domingo, 23 de abril de 2023

PONGA UN DRAGÓN EN SU VIDA

 


He expresado alguna vez en estos escritos informales la idea de que en la pareja de hecho San Jorge – Dragón, el elemento importante era el Dragón. San Jorge simplemente pasaba por allí, y está acreditado para la leyenda áurea únicamente por su lanzada, que fue, eso sí, memorable.

Lo demás es filfa, si se analiza con atención. Había una princesa rubia y remilgada, condenada a ser pasto de dragón, pero de ella no queda recuerdo más que como víctima designada. Había unos reyes, los papás de la chica, pero solo alguien como Jorge Luis Borges, que se llamaba Jorge y tenía algo de Dragón, sabría deletrear correctamente sus nombres y sus genealogías. Todo ocurrió además en Capadocia, que es algo así como el Orbis Tertius, un lugar perdido sin remedio en un mapa antiguo.

La sustancia real del cuento está en el Dragón. Miradlo, se presentó en la lid tan pincho a pesar de que sabía que se enfrentaba con su matador histórico, y exhibió su mejor perfil ante las cámaras de los numerosos paparazzi en el momento de recibir el hierro, zas, en toda la boca. Fue una actuación impecable, de no ser por él nadie se hubiera fijado en San Jorge, y hoy la fama del alanceador habría quedado emborronada por los negocios dudosos que emprendió años después al socaire de la inmunidad constitucional que le daba su royal wedding con la princesa rubia y remilgada.

Así hemos llegado a una situación en la que la estirpe de los Dragones se ha extinguido por culpa del acoso y derribo ilegal al que se dedicaron numerosos Jorges con ánimo despiadado de lucro. La biodiversidad se resiente. En Doñana, sin ir más lejos, nos habría hecho falta ahora mismo un buen Dragón para imponer respeto a ese frenesí fresero que tanto daño hace a los acuíferos. Los Dragones siempre fueron protectores del entorno natural, de los bosques y de las aguas corrientes. Qué va a ser de nosotros, ahora que ya no podemos poner un Dragón de confianza en nuestra vida.

 


Vittore Carpaccio, ‘San Jorge y el Dragón’, pintura mural en San Giorgio degli Schiavoni, Venecia. Arriba, el Dragón (detalle)