sábado, 4 de diciembre de 2021

TOPOGRAFÍA POLÍTICA



Imagen actual de una carretera griega, en el nomo de Pella.

 

Ha dicho Yolanda Díaz que no se conforma con el espacio a la izquierda del PSOE, que esa esquinita no le basta.

No seré yo quien la critique, la ambición legítima es una virtud. Todo lo que pueda abarcar con su empuje será suyo por derecho de conquista. Voy a poner, sin embargo, un par de objeciones, más que nada por la vocación de fastidioso Pepito Grillo propia de este blog.

Primera objeción: ¿lo que hay a la izquierda del PSOE es nada más una esquinita del tablero político? A veces tenemos una concepción excesivamente topográfica y, para decirlo de alguna manera, “terrateniente” de la política. Al PSOE le han alarmado las pretensiones de Díaz: ¡se propone invadir “su” territorio! Pero también la socialdemocracia desea llevar sus lindes más allá, “tocando” los sectores más accesibles situados, tanto en la esquinita de la izquierda, como en el amplio campo abierto del centro-derecha.

Por su parte Inés Arrimadas, que ve reducirse su “espacio vital” electoral, medita asociarse al PP en las próximas elecciones andaluzas. El despliegue más inverosímil, con todo, es la insinuación de Macarena Olona, que sostiene que Julio Anguita redivivo se sentiría orgulloso de Vox. Algo debe de intentar pescar la señora en la esquinita de la izquierda, para soltar una barbaridad tan descomunal. Y escuchen, no me parece que lo suyo sea pura majadería, esa puntada no ha sido dada sin hilo.

Volvamos a la esquinita. Un axioma del juego del ajedrez es que ninguna de sus 64 casillas es más que otra: en todas ellas se puede dar o recibir jaque mate. La verdad profunda del juego-ciencia es que el jugador debe estar pendiente de todas y cada una de ellas, porque solo tendrá éxito si las controla todas a su satisfacción con las piezas de que dispone. Todas las transversalidades están permitidas, dentro de las reglas estrictas del movimiento de cada pieza; todo el tablero está disponible para el dominio de uno u otro bando contendiente.

Ninguna esquinita es de despreciar, entonces. Tampoco ninguna esquinita está registrada en el catastro como propiedad privada de una opción política determinada. En el ajedrez, como en la política, solo están determinadas las posiciones de salida de cada bando; después, lo que ocurra en definitiva será mérito o demérito de cada parte.

Y llego a la segunda objeción: la formación de mayorías y minorías, en el actual contexto de indefinición ciudadana y movilidad transversal del voto, tiende a caer en un vicio que disminuye la calidad democrática del debate político. Porque cada partido (vamos a la etimología de la palabra, hablamos de “partidos”, no de “enteros”) no dirige sus esfuerzos al mayor bien para toda la ciudadanía, sino a convencer al mayor número posible de personas de que “él” podrá hacer más por su clientela que cualquier otra opción presente en el escenario parlamentario.

Lo cierto es que salimos muy mal de la pandemia. Las cifras del paro han mejorado de forma espectacular; pero en todo lo demás, se diría que no hemos aprendido nada, ni estamos dispuestos a tomar alguna precaución respecto a posibles nuevos desastres, que no solo son esperables, sino que están siendo ya anunciados por los expertos para fechas próximas.

Seguimos pendientes de la inflación, de la deuda externa y de las oscilaciones del PIB, a pesar de que sabemos por experiencia cómo las gastan esos instrumentos en un contexto predominantemente especulativo y de características globalizadas. Mientras, vuelven las muertes causadas por la pobreza energética y la marginalidad.

Pero nos llena de ilusión la perspectiva de un sorpasso de Yolanda a Pedro. Lo que hagamos en esta encrucijada habremos de hacerlo entre todos, esa es la realidad. Esta no es una coalición coyuntural, pongan las luces largas. Gane cada cual los votos que merezca, pero mejor será que no reparen en liderazgos, sino en las medidas transformadoras necesarias, llevadas a cabo entre todos en una línea de cooperación, de generosidad y de solidaridad.

El resto es vanidad.