martes, 3 de enero de 2023

EL DOGMA Y LA VERDAD

 


La Verdad. Detalle del lienzo de Sandro Botticelli “La calumnia de Apeles” (Galería de los Uffizi, Florencia)

 

Emiliano García-Page, presidente autónomo de Castilla-La Mancha, se ha condolido por Twitter de la muerte del papa emérito Benedicto XVI, «un gran defensor de la verdad».

Quizás yo debería escribir aquí Verdad, con mayúscula; Ratzinger fue prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, antes que papa Benedicto, y desde aquel puesto trascendente defendió con ardor el Dogma católico. No es seguro, en cambio, que defendiera asimismo la Verdad a secas, a menos que consideremos que Dogma y Verdad, considerados bajo el prisma de la religión, son una misma cosa.

Pero los dogmas no cambian nunca, y las verdades sí, siempre y en todos los casos en los que cambian las circunstancias. Dios es Uno y Trino siempre, según un dogma indemostrable; mientras que la verdad comprobada dice que a unas horas es de día en un lugar determinado, y a otras es de noche.

Noten la diferencia. El prefecto Ratzinger la notaba; Page, en cambio, no. (Ayuso, tampoco, dicho sea de paso.) Cuando una persona está convencida de que la Verdad desciende de los cielos por Revelación divina, tiende a caer en confusiones deplorables. Page y Ayuso creen firmemente en una Santísima Trinidad que gobierna nuestros destinos, a saber: Banca, Monarquía y OTAN. Las tres componentes tienen una existencia que solo depende de sí misma y no puede ser cambiada; a eso se le llama “aseidad” en teología. Las tres gravitan desde las alturas sobre los mortales, y son de necesidad estricta en un sentido riguroso. De ellas se desprenden algunos corolarios: el Salario Mínimo, por ejemplo, tiene que ser en efecto mínimo, como sostiene el gobernador del Banco de España señor Hernández de Cos; porque otra cosa sería herejía y desestabilización.

El economista Niño Becerra acaba de declarar que es incoherente no contar como parados a los trabajadores fijos discontinuos. Confunde el dato con el dogma, eso es todo. Lo cierto es que hay una diferencia clara entre ambos: los discontinuos mantienen su expectativa de puesto trabajo, cobran regularmente el subsidio, tienen protección legal, son sujetos de derechos ante la empresa y el Estado.

Los parados, no. El paro visto como dogma económico es similar al Diluvio Universal de la Biblia: una calamidad sin remedio. Llueve sobre justos y pecadores, y al que le toca le tocó. Los humanos no pueden rebelarse contra el destino fatal implícito en su condición de parados potenciales, sin caer en sacrilegio.

Si de los dogmas pasamos a las simples verdades, estas carecen de halo sagrado, son de naturaleza terrenal, y pueden ser compartidas, negociadas, y generar consensos amplios.

¿Qué defendió el papa Benedicto, el dogma religioso o la verdad mundana? Cada cual busque la respuesta a esa pregunta. Yo me atrevería a apuntar que ciertas verdades del barquero nunca acabaron de entrarle en la mollera. Todo se reducía para él a un gran misterio sacro. En sus peores momentos, convirtió ese misterio en una alfombra bajo la cual se escondían cosas que no interesaba que se mostraran a la vista.