Mi
nieto Mihail en el pequeño Museo de Brauron o Vravrona, en el Ática oriental (Grecia). La figura
que contempla es un ex voto. En la antigua Brauron, según la leyenda,
ejerció Ifigenia de sacerdotisa de Ártemis después de que la diosa evitase su
sacrificio, justificado por los adivinos en la necesidad de convocar vientos
favorables para la flota que debía conquistar Troya. Los niños que acudían a
curarse al sanatorio dirigido por Ifigenia llevaban un animalito – un conejo,
una paloma – como ofrenda a la diosa.
“El
mejor medio de defenderte de otros es no asemejarte a ellos.”
Marco
AURELIO. ‘Pensamientos’, Libro VI, 6.
Deberíamos desterrar de una vez por todas la idea de que el
mejor líder posible en la política es el más odiado por la parte contraria; por
“el enemigo”, se entiende, desde el momento en que se entiende la política como
una guerra sin cuartel, como un choque permanente de fuerzas, una agitación
continua en la que saltan chispas y se definen trincheras de confluencia imposible.
Lo llaman populismo. Los estudiosos señalan la existencia
de uno de derecha y otro de izquierda. Ninguno vale gran cosa y los dos se retroalimentan
con el odio ajeno.
No es cuestión de calentar los ánimos de las multitudes hasta
un límite, y allí detenerse. No hay límite una vez puestos a ello, o nadie sabe
dónde está. Todos los días se sobrepasa una nueva línea roja en nombre de la
libertad de expresión, en nombre de la indignación justa.
Si no os satisface como guía de vuestro comportamiento el
pensamiento escueto de Marco Aurelio anotado arriba, meditad sobre estos versos
de Bertolt Brecht en el año 1938. Todos sabéis cuál era la situación española y
europea en ese año, y cómo evolucionaron las cosas en los años siguientes.
“A los hombres futuros” (versión de Jesús López Pacheco):
«… también el odio contra la bajeza / desfigura
la cara. / También la ira contra la injusticia / pone ronca la voz.
Desgraciadamente, nosotros, / que queríamos preparar el camino para la amabilidad,
/ no pudimos ser amables. / Pero vosotros, cuando lleguen los tiempos / en que
el hombre sea amigo del hombre, / pensad en nosotros / con indulgencia.»