domingo, 12 de marzo de 2023

LA MOCIÓN DE CENSURA Y EL ESPECTÁCULO

 


Marco Tulio Cicerón denuncia en el Senado romano una tenebrosa conjuración de Catilina que tal vez había sido urdida por el mismo Cicerón para desacreditar a su rival. Pintura al fresco de Cesare Maccari, 1880 (Palazzo Madama, Roma)

 

Nos encontramos ante una extraña moción de censura, promovida y respaldada por Vox, pero que no será defendida por Vox.

Tengo la sensación de que ese día se va a intentar un nuevo asalto en toda regla a la fortaleza democrática. El asunto no tiene nada de paripé ridículo: unos representantes acreditados del pueblo empuñarán una herramienta forjada por el estado de derecho vigente para un propósito determinado; pero lo que intentan de forma consciente es utilizarla con otro propósito distinto.

Normal es que las mociones de censura se convoquen para ganarlas. Que luego se ganen efectivamente o no, claro, es cuestión distinta. Siempre cabe la posibilidad de que ocurran, bien tamayazos, bien caídas accidentales del caballo camino de Damasco, o bien imprevistos de diferentes tipos; pero, en principio, el propósito inicial, se consiga o no, es el de derribar el gobierno vigente y sustituirlo por otro.

Para ello se hacen números, se recuentan posibilidades, se reúnen mandatados de distintos grupos a fin de explorar voluntades, y en definitiva se despliegan los variados recursos con los que cuenta para dirigirse un Estado democrático moderno. Ese es el clima habitual; y la parte del hemiciclo que finalmente queda debajo en el conteo de votos, se considera a sí misma vergonzosamente derrotada.

Todo el panorama cambia de forma abrupta, en este caso. No ha habido ninguna recomposición de fuerzas, no aparece ningún propósito de gobernar desde la votación de una moción consensuada con grupos afines, no hay incertidumbre en el resultado.

Ni siquiera se intenta proponer una política distinta, en lo concreto. Detrás de la grandilocuencia de la unidad y la lealtad, no hay nada.

A la moción le falta sustancia democrática, se quedará reducida a la secuencia del ceremonial previsto en el reglamento, a guardar las “formas” procedimentales previstas en los textos.

El señor Tamames será poco escuchado, posiblemente, y menos aún respetado. Se da el caso de que, como hace la primavera todos los años, “ha venido y nadie sabe como ha sido”. Muchos diputados se refugiarán en el bar, en compañía de una birra o un cortado, durante su discurso; otros se ocuparán de asuntos propios en los pasillos o en los rincones de las salas de pasos perdidos. Los portavoces de los grupos ya andan seguramente a estas horas inventando cuchufletas con las que embellecer (y banalizar) el trámite obligado de anunciar en el pleno televisado el voto de su grupo.

Un procedimiento formalizado a partir de la Constitución y del Reglamento del Congreso, solemne por tanto, se verá degradado al nivel de un chiste vergonzante. La moción como espectáculo chusco. Eso me temo.

Debería evitarse. Estamos en realidad ante otro 23-F, guiado por el mismo desprecio hacia la democracia del primero. La democracia sufrirá otro embate. No está claro si aquel primer 23-F tuvo el carácter de tragedia o de farsa –seguramente una mezcla de ambas– pero, en este de ahora, la crónica de una farsa anunciada podría degenerar en drama lamentoso. Hay grietas en la coalición de progreso y estas podrían resultar dolorosamente visibles en los discursos, si estos se deslizan hacia otros temas adyacentes según el conocido principio del "a ti te lo digo, hijuela; entiéndelo tú, mi nuera".

Va a haber provocaciones en este sentido, y harán bien los parlamentarios, en particular los del grupo mayoritariamente situado en el apoyo a la política del gobierno, en comportarse de un modo ejemplar, y en mantener en todo momento la altura de miras, la solemnidad de expresión, el respeto a las formas y, en una palabra, la ejemplaridad que se supone al procedimiento, con el fin de salvaguardar para la ciudadanía un valor frágil y ya traqueteado en la historia reciente de nuestro Congreso. Que no cunda el mal ejemplo, que no se contagie el verbeneo de los defensores de la moción a la actitud general del grupo de progreso en un sentido amplio. Sería la peor derrota posible en una jornada de intención aventurera y claramente pro-golpista.

Porque lo que se intenta desprestigiar con esta iniciativa es la política, y no solo la del gobierno, sino toda ella.

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