jueves, 15 de agosto de 2013

SUSAN GEORGE VERSUS CHRISTINE LAGARDE

Ayer Carmen se tropezó en el portal de casa con un vecino del bloque, jubilado, que ejerció en tiempos el oficio de peluquero de señoras.

-¿A pasear con los niños? –dijo el hombre, y Carmen aclaró:
-Son mis nietos.

-No es posible –se hizo cruces el peluquero- ¿Sus nietos? Yo los hacía sus hijos, y me parecían ya muy crecidos…
No era un error (nos conoce bien), sino una galantería: un piropo, que se decía antaño. A Carmen le sentó como una patada en la boca del estómago, porque estos ya no son tiempos.

 Tiempos eran aquellos (principios de los sesenta) en que, recién ingresado en la universidad, asistí a la inauguración solemne del curso académico en el Aula Magna de la Complutense con don Leonardo Prieto-Castro, decano de la Facultad de Derecho, como conferenciante.

-La mayoría de ustedes… –discurseó don Leonardo. Jamás llamó de tú ni siquiera a un humilde estudiante de primer curso.- La mayoría de ustedes son demasiado jóvenes para haber vivido la terrible experiencia de nuestra guerra civil. La totalidad de las señoras presentes (aquí una elegante reverencia), por supuesto, también lo son.

Hubo un cloqueo de risa satisfecha entre las mentadas señoras, esposas por lo general de los cátedros del plantel. En los años a que me refiero, dicho sea entre paréntesis, era aún impensable la existencia de una señora catedrática, ni de Derecho ni casi de ninguna otra cosa. Bajo el franquismo, en el terreno de la cultura las mujeres sólo podían representar el sufrido papel de florero.

Convengamos pues en que ya no son tiempos para galanterías. Lo digo pensando en dos mujeres concretas, francesas las dos aunque la primera nació en Estados Unidos: Susan George y Christine Lagarde. Susan George dirige el Observatorio de la Mundialización, con sede en París, y desempeña otros cargos relevantes. Fue hasta hace pocos años vicepresidenta de ATTAC. Ha señalado hace unos días que no será posible atajar la crisis económica mientras no se ponga coto de alguna forma a los movimientos especulativos de capitales transnacionales. Christine Lagarde, directora del FMI, no está ni de lejos por esa labor: su receta para España es recortar en un 10% los salarios.