes personajes pronunciando palabras profundas y eternas. Son muy pocas las ocasiones en las que las caretas caen y los eméritos se ven acosados por sus propias responsabilidades mal ejercidas.

 

 

lunes, 28 de marzo de 2022

LÍOS JUDICIALES

 


Carátula del DVD de la película “El hotel de los líos”, de los Hermanos Marx.

 

De la judicialización de la política vamos derivando con paso firme y seguro a la de la antipolítica. Nuestros “patriotas” de diferentes derechas, todas ellas sagradas, andan alerta para ver cómo esquivan las embestidas que les vienen de juzgados de diversa jerarquía y origen, unos de España y otros del extranjero.

Por poner un ejemplo bien conocido, Laura Borràs está como está, pendiente de un hilo que puede dejar a los Junts todavía más desamparados de fuero y de huevo. Cuando le llegue la sentencia, previsiblemente condenatoria, de su bonito caso de corrupción “de libro”, habrá de dejar la presidencia del Parlament, último bastión de su grupo en las instituciones catalanas. Elisenda Paluzíe, alma inquieta si las hay, se propone llegado el caso irrumpir en la liza, inscribiendo a su ANC como partido político, presentándose a elecciones referendarias, y desatando a los CDR de cualquier compromiso de moderación. Lo cual supondría una leve enmienda a lo cantado por el poeta Bernardo López sobre el Dos de Mayo: «¡Guerra!, gritó ante el altar / la Paluzíe con ira…», etc.

(“Tiemblen después de haber reído”, como sugería la revista satírica La Codorniz en su última página.)

Sobre la sede del PP en la calle Génova está todo dicho, visto y sentenciado. “Nosotros no estamos aquí”, declaró solemnemente Pablo Casado como colofón de la causa. Lo dijo desde una Génova reformada en B, para separar de forma drástica el partido de la sede del partido, en la cual el partido sigue realizando sus tareas diarias de partido sin impedimento alguno por parte de los agentes de la justicia, hasta que lleguen las calendas griegas y el asunto tenga alguna desembocadura, sea esta la que fuere.

Si no entienden bien el problema, no se preocupen; el 97,8% de los españoles ven reconocida su razón cuando demandan justicia a los tribunales, como se nos recuerda hoy mismo en el blog vecino de José Luis López Bulla. El pleito de Génova iría incluido en ese porcentaje, pero también en otro no tan bien conocido, por el cual un tanto por ciento de los condenados en estrados se pasan la sentencia por el forro de los pantalones. Sería pedagógico conocer ese porcentaje no muy aireado.

(Si buscan más información sobre la “anomalía” de la sede de Génova, les recomiendo el visionado de una película de los Hermanos Marx, titulada “El hotel de los líos”. Allí queda todo explicado ce por be.)

El caso de Iván Espinosa de los Monteros, portavoz parlamentario de Vox, es parecido. Él y su señora doña Rocío Monasterio se reformaron una vivienda de cinco plantas en el barrio señorial de Chamartín de la Rosa, en Madrid, actuando bajo la personalidad jurídica de una sociedad interpuesta. A la hora de pagar la factura, la sociedad se disolvió y si te he visto no me acuerdo. La constructora demandó a don Iván, y este fue condenado a pagar en varias sentencias sucesivas que fueron recurridas en debida forma hasta llegar al Supremo, que también le ha condenado a pagar el principal, las costas y las demoras. A la vista de la inacción absoluta del condenado, el Supremo ha ordenado embargar su sueldo de parlamentario, más de ocho mil euros mensuales, dado que el embargo ya ejercido sobre sus cuentas corrientes no da de sí para hacer frente a la deuda. Siguiendo las prescripciones de la ley, el condenado deberá recibir de su salario nominal una cantidad equivalente al salario mínimo interprofesional. Sí, aquello a cuyo incremento se opuso Vox en su momento, con todas sus energías.

(El único comentario conocido hasta ahora de don Iván es que él sí quiere pagar, pero nadie le ha indicado hasta ahora dónde debe hacerlo. Créanlo o no.)

Y por último, last but no least, tenemos el caso del ciudadano Juan Carlos Borbón y Borbón, que propone una parábola algo distinta pero asimismo ejemplar. Aquí el desencadenante del lío fue un fiscal suizo que descubrió hace años, en manos de la mujer de negocios Corinna Larsen, una pelota de 65 millones de euros procedente sin la menor duda de una cuenta secreta suiza a nombre del Ex por antonomasia. Alguna explicación se tenía que dar, y los implicados concordaron en que se trataba de un regalo romántico del Emérito inmune a su amiga del alma. El fiscal se vio forzado a dar marcha atrás, pero entonces Corinna se atuvo a la versión oficial: “Santa Rita, lo que se da no se quita”, dijo, y a pesar de amenazas bastante poco caballerosas por parte de la primera parte contratante, no devolvió el dinero y además denunció al Borbón por acoso ante la justicia británica.

Los tribunales británicos tienen en casa su propia familia real con todos sus bemoles, de modo que no se han sentido intimidados por los apellidos del encausado, y han decidido que su inmunidad constitucional no es aplicable al caso.

(Qué vergüenza, la judicatura británica. El señor Lesmes se rasgará la toga un día de estos, y tendremos todos un disgusto porque se trata de una toga de seda, de primera calidad y altísimo precio.)

Y mientras ocurre todo esto, y más que me callo, los ciudadanos seguimos esperando un gesto del señor Feijoo, flamante jefe de la oposición leal, para renovar un poder judicial que lleva ya más años caducado que el canalillo.

Feijoo ha criticado en fecha reciente la inactividad vergonzosa del presidente Sánchez frente a la crisis. Sería hora de que diese un paso al frente y se aplicara el cuento a sí mismo. ¿Se juegan algo a que no lo hará?

 

sábado, 26 de marzo de 2022

INQUISICIÓN Y TELENOVELA

 


Paul Delvaux, “Incendio”. Una visión surreal, muy del momento que vivimos.

 

Según Laurence Débray, hija rebelde de revolucionarios y admiradora del rey emérito, sobre el que publica ahora un libro titulado “Mi rey caído”, España es un país “mezcla de inquisición y telenovela”.

La frase trasuda esa superioridad afectada de muchos franceses hacia todo lo que queda al sur de los Pirineos, pero se ajusta bastante bien a lo que acaba de decir Alberto Núñez Feijoo sobre Pedro Sánchez. Afirma el jefe nominal de nuestra leal oposición que nunca ha visto tanta dejadez, parsimonia e incompetencia de un gobierno ante la crisis.

Ya es paradoja que, mientras Feijoo se sacaba de la mochila esa dosis de inquisición y telenovela mezcladas, Sánchez se encontraba en Bruselas y allí conseguía arrancar, de la Unión Europea en general y de la ordenancista Alemania en particular, la llamada “excepción ibérica” para abaratar los precios de la energía. Feijoo perdía por el camino, de ese modo, una excelente ocasión para hacer gala de patriotismo y respaldar a su gobierno en una iniciativa bien dirigida a mejorar las expectativas de la ciudadanía (de toda la ciudadanía, no de las élites mimadas desde siempre por los populares) frente a una crisis de características extremadamente duras.

Inquisición implacable contra el gobierno de progreso, y telenovela fantasiosa respecto de la propia actuación: esas parecen ser las coordenadas de nuestra oposición extravagante y caprichosa. Ese es el sentido en el que me parecen válidas las palabras despectivas de la hija de Régis Débray (casada con un hijo de Servan-Schreiber, para mayor poti-poti).

Y es que tenemos aquí una oposición que no nos merecemos. No se percibe mejora desde que Fra Casado descendió al limbo de las almas en pena. Tal vez se le hayan contagiado a Don Alberto, el prohombre de Ourense, las mismas características en la acción política que adornaron a Don Mariano, el Augusto de Pontevedra.

Me refiero a su dejadez, su parsimonia y su indolencia ante la crisis, que han devenido legendarias.

 


jueves, 24 de marzo de 2022

LA TERCERA OLA

 


Los sindicatos de trabajadoras y trabajadores están siendo una de las mayores fuerzas de estabilidad y de cohesión, en una situación crítica para el país. Hoy la puerta de la sede de CCOO en Barcelona ha sido, de nuevo, atacada y ensuciada por un piquete de huelguistas. Es un hecho que define la huelga misma y sus razones.

 

Esta es una propuesta de explicación, apenas un par de pinceladas y no un análisis acabado. Si resulta o no acertado en sus líneas generales, toca a mis lectores decidirlo, más que a mí mismo.

Desde que Mariano Rajoy perdió el gobierno por una moción de censura votada en una tarde parlamentaria aciaga, de la que él prefirió ausentarse en beneficio de una larguísima sobremesa alcohólica en un restaurante de la plaza Independencia, las derechas patrias han intentado recuperar su puesto en el puente de mando del ejecutivo por medio de tres grandes operaciones de acoso y derribo de la coalición de progreso.

La pandemia fue la primera coyuntura considerada propicia para la desestabilización. Los dardos principales se dirigieron, además de a una condena general del “sanchismo”, contra el ministro Illa, el doctor Fernando Simón y el líder de Podemos Pablo Iglesias, al que se acusó sin razón alguna de tener vara alta en la gestión de las residencias geriátricas. (Hay responsabilidades pendientes todavía, en aquel mini holocausto.) En el Congreso de los Diputados y en los medios de comunicación afines a las fuerzas de la caverna y de la taberna (tomo la imagen de una feliz expresión de José Luis López Bulla), las descalificaciones se convirtieron rápidamente en insultos descarnados. La crisis sanitaria se gestionó bastante bien, sin embargo, desde el gobierno; lo cual no atemperó las críticas sino que, muy al contrario, afiló los insultos con el añadido de mentiras. Vivíamos en el fake, porque algunos esperaban que este trajera una vuelta de los de siempre al gobierno. En Cataluña, el mismo procedimiento fue utilizado con la misma finalidad de socavar la solidez del Ejecutivo y conseguir así un resultado imposible. Desde ambos flancos, se intentó echar sobre el gobierno de España la culpa íntegra de la difusión mundial de un virus chino.

El intento fracasó, y llegó a su tiempo una segunda ola que aportó una mutación en el ADN del Partido Popular. Ocurrió que tanto despliegue de retórica antipolítica sobre la pandemia y sus circunstancias tuvo como único resultado constatable el crecimiento desmesurado de la hasta entonces residual derecha situada a la derecha del PP. Sucesivas elecciones menores dieron el gobierno de varias autonomías a una coalición PP-Vox, en la que la segunda fuerza ejercía de clase de tropa y la primera ostentaba los entorchados. El líder del PP, Pablo Casado, creyó que aquella ola podía llevarle hasta la Moncloa, sobre todo después de que en la polvareda de la batalla de Madrid se perdió de forma definitiva la coleta de Pablo Iglesias, bien fuera por un error de cálculo suyo o por un reconocimiento tácito de que la hazaña que se había propuesto – ocupar en un salto prodigioso el centro del tablero político – quedaba demasiado lejos de sus solas fuerzas.

El final de la segunda ola llegó en Castilla y León, cuando Vox exigió ir más lejos de una disciplina genérica de voto, y Mañueco se vio forzado a concederle una vicepresidencia y varias consejerías. Se traspasó una línea rojade nivel internacional, lo cual (es por lo menos mi opinión) provocó una reacción con guante de seda del Grupo Popular Europeo, que dejó de considerar fiable a Casado y agilizó su defenestración mediante el entremés de una conjura de pasillos o de antesalas.

Europa estaba en esos momentos tentándose la ropa ante una nueva crisis, militar en este caso, motivada por el conflicto muy profundo entre Ucrania y Rusia, con sucesos previos tales como la anexión de Crimea y los referéndums favorables a Rusia en Donetsk y Lugansk. Putin se había contenido en el tiempo de la Administración Trump, porque abrigaba esperanzas de conseguir sus objetivos imperiales por la vía pacífica, con acercamientos tácticos a las ultraderechas europeas (curiosamente, también Ucrania se escoró a la ultraderecha frente a las presiones rusas). La llegada de Joe Biden a la presidencia de EEUU, y el reforzamiento inmediato de la tela de araña de las bases de la ya casi considerada obsoleta OTAN en torno a Rusia, hicieron que Putin, un hombre de los servicios secretos, perdiera la paciencia y muy verosímilmente también la perspectiva de la situación.

Estalló la guerra, o si ustedes lo prefieren, la “actividad militar especial”.

Y empezaron asimismo los daños colaterales. El gas, el petróleo, las redes europeas de transporte de mercancías, el precio de la electricidad, el peligro de desabastecimiento.

La tercera ola del ataque al gobierno español de progreso ha tomado pie en esta situación, y revestido la forma exterior de una huelga del transporte por carretera. Una huelga de características altamente anómalas, y ahí lo dejo, porque son muchos los análisis justos que he leído sobre el tema.

En el sector son muy mayoritarios los autopatronos y los autónomos, verdaderos o falsos. Gente sensible a los reclamos simples de Vox, un partido que se ha situado al hilo de la crisis en el primer plano de la oposición, por delante de un Feijoo que aún medita cómo situarse. Las redes mundiales de transporte basadas en el tráfico marítimo de portacontenedores y en la distribución a partir de los puertos con camiones hasta los centros de consumo, hace tiempo que han sido criticadas como no sostenibles. La patronal se enfrenta a una reconversión a muy corto plazo, por motivos de transición energética pero también simplemente laborales, relacionados con las formas inhumanas de la prestación del trabajo. Será necesario buscar alternativas para las personas, muy mayoritariamente varones, obligadas actualmente a jornadas interminables y mal pagadas, a los turnos forzosos, los riesgos de accidente, las noches en el camastro en la cabina del camión, el aislamiento y la marginalidad social, la droga como remedio para superar los obstáculos y hacer posible la entrega just in time.

Los dirigentes de la huelga han declarado que no pararán hasta hacer caer al gobierno Sánchez. La patronal agropecuaria anda por los mismos derroteros, forzada como se ve a una solución tan destructiva del medio ambiente como son las macrogranjas, para conseguir alguna rentabilidad frente a unos intermediarios que les aprietan de forma exagerada.

El sudoku es de resolución difícil para el gobierno de progreso. Difícil, pero obligada. Sería preferible contar en la ocasión con una ciudadanía menos egoísta y más cooperativa. Pero como habría dicho Luis Romero (Alfredo Clemente lo comentaba el otro día en FB), “con este barro hemos de hacer el muñeco”.

  

miércoles, 23 de marzo de 2022

DE LA INDÓCIL LIBERTAD DE ALGUNOS ALIADOS



Michel de Montaigne, retrato hacia 1570

 

Comparezco para anunciarles que, asediado como me encuentro por una realidad poco amable, he recurrido a la lectura de Montaigne. Nunca antes leí los “Ensayos” de corrido, solo algunas porciones escogidas entre las que he reencontrado con placer el capítulo “Que philosopher, c’est apprendre à mourir”, que filosofar es aprender a morir, una meditación de un valor permanente para observar la realidad desde una distancia humana, sin miedos y sin ilusiones.

Nos encontramos en estos días ante una tormenta perfecta: un contexto de guerra no tan lejana, depresión económica generalizada, desabastecimiento incipiente, protesta en la calle de profesionales llevados al límite de la subsistencia por las circunstancias, debilidad del Estado como “cielo protector”, y mucha letra pequeña en las cláusulas de los contratos internacionales que podrían ayudar a garantizar la superación de los principales obstáculos y, en definitiva, la supervivencia.

Mantengo una actitud positiva en general, unida a la conciencia de que por todos estos desfiladeros hay que pasar necesariamente, y que un proyecto de progreso no presupone un avance en línea recta por un terreno despejado, sino un trayecto sinuoso, lleno de meandros, de retrocesos aparentes y de iniciativas basadas en el principio del ensayo y el error.

Montaigne es un buen compañero para asentar esa disposición de ánimo, escéptica y estoica, y por ello insobornablemente libre. Por añadidura, me provocan un regocijo especial algunos de los ejemplos “a la pata la llana” que saca a relucir a propósito de sus meditaciones. Este es uno de ellos, referido a la “indocilidad” de determinado adminículo orgánico propio de los varones: «On a raison de remarquer l’indocile liberté de ce membre s’ingérant si importunément lorsque nous n’en avons que faire, et défaillant si importunément lorsque nous en avons le plus affaire».*

Muchos miembros del cuerpo social se están comportando también de la manera que se indica: son inoportunamente protestones cuando las cosas se encaminan en la buena dirección, y en cambio se retraen con una inoportuna e incomprensible flaccidez cuando más necesario sería su protagonismo en situaciones de mucho compromiso. Algún etimólogo sabio les calificaría de “gilipollas”. Con perdón.

 

  (  * “Se ha criticado con razón la indócil libertad de ese miembro que se entromete tan inoportunamente cuando no lo necesitamos para nada, y desfallece en cambio con la misma inoportunidad cuando más lo necesitamos.” (Versión libre, mía)

  

lunes, 21 de marzo de 2022

DA CAPO

 


Homenaje al Día del Padre: Carmen y su orgulloso papá en una fecha imprecisa, y en las proximidades de Argentona, Maresme. 


«¡Hay más cosas en el cielo y en la tierra, Horacio, de las que ha soñado tu filosofía!» Es la advertencia de Hamlet, después de la aparición de la Sombra que le ha revelado los pormenores crudos de la muerte de su padre.

Convendría tener en cuenta la advertencia en un momento en que las cosas no soñadas del cielo y de la tierra amenazan con desbordarnos. Hemos vuelto de Kant a Hobbes, según expresión feliz de un articulista; es decir, de la idea de una democracia universal, a las imposiciones limitativas del viejo Leviatán. Se desatan los temores, pero en esta tesitura nadie renuncia a sus planteamientos anteriores y cada cual porfía por mantener encendidas las candelas ofrendadas en el altar de dioses menores.

Primero fue la crisis de Lehman Brothers; luego, el coronavirus; luego aún, el rebrote de la ultraderecha bajo nuevas formas; ahora, la guerra de Putin, que cumple en la fecha de hoy su vigésimo sexto día, sin perspectivas claras de acuerdo y con peligros evidentes de expansión descontrolada.

Para muchos, se trata de problemas aislados y susceptibles de soluciones diferenciadas: la austeridad presupuestaria, la vacunación masiva, el cordón sanitario a los ultras, las sanciones económicas a Rusia, el reforzamiento de la OTAN y de las soluciones militares en el llamado mundo libre.

Es el modo “Hobbes” de tratamiento de la realidad. Otro método para abordar la crisis, que se viene proponiendo con suerte variable pero hasta ahora siempre minoritaria, sería el modo “Kant”: impulsar el imperio de la ley, fortalecer la igualdad entre las personas y las naciones, promover la cooperación, abandonar las “pequeñas virtudes” de las que nos habló Natalia Ginzburg, y dejar de adorar de forma incondicional a los “dioses de las pequeñas cosas” a los que se refirió Arundhati Roy.

Todo lo cual nos exigiría trabajar en un replanteamiento a fondo de las cuestiones colocadas sobre el tapete. La Paz, como bien general de primer orden, lo primero; Europa unida, como nudo de interrelaciones y centro de iniciativas hacia fuera, después; la posición relativa del resto de sujetos geopolíticos y sus perspectivas de colaboración interesada o desinteresada, como pieza final pero nunca olvidable en el trayecto (en este sentido, intuyo que va el post publicado esta misma mañana por José Luis López Bulla sobre la actitud de China en la guerra ucrania).

Lo decía el consejero Patronio al Conde Lucanor, en la obra del infante Don Juan Manuel, hace ya un porrón de siglos: «Quien no cata los fines, hará los principios errados.»

En consecuencia, sería urgente frenar las inercias de la diplomacia al uso en el escenario internacional, y ensayar planteamientos nuevos y compartidos para abordar tantas y tan graves crisis interconectadas. Desde el principio. «Da capo», como pide el director a la orquesta en un ensayo.

 

sábado, 19 de marzo de 2022

DÍA DEL PADRE

 


Mis padres durante su viaje de novios, en 1942. Con ellos está mi tía Carmina (a la derecha), durante la visita que hicieron ellos a Carrizo, por más que en los negativos del carrete el nombre que consta es Turcia. En uno u otro caso se trata de poblaciones de la Ribera del Órbigo, León.

 

Me cuesta hablar de mi padre, no tengo la distancia suficiente, no la he tenido nunca y ya, para lo que me queda, imagino que nunca la tendré. Fui un niño normal, y al decirlo recuerdo la escena de “Primera plana”, de Billy Wilder, en la que el psicoanalista interroga al condenado a muerte. “¿Fuiste un niño normal? – pregunta el doctor –. ¿Quieres decir que deseabas matar a tu padre y acostarte con tu madre?” Y el reo se vuelve, escandalizado, al sheriff: “Este hombre está loco”.

Elijo entonces entre mis recuerdos la noche de la transgresión. Yo tendría entonces quizás cinco o seis años, y el dormitorio de mis padres era territorio absolutamente prohibido para los niños, solo se podía entrar en él con permiso explícito. Mis dos hermanas dormían juntas en una habitación, en un extremo de la casa, Juan el pequeñín (el Nene Guapo, lo llamaba mi madre) tenía su cuna en el sancta sanctórum, y yo ocupaba un sofá-cama en la salita de recibir, frente a la puerta de entrada del piso y la instalación de los contadores.

Mi soledad nocturna era dura, y me hacía pasar algunas angustias; pero era el varón primogénito de mi estirpe, y estaba obligado a ser fuerte.

Después de algunas vueltas de un lado y de otro, buscando esa postura huidiza que atrae al sueño, siempre acababa por dormirme.

Una mañana amanecí en un entorno extraño. Palpé la cama, y no era la mía. Escudriñé la oscuridad, y no reconocí las sombras. Busqué el interruptor de la luz y no estaba en el lugar de costumbre.

Una rendija de luz de la puerta entreabierta me reveló poco a poco que me encontraba en el mismísimo Lugar prohibido, en un rincón de la cama grande de mis padres. Juanito dormía en su cuna. Yo ignoraba cómo había llegado hasta allí, a menos que fuera en sueños, caminando sonámbulo a todo lo largo del pasillo, atraído a la Maldición por un deseo inexpresado o por un miedo sobrenatural.

Mis padres se habían levantado ya, les oí moverse por la casa, mi padre afeitándose en el baño, mi madre trajinando en la cocina. Me levanté yo también y fui a buscar a mi madre para averiguar si ella sabía algo del misterio.

Lo sabía. La noche anterior detectaron olor a gas, cerraron la llave de paso por si había un escape, y decidieron abrir un par de ventanas y llevarme lejos de la hipotética emanación. Por eso estaba donde estaba al despertarme.

Una anécdota banal, pero explica un poco lo que significa ser padres, y ser hijos. Me parece.

 

jueves, 17 de marzo de 2022

EN EL OCTAVO DÍA DE LA CREACIÓN

 


Dorothy Webster Hawksley, “Feliz noche de San Juan”. Tal vez una imagen precursora de un nuevo mundo más relajado, más amable, más femenino, lejos de imperios voraces y de ordalías viriles sagradas tales como el fútbol y la fiesta de los toros.

 

Malos tiempos para las divinidades: los clubs que se hicieron con los servicios de Cristiano Ronaldo y Messi por un pastón, están eliminados en la carrera hacia la Champions, y todo indica que D10S está siendo sustituido en el Trono de los cielos futboleros por una diosa menor llamada Alexia.

Menos asombroso pero también considerable es el seísmo derivado de que un Imperio clásico no esté consiguiendo acogotar a su hechura con un mero ejercicio de voluntad de su puño de hierro. Quienes pronosticaron el Fin de la Historia anduvieron faltos de sutileza: no se ha acabado la historia, pero ha mudado el relato.

Puede ser que la causa última es que la Creación ha vuelto a ponerse en marcha. Según el relato bíblico, Dios creó el mundo en seis días, y el séptimo descansó. Los sumos sacerdotes de todo tipo consideraron que, Deo volente, había llegado su turno de actuar, y empezaron a hacer mangas y capirotes, además de inmatricular como propiedad suya tanta cuanta parte del mundo les vino a las manos.

Ahora hay indicios de que, o bien Dios ha concluido su largo descanso y se ha puesto de nuevo a la faena, o bien ha sido sustituido por una generación de dioses y diosas menores y menos conspicuos/as. Un indicio geológico puede ser la reactivación de viejos volcanes, entre ellos la Cumbre Vieja de la isla de La Palma, que ha vomitado nuevas tierras y rediseñado la línea de la costa y el perfil altimétrico del lugar.

Pero urge estar atentos a muchos otros dibujos caprichosos que nos ofrece la actualidad: alguien (álguienes) está hurgando de nuevo en los entresijos del viejo invento de Dios, aparentemente concluido a entera satisfacción de las elites aposentadas, y propone variantes inéditas en la teoría de la evolución, que tienen desconcertados a negacionistas como el cardenal Cañizares o el diputado Espinosa de los Monteros: el Zar Vladimiro humillado por los drones prestados a los ucranios, Cristiano sustituido por Karim y Leonel por Pedri, Pablo defenestrado por Alberto Núñez, y Ursula Wonder Leyen y Alexia Putellas ejerciendo de nuevas diosas, en el octavo día de la Creación.

Cosas más grandes aún hemos de ver. Si no, al tiempo.

 

martes, 15 de marzo de 2022

LA HUELGA Y LA CONCIENCIA

 


Vista de la “fuerza de trabajo” de una fábrica textil de Sabadell, fotografía tomada en los años 50. Ya el encuadre es ideológico en sí mismo. Se ve a las trabajadoras desde arriba, como un grupo encuadrado rígidamente y “abstracto”, en el que no tienen cabida las diferencias interpersonales.

 

Está en la nube el número 25 de la revista digital Pasos a la izquierda. El dosier central está dedicado a la huelga, y reúne un abanico de intervenciones de un gran interés, sobre todo para quien busque analizar los fenómenos relacionados con el movimiento obrero desde una visión problemática, y no simplemente desde el eslogan y la consigna.

En particular, mi participación en esa colección de escritos ha sido la traducción de dos capítulos del libro de Richard Hyman, Strikes. A solicitud de Pere Jódar, editor de Pasos, el profesor Hyman autorizó con entusiasmo esta publicación, inédita hasta ahora en nuestra lengua. La reflexión del autor se centra en la situación de las trade unions británicas, que no han tenido ni el mismo origen, ni menos aún el mismo desarrollo histórico que el sindicalismo español, pero en muchos aspectos proporcionan un buen punto de comparación y de referencia.

Así ocurre, a mi entender, con un pasaje del parágrafo «La política contradictoria del sindicalismo». Sostiene Hyman, a partir de una cita de F. Parkin en “Class Inequality and Political Order”, 1971, que la conciencia sindical implica lo que podríamos llamar una “versión negociada” del sistema de valores dominante, que en gran parte es aceptado. El sindicalista considera “normal”, en principio, la subordinación del trabajo respecto del capital, y el monopolio de la organización de los trabajos por parte de las instancias de la alta dirección y la gerencia empresarial.

Ocurre entonces que en un conflicto abierto, duro, con el orden establecido, es muy probable que esa inclusión de una ideología ajena acabe por tener efectos inhibidores y desmoralizadores en la acción de unos trabajadores que no desean cambiar de patrono, sino seguir en la misma empresa y en sus mismos puestos de trabajo, en mejores condiciones.

El problema de fondo estaría entonces en que lo que llamamos de una forma aproximativa “conciencia de clase” suele limitarse al sentimiento de pertenencia a una clase de personas subordinadas, accesorias, colaboradoras pero no fundamentales en los procesos productivos. Se trata de una falsa conciencia, porque coloca a las clases trabajadoras en un rincón de la estructura social, y no en el centro mismo, como clases dirigentes (co-dirigentes, sería más exacto) del devenir social y político.

Conviene leer con atención el texto de Hyman hasta el final, porque describe el tremendo destrozo que causó el thatcherismo en la conciencia de sí mismos de los trabajadores británicos, y propone algunas iniciativas con mucho sentido para el “después” de aquella gran crisis.

Entre otras conclusiones más o menos necesarias, la exposición de Hyman nos permite advertir que el gran colectivo de los/las trabajadores/as es también un sujeto de la Historia por derecho propio, no un simple objeto de la misma. Los trabajadores son corresponsables de su propia historia. Ignorarlo supone un límite analítico muy común en el seno de la izquierda política, una especie de “punto ciego” del que ya nos había advertido Vittorio Foa en su libro “El caballo y la torre”.

Foa estaba hablando también de lo ocurrido en las sociedades avanzadas en los años ochenta, una década de novedades tremendas, tan prodigiosas como peligrosas. Y señaló con justeza que la izquierda «no se ha visto a sí misma como coautora de ese desarrollo y por tanto de sus males. La sociedad de consumo, en sus aspectos positivos como en los perversos, no nos ha sido impuesta por el capitalismo, es también obra nuestra, la ha querido la clase obrera. Y por tanto es posible confrontarse con ella, no es una fatalidad ineluctable. Puede parecer extraño, pero si se echa toda la responsabilidad de un mal presente sobre el adversario, se ha renunciado ya al propósito de combatirlo.» (p. 316, traducción mía).

 

 

lunes, 14 de marzo de 2022

DE LA DESINFORMACIÓN INTERESADA

 




La Verdad y la Mentira, detalle de “La calumnia de Apeles”, de Sandro Botticelli.

 

En “El eco de las mentiras”, novela policiaca del escocés Ian Rankin que estoy leyendo con parsimonia aprovechando la hora de las telenoticias, he encontrado una descripción convincente de lo que se viene en llamar la “sociedad de la información”: tenemos más información que nunca, dice el policía jubilado John Rebus, recordando los viejos tiempos de su profesión; pero no una información más veraz. Y añade: «Los comentaristas te engañan en la cara y te sirven los bulos con cuchara como si fueras un bebé.» Esa figura de la cucharada de papilla que el bebé se traga mientras está atento a la historia del pájaro que buscaba el nido o del auto que se metía en un túnel, me parece muy adecuada: nos alimentamos de la papilla que nos ofrecen y la asimilamos sin problema mientras soñamos con otra cosa, porque nuestras tragaderas son grandes y bien dispuestas para la comodidad del bulo ready-made.

La verdad resulta demasiado complicada para nuestras estructuras mentales, y la Verdad con mayúscula es inalcanzable y probablemente inexistente. Sustituimos los hechos desnudos por el Big Data, y el razonamiento por la elucubración.

Ahora mismo, los medios nos arrullan con cantares de gesta sobre la perfidia de Putin y la serena resistencia de Zelenski. Sale mucho a relucir el mundo libre, y se recupera el concepto de “comunismo”, devaluado hace tan solo un par de semanas, para presentarlo como el enemigo a batir de nuevo. Se apuntan al acoso y derribo quienes se fotografiaban en las portadas de los diarios electrónicos del bracete de Vladimir, el “amigo ruso” de la ultraderecha.

Hoy el objetivo parece ser evitar que las bombas, que ya no son de tanta precisión, caigan, por un accidente inopinado, veinticinco kilómetros más allá, lo que supondría el estallido de la Tercera Guerra Mundial.  

¿Por qué? Diría que no hay ninguna razón concreta por la cual Ucrania pueda sufrir bombardeos feroces sin consecuencias graves para la causa, y en cambio la OTAN no pueda permitirse un rasguño en su cometido de gendarme global. ¿Y por qué, entonces, arrimó tanto sus bases al punto caliente? Tal vez siguió al pie de la letra la vieja sentencia de Séneca, Avida est periculi virtus, “La virtud anhela el peligro”.

Pero me niego a aceptar que esas virtudes militares occidentales ansiosas por ponerse a sí mismas a prueba, lleven aparejado un holocausto humanitario cuando, en efecto, son puestas a prueba.

La diplomacia tiene de seguro otros recursos que poner a contribución. Y los medios nos están poniendo en la boca una cucharada de papilla rancia, que se remonta a los tiempos de la guerra fría.

  

domingo, 13 de marzo de 2022

HASTA LUEGO, TERESA

 


Artículo de Teresa Pàmies en “Treball”, año 1989. En la fotografía, aparece junto a Rosa Barbra, Carmen Abadía y Carmen Martorell, de izquierda a derecha, en el estand del Eixample de la Festa de Treball.

 

Hoy hace diez años que falleció Teresa Pàmies. Carmen y yo pudimos conocerla algo de cerca (de lejos, la conocíamos desde siempre; como el mito que nunca le gustó ser) porque compartíamos barrio en los trabajos de la Festa de Treball, en unos años en los que la Festa era un acontecimiento ciudadano, y la militancia de cualquier escalón jerárquico nos volcábamos para hacerla brillar al máximo. Teresa estaba muy dispuesta siempre a arrimar el hombro cuando se trataba de enllestir feina; muy poco dispuesta, en cambio, a colocarse para entrevistas, homenajes y zarandajas por el estilo. Todo aquello, decía, le quitaba un tiempo precioso para su trabajo principal, que estaba en la escritura de sus libros y artículos, y en la preparación de sus programas de radio sobre el tema monográfico de los boleros.

Se hizo muy amiga de Carmen, en aquellas sesiones de Festa. De mí, bastante menos. Yo me avenía más con su compañero Gregorio López Raimundo; sin duda los dos teníamos un tarannà más contemplativo, una visión más distanciada de las tareas, y a ella aquello la impacientaba. Cada cosa había de tener su momento: uno era el de las tareas del intelecto, y otro distinto el de la preparación de menuses mixtos esloveno-catalanes: botifarras, brochetas de pollo, mongetes, pimientos verdes, que preparaban los cocineros eslovenos; ensaladas de lechuga, preparadas por la militancia local, y salsas varias que llegaban embotelladas desde los Balcanes. A Gregorio y a mí nos gustaba más sentarnos al sol con la Vanguardia del día desplegada por las páginas de opinión, que trajinar en la cocina o ayudar a poner las mesas. Debilidad nuestra, sin duda. Los hombres siempre serán hombres, encogían los hombros Teresa y Carmen.

Años después, Carmen y yo encontrábamos a Teresa y Gregorio sentados en un banco de la calle de Aragón, delante de su casa, cuando volvíamos juntos caminando del trabajo en Editorial Salvat. Teresa se acompañaba siempre con un cuaderno de anotaciones abierto, que hojeaba y subrayaba; alguna vez nos despedía con un gesto rápido y distraído, porque andaba enfrascada en plena elaboración de alguna idea.

Fue una mujer tan importante, que podía permitirse el lujo de engegar a dida su propio complejo de importancia. No voy a poner aquí los títulos principales de una obra personal, política, histórica y sentimental, escrita en una prosa nerviosa que se caracteriza por la voluntad de ir al grano en todo momento, sin perderse en vericuetos y menos aún en adornos superfluos. Sobre los boleros su conocimiento era de una extensión enciclopédica, y conseguía extraer de ellos, letra y música, todo el contenido humano que atesoraban.

Diez años, desde el 13 de marzo de 2012. Se fue y consiguió quedarse también a nuestro lado. Hasta luego, Teresa.

 

sábado, 12 de marzo de 2022

CASTILLA LA VIEJA

 


Visitantes en el salón de aparato del palacio de Avellaneda, Peñaranda de Duero (Burgos), en 1942.

 

El Partido Popular, a la espera de un Congreso extraordinario con candidato único a la presidencia y con todo el pescado vendido, practica el olimpismo para desentenderse de ese pacto del que usted me habla con Vox, en Castilla y León. Es algo no se ajusta a los ideales colectivos del partido, un evento raro y sin consecuencias del que solo cabe tomar nota, según ha venido a decir Feijoo sin decirlo. La última generación de políticos, nacida y formada según los nuevos cánones mediáticos, está convencida de que, si distrae su atención a un tema, el tema deja de existir de forma automática.

Ayuso ha practicado ese mismo ejercicio mental sin parar, desde que marginó a las residencias geriátricas en las tinieblas exteriores de la sanidad público-privada; y a cada nueva moción o pregunta sobre el tema, responde con el mismo gesto cansado: “¿Otra vez? Yo paso.” O, con mayor énfasis: “¡¡¡Otra vez!!! ¡Yo paso!”

Feijoo tiene sus mismos modales evasivos, nada de extrañar si se tiene en cuenta la escuela de la que proceden ambos. Así pues, el pacto castellanoleonés es tan solo un incidente sin importancia en la carrera furiosa hacia la gloria de este político gallego de corte wittgensteano (“De lo indecible, nada puedo decir”) y de praxis ampliamente neoliberal, lo que en castellano viejo (de Castilla la Vieja, of course) significa enteramente irresponsable: “Hago sin hacer en mí”, habría dicho la santa de Ávila, con cierto asombro tal vez por el sentido oculto que han sabido encontrar los modernos a sus quintaesenciadas palabras.

 

jueves, 10 de marzo de 2022

¿VES LO QUE ME HAS HECHO HACER?

 




Homenaje a Luis Romero Huertas. Así lo recordamos muchos: en el uso de la palabra, tranquilo, cercano, bien respaldado por el logo de las Comisiones Obreras de Catalunya. (A su lado Romà Torrent, dirigente de la Construcción y durante muchos años de la UL de Barcelona)

 

Fernández-Mañueco gobernará en Castilla y León en coalición con Vox, que también presidirá las Cortes. Era la solución elegida en principio; más aún, la solución deseada íntimamente, a fin de crear una mayoría imparable capaz de volver del revés como un guante el Congreso de los Diputados de Madrid. Las etapas sucesivas de ese viaje gratis a la ultraderecha 2.0 eran Madrid, Murcia, Andalucía (etapa aplazada por dificultades de logística), Castilla y León, y lo demás caería como fruta madura.

Fue la solución deseada, he dicho antes; ya no lo es. El nuevo hombre fuerte del PP, gallego como impone una tradición arraigada, dice ahora que él no quería, y echa la culpa del desaguisado a Sánchez. Sánchez y su cercanía non sancta al comunista Putin, según cantinela novedosa porque hasta hace cuatro días mal contados Putin era un punto fuerte, un tronco legal a más no poder que iba a darles medicina de la buena a los comunistas reales: Biden, Scholz, Otegi, Aragonés y… Sánchez.

La operación FraCasado se ha resuelto en el seno del PP en un caleidoscopio curioso. Ha sido necesario un giro de ciento ochenta grados en la escena geopolítica, pero la inercia era tanta que al final se ha dado el giro completo y se ha vuelto a la misma situación de partida. Se exigió colaboración a Sánchez para orillar a Vox, y Sánchez puso condiciones que no gustaron en Génova. ¿Qué podía hacer entonces un as de triunfo en la manga del PP, como dicen que es Feijoo, si resultaban más baratas las condiciones impuestas por Vox? La nueva esperanza blanca de la derecha ha tirado de manual y allí ha encontrado las recias consignas de siempre, avaladas por una tradición secular: sostenella y no enmendalla por un lado, y en tiempos de tribulación no hacer mudanza, por otro.

Feijoo se ha atenido al libro. Eso quiere decir que Mañueco cargará en su mandato con todo el equipo de Vox, y en Europa doña Ursula Wonder hará el mismo caso al nuevo muñidor que al Fra Casado.

A despecho de su vocación de centralidad, el PP seguirá arrinconado en la margen derecha de la corriente geopolítica; un poco más lejos que antes, incluso.

De la OTAN podemos pensar lo que queramos, pero es claro que sus responsables no están descontentos de la prestación del “comunista” Sánchez y de su ministra Robles, la más otaniana de la plantilla gubernamental.

Del empresariado nos llegan todos los días muestras de realismo político: va entrando por el aro de la nueva reforma laboral lo más granado del plantel, y solo remolonea el pelotón de los torpes.

La Santa Iglesia de los Apóstoles y los Mártires está sufriendo una situación tan embarazosa, debido a su mala cabeza o a su mala qué sé yo qué, que necesita como mínimo un tiempo muerto bien aprovechado antes de lanzarse de nuevo a la remontada en el marcador mediante el recurso a la heroica.

Y finalmente, en lo que respecta al Trono, el Emérito, que andaba con ganas de volver a sus zascandileos consabidos, ha visto detenida la maniobra por una carta de la Casa Real en la que venía ya prerredactada su decisión irrevocable de quedarse en Abu Dhabi hasta nueva orden. No hay castigo judicial, gracias a la venda que la Fiscalía se ha colocado en los ojos; pero sí una advertencia imperiosa del Sexto, al estilo de Cristo con la Magdalena: «Noli me tangere!»

Castilla y León se marchitará poco a poco en su posición marginal. El grave error de voto (“Los de Vox son los únicos que nos defienden”, decían algunos, con toda la sensatez que puede caber en un pollo sin cabeza) la condena a circular a remolque en el nuevo ciclo económico, marcado ─ahora más si cabe─ por la puesta a punto de equipamientos energéticos “limpios”, la digitalización y el trabajo decente y con perspectiva de futuro. Lo que se les ofrece a cambio es la derogación en su autonomía de la violencia de género y la memoria histórica, más la reivindicación de la caza, los toros y las macrogranjas. No es mucho.

Y mientras Madrid prosigue el arco descendente de su parábola, y Andalucía afronta de nuevo su destino, con más datos y más fiables que los de hace tan solo unos meses, Feijoo va a descubrir que, “por culpa de Sánchez”, la única posición que le deja libre su vinculación a la ultraderecha es, paradójicamente, la posición del cero a la izquierda.

 


miércoles, 9 de marzo de 2022

EL DÍA DE LOS GRANDES GESTOS

 


Diada de la dona treballadora. La imagen corresponde al 8-M de 2021, en Barcelona. Mi bufanda es la de las grandes ocasiones.

 

Tomo el titular de un artículo de Mónica Planas, hoy en el Mundo Deportivo. Se refiere a la preocupación de los medios por el deporte femenino, la cual se reduce en la fecha del 8-M a un “tradicional paripé”, con sombrerazo incluido (“España y yo somos así, señora”) que se da cuando toca, para ir después rápidamente a lo que importa, o sea el deporte masculino y sus intríngulis.

En general, y no solo en el deporte, el 8-M resulta más declamatorio que otra cosa, tanto desde el punto de vista de los medios como, seguramente, de la psicología colectiva. Lo iba pensando ayer mientras acompañábamos la mani, una mani repleta de gente muy joven, que gritaba con mucho convencimiento eslóganes muy afilados. Carmen estaba allí como nacida, y en cambio yo, decorado con una bufanda morada, parecía necesitado de esa minúscula prenda como coartada de mi presencia en un espacio en el que los machos no estábamos bien vistos en general (es decir, en tanto que género).

Pero el manifiesto elaborado por la Asamblea 8-M, la convocante del evento, que fue leído ante el Arco de Triunfo (tal vez no era el lugar más idóneo, dadas las inevitables asociaciones de ideas), rayó en la grandilocuencia, al llamar a «derribar el sistema capitalista, heteropatriarcal y colonial». Ni una palabra sobre realidades más cercanas y evidentes: la igualdad en el trabajo, la lucha contra el acoso, la violencia de género patente o enmascarada, esos problemas del aquí y el ahora en los que se revela una sociedad injusta a pesar de la teórica libertad e igualdad de oportunidades.

Y después de la grandilocuencia, la vaciedad, cuando el manifiesto reclama «vidas dignas y en libertad para las mujeres, lesbianas, transgénero, transexuales y no binarias». Son categorías no bien trazadas, un zurcido de retales, más pendiente del “no te olvides de lo mío” que de una formulación rigurosa. Señalo como muestra esa coma que hace un distingo extraño entre dos clases de personas: “mujeres [coma] lesbianas”. Aquí lo que distingue ya no es el género sino la preferencia sexual, y eso es síntoma de una división improcedente en donde correspondería un impulso unitario.

Peor es, sin embargo, arrumbar el género al cuarto de los trastos, como ha hecho Isabel Díaz Ayuso, que vivió su 8-M particular participando en un acto en París, sin declaración ni institucional ni personal de ninguna clase, y con el comentario siguiente (recogido en el Huffington Post): «… eso es lo que yo creo que representa a las mujeres. Ver que la normalidad y el trabajo y la lucha por las personas a las que nos debemos sigue con normalidad.»

Ayuso habla de “trabajo” pero no del trabajo en general, sino de su agenda particular. Y habla de “normalidad” como de lo que hay: privilegios “normales” para las/los privilegiadas/os, y ajo y agua “normales” también para el resto, sea del género que sea. En el calendario de IDA, como en el de tantas personas apegadas a un sistema capitalista, heteropatriarcal y colonial, el 8-M no es una convocatoria a cambiar nada. Es un simple borrón, una fecha olvidable.

 


Montserrat GUDIOL, “Sin título”

 

lunes, 7 de marzo de 2022

EL TIEMPO QUE VA PASANDO

 


7.3.1970, momento histórico. Carmen echa una firma con sonrisa despreocupada, desoyendo la prudente propuesta de Georges Brassens: «Ne gravons pas nos noms au bas d’un parchemin».

 

El tiempo que va pasando

Como la vida no vuelve más…

(Jorge Cafrune, ‘Zamba de mi esperanza’)

 

Los aniversarios nos traen la dimensión pavorosa del tiempo que se va. Hoy hace cincuenta y dos años ─exactos, puntuales─ de la boda de Carmen conmigo. Era opinión común en las dos familias que “aquello” no duraría, éramos demasiado diferentes.

Seguimos siéndolo, lo asumo. Formamos una coalición un poco disparatada, pero afortunadamente complementaria. Pelearnos de vez en cuando y mandarnos mutuamente a la mierda tiene, a fin de cuentas, un efecto colateral terapéutico. El “yo” no es tan importante, visto desde el “nosotros”. Y los dos hemos tenido el pundonor y la autoestima necesarios para llevar adelante a toda costa un proyecto a largo plazo y con perspectiva alta: familia, amigos, ideales, trasfondo social.

Así estamos hoy mismo, y avisamos de que esto no se ha acabado, va a seguir lo más que se pueda. Nuestra gratitud inmensa a la familia (muy extensa), a los amigos (muy numerosos), e incluso a quienes opinaban que no íbamos a durar, y que seguramente ya van dando la batalla por perdida.


 

1.11.2020, delante del Erecteion: «Qu’en éternelle fiancée, à la dame de mes pensées, toujours je pense.»

 

sábado, 5 de marzo de 2022

MATAR UN RUISEÑOR

 





Cartel publicitario de la película “Matar un ruiseñor”, de Robert Mulligan (1962).

 

Una amistad de Facebook ha colocado en su muro una cita de Harper Lee. Algo acerca del impulso ético que nos lleva a sostener una causa justa a pesar de evaluar de antemano sus escasísimas posibilidades de éxito, sin contar el considerable riesgo personal que entraña. La frase es, si no recuerdo mal el libro, de Atticus Finch, el abogado de Alabama que defiende a un negro acusado falsamente de violar a una mujer blanca, y expresa la conciencia del personaje, tanto de la inocencia del hombre al que defiende, como del valor nulo de ese hecho en la comunidad de la que él mismo forma parte, y en la que la raza es una divisoria que separa a quienes ostentan derechos civiles de los que carecen de ellos. Una formulación clásica de la misma idea, referida a la lucha antifascista en la Europa de los años veinte, es la oposición señalada por Antonio Gramsci entre el pesimismo de la inteligencia y el optimismo de la voluntad.

Harper Lee cuenta muy bien su historia, tomando el punto de vista de una niña de ocho o nueve años que percibe de golpe una realidad para la que procuraba prepararla la educación libre, igualitaria y ética que estaba recibiendo de su padre viudo. Como el viejo Sócrates, Atticus respeta por igual las normas imperfectas de la ciudad y la recta ley ideal de unos derechos inalienables para todas las personas sin excepción. Su hija Scout le salva a él de un linchamiento en los momentos más tensos de su enfrentamiento con una población hostil a la verdad; al final, un inesperado deus ex machina salvará la vida de Scout de la reacción vengativa de un ciudadano devaluado. En el curso de la narración, se da un progreso ─leve, casi infinitesimal pero perceptible─ en la conciencia colectiva, de modo que, después de varias tragedias sucesivas y relacionadas, se abre un resquicio a la esperanza de tiempos mejores.

Harper Lee fue escritora de un único libro. Un libro inclasificable, por lo demás. No es una proclama ni un manifiesto, tiene la forma inequívoca de una novela con todos sus ingredientes literarios, y contiene algunas notas autobiográficas, además, sobre todo, de las claves del “ambiente moral” en el Sur post-esclavista. Pero difícilmente podemos calificarla de “arte literario”. No porque carezca de arte, que sí lo tiene, sino porque su intención está muy lejos de un ideal estético cualquiera. He encontrado un tono moral parecido en otra escritora de Alabama, Fannie Flagg, la autora de “Tomates verdes fritos”.

En un pasaje del libro de Lee, Atticus es requerido para matar a un perro rabioso que anda suelto por las calles. Le basta un solo tiro de una escopeta prestada. Sus hijos se enteran entonces de que fue un cazador formidable, que si cobraba catorce piezas de quince disparos, consideraba haber desperdiciado un cartucho. Pero Atticus ha dejado el vicio de las armas, como otros dejan el alcohol, al ingresar en el templo de la abogacía. Cuando sus hijos reciben como regalo sendas escopetas de aire comprimido y consideran demasiado aburrido disparar a latas colocadas sobre una cerca, les da permiso para disparar a los arrendajos azules que se comen el maíz de los sembrados. Pero también les advierte: «Matar un ruiseñor es pecado.»



Restos de la antigua clepsidra del santuario de Anfiareo, en el Ática.