Margarete Bieber. Fuente: Universidad de Giessen.
Descubro la historia de Margarete Bieber, una ilustre pionera
de la lucha feminista por la cultura, en un libro (“Pompei, la città
incantata”) de Gabriel Zuchtriegel, profesor germano-italiano y actual
director del Parque arqueológico de Pompeya.
Margarete dio en 1928, en una revista especializada, una
interpretación peculiar a los frescos de la famosa Villa dei Misteri. No se
trataría de ritos mistéricos, según ella, sino de la visión jovial de una boda
(epitalamio) plasmada por toda una serie de personajes a partir de la figura central
de la novia, que aparece sentada en una butaca, peinándose para la ceremonia.
La interpretación de Bieber ya había sido tenida en cuenta en 1931 por el
director de las excavaciones, Amedeo Maiuri, pero casi de inmediato quedó
arrinconada por el mainstream arqueológico, hasta ser recogida y aumentada muchos
años después por el francés Paul Veyne (“La
Villa des Mystères à Pompéi”, París, Gallimard 2016).
Fue un recuerdo merecido aunque muy tardío de su aportación.
Pero la anécdota resume a la perfección la historia profesional de Margarete,
nacida en 1879 en Schönau, Prusia, actual Przechowo en Polonia, en el seno de
una familia judía. Estudió la carrera como oyente, porque las mujeres no podían
entonces matricularse en la Universidad, y fue la primera doctora en
Arqueología (la tercera en todas las especialidades) de su país, Alemania. Solicitó
una “bolsa de viaje” para visitar excavaciones relacionadas con su especialidad
en Grecia y en Italia; y Ernst Fabricius, presidente de la comisión que las
concedía, se la denegó por su condición femenina (“Mientras yo presida esta
comisión, etc.”) Insistió, sin embargo, una y otra vez, y acabó por conseguir
una bolsa para Atenas en 1909, pero el vacío que le hicieron sus colegas
bolsistas masculinos la llevó a buscar una pensión por su cuenta. Lo mismo le
ocurrió en Mileto.
Tras el estallido de la I Guerra Mundial, la ausencia de
varones enrolados en el ejército permitió que Bieber recibiera un nombramiento
como suplente de cátedra en la Universidad de Berlín, pero el rector, Ferdinand
Noack, anuló el nombramiento y prohibió de forma expresa a la doctora utilizar
las instalaciones y acceder a las colecciones científicas universitarias.
Margarete perseveró. Fue habilitada primero para la libre
docencia, y en 1933 ganó la cátedra de la Universidad de Giessen. No llegó a
tomar posesión, sin embargo, porque el Partido Nazi de Adolfo Hitler ganó las
elecciones. Después de sufrir distintas humillaciones, optó por exiliarse con
su hija, primero a Inglaterra (Oxford) y luego a Estados Unidos, donde fue a
recalar en la Universidad de New Canaan, Connecticut. Allí murió en 1978, casi
centenaria, y descansó de una lucha larga e incansable contra los prejuicios
que trataban de invisibilizar el centenar largo de libros, artículos y
aportaciones científicas que constituyen su legado. En 1977, a los 98 años,
había conseguido su último récord: una bolsa de investigación del National
Endowment for the Humanities.