Querido José Luis,
Aquí en Egaleo, un municipio de la conurbación de Atenas,
entre la capital y el Pireo, se respira esta noche un humazo malsano. Carmen y
yo hemos llegado a alarmarnos pensando que había algún incendio en el barrio.
No es eso, sino que la temperatura ha bajado bruscamente y se han encendido las
calefacciones. En nuestro inmueble, la reunión de vecinos decidió en su momento
no comprar más gasóleo para la calefacción central: el gasóleo ha se ha
encarecido más o menos un ciento cincuenta por ciento de un año a esta parte.
Es de suponer que en muchos hogares próximos se habrá tomado una decisión
parecida, y la gente se ingenia: han salido de los trasteros las viejas estufas
de leña o de carbón (leña y carbón son inencontrables, hoy, al precio que sea)
y se las alimenta con lo que hay a mano, cartones, trapos, muebles viejos
pintados o barnizados… El ambiente es tóxico.
En la calle hay coches aparcados provistos de funda.
También el precio de la gasolina está disparado, y los propietarios renuncian a
utilizar sus vehículos y los protegen a la espera de tiempos mejores.
A la espera de tiempos que nadie espera que vayan a ser
mejores, habría que matizar. La troika impone más recortes y más severos a
Grecia. Eso se nota en la vida de cada día, no son discursos huecos. El viernes
pasado el metro en el que viajábamos pasó de largo las estaciones de Sintagma y
Monastiraki. El problema era que profesores y bedeles habían ocupado desde el
amanecer el edificio del ministerio, en la avenida Vasilisa Sofía, y estaban
siendo desalojados de allí por elementos antidisturbios con gases lacrimógenos
y grandes dosis de violencia. Los ocupantes eran una treintena de bedeles (el
cargo ha sido considerado “no imprescindible” y desaparece), y un centenar
largo de enseñantes, según las noticias. Cabe una reflexión sobre la adecuación
de medios y fines en una acción policial de ese calibre.
La reflexión puede extenderse también a territorios más
íntimos. El profesor de Lengua griega de mis nietos se va del colegio (público)
a mitad de curso. Mis nietos están desolados: los dos le habían tomado un gran
cariño. Todos los padres de sus compañeros de clase coinciden en que se trata
de un buen profesional; los más enfáticos aseguran que aúna el rigor pedagógico
a grandes dotes de comunicador (me excuso por la frase, transcribo la
traducción que me hace mi hija). Ese profesor se va a Argentina; ha sido
contratado por griegos residentes en Buenos Aires que han montado y financiado
una escuela griega privada porque desean que sus hijos conserven la lengua de
la patria. La vida presenta desarrollos así de absurdos.
Sigo en estos días atenienses con puntualidad las entradas
de tu blog. Me han llamado en particular la atención el llamamiento deQuim González en favor de las
condiciones laborales en Bangla Desh, tanto las generales como las muy
singulares de una muchacha, Shapla, que las define con palabras simples: “Me
desespera el futuro”. Y también el discurso de Bruno Trentin sobre el “mérito” y la glosa irónica de Alessandro Robecchi
sobre el mismo tema. La cuestión, en Grecia como en España, en Italia como en
Bangladesh, es, en efecto, la siguiente: ¿pueden seguirse llamando democráticas
unas sociedades en las que se ha instalado de una forma tan sólida y
consistente una desigualdad de oportunidades inmensa y arrasadora?
Un abrazo, Paco