Antonio
da FABRIANO, “San Jerónimo en su estudio”, Walters Art Gallery, Baltimore. Retrato
de un intelectual (¿innovador?, lo ignoro) dedicado a su labor. Compartido de
FB por gentileza de Miriam Beso.
Hace algunos meses, traje a estas páginas un apunte para
una reflexión en germen; quiero decir con ello, una reflexión necesitada de
mayor desarrollo. Lo titulé «El sindicato en la primera mitad del siglo XXI»
(1). Lo que allí se indica es congruente con la idea de un mayor protagonismo
del sindicato en la política, desde su peculiar autonomía y centrado en sus
objetivos propios, que no son los avatares del gobierno ni el respaldo
subalterno a una u otra opción política desde “dentro” de las fábricas. (Si
puede hablarse aún en nuestro tiempo de “fábrica” y de una fuerza de trabajo
ordenadamente incluida en ella, cuestión por lo menos dudosa.)
Dos trabajos recientes de compañeros y amigos me ayudan a
avanzar algo más en la concreción de aquel apunte, siguiendo una dirección
concreta: el gobierno de la innovación. La innovación en los procesos
productivos es un salto adelante, que abre un cambio de perspectiva. Si el
sindicato (hablo de sindicato siempre en cuanto institución, sin referirme a
esta o aquella central sindical, española o de otro país) no atiende a la
innovación y no la asume como cuestión propia, esa innovación será
gobernada por la contraparte, con consecuencias fácilmente previsibles. El
primer deber, entonces, de los sindicatos sería estar “al loro”. Pero hay mucho
más.
Explica Quim González Muntadas en
su artículo «Romper piedras o construir una catedral», en “On Economía”
(2), que según un estudio reciente del Boston Consulting Group, que
abarca 17 años de innovación corporativa, el 78% de las ideas innovadoras
incorporadas a los procesos productivos procede de los propios trabajadores de
la empresa que las lleva a la práctica.
Un porcentaje tan abrumador de participación del factor
trabajo en la innovación “real” (no solo ni principalmente esa “innovación” presentada
como la única existente, publicitada y puesta en el mercado bajo la protección
de patentes), implica que sería disfuncional y desastroso para la sociedad que
quienes innovan – todos los días la inteligencia natural del colectivo
trabajador está innovando en la economía real – sean apartados del gobierno de
eso que ellos mismos han hecho funcionar en primerísimo lugar. Corresponde al
sindicato, un ente también creado y organizado desde el trabajo, garantizar esa
labor de gobierno y de control en todo lo que se sitúa más allá del centro de trabajo
(el “ecocentro de trabajo”, para emplear una bella expresión de José Luis López
Bulla). Incluida la negociación colectiva pero también, por supuesto, la
concertación puntual con patronal y gobierno.
Así parece reconocerlo y recomendarlo Joe Biden, el
presidente de EEUU, en una orden ejecutiva tendente a regular la inteligencia
artificial. Es decir, regular y poner límites a una innovación gigantesca pero también
particularmente peligrosa si es utilizada de forma sesgada para pervertir las
relaciones entre personas y grupos sociales, en un contexto en el que tienden a
borrarse adrede fronteras éticas que durante siglos han permanecido
inamovibles. Al respecto, remito al lector de este apunte a la entrada del blog
de Antonio Baylos «Modelos regulativos de la inteligencia
artificial: la orden ejecutiva del presidente Biden» (3).
Puede ser revelador destacar en particular un párrafo de la
orden presidencial que se refiere al alcance y las dimensiones de una apuesta que
exige una presencia sindical vigorosa y positiva: “En el propio lugar de trabajo, la IA [inteligencia
artifical] no debe desplegarse de forma que socave los derechos, empeore la
calidad del empleo, fomente la vigilancia indebida de los trabajadores, reduzca
la competencia en el mercado, introduzca nuevos riesgos para la salud y la
seguridad o cause perturbaciones perjudiciales en la mano de obra. Los próximos
pasos críticos en el desarrollo de la IA deben basarse en las opiniones de los
trabajadores, los sindicatos, los educadores y los empresarios para apoyar usos
responsables de la IA que mejoren la vida de los trabajadores, aumenten
positivamente el trabajo humano y ayuden a todas las personas a disfrutar de
forma segura de los beneficios y las oportunidades de la innovación tecnológica.”
(1) Ver https://vamosapuntoycontrapunto.blogspot.com/2023/05/el-sindicato-en-la-primera-mitad-del.html