En serio, dentro de las deficiencias excusables que percibo en
las dos propuestas, me parece preferible el esquema organizativo de partido que
defiende el grupo de Echenique al de Iglesias. Puestos a tomar los cielos por
asalto, siempre será más prudente hacerlo en bloque, de forma masiva, que no individualmente y a pecho descubierto.
La asamblea de Podemos puede tomar ejemplo de los contingentes de subsaharianos
que asaltan, ya que no los cielos, las alturas de las vallas con concertinas de
nuestras plazas africanas (hay vídeos muy reveladores), y extraer las
consecuencias pertinentes.
De otro lado, yo diría que no existe en este momento el peligro
de que si pierde la votación Pablo Iglesias se eche a un lado, por mucho que
amague con hacerlo. El líder indiscutido de Podemos entró en la asamblea con un
exceso malsano de dramatismo y con unos tics de prima donna que deberá corregir, mejor pronto que
tarde. No es un macho alfa, en efecto; pero da la sensación de que él mismo no
ha percibido aún el alcance de sus limitaciones. Lo digo sin ánimo de
personalizar: me refiero a limitaciones que son suyas porque son las de todos
nosotros, en tanto que individuos.
Vamos a la frase en cuestión: los cielos no se ganan por
consenso sino que se toman por asalto. Marx utilizó el cliché del «asalto a los
cielos» (era un cliché ya entonces) para subrayar las resonancias épicas de la Comuna de París, cuyos
dirigentes prefirieron la muerte a la recaída en la servidumbre; Iglesias
recicló el cliché para abonar la propuesta de una dirección unipersonal de
partido «ganadora» frente a otra de carácter más colectivo y, en su opinión,
perdedora. Detrás de la idea de Iglesias de un liderazgo personal y carismático
aparece más o menos explícita la perspectiva de derrotar a Rajoy y a Pedro
Sánchez en un duelo personal mediático a tres bandas para el que se siente
plenamente capacitado, y ocupar luego a fuerza de votos «la centralidad del
tablero político».
Pero el tablero político es bastante más complejo que eso. Más
allá de los focos de los platós existen niveles distintos de realidad, frentes
de lucha política que los partidos deben considerar y para los que tienen la
obligación de estar preparados. Se trata de un trabajo colectivo y plural por
naturaleza, un trabajo extenso, en red, en el que han de participar muchas
personas más allá del propio núcleo de dirección del partido. Si con la
metáfora del asalto a los cielos Iglesias nos está proponiendo algo más que una
frase, no es de recibo su menosprecio por el consenso. Desde Gramsci sabemos
que el consenso, como expresión concreta de la hegemonía cultural, es un
ingrediente imprescindible de todo poder transformador de la realidad social.
Luego cabe deducir que también lo es cuando se trata de asaltar los cielos,
sean estos los que fueren. No hay contraposición entre consenso y asalto, no es
lo uno o lo otro, son las dos cosas. Y es difícil de comprender el alegre
menosprecio por parte de Iglesias del gran quebradero de cabeza que
históricamente ha supuesto, para la construcción de cualquier bloque de
progreso sólido, la política de alianzas.