Yo, comentando los Misterios de la actualidad con la Cariátide de Elefsina.
Boquiabierta se quedó de las cosas que le conté. (Foto, Carmen. Es foto robada,
sacada con habilidad a escondidas de las guardianas.)
“Tres veces bendecidos son los mortales que descienden al Hades habiendo visto estos ritos.
Solo para ellos hay vida allí, para los demás todo es
miseria.”
SÓFOCLES
Elefsina fue elegida capital
cultural europea para el año 2021; la nominación decayó debido a la pandemia, pero
se ha hecho efectiva en este 2023, en el que todo el yacimiento arqueológico
está siendo removido, salen a la luz nuevas estructuras, y el Museo
Arqueológico se ha enriquecido con una nueva ordenación de los materiales y la
adición de presentaciones multimedia.
Esto es, con pequeñas
correcciones. lo que escribí de Elefsina en 2014, después de mi primera visita
al lugar:
Eleusis,
el antiguo lugar de los Misterios situado a una quincena de kilómetros de
Atenas, fue erigido para celebrar la sucesión de las estaciones y la renovación
de la fertilidad de la tierra en la primavera, pero su situación en el extremo
norte del golfo Sarónico y en las cercanías del puerto del Pireo lo ha rodeado
de refinerías de hidrocarburos que lo condenan a padecer una atmósfera de baja
calidad que compromete sus posibilidades de turismo cultural.
Todo
debió de empezar a partir de una oquedad que se abre como un gran bostezo en el
flanco de un cerro que domina la llanura aluvial y el mar cuajado de islas
(Salamina está justo enfrente). Las paredes de la gruta son de color oscuro, ennegrecidas
de humo, y en ellas se abren grietas de gran tamaño. Al parecer por esas
grietas salían en tiempos fumarolas sulfurosas, y se consideró por ello que se
trataba de la puerta de acceso a los infiernos. Según el mito, el dios del
inframundo, Hades, se llevó un día a su reino a la ninfa Perséfone, hija de
Démeter, la diosa de la fertilidad y de las cosechas, e hizo de ella su
compañera. El rapto de la niña irritó tanto a Démeter, que dejó de dispensar
sus dones a los humanos: el invierno y la aridez tomaron posesión de toda la
tierra. Hades, por su parte, se negó en redondo a devolver a Perséfone a su
madre. El complejo pleito requirió una asamblea de dioses, en la que se llegó a
una solución transaccional: Perséfone pasaría una parte del año con su marido
en el inframundo, y otra en la superficie junto a su madre. La tierra solo
florecería y daría frutos en los meses en los que la ninfa disfrutara de la luz,
el aire y el sol.
El yacimiento arqueológico de Elefsina en 1934.
Elefsina el 25.6.2023.
Cada
nuevo otoño, entonces, tenía lugar una procesión que llevaba a Eleusis los
objetos sagrados (se ignora cuáles eran con exactitud) que simbolizaban el
regreso de Perséfone al inframundo y la vuelta de la aridez a la tierra. La
procesión seguía la Vía Sacra (Iera Odos), que atraviesa de parte a parte –
entre otros – el municipio de Egáleo en el que residimos, hasta la explanada de
Eleusis. El séquito no era triste ni lamentoso; debió de tener un
parecido notable con la romería del Rocío. Los atenienses viajaban en carros,
bien provistos de comida y bebida; cantaban, se cruzaban bromas y pullas entre
ellos, y se tomaban las cosas con calma. Partían del ágora de Atenas, al pie de
la Acrópolis, a la salida del sol, y se instalaban delante de los Propíleos de
Eleusis ya anochecido. Durante cuatro días celebraban los misterios. Había
danzas de muchachas, invocaciones de sacerdotes, tal vez ceremonias orgiásticas
y sin duda mucho “intercurso” que dicen los ingleses. En fin, más o menos lo
mismo que podía verse siglos después en épocas de carnaval. Los ciclos
naturales son siempre los mismos, y cuando una comunidad se prepara para
ayunar, celebra con más vigor las épocas de abundancia pasadas y futuras.
Los
misterios siguieron celebrándose cuando Grecia se convirtió en provincia de
Roma. Luego, ya en el declive del imperio, Eleusis se convirtió en otra cosa,
en un centro más o menos internacional de estudios filosóficos y religiosos esotéricos
y de sincretismos de todo tipo. Ya no se peregrinaba allí desde Atenas sino
desde la Galia, Egipto o Siria, en busca de un saber alambicado. En los inicios
del siglo quinto, se presentó en el Ática el bárbaro Alarico y arrasó con todo:
murallas, pórtico, templos y arcos de triunfo. A unos cientos de metros del
yacimiento arqueológico, otros bárbaros modernos han comprometido el medio
ambiente de un lugar que fue sagrado.
Junto
a la “Puerta del Hades”.