Salónica,
vista desde un mirador de la ciudad alta (Ano Poli).
En una democracia perfecta, todos los ciudadanos son
iguales, punto. La democracia perfecta, sin embargo, no existe. En una
imperfecta, también todos los ciudadanos son iguales; pero unos son más iguales
que otros.
Hasta aquí la teoría. Los casos prácticos abundan. Hoy les
traigo una preciosa variante griega de igualdad de oportunidades en una composición democrática
imperfecta. Su protagonista es Kostas Karamanlís, de la acreditada saga
política de los Karamanlís de toda la vida, que fue hasta el pasado mes de
marzo ministro de Transportes en el gobierno derechista de Mitsotakis.
Hubo a principios de año una interpelación en el Parlamento
griego acerca de los repetidos fallos de seguridad en la línea ferroviaria
Atenas-Salónica, y el ministro Kostas utilizó la voz de Zeus tonante para
afirmar que los ferrocarriles helénicos son los más seguros del mundo.
Menos de un mes después, la noche del 28 de febrero de 2023,
chocaron frontalmente en Tempe, a pocos kilómetros del nudo de comunicaciones
de Larissa, dos convoyes que se fiaron de unas instrucciones dadas por teléfono
móvil porque el sistema de señalización se había caído una vez más. Hubo 57
muertos. No cuento los heridos, los traumatizados, las familias de luto (muchos
de los viajeros eran estudiantes jóvenes que volvían a sus casas a celebrar la
Pascua), las pequeñas tragedias particulares que siempre acompañan un desastre
de esa envergadura.
Hubo una oleada ciudadana de indignación: manifestaciones,
interpelaciones, alborotos en la calle. Mitsotakis había echado la culpa al
jefe de estación de Larissa, por un “error humano”. Pero era inocultable el
hecho de que todo el sistema de prevención y de señalización había fallado, y
fallado repetidamente.
En marzo, Kostas Karamanlís dimitió de su cargo de ministro
de forma irrevocable: “Yo asumo todos los fallos”, dijo. Recibió incluso
elogios: “¡Menos mal que hay uno que dimite!” No se le abrió expediente por las
deficiencias graves nunca reparadas, ni por las omisiones repetidas en la gestión
de la línea férrea más importante del país. Quedó, podríamos decir, en el limbo
de los justos, y a disposición de la superioridad.
Eso ocurrió en marzo. En mayo aparece la noticia de que
Karamanlís estará en las listas de su partido para las inminentes elecciones generales,
en un puesto destacado. Más aún, él no ha ocultado que su aspiración es ocupar
en el próximo gabinete el puesto de Ministro de Transportes. De conseguirlo en un sistema de listas cerradas de partido, las urnas le
darán la absolución completa por los 57 muertos y el resto de sus pecados, y así podrá seguir desempeñando un
papel indispensable y de primer orden en el funcionamiento de la siempre admirable
(aunque imperfecta) democracia griega.