Ayax retorna
a las líneas argivas cargado con el cadáver de Aquiles para evitar su
profanación. Detalle del llamado “Vaso François”, pintado por Clitias hacia el
580 aC.
La guerra de Troya, ese fogonazo inicial de la modernidad,
marcó el punto crucial en el que cada “polis” dejó de ser autosuficiente en su
línea política, y se empezaron a establecer alianzas estratégicas con el fin de
conseguir una superioridad numérica efectiva frente a fuerzas rivales que, por
su parte, se estaban valiendo de la misma política de acuerdos entre sus
propios aliados.
Las fuerzas argivas no lo tuvieron fácil. Homero achaca el
problema a querellas en el Olimpo entre las divinidades, Se impusieron a los
aliados ordalías tan fuertes como el sacrificio de Ifigenia, hija de Agamenón y
Clitemnestra, los reyes de Argos, porque de otro modo no había esperanza de que
un viento favorable empujara la flota aliada hacia la Tróade. La cosa pudo
arreglarse por la intervención de Artemis a última hora, pero la guerra se prolongó
durante diez años de matanzas con la pérdida de toda una generación, incluido
en ella el guerrero más dotado, Aquiles de los pies ligeros, al que una flecha
envenenada atravesó el tendón, única parte vulnerable de su anatomía.
Alguna enseñanza deberíamos extraer nosotros, fieles seguidores
en todo de la modernidad, de aquellos polvos, para que no se nos conviertan en
lodos indeseados en el riguroso presente.
Solo la mayor cohesión en las filas de los aliados, solo el
aporte combinado de toda la fuerza preparada para asaltar las altas murallas de
la ciudad hostil, solo la concertación de un mando único – aunque plural y
democráticamente abierto a las opiniones – de las operaciones, solo la
solidaridad más estrecha entre los combatientes, su mutua protección, el apoyo inmediato
prestado a los que resultan heridos, puede asegurar el éxito final de la
empresa.
Está todo escrito desde hace siglos, y las reglas no han
cambiado, por lo menos en esto. Episodios como el lawfare, la deslocalización
de empresas privadas costeadas y sostenidas con dineros públicos, el despiste
voluntario de los tribunales ante las obligaciones que les marca la ley suprema
del Estado, y otras cuchufletas aún que estamos viendo a diario por parte de
los partidarios del Rey Palomo yo me lo guiso yo me lo como, solo podrán ser
contrarrestadas con la unidad, la solidaridad y la cooperación de todos los actores
políticos determinados a respetar y hacer respetar los derechos, la igualdad de
las personas y los territorios, y el común acatamiento a las leyes, que deben
gobernarnos absolutamente a todos, desde todos los acimuts.