jueves, 24 de abril de 2025

LA BRECHA DIGITAL



Un "escribidor" de cartas, figura de mediación en sociedades plagadas de carencias culturales, Nápoles, hacia 1870

 

En el paradigma cultural de la galaxia de Gutenberg, que se ha extendido a lo largo de varios siglos de las edades moderna y contemporánea, la igualdad teórica entre las personas en una democracia representativa no podía existir para los analfabetos, porque carecían de las habilidades técnicas necesarias – la lectura y la escritura – para hacer prevalecer en sociedad sus opiniones y sus argumentos.  

Algo parecido está empezando a ocurrir en la llamada “sociedad de la información”. El poder para manejar y utilizar la masa abrumadora de datos (big data) utilizados por los gobiernos, las administraciones públicas y el saber de los expertos en la economía y las finanzas, resulta inalcanzable para quienes “producen” esos datos pero no tienen capacidad para recogerlos, ordenarlos y – sobre todo – interpretarlos.

Esta “brecha digital” es uno de los elementos que desembocan en la renuncia colectiva a participar en la política de quienes se consideran a sí mismos “desheredados de la tecnología”, y se sienten perdedores en cualquiera de las formas en que se haga servir su voto. Está de moda bromear a costa del «fachapobre» que sueña con un cambio morrocotudo a partir de las soluciones de la antipolítica. Pero se omite la constatación de que la izquierda al uso está ofreciendo muy poco a estas muy nutridas capas sociales a cambio de su voto, y menos aún se ocupa de ellas la “nueva izquierda”, si tal cosa existe en la realidad nuestra de todos los días.

Señala Daniel Innerarity, en el libro que vengo comentando en mis entradas recientes, que se da al respecto de la digitalización un “efecto Mateo”, de manera que los bien relacionados en el espacio físico lo están también en el espacio virtual, en tanto que los desfavorecidos en el primero se ven arrojados “a las tinieblas exteriores” en el segundo.

Los bancos de datos son accesibles a todos, pero no todos tienen la misma capacidad para gestionarlos, almacenarlos y valorarlos. No la tienen tampoco las personas que trabajan en la computación pero son meramente “proletarios del clic”, reducidos a tareas repetitivas y sin sentido, además de mal pagados.

De esta forma, internet tiende a reforzar el statu quo en una sociedad acusadamente asimétrica, donde los perdedores son la inmensa mayoría, y los ganadores reales, un mero puñado de personas. Solo podrá invertirse esta tendencia perversa si se organiza, desde abajo, una conquista multitudinaria del saber digital en beneficio de una sociedad más combativa, más ilustrada y más conscientemente democrática.

 


martes, 22 de abril de 2025

RETRATO DE FAMILIA CON MÁQUINAS

 


Una familia de excursión, a finales de los años cincuenta del siglo pasado.

 

Convendría deshacernos – dice Daniel Innerarity (en Una teoría crítica de la inteligencia artificial, Galaxia Gutenberg 2025, p. 272-73) – del paradigma de la inteligencia como una acción racional consciente, un patrimonio individual acotado y mensurable mediante índices precisos. La inteligencia humana consiste más bien en la interacción dinámica con el mundo, y en este sentido es de carácter colectivo y social. Un acto inteligente es el que ayuda a un grupo humano amplio a sobrevivir y prosperar; no, el que enriquece a algunos individuos seleccionados, apartándolos al mismo tiempo de los demás con los que conviven.

Así considerada, la inteligencia artificial no compite con la humana. No existen replicantes del tipo Blade Runner forcejeando por apoderarse de un poder político con el que nunca sabrían qué hacer. No hay máquinas hechas a nuestra imagen y semejanza que intenten imponernos sus propios mandamientos, como no hay dioses contemplándonos desde un Olimpo situado por encima de nosotros. No debemos tener miedo de lo nuevo.

Tampoco se da un efecto apreciable de sustitución del trabajo humano por los automatismos de los robots o los cyborgs. Por el contrario, la inteligencia de las máquinas, diferente de la humana, aumenta la nuestra y la complementa; el trabajo con máquinas tiene más valor que el que se realiza sin ellas. El progreso va en esa dirección: la inteligencia de las máquinas revaloriza el trabajo de las personas que las utilizan a partir de su propia inteligencia.

jueves, 17 de abril de 2025

NI BUENA, NI MALA, NI NEUTRAL

 


Alberto Durero, “El Caballero, la Muerte y el Diablo” (detalle).

 

Comenta Daniel Innerarity, en su reciente libro “Una teoría crítica de la inteligencia artificial” (Galaxia Gutenberg 2025), la estrecha relación histórica entre los modos de comunicación y los tipos de democracia.

La primera democracia, nacida en Atenas hacia el s. V aC y que podríamos calificar de socrática, estuvo basada en la oralidad, y era de tipo directo y dialéctico. Fue por lo demás una flor efímera, rápidamente sofocada por el enorme peso piramidal de los grandes imperios antiguos.

La democracia moderna, reinventada en el siglo XVIII, tuvo su base de maniobra en la imprenta y en la comunicación a través de la prensa. (Entonces se definió a la prensa como el cuarto poder, hoy es solo un mejunje irreconocible).

La democracia representativa basada en la libertad de opinión vehiculada por una prensa libre entró en crisis en los albores del s. XX, con la nueva hegemonía comunicativa de la radio y, algo más tarde, de la televisión.

Hoy, según John Keene (Democracy and media decadence, Cambridge 2013), la democracia está «estrechamente vinculada al crecimiento de sociedades saturadas de multimedia, cuyas estructuras de poder son continuamente cuestionadas por una multitud de mecanismos de control o vigilancia que operan dentro de una nueva galaxia mediática definida por el ethos de la abundancia comunicativa.»

A algunos puede sonarle abstrusa la descripción de Keane. Como ejemplo práctico basta, sin embargo, fijarse en la verborrea fake y el desenfado de las críticas al gobierno español desde rincones comunicativos tan heterogéneos como Se Acabó La Fiesta o Taberna Garibaldi.

Esta situación no pone propiamente la democracia en peligro, pero sí sugiere la necesidad de la adecuación del funcionamiento de las instituciones democráticas (empezando por el parlamento y los tribunales) al escalón tecnológico comunicativo en el que nos encontramos. De otro modo, podríamos vernos arrastrados por el caos comunicativo como por una Dana repentina o una pandemia viral.

Conviene, ante tanto volumen de “ruido” tecnológico, reafirmar la indeterminación esencial de la política democrática, y la existencia a nuestra disposición de opciones abiertas a la decisión colectiva. Política es sobre todo libertad para decidir. Los big data o la inteligencia artificial pueden ser escuderos de esa libertad, pero de ningún modo debe recaer en ellos el peso de la responsabilidad social.

No está de más recordar al respecto una afirmación llena de sentido de Melvin Kranzberg: «La tecnología no es buena ni es mala, y tampoco es neutral.»

sábado, 12 de abril de 2025

CONGRESO

 


Però hem viscut per salvar-vos els mots,

Per retornar-vos el nom de cada cosa

Salvador ESPRIU

 

He vivido con apasionamiento – desde casa – el desarrollo del 13º Congreso de las CCOO de Catalunya. Gran participación, documentos congresuales consistentes, ambiente distendido y algunos hallazgos felices, como ese autobús 47 que acercó al Palacio de Congresos a grupos de participantes.

Un gran Congreso.

Hace ya más de sesenta años que se empezó a consolidar en el panorama bastante sombrío del franquismo una anomalía: ChatGPT, de haber existido entonces, no lo habría adivinado ni podido predecir porque no existía ningún dato solvente que avalara la aparición de aquella flor exótica brotando con empeño en el suelo árido de una descarnada dictadura de derechas. Se trataba de un movimiento sociopolítico plenamente autónomo que se organizaba desde abajo, en fábricas, talleres y oficinas, para la autodefensa de los trabajadores y las trabajadoras, ante la explotación abusiva de que eran objeto.

Las Comisiones Obreras fueron una discontinuidad y, casi casi, una distopía. Pero arraigaron y se hicieron un hueco. En ello nos empeñamos algunas decenas de miles de chicas y chicos, casi todos muy jóvenes, recién llegados en la época de los Planes de Desarrollo a la populosa Ciudad del Trabajo. Nuestras fuerzas estaban intactas, no habíamos sido derrotados nunca antes como le ocurría a la generación anterior, vencida en la ominosa guerra incivil y resistente luego en una clandestinidad dura, desagradecida y perpetuamente amenazada. Unos y otros colaboramos en la tarea común: unos desde la sabiduría y la prudencia, otros desde el arrojo y la improvisación.

Se sucedieron en la nueva situación grandes y pequeñas luchas, y una serie de éxitos modestos, claro que sí, como el del autobús 47, que contribuyeron poco a poco a cambiar las coordenadas de las reivindicaciones y a asentar el perímetro resistente de una ciudadanía despierta y activa, movilizada a partir de las condiciones de los puestos de trabajo y de las necesidades de los barrios, siempre desde la perspectiva de la igualdad, la solidaridad, y la no discriminación.

Con una actitud flexible en las formas e intransigente en los principios, se impulsaron plataformas siempre realistas. No se pedía la luna, pero sí un lugar al sol.

No fue una historia feliz, no faltaron las prisiones, las torturas, las palizas, los muertos. nuestros muertos. Pero la dictadura se hundió – no la resucitarán, eso es seguro – y el movimiento obrero se reafirmó. Tal es la moraleja de la historia.

Los pasados días 9.10 y 11 las compañeras y los compañeros congresistas han dado fe de la pervivencia de la misma actitud asentada en la misma historia, y han abordado el debate de nuevos proyectos, desafíos y resoluciones. Contamos con una secretaria general nueva, Belén López, y su primer discurso en el cargo ha sido prometedor. Estamos en marcha, y la marcha no se detiene. Ánimo, entonces.

 

jueves, 3 de abril de 2025

CONSPIRACIONES

 


Pedro López Provencio ha escrito “Conspirar contra el olvido”, una novela tejida con el hilo de recuerdos que no son del todo suyos personales, sino patrimonio colectivo de la generación de la que forma parte: la que derribó el régimen de Franco y abrió las puertas a la democracia (imperfecta y frágil, conviene advertirlo) que disfrutamos hoy.

Su “conspiración” tiene en último término el mismo sentido que las confesiones de Pablo Neruda, “Confieso que he vivido”, y el eco nerudiano pasado por la matización de Marcelino Camacho, “Confieso que he luchado”. Es decir, se trata de un ejercicio de memoria viva y vital, al que Pedro ha dado forma de novela mediante un artificio que disimula muy poco su verdadera función y su utilidad.

El protagonista, “Luis”, se extiende en el relato de su vida pública en el curso de un viaje relajado en velero por el Mediterráneo, ante dos oyentes que comentan en voz alta sus impresiones, unas veces con retranca (el primo Eduardo), otras con curiosidad (Marián, la capitana del barco).

El viaje es, en cualquier caso, más espiritual que real, y los interlocutores vienen a ser figuras simbólicas, que asumen el cometido de ayudar a la claridad de la narración matizándola con consideraciones “desde fuera” que corrigen la posible carga subjetiva del narrador. Pedro se cura en salud, además, con una advertencia previa al lector hecha en tono de broma, pero de fondo muy serio: «Todo lo que aquí se cuenta es verdad, excepto lo que no lo es.»

Cierto, pero todo lo que se cuenta, verdad o no, es importante. Destaca en mi opinión, por su interés excepcional, el relato de la lucha de SEAT contra la imposición de un tercer turno, en el año 1971, con la ocupación de la fábrica y la entrada brutal de la policía, con gases, caballería y a tiro limpio. “Luis” era entonces miembro del comité de empresa, y su portavoz ante la dirección. La muerte del trabajador Antonio Ruiz Villalba, los heridos de bala y todo el alcance de la represión y la reacción política, sindical y ciudadana, marcaron el desarrollo histórico del final del tardofranquismo y de la primera transición a la democracia.

De lo que trata el libro de Pedro López Provencio, en definitiva, es de su participación personal en unas vivencias colectivas decisivas por su trascendencia. Esas vivencias conforman una realidad que viene a justificar, para seguir esgrimiendo las armas de la democracia y la libertad en un contexto tan diferente hoy de aquel que vivimos entonces, el pequeño artefacto de un “conspirar contra el olvido” de lo que ocurrió, de cómo ocurrió, de cómo evitar con la acción colectiva potenciales retornos de aquella pesadilla. Un libro indispensable.

Recuerden: Pedro LÓPEZ PROVENCIO, “Conspirar contra el olvido”, Stonberg Editorial 2025.

lunes, 10 de marzo de 2025

LA PÉRFIDA COSTUMBRE DE SESGAR LOS ANÁLISIS

 


Serpiente trepando a una higuera, fresco hallado en Pompeya datado hacia 50-70 de nuestra era. Ese culebreo hacia la fruta apetecida es parecido a muchos razonamientos actuales que buscan una apariencia de demostración irrefutable donde solo hay en realidad un vacío de argumentos.

 

Nuestra derecha política de forma inveterada, y nuestra izquierda ocasionalmente, usan de una forma de análisis adulterada por un sesgo vicioso muy determinado: el de "me quedo con aquello que me favorece, e ignoro todo lo que delata errores, fallos e insuficiencias por mi parte."

Es un procedimiento que culebrea a través de argumentos capciosos dirigidos a demostrar la existencia de algo que a simple vista se percibe como inexistente. Véanse como muestra la acumulación infinita de acusaciones al mundo entero y la autoindulgencia practicadas por Carlos Mazón, presidente de la Comunidad Valenciana, en relación con la DANA fatídica.

Otro ejemplo de carácter distinto y más divertido - por lo inofensivamente ridículo - de este tipo de razonamiento, lo hemos visto en las declaraciones de Alberto Toril, "coach" del equipo femenino de fútbol del Real Madrid, después de perder por 0-5 el partido de ida de semifinales de la Copa de la Reina, que lo enfrentaba al FC Barcelona.

Ha dicho Toril que "se queda con lo positivo" de la experiencia, y que las estadísticas del juego estuvieron igualadas entre los dos equipos contendientes. ¿"Estadísticas"? Conviene recordar sobre ellas aquella clasificación de las mentiras en pequeñas, gordas, muy gordas y estadísticas. El primer gol del Barcelona (lo marcó Salma Paralluelo) tuvo lugar a los 70 segundos de empezar el partido; por lo demás, esta ha sido la 18ª derrota consecutiva en un total de 18 partidos sufrida por el Madrid femenino frente al Barça, con un reparto goleador global de casi 8 goles azulgranas por cada uno merengue.

Esas también son estadísticas, pero no son consideradas por Toril en su intento de "quedarse con lo positivo". Su valoración de que tiraron más a puerta (una vez más, y en fuera de juego) viene a corresponderse con la pretensión de Mazón de culpar de la debacle valenciana a la Confederación Hidrográfica del Júcar, ignorando la larga relación de avisos (esas son "estadísticas", también) pasados a lo largo del día por dicho ente a la Generalitat Valenciana, que los ignoró. La guinda del pastel la ha puesto el señor Feijóo al apuntar que "las culpas están repartidas".

Con ese tipo de análisis se intuye enseguida lo que puede esperarse de la futura gestión de los órganos de gobierno, o en su caso de los equipos de fútbol, liderados por esa clase de tipos.

sábado, 18 de enero de 2025

EL TRABAJADOR PRESCINDIBLE ACABA SIENDO UN ABSTENCIONISTA POLÍTICO

 


Tiempos modernos. Algoritmos (dibujo de Mauro Biani en La Repubblica

La frase del título está tomada de un artículo de Daniel Innerarity en El País, “Democratizar el trabajo” (13.1.2025). Es importante. Tenemos la mala costumbre de tildar de tontos a los trabajadores que votan derecha y/o ultraderecha, o simplemente no votan. “Inne” nos da una explicación más matizada:

«… se han debilitado estructuras de intervención duradera en la sociedad como los sindicatos y los partidos, sustituidos ahora por una explosión emocional con ocasión de grandes acontecimientos, como las crisis o las catástrofes, y seguidas poco tiempo después por periodos de depresión y desinterés hacia lo público… Son igualmente breves los tiempos de utilidad de la tecnología, la duración de los contratos y el cortoplacismo político.»

La clave de esta transformación está probablemente en las nuevas condiciones del trabajo en las condiciones de la nueva revolución industrial 4.0, y en la diferencia entre los dos órdenes en los que se inserta la vida del trabajador: un orden jerárquico en la empresa, contra un orden democrático en la ciudadanía. El empleo es inestable, discontinuo, eventual, sin implicación del trabajador en el futuro, sin apropiación de los logros obtenidos con su esfuerzo. Esta “falla geológica” morrocotuda que lastra su “lugar en el mundo” deriva en una “corrosión del carácter”, como la describió el sociólogo Richard Sennett. La deriva ocurrida en el post-fordismo en relación con la prestación del trabajo asalariado y su valoración, ha llevado a una mutación en la personalidad del trabajador y a una contradicción interna en su “otra” condición vital, la de ciudadano en un ordenamiento democrático.

El voto resulta inservible para cambiar una situación laboral degradada; y cuando se ejerce, ya no es para modelar un futuro posible, sino para protestar contra un futuro consabido. La democracia, entonces, es vista como una trampa, porque no se advierte ninguna relación entre el cambio político como desiderátum y la subordinación laboral como pan de cada día.

La solución al problema empezaría por colocar realmente el trabajo en el centro de la política, a partir de la democratización de la empresa y la garantía de un derecho de voz y voto en ella a los trabajadores, capaces así de codeterminar su prestación laboral concreta y su perspectiva de futuro. Cita “Inne” al respecto la concepción de la empresa como “entidad política”, en consecuencia sometida al juego democrático, como ha reivindicado Isabelle Ferreras*.

Una consideración semejante muestra la insuficiencia de fondo de medidas como la reducción de jornada, a pesar de su bondad en el sentido de incrementar el tiempo político a costa de disminuir el de subordinación jerárquica.

Pero, como concluye “Inne” en su artículo, «el desafío final no es limitar nuestra relación con la empresa, sino su transformación: no se trata tanto de conseguir un derecho a la desconexión como de fortalecer el derecho de participación, tanto en el interior de las empresas como en la sociedad política en general.»

 

(*) Ver también al respecto Paco RODRÍGUEZ DE LECEA, “La empresa como lugar político”, en Un mundo dislocado (Ed. Bomarzo 2023, p. 121). Puede encontrarse también el mismo texto en https://vamosapuntoycontrapunto.blogspot.com/2019/04/la-empresa-como-lugar-politico.html

 


viernes, 13 de diciembre de 2024

EL ERROR DE DING

 


Suspensión

 Algún comentarista se ha precipitado a calificar como “el más grave de la Historia”, el error del campeón mundial de ajedrez, el chino Ding Liren, que volcó la 14ª partida del Mundial 2024 de ajedrez en favor del indio Gukesh Dommaraju, cuando ambos jugadores habían llegado empatados, 6’5 a 6’5, a la última ronda.

Qué exageración, por favor. Y qué manía con los errores, sin tener en cuenta que la Historia empezó, según una tradición asentada aunque discutible, con Eva aceptando la manzana que le ofrecía en boca la serpiente.

Según la crónica de Leontxo García, Ding se había equivocado ya siete u ocho veces a lo largo de la famosa partida 14ª, y Gukesh otras tantas (los comentaristas valoran ahora las partidas con la ayuda de potentes computadoras de silicio, que calculan los movimientos futuros con veintenas de jugadas de anticipación.)

El error, entonces, no es nada inhabitual, en un juego (llámenle deporte si gustan) en el que, según tradición inveterada ya de cuando era simplemente humano, gana siempre el jugador que comete el penúltimo error.

Pero seguimos anhelando una perfección inhumana en todo. El mundo se divide en personas que señalan con regocijo un error de apreciación de Carlos Marx (por ejemplo) en un análisis económico, y las que consideran que tal error no existe porque Marx era por definición infalible.

Como si la perfección no fuera una cosa siempre efímera, hecha de momentos raros de plenitud que nos llegan de algún lugar situado en el exterior de nosotros mismos y más allá de nuestras capacidades ordinarias.

 

domingo, 1 de diciembre de 2024

LA IZQUIERDA Y LA ECONOMÍA GLOBAL

 


René Magritte, “La cifra”, 1981

 

Leo en el número recién aparecido de Nueva Tribuna una llamada de alerta de Isidor Boix, bajo el título suficientemente significativo: “Crisis en multinacionales, sin respuesta sindical ‘multinacional’”. (*)

El artículo describe la falta de respuesta sindical adecuada – hasta el momento – a una iniciativa masiva de un grupo compacto de grandes empresas industriales multinacionales, que afecta gravemente a las clases trabajadoras de algunos países desarrollados y otros emergentes. A partir de ahí, Boix esboza un análisis escueto, no ya solo de la falta de respuesta conjunta de los sindicatos concernidos, sino sobre todo del hecho singular de que sigan mirando “a otro lado”, como si el problema no les afectara.

Destaco el siguiente párrafo, que describe de forma sintética la situación. La cursiva es del autor, y este añade a continuación que tal vez esté equivocado y agradecería, si es así, que alguien le corrigiera:  

 

«… es necesaria una permanente elaboración colectiva de cuáles puedan ser en cada momento y en cada ámbito los intereses comunes, colectivos y solidarios, mediante las múltiples formas de participación y democracia sindical. No creo que esto, aparentemente tan elemental, esté suficientemente asumido por los órganos colectivos que deberían hacerlo.»

 

Algo me gustaría añadir sobre el tema. Se da en este tiempo una desorientación (que yo llamaría “existencial” en el sentido filosófico de la palabra) no exclusiva de los sindicatos, sino en general de la izquierda tanto “clásica” como “nueva”, en relación con el cambio radical de paradigma que estamos viviendo en las relaciones de trabajo, a partir de la irrupción torrencial de las nuevas tecnologías 4.0 en el proceso productivo.

Hemos pasado del capitalismo industrial al capitalismo digital, que no encaja en la vieja lógica del trabajo material; y todo ello, en un contexto de globalización acelerada. Pero las izquierdas presentes en el tablero político siguen ancladas en “una visión romántica del viejo mundo industrial” (la frase es de Daniel Innerarity) y en una consideración demasiado negativa de la globalización, que rechazan “in toto” y en cuya lógica, en consecuencia, no quieren ni siquiera entrar.

Paradójicamente, la izquierda política realmente existente es conservadora respecto del mundo del trabajo, frente a una derecha radical y rompedora, que utiliza las nuevas herramientas puestas a su alcance por el progreso tecnológico desde una lógica dirigida al enriquecimiento privado, y no al bien común.

Nada que no se pueda remediar. Pero la premisa previa para encontrar la solución de un problema es la conciencia de la existencia de ese problema, y su delimitación correcta.

Ese paso previo, por el momento sigue faltándonos. Urge resolverlo.

 

(*) Ver https://www.nuevatribuna.es/articulo/global/crisis-multinacionales-respuesta-sindical-multinacional/20241130190317232988.html

 

miércoles, 20 de noviembre de 2024

DESPUÉS DE LA DANA

 


El nuevo vicepresidente de la Generalitat valenciana, Francisco Gan Pampols, ha manifestado que seguirá “criterios exclusivamente técnicos y en ningún caso políticos” para la reconstrucción que le ha sido encomendada.

Mal empezamos.

Porque un criterio técnico, lo es en relación con la busca de un resultado; y en este caso no se expresa qué resultado se concibe como prioritario para las nuevas estructuras que han de ponerse a punto: si ha de ser la seguridad de las personas, o la oportunidad especulativa para el capital-riesgo; en último término, la protección o la producción.

Sin hablar de la posibilidad de grandes negocios asociados a la inyección de dinero público, como ya ha ocurrido con la pandemia, que dio lugar a grandes “neofortunas”, entre ellas la del compañero sentimental de Isabel Díaz Ayuso, una autoridad electa, con poder “técnico” de decisión sobre el tema.

Algo debe decir en este tema vidrioso la contraparte de tantos expertos sobrevenidos capaces de tomar sin que les tiemble la mano las decisiones “técnicas” más extremas. Algo deben decir los trabajadores, que son además residentes en inmuebles construidos apresuradamente por constructores poco escrupulosos en terrenos inundables, para acumular dinero ganso.

«Los sindicatos son los sujetos que llevan inscrito en su ADN el proyecto del cambio social y el logro de la participación democrática de los trabajadores y las trabajadoras en cuanto tales, es decir la emancipación progresiva de la subalternidad social…» Así se expresa Antonio Baylos en una entrada lúcida y significativa de su blog de culto (*). Tanto los sindicatos como los movimientos vecinales han de participar necesariamente en una reconstrucción democrática de esas estructuras mal previstas, mal ubicadas, deficientes, precarias, inseguras, que han funcionado en muchos casos como ratoneras sin posibilidad de escape, y que se han cobrado más de doscientas vidas en unas pocas horas.

La peor noticia posible es que, después de la catástrofe, se intente repetir la jugada desde las mismas premisas.  

 

(*) Ver https://baylos.blogspot.com/2024/11/democratizar-el-trabajo-protegiendo-los.html

 

jueves, 14 de noviembre de 2024

LOS ÁRBOLES DE HUDIMESNIL



Meindert Hobbema, “El camino de Middelharnis”. Londres, National Gallery.

 

En un pasaje de la “Búsqueda del Tiempo Perdido” de Marcel Proust, el protagonista da un paseo por los alrededores de la localidad balnearia de Balbec, con su abuela y la marquesa de Villeparisis, en la calesa de esta última.

Al aproximarse al pueblecito de Hudimesnil, que los paseantes no conocen y en el que nunca van a entrar, Marcel percibe tres grandes árboles dispuestos de modo que parecen formar el pórtico de entrada  a una alameda “cubierta” por el follaje de las ramas altas entrecruzadas de los robles.

La visión le inunda de una felicidad rara, que relaciona de inmediato con algún episodio de su niñez. Intenta recuperar ese recuerdo, y cierra los ojos para apurar la sensación, pero la charla de sus acompañantes le impide concentrarse. Una revuelta de la carretera lo coloca de espaldas a los tres árboles, que agitan desesperados sus ramas como para decirle: “lo que no averigües hoy de nosotros, no lo sabrás nunca”. Y el narrador se queda “triste como si acabara de perder un amigo, como si él mismo hubiera muerto, o hubiera renegado de un conocido muerto, o dejado de reconocer a un dios”.

Hudimesnil ha quedado así en la Recherche como el símbolo del tiempo perdido para siempre. Mi sorpresa ha sido grande al saber que Proust, que utilizó aquella visión con fines literarios, controlaba a la perfección el recuerdo de esos precisos árboles elusivos. En los “setenta y cinco folios” (*) recuperados tardíamente del archivo del crítico Bernard de Fallois, y que vienen a ser la materia magmática inicial que dio lugar al “big bang” de la Recherche, un párrafo deja la cuestión totalmente aclarada.

En el folio 37 se describe el arranque del camino de Villebon (que luego será el côté de Guermantes) a partir de la plaza del Calvario de Illiers (Combray). Allí, señala Proust, «une allée d’arbres commençait qui semblait savoir où elle conduisait» (empezaba una alameda que parecía saber adónde conducía). Y como remate, en el párrafo siguiente, en el que evoca los frecuentes fenómenos de asociación generados por la memoria, declara haber visto disposiciones de árboles parecidas en Normandía y en Borgoña.

Hudimesnil sigue siendo un tótem excelso para los Argonautas que aún tenemos la capacidad de redescubrir viejas sensaciones de contornos imprecisos en nuevos paisajes recién descubiertos. Pero resulta sintomático que Proust, ese Protoargonauta de excepción, eligiera, como símbolo literario de lo que se nos escapa, un recuerdo de infancia que tenía perfectamente controlado.

 

(*) M. PROUST, “Les soixante-quinze feuillets, et autres manuscrits inédits”. Edición establecida por Nathalie Mauriac Dyer. Éditions Gallimard, 2021.  

viernes, 18 de octubre de 2024

BANCOS CENTRALES Y POLÍTICA ECONÓMICA

 


Plañidera, detalle de la tumba de Miguel Ángel Buonarrotti, obra de Giorgio Vasari. Iglesia de la Santa Croce, Florencia.


El Poder Judicial y el Banco Central son dos instituciones básicas del Estado moderno cuya razón de ser original era utilizarlos como contrapesos con la intención de promover la igualdad relativa de los ciudadanos y prevenir los abusos de los más fuertes. Ahora, y en tanto no se remedie la grave dislocación existente, ambas han quedado colocadas al margen de todo control de la sociedad civil. Se les supone una “legitimidad” superior por el hecho de ser “apolíticas” – cosa que se afirma con reiteración no obstante las numerosas pruebas en contrario –, y en principio no están obligadas a rendir cuentas a nadie de sus actuaciones, ni a corregir sus errores, ni a justificar sus decisiones en ninguna especie conocida de “bien común”.

Dejo a un lado en esta nota la situación del poder judicial (vergonzosa), y me detengo un instante en el Banco central a partir de lo que está ocurriendo en Europa, donde los reflejos opacados de ideología vienen sustituyendo a algo que se seguía llamando hasta hace muy poco “gestión tecnocrática”; y en España, donde la sustitución del señor Hernández de Cos está dando lugar a debates y empellones que vienen a demostrar la sustancia política del cargo y su trascendencia.

Me ha llegado mientras tanto, de un articulista de prensa bien informado, el término “capitalismo de los bancos centrales”. Lo ha acuñado al parecer Joscha Wullweber, que según leo en una sucinta nota en Google es profesor de Economía Política, Transformación y Sostenibilidad en Heisenberg (probablemente algún Instituto Heisenberg de Ciencias, porque no existe que se sepa una Universidad de ese nombre). El quid del asunto está para el estudioso citado en que dista mucho de ser cierto que los bancos centrales regulen la política monetaria de los países o grupos de países desde criterios rigurosos de neutralidad y apoliticismo. Del capitalismo a secas pasamos en su momento al capitalismo “financiero”, y este tiende a escorarse más aún en un sistema gobernado desde las sombras de los despachos bancarios y que mediatiza en buena medida los resultados obtenidos.

Los bancos centrales siguieron todos a una las tesis económicas neoliberales cuando se produjo el feroz crac de la economía mundial en 2008. La regla de la austeridad y del no endeudamiento público transfirió un volumen gigantesco de deuda a bolsillos privados de ciudadanos desprotegidos de cuentas corrientes confortables; y la consigna de la bajada de impuestos a los ricos para incentivar la producción, acabó de redondear un modelo económico en el que la producción de riqueza al modo concebido por la economía tradicional se vio sustituida por la extracción sistemática de rentas de las clases más necesitadas.

Un ejemplo reciente y claro: el gobierno concede ayudas a los inquilinos para contrarrestar la presión al alza de los alquileres, y de forma prácticamente automática los caseros responden con una nueva subida del alquiler, de forma que la nueva renta es absorbida y va a parar a los mismos bolsillos. No se ha producido ningún nuevo valor ni incremento de prosperidad: la única motivación del alza del alquiler ha sido succionar las ayudas públicas recibidas por quienes no tenían otro remedio que aferrarse por encima de todo a su vivienda como bien indispensable.

Al redirigir la deuda de esta forma e impedir de hecho las políticas sociales por parte de gobiernos progresistas, los bancos centrales están asumiendo tareas de redistribución antiigualitarias.

“¡No somos nosotros, es el mercado!”, dicen, como lo dijo en su día Rodrigo Rato. Pero no es un libre mercado, sea cual sea y esté donde esté en la actualidad esa vieja quimera, sino un mercado milimetrado y condicionado al máximo por unas medidas “apolíticas” dictadas sin contar con consenso social y que desvirtúan los campos de la oferta y la demanda en beneficio de los rentistas.

 


  

domingo, 22 de septiembre de 2024

EL LIBERALISMO PRODUCE SUS PROPIOS ENEMIGOS

 


Noé da suelta a la paloma, en medio del Diluvio universal. Mosaico de los ss. XII-XIII en la basílica de San Marcos de Venecia.

 

Vivíamos en el TINA, ¿recuerdan?: “No hay alternativa”, nos repetían una y otra vez las sabias instituciones que nos gobernaban dejándonos únicamente la ilusión de libertad derivada de votar en las elecciones sucesivas las opciones rígidamente equivalentes que más nos gustaran.

Y sin embargo, el TINA (There Is No Alternative) saltó en pedazos y las instituciones se adaptaron a nuevos condicionantes. Estamos en el tiempo del populismo, y lean lo que dice Daniel Innerarity acerca del mismo* : «No es fácil saber si la ola de constitucionalización que generaron los regímenes liberales responde al deseo de protegerse del populismo o si es al revés y el populismo surge como respuesta a una excesiva limitación de los espacios de acción política. Puede que el populismo no sea el enemigo de la democracia liberal, sino su espectro, la reacción que produce ese diseño institucional pensado para limitar al máximo un posible descontrol popular. El liberalismo no se encuentra, sino que produce sus propios enemigos.»

Hay remedio a semejante distorsión o dislocación, por supuesto. Con una característica necesaria: el remedio, la solución, tiene que venir necesariamente de abajo, del fondo poco explorado de la sociedad tal como es, diversa y fragmentada, pero soberana.

Los individuos que formamos esta sociedad poscontemporánea podemos y debemos mejorar nuestra situación común desarrollando nuestra propia inteligencia colectiva (nada de “inteligencias artificiales” en los puentes de mando), para dar una dirección adecuada a la presunta “nave” en la que todos estamos embarcados.

No es bueno que lo hagan por nosotros ni las élites ni las máquinas. Necesitamos más conciencia de clase, con dos precisiones importantes añadidas a esa conciencia: la primera, que la “clase” es hoy más que nunca amplia, enrevesada y contradictoria; la segunda, que lo que necesitamos es una conciencia de clase “dirigente” a través de las instituciones, y no de clase “dirigida” por instituciones, ya estén estas elegidas a través de los mecanismos electorales establecidos, o simplemente puestas ahí como un milagrito neoliberal sacado de la manga del macron de turno.


 *) D. INNERARITY, “Contra el antipopulismo”, La Vanguardia 14.9.2024. pág. 17.

viernes, 29 de marzo de 2024

POLÍTICAS DE URGENCIA

 


Un ejemplo de política a largo plazo: terrazas incaicas de cultivo en Choquequirao, Cuzco (Perú). Imagen compartida de Facebook.

 

Ando dándole vueltas a un artículo reciente de Daniel Innerarity (El País, 18 marzo 2024).

Sigo con mucho interés y tal vez algún provecho personal las colaboraciones recientes de Innerarity en el campo de la política. Antes de entrar a un comentario más general, apunto dos consideraciones previas de poca trascendencia: la primera, el curioso hallazgo de una palabra inglesa encriptada en el apellido del autor: “rarity” vale en nuestro idioma por rareza, singularidad, excepción. Ahí lo dejo.

Y segunda nota tangencial, relacionada con el título del artículo: «Democracias sin tiempo» es un oxímoron, tal como el propio autor se encarga de señalar: “La democracia como la conocemos presupone la idea de continuidad [en el tiempo], de que las cosas no van hacia un abrupto final (Jonathan White). Conservadores y progresistas compartían al menos esa suposición, que implicaba un tiempo histórico largo.”

Cabe concluir entonces, al menos como hipótesis, que desde un punto de vista técnico no existe en rigor democracia si no aparece en el quehacer político una percepción temporal consistente a largo plazo; y que tampoco puede darse una política de urgencia, cortoplacista, que sea además plenamente democrática, al menos en lo relativo al respeto a la pluralidad de opciones y a su concurrencia ordenada.

“La política se convierte en una gestión de las emergencias”, señala nuestro Inne. “No hay lugar para el desacuerdo o el cambio de opinión … Las emergencias favorecen un estilo elitista de gobernar, un protagonismo del poder ejecutivo, amplían el espacio del secreto y debilitan el control democrático.”

Desde este punto de vista, cada nueva contienda electoral deja de ser la “siguiente” en una serie ordenada, para convertirse en el “último cartucho”, el clavo ardiendo, el ahí nos la jugamos para siempre o por lo menos para los dos siglos próximos. Los comicios tienden a convertirse en referendos decisorios, y en las campañas pierden importancia los temas concretos de la política ante el problema capital de quién va a ser la persona que se pondrá al frente: el conducator, el macho alfa incluso si es hembra, el líder carismático.

Quizás ese sesgo de la coyuntura política actual viene comandado por la dominancia del pensamiento único, el TINA (There Is No Alternative) tan relacionada a su vez con la extensión abusiva de la inteligencia artificial y los algoritmos a terrenos inadecuados para su arraigo. La ley del algoritmo es la ley del rebaño, y la Libertad (excusen la mayúscula), que es sobre todo la del que no piensa como yo, exige el contraste, el voto, el cultivo de la alternativa, el cambio estructural, y la concreción pluralista de ese cambio en un futuro dilatado: en el Tiempo.

 

martes, 19 de marzo de 2024

CUANDO ÉRAMOS LENINISTAS

 


Una foto reciente de los cuatro secretarios históricos de las CCOO de Catalunya, juntos delante del restaurante Can Pepet de Pineda de Marx. De izquierda a derecha, Joan Coscubiela, Javier Pacheco, José Luis López Bulla y Joan Carles Gallego.

 

Ahora que el leninismo en tanto que corriente política no ocupa seguramente más que un pie de página en alguna enciclopedia de ciencias sociales, y lo que fue un grupo activo y coherente de personas anda bastante disperso, me ha resultado reconfortante asistir a un encuentro el pasado día 14 de marzo, en el Espai Assemblea de las CCOO de Barcelona, en el que, además de repartirnos abrazos algunos viejos amigos y conocidos, se presentó un libro singular, con documentos que voy leyendo despacio, de la “Fundació d’Estudis i Debats Comunistes”. No son textos “de” historia, sino “para” la historia, ha advertido sobre ellos Isidor Boix.

El propio Isidor, en un artículo sobre el tema en Nueva Tribuna, define aquel leninismo del 83 como una “lucha por la hegemonía social y política, la social primero” (lo primero es antes, como es bien sabido). La definición es aproximadamente justa, aunque no sé si le cuadra la etiqueta de leninismo. Encuentro una exposición mucho más completa de la idea, o del método, en una ponencia de José Luis López Bulla sobre «Sindicalismo, crisis y gobierno del PSOE», que él desarrolló bajo los auspicios de la "Fundació" el día 2 de febrero de 1983 en el Col·legi d’Aparelladors de Barcelona. En sus tres intervenciones recogidas en el texto (págs. 119 a 140 del libro) José Luis no utiliza ni una sola vez el término “leninismo”. Sí dice, en cambio, lo siguiente, que me parece cuestión de mayor enjundia: «… nuestro punto de referencia debe estar situado en el presente y en la perspectiva, porque vivimos en una crisis nueva, con problemas de fondo no conocidos en épocas pasadas, y que por lo tanto, deben ser afrontados y resueltos de otra manera.» Para referirse a continuación “a la necesidad de anticipación histórica que debe tener el movimiento obrero”. El subrayado es mío, pero también suyo por las palabras que añade a continuación: «Digo anticipación histórica porque si bien el ideal, el planteamiento histórico del movimiento obrero está delimitado, al menos sus objetivos, no es un secreto que el movimiento obrero está, en lo concreto, a la defensiva. Que en sus planteamientos útiles para ahora (insisto, útiles para ahora), está como un defensa lateral izquierdo.»

José Luis propone en esa ponencia avanzar en un objetivo que llama (a la italiana) Plan de Empresa. “No es una concepción que se refiera a qué hacemos, deslavazadamente, fábrica por fábrica, sino un nuevo proyecto cultural, institucional, de qué quiere el movimiento obrero que sea la fábrica.”

Me parecen muy actuales los apuntes teóricos sobre el “nexo social” que da sentido al esfuerzo unitario del sindicato, sobre las dos independencias –política y sindical– susceptibles de entrar en conflicto en cualquier momento, o sobre la tecnocratización y la eventual delegación (nefasta) de los trabajadores en el Boletín Oficial del Estado.

Entre otras cuestiones, que siguen siendo de la mayor trascendencia ahora, cuando las aguas llevan pasando inmutables bajo los puentes cuarenta y un años después de entonces.

 

lunes, 11 de marzo de 2024

PIRRONISMO Y ELECCIONES PORTUGUESAS

 


Formas alternativas de ver las mismas cosas: la Venus de Velázquez captada en el momento de pasar al otro lado del espejo.

 

Clitómaco, discípulo de Carnéades de Cirene, afirmó que en ninguno de los escritos de este, que él estudiaba con ahínco, había conseguido desentrañar cuál era la opinión personal de su maestro acerca del tema tratado.

Me llega esa apreciación a través de un comentario de Cicerón (De officiis), citado a su vez por Michel de Montaigne. Cicerón añade en otro lugar que lo que queda dicho de Carnéades también vale en buena medida para Epicuro, Platón, Anaxágoras, Demócrito y Parménides, entre otros filósofos.

Se trata en todos los casos de un recurso mental, una “suspensión del juicio” basada en la idea de que la verdad es una dimensión de la realidad carente de certeza, sujeta como está a la relatividad de las sensaciones.

La moraleja del asunto es que nadie puede alardear de estar en posesión de la verdad. El relativismo universal así expresado forzosamente afectaría también a las actuales formaciones de la izquierda política, ya sean clásicas, nuevas o novísimas.

Los renacentistas llamaron “pirronismo”, por la doctrina de Pirrón de Elis, a esta forma de escepticismo no radical, apto para sortear las aristas más duras del dogmatismo. Quizá (atiendan a la reserva del juicio que implica ese “quizá) las izquierdas plurales deberíamos ser menos tajantes en nuestros juicios de valor y en nuestros posicionamientos éticos. La lucha política situada en tales parámetros podría resultar bastante estéril e ineficaz.

Es la idea que, a lo que entiendo, queda expuesta de forma brillante en un reciente artículo de Nicolás Sartorius: no es suficiente “ser”, la izquierda además tiene que “estar” presente en la praxis cotidiana de la ciudadanía. Dicho de otro modo, la misión de la izquierda no es “orientar” al personal sobre lo que debe pensar y cómo debe actuar; ni multiplicar las descalificaciones a la otra parte del hemiciclo parlamentario. Ese sería un planteamiento dirigista, de arriba abajo, y con muy poco recorrido.

Se trataría justamente de lo contrario: de construir colectivamente, desde el abajo, algo capaz de llegar muy arriba. “Algo” que contenga, no una quintaesencia ni una piedra filosofal de la acción política, sino una síntesis provisional y consensuada para el medio plazo, de las cambiantes aspiraciones de las personas, las comunidades, las sociedades y los territorios implicados, tal como esas aspiraciones se están formulando y expresando en el ahora mismo, y por tanto distintas de las de ayer y probablemente de las de mañana.

Difícil tarea, si no andamos pegados al terreno. Fíjense, si no, en los resultados de las elecciones portuguesas de ayer.

  

miércoles, 14 de febrero de 2024

LA CORROSIÓN DE LAS EXPECTATIVAS SOCIALES

 


Claus Sluter: Ángel lloroso, detalle del grupo escultórico del Calvario, Abadía de Champmol, Dijon, Francia (imagen compartida de Facebook).

 

Steven Forti comenta así la eclosión de formaciones de extrema derecha en Europa, en los años 80 del siglo pasado: «Las causas fueron múltiples: entre estas, cabe señalar la crisis del modelo neokeynesiano y la consolidación del modelo neoliberal con todas sus consecuencias en el ámbito social, así como las transformaciones culturales vividas por parte de las sociedades occidentales.» (*)

Más que crisis de modelo, hubo un pimpampum con las realizaciones del Estado social, por parte de las avanzadillas del nuevo credo neoliberal. La idea de fondo, en una época de execración generalizada del Leviatán estatal, era el traspaso sistemático al sector privado de toda la gestión relacionada con la protección y la prevención social. Eso comportaba asimismo el traspaso, de las potenciales plusvalías obtenidas, a los bolsillos de los capitalistas privados.

Como señala de forma escueta Forti, aquello tuvo consecuencias en el ámbito social, ya lo creo que sí, y se produjeron además transformaciones culturales (la cursiva es de Forti) de una importancia difícil de sobrevalorar. Tal vez el primero en estudiarlas fuera Richard Sennett, en un libro que se ha hecho clásico, “La corrosión del carácter” (1998). La tesis del sociólogo de Chicago es que la degradación del trabajo físico, y por extensión el administrativo, en una serie de tareas repetitivas, precarizadas, no dirigidas a ningún fin aparente y desligadas de un contexto humano preciso, al revés de como lo habían sido en la época del “Homo Faber” inserto en la fábrica fordista, hicieron perder a buena parte de los trabajadores manuales la orientación respecto de los puntos cardinales de su propia existencia. A falta de una correlación entre esfuerzo y premio, sin valores asentados, sin vías de avance y de mejora en el oficio, condenados a una sucesión interminable de contratos laborales sucesivos y permutables unos con otros, no es extraño que el ambiente de trabajo fuera presa del pesimismo y el desánimo. Los sectores más sindicalizados han tenido mayores puntos de referencia que los sectores “nuevos” del trabajo en plataformas. Mayores, pero no siempre mejores. La acción sindical en estas condiciones ha tendido a encerrarse en sí misma y a corporativizarse.

Son premisas que explicarían el impacto electoral del mensaje subliminal de la extrema derecha, léase Vox en España, a sus votantes potenciales: «Estamos yendo a peor.»

Los voceros de la desgracia tienen credibilidad al culpar de este empeoramiento de las expectativas de la ciudadanía a una globalización que lleva a la desintegración de los lazos comunitarios de las sociedades tradicionales. La pierden cuando se abrazan al capitalismo financiero y al atlantismo a ultranza, cuando acusan a las izquierdas gobernantes de ser quienes destrozan agazapadas en la sombra los equilibrios “naturales”, y cuando atacan a los inmigrantes y a los “diferentes” como principales beneficiarios del nuevo estado de cosas. Todo lo cual desemboca en una predicación demencial de la fe en unos mitos acendrados y cuidadosamente expurgados de toda memoria histórica, y de la llamada al fortalecimiento de los vínculos de una patria monolítica y excluyente.

La centralidad del trabajo, la insistencia en la protección y la prevención social desde un sector público comprometido en el bienestar, y la consecución de nuevos derechos de ciudadanía conectados a una prestación laboral con cualidades y con sentido, deberían ser los ejes de una elevación del nivel cultural de la respuesta a la extrema derecha jeremíaca. Esa actuación colectiva debería estar coordinada desde diferentes focos: las instituciones, la ciudadanía, y las organizaciones políticas, sindicales, feministas y otras no gubernamentales progresistas.

 

 (*) VV.AA., “Mitos y cuentos de la extrema derecha”. Steven Forti, ed. Fundación Primero de Mayo-Catarata, 2023. Pág. 18

domingo, 28 de enero de 2024

LO QUE NO PUEDE LA INTELIGENCIA ARTIFICIAL

 


Asentamiento inca en Choquequirao (Cuzco). Imagen tomada en préstamo de Facebook.

 

Cito a Daniel Innerarity (“No es tan inteligente”, La Vanguardia de Barcelona 20.1.2024): «ChatGPT y otros artefactos que le sucederán son productos increíblemente capaces de procesar información y lenguaje sin saber de qué va, es decir, serían inteligentes hasta el límite en el que comienza la comprensión del mundo ... Son capaces de adquirir un impresionante nivel de conocimiento experto sin haber adquirido antes un sentido común rudimentario.»

Bernard Shaw intuyó con muchos años de adelanto esa falla de la IA cuando puso en escena, en el ciclo teatral Vuelta a Matusalén, a un homínido artificial creado por Pigmalión y dotado de todas las perfecciones visibles. Cuando uno de los humanos presentes le pregunta “¿Qué piensas de nosotros?”, su respuesta es sin duda inteligente y cautelosa, pero inadecuada. Contesta: “Aún no he leído los periódicos de hoy”. Su inteligencia no es propia, sino que se nutre artificialmente de las certezas emitidas por la autoridad de la prensa (1).

Hablar de inteligencia humana y de inteligencia artificial es contrastar dos realidades diferentes a las que se ha colgado una etiqueta común. Ambas son desde luego susceptibles de colaborar entre ellas; pero no de excluirse entre sí. El gran error del neoliberalismo globalizado es concebir un mundo rigurosamente determinista (pensamiento único), donde la evolución y la innovación no son posibles, y sí solo el desarrollo racional de lo existente. Pretenden colocar, por consiguiente, la IA en el puente de mando, como un retorno más a la tesis del ingeniero Taylor, que concibe el factor trabajo como “gorila amaestrado” encargado de ejecutar, pero no de proyectar.

«Nuestro pensamiento y experiencia dependen de nuestro cuerpo, que tiene un papel activo en los procesos cognitivos», apunta Innerarity, nuestro “filósofo de servicio” como le he llamado alguna vez. Me parece importante esta recuperación filosófica del cuerpo como base insustituible de la inteligencia específicamente humana, de su indeterminación, su proyección y su empatía. En una palabra, que hoy se usa también sesgada, de su libertad.

Por esa libertad potencialmente soberana es necesaria la lucha por elevar el nivel, ahora degradado, de la educación universal, o dicho de otro modo de la inteligencia colectiva, superando para ello, y entre otras, las posibles barreras de género, clase, lengua y nación. Esa es la propuesta que plantea Pedro López Provencio en un artículo reciente e importante (2).  

Muchas cosas están en juego. Ha habido ya una significativa reacción de algunos sindicatos contra las condiciones de trabajo basadas en algoritmos elaborados desde la oscuridad de los “expertos” e impuestos fuera del ámbito de la negociación colectiva. Pero de lo que se trata además es de formar generaciones de ciudadanos y ciudadanas capaces de innovar, coordinar y transformar sus coordenadas vitales y laborales de modo que sea la inteligencia colectiva humana, y no la inteligencia artificial, la que establezca las condiciones de equilibrio, viabilidad y sostenibilidad de un mundo que puede irse al garete en las actuales condiciones bajo la presión desmesurada del capital internacional.

 

(1)  Ver https://vamosapuntoycontrapunto.blogspot.com/2023/11/matusalen-y-el-chatgpt.html, en mi blog Punto y Contrapunto.

(2)  Pedro LÓPEZ PROVENCIO, “Nación, clase, escuela”, en El Triangle 28.1.2024