lunes, 9 de octubre de 2023

DESPUÉS DE LA CONFRONTACIÓN

 


La Academia platónica, mosaico pompeyano del siglo I aC, Museo Arqueológico de Nápoles. La escena podría ser considerada un eventual antecedente de las demoradas conversaciones sobre casi todo que tienen lugar diariamente en un Eje Consell de Cent pacificado de tráficos y confrontaciones.

 

Hace seis años, en Madrid, alguien me acusó con mucho ímpetu de que lo que estaba sucediendo en Cataluña era culpa precisamente de quienes no comulgábamos con el independentismo pero tampoco nos confrontábamos con él, por lo menos de una manera contundente.

Eran tiempos (no hace tanto, ustedes seguro que lo recordarán) en los que Cataluña era el único obstáculo para la ascensión de España a un puesto puntero en el concierto de las naciones. Mariano Rajoy, nuestro presidente del Gobierno, veía brotes verdes por todas partes, y Madrid ejercía de locomotora económica del país según un “modelo de éxito” exportable – decían – a otras comunidades. Exceptuada Catalunya, “España iba bien”, según parecer más o menos unánime de los poncios así de Génova como de Ferraz.

Ayer tuvimos manifestación en el Paseo de Gracia contra una posible amnistía a los sujetos activos del procès. No fue gran cosa, dicen, aunque no bajé a la calle a comprobarlo. Por la tarde sí salí, a Consell de Cent esquina Girona, del brazo de Carmen, y estuvimos sentados un rato en uno de los nuevos bancos, viendo jugar a los niños y pasar las bicicletas. Circulaban por aquel espacio arbolado y recién pavimentado algunos guiris, localizables por la forma de vestir y las zapatillas de marca, y una gran mayoría de gentes del país, muchas de ellas con cochecitos de niño y perros enlazados. Daban la nota de color algunos grupos familiares amplios de migrantes hispanoamericanos, gentes que  tienden a socializar de preferencia entre ellas en busca de una mayor cohesión en un contexto extraño.

Se hablaba tanto catalán como castellano o equivalente, sin problema aparente para el entendimiento mutuo. Nadie cargaba con una bandera, nadie levantaba la voz ni jugaba a ”confrontarse” con la contundencia debida contra algo, como los visitantes del mediodía.

Éramos bastantes más los manifestantes de la tarde que los de la mañana, seguro. Podríamos estirar incluso nuestra mayoría si saliera bien la operación delicada de la posible amnistía. Una amnistía con consenso popular y con respaldo constitucional, desde luego. Lo hago constar porque algunos confunden la amnistía con la amnesia, según comentario muy agudo de Nico Sartorius.