Paco Rodríguez de Lecea
¿Tiene sentido hoy, José Luis, pensar la izquierda, o es
pura pérdida de tiempo? ¿Con la que está cayendo, como diría de inmediato algún
amigo? En general se tiene una visión topográfica de la izquierda: somos los
que estamos aquí, en esta trinchera, y no nos moverán. Y los “otros” son los
que están enfrente, y no hay más que hablar. Así han razonado desde que tengo
memoria los militantes políticos de un género que un amigo común muy próximo
definía como “los del vuelo rasante”, o bien “los del piñón fijo”. Todo estaba
claro para ellos, y todo era blanco o negro, sin matices. Solía ocurrir luego
que las trincheras se empequeñecían y se relativizaban, y entonces el enemigo
peor venía a ser de pronto el vecino que disparaba en la misma dirección que
yo, pero no se identificaba conmigo en todo. (“Las escisiones nos hacen a todos
un poco más tontos”, dice Terzi en una de las cartas que empezamos hoy a
comentar.)
Problema distinto es el de quienes sostienen que ya no
existen derecha e izquierda. No hay disyuntiva, no hay ideologías, todos los
problemas se resuelven desde un despacho con una gestión técnica de asignación
de los recursos. Lo llaman pensamiento único, que es tanto como decir que no
hay pensamiento de ninguna clase, sino sólo un encomendarse a los expertos.
Fausto Bertinotti y Riccardo Terzi se han lanzado, sin
red, a la tarea de repensar la izquierda desde el principio, desde sus
fundamentos. La ocasión lo merecía: en Italia la crisis económica había
desembocado en un marasmo; todas las instituciones políticas, con armas y
bagajes, estaban empantanadas en un cenagal. He repasado las fechas: la primera
carta de Fausto a Riccardo está fechada el 4 de noviembre de 2011. El impasse
en que se encontraban en ese momento gobierno y parlamento se resolvió pocos
días después, el 12, con la dimisión del primer ministro Silvio Berlusconi,
después de que el parlamento votara, en contra de su opinión, una Ley de
Presupuestos acorde con las exigencias de Bruselas de enjugar el déficit y
funcionar con un equilibrio presupuestario rígido. Cuatro días más tarde, el 16
de noviembre, los partidos parlamentarios consensuaban la formación de un
gobierno tecnocrático en funciones, presidido por el hasta entonces funcionario
europeo Mario Monti. La democracia perdía su pulso, los partidos políticos se
veían constreñidos a un apoyo parlamentario que más se parecía a una adhesión
forzosa incondicional.
En esas circunstancias comienza el cruce de cartas entre
Fausto y Riccardo, recogidas bajo el título «Desacuerdos amistosos, Cartas
sobre la izquierda». Dos veteranos de mil batallas de la política y del
sindicato. Dos amigos a los que une un duelo común, el «planto» por la
izquierda. Podemos imaginarlos sentados en la orilla del Tíber, viendo
transcurrir las aguas, melancólicos. Mi tito abuelo don Garci Lasso de Lecea no
habría perdido ocasión de enarbolar una pluma de ganso bien afilada y componer
una égloga sobre el tema: «El
dulce lamentar de dos pastores, / de Terzi juntamente y Bertinotti, / he de
cantar, sus quejas imitando…»
Se equivocará sin embargo de medio a medio el lector que
busque en el intercambio epistolar de los dos amigos lamentelas del tipo «salid sin duelo, lágrimas,
corriendo.» Lo que va a
encontrar más bien es un formidable ejercicio de esgrima de dos duelistas
expertos que hacen saltar chispas al cruzar los aceros. Fausto, o la
impaciencia por forzar el asalto a los cielos; Riccardo, o la paciencia y la
ironía metódica para invertir la dialéctica de las cosas. Fausto el pirómano,
Riccardo el bombero. Unidos por la necesidad de detener la degradación de la
política y recomponer el ejército derrotado e inerme de las izquierdas; pero
discordes todo lo demás: en los objetivos, los métodos, los tiempos, las
alianzas, la valoración de fuerzas.
¡Vaya una pérdida de tiempo!, dirá más de uno. Que
empiecen por ponerse de acuerdo, y nos lo cuenten luego. ¿Cómo vamos a
construir, si no, una alternativa de izquierda? La respuesta es que la
izquierda es el terreno de lo posible, y lo posible es diverso, variopinto, múltiple,
frente a la unidad inmóvil, autoritaria y ordenancista, de la derecha. La
izquierda necesita ser pensada, definida, proyectada, una y otra vez, porque se
alimenta de una realidad cambiante; y la derecha no, porque el poder está ahí,
igual a sí mismo, desde siempre. Terzi y Bertinotti nos lanzan un reto
mayúsculo para que nosotros, entre todos, lo completemos y lo construyamos. Ahí
están sus desacuerdos: tesis y antítesis, destinadas a fundirse según las leyes
de la dialéctica en una síntesis de orden superior.