Paco Rodríguez de
Lecea
José Luis
López Bulla reedita en su blog el artículo que dedicó a la muerte de Manolo
Vázquez Montalbán. Lo leo y me queda una impresión estética muy profunda, de
desconsuelo rabioso y de solemnidad desgarrada o de desgarro solemne. Rebusco
un poco más en el texto y encuentro algo singular. El artículo comienza con un
endecasílabo perfecto:
“Me sentó como
un rayo la noticia…”
Pero no es
sólo el comienzo, el verso endecasílabo es una estructura oculta que se repite
una y otra vez en el texto como un redoble majestuoso de campanas. Anoto de
pasada: “Poeta, periodista y novelista…”, “Pero como la vida
continúa…”, “Su penetrante mirada que denuncia…”. Y el colofón final,
si efectuamos una levísima supresión en el texto como quedó escrito, queda
conformado por un par de endecasílabos en rima libre:
“… y sigue
paseando por las Ramblas
camino de
sacarle punta al lápiz.”
El
endecasílabo fue el “arte mayor” de los poetas mayores de nuestra historia.
Empezando por el Dante, que se curró la Commedia entera (no la
llamen “Divina”, por favor, esa cursilería se le ocurrió a alguien muchos años
después) en tercetos encadenados de endecasílabos. Y no fue casualidad que
siglos más tarde Miguel Hernández recurriera a los tercetos encadenados para
llorar la muerte de su compañero del alma Ramón Sijé. Yo cité a Miguel en una
ocasión en que quise expresar mi dolor por la muerte de un amigo, porque él lo
dejó dicho todo para siempre sobre este tema de la manera más bella y rotunda
posible.
No es extraño,
entonces, que en el momento de glosar la muerte de Manolo Vázquez Montalbán, la
estructura de las once sílabas se le impusiera, de forma consciente o
inconsciente, a José Luis, que cuenta a Dante y a Miguel Hernández entre sus
nada escasas lecturas de culto. Voy a volver a ponerme a mí de ejemplo:
estropeé a última hora y sin advertirlo el endecasílabo que me salía
de forma natural como titular de mi obituario. Puse “Se me ha muerto Mario
Trinidad” en lugar del “Se nos ha muerto” que me pedía la medida del verso:
“Yo quiero ser
llorando el hortelano.
Se nos ha
muerto Mario Trinidad,
Compañero del
alma, tan temprano.”
Así, cuadraba.
2
Más sobre
obituarios y poesía. Estoy celebrando el Año Espriu con un homenaje privado: me
he comprado la biografía “Espriu transparent” de Agustí Pons y un volumen con
toda la prosa narrativa del poeta; la poesía completa estaba ya desde hace años
en mi biblioteca. Combino entonces la lectura de la vida de Espriu con sus
textos.
Pues bien, en 1938 murió de forma bastante repentina el poeta
mallorquín Bartomeu Rosselló-Pòrcel. Espriu y Rosselló habían sido inseparables
durante su época de estudiantes, y se tenían también una gran estima digamos
profesional. Para Rosselló, Espriu era el indiscutible jefe de fila de su
generación literaria; lo saludó en una carta con un verso del Dante (reaparecen
los endecasílabos!): “Tu duca, tu signore, tu maestro”. Por su
parte Espriu, que hasta entonces había destacado únicamente como prosista, dejó
dicho de Rosselló: “No sé si es el més alt poeta de Catalunya, però
estimo la seva obra per damunt de tot.”
El estallido de la guerra “incivil” los había distanciado. A
Espriu, republicano desde siempre, el conflicto lo dejó espantado: abominó de
los dos bandos por las barbaridades que presenció y que sufrió en su persona y
su familia. Rosselló se afilió al PSUC y vivió la marcha de la guerra en una
exaltación continua, reprobada por su amigo. Cuando lo internaron en el
sanatorio del Brull con una tuberculosis galopante, Espriu fue avisado pero no
se dio prisa en acudir junto a su amigo enfermo. Cuarenta y ocho horas después,
la noticia era que había muerto.
El último texto del volumen en prosa de Espriu “La
Pluja ”, se titula “Pluja de maig, brodada”.
Está escrito en 1938 y dedicado así: “En la mort de R.P.” Finaliza
con el siguiente párrafo:
“Remor de
cascavells d’aigua damunt el maig fred del jardí, damunt el teu silenci a la
muntanya, mentre la teva mare broda i plora, plora per tu sota la pluja
brodada, lluny, al carrer de l’Om o dels Oms, enllà de la mar, enllà del casal
profanat dels meus morts.”
Hay una
autoacusación final que suena como un retumbo fúnebre: “la mansión profanada de
mis muertos”. Espriu volvió a poner en escena a la lluvia y a la madre que
borda y que llora en el carrer de l’Om en un poema incluido en el volumen “Les
Hores” y titulado “Petita cancó de la teva mort”. Los aficionados lo recordarán
en la voz y con la música de Raimon. Cito la tercera de las cuatro estrofas:
“La pluja li contava
la teva mort,
la pluja li contava
com has mort sol.”
No hay
endecasílabos aquí. Pero los cuatro monosílabos del verso final resuenan como
cuatro tañidos hirientes de campana y contienen de nuevo la misma
autoacusación. “Cómo Has Muerto.” “Solo.” No exactamente solo, pero sin la
compañía de su amigo.
3
Una cosa lleva
a la otra. Recordé de pronto haber leído una poesía fúnebre dedicada a Miguel
Hernández por Pablo Neruda, un texto tremendo que descubrimos juntos mi amigo
Mario Trinidad y yo en los años de universidad. Entonces el “Canto general” de
Neruda estaba oficialmente prohibido en España, pero nos arreglamos para
conseguir una edición argentina de Losada, en dos volúmenes. Yo entrerrecordaba
de forma nebulosa un pasaje concreto. Lo busqué. Está en efecto hacia el final
del “Canto general”. Dice así:
“Que sepan los
que te mataron que pagarán con sangre.
Que sepan los
que te dieron tormento que me verán un día.
Que sepan los
malditos que hoy incluyen tu nombre
En sus libros,
los Dámasos, los Gerardos, los hijos
De perra,
silenciosos cómplices del verdugo,
Que no será
borrado tu martirio, y tu muerte
Caerá sobre
toda su luna de cobardes.”
Quizás hoy no
es tan evidente como en aquellos años el insulto a Dámaso Alonso y Gerardo
Diego, que incluyeron a Miguel Hernández en antologías después de haber callado
cuando una protesta oportuna podía haber mejorado su suerte.
Pero
a continuación encuentro en el mismo poema otros versos que no recordaba en
absoluto, que se habían borrado de mi mente sin dejar ninguna huella. Los anoto
también:
“Miguel, lejos
de la prisión de Osuna, lejos
de la
crueldad, Mao Tse-tung dirige
tu poesía
despedazada en el combate
hacia nuestra
victoria. Y Praga rumorosa
construyendo
la dulce colmena que cantaste,
Hungría verde
limpia sus graneros
Y baila junto
al río que despertó del sueño.
Y de Varsovia
sube la sirena desnuda
Que edifica
mostrando su cristalina espada.
Y más allá la
tierra se agiganta, la tierra
Que visitó tu
canto, y el acero
Que defendió
tu patria están seguros,
Acrecentados
sobre la firmeza
De Stalin y
sus hijos.”
Es el
anticlímax, la endecha a la vida y la victoria de un socialismo que ha muerto
de una forma más definitiva y absoluta que todos los poetas muertos. RIP.
Nota. Este
artículo se refiere a http://lopezbulla.blogspot.com.es/2013/10/vazquez-montalban-en-comisiones-obreras.html