Però
hem viscut per salvar-vos els mots,
Per retornar-vos
el nom de cada cosa
Salvador
ESPRIU
He vivido con apasionamiento – desde casa – el desarrollo
del 13º Congreso de las CCOO de Catalunya. Gran participación, documentos
congresuales consistentes, ambiente distendido y algunos hallazgos felices,
como ese autobús 47 que acercó al Palacio de Congresos a grupos de
participantes.
Un gran Congreso.
Hace ya más de sesenta años que se empezó a consolidar en
el panorama bastante sombrío del franquismo una anomalía: ChatGPT, de haber
existido entonces, no lo habría adivinado ni podido predecir porque no existía ningún
dato solvente que avalara la aparición de aquella flor exótica brotando con
empeño en el suelo árido de una descarnada dictadura de derechas. Se trataba de
un movimiento sociopolítico plenamente autónomo que se organizaba desde abajo, en
fábricas, talleres y oficinas, para la autodefensa de los trabajadores y las
trabajadoras, ante la explotación abusiva de que eran objeto.
Las Comisiones Obreras fueron una discontinuidad y, casi
casi, una distopía. Pero arraigaron y se hicieron un hueco. En ello nos
empeñamos algunas decenas de miles de chicas y chicos, casi todos muy jóvenes, recién
llegados en la época de los Planes de Desarrollo a la populosa Ciudad del
Trabajo. Nuestras fuerzas estaban intactas, no habíamos sido derrotados nunca
antes como le ocurría a la generación anterior, vencida en la ominosa guerra
incivil y resistente luego en una clandestinidad dura, desagradecida y
perpetuamente amenazada. Unos y otros colaboramos en la tarea común: unos desde
la sabiduría y la prudencia, otros desde el arrojo y la improvisación.
Se sucedieron en la nueva situación grandes y pequeñas luchas,
y una serie de éxitos modestos, claro que sí, como el del autobús 47, que
contribuyeron poco a poco a cambiar las coordenadas de las reivindicaciones y a
asentar el perímetro resistente de una ciudadanía despierta y activa, movilizada
a partir de las condiciones de los puestos de trabajo y de las necesidades de los
barrios, siempre desde la perspectiva de la igualdad, la solidaridad, y la no discriminación.
Con una actitud flexible en las formas e intransigente en los
principios, se impulsaron plataformas siempre realistas. No se pedía la luna,
pero sí un lugar al sol.
No fue una historia feliz, no faltaron las prisiones, las
torturas, las palizas, los muertos. nuestros muertos. Pero la dictadura se
hundió – no la resucitarán, eso es seguro – y el movimiento obrero se reafirmó.
Tal es la moraleja de la historia.
Los pasados días 9.10 y 11 las compañeras y los compañeros congresistas
han dado fe de la pervivencia de la misma actitud asentada en la misma historia,
y han abordado el debate de nuevos proyectos, desafíos y resoluciones. Contamos
con una secretaria general nueva, Belén López, y su primer discurso en el cargo
ha sido prometedor. Estamos en marcha, y la marcha no se detiene. Ánimo,
entonces.