miércoles, 29 de marzo de 2023

AQUEL MOSCÚ

 


La carta misma. Letruja de mosca para aprovechar al máximo la cuartilla de papel en blanco sin encarecer el franqueo.

 

Entre las páginas amarillas de un archivador, Carmen ha encontrado una carta que le escribí desde Moscú, en la única ocasión en que yo he estado en esa ciudad. Formé parte entonces de una delegación del PCE formada además por Paco Palero, Felipe Alcaraz en representación de Andalucía, y yo mismo por el PSUC. Simón Sánchez Montero era nuestro jefe de delegación y portavoz. Se trataba de una composición de segundo nivel, sin secretarios generales, y no fuimos recibidos por Mijaíl Gorbachov, sino por cargos menos prominentes de la nomenklatura.

Escribí la carta con muchísima cautela, pensando que posiblemente sería revisada en alguna oficina antes de expedirla. Al día siguiente nuestro intérprete (ucraniano, por cierto) me informó de que, si franqueaba y enviaba esa carta por el correo oficial, llegaría a España varios días después que nosotros mismos. Guardé entonces mi carta en la maleta, y la entregué a Carmen en propia mano. La reproduzco aquí como testimonio, muy desvaído, de un tiempo, un país y unas relaciones internacionales que ya han desaparecido. Los puntos suspensivos que aparecen hacia el final indican la omisión de ternezas de carácter íntimo y que de todas formas serían de interpretación difícil, porque Carmen y yo jugábamos a los lenguajes cifrados en nuestra correspondencia sentimental.

Sin más preámbulo, esta es la carta:


Moscú 22.2.87

                    Princesa, no sé por dónde empezar, ni siquiera tengo claro si podré mandarte mañana esta carta.

Hago vida de VIP, alojado en el hotel del Partido, que ves pasablemente dibujado aquí a la izquierda. Estamos alojados en el piso 12 (sobre un total de 15). Mi habitación da a la parte de atrás. Frente a mí, un parque nevado desciende hasta la orilla del Moscova. Al otro lado, muelles, grúas, chimeneas. A la derecha hay un gran puente, y más allá se vislumbra una torre coronada por una estrella que viene a situar la posición de la Plaza Roja, aunque desde aquí no se ve el Kremlin.

Desayunamos, comemos y cenamos en el hotel, comida buena aunque no típica, sino un tanto internacional aunque con concesiones a lo autóctono, por ejemplo en una sopa de verduras con crema de leche y un huevo, que he pedido esta mañana en lugar del consomé que han tomado los otros. No bebemos alcohol, porque Gorbachov está llevando adelante una seria campaña contra el alcoholismo: hay agua mineral, zumos de frutas, limonada, té y café.

Esta mañana hemos ido a poner flores en la tumba de Lenin, ceremonia impresionante que comienza a las once y para la que hay cola de gente todos los días desde cinco horas antes, aunque nieve y haga un frío de cuarenta bajo cero (cosa que no ocurre por el momento). Nosotros hemos llegado en coches del Partido y nos hemos situado por delante de toda la cola. Se entra en el mausoleo de dos en dos, porte erguido, brazos cayendo naturalmente a lo largo del cuerpo (Simón ha metido una mano en el bolsillo del abrigo y un guardia le ha indicado que la sacara). Así se da la vuelta alrededor de la momia de Lenin, brillantemente iluminada, casi viva, inmortal. Detrás, alineadas junto a la muralla, están las tumbas de otros líderes de la Revolución y del Estado soviético, incluido Stalin. También he visto de pasada los nombres de Kamenev, Grechko, Suslov. Otros no los identificaba bien, en ese alfabeto en el que mi apellido se escribe POΔPΉΓΕC’. Después nos han llevado al “otro” cementerio, situado en un recinto con iglesias de los siglos XVI-XVII estilo barroco ruso, y llamado monasterio Novodérichi, según he podido leer en una guía. También subimos hasta la Universidad y vimos el estadio “Lenin”.

    Por la tarde, después del “rudo trabajo” de tener una entrevista para la radio, retribuida con 30 rublos por persona y 45 para Simón como jefe del grupo, hemos tenido una sesión de estudio de la propuesta de comunicado conjunto que firmaremos mañana, y hemos salido disparados en coche oficial para el Bolshoi, donde hemos visto reunida a la flor y la nata de la sociedad oficial, más Marcelino y Leónidas Montero, y el ballet “Espartaco”, recio canto épico a la lucha por la libertad, con buenas escenas de batalla y de amor y mucho movimiento de masas, pero del que me ha seducido sobre todo una escena de bacanal y una espléndida bailarina llamada Nadiezhda Pávlova, que hacía de la mala.

    La mayor parte de las cosas te las contaré al volver …

    Aún no he gastado un rublo, pasado mañana está previsto que vayamos de compras.

    Voy aún sin gorro. Pero no hace mucho frío: 2, 4 grados bajo cero. Dicen que mañana bajará mucho el termómetro …



Las dos delegaciones al completo, como ilustración de unas notas a pie de página escritas por mí mismo para “Treball” (26 març al 2 d’abril de 1987). Yo, para mi vergüenza, aparezco en la extrema derecha, con jersey cuello de cisne.