jueves, 29 de septiembre de 2022

JENNY VON WESTPHALEN NO TIENE ESTATUA

 


El Marx chino de Tréveris, bien acompañado por un grupo de cruceristas pero, ay, sin Jenny a su lado.

 

“Las distancias separan las ciudades, las ciudades destruyen las costumbres.”

José Alfredo JIMÉNEZ

 

Nota importante.- Esta entrada es continuación y conclusión de otras que han ido relatando distintos aspectos de un crucero fluvial. Para tener el panorama completo, es aconsejable seguir el itinerario marcado por los siguientes links:

http://vamosapuntoycontrapunto.blogspot.com/2022/09/el-rio-como-estilo-de-vida.html

http://vamosapuntoycontrapunto.blogspot.com/2022/09/el-rio-como-lugar-de-paso_26.html

http://vamosapuntoycontrapunto.blogspot.com/2022/09/oro-del-rin-y-del-mosela.html

http://vamosapuntoycontrapunto.blogspot.com/2022/09/el-tiempo-y-las-catedrales.html

 

Entre la visita a Luxemburgo, primera ciudad de la lista, antes incluso de subir al barco, hasta Estrasburgo, la guinda que remató el pastel, los esforzados cruceristas nos asomamos a varias ciudades de una gran raigambre histórica, Tréveris, Coblenza y Heidelberg, más un rincón sorprendente, Sarreburg, una pequeña población vertical, volcada sobre el Saar con una catedral y un castillo que se miran desde dos colinas próximas enmarcando un centro urbano histórico provisto de una plaza coqueta y un museo apetecible, que no pudimos ver. Fue un lugar que se nos reveló a deshora, sin guía, en un tiempo libre para estirar las piernas antes de la cena, al concluir la primera tarde de navegación.

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Esa mañana, Luxemburgo nos había recibido con reserva y una cierta altivez. Como país, es muy pequeño; como centro financiero, crucial; como ciudad, monumental, atravesada de parte a parte por el profundo barranco en cuyo fondo discurre el río Alzette. Rebosa bienestar. Es amplia, limpia, cartesiana, muy bella en el entorno de la catedral y el núcleo histórico. El transporte público es gratuito, detalle que deja muy claro el altísimo nivel de vida de la población.

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Estrasburgo, asimismo monumental, nos ofreció una calidez humana superior. Muy consciente de su rango europeo, se nota que se gusta a sí misma, y facilita al máximo la integración y la circulación interna de sus muy numerosos visitantes. Abundan los rincones con encanto, los puentes cubiertos o descubiertos, los edificios antiguos admirablemente restaurados, las estatuas, los paseos, las fuentes y los canales. Entre sus monumentos, me llenó de orgullo el dedicado a Gutenberg, mi “santo patrón” por así decirlo, puesto que yo, a lo largo de toda mi vida profesional, he militado en su Galaxia. Y me llegó al corazón el recuerdo a Albert Schweitzer, un hombre cuyo título de Nobel de la Paz es el menos significativo de todos los que mereció por su vida de dedicación a los humildes, los enfermos y los marginados por una civilización eurocéntrica.

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Vimos Tréveris primero en panorámica y luego, en una visita forzosamente rápida, reseguimos su trayectoria histórica, a partir de la antigua basílica de Constantino, aún en pie pero integrada en un palacio rococó que fue morada de príncipes electores del Imperio; pasando luego por la catedral y la deliciosa plaza del Mercado, llegamos hasta la Porta Nigra, que formaba parte de la muralla defensiva romana. Muy cerca de ella ha sido colocada recientemente una estatua gigantesca de Carlos Marx, regalo de la República Popular China en el segundo centenario del nacimiento del pensador. El Consejo municipal debatió, al parecer, de forma muy vehemente la posibilidad de rechazar el regalo indeseado ya que, como es conocido e incluso redundante, Marx tuvo el defecto horrible de ser marxista. Su ciudad natal no siente un gran aprecio por él; la casa en la que vivió su etapa de formación intelectual y su precoz noviazgo con Jenny von Westphalen, solo ha merecido una placa a la altura del primer piso, mientras que la planta baja está ocupada por un mercadillo “Euroshop”.

La ciudad decidió finalmente aceptar el regalo sospechoso. Cabe deducir que la razón no estuvo tanto en los méritos de Marx como en los de China, cuya posición puntera en el comercio internacional es imposible desconocer. Se trataba de una oferta que no era posible rechazar, como se decía en “El Padrino” a propósito de otra cosa.

A resaltar un detalle francamente irritante: Jenny, la esposa militante de Marx también nacida en Tréveris, se ha quedado sin estatua.

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Coblenza es una ciudad discreta y recogida, situada en un lugar de excepción, el punto donde el Rin recibe por la izquierda a su afluente el Mosela. Esa esquina, “eck” en alemán, ha devenido en símbolo de exaltación nacional. En el Deutsche Eck se ha urbanizado una plaza más o menos triangular de enormes dimensiones. Allí se colocó, sobre una especie de templete, una estatua ecuestre desmesurada de Guillermo I el Grande, “Wilhelm dem Grossen”, monarca prusiano elevado al rango de emperador en 1871 después de zurrarle la badana a Napoleón III el Pequeño, en Sedán.

La prepotencia estatuaria de dem Grossen era inadmisible. A finales de la Segunda Gran Guerra la artillería americana se entretuvo en hacer puntería con él, y lo que quedó fue arrojado al río por las tropas francesas de ocupación. Encuentro esa decisión irreprochable.

Pero Wilhelm ha resucitado como el Ave Fénix, y vuelto a ocupar su lugar canónico; ahora no como azote de gabachos, sino como precursor de la unificación alemana. En su entorno se han colocado tres pedazos del Muro de Berlín, en un intento de desviar la atención del respetable desde los antiguos enemigos hacia los nuevos. Así, en efecto, se escribe la Historia.

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Teníamos que haber llegado a Heidelberg en barco, pero las dos esclusas colocadas en el trayecto de 20 km por el Neckar desde Mannheim eran un cuello de botella insalvable. De modo que fuimos en autobús y por arriba. En uno de los tramos más boscosos del trayecto por carretera, se abrió de pronto la vegetación y vimos Heidelberg a nuestros pies, desde la altura del palacio.

La ciudad sufrió mucho en la última guerra, pero ha sido restaurada de forma prolija. En cambio, del palacio se han dejado intactas las ruinas, lo que vendría a indicar que han sido perdonados y olvidados los agravios de los ejércitos aliados, pero no los de los franceses de Luis XIV, que en 1689 causaron una mortandad al conquistar la ciudad.

Ya no hay filósofos en Heidelberg, la Universidad donde enseñó Hegel acoge hoy estudios de Biología y de Medicina. Tampoco hay brujas, por lo menos oficiales. Un pequeño grupo de fans intentamos llegar hasta la Torre de las Brujas, donde encerraban a las más significadas, después de visitar la iglesia del Espíritu Santo; pero quedaba lejos, el tiempo era justo, y hubimos de regresar al punto de reunión sin haber conseguido dejar siquiera una ofrenda simbólica a aquellas pioneras de la lucha contra el pensamiento único. (Tampoco, ay, ellas tienen su estatua. ¿Hasta cuándo, Catilina?)

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Me falta hablar de dos destinos más, que no eran ciudades. En Cochem visitamos un “típico castillo de altura”, como consta en la guía, con cuatro puertas, muralla y fosos. Fue una plaza fuerte de los Hohenstaufen. El lugar tiene una historia de mil años, pero la del actual edificio es bastante más corta. En 1689 la fortaleza fue arrasada (¡también!) por los franceses, y un particular la restauró según los planos primitivos entre 1868 y 1877. Las fechas vienen a coincidir con las de la construcción de los castillos de Baviera por el rey Luis II, y se ajustan al mismo gusto historicista. Por su situación dominando el curso del Mosela y por las grandes líneas de su arquitectura, Cochem es medieval; en los detalles arquitectónicos y la decoración interior, se sitúa en el período Modern Style. El recorrido por sus salas muestra detalles rocambolescos, como puertas que no dan a ninguna parte y escaleras secretas que conducen desde las habitaciones de la servidumbre femenina hasta el dormitorio del señor.

En Rüdesheim, una localidad ribereña rodeada de viñas, disfrutamos de una degustación de vinos del Rin, paseamos por calles abarrotadas de bares guinguette ocupados por una multitud turística festiva, y tuvimos la sorpresa de conocer un museo atípico: el Siegfrieds Mechanisches Musikkabinett, museo Siegfried de música mecánica. Una guía con una maravillosa voz de tiple que no parecía impostada, nos dio una charla alegre sobre toda una serie de pianolas e ingenios mecánicos, y nos permitió escuchar melodías rancias del tipo de Lilí Marlén y Qué será, será, dignas de la mismísima Marlene Dietrich en “El Ángel Azul”. Pasamos un rato estupendo.

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Falta hablar de lo esencial, el grupo humano, nuestro grupo. Pongo aquí punto final, sin embargo, y dejo ese capítulo inexcusable para desarrollarlo en la crónica que preparo para una publicación amiga. Quienes estuvimos sabemos bien de las buenas vibraciones que acompañaron sin desmayo la larga excursión fluvial. Quienes no estuvisteis, podéis imaginarlo sin dificultad. Gracias a todos.

 


Junto a Albert Schweitzer, en Estrasburgo.

 

miércoles, 28 de septiembre de 2022

EL TIEMPO Y LAS CATEDRALES

 


    

Isa delante de la catedral de Estrasburgo. Increíblemente bello en los detalles, el edificio resulta sobrecogedor visto desde el nivel del suelo. (Foto, Pedro López Provencio)

 

Vimos dos catedrales admirables en Renania; y pudieron ser tres con la de Luxemburgo, pero un concierto programado a la misma hora de nuestra visita frustró nuestras expectativas.

Me limito entonces a lo que vi en Tréveris y en Estrasburgo. La primera está hoy en Alemania y la otra en Francia, pero la adscripción nacional es engañosa en este caso. Las dos nacieron en el mismo contexto del país del Rin, y durante dos imperios sucesivos: el romano en Tréveris, el carolingio en Estrasburgo.

Un inciso: los templos no tienen mucho que ver con los dogmas religiosos; los dos de los que hablo aquí han pasado por periodos de culto católico y de culto reformado. Supongo que en cada caso los nuevos ocupantes practicarían exorcismos adecuados para garantizar la salud espiritual de su parroquia. En la catedral de Córdoba hubo de rizarse el rizo, cuando los okupas que se adueñaron de ella adscribieron aquel edificio singular a unos ritos incompatibles con su anterior condición de mezquita.

No fueron los sacerdotes sino los ayuntamientos, los gremios y las guildas, los artesanos y los menestrales, los caballeros y los mercaderes, los albañiles y los peones y las mujeres que cocinaron para ellos y les confortaron en sus fatigas, quienes levantaron las catedrales. Por eso son tan interesantes; conservan las huellas de sociedades que quisieron inmortalizarse a sí mismas en un espacio en el que pusieron lo mejor, lo más desinteresado y sublime de sus propias trayectorias vitales.

 


Catedral de Tréveris.

La catedral de Tréveris empezó a formarse a partir de la donación de unas casas hecha por Elena, la madre del emperador Constantino, en el siglo IV. El templo creció a lo largo de muchos siglos de una forma orgánica, acompañando siempre a los hombres y mujeres que habitaban la ciudad. Ese crecimiento fue sobre todo horizontal, mediante nuevos cuerpos de edificios que se agregaban unos a otros. El “estilo” concreto de esos añadidos evolucionó con el gusto de la sociedad y con los medios técnicos puestos a disposición de los constructores. Christoff, nuestro guía, nos condujo a un punto en el patio del claustro en el que eran visibles los distintos conjuntos arquitectónicos superpuestos: romano, románico, gótico, renacentista, barroco.

Algo parecido ocurrió en Estrasburgo, aunque en un arco temporal mucho más corto. No era por entonces una ciudad francesa, sino del Sacro Imperio. Sus características son más renanas que propiamente francesas, aunque es cierto que en aquella época los maestros de obras circulaban con facilidad de un lado a otro de unas fronteras convencionales, siempre para cumplir con encargos fabulosos.

En 1399 fue llamado a completar la obra de la catedral el arquitecto imperial Ulrich von Ensingen. Venía de construir la torre de la catedral de Ulm, y recibió el encargo de construir otra torre que superara todo lo antes visto, Ulm incluida. Cuando la traza diseñada por Ulrich se materializó, la catedral de Estrasburgo se convirtió, con sus 142 metros, en la construcción de mayor altura de toda la cristiandad. La torre, y con ella toda la elaboradísima fachada, se nos cae encima casi de forma literal cuando la contemplamos desde abajo, como humildes hormigas.

A finales del siglo XVI se construyó, en un recinto situado junto a la nave principal, un “reloj astronómico” con autómatas que se movían para dar las horas, las medias y los cuartos. Es otro prodigio prácticamente único en su época, pero también es prácticamente una repetición: el tiempo que marca estaba ya inserto en las piedras venerables del templo.  

 


En la nave principal de la catedral de Tréveris, en compañía de un guía peculiar, Christoff: carece de licencia, y comparte por afición su sabiduría con los turistas españoles, en recuerdo y homenaje a su esposa madrileña, fallecida hace pocos años. (Foto, Carmen Martorell)

 

martes, 27 de septiembre de 2022

ORO DEL RIN Y DEL MOSELA

 


Vista parcial de Sarreburg desde el mirador de la catedral, que se adivina en la parte izquierda. Al fondo, el castillo. (Foto cortesía de nuestro colectivo de amigos cruceristas. Uno de ellos propuso para nuestra potencial ONG el nombre de “Bebedores sin Fronteras”. Esperemos que no esté ya registrado.)

 

“… mientras con eco de cristal y espuma ríen los zumos de la vid dorados.”

Antonio MACHADO

 

No tengo intención de hablar de la Tetralogía de Wagner, ni de los Nibelungos. A decir verdad, Wagner nunca me ha gustado muchísimo. Cuando menciono el oro del Rin y del Mosela, me refiero al color del vino de allí.

Cuando Dios hizo el mundo en seis días (una faena poco profesional, si quieren mi opinión; ustedes o yo mismo lo habríamos hecho mejor), distribuyó las ventajas y los inconvenientes a voleo: aquí te pillo aquí te mato, y al que le toque le ha tocado.

A Renania le tocaron en la rifa el agua y el subsuelo: lluvias abundantes, ríos caudalosos y vetas de minerales útiles por todas partes. En el otro platillo de la balanza, terrenos esquistosos poco aptos para el cultivo, nieblas abundantes, temperaturas justitas tirando a rigurosas, y una insolación que apenas alcanza para nada, incluso en los meses más favorables.

De la necesidad, virtud. La textura del terreno favorecía el cultivo de la vid, y a ello se lanzaron los renanos. Para favorecer la precaria insolación se eligieron por lo general terrenos en ligera cuesta, y se plantaron las cepas con una separación suficiente entre ellas para que cada grano de uva recibiera sin falta la indispensable caricia de un sol avaro. El calendario de los trabajos y el tiempo de la vendimia se regularon con escrupulosidad teutónica. La idea general que ha presidido desde siempre esta actividad es llegar a la excelencia mediante la parsimonia.

Los cruceristas visitamos las bodegas Saint-Martin, en Luxemburgo, junto al Mosela. Saint-Martin es uno de los mayores productores de vino del país, cuyas cifras (unos 15,4 millones de litros anuales), sin embargo, resultan insignificantes en comparación con Alemania – en la otra orilla del río –, noveno productor mundial con 800 Ml; y, por supuesto, con España, 3.530 Ml, tercer productor mundial detrás de Italia y Francia, a poca distancia de ellas.

Liliana, una enóloga portuguesa afincada junto al Mosela, nos paseó por las cavas de Saint-Martin, un kilómetro de recorrido subterráneo a una temperatura siempre constante. El proceso de vinificación comienza en grandes tinas de acero de 6.500 l de capacidad. Cada paso del proceso es controlado escrupulosamente. La calidad más alta que produce la casa es el “cremant”, tratado al modo “traditionnel” (los términos entrecomillados evitan las calificaciones mucho más usuales de “champaña” y “méthode champenoise”, que les valdrían una demanda fulminante por parte de los soplapollas de una región francesa que pretende acaparar la exclusiva mundial de un descubrimiento enológico que se remonta bastantes siglos atrás; pero que les permite vender sus caldos al triple o más de su valor real, gracias a una simple etiqueta de denominación de origen.)

Cuando Liliana llegó en su explicación al momento en el que los expertos determinan que ha llegado la hora de poner en botella un vino del Mosela porque el color sugiere ya ese oro pálido y burbujeante que tan apetecible resulta a la vista y al paladar, le pregunté si lo consideraban entonces un vino “maduro”. Alzó los ojos al cielo (recuerden que era portuguesa) y me contestó que el vino del Mosela es siempre un vino joven, jamás madura ni envejece en barricas. Toda la producción se vende y se consume en el año que sigue a la vendimia. Los restos sobrantes, ya estén en botella o en tonel, es preferible tirarlos por el desagüe; han perdido todas sus calidades.

Eso no quita que en el castillo de Heidelberg visitáramos, unos días más tarde, el tonel de vino más grande del mundo. Puro alarde. Tendría pleno sentido llamar a esa figura un “brindis al sol”, porque el sol es precisamente el elemento necesario para dar a estos vinos el cuerpo y la consistencia de otros caldos madurados en tierras en las que el agua escasea, seguro, pero que gozan del privilegio de una insolación intensa capaz de extraer todo el esplendor recóndito de una fruta generosa en aromas y sabores pese a la parsimonia con la que ha sido regada.

 

lunes, 26 de septiembre de 2022

EL RÍO COMO LUGAR DE PASO

 


Mapa de nuestro crucero fluvial. Fuente, CroisiEurope.

 

‘Pero lo nuestro es pasar’

Antonio MACHADO

 

Renania ha sido en primerísimo lugar una encrucijada, un lugar de paso. Eso va con los imperios y países diversos que se han asentado ahí, sucediéndose y con frecuencia masacrándose los unos y los otros; y va también con la vertebración del territorio que supone la presencia de un gran río navegable.

El tramo del curso medio y bajo del Rin con sus afluentes queda situado entre la cuenca del Ruhr, al sur, y el mar del Norte, al norte. En un lado los minerales, en el otro las grandes estructuras del comercio internacional, la Hansa original y las hansas sobrevenidas. Todo ese tráfico ingente entre la extracción de las materias primas (carbón, hierro) y su elaboración y distribución, se ha canalizado durante siglos a través de la misma arteria vital.

No hablamos exactamente de un río, sino de un sistema fluvial complejo. Puede verse con facilidad en el esquema de nuestro crucero. Las dificultades de la navegación por una vía de agua tan imprevisible y poderosa como el Rin dieron origen al mito de Lorelei, la sirena que atrae a los marineros desde lo alto de un peñasco y les lleva a la destrucción entre remolinos.

Los marineros se enamoraban de Lorelei y morían felices por ella. Es el mito romántico de la femme fatale, por lo demás un mito universal. Antonio Machado lo expresó, en su “Cancionero apócrifo”, de la forma más racional posible: «Gracias, Petenera mía, por tus ojos me he perdido; era lo que yo quería.»

Pero en el río no hay solo naturaleza rebelde; también trabajo, un trabajo sistemático que ha ido acumulándose de una forma visible: obras de canalización, diques, terraplenes. En particular, señalo un método ingenioso de salvar desniveles de la corriente por medio de esclusas. Las esclusas son cámaras aislantes que se vacían y se llenan de agua para situar al barco en el nivel del tramo fluvial siguiente. Son un sistema que corrige los caprichos del río, refrena sus excesos y proporciona seguridad. Todos los cruceristas corrimos a la cubierta superior del Lafayette para presenciar la operación del paso por las primeras esclusas: ese movimiento vertical de ascenso o de descenso entre dos compuertas herméticamente cerradas a las que se añade o se retira agua del mismo río. La primera fue la esclusa de Gravenmacher, con un desnivel de 6,26 m; la segunda, la de Kanzem, de 12 m de desnivel, y pasamos en los dos sentidos.

El río, así pues, no es solo naturaleza en estado salvaje, sino además trabajo humano invertido en domesticar esa naturaleza y ponerla al servicio de otras finalidades. En Sarreburgo vimos cómo, desde un pequeño salto de agua de un tributario del Saar, un caz permitía mover dos grandes ruedas que debieron formar parte en tiempos de molinos harineros u otro ingenio semejante. Todo ese “trabajo”, en tanto que elemento de progreso, está integrado en el paisaje y le añade “valor”, valor de uso.

 


El centro de Sarreburgo, con la cascada y el caz.

 

Quizás no es casual que Carlos Marx naciera en Tréveris, en medio de todo esto. A la vista de un observador renano se ofrecen en todo momento ejemplos acabados de trabajo, de valor, de cambio, de progreso material. También aparece con mucha claridad, lo diré sin paños calientes, la miseria de las ideologías. El gran descubrimiento de Marx, el sentido más positivo de su obra es, a mi entender, la idea de que la humanidad no es un punto de partida sino de llegada. No nacemos hombres y mujeres, sino que nos hacemos, después de un largo proceso de aprendizaje. Desde el reino de la necesidad, marcado por los límites impuestos por la naturaleza, la humanidad puede acceder mediante un esfuerzo de inteligencia colectiva y solidaria que llamamos trabajo, al reino de la libertad y de la igualdad.

Llamamos progreso a ese tránsito o travesía. Como en una esclusa, accedemos de un nivel inferior a otro superior, y en cada ascensión ganamos una mejor perspectiva de lo que nos rodea.

Hay también viajes en sentido contrario, sin embargo. Acabamos de ver un descenso abrupto de nivel colectivo en las elecciones italianas.

 


Una esclusa, en el río Brenta.

 

domingo, 25 de septiembre de 2022

EL RÍO COMO ESTILO DE VIDA



Estampa típica del llamado Rin romántico.

 

‘Todo fluye’ (HERÁCLITO de Éfeso)

 

Anoche soñé con el ruido amortiguado de un motor y el leve balanceo de un barco grande remontando un curso de agua. Me he despertado en mi cama de Barcelona, pero aún he dudado un momento sobre la dirección que debía seguir hasta el cuarto de baño. Quizás sea que el Rin me ha dejado huella.

Un grupo de cruceristas, mayoritariamente jubilados y catalanes, de CCOO hemos vivido inmersos en un medio fluvial desde el 17 hasta el 23 de septiembre. Hemos pasado por tres ríos distintos, el Mosela, el Saar y el Rin; y la previsión era navegar también por un cuarto, el Neckar, pero un lapso de espera excesivo en el paso por las dos esclusas aconsejó a la organización cambiar el plan y transportarnos en autobús de Mannheim a Heidelberg y vuelta.

El detalle es lo de menos, porque todos los ríos son “el río”: un hábitat particular, un ecosistema, una economía, un estilo de vida. En la cubierta superior del barco, sentados alegremente en la popa como el pirata de Espronceda, vimos en una orilla Luxemburgo y en la otra Alemania, y no había diferencia entre las dos, todo era río.

Almorzábamos en el comedor acristalado dirigiendo la vista, ahora a uno, luego al otro lado. Comparecían hileras de casas de dos o tres pisos pintadas en color blanco o muy claro, con techumbre a dos aguas y un desván con ventana embutido entre los planos muy inclinados del tejado de pizarra. Detrás de las casas asomadas al agua se alzaban en pendiente las viñas, formando retales geométricos rigurosamente alineados. Cada pueblo tenía su iglesia, por lo general de dos torres afiladas en forma de aguja. Casi cada atalaya estratégica sobre el río estaba ocupada por un viejo castillo, casi siempre en ruinas, algunos reformados para uso de una clase señorial ya no militar sino ociosa; o bien, reconstruidos piedra a piedra según planos para la visita de pago del turista curioso.

Dormíamos mecidos por el suave balanceo del agua y arrullados por el ronroneo del motor de nuestro barco, el Lafayette, matriculado en Estrasburgo: 90 m de eslora por 10 de manga, 36 camarotes dobles para el pasaje, unos 25 tripulantes incluido el personal de servicio.

Nos levantábamos con las primeras luces del día, y a veces, si estábamos amarrados a alguna ribera, al descorrer la cortina de nuestro camarote veíamos cisnes. También vimos bandadas de cuervos, y somormujos, cormoranes afanados en pescar en aguas no muy revueltas, fochas, ánades, alguna vez un águila. Entre los juncales y las praderas sumergidas adivinamos el culebreo de reptiles chicos. El río bullía de vida.

La Historia se ha incorporado a esta geografía unitaria y creado divisiones y contradicciones. Distintas banderas ondean de siglo en siglo en los mismos mástiles. Los guías nos daban el parte detallado de atrocidades, siempre perpetradas por “los otros”. En lo de hacer distinciones todos somos iguales, como recuerdo haberle leído a Irene Vallejo.

Pero de forma repetida el río, con una tremenda indiferencia por nuestras pequeñas vanidades, restablece el orden preceptivo de los sumandos mediante una catástrofe tan natural como inobjetable. Christoff, nuestro guía de Tréveris, lo expresó de este modo: «El Mosela tiene el capricho de salirse de madre de vez en cuando».

Iré contando algunas divagaciones inspiradas en el viaje por este medio, y mientras tanto escribiré una crónica más ajustada y menos subjetiva para mi amigo Jordi Ribó, que cuenta conmigo para publicarla en otro lugar.

Mientras tanto, feliz regreso a todos los que estuvisteis allí.



A veces, al despertar veíamos cisnes. (Desde mi camarote al hilo del agua, amarrados en Mannheim. El cristal refleja mis manos sosteniendo el móvil para hacer la foto).

  

viernes, 16 de septiembre de 2022

EQUINOCCIO DE ORO

 


Lorena Genzor, pastora vocacional, guiando su rebaño de vuelta hacia la majada en una tarde equinoccial cualquiera.

 

“C’est un peu comme Noël, Noël et ses trésors

Qui s’arrêteraient chez nous aux Equinoxes d’or,

Les bergers”

Jacques BREL, “Les Bergers”

 

 

Nos movemos ya en los tiempos del “equinoccio de oro” como lo llamó el Gran Jacques, ese lapso mágico en que el día y la noche recuperan el equilibrio perdido por las exageraciones consuetudinarias de unos solsticios imprudentes.

Equinoccio vale como tiempo de ponderación, de restitución. Un tiempo organizado, con sus cuartos de hora puntuales y sus imaginarias insomnes bien repartidas. Tiempo en el que los pastores adelantan ya el retorno de sus rebaños a la majada desde los pastos altos, y un diputado extremeño del PP puede ser capaz de votar en contra del brazo de madera, loado sea el cielo. El caballero es reincidente, lo que solo puede significar dos cosas: o que no le aprovechan los cursillos acelerados de voto telemático, o que le traiciona un inconsciente freudiano al que repugna tanta antipolítica barata de bloqueo.

En el equinoccio dorado brotan setas deliciosas en el mantillo de los bosques, y pueden brotar también milagros humanos tales como una paz sin vencedores ni vencidos en Ucrania y en otros territorios igualmente cruciales si bien menos sujetos a la inspección discriminatoria de la OTAN, una organización engrosada durante el solsticio burlón hasta la hipertrofia, con fines no publicitados por precaución sanitaria, y a los que el común concernido no podrá tener acceso hasta cumplidos cincuenta años más de los cincuenta reglamentarios para los secretos oficiales más nauseabundos. De todos estos comistrajos geoestratégicos ha hablado hoy mismo sin desperdicio mi maestro JL López Bulla en su blog (1).

También puede ser un buen momento para intentar reequilibrar la ecuación beneficios/salarios, algo que cuesta un mundo enderezar. La patronal se nos ha plantado, una vez más se niega a negociar. Curioso, las pérdidas extraordinarias siempre se reparten, pero no, en ningún caso, las ganancias extraordinarias.

El tema no es nuevo, y todos sabemos cómo se tira de manual en tales casos. “¡Nadie se arrugue!”, nos anima Josep Borrell, que al parecer habla de otra cosa pero qué le vamos a hacer, cada loco con su tema, este hombre es incorregible.

Yo me he limitado – hoy mismo – a cumplir un año más, ni se sabe cuántos llevo ya. Los editores del Calendario Zaragozano han tenido la amabilidad de advertirme mediante un SMS de que rebasar los límites de la esperanza de vida es peligroso, y a medio plazo podría incluso conllevar consecuencias fatales. Sí que lo siento, y os aseguro formalmente que estoy haciendo lo que puedo por morir un poco todos los días. Soy inflexible como el que más, en esto de morirme; eso sí, de muerte lenta.

Os emplazo entonces hasta el próximo equinoccio, el de primavera. Sed felices, que yo procuraré imitaros. Todo mi agradecimiento a quienes estáis inundando de felicitaciones mi cronología de Facebook. Que la felicidad funcione a la recíproca.

 

(1)  Ver http://lopezbulla.blogspot.com/2022/09/guerra-y-paz-tregua.html

 

jueves, 15 de septiembre de 2022

DIÁLOGO EN EL CAMINO

 


En un mesón de las cercanías de la tumba del Apóstol, comparten yantar Eli Wallach, Sergio Leone, Clint Eastwood y Lee Van Cleef (1960). Con pan y vino se anda el Camino. (Fuente, La Cineteca).

 

La casualidad hizo que me encontrara con don Alberto XX en una etapa del Camino de Santiago. Yo iba para allá, él no lo sé de cierto.

– ¿No saluda a los amigos, don Alberto?

– Eh, ah.

- ¿Va usted o viene de la tumba del Apóstol, si no es indiscreción?

– Yo siempre estoy de vuelta.

– Vaya ridi en el Senado, ¿no? – comenté, por decir algo.

– Eh, ah.

– Me refiero a eso de que no se preparó la intervención porque prefirió ir a la Feria.

– ¿Qué Feria?

– La de Salamanca.

– ¿Cuándo he estado yo en Salamanca?

– Es la explicación que dio usted mismo.

– Si lo he dicho yo, será.

– Y por eso le pasó lo que le pasó en el Senado.

– ¿Cuándo he estado yo en el Senado?

– Si no lo sabe usted…

– Oiga, pídame una ración de eso que está comiendo. La discusión me ha abierto el apetito.

– ¡Mesonero! – llamé a través del ambiente enrarecido del refectorio repleto de peregrinos –. ¡Unos pimientos de Padrón aquí para don Alberto!

– De los que no pican – reclamó el mentado.

– Unos pican e outros non – se disculpó el mesonero.

– Mejor me pone un pulpo a feira.

– A feira de Salamanca – puntualicé yo.

– Nunca estuve en Salamanca – insistió el hombre.

– O tal vez sí – retruqué yo.

– O tal vez sí – concedió, moderado, el líder.

“Chi va piano, va lontano”, dicen los italianos.

 

lunes, 12 de septiembre de 2022

EL DÍA EN QUE LA HISTORIA REGRESÓ A GALOPE TENDIDO

 


Nueva York, 11 de septiembre de 2001. Imagen tomada a préstamo del muro de Facebook de Rosa Fontanals.

 

Han coincidido ayer las memorias de la Diada catalana y del golpe de Pinochet en Chile, abundantemente comentadas ambas por políticos, periodistas y tertulianos, con el duelo por la reina de Inglaterra, Isabel II, y el fallecimiento del “rey de Redonda” Javier Marías, glosados ambos de manera muy diferente según sensibilidades. Podemos añadir a la carga mediática de la fecha la victoria electoral ajustada de los socialdemócratas en Suecia, y el ascenso a la cumbre del tenis mundial de un muchacho murciano de 19 años, en principio ascenso repentino y sorpresivo, pero que cuenta con muchos números para afirmarse y dejar huella duradera en la historia del deporte.

Lo que, sin embargo, no parece haber dejado huella consistente en la memoria colectiva es aquel otro 11S (9-11 en términos anglosajones) que ocurrió – no lo hemos soñado – en el año 2001 en la ciudad de Nueva York y en las inmediaciones del Pentágono. Levantó en su momento una gran polvareda, y justificó represalias armadas drásticas. Se invadió Irak, se ahorcó a Saddam Hussein después de sacarlo del zulo en el que se ocultaba, y se persiguió hasta la muerte en su último refugio a Osama bin Laden.

Hoy se prefiere arrinconar todos aquellos acontecimientos poco gloriosos en el cubo de la basura del Olvido. No somos, sin embargo, Hijos de Star Wars, como proclaman muchos espectadores fascinados por la saga cinematográfica, sino más bien Hijos de las Twin Towers. Las desaparecidas Torres Gemelas neoyorquinas han conformado el mundo tal como es hoy; lo que ha seguido desde el momento estelar de la Humanidad (así lo habría titulado Stefan Zweig) que representó su derrumbe, han sido secuelas del mismo tronco argumental.

El politólogo Francis Fukuyama, posiblemente en un momento de euforia etílica, había proclamado el Final de la Historia cuando implosionó la armazón carcomida que mantenía de forma precaria en el aire a la Unión Soviética. Hace pocas fechas hemos despedido a un testigo de excepción de aquellos acontecimientos, Mijaíl Gorbachov. El juicio definitivo por todo lo que ocurrió entonces, sigue aún pendiente. Muchas sabandijas siguen ocultas en los recovecos de sus ruinas.

Pero el derrumbe de las Torres Gemelas, símbolo de símbolos, sigue todavía más huérfano de análisis adecuados. He leído muy recientemente que Fukuyama ha matizado de forma considerable sus declaraciones iniciales, reniega del fin de la Historia y propone ahora soluciones socialdemocráticas. A buenas horas. El 11 de septiembre de 2001, la Historia regresó al galope tendido, para demostrar que el alboroto mediático motivado por la noticia de su muerte había sido demasiado prematuro.

 

sábado, 10 de septiembre de 2022

GUÍA DE SUPERVIVENCIA PARA JÓVENES EN MADRID

 


“Cómo sobrevivir siendo joven en Madrid, la capital de las viviendas inasequibles y los trabajos precarios” (fuente, El País)

 

Un excelente reportaje de Patricia Segura en El País muestra las dificultades de los/las jóvenes para abrirse paso en un mercado laboral dislocado y tramposo.

Los jóvenes acuden a Madrid, porque es el lugar de las oportunidades: prácticamente el único, dado el marasmo que invade desde hace años a toda la España que no es Madrid.

La capital les acoge con “viviendas inasequibles y trabajos precarios”. Hay más problemas, si se entra en el fondo del artículo: nada nuevo por lo demás, trabajo real disfrazado de contratos de formación sin salario, por ejemplo. Los chicos siempre pueden hacer horas mal pagadas como camareros en bares de copas, hasta las tantas; para las chicas, no es cosa.

Quienes pueden refugiarse en una casa paterna, aunque sea diminuta y en el extrarradio, lo tienen un poco mejor. Todos han llegado a Madrid con estudios cualificados y grandes esperanzas. Todos esperan que de pronto salte la liebre de un huequecito en lo “suyo”. Mientras tanto, sobreviven con la inquietud creciente de qué va a pasar mañana.

La pandemia ha sido otro hándicap sobrevenido, fortísimo. Una muchacha declara tener lloradas prácticamente todas las estaciones del Metro de Madrid. La generación que irrumpe se ve obligada a recalificar sobre la marcha lo que tenía aprendido en la familia y en la escuela acerca de abstracciones tales como la vida personal, el trabajo, la formación de una familia, el porvenir.

A ver, simplificando: la vida va por un lado; el curro, cualquier curro, se toma según viene y mientras dure; y la profesión y la familia soñadas se aplazan hasta un futuro muy, muy problemático, que tal vez aparezca un día si hay suerte y si esa suerte no resulta demasiado huidiza.

Las soluciones provisionales adoptadas por esos/as jóvenes en Madrid son siempre individuales. La mayoría están desgajados de sus familias, que todo lo más les ayudan económicamente desde lejos. Carecen de una vía de avance colectivo mínimamente eficaz hacia situaciones laborales más seguras y “decentes”. Todo queda al albur, y la competencia es fuerte entre los desposeídos de todo.

Es injusto acusar de “fachapobres” a ese colectivo, por el hecho de que sus componentes tiendan a abstenerse en unas elecciones políticas a las que no sienten convocados, y no se afilien a unas organizaciones sindicales que poco pueden influir en un inframundo laboral en el que ellos están sumergidos. Solo un cambio profundo en unas estructuras económicas y jurídicas actualmente enquistadas, acompañado de un potente impulso para la creación de empleo diversificado, decente y abundante, en el sector público y en el cooperativo y en distintos territorios, podrían conseguir que este colectivo marginal y marginado “sumara” en la concreción de una alternativa de progreso real, con partidos y sindicatos más nutridos, activos y eficaces.

De eso se trata ahora. Es la única alternativa viable de futuro.

 

viernes, 9 de septiembre de 2022

REINA DE LAS MARAVILLAS



Alicia y el Gato de Cheshire en una ilustración antigua.

 

La idea de la política que tiene Isabel Díaz Ayuso está basada en el programa televisivo del Hormiguero. Conste que hablo de oídas porque no he visto nunca ese programa; no soy exactamente un pureta, pero siempre encuentro alguna tarea preferible a sentarme a verlo.

Pues bien, tengo entendido que a ese programa van muchos invitados que se ríen mucho, contestan preguntas tontas y en ocasiones se rasgan las vestiduras por tremendas catástrofes tales como la insolvencia de algunos jefes y ministros del Gobierno de España, o bien el fallecimiento de algunas reinas de Inglaterra.

En determinado momento del show, tengo idea de que salen ratones coloraos, aunque es posible que no sea así, o que ya no sea así, y se me hayan cruzado los cables.

En cualquier caso, y al margen de los consensos o críticas que suscite Pablo Motos en su pastelero manejo de la pequeña pantalla, lo antes descrito es justamente la base del liderazgo de Ayuso en la Comunidad de Madrid. Ella ocupa siempre el primer plano con una sonrisa, cómo diría, pelín desencajada, y a su alrededor sale gente, recita su parte, todos se ríen mucho, y la gente mira y comenta. Añadiré, solo con una pizca de demagogia, que para eso fue elegida IDA. Es justo lo que querían sus electores, y ella les da en abundancia lo que pide ese público que tanto la quiere y al que se debe en todo.

Ahora nuestra princesa Isabel III ha dictado tres días de luto en Madrid por la reina Isabel II de Inglaterra. Nadie podrá decir que los cayetanos, los borjamaris y toda la gente guapa no tienen su corazoncito. Si se tercia, son capaces de homenajear a Juan Sebastián Elcano, pionero de la Marca España hace quinientos años, el primer hombre en pasar el canal de Suez antes de tiempo.

O guardar tres días de luto por Rafa Nadal, eliminado alevosamente en una emboscada nocturna de un torneo hecho exprofeso para su consagración triunfal. (¿Qué puede esperarse de un torneo en el que un ratón colorao de nombre Tiafoe se permite eliminar a nuestro Rafa? ¿Y por qué se acepta sin recurso judicial un abuso así? ¡Cuánta falta hace un Florentino en la Federación Internacional de Tenis!)

Madrid ha sido diseñado como un País de las Maravillas, en el que no faltan la Liebre de Marzo (Almeida), el Sombrerero Loco (Cantó, que se nos ha cansado de pronto del show permanente), el Gato de Cheshire (Miguel Ángel Rodríguez), y la Reina de Corazones, papel óptimo para Ayuso, que se desdobla además en una Alicia siempre dando mordisquitos a la seta, por un lado o por otro, y agigantándose y empequeñeciéndose sin control y de forma inoportuna.

Pero no hay modo de que a los espectadores de provincias ese Madrid de brillibrilli nos parezca un país de las Maravillas; en todo caso, a veces le vemos un curioso parecido a un Hormiguero.

  

miércoles, 7 de septiembre de 2022

GLOBO SONDA

 


Lo malo que tiene Feijoo es que se le nota todo. Lejos del arquetipo del gallego que nunca se sabe si sube o baja la escalera, a él se le notan las ganas de subir a toda costa, y lo incómodo que se encuentra en el rellano. Le llega mucha presión desde las alturas, y hay muchas sinecuras pendientes de repartir entre los fieles de las bases. Feijoo, con sus modos de señorito, está dispuesto a “llegar”, atropellando a quien sea. Quiere hacer efectivo (en cash) el crédito de los sondeos, cuando los sondeos ni siquiera le garantizan una mayoría adecuada, ni aun con una ayudita de Vox, opción que ahora al parecer no está tan mal vista por el Grupo Popular Europeo.

En una primera etapa, Feijoo ha propuesto a Sánchez un apoyo homeopático hasta el final de la legislatura, si solo cambia a los ministros que no son “suyos” (léase, los de Unidas Podemos). Después, en las próximas elecciones los dos estadistas se jugarían el bote acumulado a la carta más alta.

La artimaña tiene escaso recorrido. Sánchez no está apurado en ningún sentido, la legislatura va viento en popa, las alianzas parlamentarias responden y las leyes se aprueban. Queda pendiente el desafío serio para el otoño que propone el sindicalismo confederal, al reclamar subidas salariales acordes con la subida en flecha del coste de la vida, mientras la patronal, beneficiada por el alza de los precios, se llama andana en esta situación en particular.

Una posición de equidistancia institucional en la refriega social sería agradecida por la patronal, dado que la ministra de Trabajo y su equipo se están significando de forma pública en favor de la reclamación de los sindicatos. Los salarios deben subir, y los beneficios empresariales extraordinarios deben ser contenidos, en aras de una salida más respirable al impase en el que se encuentra un mercado deprimido en el que una gran parte de la fuerza de trabajo no acepta ya los salarios míseros, las horas extra no pagadas y las condiciones abusivas que ofrecen, en sectores neurálgicos, unos empresarios demasiado acostumbrados a aprovecharse del apuro de personas que subsisten por debajo del umbral de la miseria.

Pero no será Feijoo quien gane o pierda esa escaramuza de otoño. Nada puede ofrecer a Sánchez porque su postura está ya fijada en el conflicto. Entre las cuatro ideas genéricas y mal cosidas que defiende, están la bajada de impuestos a los empresarios y la contención salarial. El etéreo apoyo que ofrece al gobierno a cambio de la destitución de Yolanda Díaz no llegaría más lejos de unos dogmas neoliberales reciamente asumidos desde el fondo de un estómago agradecido, y por tanto indiscutibles. En ningún caso puede pensarse que llegará hasta el non plus ultra de la neutralidad institucional, y la neutralidad institucional ya la defienden muchas otras personas, en el gobierno y en la sociedad.

Resumiendo, lo de Feijoo ayer ha sido un globo sonda, o más bien un episodio más del “Quiero ser califa en lugar del califa” que atormentaba al visir Iznogud en aquellos cómics de culto dibujados por Jean Tabary (1930-2011) con guión de René Goscinny (1926-1977).

 

lunes, 5 de septiembre de 2022

TE VEO DOBLE Y NO ESTÁ BIEN


 

Carátula de una edición de “Borracho”, el primer gran éxito de Los Brincos (1965).

 

"No quiero estar borracho otra vez, otra vez.

Porque te veo doble y no está bien, no está bien.

No quiero estar borracho, quiero vivir feliz.

Así, así, así, así…"

Los Brincos, “Borracho”

 

En Chile el pueblo votó por el progresista Boric, y ha votado ahora en contra de la nueva Constitución democrática que él proponía. Seguirán teniendo la Ley Augusta de Pinochet, condividida por un gobierno en las antípodas. ¿Sirve de algo esa actitud, o solo se trata de un arrepentimiento vicario, sin propósito de enmienda?

La noticia comparte portada en la prensa de hoy con los resultados de dos sondeos de opinión en España: en el primero, una mayoría amplia, que incluye votantes del PP, respalda las medidas de ahorro energético de Sánchez; en el segundo, se detecta un incremento en algunas décimas del apoyo al PP de Feijoo, que sigue siendo la opción con mayor intención de voto.

Podemos hablar de esquizofrenia, término que mola mucho y se entiende poco; Erich Fromm, más incisivo, lo llamó “miedo a la libertad”.

En un chat en FB vine a decir ayer mismo que mucha gente prefiere las certezas falsas del PP a las incertidumbres ponderadas de la izquierda. “Lo pasaremos mal”, apunta Sánchez, y Feijoo se crece: “Lo pasaréis mal con Sánchez.”

En Murcia, Castilla y León y Andalucía, los nuevos gobiernos autonómicos se han esmerado en aumentar el número de asesores y las nóminas de todos, tanto gobernantes como adláteres. Hay ya un cuadro de honor nutrido de políticos autonómicos con ingresos anuales por encima de los del presidente Sánchez.

Para lo demás, los conservadores ultras y los ultraconservadores no han mostrado el mismo interés. Pruebas al efecto, el Mar Menor y las lagunas de Doñana, arruinadas por desidia y caciqueo. En Andalucía el paro sigue aumentando, contra la tendencia generada en el resto de España por las medidas laborales del Gobierno. En la Comunidad de Madrid la situación no se percibe tan mala como es, porque las estadísticas oficiales se falsifican sin rubor. Un indicio, sin embargo: hace muchos meses que hemos dejado de oír la tarabita de que Madrid es un modelo de éxito, y si le va bien a Madrid le va bien a España.

Aquello lo decía Miguel Ángel Rodríguez, una eminencia gris siempre con la copa de güisqui en la mano. El susodicho puso el grito en el cielo porque en su pub se les había acabado el hielo. Los corifeos de la caverna y de la galerna remacharon: “¡Hasta cuándo vais a abusar de nuestra paciencia! ¡Ya falta incluso el hielo para el güisqui after hours!”

El no va más, el acabose. “No quiero estar borracho otra vez, otra vez.”

No quiero volver a ver doble.

 

sábado, 3 de septiembre de 2022

A LAS MALAS

 


De brazos cruzados. Juan Rulfo con un amigo de Comala.

 

«Me moriré en París con aguacero, / un día del que tengo ya el recuerdo», escribió César Vallejo (en “Piedra negra sobre una piedra blanca”). Para completar la profecía, señaló como fecha “tal vez” un jueves (“como hoy”) de otoño. No fue en otoño ni en jueves, sino un viernes santo, en París y con lluvia. El 15 de abril de 1938.

Todos morimos muchas veces en vida, y seguimos adelante por lo general. Una vez, una sola, es la definitiva, esa que se presenta “a las malas” y no concede prórrogas.

Bueno, yo tengo también el recuerdo de mi muerte, de noche en una cama familiar (aborrezco las muertes en camas de hospital; para morir así, francamente, preferiría no morirme). Esta noche he sentido algo parecido a la sensación de otras ocasiones, un ahogo, un delirio de perfil bajo, un dejarme ir poco a poco mientras una lucecita interior me alertaba: “¿qué te está pasando?”. Me he levantado sin problema, he ido al baño y luego me he asomado a la terraza a ver dormir el mar bajo el espesor de un cielo nublado en el que no brillaban las estrellas.

Todo el proceso puede haber sido un ensayo, uno más, quizás aún no el ensayo general del día antes del estreno pero quién puede intuirlo, lo hizo César Vallejo, yo no.

Sentado en la terraza; seis y unos minutos de la mañana. Todo oscuro aún. Olor de mar, viento flojo. El corazón, que se me había disparado, se ha ido acompasando poco a poco. La Dama del Alba – si era ella – se ha retirado en algún momento de puntillas, sin hacer ruido, tal vez con una sonrisa enigmática a flor de labios, como la Gioconda. “¡Perillán!”, me habrá dicho en susurros, si era ella. O bien otra palabra antigua, en desuso, como gusta hacer la Dama.

Al rato he visto asomar una claridad por la esquina del oriente del cielo y me he vuelto a mi cama, junto a Carmen dormida, a apurar los últimos tragos de la noche.

 


René Gruau: “Lady in a doorway wearing red dress” (1947).