miércoles, 20 de noviembre de 2024

DESPUÉS DE LA DANA

 


El nuevo vicepresidente de la Generalitat valenciana, Francisco Gan Pampols, ha manifestado que seguirá “criterios exclusivamente técnicos y en ningún caso políticos” para la reconstrucción que le ha sido encomendada.

Mal empezamos.

Porque un criterio técnico, lo es en relación con la busca de un resultado; y en este caso no se expresa qué resultado se concibe como prioritario para las nuevas estructuras que han de ponerse a punto: si ha de ser la seguridad de las personas, o la oportunidad especulativa para el capital-riesgo; en último término, la protección o la producción.

Sin hablar de la posibilidad de grandes negocios asociados a la inyección de dinero público, como ya ha ocurrido con la pandemia, que dio lugar a grandes “neofortunas”, entre ellas la del compañero sentimental de Isabel Díaz Ayuso, una autoridad electa, con poder “técnico” de decisión sobre el tema.

Algo debe decir en este tema vidrioso la contraparte de tantos expertos sobrevenidos capaces de tomar sin que les tiemble la mano las decisiones “técnicas” más extremas. Algo deben decir los trabajadores, que son además residentes en inmuebles construidos apresuradamente por constructores poco escrupulosos en terrenos inundables, para acumular dinero ganso.

«Los sindicatos son los sujetos que llevan inscrito en su ADN el proyecto del cambio social y el logro de la participación democrática de los trabajadores y las trabajadoras en cuanto tales, es decir la emancipación progresiva de la subalternidad social…» Así se expresa Antonio Baylos en una entrada lúcida y significativa de su blog de culto (*). Tanto los sindicatos como los movimientos vecinales han de participar necesariamente en una reconstrucción democrática de esas estructuras mal previstas, mal ubicadas, deficientes, precarias, inseguras, que han funcionado en muchos casos como ratoneras sin posibilidad de escape, y que se han cobrado más de doscientas vidas en unas pocas horas.

La peor noticia posible es que, después de la catástrofe, se intente repetir la jugada desde las mismas premisas.  

 

(*) Ver https://baylos.blogspot.com/2024/11/democratizar-el-trabajo-protegiendo-los.html

 

jueves, 14 de noviembre de 2024

LOS ÁRBOLES DE HUDIMESNIL



Meindert Hobbema, “El camino de Middelharnis”. Londres, National Gallery.

 

He escrito poco sobre mi afición a Proust, en este blog. Hecho el recuento, me salen cinco entradas específicas, ninguna de las cuales se refiere salvo por alusión a la arquitectura de su obra.

Un libro que me regaló por mi ochenta cumpleaños mi amiga Gloria Gutiérrez, “Les soixante-quinze feuillets et autres manuscrits inédits” (edición de Nathalie Mauriac Dyer, Gallimard 2021), me ha ilustrado acerca de las redacciones sucesivas y rectificaciones de todo tipo llevadas a cabo por Proust sobre una materia – el Tiempo – de una fuerza erosiva tan grande que, cualquier cosa digna de permanecer y resistir a su paso, debe ser cuidadosamente situada al resguardo de su acción destructora.

El Arte prevalece contra el Tiempo. El arte fija y da sentido a sucesos, acciones y pasiones que a lo largo de la trayectoria vital de una persona solo tenían un significado aleatorio o intermitente.

Toqué este punto de forma parcial en una entrada del blog (*), en torno al detalle de la tostada (“pain grillé”) que al hilo de reelaboraciones del episodio se convirtió en magdalena. Es un ejemplo del método de construcción literaria de Proust, en el que no importan tanto la cosa o el hecho en sí, como las asociaciones que provocan en una corriente de pensamiento sensible más subterránea y esencial.

El libro citado arriba documenta una trasposición parecida a la de la magdalena, pero más drástica: la de los tres árboles de Hudimesnil.

Durante un paseo por los alrededores de Balbec en la calesa de Mme de Villeparisis, Marcel siente una “felicidad profunda”, como pocas veces la había experimentado desde los años de niñez en Combray, al ver a un lado del camino, en la entrada a la población nunca visitada de Hudimesnil, tres árboles que probablemente marcaban la entrada a una avenida. La disposición de los árboles le resulta familiar, pero no alcanza a asociarlos con ningún recuerdo concreto. Señala, por ejemplo, que “no había ningún lugar cerca de Combray donde se abriera una avenida así.”

Más vale no hacerle caso. En los “setenta y cinco folios” redactados hacia 1908-09 y recuperados recientemente, Proust había trazado un primer bosquejo de la Recherche y un plan esquemático de trabajo, sujeto a todas las modificaciones y cambios de una obra abierta.

En el folio 36 describe el arranque del camino a Villebon (después sería Guermantes) desde la casa familiar de Combray. Se sube primero a una colina, coronada por la plaza del Calvario, y más allá “la ville était finie”. Es en ese lugar donde empieza “una avenida de árboles que parecía saber adónde conducía”. El narrador señala de pasada que ha visto árboles parecidos en Normandía, y se extiende sobre las curiosas asociaciones de la memoria y el placer que nos deparan esos cambios repentinos de tiempo y de lugar generados por un mecanismo nacido de nuestra sensibilidad.

Proust eligió, así pues, una asociación perfectamente controlada por él, para referirse a las muchas que quedan irresueltas en la vida diaria. Algo muy adecuado, en una obra marcada por el deseo de la recuperación y preservación del tiempo pasado.

 

(*) https://vamosapuntoycontrapunto.blogspot.com/2015/10/trasposiciones-literarias.html

  

viernes, 18 de octubre de 2024

BANCOS CENTRALES Y POLÍTICA ECONÓMICA

 


Plañidera, detalle de la tumba de Miguel Ángel Buonarrotti, obra de Giorgio Vasari. Iglesia de la Santa Croce, Florencia.


El Poder Judicial y el Banco Central son dos instituciones básicas del Estado moderno cuya razón de ser original era utilizarlos como contrapesos con la intención de promover la igualdad relativa de los ciudadanos y prevenir los abusos de los más fuertes. Ahora, y en tanto no se remedie la grave dislocación existente, ambas han quedado colocadas al margen de todo control de la sociedad civil. Se les supone una “legitimidad” superior por el hecho de ser “apolíticas” – cosa que se afirma con reiteración no obstante las numerosas pruebas en contrario –, y en principio no están obligadas a rendir cuentas a nadie de sus actuaciones, ni a corregir sus errores, ni a justificar sus decisiones en ninguna especie conocida de “bien común”.

Dejo a un lado en esta nota la situación del poder judicial (vergonzosa), y me detengo un instante en el Banco central a partir de lo que está ocurriendo en Europa, donde los reflejos opacados de ideología vienen sustituyendo a algo que se seguía llamando hasta hace muy poco “gestión tecnocrática”; y en España, donde la sustitución del señor Hernández de Cos está dando lugar a debates y empellones que vienen a demostrar la sustancia política del cargo y su trascendencia.

Me ha llegado mientras tanto, de un articulista de prensa bien informado, el término “capitalismo de los bancos centrales”. Lo ha acuñado al parecer Joscha Wullweber, que según leo en una sucinta nota en Google es profesor de Economía Política, Transformación y Sostenibilidad en Heisenberg (probablemente algún Instituto Heisenberg de Ciencias, porque no existe que se sepa una Universidad de ese nombre). El quid del asunto está para el estudioso citado en que dista mucho de ser cierto que los bancos centrales regulen la política monetaria de los países o grupos de países desde criterios rigurosos de neutralidad y apoliticismo. Del capitalismo a secas pasamos en su momento al capitalismo “financiero”, y este tiende a escorarse más aún en un sistema gobernado desde las sombras de los despachos bancarios y que mediatiza en buena medida los resultados obtenidos.

Los bancos centrales siguieron todos a una las tesis económicas neoliberales cuando se produjo el feroz crac de la economía mundial en 2008. La regla de la austeridad y del no endeudamiento público transfirió un volumen gigantesco de deuda a bolsillos privados de ciudadanos desprotegidos de cuentas corrientes confortables; y la consigna de la bajada de impuestos a los ricos para incentivar la producción, acabó de redondear un modelo económico en el que la producción de riqueza al modo concebido por la economía tradicional se vio sustituida por la extracción sistemática de rentas de las clases más necesitadas.

Un ejemplo reciente y claro: el gobierno concede ayudas a los inquilinos para contrarrestar la presión al alza de los alquileres, y de forma prácticamente automática los caseros responden con una nueva subida del alquiler, de forma que la nueva renta es absorbida y va a parar a los mismos bolsillos. No se ha producido ningún nuevo valor ni incremento de prosperidad: la única motivación del alza del alquiler ha sido succionar las ayudas públicas recibidas por quienes no tenían otro remedio que aferrarse por encima de todo a su vivienda como bien indispensable.

Al redirigir la deuda de esta forma e impedir de hecho las políticas sociales por parte de gobiernos progresistas, los bancos centrales están asumiendo tareas de redistribución antiigualitarias.

“¡No somos nosotros, es el mercado!”, dicen, como lo dijo en su día Rodrigo Rato. Pero no es un libre mercado, sea cual sea y esté donde esté en la actualidad esa vieja quimera, sino un mercado milimetrado y condicionado al máximo por unas medidas “apolíticas” dictadas sin contar con consenso social y que desvirtúan los campos de la oferta y la demanda en beneficio de los rentistas.

 


  

domingo, 22 de septiembre de 2024

EL LIBERALISMO PRODUCE SUS PROPIOS ENEMIGOS

 


Noé da suelta a la paloma, en medio del Diluvio universal. Mosaico de los ss. XII-XIII en la basílica de San Marcos de Venecia.

 

Vivíamos en el TINA, ¿recuerdan?: “No hay alternativa”, nos repetían una y otra vez las sabias instituciones que nos gobernaban dejándonos únicamente la ilusión de libertad derivada de votar en las elecciones sucesivas las opciones rígidamente equivalentes que más nos gustaran.

Y sin embargo, el TINA (There Is No Alternative) saltó en pedazos y las instituciones se adaptaron a nuevos condicionantes. Estamos en el tiempo del populismo, y lean lo que dice Daniel Innerarity acerca del mismo* : «No es fácil saber si la ola de constitucionalización que generaron los regímenes liberales responde al deseo de protegerse del populismo o si es al revés y el populismo surge como respuesta a una excesiva limitación de los espacios de acción política. Puede que el populismo no sea el enemigo de la democracia liberal, sino su espectro, la reacción que produce ese diseño institucional pensado para limitar al máximo un posible descontrol popular. El liberalismo no se encuentra, sino que produce sus propios enemigos.»

Hay remedio a semejante distorsión o dislocación, por supuesto. Con una característica necesaria: el remedio, la solución, tiene que venir necesariamente de abajo, del fondo poco explorado de la sociedad tal como es, diversa y fragmentada, pero soberana.

Los individuos que formamos esta sociedad poscontemporánea podemos y debemos mejorar nuestra situación común desarrollando nuestra propia inteligencia colectiva (nada de “inteligencias artificiales” en los puentes de mando), para dar una dirección adecuada a la presunta “nave” en la que todos estamos embarcados.

No es bueno que lo hagan por nosotros ni las élites ni las máquinas. Necesitamos más conciencia de clase, con dos precisiones importantes añadidas a esa conciencia: la primera, que la “clase” es hoy más que nunca amplia, enrevesada y contradictoria; la segunda, que lo que necesitamos es una conciencia de clase “dirigente” a través de las instituciones, y no de clase “dirigida” por instituciones, ya estén estas elegidas a través de los mecanismos electorales establecidos, o simplemente puestas ahí como un milagrito neoliberal sacado de la manga del macron de turno.


 *) D. INNERARITY, “Contra el antipopulismo”, La Vanguardia 14.9.2024. pág. 17.

viernes, 29 de marzo de 2024

POLÍTICAS DE URGENCIA

 


Un ejemplo de política a largo plazo: terrazas incaicas de cultivo en Choquequirao, Cuzco (Perú). Imagen compartida de Facebook.

 

Ando dándole vueltas a un artículo reciente de Daniel Innerarity (El País, 18 marzo 2024).

Sigo con mucho interés y tal vez algún provecho personal las colaboraciones recientes de Innerarity en el campo de la política. Antes de entrar a un comentario más general, apunto dos consideraciones previas de poca trascendencia: la primera, el curioso hallazgo de una palabra inglesa encriptada en el apellido del autor: “rarity” vale en nuestro idioma por rareza, singularidad, excepción. Ahí lo dejo.

Y segunda nota tangencial, relacionada con el título del artículo: «Democracias sin tiempo» es un oxímoron, tal como el propio autor se encarga de señalar: “La democracia como la conocemos presupone la idea de continuidad [en el tiempo], de que las cosas no van hacia un abrupto final (Jonathan White). Conservadores y progresistas compartían al menos esa suposición, que implicaba un tiempo histórico largo.”

Cabe concluir entonces, al menos como hipótesis, que desde un punto de vista técnico no existe en rigor democracia si no aparece en el quehacer político una percepción temporal consistente a largo plazo; y que tampoco puede darse una política de urgencia, cortoplacista, que sea además plenamente democrática, al menos en lo relativo al respeto a la pluralidad de opciones y a su concurrencia ordenada.

“La política se convierte en una gestión de las emergencias”, señala nuestro Inne. “No hay lugar para el desacuerdo o el cambio de opinión … Las emergencias favorecen un estilo elitista de gobernar, un protagonismo del poder ejecutivo, amplían el espacio del secreto y debilitan el control democrático.”

Desde este punto de vista, cada nueva contienda electoral deja de ser la “siguiente” en una serie ordenada, para convertirse en el “último cartucho”, el clavo ardiendo, el ahí nos la jugamos para siempre o por lo menos para los dos siglos próximos. Los comicios tienden a convertirse en referendos decisorios, y en las campañas pierden importancia los temas concretos de la política ante el problema capital de quién va a ser la persona que se pondrá al frente: el conducator, el macho alfa incluso si es hembra, el líder carismático.

Quizás ese sesgo de la coyuntura política actual viene comandado por la dominancia del pensamiento único, el TINA (There Is No Alternative) tan relacionada a su vez con la extensión abusiva de la inteligencia artificial y los algoritmos a terrenos inadecuados para su arraigo. La ley del algoritmo es la ley del rebaño, y la Libertad (excusen la mayúscula), que es sobre todo la del que no piensa como yo, exige el contraste, el voto, el cultivo de la alternativa, el cambio estructural, y la concreción pluralista de ese cambio en un futuro dilatado: en el Tiempo.

 

martes, 19 de marzo de 2024

CUANDO ÉRAMOS LENINISTAS

 


Una foto reciente de los cuatro secretarios históricos de las CCOO de Catalunya, juntos delante del restaurante Can Pepet de Pineda de Marx. De izquierda a derecha, Joan Coscubiela, Javier Pacheco, José Luis López Bulla y Joan Carles Gallego.

 

Ahora que el leninismo en tanto que corriente política no ocupa seguramente más que un pie de página en alguna enciclopedia de ciencias sociales, y lo que fue un grupo activo y coherente de personas anda bastante disperso, me ha resultado reconfortante asistir a un encuentro el pasado día 14 de marzo, en el Espai Assemblea de las CCOO de Barcelona, en el que, además de repartirnos abrazos algunos viejos amigos y conocidos, se presentó un libro singular, con documentos que voy leyendo despacio, de la “Fundació d’Estudis i Debats Comunistes”. No son textos “de” historia, sino “para” la historia, ha advertido sobre ellos Isidor Boix.

El propio Isidor, en un artículo sobre el tema en Nueva Tribuna, define aquel leninismo del 83 como una “lucha por la hegemonía social y política, la social primero” (lo primero es antes, como es bien sabido). La definición es aproximadamente justa, aunque no sé si le cuadra la etiqueta de leninismo. Encuentro una exposición mucho más completa de la idea, o del método, en una ponencia de José Luis López Bulla sobre «Sindicalismo, crisis y gobierno del PSOE», que él desarrolló bajo los auspicios de la "Fundació" el día 2 de febrero de 1983 en el Col·legi d’Aparelladors de Barcelona. En sus tres intervenciones recogidas en el texto (págs. 119 a 140 del libro) José Luis no utiliza ni una sola vez el término “leninismo”. Sí dice, en cambio, lo siguiente, que me parece cuestión de mayor enjundia: «… nuestro punto de referencia debe estar situado en el presente y en la perspectiva, porque vivimos en una crisis nueva, con problemas de fondo no conocidos en épocas pasadas, y que por lo tanto, deben ser afrontados y resueltos de otra manera.» Para referirse a continuación “a la necesidad de anticipación histórica que debe tener el movimiento obrero”. El subrayado es mío, pero también suyo por las palabras que añade a continuación: «Digo anticipación histórica porque si bien el ideal, el planteamiento histórico del movimiento obrero está delimitado, al menos sus objetivos, no es un secreto que el movimiento obrero está, en lo concreto, a la defensiva. Que en sus planteamientos útiles para ahora (insisto, útiles para ahora), está como un defensa lateral izquierdo.»

José Luis propone en esa ponencia avanzar en un objetivo que llama (a la italiana) Plan de Empresa. “No es una concepción que se refiera a qué hacemos, deslavazadamente, fábrica por fábrica, sino un nuevo proyecto cultural, institucional, de qué quiere el movimiento obrero que sea la fábrica.”

Me parecen muy actuales los apuntes teóricos sobre el “nexo social” que da sentido al esfuerzo unitario del sindicato, sobre las dos independencias –política y sindical– susceptibles de entrar en conflicto en cualquier momento, o sobre la tecnocratización y la eventual delegación (nefasta) de los trabajadores en el Boletín Oficial del Estado.

Entre otras cuestiones, que siguen siendo de la mayor trascendencia ahora, cuando las aguas llevan pasando inmutables bajo los puentes cuarenta y un años después de entonces.

 

lunes, 11 de marzo de 2024

PIRRONISMO Y ELECCIONES PORTUGUESAS

 


Formas alternativas de ver las mismas cosas: la Venus de Velázquez captada en el momento de pasar al otro lado del espejo.

 

Clitómaco, discípulo de Carnéades de Cirene, afirmó que en ninguno de los escritos de este, que él estudiaba con ahínco, había conseguido desentrañar cuál era la opinión personal de su maestro acerca del tema tratado.

Me llega esa apreciación a través de un comentario de Cicerón (De officiis), citado a su vez por Michel de Montaigne. Cicerón añade en otro lugar que lo que queda dicho de Carnéades también vale en buena medida para Epicuro, Platón, Anaxágoras, Demócrito y Parménides, entre otros filósofos.

Se trata en todos los casos de un recurso mental, una “suspensión del juicio” basada en la idea de que la verdad es una dimensión de la realidad carente de certeza, sujeta como está a la relatividad de las sensaciones.

La moraleja del asunto es que nadie puede alardear de estar en posesión de la verdad. El relativismo universal así expresado forzosamente afectaría también a las actuales formaciones de la izquierda política, ya sean clásicas, nuevas o novísimas.

Los renacentistas llamaron “pirronismo”, por la doctrina de Pirrón de Elis, a esta forma de escepticismo no radical, apto para sortear las aristas más duras del dogmatismo. Quizá (atiendan a la reserva del juicio que implica ese “quizá) las izquierdas plurales deberíamos ser menos tajantes en nuestros juicios de valor y en nuestros posicionamientos éticos. La lucha política situada en tales parámetros podría resultar bastante estéril e ineficaz.

Es la idea que, a lo que entiendo, queda expuesta de forma brillante en un reciente artículo de Nicolás Sartorius: no es suficiente “ser”, la izquierda además tiene que “estar” presente en la praxis cotidiana de la ciudadanía. Dicho de otro modo, la misión de la izquierda no es “orientar” al personal sobre lo que debe pensar y cómo debe actuar; ni multiplicar las descalificaciones a la otra parte del hemiciclo parlamentario. Ese sería un planteamiento dirigista, de arriba abajo, y con muy poco recorrido.

Se trataría justamente de lo contrario: de construir colectivamente, desde el abajo, algo capaz de llegar muy arriba. “Algo” que contenga, no una quintaesencia ni una piedra filosofal de la acción política, sino una síntesis provisional y consensuada para el medio plazo, de las cambiantes aspiraciones de las personas, las comunidades, las sociedades y los territorios implicados, tal como esas aspiraciones se están formulando y expresando en el ahora mismo, y por tanto distintas de las de ayer y probablemente de las de mañana.

Difícil tarea, si no andamos pegados al terreno. Fíjense, si no, en los resultados de las elecciones portuguesas de ayer.

  

miércoles, 14 de febrero de 2024

LA CORROSIÓN DE LAS EXPECTATIVAS SOCIALES

 


Claus Sluter: Ángel lloroso, detalle del grupo escultórico del Calvario, Abadía de Champmol, Dijon, Francia (imagen compartida de Facebook).

 

Steven Forti comenta así la eclosión de formaciones de extrema derecha en Europa, en los años 80 del siglo pasado: «Las causas fueron múltiples: entre estas, cabe señalar la crisis del modelo neokeynesiano y la consolidación del modelo neoliberal con todas sus consecuencias en el ámbito social, así como las transformaciones culturales vividas por parte de las sociedades occidentales.» (*)

Más que crisis de modelo, hubo un pimpampum con las realizaciones del Estado social, por parte de las avanzadillas del nuevo credo neoliberal. La idea de fondo, en una época de execración generalizada del Leviatán estatal, era el traspaso sistemático al sector privado de toda la gestión relacionada con la protección y la prevención social. Eso comportaba asimismo el traspaso, de las potenciales plusvalías obtenidas, a los bolsillos de los capitalistas privados.

Como señala de forma escueta Forti, aquello tuvo consecuencias en el ámbito social, ya lo creo que sí, y se produjeron además transformaciones culturales (la cursiva es de Forti) de una importancia difícil de sobrevalorar. Tal vez el primero en estudiarlas fuera Richard Sennett, en un libro que se ha hecho clásico, “La corrosión del carácter” (1998). La tesis del sociólogo de Chicago es que la degradación del trabajo físico, y por extensión el administrativo, en una serie de tareas repetitivas, precarizadas, no dirigidas a ningún fin aparente y desligadas de un contexto humano preciso, al revés de como lo habían sido en la época del “Homo Faber” inserto en la fábrica fordista, hicieron perder a buena parte de los trabajadores manuales la orientación respecto de los puntos cardinales de su propia existencia. A falta de una correlación entre esfuerzo y premio, sin valores asentados, sin vías de avance y de mejora en el oficio, condenados a una sucesión interminable de contratos laborales sucesivos y permutables unos con otros, no es extraño que el ambiente de trabajo fuera presa del pesimismo y el desánimo. Los sectores más sindicalizados han tenido mayores puntos de referencia que los sectores “nuevos” del trabajo en plataformas. Mayores, pero no siempre mejores. La acción sindical en estas condiciones ha tendido a encerrarse en sí misma y a corporativizarse.

Son premisas que explicarían el impacto electoral del mensaje subliminal de la extrema derecha, léase Vox en España, a sus votantes potenciales: «Estamos yendo a peor.»

Los voceros de la desgracia tienen credibilidad al culpar de este empeoramiento de las expectativas de la ciudadanía a una globalización que lleva a la desintegración de los lazos comunitarios de las sociedades tradicionales. La pierden cuando se abrazan al capitalismo financiero y al atlantismo a ultranza, cuando acusan a las izquierdas gobernantes de ser quienes destrozan agazapadas en la sombra los equilibrios “naturales”, y cuando atacan a los inmigrantes y a los “diferentes” como principales beneficiarios del nuevo estado de cosas. Todo lo cual desemboca en una predicación demencial de la fe en unos mitos acendrados y cuidadosamente expurgados de toda memoria histórica, y de la llamada al fortalecimiento de los vínculos de una patria monolítica y excluyente.

La centralidad del trabajo, la insistencia en la protección y la prevención social desde un sector público comprometido en el bienestar, y la consecución de nuevos derechos de ciudadanía conectados a una prestación laboral con cualidades y con sentido, deberían ser los ejes de una elevación del nivel cultural de la respuesta a la extrema derecha jeremíaca. Esa actuación colectiva debería estar coordinada desde diferentes focos: las instituciones, la ciudadanía, y las organizaciones políticas, sindicales, feministas y otras no gubernamentales progresistas.

 

 (*) VV.AA., “Mitos y cuentos de la extrema derecha”. Steven Forti, ed. Fundación Primero de Mayo-Catarata, 2023. Pág. 18

domingo, 28 de enero de 2024

LO QUE NO PUEDE LA INTELIGENCIA ARTIFICIAL

 


Asentamiento inca en Choquequirao (Cuzco). Imagen tomada en préstamo de Facebook.

 

Cito a Daniel Innerarity (“No es tan inteligente”, La Vanguardia de Barcelona 20.1.2024): «ChatGPT y otros artefactos que le sucederán son productos increíblemente capaces de procesar información y lenguaje sin saber de qué va, es decir, serían inteligentes hasta el límite en el que comienza la comprensión del mundo ... Son capaces de adquirir un impresionante nivel de conocimiento experto sin haber adquirido antes un sentido común rudimentario.»

Bernard Shaw intuyó con muchos años de adelanto esa falla de la IA cuando puso en escena, en el ciclo teatral Vuelta a Matusalén, a un homínido artificial creado por Pigmalión y dotado de todas las perfecciones visibles. Cuando uno de los humanos presentes le pregunta “¿Qué piensas de nosotros?”, su respuesta es sin duda inteligente y cautelosa, pero inadecuada. Contesta: “Aún no he leído los periódicos de hoy”. Su inteligencia no es propia, sino que se nutre artificialmente de las certezas emitidas por la autoridad de la prensa (1).

Hablar de inteligencia humana y de inteligencia artificial es contrastar dos realidades diferentes a las que se ha colgado una etiqueta común. Ambas son desde luego susceptibles de colaborar entre ellas; pero no de excluirse entre sí. El gran error del neoliberalismo globalizado es concebir un mundo rigurosamente determinista (pensamiento único), donde la evolución y la innovación no son posibles, y sí solo el desarrollo racional de lo existente. Pretenden colocar, por consiguiente, la IA en el puente de mando, como un retorno más a la tesis del ingeniero Taylor, que concibe el factor trabajo como “gorila amaestrado” encargado de ejecutar, pero no de proyectar.

«Nuestro pensamiento y experiencia dependen de nuestro cuerpo, que tiene un papel activo en los procesos cognitivos», apunta Innerarity, nuestro “filósofo de servicio” como le he llamado alguna vez. Me parece importante esta recuperación filosófica del cuerpo como base insustituible de la inteligencia específicamente humana, de su indeterminación, su proyección y su empatía. En una palabra, que hoy se usa también sesgada, de su libertad.

Por esa libertad potencialmente soberana es necesaria la lucha por elevar el nivel, ahora degradado, de la educación universal, o dicho de otro modo de la inteligencia colectiva, superando para ello, y entre otras, las posibles barreras de género, clase, lengua y nación. Esa es la propuesta que plantea Pedro López Provencio en un artículo reciente e importante (2).  

Muchas cosas están en juego. Ha habido ya una significativa reacción de algunos sindicatos contra las condiciones de trabajo basadas en algoritmos elaborados desde la oscuridad de los “expertos” e impuestos fuera del ámbito de la negociación colectiva. Pero de lo que se trata además es de formar generaciones de ciudadanos y ciudadanas capaces de innovar, coordinar y transformar sus coordenadas vitales y laborales de modo que sea la inteligencia colectiva humana, y no la inteligencia artificial, la que establezca las condiciones de equilibrio, viabilidad y sostenibilidad de un mundo que puede irse al garete en las actuales condiciones bajo la presión desmesurada del capital internacional.

 

(1)  Ver https://vamosapuntoycontrapunto.blogspot.com/2023/11/matusalen-y-el-chatgpt.html, en mi blog Punto y Contrapunto.

(2)  Pedro LÓPEZ PROVENCIO, “Nación, clase, escuela”, en El Triangle 28.1.2024

 

viernes, 26 de enero de 2024

"SE QUEMABA UNA VELA"

 


Boris Pasternak. Algunos críticos han reducido el tema de su gran novela “El doctor Jivago” a una trasposición de su relación amorosa con Olga Ivinskaya. Quizás ese intento de banalización, y la carga de oportunismo político consecuente a la filtración del manuscrito a Occidente, condujo a la concesión de un merecido pero polémico Premio Nobel como complemento circunstancial.

 

He sacado de su estante en la librería mi volumen de la novela de Boris Pasternak “El doctor Jivago” (Noguer, 24ª edición, 1967. Traducción – excelente – de Fernando Gutiérrez). El motivo ha sido el recuerdo, vago pero apremiante, de una vela literaria que ardía en el alféizar de una ventana, en Moscú, y la importancia que aquello tenía como símbolo de algo que con su lumbre empezaba a derretir una gruesa costra de hielo invernal.

La luz de la vela quedó recogida, si mi memoria no yerra, en una secuencia de la película de David Lean. Yuri (en diminutivo, Yura) Jivago volvía la cabeza para mirarla, en un piso alto del edificio ante el que pasaba en trineo tirado por caballos.

Sin profundizar más en los posibles significados de la vela, estos son los datos. Aparece en la pág. 96 de mi libro. Lara ha escondido en su manguito un revólver que se propone disparar sobre Viktor Ippolitovith Komarovski, su seductor-violador. Antes de encontrarlo en la fiesta navideña de los Sventitski, sube al piso de su medio novio Pacha Antipov para hacerle una petición importante.

«A Lara le gustaba hablar en la penumbra, a la luz de la vela. Pacha tenía siempre, en reserva, para ella, un paquete sin abrir. Cogió el candelero, sustituyó el cabo de vela por una bujía nueva, la puso en el alféizar de la ventana y la encendió … La habitación se llenó de una luz mortecina. Sobre el cristal cubierto de nieve de la ventana comenzó a deshacerse un pequeño ojo negro.»

En el capítulo siguiente (pág. 98), y en ese mismo instante de tiempo narrativo, el trineo de Yura y Tonia pasa por la Kamergerski, camino de la fiesta navideña de los Sventitski en la que confluirán los distintos protagonistas.

«Yura vio cómo se formaba un negro ojo en la costra de hielo de una ventana. A través de él se filtraba la luz de una vela cuyo resplandor llegaba hasta la calle, casi como el de una mirada, como si observase a los que pasaban y esperase a alguien.

“Una vela quemábase en la mesa. Se quemaba una vela”, susurró Yura para sí.

Era el principio de algo confuso, todavía informe. Y él esperaba que lo demás viniera por sus propios pasos, sin esfuerzo. Pero no venía.»

En la decimoséptima parte del libro, un apéndice que recoge las “Poesías de Yuri Jivago”, figura la siguiente composición (págs. 626-27), que reproduzco parcialmente:

 

«Sobre toda la tierra la tormenta

hasta el confín postrero.

Una vela quemábase en la mesa,

se quemaba una vela.

La tormenta imprimía sobre el vidrio

círculos y saetas.

Una vela quemábase en la mesa,

se quemaba una vela.

Sobre el techo, que estaba iluminado,

se acostaban las sombras.

Cruzados brazos y cruzadas piernas

y cruzados destinos.»  

 

miércoles, 24 de enero de 2024

ODIANDO CORDIALMENTE A GILBERT BÉCAUD

 


Elle parlait en phrases sobres De la révolution d'octobre Je pensais déjà Qu'après le tombeau de Lénine On irait au café Pouchkine Boire un chocolat

(G. Bécaud, “Nathalie”)

 

Nunca ha sido Bécaud un santo de mi especial devoción. Le reconozco voz y buen estilo, pero su canción más universal, “Et maintenant”, me parece un ejercicio de patetismo sobreactuado. Amor romántico pasado por el quinto cubata. La chica le ha dicho “no es no”, de acuerdo en que eso fastidia, pero, lo primero, ella estaba en su derecho; y lo segundo, más o menos a todos nos ha pasado alguna vez algo más o menos remotamente parecido, y pasado el primer trago amargo, poco a poco hemos llegado a la conclusión filosófica de que tampoco había sido para tanto. Tal es la naturaleza de las relaciones humanas, tal como han sido sucintamente descritas por los poetas, y el papel de Joven Werther está bastante devaluado en nuestro siglo veloz y pragmático.

“Et maintenant” no me ofende, pero sí lo hace “Nathalie”, que reúne las peores características de sueño húmedo (montárselo con una chica comunista), servido por ripios infumables (ver la muestra bajo el encabezamiento de la entrada) y adobado con la buena conciencia facilona de un autosatisfecho pensamiento único occidental. Por dios, la guía turística lleva al visitante a su piso, y allí se reúnen con un grupo de estudiantes que discuten sobre París mientras beben, no el chocolate deshecho de Chez Pouchkine, sino champán francés de contrabando. El tópico se suma al ripio. Abominable Bécaud en esta pieza.

 

sábado, 6 de enero de 2024

RESURRECCIÓN DE AIGAI

 


Columnas del palacio real de Aigai, vistas desde el museo. La mansión en la que vivió Filipo II fue el edificio de mayores dimensiones de toda la antigüedad griega. (Foto compartida del grupo “Grecomaníacos”, en Facebook.)

 

La capital histórica de la Macedonia griega fue Aigai (léase “Egue”, lo he visto castellanizado en algunos autores –por ejemplo, María Belmonte Barrenechea– como “Egas”), desde el siglo VII aC. En el IV aC, Arquelao prefirió Pella como residencia, lo cual pudo significar, o no, un cambio de capitalidad. Posiblemente se dio una dualidad: Pella, lugar de nacimiento de Alejandro Magno, ejercía como capital administrativa, pero la función de “representación” (el palacio real, el teatro, los templos, las tumbas de los reyes) habría seguido anclada en Aigai.

En 168 aC los romanos derribaron las murallas de Aigai y prendieron fuego al palacio real. El siniestro fue completado un siglo después por un seísmo que arrasó la ciudad hasta hacerla desaparecer de la faz de la tierra. En 1923 se asentaron en el lugar unos refugiados griegos procedentes de Bulgaria, que llamaron Vergina a la pequeña población que fundaron. La antigua capital quedó subsumida bajo la tierra de labranza, hundida salvo por algunos afloramientos pétreos apenas reconocibles.

El proceso de resurrección se inició el 11 de noviembre de 1977, cuando un equipo de arqueólogos dirigido por Manolis Andrónikos empezó a excavar un túmulo de grandes dimensiones que resultó contener varias tumbas. La tumba II, que contenía un ajuar funerario excepcionalmente rico, quedó identificada de forma plena como la de Filipo II, el padre de Alejandro Magno. María Belmonte, a quien sigo en estas notas históricas (*), cuenta que Voula, la patrona del hotel rural en el que se alojó ella en Vergina, al pie de la colina de las Musas sobre la que se había alzado el palacio real, era una joven camarera en el bar de la localidad hacia 1984, cuando las excavaciones de las tumbas: «Recuerdo un día en que [los arqueólogos] estaban muy excitados y hablaban todos a la vez. Fue el día en que descubrieron la tumba intacta del rey.»

Angeliki Kottaridi formaba parte de aquel grupo, en los inicios de su carrera como arqueóloga. Hoy, como directora del eforato de la región de Imathia, ha podido completar otro sueño: la reconstrucción parcial del palacio de Filipo. Por en medio, hace apenas un año, inauguró el moderno Museo de Aigai, vecino al palacio y distante apenas unos cientos de metros de las tumbas. De la oscuridad del subsuelo, el visitante pasa de pronto a un edificio casi transparente, de colores vivos y una luminosidad radiante, donde el protagonismo ya no recae en los reyes muertos sino en la vida cotidiana que bulló en las calles y las casas de Aigai. Una gran vitrina contiene solo clavos de construcción; otras, pedazos de cerámica o pequeñas lámparas de aceite. Hay vestidos y adornos, mosaicos y estatuillas. «En otros museos solo tienes obras maestras, dice Angeliki. Aquí mostramos cosas normales, la realidad de la vida.»

El resultado es un museo “policéntrico”, con puntos de atención muy diferentes, no pensado para los arqueólogos sino para el público común. Este 5 de enero de 2024 se ha abierto al público el palacio real parcialmente reconstruido de Aigai. En los planes de la dirección está extender la visita a la iglesia de Ayios Dimitrios, en otra localidad vecina, donde unas pinturas murales evocan a Alejandro Magno de la única manera concebible en el momento en que fueron creadas: como un basileus bizantino, con los atributos de su poder terrenal y espiritual, incluidas la cruz y la bola del mundo.

 

(*) María BELMONTE, “En tierra de Dioniso”, Barcelona, Acantilado 2021.

jueves, 30 de noviembre de 2023

SIN NOTICIAS DEL JUICIO FINAL, AUNQUE ÁNGELES JUDICIALES HAGAN SONAR SUS TUBAS

 


Primeros días de estancia en Atenas. Hemos tomado esta mañana el metro a Monastiraki, una plaza que tiene por skyline la Acrópolis vista desde el lado Norte. Desde allí, en un paseo casi ritual, hemos subido por la calle comercial Pandrossou hasta la plaza Mitropoleos, en la que coinciden lado a lado la iglesia bizantina más bonita de todas, la de la Madre de Dios Dispensadora de Gracias y San Eleuterio, visible al fondo en la foto, y la más fea, cuyo lateral se entrevé a la izquierda: la moderna catedral ortodoxa de Atenas, ahora por lo menos libre de andamios después de años y años de reformas y apuntalamientos. (Advertencia: nada que ver entre la foto y el texto que sigue.)

 

La mayoría conservadora “de facto” del Poder Judicial ha decidido considerar no idóneo al Fiscal General del Estado, según noticia aparecida hoy en los medios. Es la primera vez que tal cosa ocurre en democracia. Normalmente el CGPJ tomaba nota, y el nombramiento se acataba sin complicaciones. Ya no, y no por casualidad. Es el propio Consejo el que no es idóneo. Lleva cinco años caducado, y lucha en actitud de ilegítima defensa por su propia supervivencia. Si en lugar del CGPJ fuera un simple yogur, hace tiempo lo habríamos tirado a la basura. No merece estar en otro lado.

Nuevo capítulo, entonces, del pulso del Poder Judicial al Ejecutivo. No es viable algo así en democracia, en un contexto institucional asentado, en el corazón mismo de una Unión Europea contra la que también se arman vientos de Fronda desde la derecha, pero que sigue siendo una garantía de los derechos de las personas a las que la judicatura como institución tendría la función de proteger.

El objetivo de los conspicuos togados es desestabilizador, más allá del narcisismo que tan bien ha percibido López Bulla (los jueces golpistas se gustan, tirados como están allá arriba en el monte). Ellos se afanan en colaborar a la gestación de otra ¿democracia? posible en la que dispondrían como correa de transmisión de un gobiernillo genuino del Pipivox.

Estamos como país en una onda muy diferente. Las togas levantiscas son tan anacrónicas hoy como las puñetas de encaje de sus anchas mangas. El pulso que proponen es inviable. Más temprano que tarde, esta verdad se abrirá paso.

miércoles, 22 de noviembre de 2023

MATUSALÉN Y EL CHATGPT

 


La Justicia. Escultura en la tumba del cardenal d’Amboise. Catedral de Ruán (Francia).

 

He buscado combatir la melancolía de este casi eterno proceso de investidura mediante procedimientos expeditivos muy particulares. Uno de ellos ha sido recurrir a (o recaer en) la lectura de George Bernard Shaw.

El tomo correspondiente de la Biblioteca de Premios Nobel de Aguilar (traducción de Julio Broutá, prólogo de A.C. Ward) me fue regalado por Reyes en 1963, a mis 19 años. Lo leí muy deprisa, saltándome por sistema los prólogos y quizás alguna otra cosa. Luego crio polvo de forma consistente en un rincón de mi biblioteca. Lo he sacado de ahí para centrar mi atención en algunos de los prólogos que me salté entonces y en las tres piezas que contiene (de un total de cinco), del ciclo “Volviendo a Matusalén” (Back to Methuselah), cuyas páginas leí en diagonal hace 60 años. Me parecieron entonces un rollo macabeo, en comparación con las comedias que sí me gustaron (Cándida, La casa de las penas, Pigmalión…)

Shaw escribió su ciclo de Matusalén entre 1918 y 1920, bajo la depresión que le produjo el desarrollo de lo que entonces se llamó la Gran Guerra. Su tesis es que hacen falta periodos de tiempo más amplios que el que abarca la vida humana media (unos 80 años) para que sea rentable que hombres y mujeres atiendan de forma adecuada a las cuestiones realmente trascendentes, capaces de asegurar la resiliencia y la sostenibilidad de la humanidad, para decirlo con términos actualmente en boga, que él no emplea.

En la última pieza del ciclo aparece, en una escena corta, el personaje de Pigmalión, del que Shaw se había servido ya en una obra anterior. Es aquí un artista capaz de dar vida a la materia más allá del arte, y no un profesor de fonética.

Estamos en el año 31.920 después de Cristo, y la humanidad ha evolucionado considerablemente. El entorno no es urbano, sino natural: prados y bosques en torno a un templete vagamente griego.

Los jóvenes de “ahora” colocan por encima de todo los valores de la belleza física, el arte y el amor; los ancianos consideran tales cosas “juguetes” y sienten mayor inclinación, por ejemplo, hacia las matemáticas que hacia las relaciones personales y sociales.

En una discusión colectiva en la que unos y otros presentan sus argumentos, comparece de improviso Pigmalión, y anuncia que ha conseguido crear con los materiales mismos de la vida una figura humana masculina y otra femenina, ambas de una estética perfecta: bellas, elegantes, majestuosas.

El artista no está satisfecho, sin embargo. Sus creaciones, dice, adolecen de una inteligencia “artificial”, con lo que quiere expresar que captan ideas y sentimientos de otros, pero no razonan por sí mismos; carecen de “alma”.

Los jóvenes, sin embargo, admiran la ejecución perfecta de los cuerpos, mientras los ancianos, desconfiados, los miran de reojo. Un joven, Acis, se dirige a la figura masculina presentada por el escultor, con ánimo de dialogar: “¿Qué piensa de lo que ve a su alrededor? Vamos, de nosotros y de lo que hacemos y hablamos.”

La respuesta es digna de la mejor IA de ChatGPT: “Todavía no he leído los periódicos de hoy.”

Una sorprendente retroactualización, pienso, de un concepto tenido hoy por novísimo… y seguramente, la crítica más aguda que puede hacerse del mismo.

jueves, 2 de noviembre de 2023

SINDICATO E INNOVACIÓN. UNA CORRELACIÓN DESEABLE

 


Antonio da FABRIANO, “San Jerónimo en su estudio”, Walters Art Gallery, Baltimore. Retrato de un intelectual (¿innovador?, lo ignoro) dedicado a su labor. Compartido de FB por gentileza de Miriam Beso.

 

Hace algunos meses, traje a estas páginas un apunte para una reflexión en germen; quiero decir con ello, una reflexión necesitada de mayor desarrollo. Lo titulé «El sindicato en la primera mitad del siglo XXI» (1). Lo que allí se indica es congruente con la idea de un mayor protagonismo del sindicato en la política, desde su peculiar autonomía y centrado en sus objetivos propios, que no son los avatares del gobierno ni el respaldo subalterno a una u otra opción política desde “dentro” de las fábricas. (Si puede hablarse aún en nuestro tiempo de “fábrica” y de una fuerza de trabajo ordenadamente incluida en ella, cuestión por lo menos dudosa.)

Dos trabajos recientes de compañeros y amigos me ayudan a avanzar algo más en la concreción de aquel apunte, siguiendo una dirección concreta: el gobierno de la innovación. La innovación en los procesos productivos es un salto adelante, que abre un cambio de perspectiva. Si el sindicato (hablo de sindicato siempre en cuanto institución, sin referirme a esta o aquella central sindical, española o de otro país) no atiende a la innovación y no la asume como cuestión propia, esa innovación será gobernada por la contraparte, con consecuencias fácilmente previsibles. El primer deber, entonces, de los sindicatos sería estar “al loro”. Pero hay mucho más.

Explica Quim González Muntadas en su artículo «Romper piedras o construir una catedral», en “On Economía” (2), que según un estudio reciente del Boston Consulting Group, que abarca 17 años de innovación corporativa, el 78% de las ideas innovadoras incorporadas a los procesos productivos procede de los propios trabajadores de la empresa que las lleva a la práctica.

Un porcentaje tan abrumador de participación del factor trabajo en la innovación “real” (no solo ni principalmente esa “innovación” presentada como la única existente, publicitada y puesta en el mercado bajo la protección de patentes), implica que sería disfuncional y desastroso para la sociedad que quienes innovan – todos los días la inteligencia natural del colectivo trabajador está innovando en la economía real – sean apartados del gobierno de eso que ellos mismos han hecho funcionar en primerísimo lugar. Corresponde al sindicato, un ente también creado y organizado desde el trabajo, garantizar esa labor de gobierno y de control en todo lo que se sitúa más allá del centro de trabajo (el “ecocentro de trabajo”, para emplear una bella expresión de José Luis López Bulla). Incluida la negociación colectiva pero también, por supuesto, la concertación puntual con patronal y gobierno.

Así parece reconocerlo y recomendarlo Joe Biden, el presidente de EEUU, en una orden ejecutiva tendente a regular la inteligencia artificial. Es decir, regular y poner límites a una innovación gigantesca pero también particularmente peligrosa si es utilizada de forma sesgada para pervertir las relaciones entre personas y grupos sociales, en un contexto en el que tienden a borrarse adrede fronteras éticas que durante siglos han permanecido inamovibles. Al respecto, remito al lector de este apunte a la entrada del blog de Antonio Baylos «Modelos regulativos de la inteligencia artificial: la orden ejecutiva del presidente Biden» (3).

Puede ser revelador destacar en particular un párrafo de la orden presidencial que se refiere al alcance y las dimensiones de una apuesta que exige una presencia sindical vigorosa y positiva: En el propio lugar de trabajo, la IA [inteligencia artifical] no debe desplegarse de forma que socave los derechos, empeore la calidad del empleo, fomente la vigilancia indebida de los trabajadores, reduzca la competencia en el mercado, introduzca nuevos riesgos para la salud y la seguridad o cause perturbaciones perjudiciales en la mano de obra. Los próximos pasos críticos en el desarrollo de la IA deben basarse en las opiniones de los trabajadores, los sindicatos, los educadores y los empresarios para apoyar usos responsables de la IA que mejoren la vida de los trabajadores, aumenten positivamente el trabajo humano y ayuden a todas las personas a disfrutar de forma segura de los beneficios y las oportunidades de la innovación tecnológica.

(1)  Ver https://vamosapuntoycontrapunto.blogspot.com/2023/05/el-sindicato-en-la-primera-mitad-del.html

(2)  Ver https://www.elnacional.cat/oneconomia/es/opinion/romper-piedras-construir-catedral-quim-gonzalez-muntadas_1116967_102.html?fbclid=IwAR1_fHx4R0nJpcna8IfB25jBt51CiijEQN1ls9IYgi1RAuFVZbcHphe70E0

(3)  Ver https://baylos.blogspot.com/2023/11/modelos-regulativos-de-la-inteligencia.html?spref=fb&fbclid=IwAR18Pd6qLJiwi_JyMZxzqx5ecvlXYYPiumfUavut1BWnQQoLkmvhF0yfr6w

 

lunes, 9 de octubre de 2023

DESPUÉS DE LA CONFRONTACIÓN

 


La Academia platónica, mosaico pompeyano del siglo I aC, Museo Arqueológico de Nápoles. La escena podría ser considerada un eventual antecedente de las demoradas conversaciones sobre casi todo que tienen lugar diariamente en un Eje Consell de Cent pacificado de tráficos y confrontaciones.

 

Hace seis años, en Madrid, alguien me acusó con mucho ímpetu de que lo que estaba sucediendo en Cataluña era culpa precisamente de quienes no comulgábamos con el independentismo pero tampoco nos confrontábamos con él, por lo menos de una manera contundente.

Eran tiempos (no hace tanto, ustedes seguro que lo recordarán) en los que Cataluña era el único obstáculo para la ascensión de España a un puesto puntero en el concierto de las naciones. Mariano Rajoy, nuestro presidente del Gobierno, veía brotes verdes por todas partes, y Madrid ejercía de locomotora económica del país según un “modelo de éxito” exportable – decían – a otras comunidades. Exceptuada Catalunya, “España iba bien”, según parecer más o menos unánime de los poncios así de Génova como de Ferraz.

Ayer tuvimos manifestación en el Paseo de Gracia contra una posible amnistía a los sujetos activos del procès. No fue gran cosa, dicen, aunque no bajé a la calle a comprobarlo. Por la tarde sí salí, a Consell de Cent esquina Girona, del brazo de Carmen, y estuvimos sentados un rato en uno de los nuevos bancos, viendo jugar a los niños y pasar las bicicletas. Circulaban por aquel espacio arbolado y recién pavimentado algunos guiris, localizables por la forma de vestir y las zapatillas de marca, y una gran mayoría de gentes del país, muchas de ellas con cochecitos de niño y perros enlazados. Daban la nota de color algunos grupos familiares amplios de migrantes hispanoamericanos, gentes que  tienden a socializar de preferencia entre ellas en busca de una mayor cohesión en un contexto extraño.

Se hablaba tanto catalán como castellano o equivalente, sin problema aparente para el entendimiento mutuo. Nadie cargaba con una bandera, nadie levantaba la voz ni jugaba a ”confrontarse” con la contundencia debida contra algo, como los visitantes del mediodía.

Éramos bastantes más los manifestantes de la tarde que los de la mañana, seguro. Podríamos estirar incluso nuestra mayoría si saliera bien la operación delicada de la posible amnistía. Una amnistía con consenso popular y con respaldo constitucional, desde luego. Lo hago constar porque algunos confunden la amnistía con la amnesia, según comentario muy agudo de Nico Sartorius.