Un
encuentro borrado de la mente de las derechas recalcitrantes así catalanas como
españolas, que jurarán mil veces que nunca ocurrió. “E la nave va…” diría
Federico Fellini.
Siguiendo una norma creo que evangélica, nuestras instituciones
más conservadoras se aplican a obrar de modo que su mano izquierda ignore
siempre y de forma sistemática lo que hace la derecha. Ahora mismo, sin necesidad
de ir más lejos, la derecha ha votado en Europa en contra de la prohibición del
trabajo esclavo. No es –lo supongo, no me lo han contado– que PP y Vox
consideren un óptimo deseable la vuelta a la esclavitud con todas sus
consecuencias, sino más bien que no les gusta renunciar a priori a esa
posibilidad tentadora, en un momento crítico en el que la mano de obra, envalentonada
por los desmanes del gobierno ilegítimo, se niega a aceptar pagas de 800 euros
por jornadas laborales de 12 horas de las que se declaran solo cuatro.
Bueno, pues de tal voto europeo nadie debe saber nada, de
modo que no se airea en la prensa oficial u oficiosa, y si alguien da en
preguntar a los propios protagonistas del voto, estos juran de forma solemne
que en todo momento permanecieron ignorantes de lo que estaba ocurriendo. Ellos
la esclavitud la respetan mucho, sobre todo porque creen en la Libertad con
mayúscula, de modo que quien quiera ser esclavo bien está que lo sea, no serán ellos
quienes lo impidan, y menos recurriendo a leyes y ataduras que no conducen a
nada bueno. Pero en cuanto a votar en el Parlamento europeo, lo que se dice
votar votar, no recuerdan en ningún caso haberlo hecho, a no ser que nos
refiramos al expediente de cebar con moscas los anzuelos en la pesca con caña,
que eso ellos siempre estarán en contra porque revela crueldad hacia los
animales más humildes y desprotegidos. ¿No es a eso a lo que nos referimos?
Entonces no saben lo que pueda ser.
Quizás el éxito (relativo) de las candidaturas del tipo Rey
Palomo en las recientes elecciones municipales y autonómicas se deba a una
desmemoria pertinaz acerca de los propios planteamientos políticos. Es muy
famoso el caso de ETA, que cuando estaba en activo no existía según para qué, y
ahora que se ha disuelto, sigue en ciertos aspectos más activa que nunca. De “ese
movimiento vasco de liberación del que usted me habla”, hemos pasado a “Sánchez
es ETA”. No es solo que la sintaxis flojee, sino que la relación entre
significante y significado se ha deshilachado de forma definitiva.
Lo mismo le ocurre a la Iglesia española, donde los expedientes
por abusos eran cero hace dos años debido a la conducta ejemplar de todo el
estamento eclesiástico, y hoy suman casi tantos casos como los de
inmatriculaciones de inmuebles, tirando por lo bajo. Nuestros obispos y
cardenales suspiran por un cambio urgente de papa, seguros de que un nuevo
Woytila haría descender de nuevo las cifras a esa desmemoria absoluta que nunca
se debió dejar perder.
De todo lo cual, concluyo, habrá que tomar buena nota para
que el 23J próximo estemos todos bien seguros de lo que sabemos y lo que no
sabemos.