Primeros
días de estancia en Atenas. Hemos tomado esta mañana el metro a Monastiraki,
una plaza que tiene por skyline la Acrópolis vista desde el lado Norte. Desde allí,
en un paseo casi ritual, hemos subido por la calle comercial Pandrossou hasta
la plaza Mitropoleos, en la que coinciden lado a lado la iglesia bizantina más
bonita de todas, la de la Madre de Dios Dispensadora de Gracias y San
Eleuterio, visible al fondo en la foto, y la más fea, cuyo lateral se entrevé a
la izquierda: la moderna catedral ortodoxa de Atenas, ahora por lo menos libre de
andamios después de años y años de reformas y apuntalamientos. (Advertencia:
nada que ver entre la foto y el texto que sigue.)
La mayoría conservadora “de facto” del Poder Judicial ha
decidido considerar no idóneo al Fiscal General del Estado, según noticia
aparecida hoy en los medios. Es la primera vez que tal cosa ocurre en
democracia. Normalmente el CGPJ tomaba nota, y el nombramiento se acataba sin
complicaciones. Ya no, y no por casualidad. Es el propio Consejo el que no es
idóneo. Lleva cinco años caducado, y lucha en actitud de ilegítima defensa por
su propia supervivencia. Si en lugar del CGPJ fuera un simple yogur, hace tiempo
lo habríamos tirado a la basura. No merece estar en otro lado.
Nuevo capítulo, entonces, del pulso del Poder Judicial al
Ejecutivo. No es viable algo así en democracia, en un contexto institucional
asentado, en el corazón mismo de una Unión Europea contra la que también se
arman vientos de Fronda desde la derecha, pero que sigue siendo una garantía de
los derechos de las personas a las que la judicatura como institución tendría la
función de proteger.
El objetivo de los conspicuos togados es desestabilizador,
más allá del narcisismo que tan bien ha percibido López Bulla (los jueces golpistas
se gustan, tirados como están allá arriba en el monte). Ellos se afanan en colaborar
a la gestación de otra ¿democracia? posible en la que dispondrían como correa
de transmisión de un gobiernillo genuino del Pipivox.
Estamos como país en una onda muy diferente. Las togas
levantiscas son tan anacrónicas hoy como las puñetas de encaje de sus anchas
mangas. El pulso que proponen es inviable. Más temprano que tarde, esta verdad se
abrirá paso.