P. L.
Provencio en Tréveris, 19 de septiembre de 2022. Detrás de él, un amigo.
Pedro López Provencio acaba de publicar en El
Triangle (*) un texto importante, en la medida en que recuerda algunas cuestiones
esenciales y critica «la casi exclusiva preocupación, de alguna cúpula
sindical, por el mantenimiento del poder adquisitivo y la permanencia en el
empleo. Sin referencias a la contraprestación laboral (qué, cómo, cuánto,
cuándo, dónde y quién) que decide el empresario a su libre albedrío. La mención
a la “lucha
de clases” se ha evaporado … Sin embargo, un reputado
financiero afirmó, recientemente, que sí existe y que la están ganando.»
El salario es una variable decisiva para los
trabajadores. La pérdida de poder adquisitivo en la coyuntura que vivimos es un
agobio que necesariamente se debe superar a partir de soluciones inclusivas y
solidarias, y no a partir de una supuesta “ley del mercado” intangible, por la
que quien más tiene más recibe, y a quien no le alcanza le alcanzará todavía
menos. Tras la movilización sindical del pasado día 3, su deseable plasmación en
los convenios colectivos será de rigor. La remuneración suficiente (o “decente”, en el vocabulario al uso) por el trabajo humano (insustituible; acaba de
constatarlo. con sorpresa al parecer, Isabel Díaz Ayuso), más las condiciones
adecuadas para desarrollar ese trabajo en un periodo medio/largo de tiempo que
permita maximizar los resultados de la obligada inversión en empleo, son en
efecto lo primero, y en consecuencia van antes que todo lo demás.
Pero “todo lo demás” también existe. El conflicto no
acaba cuando el nivel salarial ha crecido hasta alcanzar el coste de la vida.
Siguen existiendo los interrogantes formulados hace muchos decenios en un poema para niños de Rudyard Kipling (**), y que vuelve a recordar Provencio en su artículo: “qué,
cómo, cuánto, cuándo, dónde y para quién” se produce. La resolución de todos
esos interrogantes ha sido hasta ahora, en buena doctrina capitalista, una
prerrogativa exclusiva del empresario/benefactor. Pero de mucho tiempo acá
vamos notando en los fautores del “progreso” una codicia patológica indisimulada,
un acaparamiento gigantesco de la riqueza a través de oligopolios que esquilman
las materias primas, contaminan el aire y el agua hasta poner en riesgo el
futuro del planeta, y despilfarran los recursos en lugar de darles la
asignación mas adecuada para el bienestar de todos.
Sobre estas bases estamos planteando la exigencia urgente de más
democracia industrial. Una democracia ya no limitada solo a las relaciones
entre personas, sino a la disposición sobre las cosas: a su producción, su
distribución y su consumo más adecuados.
Ese objetivo eleva a los trabajadores a la condición
de clase dirigente (codirigente, para ser estrictos) y no, como hasta ahora, subordinada.
La subordinación padecida por los trabajadores (la psicología del “mandao”) no
se resuelve con incrementos salariales: Provencio recuerda la fábula de Esaú,
que vendió a Jacob su primogenitura por un plato de lentejas. Tenía mucha
hambre pero, después de cagadas las lentejas, se arrepintió.
Tenemos que alcanzar ahora mismo buenos acuerdos
sobre el reparto de las lentejas, y luego habremos de prepararnos para conflictos
más duros. Por la primogenitura. Por todo lo demás.
(**) “Tengo seis fieles servidores / que me
enseñaron cuanto sé; / se llaman Cómo, Cuándo, Dónde, / se llaman Cuál, Quién y
Por qué. / Por tierra y mares los envío, / Este y Oeste han de explorar; / pero
les doy un buen descanso / cuando regresan a mi hogar.” (Rudyard KIPLING, “Precisamente
así”. Obras escogidas II, Ed. Aguilar, p. 418. Trad., M. Manent)