Jorge Vilda ha sido sustituido como seleccionador nacional
femenino de fútbol, después de un trabajoso ejercicio de aceptación del
principio de realidad por parte de unas instancias federativas que se empeñaban
en mirar obstinadamente a otra parte, y cuya cabeza visible está ahora mismo,
de forma aún provisional, al pie de los caballos.
Todo el recorrido del asunto desde la primera carta “de las
15” díscolas, incluida la obtención del título mundial por la selección
española, ha sido un forcejeo entre la razón colectiva, esgrimida desde el lado
de las futbolistas, y el disparate individual ofrecido por las jerarquías
atrincheradas en los despachos del fútbol. No es inútil constatar que, mientras
las chicas progresaban de forma acelerada en los campos de deporte, en los
despachos las jerarquías no solo mantenían su actitud, sino que se
enfrascaban en alambicadas maniobras impulsadas por una larga experiencia en el
campo de los intereses creados y en el intercambio de favores entre élites
federativas.
Jenny Hermoso no ha sido una heroína que se ha levantado
por encima de las demás para llamar a la lucha. Ha tenido la suerte o la mala
suerte de la visibilidad extrema en una situación no deseada por ella, y en la
que ha recibido el pleno respaldo de sus compañeras. El tema del conflicto no ha sido un “Jenny
versus Rubiales”; ha sido más bien el “#se acabó”. Las chicas han
respondido como un bloque sin fisuras (apunten este término, “sororidad”) a las
maniobras de fragmentación y de individualización promovidas desde los diferentes
cuerpos federativos, y en particular desde una asamblea que se autojaleó en
exceso al estilo del cervantino Retablo de las Maravillas, sin darse cuenta de que
estaba dejando sus vergüenzas a la vista de todos los espectadores convocados a
la función.
Veremos si la nueva seleccionadora, Montse Tomé, consigue
restañar heridas muy dolorosas, pero ya está claro que la victoria del “#se
acabó” no llegará a los extremos de rotundidad que sí ha tenido la victoria
deportiva.
Con todo, la victoria deportiva ha sido un hito insoslayable.
Sin la Copa Mundial, el enfrentamiento se habría estancado y todo seguiría
igual que antes, con unos cuantos insultos añadidos a costa de las
protagonistas. De nuevo se les habría mandado oficiosamente a la cocina, y a
fregar suelos. El macho ibérico es un animal corto de alcances, pero pertinaz.
Vamos, muy al contrario, hacia un cambio progresivo de las
estructuras. Si es cierto que no todo ha cambiado, también lo es que nada
volverá a ser igual que antes.
Estamos en el siglo de las mujeres. Bienvenidas, todas
vosotras, a vuestro terreno.