jueves, 2 de noviembre de 2023

SINDICATO E INNOVACIÓN. UNA CORRELACIÓN DESEABLE

 


Antonio da FABRIANO, “San Jerónimo en su estudio”, Walters Art Gallery, Baltimore. Retrato de un intelectual (¿innovador?, lo ignoro) dedicado a su labor. Compartido de FB por gentileza de Miriam Beso.

 

Hace algunos meses, traje a estas páginas un apunte para una reflexión en germen; quiero decir con ello, una reflexión necesitada de mayor desarrollo. Lo titulé «El sindicato en la primera mitad del siglo XXI» (1). Lo que allí se indica es congruente con la idea de un mayor protagonismo del sindicato en la política, desde su peculiar autonomía y centrado en sus objetivos propios, que no son los avatares del gobierno ni el respaldo subalterno a una u otra opción política desde “dentro” de las fábricas. (Si puede hablarse aún en nuestro tiempo de “fábrica” y de una fuerza de trabajo ordenadamente incluida en ella, cuestión por lo menos dudosa.)

Dos trabajos recientes de compañeros y amigos me ayudan a avanzar algo más en la concreción de aquel apunte, siguiendo una dirección concreta: el gobierno de la innovación. La innovación en los procesos productivos es un salto adelante, que abre un cambio de perspectiva. Si el sindicato (hablo de sindicato siempre en cuanto institución, sin referirme a esta o aquella central sindical, española o de otro país) no atiende a la innovación y no la asume como cuestión propia, esa innovación será gobernada por la contraparte, con consecuencias fácilmente previsibles. El primer deber, entonces, de los sindicatos sería estar “al loro”. Pero hay mucho más.

Explica Quim González Muntadas en su artículo «Romper piedras o construir una catedral», en “On Economía” (2), que según un estudio reciente del Boston Consulting Group, que abarca 17 años de innovación corporativa, el 78% de las ideas innovadoras incorporadas a los procesos productivos procede de los propios trabajadores de la empresa que las lleva a la práctica.

Un porcentaje tan abrumador de participación del factor trabajo en la innovación “real” (no solo ni principalmente esa “innovación” presentada como la única existente, publicitada y puesta en el mercado bajo la protección de patentes), implica que sería disfuncional y desastroso para la sociedad que quienes innovan – todos los días la inteligencia natural del colectivo trabajador está innovando en la economía real – sean apartados del gobierno de eso que ellos mismos han hecho funcionar en primerísimo lugar. Corresponde al sindicato, un ente también creado y organizado desde el trabajo, garantizar esa labor de gobierno y de control en todo lo que se sitúa más allá del centro de trabajo (el “ecocentro de trabajo”, para emplear una bella expresión de José Luis López Bulla). Incluida la negociación colectiva pero también, por supuesto, la concertación puntual con patronal y gobierno.

Así parece reconocerlo y recomendarlo Joe Biden, el presidente de EEUU, en una orden ejecutiva tendente a regular la inteligencia artificial. Es decir, regular y poner límites a una innovación gigantesca pero también particularmente peligrosa si es utilizada de forma sesgada para pervertir las relaciones entre personas y grupos sociales, en un contexto en el que tienden a borrarse adrede fronteras éticas que durante siglos han permanecido inamovibles. Al respecto, remito al lector de este apunte a la entrada del blog de Antonio Baylos «Modelos regulativos de la inteligencia artificial: la orden ejecutiva del presidente Biden» (3).

Puede ser revelador destacar en particular un párrafo de la orden presidencial que se refiere al alcance y las dimensiones de una apuesta que exige una presencia sindical vigorosa y positiva: En el propio lugar de trabajo, la IA [inteligencia artifical] no debe desplegarse de forma que socave los derechos, empeore la calidad del empleo, fomente la vigilancia indebida de los trabajadores, reduzca la competencia en el mercado, introduzca nuevos riesgos para la salud y la seguridad o cause perturbaciones perjudiciales en la mano de obra. Los próximos pasos críticos en el desarrollo de la IA deben basarse en las opiniones de los trabajadores, los sindicatos, los educadores y los empresarios para apoyar usos responsables de la IA que mejoren la vida de los trabajadores, aumenten positivamente el trabajo humano y ayuden a todas las personas a disfrutar de forma segura de los beneficios y las oportunidades de la innovación tecnológica.

(1)  Ver https://vamosapuntoycontrapunto.blogspot.com/2023/05/el-sindicato-en-la-primera-mitad-del.html

(2)  Ver https://www.elnacional.cat/oneconomia/es/opinion/romper-piedras-construir-catedral-quim-gonzalez-muntadas_1116967_102.html?fbclid=IwAR1_fHx4R0nJpcna8IfB25jBt51CiijEQN1ls9IYgi1RAuFVZbcHphe70E0

(3)  Ver https://baylos.blogspot.com/2023/11/modelos-regulativos-de-la-inteligencia.html?spref=fb&fbclid=IwAR18Pd6qLJiwi_JyMZxzqx5ecvlXYYPiumfUavut1BWnQQoLkmvhF0yfr6w