viernes, 14 de febrero de 2014

PENSAR LA IZQUIERDA

Paco Rodríguez de Lecea

¿Tiene sentido hoy, José Luis, pensar la izquierda, o es pura pérdida de tiempo? ¿Con la que está cayendo, como diría de inmediato algún amigo? En general se tiene una visión topográfica de la izquierda: somos los que estamos aquí, en esta trinchera, y no nos moverán. Y los “otros” son los que están enfrente, y no hay más que hablar. Así han razonado desde que tengo memoria los militantes políticos de un género que un amigo común muy próximo definía como “los del vuelo rasante”, o bien “los del piñón fijo”. Todo estaba claro para ellos, y todo era blanco o negro, sin matices. Solía ocurrir luego que las trincheras se empequeñecían y se relativizaban, y entonces el enemigo peor venía a ser de pronto el vecino que disparaba en la misma dirección que yo, pero no se identificaba conmigo en todo. (“Las escisiones nos hacen a todos un poco más tontos”, dice Terzi en una de las cartas que empezamos hoy a comentar.)

Problema distinto es el de quienes sostienen que ya no existen derecha e izquierda. No hay disyuntiva, no hay ideologías, todos los problemas se resuelven desde un despacho con una gestión técnica de asignación de los recursos. Lo llaman pensamiento único, que es tanto como decir que no hay pensamiento de ninguna clase, sino sólo un encomendarse a los expertos.

Fausto Bertinotti y Riccardo Terzi se han lanzado, sin red, a la tarea de repensar la izquierda desde el principio, desde sus fundamentos. La ocasión lo merecía: en Italia la crisis económica había desembocado en un marasmo; todas las instituciones políticas, con armas y bagajes, estaban empantanadas en un cenagal. He repasado las fechas: la primera carta de Fausto a Riccardo está fechada el 4 de noviembre de 2011. El impasse en que se encontraban en ese momento gobierno y parlamento se resolvió pocos días después, el 12, con la dimisión del primer ministro Silvio Berlusconi, después de que el parlamento votara, en contra de su opinión, una Ley de Presupuestos acorde con las exigencias de Bruselas de enjugar el déficit y funcionar con un equilibrio presupuestario rígido. Cuatro días más tarde, el 16 de noviembre, los partidos parlamentarios consensuaban la formación de un gobierno tecnocrático en funciones, presidido por el hasta entonces funcionario europeo Mario Monti. La democracia perdía su pulso, los partidos políticos se veían constreñidos a un apoyo parlamentario que más se parecía a una adhesión forzosa incondicional.

En esas circunstancias comienza el cruce de cartas entre Fausto y Riccardo, recogidas bajo el título «Desacuerdos amistosos, Cartas sobre la izquierda». Dos veteranos de mil batallas de la política y del sindicato. Dos amigos a los que une un duelo común, el «planto» por la izquierda. Podemos imaginarlos sentados en la orilla del Tíber, viendo transcurrir las aguas, melancólicos. Mi tito abuelo don Garci Lasso de Lecea no habría perdido ocasión de enarbolar una pluma de ganso bien afilada y componer una égloga sobre el tema: «El dulce lamentar de dos pastores, / de Terzi juntamente y Bertinotti, / he de cantar, sus quejas imitando…»

Se equivocará sin embargo de medio a medio el lector que busque en el intercambio epistolar de los dos amigos lamentelas del tipo «salid sin duelo, lágrimas, corriendo.» Lo que va a encontrar más bien es un formidable ejercicio de esgrima de dos duelistas expertos que hacen saltar chispas al cruzar los aceros. Fausto, o la impaciencia por forzar el asalto a los cielos; Riccardo, o la paciencia y la ironía metódica para invertir la dialéctica de las cosas. Fausto el pirómano, Riccardo el bombero. Unidos por la necesidad de detener la degradación de la política y recomponer el ejército derrotado e inerme de las izquierdas; pero discordes todo lo demás: en los objetivos, los métodos, los tiempos, las alianzas, la valoración de fuerzas.


¡Vaya una pérdida de tiempo!, dirá más de uno. Que empiecen por ponerse de acuerdo, y nos lo cuenten luego. ¿Cómo vamos a construir, si no, una alternativa de izquierda? La respuesta es que la izquierda es el terreno de lo posible, y lo posible es diverso, variopinto, múltiple, frente a la unidad inmóvil, autoritaria y ordenancista, de la derecha. La izquierda necesita ser pensada, definida, proyectada, una y otra vez, porque se alimenta de una realidad cambiante; y la derecha no, porque el poder está ahí, igual a sí mismo, desde siempre. Terzi y Bertinotti nos lanzan un reto mayúsculo para que nosotros, entre todos, lo completemos y lo construyamos. Ahí están sus desacuerdos: tesis y antítesis, destinadas a fundirse según las leyes de la dialéctica en una síntesis de orden superior.